N-366: Desequilibrios económicos- Desequilibrios c.c. (J.Andres) ¿Deficit comerciales causa de la crisis?

¿Nos debe preocupar la cuenta corriente dentro de la UEM?
by JAVIER ANDRÉS on 11/01/2011
......la visión ampliamente compartida entonces era que las causas y las implicaciones de los déficits comerciales nacionales dentro de la Unión no eran muy diferentes de las correspondientes al déficit de una región dentro de un país, por lo que no requerían una atención especial. De la evolución de los acontecimientos desde entonces, y muy en particular durante la crisis actual, es fácil deducir que esa visión era muy simplista y que es más que probable que Europa acabe revisando su política al respecto.
La importancia de la cuenta corriente y su relación con las crisis financieras ha sido un tema recurrente en las discusiones de política económica. El artículo de Edwards resume las distintas posiciones que han ido ganando y perdiendo adeptos según el devenir de los acontecimientos macroeconómicos. El punto de partida es que excepto en casos en los que un déficit exterior está fundamentalmente asociado a un déficit fiscal aquel refleja simplemente discrepancias entre decisiones de ahorro e inversión privados en una economía. Si estas decisiones se toman por parte de agentes racionales, los prestamistas de hoy esperan un retorno en el futuro y por ello un elevado endeudamiento corriente es un síntoma de buenas perspectivas de crecimiento. Tanto si estas se realizan como si al final no es así el ajuste de precios relativos garantiza el equilibrio intertemporal.
Esta percepción cambió tras las sucesivas crisis cambiarias y de deuda que sufrieron los países emergentes en los ochenta y los noventa. 

....El ‘benign neglect’ puede no ser óptimo. Las diferencias en las cuentas corrientes de sus países miembros han crecido exponencialmente. Los países hoy deficitarios de Europa, en su mayoría del sur y entre ellos varios de los grandes países de la UEM, han visto empeorar su balanza exterior en diez puntos del PIB -Jaumotte y Sodsriwiboon. En particular, como se observa en la figura 2, el déficit exterior de España, Irlanda, Grecia y Portugal se ha multiplicado casi por cuatro, una evolución que no tiene parangón en otras regiones del mundo.
  • El aumento del déficit ha venido asociado a una caída significativa del ahorro público y privado y, en menor medida, a un aumento de la inversión que sin embargo ha crecido desproporcionadamente en el sector inmobiliario. Como muestran Giavazzi y Spaventa una desviación importante de inversión hacia el sector no comercializable es la receta para la insostenibilidad de déficit exterior, ya que dificulta enormemente el aumento de las exportaciones en el futuro para pagar la deuda acumulada. La baja productividad de estos sectores se refleja en la pobre evolución de la productividad agregada de algunos de los países más endeudados, como España y Portugal, lo que también contribuye a poner en duda la hipótesis de convergencia y las expectativas de crecimiento como explicación del déficit exterior.

  • El predominio del recurso a la financiación a través del sistema bancario. Esto es especialmente cierto para países cuyo crecimiento ha estado impulsado por una burbuja inmobiliaria que ha permitido un uso masivo de las titulizaciones –como es el caso de la banca española- colocadas en mercados internacionales. La adquisición de títulos emitidos por los bancos de los países deficitarios por parte de otras entidades financieras europeas ha permitido un proceso de expansión sin precedentes de los balances bancarios y un rápido crecimiento del crédito en el sur de Europa. Esta financiación concentrada en unos pocos bancos y con frecuencia de corto plazo aumenta los riesgos de crisis de deuda soberana y sudden stops –Lane. 

  •  El déficit exteriorpuede ser el síntoma de desequilibrios macroeconómicos más profundos y el indicador adelantado de duros procesos de ajuste. En este caso, como señala Blanchard, una intervención adecuada de política económica puede contribuir a mejorar el bienestar agregado. Las rigideces nominales en los mercados europeos, la mala asignación de recursos inducida por la burbuja inmobiliaria y la financiación exterior canalizada fundamentalmente a través de unos bancos que no entendieron bien el riesgo de sus inversiones y con necesidad de reestructuración, indican que los déficits observados en la periferia europea caen dentro de la última categoría, por lo que es razonable que se conviertan en un objetivo de política económica de primera magnitud en el futuro de la Unión Europea y muy en particular de la UEM.
    http://www.fedeablogs.net/economia/?p=8786


