La nueva geopolítica del comercio global

 

 La nueva geopolítica del comercio global

Hace casi 7 años escribí un artículo en Agenda Pública en el que reflexionaba cómo la geopolítica siempre ha formado parte de la gran estrategia comercial de los países y ha resultado determinante en la configuración del comercio global tal y como lo conocemos, ya sea de manera explícita o implícita. Ya entonces (2017) apuntábamos que del mundo bipolar de la postguerra mundial se había pasado a uno multipolar, hiperconectado y complejo donde cada vez resultaba más difícil mantener posturas multilaterales.

Los intereses geopolíticos y la competencia por el poder global frente a la cooperación, decíamos, parecían haber regresado con fuerza. Ello se había traducido en una ralentización drástica de los avances en el seno de la OMC, en una creciente regionalización de los intercambios económicos y en una preferencia marcada por los acuerdos comerciales bilaterales entre países o grupos de países.

Se estaba materializando lo anticipado por Profesor Heribert Dieter en un magnífico trabajo del año 2014:

«La principal preocupación es que las lecciones políticas de los años 30 hayan sido olvidadas. La discriminación en el comercio ha regresado, y puede resultar en mayores conflictos y menos cooperación en las relaciones internacionales. Ninguna de las grandes potencias tiene un interés explícito en desarrollar el comercio a nivel multilateral. La geopolítica ha reemplazado el consenso liberal post-1945 en política comercial«.

En los últimos años, estas tendencias se han acelerado por una serie de eventos geopolíticos (pandemia, guerra de Ucrania, respuesta israelí al ataque terrorista de Hamas, aumento de los conflictos internacionalizados…) que han reconfigurado la manera en que las naciones y las empresas interactúan en el ámbito internacional.

Las guerras comerciales, la conformación de nuevos bloques comerciales geopolíticamente más cercanos, las sanciones económicas y la reestructuración de las cadenas de suministro son solo algunos de los factores que están redefiniendo el comercio mundial.

En mi anterior entrega en Sintetia se explicaba como el incremento de la conflictividad global corre paralelo y se realimenta con el declive de la cooperación global. Es un fenómeno que afecta directamente a las decisiones políticas y empresariales a escala mundial y local e implica un aumento de costes, una disminución de la productividad, menor crecimiento y mayor volatilidad e incertidumbre.

Este artículo explora brevemente tales fenómenos, las estrategias que empresas y países están adoptando para adaptarse y las posibles implicaciones a largo plazo de estos cambios. Agárrense que vienes curvas.

Fuente: UN Trade and Development (UNCTAD)

Tensiones comerciales y aranceles

Las tensiones comerciales entre las principales economías del mundo, especialmente entre Estados Unidos y China, han tenido un impacto significativo en el comercio global. Desde 2018, ambas naciones han estado inmersas en una guerra comercial que ha incluido la imposición mutua de aranceles, que además se está intensificando. Estos aranceles han incrementado los costes de los bienes comercializados entre ambas economías y han creado una incertidumbre considerable en los mercados internacionales.

Todo ello ha resultado en una disminución significativa en el comercio directo entre los dos países y les ha obligado a buscar nuevos socios comerciales, beneficiando a economías como México y Vietnam que han absorbido parte del comercio desplazado. Estos países conectores están utilizando su posición estratégica para fortalecer sus economías y convertirse en centros importantes en las cadenas de suministro globales.

Un dato relevante al respecto: las importaciones de bienes desde China a Estados Unidos disminuyeron un 20% en 2023, sumando 427.200 millones de dólares, mientras que las exportaciones de México a Estados Unidos aumentaron en casi un 5%, alcanzando más de 475.000 millones de dólares. Asimismo, Vietnam ha visto un aumento similar en su papel como intermediario en las cadenas de suministro.

Sin embargo, este nuevo rol también implica desafíos, ya que los países conectores deben navegar cuidadosamente las tensiones geopolíticas y mantener relaciones equilibradas con las principales potencias económicas.

En Europa, por su parte, las sanciones económicas impuestas al régimen de Putin debido a la guerra de Ucrania han afectado significativamente el comercio entre la Unión Europea y Rusia. Estas sanciones incluyen restricciones en el comercio de productos energéticos, lo que ha llevado a la UE a buscar proveedores alternativos, impactando los precios globales de la energía.

