La subida del SMI y el empleo : Algunos argumentos teóricos Juan José Dolado

La subida del SMI y el empleo (I): Algunos argumentos teóricos

Juan José Dolado
Salieron la EPA y Contabilidad Nacional de fin de año con datos esperanzadores. Mientras tanto continúa la disputa sobre el impacto que la subida del 22,3% del salario mínimo interprofesional (SMI) en 2019 (añadida al 12,3% de aumento en 2017-18 y al reciente 5,5% en 2020) haya podido tener sobre el empleo en la economía española. En general, se trata de un debate sesgado y algo desordenado. Con frecuencia, se utilizan tanto los argumentos teóricos como la supuesta evidencia empírica de manera torticera por partidarios y opositores. En esta entrada, repaso algunos argumentos teóricos sobre el salario mínimo y el funcionamiento del mercado de trabajo a tener en cuenta en dicho debate. En una siguiente, comentaré varias estimaciones del impacto del salario mínimo en el empleo para el caso español que se citan recurrentemente, señalando sus limitaciones y cómo mejorarlas.
Argumentos teóricos
El efecto del salario mínimo sobre el empleo depende del grado de concentración empresarial en el mercado de trabajo. Es bien conocido el resultado de que, en caso de monopsonio (un solo grupo empresarial contratando en un determinado segmento del mercado de trabajo), un aumento (no excesivo) del salario mínimo resulta en un mayor nivel de empleo.
Hay muchas razones para pensar que el mercado laboral no funciona de la manera competitiva que se enseñaba en los antiguos libros de texto ilustrando el equilibrio en este contexto. ¿Implicaría un recorte de 1 euro en el salario de una empresa el abandono de sus trabajadores hacia otras empresas que no lo hayan recortado? Parece que no. La razón básica se centra en la existencia de costes de búsqueda por parte de los trabajadores. En lo que se conoce como la Paradoja de (Peter) Diamond (Nobel 2010) se obtiene un resultado que puede parecer sorprendente: con empresas idénticas que determinan sus salarios en presencia de dichos costes, la competencia entre ellas por atraer trabajadores puede dar lugar a salarios por debajo del equilibrio competitivo. En efecto, si los trabajadores creen que todas las empresas ofrecen el mismo salario, entonces no se molestaran en buscar otro empleo, dado que es costoso. Ahora bien, si no buscan, entonces la política óptima de las empresas será bajar el salario. Obviamente, este resultado se debilitará si las empresas son capaces de anunciar sus propias acciones (p. ej, a través de comités de empresa que divulguen la información), pero sugiere la gran capacidad de distorsión de la presencia las fricciones en el proceso de búsqueda.
En otras palabras, en aquellos sectores con escasa movilidad laboral, el hecho de que el salario de reserva (outside option) de los trabajadores sea reducido provocará que sean remunerados por debajo de su productividad. En estas circunstancias un salario mínimo apropiado o la propia negociación colectiva pueden incrementar el empleo y los salarios, reproduciendo el equilibrio competitivo. Aunque el clásico ejemplo de la mina en el pueblo haya quedado obsoleto, la creciente concentración de la actividad económica está transfiriendo mayor poder monopsonístico a las empresas, provocando salarios más bajos allá donde los sindicatos sean débiles, un argumento que debería resultar familiar en el contexto del mercado laboral español post-2012.
