Si bien el problema de la deuda soberana es un asunto económico bien antiguo y relativamente bien documentado, tanto histórica (por ejemplo, Debt and Deficits, de John Maloney, ed. EE 1998) como analíticamente (el 4 de marzo de 2010 esta Mirada del Economista se refirió a “España y Europa ante el desapalancamiento”), hoy, al final de la Gran Recesión, reaparece con unos perfiles específicos que merecen una reflexión adicional. Hace ya años que sabemos que es imprescindible tener en cuenta el endeudamiento privado de hogares y empresas, sea externo o no y, además, hablamos sin parar del problema del diferencial de intereses, respecto al bund alemán, que hay que ofrecer pagar para colocar las emisiones sean estas públicas o privadas. Pero es que ahora nos topamos de bruces con noticias llamativas, como la puesta en observación y con perspectiva negativa por parte de Standard and Poor´s de la deuda estadounidense y de Japón, o como la, en apariencia, inminente reestructuración de la deuda griega. La primera noticia nos hace pensar que aumenta la probabilidad de una caída en la calificación de los USA o de Japón , algo inusitado, y la segunda nos empuja a pensar seriamente en reestructuraciones y empobrecimiento de acreedores cuyos efectos algunos comparan a los asociados a la caída de Lehman.
Competitividad
La deuda es como un velo.
Enseña, al tiempo que encubre, problemas de distinta naturaleza.
De ahí que el problema del endeudamiento merezca y exija una atención más lúcida, aunque no necesariamente más detallada. El déficit y la deuda ocultan, con su apremiante desnudez a corto plazo, otros problemas más serios relacionados con la competitividad de los distintos países. Por mi parte, lo que hoy pretendo argumentar es que lo importante es lo que el endeudamiento oculta, mientras que lo que enseñan las aparentes urgencias es algo relativamente irrelevante.
Empecemos por lo que el problema desvela a corto plazo.
A menos que una economía haya sobrepasado el punto en que tiene que endeudarse para pagar los intereses de la deuda que vence inmediatamente, su problema es simplemente ahorrar para que el déficit disminuya y el endeudamiento vaya reduciéndose, tanto el soberano como el privado. Como las empresas privadas son mucho más conscientes de su restricción presupuestaria a corto llevan tiempo reduciendo costes y se encuentran ya cerca de poder iniciar un nuevo ciclo inversor. Las economías domésticas han reducido su consumo de una manera bastante drástica, incluso si el paro no les ha afectado directamente. Sólo queda la reducción del endeudamiento exterior público y éste es un problema claramente político, que genera urgencias dramáticas pero que siempre encuentra su solución política, pues hasta un estado soberano acaba por atender a la restricción presupuestaria inmediata.
Lejos de mi intención negar que esos problemas políticos puedan tener repercusiones económicas importantes, pues, si se alargan, la subida del diferencial de marras dificulta la recuperación macroeconómica; pero no son tan importantes como los problemas que pueden surgir a largo plazo.
Lo que esas urgencias a corto ocultan es, sin embargo, el problema básico, un problema que es fácil de describir. Como una economía no crezca a una tasa superior al tipo de interés real, se está ignorando la restricción presupuestaria a largo plazo, lo que quiere decir que el Estado de que se trate está quebrado en términos actualizados y sin perspectivas de arreglo, pues las únicas soluciones son las subidas de impuestos (que se pondrán en marcha pese a la equivalencia ricardiana, de la misma forma que el teorema de Modigliani y Miller se ignora en circunstancias realistas) o la inflación, arreglos que, en uno u otro caso, debilitan la competitividad de las empresas (ya sea por mayores costos o menor demanda interna, ya sea por un mayor tipo de interés que una vez más dificulta la labor empresarial) y, consiguientemente, reducen la creación de empleo degradando así la base fiscal. Todo esto inhibe el crecimiento e imposibilita una salida sólida de los últimos estertores de la crisis. Pero todo esto es todavía peor si tenemos en cuenta las expectativas y la presencia o ausencia de conocimiento común en lo que hace referencia a la verdadera situación de cada país en su sector público y su sector privado, especialmente financiero. Si los mercados saben apreciar que el crecimiento previsto está mal calculado y creen saber que todos saben lo mismo que a ellos les ha llevado a esa apreciación, entonces hasta las soluciones apuntadas dejan de ser efectivas.
Pensemos, sin embargo, con un poco de ingenuidad y simpleza en este problema central del endeudamiento para ver que su naturaleza es algo diferente a la diagnosticada generalmente. El problema del endeudamiento en sí es casi trivial. Pensemos, con la ingenuidad de un teórico en dos países que producen 10 (de lo que sea) cada uno y supongamos que uno debe al otro 10 y el otro al uno 9. ¿Cuál es la cifra relevante agregadamente? ¿Es 19 o más bien 1? Pienso que 1 y que el problema no es en sí mismo apabullante y tampoco se convierte en tal si consideramos un tercer país igual a los anteriores y a quienes debe 5 y 5. Este ejemplo tan tonto muestra que el problema del endeudamiento no llega a ser preocupante hasta que se llega a límites muy extremos. Mientras tanto, la naturaleza del problema es sólo distributiva, sin que entre en juego la competitividad. Es decir, que podemos afirmar que a largo plazo también es cierto que el problema de la deuda, más allá de juegos de velos, es también un problema político, pero no propio de la bien que mal estructurada política nacional, sino de la completamente desorganizada política internacional.