Este cambio ha obligado a las naciones europeas a reconsiderar sus estrategias energéticas y comerciales. A su vez, la reducción en el comercio entre Rusia y las naciones occidentales ha venido acompañada por el aumento del comercio ruso con China. Esta situación ha intensificado la fragmentación económica, con impacto sobre la seguridad energética y la estabilidad regional.

Fuente: BCG

Reestructuración de cadenas de suministro

Una de las respuestas más visibles a las tensiones descritas ha sido la reestructuración de las cadenas de suministro mundiales. Las empresas quieren diversificar sus cadenas de suministro para reducir la dependencia de países específicos y mitigar riesgos geopolíticos y logísticos, mejorando la eficiencia y reduciendo los tiempos de entrega. Gana así popularidad el concepto de «nearshoring», que busca trasladar la producción más cerca de los mercados finales.

Además del “nearshoring”, se ha observado una tendencia creciente hacia el «friend-shoring». Esta estrategia implica que las empresas prefieren comerciar con países que comparten alineamientos geopolíticos similares. Se busca así reducir el riesgo asociado con las tensiones políticas y económicas, fortaleciendo al mismo tiempo las relaciones comerciales con aliados de confianza.

Países alineados políticamente están incrementando sus relaciones comerciales, lo que fomenta la resiliencia de sus economías. Este enfoque también refleja un cambio hacia la construcción de cadenas de suministro más seguras y menos vulnerables a las interrupciones causadas por el incremento de la conflictividad global.

Fuente: UN Trade and Development (UNCTAD)

Geopolítica y seguridad de suministro

Como apuntamos recientemente en Sintetia, la transición energética está aumentando la demanda de minerales críticos como el litio y el cobalto, que son esenciales para el despliegue de energías renovables y de la movilidad eléctrica. Sin embargo, muchos de estos recursos se encuentran en regiones políticamente inestables, lo que añade una capa adicional de complejidad a la seguridad de suministro. Las tensiones geopolíticas pueden afectar la disponibilidad y el coste de estos minerales, lo que a su vez puede impactar el desarrollo y la implementación de tecnologías verdes. A continuación, tienen un ejemplo doméstico:

Fuente: Cinco Días

En respuesta a estos desafíos, algunos países están adoptando políticas industriales que buscan asegurar recursos estratégicos dentro de sus fronteras. Estas políticas incluyen incentivos y subsidios para producir localmente bienes estratégicos, reduciendo así la dependencia de sus importaciones.

Esta reaparición de políticas industriales en busca de una cierta autonomía estratégica está remodelando también las relaciones comerciales y alterando los flujos de comercio global.

Volatilidad del mercado

La incertidumbre geopolítica también contribuye a la volatilidad en los precios de materias primas y bienes esenciales. Los conflictos regionales, las sanciones económicas y otras tensiones geopolíticas pueden causar fluctuaciones significativas en los precios, afectando tanto a productores como a consumidores. Esta volatilidad puede tener consecuencias negativas importantes para la estabilidad económica global, especialmente en sectores que son particularmente sensibles a las variaciones de precios como el energético y el alimentario.

Las interrupciones en las cadenas de suministro y el aumento de los costes de transporte y materias primas están contribuyendo al mantenimiento de tasas más altas de inflación por más tiempo en muchas economías, con impacto directo sobre el poder adquisitivo de los consumidores y la estabilidad económica de los países afectados.

Fuente: Bloomberg

Efectos en el mercado de divisas y las finanzas Internacionales

Otro aspecto crítico de la nueva geopolítica del comercio global es el impacto en el uso de las diferentes divisas en las transacciones internacionales. Aunque el dólar estadounidense sigue siendo dominante en el comercio global, la creciente influencia económica de China ha llevado a un aumento en el uso del renminbi chino en ciertos bloques comerciales. Este cambio refleja los esfuerzos de China por internacionalizar su moneda y reducir la dependencia del dólar, lo que podría acabar alterando significativamente la dinámica del comercio global y la hegemonía de la divisa norteamericana en el futuro.

Según datos de la Reserva Federal, el uso del dólar en las transacciones internacionales ha disminuido del 45% en 2015 al 37% en 2023, mientras que la cuota del renminbi ha crecido del 5% al 13% en el mismo período.