En el libro de Alan Manning, titulado Monopsony in Motion, se ofrecen muchos ejemplos de casos donde, en línea con el razonamiento anterior, la existencia de costes de búsqueda permite a los empresarios fijar salarios por debajo del equilibrio competitivo mientras todavía se mantiene una oferta suficiente de trabajadores. En un mercado laboral competitivo, como en el que parecen creer los partidarios de no aumentar el SMI, la elasticidad de la oferta de trabajo es muy elevada: los trabajadores se marchan a otras empresas cuando el salario de reduce en 1 euro, de forma de forma que acaban siendo remunerados según su productividad. Este no es el caso en la vida real. Evidencia reciente por parte de Harasztosi y Lindner (2019) muestra que subidas del salario mínimo suelen trasladarse a precios en sectores de bienes no comerciables mientras que, a veces, se traducen en reducciones de empleo en sectores de bienes comerciables (p.ej. en empresas exportadoras). Algunos comentaristas han apuntados que los mayores precios reducirán la subida salarial en términos reales, pero si parte del consumo de estos productos corresponde a los hogares más pudientes, habrá redistribución. Después de todo, la aprobación de un salario digno es un compromiso de toda la sociedad que no solo debe recaer en las empresas. También es cierto que, ante la subida de los costes laborales, las empresas pueden encontrar óptimo invertir en la formación específica de sus empleados, mejorando su productividad en línea con un mayor salario mínimo.
Evidencia empírica
Como decíamos, la debilidad sindical en España, debida a sus propios errores y a la reforma laboral de 2012, apunta a la posibilidad de que las empresas hayan aumentado el poder de monopsonio sobre los salarios de sus trabajadores. En cualquier caso, si la subida del salario mínimo ha aumentado o disminuido el empleo es, al fin y al cabo, una cuestión empírica pero siempre guiada por el tamaño de la elasticidad de oferta de trabajo y la posibilidad de discriminar salarialmente a diversos asalariados.
Apoyándose en el modelo dinámico de búsqueda de Burdett y Mortensen (1998), el trabajo empírico de Weber (2015, con datos a nivel de empresa del U.S. Census Bureau’s Longitudinal Employer Household Dynamics Survey) estima una elasticidad de oferta de 1,1 para el total de la economía norteamericana, un valor mucho más reducido que el que se esperaría en un mercado competitivo. Solamente un 3% de las empresas presentan valores superiores a 5. Cuando se examina el poder monopsonístico por sectores, se encuentra que es reducido en las manufacturas y muy elevado en los sectores de cuidados sanitarios y apoyo administrativo. Finalmente se computa cual sería la distribución salarial contrafactual en ausencia de monopsonio (aumentando en una unidad la elasticidad de oferta de trabajo asociada a cada empresa), encontrando que la varianza de la misma se reduciría en casi un 10 pp.
Resolver esta cuestión empírica y otras preguntas relevantes sobre el impacto del salario mínimo sobre la desigualdad y la pobreza es crucial para la toma de decisiones políticas (como recordaba hace unos días un artículo muy recomendable de Carlos Sánchez en El Confidencial). Para combatir la desigualdad y mejorar el empleo, ¿Es mejor utilizar cambios en el SMI (un párrafo en el BOE) que un impuesto negativo a la renta como en EITC en EEUU (más costoso administrativamente pero seguramente más eficiente)?, ¿Por qué no plantear directamente un salario digno (tipo el National Living Wage aprobado en Gran Bretaña en 2016) en vez de uno mínimo?, ¿Por qué no recuperar el salario mínimo para jóvenes entre 16 y 18 años que se abolió en 1998?, ¿ Debe indiciarse el SMI al salario medio o mediano, dada la asimetría positiva de la distribución salarial? Sería deseable que los dirigentes de nuestras instituciones destinadas a informar sobre el impacto de la política económica dediquen más recursos de investigación e información estadística a arrojar luz sobre estas cuestiones. Es preferible que quedar atrapados en aquella famosa frase de Keynes: Practical men who believe themselves to be quite exempt from any intellectual influence, are usually the slaves of some defunct economist”.
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La subida del SMI y el empleo (II): Estimaciones varias




La subida del SMI y el empleo (II): Estimaciones varias

Juan J. Dolado
salario ii nadaesgratisEsta es la segunda parte de mi contribución sobre el impacto del salario mínimo en el empleo. Tras enumerar algunos argumentos teóricos que apuntan a que dicho impacto no siempre tiene por qué ser negativo en la primera parte, aquí comento algunas estimaciones que se han adelantado relativos a la subida del SMI que tuvo lugar en 2019 en España.
