En varias ocasiones, por ejemplo aquí, les he hablado sobre cómo cada vez son más las empresas e instituciones que están adoptando la experimentación y las enseñanzas de la economía del comportamiento para tomar mejores decisiones. Uno de los sectores en dónde ésto más se está notando es en el sector financiero: la mayoría de los principales bancos internacionales, y algunos nacionales, han creado pequeñas unidades "behavioral" qué colaboran junto con otros departamentos en la decisión sobre qué productos financieros crear, cómo venderlos o cómo aconsejar a sus clientes sobre cómo invertir en función de sus perfiles de riesgo, usando un enfoque que combina la intuición y la teoría proveniente del estudio psicológico sobre qué nos motiva y cómo tomamos decisiones con una metodología experimental de prueba y error antes de tomar decisiones finales.
Varias son las razones por las que creo que la economía del comportamiento ha calado hondo en el mundo de las finanzas. En primer lugar, dos de los temas claves de la economía del comportamiento son las preferencias ante el riesgo, algo inherente en un mercado tan incierto como el financiero,  y las preferencias intertemporales, que se plasman en cualquier decisión de ahorro o inversión que requiera renunciar a ciertos recursos hoy para tener mayores recursos en el futuro. Existe abundante evidencia empírica proveniente tanto de experimentos controlados de laboratorio como de campo, mostrando que gran parte de nuestras decisiones financieras se alejan de los patrones de la racionalidad, debido precisamente a que nuestro comportamiento ante la incertidumbre y el futuro  están lejos de ser estables: no experimentamos sentimientos de igual magnitud ante pérdidas que ante ganancias monetarias ("loss aversion"), tendemos a preferir consumir más en el presente que ahorrar para poder consumir más en el futuro, aunque luego nos arrepintamos, mostrando inconsitencia temporal, etc. Además, muchos de los sesgos cognitivos y emocionales que sufrimos (exceso de confianza, sesgo del status quo, comportamiento de rebaño, reglas mecánicas de decisón no basadas en la reflexión...) cobran especial relevancia en mercados como el financiero en el que nuestros "errores" pueden ser devastadores, Por último, la facilidad con la que se pueden medir las consecuencias de nuestras decisiones monetarias conlleva el que sea relativamente sencillo cuantificar las desviaciones del comportamiento de los agentes respecto a las prescripciones de un mercado eficiente habitado por individuos racionales.
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Sin embargo, esta atracción hacia lo "behavioral" por parte del sector financiero tiene peligros en su aplicación práctica. Un reciente informe coautorado por Peter Brooks, director de la unidad de transformación del comportamiento de Barclays Bank, alerta de forma clara contra la aplicación directa de las enseñanzas psicológicas en aplicaciones financieras. En este sentido, el mensaje principal es que entender un listado de los "sesgos del comportamiento" a los que se enfrentan los individuos cuando toman una decisión con importantes consecuencias, sirve de muy poco, más allá de comprender que esos sesgos existen y alejan a los agentes económicas de decisiones óptimas desde el punto de vista de un modelo puramente racional.  Insisten los autores en que hacer que las "finanzas del comportamiento" funcionen en un institución, por ejemplo bancaria, "requieren integrar la psicología con los modelos que ya se usan en la institucióm, con los sistemas de información (IT), con los procesos de negocio y con la cultura organizativa de la empresa".
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Aunque hablar de sesgos del comportamiento es atractivo e intuitivo, dando  a su vez la impresión de que es sencillo, sirve de muy poco hacer un listado de estos sesgos e informar a los agentes económicos de ellos. En primer lugar, porque cada sesgo tiene un contrario igualmente intuitivo y razonable que puede ser igualmente importante. Por cada "preferencia por la novedad" existe una preferencia "por mantenerse como estoy (status quo bias)", por cada "exceso de confianza en las propias capacidades" existe también una tendencia a dejarse llevar por lo que hacen los demás ("herding"). En segundo lugar, incluso informar a los agentes de sus propios sesgos se ha demostrado que evita en un grado mínimo el que se sigan comportando de acuerdo a ese mismo sesgo. Por ejemplo, conocer que uno ha sido inconsistente en sus decisiones temporales apenas influye en que lo sigamos siendo...¿cuántas veces ha interrumpido su dieta porque los postres que tenía delante parecían especialmente apetitosos?
Medir los sesgos individuales para poder calibrarlos es una paso en la buena dirección, pero con la que también hay que ser precavido.  Cambiar el comportamiento en una dirección determinada implica no sólo un profundo conocimiento de las motivaciones y limitaciones del individuo, sino también un programa sofisticado de experimentación con prueba y error, que mida los incentivos y los trucos psicológicos ("nudges") que no sólo influyen al individuo en la dirección correcta, sino también en la cuantía deseada.
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Tengamos en cuenta que una de las enseñanzas principales del enfoque "behavioral" es que el comportamiento humano depende en gran medida del contexto. En este sentido, medir el grado de averisón al riesgo de un individuo ante unas ciertas loterías monetarias de unas cuantías determinadas (y normalmente bajas) puede no trasladarse directamente al comportamiento del mismo individuo ante otros riesgos. Los detalles sobre cómo se presenta la información y el contexto son fundamentales para extraer conclusiones generales.
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Las dificultades de integrar un enfoque de economía del comportamiento en instituciones financieras provienen no sólo de las propias instituciones y sus restricciones, inercias y falta de agilidad, sino también de los propios académicos del área a los que nos cuesta adaptarnos a las necesidades eminentemente prácticas de estas entidades. Entender que una empresa no es un laboratorio y cómo generalizar las enseñanzas de la investigación básica a un contexto aplciado, requieren una predisposición mutua  por parte de ambos colaboradores.
Por tanto, evitemos que el brillo de un enfoque "nuevo" y atractivo nos lleve a utilizar las herramientas de la psicología y la experimentación de una manera subóptima. Entender el potencial, pero también el esfuerzo que requiere diseñar aplicaciones financieras serías y funcionales, será clave para que las finanzas del comportamiento pasen de ser una moda  a ser parte integral del proceso de toma de decisiones en las entidades financieras.