Costes económicos de la fragmentación comercial

La fragmentación del comercio global debido a tensiones geopolíticas conlleva elevados costos económicos potenciales. La reorientación del comercio y la inversión hacia socios políticamente alineados puede llevar a mayores costes de producción y transporte, así como a una menor eficiencia en las cadenas de suministro. Además, la incertidumbre y las políticas restrictivas pueden desincentivar la inversión extranjera directa, limitando el crecimiento económico y aumentando la vulnerabilidad de las economías a las interrupciones externas.

Según la UNCTAD, se espera que el comercio global se reduzca en casi un 5% en 2023 debido a las tensiones geopolíticas y los patrones cambiantes del comercio.

Fuente: CEPR

Las políticas que fomentan la resiliencia y la cooperación entre aliados comerciales podrían mitigar algunos de estos costes, pero sin llegar a compensar los efectos negativos globales descritos.

Conclusión geopolítica

La situación geopolítica actual está afectando el comercio global de múltiples maneras, desde la reestructuración de las cadenas de suministro hasta la volatilidad de precios y la implementación de políticas comerciales restrictivas.

La capacidad de las empresas y los países para adaptarse a estos cambios será crucial para navegar en este entorno incierto y complejo. La tecnología puede jugar un papel clave en ello, cuestión que merece un artículo aparte. A medida que las tensiones geopolíticas continúen evolucionando, es probable que veamos nuevas tendencias en las estrategias comerciales y en las dinámicas económicas.

Mi conclusión de 2017 sigue tan vigente como entonces: la historia nos dice que olvidar las lecciones proteccionistas del pasado conlleva desagradables consecuencias en el presente y el futuro. Por desgracia, muchos políticos y economistas siguen desmemoriados. No son buenas noticias para el comercio, ni para la humanidad.

Sebastián Puig

  • https://www.sintetia.com/nueva-geopolitica-comercio/

   "Los intereses geopolíticos y la competencia por el poder global frente a la cooperación regresaron con fuerza"

Las guerras comerciales, la conformación de nuevos bloques comerciales geopolíticamente más cercanos, las sanciones económicas y la reestructuración de las cadenas de suministro son solo algunos de los factores que están redefiniendo el comercio mundial

Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, han tenido un impacto significativo en el comercio global. Desde 2018, ambas naciones han estado inmersas en una guerra comercial que ha incluido la imposición mutua de aranceles, que además se está intensificando

 Según la UNCTAD, se espera que el comercio global se reduzca en casi un 5% en 2023 debido a las tensiones geopolíticas y los patrones cambiantes del comercio... y esto puede tener consecuencias negativas IMPORTANTES

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Articulo 2017

La Geopolítica del Libre Comercio

El pasado mes de junio, mis apreciados profesores y colegas divulgadores Jorge Díaz Lanchas y Manuel Alejandro Hidalgo Pérez escribieron un magnífico artículo en esta casa titulado "El comercio internacional no es héroe ni villano", en el que, sin negar los beneficios contrastados que el libre comercio ha aportado al desarrollo económico de las naciones, efectuaban una sucinta revisión de los problemas que dicha apertura comercial lleva consigo, especialmente tras el advenimiento de la globalización. Coincido con los autores que la omisión deliberada de dichas externalidades negativas distorsiona el debate público abierto y sensato sobre el tema, imprescindible tanto para el conocimiento de nuestra realidad económica como para el diseño de políticas basadas en dicho conocimiento.

En la parte final del artículo se apuntaba un elemento muy importante dentro de la evolución del comercio internacional como es la geopolítica. En concreto, se afirmaba que los tratados de libre comercio (TLCs) del siglo XXI poseen una característica que los hace "(muy) diferentes" a sus antecesores: precisamente, su clara estrategia geopolítica. En este punto debo discrepar parcialmente con los autores, puesto que el elemento geopolítico siempre ha formado parte de la gran estrategia comercial de los países y ha resultado determinante en la configuración del comercio global tal y como lo conocemos, ya sea de manera explícita o implícita. Es por ello que hoy recojo el testigo de Jorge y Manuel en este preciso punto argumental y me propongo desarrollarlo brevemente en los siguientes párrafos.  La geopolítica no ha regresado a los tratados comerciales: siempre estuvo ahí.