Estimaciones recientes
Muy poco tiempo después de que se acordara un aumento del 22,3% del SMI en octubre del 2018, algunas instituciones cifraron su impacto en una pérdida de más de 100 mil empleos respecto al nivel de empleo que se hubiera registrado sin dicha subida. ¿Estaban bien fundamentadas esas estimaciones?
La más recordada es la que se basaba en un estudio del Banco de España elaborado con ocasión del alza en el SMI para 2017 del 8%, cuyos resultados se extrapolaban a la subida del 2019. Su metodología se construye sobre el uso de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL) para comparar la probabilidad de transitar del empleo al desempleo de aquel grupo de asalariados que en 2016 ganaban algo menos del SMI imperante en 2017 (grupo de tratamiento) frente a aquellos otros que ganaban algo mas (grupo de control). El procedimiento es similar a un Regression Discontinuity Design (RDD) donde, aparte de algunas diferencias controlables, los dos grupos deberían ser similares y, por consiguiente, la asignación del tratamiento es bastante aleatoria. Si el SMI tuviera efectos nocivos sobre el empleo, dicha probabilidad debería aumentar en 2017 para el grupo de los tratados. Esto es lo que se encuentra. De acuerdo con los autores, “…dentro de este ultimo grupo (2.4% de los asalariados en 2016, esto es alrededor de 380 mil trabajadores …) un 3.1% perdieron el empleo, lo que sería compatible con una elasticidad de la destrucción de empleo del -0.5 respecto a una subida de 1 pp. del SMI…y los ingresos salariales agregados quedaron prácticamente inalterados.” Nótese que esta última afirmación no se sostiene. Si la subida del SMI en 2017 fue del 6% (en términos reales) y la caída del empleo del -3.1%, la masa salarial del grupo tratado aumentará en 2.9% como resultado de la medida. Por tanto, si el objetivo del SMI es aumentar la masa salarial, efectivamente se consiguió, pese a que algunos trabajadores perdieran su empleo. Si 12 mil trabajadores del grupo de tratamiento perdieron su empleo y 376 mil lo mantuvieron, la subida del SMI en 2017 (€ 61= 825-764) supuso una ganancia para éstos de € 23 m. (=376.000x61) y una pérdida para aquellos de € 9.2 m. (=12.000x 764). Incluso la cifra de destrucción de empleo es poco fiable porque el modelo logit que se estima contiene varias variables endógenas y bien podría ser el caso que los sesgos de endogeneidad no sean parecidos para los dos grupos. Es como estimar una demanda de trabajo sin instrumentar el salario con una variable que desplace la oferta pero no la demanda: no se identifica nada. Además, se omiten variables relevantes como la provincia/ CCAA donde se trabaja ya que la composición del empleo también puede variar por grupos. En definitiva, hay que tomar estos resultados con bastante cautela y, desde luego, para nada justifican extrapolaciones taxativas sobre subidas futuras del SMI.
Otro estudio que proporcionó estimaciones negativas algo exageradas era de BBVA Research. En este caso, los resultados se basaban en un procedimiento de Vectores Autorregresivos (VAR) que Juan F. Jimeno y yo mismo propusimos  hace bastante tiempo para el análisis de otras cuestiones macro (no micro) de la economía española, y que a todas luces resulta poco apropiado para analizar los efectos del SMI.