    En resumen es importante la comparación de los países periféricos de la UEM y los emergentes de los 90. Estos paises superaron la crisis de los tigres asiaticos en 1987, recuperando las tasas de crecimiento, pero pasando de ser países deficitarios a ser exportadores netos de ahorro. El tipo de cambio nominal jugó un papel importante, pero ellos pudieron devaluar (DFC) "el coste social de dicha devaluación allí fue muy elevado debido a la ausencia de sistemas de protección social como los que conocemos en Europa"
El Sur también decide-by JAVIER ANDRÉS on 23/11/2011

    Hace apenas unos meses el mundo financiero parecía contener la respiración ante el duelo al sol que protagonizaban legisladores demócratas y republicanos en Estados Unidos sobre el límite de la deuda pública que ese país estaba a punto de alcanzar. Y digo parecía porque para algunos la solución estaba cantada y lo único que quedaba por saber era como se iban a repartir los costes y los beneficios políticos de una decisión que iba a permitir emitir más deuda con un compromiso a medio y largo plazo de establecer un control más estricto de las finanzas públicas americanas. Hoy asistimos a un tira y afloja similar en el contexto de la crisis de la Eurozona entre quienes reclaman el uso pleno de todos los instrumentos de estabilización disponibles y quienes defienden una vía más indirecta para frenar la inestabilidad en los mercados de deuda en Europa.
    El diagnóstico de lo que nos ha traído hasta aquí es sobradamente conocido. Los años del boom han favorecido una falsa convergencia económica entre los países de la eurozona que no ha sido tal porque ha estado cimentada en buena medida sobre un exceso de gasto en algunos países, alimentado por un boom de crédito. La frágil arquitectura política y económica del Euro ha permitido una acumulación muy desigual de deudas, polarizando geográficamente a deudores y acreedores. A partir de ahí lo que en principio parecía un problema menor, circunscrito a algunos países periféricos, amenaza con propagarse a casi toda la Eurozona.

¿Y qué posturas se enfrentan a la hora de abordar la crisis actual?
La mayoría de las opiniones coinciden en la necesidad de acelerar las reformas estructurales y –aunque esto con menos consenso- perseverar en la disciplina fiscal como la forma más segura de evitar la repetición de los errores del pasado, aun a sabiendas de que estas medidas tienen costes a corto plazo. Pero la verdadera línea roja que algunos abogan por traspasar y otros rechazan de plano es la mutualización plena de la deuda pública y, muy en particular, la decidida monetización del déficit por parte del Banco Central Europeo.

Hay buenas dosis de razón entre quienes defienden y rechazan estas medidas. A favor está sin duda la confianza bastante fundada en que unas medidas tan drásticas permitirían recortar significativamente las primas de riesgo y estabilizar, por un tiempo prudencial al menos, los mercados de deuda soberana. Conforme vemos subir las primas de riesgo de una forma imparable es difícil no sumarse al campo de los que piden el uso del big bazooka, ya que los efectos de las reformas estructurales pueden tardar tiempo en manifestarse y las economías europeas no pueden volver a acostumbrarse a vivir con elevadas tasas de desempleo durante muchos años como en el pasado. Se aduce, con razón, que las cifras macroeconómicas globales de la Eurozona –deuda, déficit exterior, etc.- son mejores que la de cualquier otra región desarrollada del planeta por lo que no se acaba de entender la evolución de nuestras primas de riesgo. Incluso estamos en este sentido peor que países menos avanzados y más inestables. Por ello, todos hemos aceptado que estamos ante un problema causado fundamentalmente por la inadecuada arquitectura política de la integración en Europa. Sin embargo las economías europeas arrastran desde hace años problemas a los que no hemos prestado suficiente atención y que explican en parte la reacción exagerada de los mercados estos días.