Un poco de historia

Empecemos por mencionar dos antecedentes históricos relevantes. En 1786, el Tratado de Eden, también conocido como Tratado Anglo-Francés, directamente inspirado por las ideas de Adam Smith, marcó un hito en la historia del comercio frente al mercantilismo imperante en la época. Nunca dos naciones habían firmado un acuerdo para liberalizar sus relaciones comerciales, destinado a reducir aranceles y a terminar con una guerra económica que duraba desde Utrecht. El tratado tuvo una corta vida, debido a un proceso negociador favorable a Gran Bretaña que acabó afectando gravemente a la economía francesa, uno de los elementos desencadenantes del estallido de la revolución de 1789. Posteriormente, en 1860, las dos naciones lo intentaron de nuevo con el Tratado Cobden-Chevalier, destinado asimismo a liberalizar el comercio mediante la reducción o eliminación de aranceles. La iniciativa resultó un éxito que provocó, a su vez, la celebración de 56 acuerdos arancelarios bilaterales entre los demás países europeos en apenas 20 años. Casi todos ellos incluían un elemento fundamental que ha sobrevivido hasta nuestros días: la cláusula de nación más favorecida, según la cual si en un acuerdo de comercio internacional una nación concede a otra una ventaja especial (por ejemplo, la reducción del tipo arancelario aplicable a uno de sus productos), debe hacer lo mismo con las demás naciones con las que también haya firmado acuerdos comerciales. Se abría así, de manera informal, el camino hacia un nuevo comercio de naturaleza multilateral. La racionalidad geopolítica de tales iniciativas no escapó ni a sus promotores ni más tarde a los historiadores: el libre comercio, más allá del enriquecedor intercambio económico, suponía una importante garantía de estabilidad regional y, por tanto, una estrategia diplomática deseable.

Dicha incipiente configuración multilateral duró apenas unas décadas, hasta que el despegue de los Estados Unidos y la pujanza alemana propiciaron un regreso al proteccionismo. Se incrementaron aranceles, se establecieron cuotas y prohibiciones a la importación, se fijaron controles de cambio en las divisas y restricciones en la entrada de capitales.  La Primera Guerra Mundial había puesto fin al orden internacional existente, estableciendo un nuevo mapa geopolítico global que trastocó estructuras económicas y comerciales. En 1930, en plena Gran Depresión, Estados Unidos abrió las hostilidades comerciales con la ley Smoot-Hawley, que supuso el incremento de tarifas arancelarias para más de 20.000 de productos importados, acción que fue contestada por el resto del mundo con toda clase de represalias proteccionistas. Resultados: reducción brutal del comercio internacional en un 66% (ver imagen), contagio global de la crisis y empeoramiento de la depresión norteamericana tras un breve período de mejora, haciendo al final inoperante la subida de aranceles. La irracionalidad económica contribuyó en este caso a empeorar el ya de por si muy complicado panorama geopolítico internacional. Pocos años más tarde, tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial. Un potente aviso a navegantes futuros.


 


Un nuevo orden mundial

La posguerra trajo consigo la primacía geoeconómica occidental, liderada por Estados Unidos, y la división global en dos grandes bloques enfrentados en su concepción del mundo. Bretton Woods trajo el "patrón dólar", constituyéndose éste como divisa de referencia global. También se acordó la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y las negociaciones comerciales culminaron con el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT en sus siglas inglesas), cuyo ya mítico artículo I consagraba definitivamente ese fantástico hallazgo del siglo precedente, la cláusula de nación más favorecida. El objetivo de la nueva arquitectura global iba mucho más allá de lo económico: se trataba de desarrollar instrumentos que facilitaran la cooperación pacífica entre naciones tras la sangría de la guerra. La misma racionalidad geopolítica subyació, años más tarde, en el nacimiento de la Comunidad Económica Europea.

Toda esta nueva articulación económica multilateral, fiel reflejo de la configuración geopolítica del momento, se fundamentó en el convencimiento de la primacía del sistema capitalista. La política comercial durante la Guerra Fría se consolidó, en palabras de Robert Gilpin, como "un esfuerzo jurídico basado en reglas, que debe ser alcanzado por derecho propio y justificado por una creencia casi moral en la superioridad intrínseca de los valores capitalistas liberales y del libre mercado". El desmoronamiento clamoroso del bloque socialista no hizo sino reforzar tal convencimiento. En las décadas subsiguientes, no hubo prácticamente otra consideración geopolítica en las relaciones comerciales internacionales, estabilidad que no debemos confundir con ausencia de geopolítica.

