EL GUIÓN QUE NECESITA LA ECONOMÍA -J.Muns
En nuestros días, una de las actividades más importantes de los gobiernos es la gestión de la política económica. Hasta la Gran Depresión de los años 30, la importancia y peso de la actuación económica del sector público era muy limitada y se situaba en torno al 15-20% del PIB. Fue la Depresión la que desencadenó un proceso de creciente implicación de los gobiernos en la economía. La Segunda Guerra Mundial remachó el clavo en lo que se refiere a esta evolución. Así, los porcentajes del peso del sector público llegaron al 40-50% del PIB e incluso más, a finales del siglo pasado.
Este proceso de un rápido y creciente peso del sector público en la economía se vio interrumpido a lo largo de los años 90 del siglo pasado. La revitalización del sector privado y de la economía de mercado como motores de desarrollo cada vez más aceptados por las naciones fue un factor decisivo para este cambio de enfoque. En este contexto, la disciplina fiscal recuperó un creciente protagonismo, que en el caso de la Unión Europea cristalizó en los criterios de Maastricht para la adopción del euro, entre los que se hallaba el requisito de un déficit público máximo del 3% del PIB y un nivel máximo de deuda pública del 60% del PIB.
La crisis financiera ha parado y revertido esta evolución. Los gobiernos se han sentido responsables de reactivar la demanda y la producción, así como de la recuperación de la salud del sistema financiero, lo que ha llevado no sólo a que el sector público haya vuelto a entrar en una fase expansiva, sino también a que lo haya hecho inflando los déficit públicos, es decir, creando una enorme bolsa de endeudamiento público.
Cuando parecía que la reactivación se asentaba, aunque tímidamente en los países industriales, los acontecimientos del mundo árabe, las alzas de los precios del petróleo, alimentos y materias primas en general y la anunciada subida de los tipos de interés han complicado las cosas y creado un ambiente de gran incertidumbre sobre el futuro de la reactivación.
Esta complicada situación exige unas ideas muy claras y un guión muy bien definido de lo que los gobiernos deben hacer. Lo que ha quedado claro es que la política económica como simple aplicación de medidas reactivas y descoordinadas es insuficiente y, a menudo, presenta resultados contraproducentes. Esta es la razón por la que la eurozona busca un nuevo enfoque de mayor coordinación de políticas económicas que supere la falta de sintonía con la que la han enfocado sus países miembros.
UN EJEMPLO DE ABUSO España ha sido un claro ejemplo del abuso de medidas cortoplacistas de política económica, como algunas de las más recientes relativas al ahorro de petróleo y, más generalmente, de energía. Al igual que la política energética debe tener un plan a medio y largo plazo, en el que deberían insertarse las medidas que se tomen a corto, el conjunto de la política económica del gobierno debería ajustarse a un guión que sea claro, concreto y bien definido.
El país ha de plantearse una nueva estrategia económica no sólo porque la anterior a la crisis era equivocada, sino también porque ahora se aplica una simple política de supervivencia económica, sin objetivos bien planteados a medio y largo plazo. No basta querer aumentar el crecimiento y el empleo, es preciso indicar cómo se han de mover las magnitudes y políticas económicas para lograrlo. En concreto, hay que sustituir la política de medidas reactivas ad hoc por un guión serio y estable.
El "desenlace", o sea el objetivo final de este guión, debe ser el aumento sustancial de la capacidad exportadora española. El Banco de España acaba de publicar las cifras de la balanza de pagos de 2010, y resulta muy desalentador comprobar que el año pasado, aún siendo de estancamiento, el déficit por cuenta corriente alcanzó un 4,6% del PIB. Si observamos la balanza comercial, vemos como el saldo negativo es incluso ligeramente superior en 2010 (46.400 millones de euros) respecto al año anterior.
CIFRAS PREOCUPANTES Estas cifras son preocupantes y denotan que el sector exterior no ha reaccionado con el vigor necesario. Cuando, en circunstancias semejantes, la peseta se devaluaba, había una rápida reacción del sector exterior. Ahora, esta reacción se ha producido en una medida insuficiente. Si se quiere evitar la vuelta a la dependencia exterior, con el consiguiente endeudamiento, es preciso dirigir todas las energías del país hacia la exportación. Plagiando un gran panel luminoso que el gobierno británico instaló en Piccadilly Circus en los años 60 para impulsar las anémicas exportaciones británicas, podríamos decir: "o las exportaciones españolas suben o España bajará".
El necesario esfuerzo exportador se ha de basar en una rápida y potente recuperación de la inversión productiva, que se ha visto gravemente afectada por la crisis. No sólo no se ha modernizado adecuadamente el tejido productivo, sino que se ha destruido una parte de éste. La inversión es el motor que debe transformar la economía española en la potencia exportadora en que ha de convertirse si no queremos perder el tren del progreso económico en un mundo globalizado.
Este nuevo guión que necesita la economía española resultaría incompleto sin una atención especial al ahorro. Hemos aprendido por la vía dolorosa que el consumismo basado en el endeudamiento es una receta para el desastre. Por esto, el esfuerzo inversor que, como he indicado, ha de apoyar prioritariamente la conversión de nuestra economía en exportadora, ha de basarse en mayor medida en el ahorro interno. Este debería ser, si se me permite la expresión, un bien público y, como tal, protegido y estimulado.
Por esto, la decisión reciente del gobierno de aumentar la fiscalidad del ahorro no ayuda a la estrategia a medio y largo plazo que necesita el país.
Ahorro-inversión-exportaciones: este es el argumento del nuevo guión que reclama el ajuste de la economía española. El viejo y fracasado guión de deuda-consumo-importaciones ha de pasar a la historia.
Este cambio de rumbo no es fácil.
Necesita claridad de ideas, tenaz voluntad política y mucha pedagogía, porque entraña cambios importantes de mentalidad yun ajuste del nivel de vida a la realidad del país.
La tendencia natural es a quedarse con el viejo guión, más cómodo y placentero, pero como hemos comprobado, la realidad acaba imponiéndose. Y esto nadie lo puede evitar.
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