Estimaciones futuras
Toda estimación del efecto del salario mínimo sobre el empleo se construye sobre comparaciones entre escenarios alternativos, por ejemplo, entre antes y después de la subida (event studies) o entre personas o grupos de población afectados de manera diferente por dicha subida. Pero no sirve cualquier comparación. Mantener que el aumento del empleo entre 2018 y 2019 demuestra que el aumento del SMI no ha afectado negativamente al empleo es un sinsentido. Atribuir toda la diferencia en la tasa de crecimiento del empleo entre 2018 y 2019 al efecto del salario mínimo, también lo es, incluso si dicha diferencia se calcula no en el agregado sino para segmentos específicos del mercado de trabajo (i.e., agricultura en Extremadura). Y la razón es que dichas diferencias incluyen muchos otros factores además del posible impacto del SMI. Un ejemplo es la proporción de inmigrantes en las empresas. Si éstos tienen mayor movilidad que los nativos, el poder monopsonístico de las empresas que los empleen será menor.
Para identificar el impacto del SMI es necesario explotar una fuente de variación que no pueda atribuirse a otros factores (macroeconómicos o específicos) que causen que el empleo evolucione de manera distinta en el tiempo, en el espacio, entre sectores de actividad y por grupos de población. Esto requiere información estadística muy detallada que todavía no está disponible. La MCVL de 2019 con la que se podría observar la diferente evolución del empleo entre los afectados de distinta manera solo estará disponible dentro de unos cuantos meses. No obstante, con los datos ya disponibles (MCVL-2018 y afiliados por sectores de actividad y grupos de población en cada provincia) se podrían avanzar algunos resultados con estimaciones más cuidadosas que las anteriores. Y apuesto a que no serán tan negativos como aquellas predicen ni tan superfluos como algunos imaginan.
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https://nadaesgratis.es/dolado/la-subida-del-smi-y-el-empleo-ii-estimaciones-varias


Por una política de SMI sensata y basada en evidencia

Tras varias semanas de especulaciones, el gobierno y los agentes sociales han llegado a un pacto que eleva el valor del SMI hasta los 950 euros. Con esta subida, el gobierno da el primer paso para cumplir con su compromiso de subir el SMI hasta un nivel de 60% del salario medio al final de la legislatura, situándolo por el momento a un nivel equivalente al 60% del salario mediano tras una subida acumulada de casi 40% en cuatro años. Llegados a este punto, conviene que el gobierno se tome un respiro y cumpla con su segundo compromiso: la creación de una comisión de expertos para asesorarle sobre la evolución adecuada del SMI. En mi opinión, el modelo a seguir sería el de la “Low Pay Commission” (LPC) del Reino Unido.

En concreto, para ser útil – muchos lectores me llamarán iluso por la pretensión que lo sea – la comisión de expertos debería empezar con una evaluación del impacto de las subidas recientes en el SMI en el empleo, los salarios y la pobreza laboral utilizando las técnicas más avanzadas y basándose en las mejores fuentes de datos. Esta evaluación debería servir para formular recomendaciones sobre el ritmo de las subidas futuras en el SMI acompañadas por estimaciones del coste – en términos de empleo – que conllevaría. Pero la comisión no debería quedarse ahí. Convendría dotarla de un mandato amplio que le permita analizar también cual sería el objetivo final más idóneo para el SMI y plantear posibles mejoras en el diseño del SMI. A continuación ofrezco algunas pautas, pero primero conviene explicar el funcionamiento de la LPC.
La trayectoria de la Low Pay Commission
La LPC fue creada en 1998 mediante la ley inglesa que introdujo el salario mínimo, diferenciado por edad y con una tarifa específica para aprendices. El objetivo de la LPC  es “recomendar niveles para los salarios mínimos que ayuden al mayor número de trabajadores con salarios bajos sin que ello tenga un impacto negativo significativo en el empleo o la economía”. Y para ello “sus recomendaciones deben estar fundadas en la mejor evidencia posible”.