El éxito del modelo alcanzó su punto culminante al finalizar la Ronda Uruguay del GATT en 1994 con la cifra de 128 países firmantes. Esta Ronda constituyó la génesis de la Organización Mundial del Comercio (OMC/WTO), establecida al año siguiente en Ginebra (Suiza). Rusia se uniría a la OMC en 2012 como miembro número 156. Hoy en día la conforman 164 países, que comprenden más del 90% del comercio mundial. No obstante, el panorama global ya no es el mismo, como tampoco lo es la OMC. Un fenómeno geopolítico de primer orden vino a trastocar de forma espectacular las reglas del juego durante las últimas décadas del siglo XX: la globalización.

 


 


Una nueva orientación geopolítica.

El fenómeno globalizador ha cambiado rápidamente el statu quo existente en las relaciones comerciales internacionales. En palabras de Cristopher Crocker, la globalización comprende "los muchos y complejos patrones de interconexión e interdependencia surgidos a final del siglo XX. Tiene implicaciones en todas las esferas de la existencia social: económica, política e incluso militar. En las tres se enlaza la vida local con las estructuras, procesos y eventos globales". Dichos procesos han propiciado un desarrollo económico sin parangón en la historia de la humanidad, pero a su vez han determinado, como bien explicaba el artículo de los profesores Díaz e Hidalgo, la aparición de ganadores y perdedores, una complejidad creciente en las relaciones comerciales y el despegue de nuevas y dinámicas potencias emergentes (empezando por los llamados BRICS), muchas de ellas reacias a seguir los dictados de un sistema basado en equilibrios hegemónicos de poder del siglo anterior. 


 


De aquel mundo bipolar de la postguerra hemos pasado, por consiguiente, a uno multipolar, hiperconectado y complejo donde cada vez resulta más difícil mantener posturas multilaterales. Los intereses geopolíticos y la competencia por el poder global frente a la cooperación parecen haber regresado con fuerza. Ello se ha traducido en una ralentización drástica de los avances en el seno de la OMC, en una creciente regionalización de los intercambios económicos y en una preferencia marcada por los acuerdos comerciales bilaterales entre países o grupos de países. Prueba de ello han sido la aparición de numerosos bloques e instituciones regionales (ver imagen anterior) y la firma de acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA en sus siglas inglesas) o el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP en inglés), así como el intento de negociar un gran Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP). La misma UE, por su parte, no ha dejado de celebrar acuerdos comerciales con casi todo el planeta, tal y como refleja el mapa siguiente:

 


      

Las iniciativas descritas han sido un reflejo de la voluntad de las grandes potencias económicas, tanto tradicionales como emergentes, de afirmar, conservar, defender o expandir su influencia en aquellas áreas que consideran de interés estratégico, cuestionando y tensionando el equilibrio geoeconómico e institucional emanado de Breton Woods. La robustez del paradigma liberal-capitalista se halla asimismo en revisión, a causa de las sucesivas crisis financieras, de la volatilidad extrema de los mercados y de los desequilibrios socioeconómicos inherentes al proceso de globalización. Todo ello está propiciando la aparición de movimientos sociales muy críticos con el libre comercio, pero también la emergencia de populismos que aprovechan en su favor dicho legítimo descontento, presionando a los gobiernos hacia políticas claramente proteccionistas. Actitudes como las del nuevo presidente norteamericano, con su decisión de abandonar el TPP, renegociar los términos del NAFTA e interrumpir las negociaciones del TTIP, son un claro ejemplo de esta tendencia.    