Por una parte está la evolución de nuestra productividad cuya tasa de crecimiento se ha reducido considerablemente en las últimas décadas. Reforzar la unidad y el tamaño de mercado y promover una mejor utilización de recursos fue un objetivo declarado del Euro en el que hemos avanzado muy poco. Por ello nuestras expectativas de crecimiento, que ya eran las más pobres entre las distintas regiones del planeta incluso antes de que se generalizase la actual crisis de deuda, no han hecho sino empeorar. En segundo lugar, un envejecimiento de la población que con la estructura actual de nuestro estado el bienestar genera unos compromisos de gasto público en el futuro que amenazan con limitar seriamente la autonomía y la capacidad estabilizadora de los presupuestos. Por último, la acumulación de déficits comerciales en algunos países que supone para muchos la mejor prueba de la difícil sostenibilidad de la zona Euro en su configuración actual. Ya he señalado en algún otro post que estos déficits han sido muchos más elevados y persistentes que los que sufrieron los países emergentes en los ochenta y los noventa y que acabarían provocando crisis financieras y reajustes muy sustanciales en los tipos de cambio reales. Estos desequilibrios han dejado a países como España, Grecia y Portugal con unas posiciones financieras netas negativas superiores al 90 por ciento del PIB. Por no hablar de los problemas de liquidez de muchos sistemas bancarios nacionales con la presión que eso pone sobre las finanzas públicas. Si tenemos en cuenta estos desequilibrios a la lógica perplejidad sobre las primas de riesgo actuales habría que añadir otra: ¿cómo es posible que los spreads hayan sido prácticamente cero durante tanto tiempo en los años del boom?

En estas condiciones es razonable que cualquier intento de resolver el problema de la deuda por monetización o por centrifugación despierte recelos, y que haya quienes defiendan -intereses políticos nacionales aparte- que estas medidas pueden paliar los síntomas de la enfermedad europea pero no sus causas más profundas e incluso pueden exacerbar los problemas de riesgo moral. Ya esto hay que añadir los problemas políticos que plantearía la decisión de cuanta deuda comprar de cada país y en qué momento -en otras palabras que primas de riesgo se consideran “de mercado” y cuales no-, con qué grado de condicionalidad, y la dudosa justificación democrática de esta condicionalidad en particular si viene impuesta por el BCE. Además no está claro que el sostenimiento artificial de los mercados de deuda fuera a suponer un alivio importante sobre la deuda privada cuyo encarecimiento está suponiendo el verdadero freno a la recuperación económica.

Es posible que estemos simplemente ante una estrategia para extraer el máximo de compromisos de rigor por parte de las economías en problemas y que en algún momento el BCE tenga que intervenir masivamente en los mercados de deuda soberana. Si esto acaba sucediendo todos sentiremos un cierto alivio, justo antes de empezar a preocuparnos por las consecuencias de un paso de ese calado. También es posible que Alemania se decida en algún momento a aplicar políticas más expansivas si su situación se complica –aunque no olvidemos que su tasa de paro sigue bajando a pesar del frenazo de su economía. Sin embargo aunque estas soluciones no parecen estar en la agenda inmediata no todo se cuece entre los países centrales de la Unión. En este tira y afloja los pasos de los nuevos gobiernos de Grecia e Italia y el que eventualmente salga de las elecciones en España pueden ser decisivos para que el conjunto de la Eurozona se decante por una u otra opción. Además de otros beneficios que tardarán en manifestarse, si abordamos con decisión las reformas necesarias tendremos una mayor capacidad para reclamar a Europa que agote el margen de maniobra que todavía tiene –incluso con las restricciones legales y políticas actuales- en materia de política monetaria y fiscal. En política monetaria el BCE puede reducir paulatinamente los tipos de interés a niveles similares a los de otros grandes bancos centrales, mantener o aumentar sus líneas de provisión de liquidez a los bancos mientras se completa su saneamiento y reestructuración, y aumentar discretamente –es decir sin recurrir a monetizar sistemáticamente la deuda- el volumen de su programa de compras de bonos soberanos para momentos de crisis aguda como los que hemos conocido estos días atrás. Además queda por consolidar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera en los volúmenes pactados hace unas semanas, ampliarlo si es posible y hacerlo operativo para financiar programas específicos a los que España u otros países puedan recurrir en algún momento, incluso sin necesidad de un rescate en toda regla.
Este margen no es pequeño. De las decisiones de política económica que adopten los países del Sur también depende en buena medida que podamos explotarlo y que sirva para algo.
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=16254
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".... soy más optimista con respecto al Euro, o por lo menos quiero serlo porque me cuesta imaginarme una vuelta atrás sin que Europa acabe perdiendo cualquier relevancia que ahora pueda tener en el mundo. Y con ella España.
.... el problema está en lo que tú también pareces coincidir: la convergencia real, en productividad y otros indicadores económicos y sociales, ha sido mínima y con ello no hay moneda única que lo resista, con o sin ayuda del BCE. O ponemos a las economías Europeas en senda de convergencia –y entonces todas las ayudas fiscales y monetarias que vengan serán realmente productivas- o lo demás es engordar para morir. No estoy pensando en aquello e las áreas monetarias óptimas, pero por lo menos algo que se le parezca un poco".Javier Andrés

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