Los nueve miembros -expertos independientes y representantes de los interlocutores sociales- son nombrados por el Gobierno. En un encargo periódico (remit) el Gobierno especifica los temas que la LPC debería tratar en sus informes anuales. Por ejemplo, el último encargo, encomendado en 2015, tuvo como objetivo la formulación y el seguimiento de la estrategia que debería permitir que el salario mínimo para mayores de 24 años, introducido este mismo año, y conocido como National Living Wage, alcanzara el umbral de 60% del salario mediano en 2020. Algo que se cumplió. El siguiente objetivo es llevarlo a dos-tercios del salario mediano existente en 2014, extendiéndolo a los mayores de 22 años en línea con una de las recomendaciones de la LPC.
La trayectoria de la LPC es todo un éxito. Según sus últimas previsiones, al final del año el principal salario mínimo será un 27% más alto que si hubieran crecido al ritmo de la renta media desde su introducción en 1999. Además, las pérdidas de empleo han sido mínimas según las estimaciones de la LPC y sus informes ponen de manifiesto que las subidas de los salarios mínimos se han traducido en un crecimiento similar de las rentas semanales más bajas. Es decir, no hay evidencia de una disminución relevante en las horas de trabajo, aunque sí un ligero crecimiento en el uso de contratos de cero horas.
Estos buenos resultados demuestran que una política de salarios mínimos sensata y basada en la evidencia es capaz de mejorar considerablemente las condiciones de vida de las personas más pobres sin causar efectos negativos inasumibles. Sin embargo, la misma LPC avisa de que el nuevo objetivo es muy ambicioso y pide prudencia. El coste de imponer niveles demasiado altos (overshooting) podría ser muy elevados porque ningún gobierno se atrevería a reducir el valor nominal del SMI, dejando como única solución la opción de congelar el SMI hasta que su valor real haya bajado lo suficiente.
En este sentido resulta particularmente relevante el informe preparado por Arindrajit Dube, uno de los mayores expertos y firme defensor del salario mínimo. Tras una extensa revisión de la evidencia disponible, Dube formula varias recomendaciones que ayudarían a mejorar la calidad de las evaluaciones del LPC y minimizar el riesgo de overshooting. Una es el mayor uso de datos administrativos. Otra es un llamamiento al Gobierno de adelantar la puesta a disposición de los datos incluso antes de su publicación. Además, Dube aporta muchas recomendaciones metodológicas. En ausencia de variación geográfica en los valores del SMI – como es el caso en España- Dube aboga por la metodología utilizada por el Banco de España para estimar el impacto sobre la pérdida de empleo entre los afectados por una subida no anticipada. Por otra parte, para determinar el impacto en el empleo propone estimaciones que permiten cuantificar como la incidencia previa del salario mínimo condiciona el crecimiento del empleo al nivel de sector-región o sector-provincia. Por último, no faltan referencias a los avances más recientes para medir el impacto de subidas en el SMI en la distribución de la renta y otros aspectos relevantes como el impacto sobre el empleo en pequeñas y grandes empresas o la capacidad de las empresas de trasladar los aumentos en el SMI a los precios.
Los integrantes de la comisión de expertos deberían tomar buena nota de todas estas sugerencias. Lo más sensato sería que la comisión encargue varios estudios a distintos expertos de reconocido prestigio para estudiar el impacto de las últimas subidas en el SMI. Además, estos encargos no deberían impedir la puesta a disposición, en la mayor brevedad posible, de datos administrativos provenientes de la Seguridad Social para que cualquier investigador/a pueda efectuar su propio análisis. De esta manera contaremos por fin con la evidencia necesaria para decidir sobre la futura evolución del SMI, y de paso se daría un impulso enorme a la investigación académica en España.
La fijación de un objetivo razonable
Pero como he adelantado al principio, la comisión de expertos no debería limitarse al estudio del impacto de las subidas del SMI. También debería plantear mejoras en el diseño del SMI, empezando por la fijación de un objetivo razonable.