En la encrucijada

Nos hallamos, por tanto, en un momento clave para el comercio global. A muchos analistas nos parece increíble que en pleno siglo XXI todavía tengamos que explicar el papel esencial que el libre comercio ha supuesto para el avance de la humanidad, pero la realidad nos dice que dicho papel no está siendo percibido por amplios sectores de la sociedad. Ello se debe tanto al oportunismo político como a los nuevos condicionantes geopolíticos y a la necesidad de actualizar un paradigma que ha permanecido incuestionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

 

 Las opciones son claras: o repensamos la arquitectura de la economía global (comercio incluido), mediante un nuevo impulso multilateral que refleje adecuadamente las nuevas realidades socioeconómicas y los actuales equilibrios de poder entre las naciones, o nos dejamos llevar por un creciente desinterés en cooperar y en definir unas reglas de juego aceptables para todos (esto es, Fair Trade además de Free Trade). El Profesor Heribert Dieter, en un magnífico trabajo del año 2014, anticipaba claramente los riesgos asociados a esta última opción: "La principal preocupación es que las lecciones políticas de los años 30 hayan sido olvidadas. La discriminación en el comercio ha regresado, y puede resultar en mayores conflictos y menos cooperación en las relaciones internacionales. Ninguna de las grandes potencias tiene un interés explícito en desarrollar el comercio a nivel multilateral. La geopolítica ha reemplazado el consenso liberal post-1945 en política comercial".

Es una preocupación que comparto. La historia nos dice que olvidar las lecciones del pasado conlleva desagradables consecuencias en el presente y el futuro. Por desgracia, muchos políticos y economistas actuales parecen estar perdiendo rápidamente la memoria. No son buenas noticias para el comercio, ni para la humanidad.

  • https://www.sintetia.com/nueva-geopolitica-comercio/

 Europa, tiene que pasar a ser unos Estados unidos de Europa, para completar los pasos que le faltan para ser un Area Monetaria optima

 La teoría de las Áreas Monetarias Óptimas (AMO) ha seguido un desarrollo paralelo al proceso de integración europea. 

Por otro lado es necesario la reforma del funcionamiento de la OMC. para que las reglas sean las mismas para todos

La OMC está integrada por 164 países (hay 23 más que quieren unirse), fue creada en 1995 y, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, significó la mayor reforma del comercio internacional.

Para los expertos, el organismo está debilitado y debe plantearse una reforma de manera urgente;genera dudas a la hora de resolver controversias en materia de intercambio internacional

 La reforma de la OMC es responsabilidad de todos

 El sistema de solución de controversias de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se encuentra en medio de una grave crisis. Su mecanismo de apelación no está funcionando porque Estados Unidos ha bloqueado los nombramientos en el Órgano de Apelación, lo que ha provocado que la mayoría de los informes de los grupos especiales sean apelados "en el vacío", dejando este asunto sin resolver. Como resultado, en estos momentos resulta extremadamente difícil para los miembros de la OMC hacer cumplir las obligaciones de la organización a través de demandas contra medidas que consideran violatorias.

Funcionamiento de la OMC

El impulso político tiene que venir también de los países emergentes. 

La India sigue empeñada en presentarse como líder en materia comercial de los países en desarrollo y tiende en ocasiones a plantear posturas maximalistas que dificultan cualquier tipo de acuerdo.

Y China muestra el mismo desinterés que EEUU en reformar la OMC porque se siente cómoda con el marco regulatorio actual que prácticamente no le obliga a modificar sus políticas sobre subsidios, propiedad intelectual o transparencia. 

La UE, por último, sigue siendo la mayor defensora tanto de la OMC como de su reforma, pero ya está modificando su estrategia comercial dotándose de instrumentos defensivos  no necesariamente compatibles con el multilateralismo.

Antidumping, subvenciones, salvaguardias: casos imprevistos, etc

 En el comercio mundial siempre ha existido la geopolitica y la geoeconomia, con un salto adelante en los años 1970, desde el caso del g-2 Acople China-America. entonces empezó la OMC a no regular bien el comercio, y hasta la fecha de hoy, que las políticas industriales de China, con sus planes quinquenales dejaban muy claro sus propósitos, después empezó otra guerra comercial con los aranceles de Trump, ante la sobreproduccion de china y la colocación de sus productos a precio de coste, para aumentar cuota de mercado mundial


¿PUEDE LA ECONOMÍA DE LA UNIÓN EUROPEA RIVALIZAR CON LA DE EEUU? Y CON LA DE CHINA?

 Estados Unidos alerta de los “efectos negativos” de la sobrecapacidad productiva china en industrias limpias

El listado de tecnología que Europa quiere proteger de China 

China ya fabrica demasiado

China, esta en otra dimensión. Su estrategia de politica industrial a largo plazo les funciona

Como competir contra paises que venden a precio de coste ?

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 El proteccionismo, los aranceles no es la solución






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