La clave de la dificultad del problema de la deuda radica en la desestructuración política global. Concluyo diciendo que el análisis anterior lleva a la predicción de que en los próximos años vamos a observar esfuerzos, difíciles de predecir en sus detalles, en la dirección de configurar un mundo razonablemente institucionalizado cuyos primeros intentos podemos observar casi a diario.
Juan Urrutia. Catedrático de Economía.
http://elcomentario.tv/reggio/deuda-lo-que-oculta-y-lo-que-ensena-de-juan-urrutia-en-expansion/06/05/2011/
España y Europa ante el desapalancamiento (4-4-2010)
http://articulosclaves.blogspot.com/2011/05/deuda-lo-que-oculta-y-lo-que-ensena-de.html
Competitividad
La deuda es como un velo.
Enseña, al tiempo que encubre, problemas de distinta naturaleza.
De ahí que el problema del endeudamiento merezca y exija una atención más lúcida, aunque no necesariamente más detallada. El déficit y la deuda ocultan, con su apremiante desnudez a corto plazo, otros problemas más serios relacionados con la competitividad de los distintos países. Por mi parte, lo que hoy pretendo argumentar es que lo importante es lo que el endeudamiento oculta, mientras que lo que enseñan las aparentes urgencias es algo relativamente irrelevante.
Empecemos por lo que el problema desvela a corto plazo.
A menos que una economía haya sobrepasado el punto en que tiene que endeudarse para pagar los intereses de la deuda que vence inmediatamente, su problema es simplemente ahorrar para que el déficit disminuya y el endeudamiento vaya reduciéndose, tanto el soberano como el privado. Como las empresas privadas son mucho más conscientes de su restricción presupuestaria a corto llevan tiempo reduciendo costes y se encuentran ya cerca de poder iniciar un nuevo ciclo inversor. Las economías domésticas han reducido su consumo de una manera bastante drástica, incluso si el paro no les ha afectado directamente. Sólo queda la reducción del endeudamiento exterior público y éste es un problema claramente político, que genera urgencias dramáticas pero que siempre encuentra su solución política, pues hasta un estado soberano acaba por atender a la restricción presupuestaria inmediata.
Lejos de mi intención negar que esos problemas políticos puedan tener repercusiones económicas importantes, pues, si se alargan, la subida del diferencial de marras dificulta la recuperación macroeconómica; pero no son tan importantes como los problemas que pueden surgir a largo plazo.
Lo que esas urgencias a corto ocultan es, sin embargo, el problema básico, un problema que es fácil de describir. Como una economía no crezca a una tasa superior al tipo de interés real, se está ignorando la restricción presupuestaria a largo plazo, lo que quiere decir que el Estado de que se trate está quebrado en términos actualizados y sin perspectivas de arreglo, pues las únicas soluciones son las subidas de impuestos (que se pondrán en marcha pese a la equivalencia ricardiana, de la misma forma que el teorema de Modigliani y Miller se ignora en circunstancias realistas) o la inflación, arreglos que, en uno u otro caso, debilitan la competitividad de las empresas (ya sea por mayores costos o menor demanda interna, ya sea por un mayor tipo de interés que una vez más dificulta la labor empresarial) y, consiguientemente, reducen la creación de empleo degradando así la base fiscal. Todo esto inhibe el crecimiento e imposibilita una salida sólida de los últimos estertores de la crisis. Pero todo esto es todavía peor si tenemos en cuenta las expectativas y la presencia o ausencia de conocimiento común en lo que hace referencia a la verdadera situación de cada país en su sector público y su sector privado, especialmente financiero. Si los mercados saben apreciar que el crecimiento previsto está mal calculado y creen saber que todos saben lo mismo que a ellos les ha llevado a esa apreciación, entonces hasta las soluciones apuntadas dejan de ser efectivas.
Pensemos, sin embargo, con un poco de ingenuidad y simpleza en este problema central del endeudamiento para ver que su naturaleza es algo diferente a la diagnosticada generalmente. El problema del endeudamiento en sí es casi trivial. Pensemos, con la ingenuidad de un teórico en dos países que producen 10 (de lo que sea) cada uno y supongamos que uno debe al otro 10 y el otro al uno 9. ¿Cuál es la cifra relevante agregadamente? ¿Es 19 o más bien 1? Pienso que 1 y que el problema no es en sí mismo apabullante y tampoco se convierte en tal si consideramos un tercer país igual a los anteriores y a quienes debe 5 y 5. Este ejemplo tan tonto muestra que el problema del endeudamiento no llega a ser preocupante hasta que se llega a límites muy extremos. Mientras tanto, la naturaleza del problema es sólo distributiva, sin que entre en juego la competitividad. Es decir, que podemos afirmar que a largo plazo también es cierto que el problema de la deuda, más allá de juegos de velos, es también un problema político, pero no propio de la bien que mal estructurada política nacional, sino de la completamente desorganizada política internacional.
La clave de la dificultad del problema de la deuda radica en la desestructuración política global. Concluyo diciendo que el análisis anterior lleva a la predicción de que en los próximos años vamos a observar esfuerzos, difíciles de predecir en sus detalles, en la dirección de configurar un mundo razonablemente institucionalizado cuyos primeros intentos podemos observar casi a diario.
Juan Urrutia. Catedrático de Economía.
http://elcomentario.tv/reggio/deuda-lo-que-oculta-y-lo-que-ensena-de-juan-urrutia-en-expansion/06/05/2011/
España y Europa ante el desapalancamiento (4-4-2010)
http://articulosclaves.blogspot.com/2011/05/deuda-lo-que-oculta-y-lo-que-ensena-de.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario