Una serie de  desequilibrios interrelacionados hicieron que el crecimiento de varios  países avanzados antes de la crisis financiera fuera insostenible. El  rápido aumento del endeudamiento y de los precios de los activos originó  un sobredimensionamiento de los sectores financiero y de la  construcción. Este auge también enmascaró graves riesgos fiscales a  largo plazo que, de no afrontarse, podrían desencadenar la próxima  crisis. No nos equivoquemos: las turbulencias en los mercados  relacionadas con las crisis financieras de Grecia, Irlanda y Portugal  palidecerían ante la devastación que causaría la pérdida de confianza de  los inversores en la deuda soberana de alguna de las principales  economías.
Abordar el exceso de endeudamiento, tanto público como privado, es la clave para construir cimientos firmes sobre los que asentar un crecimiento equilibrado,  y elevado en términos reales, y un sistema financiero estable. Esto  significa tanto fomentar el ahorro privado como completar con carácter  urgente la consolidación fiscal en los países que más sufrieron los  efectos de la crisis.
Las lecciones de la crisis son igualmente  aplicables a las economías de mercado emergentes. Aquellas en las que la  deuda está propiciando enormes subidas en los precios inmobiliarios y  auges del consumo corren el riesgo de acumular los desequilibrios que  ahora aquejan a las economías avanzadas.
Los  desequilibrios que acompañaron a la fase expansiva en varias  economías avanzadas aún persisten. En algunos de estos países, los  sectores financiero y de la construcción adquirieron un tamaño  desproporcionado con respecto al 
resto de la economía y  posiblemente deban reducirse. El endeudamiento que asumieron hogares y  empresas durante el auge del sector de la vivienda ha incrementado su  vulnerabilidad ante futuras perturbaciones y puede lastrar el 
crecimiento.  Numerosos gobiernos redujeron su endeudamiento en los años de bonanza,  en algunos casos de forma considerable. Sin embargo, a posteriori se ha  comprobado que buena parte de la mejoría de las finanzas públicas 
de  esa época estaba relacionada, directa o indirectamente, con la  expansión del sector de la vivienda y, por consiguiente, era meramente  coyuntural.
Los problemas que aquejan actualmente a las economías avanzadas tienen su origen en el auge previo a la crisis
Los  precios de la vivienda subieron en muchos países en el periodo anterior  a la crisis (Gráfico II.2), y los países en los que lo hicieron con más  fuerza fueron, en muchos casos, los que luego tuvieron más problemas.  Entre ellos cabe citar a Irlanda, España y el Reino Unido.
Los fuertes incrementos en la concesión de crédito a hogares y empresas alimentaron la apreciación de los activos inmobiliarios
.  El cociente entre deuda de los hogares y PIB se elevó en todos los  países que experimentaron un auge del sector de la vivienda, superando  con amplitud sus tendencias de largo plazo (Gráfico II.3). Las  sociedades no financieras también aumentaron su endeudamiento, con la  notable excepción de las empresas de Estados Unidos
-Los coeficientes  de endeudamiento de las entidades no financieras irlandesas y españolas  exhibieron alzas especialmente notables, destinándose el grueso de ese  endeudamiento a financiar bienes inmuebles
España, que a  diferencia de Irlanda no es un centro financiero extraterritorial,  registró igualmente una rápida expansión en los balances bancarios  nacionales, pasando el cociente de los activos bancarios sobre PIB del  2,6 (valor que permaneció estable entre 2000 y 2003) a más de 4 justo  antes de la crisis financiera.
2-Desequilibrios sectoriales
El  crecimiento en los años previos a la crisis financiera estuvo  fuertemente sesgado hacia unos sectores financiero y de la construcción  cada vez más desmesurados, cuya intensa y prolongada expansión  probablemente fue en detrimento del crecimiento del resto de la  economía.
La expansión del sector de la construcción, intensivo en  capital, complicaría a otros sectores la captación de recursos  prestables, y un sector financiero en descomunal expansión probablemente  haría más difícil a otros sectores intensivos en conocimiento captar  mano de obra altamente cualificada. (T. Philippon y A. Reshef, «Wages  and human capital in the US financial industry: 1909–2006», NBER Working  Papers, n.o 14644, enero 2009)
-En España, cabe atribuir a la construcción aproximadamente un tercio del superávit de 2007
La  expansión de la construcción y la intermediación financiera coincidió  con un menor crecimiento de la productividad en el resto de la economía  (Gráfico II.5). El ejemplo más destacado lo ofrece el sector de la  construcción en España, cuya participación en el empleo total (eje de  abscisas del panel izquierdo) creció un promedio de 0,3 puntos  porcentuales cada año entre 2000 y 2007, mientras la productividad del  resto de la economía española (eje de ordenadas) prácticamente  no mejoró.
- Con prestamos hipotecarios concedidos en exceso, bajo la premisa falsa de que los pisos siempre suben... 
- Los  hogares de Irlanda, España, el Reino Unido y Estados Unidos  han comenzado a reducir sus cocientes de deuda sobre renta En Estados  Unidos y el Reino Unido, donde más avanzado está el proceso, el  endeudamiento ha caído en aproximadamente 15 puntos porcentuales, hasta el 120% y el 150% de la renta disponible, respectivamente. 
En términos agregados, los hogares españoles redujeron su coeficiente de endeudamiento en 8 puntos porcentuales.
Los antecedentes históricos apuntan a que los hogares continuarán reduciendo su endeudamiento.
Los  cocientes de deuda sobre renta de los hogares y de otros  sectores pueden reducirse básicamente de cuatro formas: (i) devolución  del préstamo, (ii) impago, traslado a pérdidas o condonación de la  deuda, (iii) aumento de la renta disponible real, y (iv) inflación,  reduciendo el valor real de la deuda.
--Existe el riesgo  de que reducir rápidamente la deuda para mitigar la vulnerabilidad de  los hogares ante perturbaciones provoque un desplome del consumo privado. (en  España este año por la suma de varios motivos, economicos, financieros,  politicos y sociales el consumo ha caido de forma alarmante de Febrero a  Junio)
3-Deuda pública y consolidación fiscal
Los  déficits aumentan durante las recesiones por razones obvias.  Los estabilizadores automáticos sostienen el gasto y han sido una de las  razones por las que la Gran Recesión no se ha convertido en otra Gran  Depresión. El problema es que los déficits no han mostrado indicios de  reducirse cuando ya llevamos dos años en fase de recuperación y los  niveles de deuda siguen disparándose. Los déficits fiscales actuales son  en gran medida estructurales (Gráfico II.7), lo que sugiere que las  administraciones públicas no han hecho lo suficiente para restaurar las  posiciones fiscales.
.....Como consecuencia de la elevada  recaudación fiscal procedente de la construcción, la brecha entre  ingresos y gastos abierta por la crisis probablemente no se cierre ni  siquiera al ir recuperándose la economía. A su vez, esto implica que los  gobiernos no podrán eludir la aplicación de medidas contundentes para  ajustar sus posiciones fiscales en el corto plazo, además de presentar  un plan creíble que abarque el medio plazo. Las distintas circunstancias  requieren enfoques diferentes sobre la forma en que podría realizarse  dicha consolidación a la vez que se minimizan sus costes a corto plazo  para el crecimiento.
   Con todo, la política fiscal puede influir mucho en las reasignaciones entre sectores aplicando medidas como los recortes de las subvenciones a industrias en declive y el apoyo al reciclaje profesional de los trabajadores, que deberían contribuir tanto a incrementar el crecimiento como a reducir el desempleo.
En  una perspectiva a más largo plazo, esta evaluación ilustra la necesidad  de ir más allá del mero equilibrio presupuestario en el ciclo  económico. Además de algunos retos a futuro bien conocidos (como el del  envejecimiento de la población), el análisis anterior sugiere que es  posible que el verdadero estado de las cuentas públicas únicamente se  ponga de manifiesto en las fases bajistas, cuando los desequilibrios  sectoriales suelen hacer desaparecer unos ingresos inflados tan solo  coyunturalmente. 
Por último, pero no por ello menos importante, el estado de las cuentas públicas  tiene repercusiones fundamentales para la estabilidad financiera,  por lo que es preciso proceder aún con mayor cautela. Por ejemplo, las  pérdidas 
de valor de los títulos de deuda pública afectan  directamente a la solvencia crediticia de las entidades tenedoras y  reducen el valor de las garantías que estas pueden utilizar para tomar  prestado. Esto es precisamente lo que parece 
estar sucediendo en  Grecia, cuyos bancos han tenido crecientes problemas para obtener  financiación como consecuencia del temor de los inversores a una  reestructuración de la deuda pública del país. Además, como es obvio, 
el  apoyo a gran escala de las administraciones públicas a  entidades bancarias con problemas genera enormes costes para la hacienda  pública, —Irlanda es un buen ejemplo— que no pueden absorberse si la  posición fiscal no es sólida.
Conclusiones
El mensaje clave del presente capítulo es que el crecimiento durante los años de auge previos a la crisis era insostenible  y que los desequilibrios que se acumularon durante ese periodo amenazan  con frenar durante cierto tiempo el crecimiento en las economías  avanzadas. 
Es poco probable que los sectores inmobiliario y  financiero impulsen el crecimiento en el futuro tanto como lo hicieron  en los años previos a 2007. 
Muchos países se enfrentan a la  imposibilidad de vender un enorme parque de propiedades inmobiliarias,  lo cual implica que se tardará años en absorber dicho excedente. De modo  similar, el crecimiento del sector financiero en los 
años  anteriores a 2006–07 se debió en parte a una regulación inadecuada y por  ello no es probable que se repita en próximos años.
. Por lo tanto, la composición sectorial de la economía ha de modificarse si queremos aprovechar nuevas oportunidades de crecimiento. Apoyar mediante políticas a sectores en declive conlleva el riesgo de producir un efecto expulsión o de desplazamiento de sectores más dinámicos. 
Las políticas públicas deben estar encaminadas también a poner en orden el  sistema bancario, de tal forma que los sectores artífices del  crecimiento en el futuro puedan acceder a una adecuada financiación.  Esto significa que los 
bancos han de tener capital suficiente  para poder asumir pérdidas y cancelar activos dudosos. El ejemplo de  Japón a mediados de los años 90 demuestra que no reconocer pérdidas provoca una mala asignación de recursos, genera 
incertidumbre  y, por ende, dificulta el crecimiento económico. Cuando no se obliga a  los bancos a reducir el valor contable de sus préstamos (y adelgazar sus  balances), en la práctica se les está incentivando para mantener de  forma 
perenne sus créditos, es decir, para renovar préstamos fallidos a empresas que deberían haber quebrado
.  En Japón, esta «perennización» contribuyó al estancamiento al impedir  la reestructuración, reduciendo así las oportunidades de beneficio de  las empresas con cuentas saneadas
. Los bancos japoneses no  comenzaron a prestar de nuevo hasta que se llevó a cabo un  examen riguroso de sus carteras de préstamos fallidos en 1998 y se  inició una segunda ronda de inyecciones de capital.
Devolver a la economía a la senda del crecimiento —mediante las medidas de política antes descritas— facilitará enormemente el imprescindible proceso de reducción de la deuda pública y privada. Sin embargo, aunque el 
crecimiento  es un elemento esencial del proceso de desapalancamiento, no puede ser  el único. Los hogares están dedicando ya una parte significativa de su  renta al pago de su deuda. 
La deuda pública, por el contrario,  sigue aumentando. La existencia de abultados déficits presupuestarios  resultaba apropiada durante la crisis y en el periodo inmediatamente  posterior, cuando una política fiscal expansiva ayudó a evitar males  mayores. Sin embargo, ahora que la recuperación está en marcha, acumular  grandes déficits es cada vez más peligroso.
La consolidación  fiscal no se producirá de la noche a la mañana, pero es preciso que  comience ya. Las medidas que se adopten variarán de un país a otro pero,  para que sean creíbles, tendrán que abordar las debilidades 
fundamentales  del marco fiscal. Dependiendo del país, los gobiernos se enfrentan a  distintos problemas, como las grandes obligaciones que habrán de  afrontar en el futuro como consecuencia del envejecimiento de la 
población.
La  crisis ha puesto de manifiesto debilidades importantes en los  marcos fiscales que es preciso abordar. En concreto, antes de la crisis  la confección de presupuestos no tenía en cuenta la sensibilidad de las  finanzas públicas a 
auges de precios de activos o del crédito. Si  no queremos repetir este error, necesitamos mejores medidas de los  déficits ajustados al ciclo, que filtren no sólo la incidencia del ciclo  económico normal, sino también las consecuencias 
de los auges de  precios de los activos. También precisamos normas fiscales que  garanticen que los incrementos temporales de la recaudación se  traten como tales y no lleven a pecar de optimismo al evaluar las  cuentas fiscales.
Además, la estrecha relación entre la  estabilidad fiscal y la estabilidad financiera durante la crisis subraya  la importancia de disponer de un margen de maniobra en el ámbito fiscal  para abordar futuras crisis, incluso aquellas no causadas por el sector  financiero.
A fecha de hoy, numerosas economías de mercado  emergentes están experimentando un rápido crecimiento, auges de sus  mercados de la vivienda y un aumento del endeudamiento del sector  privado. Por ejemplo, Brasil, China 
y la India registraron  incrementos del crédito superiores al 20% anual entre 2006 y 2010, lo  cual representa unos niveles iguales o superiores a las tasas de  crecimiento registradas en Irlanda y España (Cuadro II.2). Las  economías 
de mercado emergentes eludieron lo peor de la última  crisis. Si toman nota de la que probablemente sea la lección más  importante de esta —que prevenir es mejor que curar— podrán evitar su  propia versión de la crisis.
Fuente;articulo entero:
http://www.bis.org/publ/arpdf/ar2011_2_es.pdf
 
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