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El umbral de 60% de la renta media (bruta) es una recomendación del Comité de Derechos Sociales del Consejo de Europa, pero no es vinculante y no deja de ser un criterio arbitrario. De hecho, los datos mostrados en el siguiente gráfico, extraído del documento que formaliza la primera fase en la consulta sobre un SMI a nivel europeo, muestra que la gran mayoría de países europeos estában muy lejos de este umbral en 2018. En el mismo documento, la Comisión Europea sugiere varias alternativas menos ambiciosas. La primera sería fijar el SMI al nivel del umbral que marca la UE para el riesgo de pobreza, fijado en 60% del salario mediano. España acaba de superar este umbral, como mostramos en esta entrada conjunta, tras saltar en dos años de la cola a la quinta posición en el ranking mostrado en el gráfico. La segunda opción es la estimación del salario o living wageque permite llevar una vida (mínimamente) digna en los distintos lugares de España. A priori es difícil decir cual de estas alternativas es la más apropiada, pero no parece razonable que España se marque un objetivo que nos situaría a la cabeza de Europa cuando todavía arrastramos una tasa de desempleo del 14%.
La diferenciación del SMI
Otro factor que limita las opciones futuras es el carácter universal del SMI. La diferenciación por edad, que llevo defendiendo desde hace años – por ejemplo, en esta entrada que también hace referencia al LPC – permitiría subir el SMI para adultos y jóvenes a distintos ritmos. De esta manera, España podría adoptar objetivos más ambiciosos para adultos sin distorsionar el mercado laboral de jóvenes. Los riesgos son claros. Tras la última actualización el SMI para menores de 18 años, en su gran mayoría no cualificados, es casi 400 euros más alto que en Holanda. Además, pronto superará también al salario de los aprendices en Alemania si el gobierno insiste en subir el SMI sin excluir a los más jóvenes. La comisión debería estudiar la estructura del SMI en otros países y analizar cual sería la estructura más adecuada en España prestando especial atención a la posición de aprendices y jóvenes no cualificados.
Por último, puestos a pensar en la diferenciación del SMI, conviene considerar también la opción de diferenciar el SMI por regiones. El argumento es similar que en el caso de los jóvenes. La diferenciación del SMI permitiría fijar el SMI a niveles superiores en las CC.AA. con los salarios y los precios más altos sin producir efectos indeseados en las CC.AA. con salarios bajos. Una opción sería que el gobierno fijara un SMI estatal y que las CC.AA. que lo desean pudieran imponer suplementos autonómicos, algo que seguramente será bien recibido por parte de las CC.AA. con las mayores pretensiones de autogobierno. Sin embargo, cambios de esta índole requieren tiempo, y para abarcarlos la comisión de expertos debería contar con un mandato similar al LPC, lo que puede exigir cambios legales.
Marcel Jansen es Profesor Titular de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador de Fedea. Llegó a España en 2001 tras obtener el doctorado en Economía en el Instituto Universitario Europeo en Florencia. De origen holandés, Marcel es un experto en macroeconomía y economía laboral.

fuente
  •  https://nadaesgratis.es/marcel-jansen/por-una-politica-de-smi-sensata-y-basada-en-evidencia
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Como de diferente seria lo que sugieres de un SMI por CCAA de los SMI que establecen los acuerdos colectivos por sector-provincia, que si no me equivoco es probable que este por encima del SMI estatal?
omo bien apuntas, los convenios colectivos estipulan tarifas mínimas que no solo son distintos entre sectores pero también entre
el mismo sector en diferentes CC.AA.
Esta característica, junto con la alta tasa de cobertura de los convenios, significa que el SMI tiene que servir para poner un suelo en la distribución de salarios que garantice una vida digna a una persona adulta que trabaja a tiempo completo. Por tanto, hay espacio para un SMI diferenciado si el "living wage" es muy distinto entre CC.AA. y si como resultado los salarios de convenios más bajos están por debajo de este nivel.
Para darte un ejemplo, en el caso de Barcelona se estimó que el living wage está entorno del 1200 euros. En mi opinión sería lógico que la Generalitat pudiera estipular un salario mínimo similar.




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