Como ya anunciamos en esta entrada express, el conocido como Premio Nobel de Economía (todos los años alguien nos recuerda que Alfred P. Nobel no estableció un premio para nuestra disciplina) ha sido otorgado a Abhijit  Banerjee (MIT), Esther Duflo (MIT) y Michael Kremer (Harvard) por "su enfoque experimental para aliviar la pobreza mundial". Estos tres economistas han revolucionado la forma en la que se estudia cómo se puede estimular el desarrollo económico en países pobres, priorizando intervenciones testadas en experimentos aleatorios y basadas en el conocimiento sobre el terreno de las razones reales que determinan por qué las personas pobres a menudo toman decisiones subóptimas. Este enfoque en la lucha contra la pobreza supuso un cambio radical frente a lo que venía siendo la práctica habitual en el campo del desarrollo y en las recomendaciones de política pública de los organismos internacionales. Estas recomendaciones surgían de análisis más macro y se basaban en aquellos programas que “deberían” funcionar en teoría pero para los que la relación causa-efecto de su efectividad no estaba necesariamente establecida empíricamente. Como explicó Duflo en su ilustrativa TED talk, no sabíamos si los ingentes recursos destinados a la ayuda al desarrollo eran efectivos o no. Si los resultados observados con posterioridad a la implementación de un programa eran buenos, no sabíamos si esto se debía al programa en si. Quizás los resultados eran buenos por casualidad y hubiesen sido incluso mejores si el programa nunca se hubiese implementado.
Hasta finales de la década de los 90, los economistas que querían evaluar el impacto causal de las políticas públicas sólo podían aspirar a encontrar una fuente de variación exógena ya presente en la implementación del programa. Los llamados “experimentos naturales” utilizaban discontinuidades o factores externos que pudiesen haber ocurrido en las regiones donde el programa se implementó o a los individuos que fueran elegibles. Sin embargo, los premiados comenzaron a preguntarse el por qué deberían limitarse a intentar encontrar estos shocks exógenos y no podían asignar una política pública a un grupo de tratamiento seleccionado aleatoriamente y comparar los resultados de un grupo de control.
Mediante estos experimentos aleatorios aplicados a las políticas públicas, los premiados han conseguido aportar evidencias científicas rigurosas sobre el impacto de diversas intervenciones destinadas a la lucha contra la pobreza. Se han evaluado el efecto de los microcréditos, de sistemas de incentivos para la vacunación infantil, de programas de fomento del uso de fertilizantes en la agricultura o de incentivos para el uso de mosquiteras para prevenir malaria, entre muchos otros. Un resultado de estos estudios es que a menudo las políticas más comunmente aceptadas e implementadas, no son las más efectivas en la lucha contra la pobreza. Por ejemplo, en el ámbito educativo han observado que el proveer a los alumnos de libros gratuitos o el asegurarles la comida en el centro educativo contribuye menos a disminuir el absentismo escolar que, por ejemplo, adecuar el contenido de los programas educativos a las necesidades reales de los alumnos o prescribirles un fármaco coste-efectivo contra aquellos parásitos intestinales que evitan que los niños puedan ir al colegio de forma continuada. Por último, los galardonados también han comprobado que el rediseño de los incentivos laborales de los profesores puede ayudar a reducir el enorme absentismo laboral en algunos de estos países.
La relativa importancia de los recursos y lo crucial que resulta entender los incentivos de quienes están al mando de los servicios públicos en los países en vías de desarrollo, se refleja también en las intervenciones de los premiados en el ámbito de la salud. Por ejemplo, encontraron que una de las razones de la falta de vacunación infantil en países pobres no es sólo la falta de vacunas sino la facilidad de conseguirlas. En este sentido, sus investigaciones apuntan a la clásica enseñanza de la Economía del Comportamiento sobre el valor de los “gratis”: las tasas de vacunación pasaron en uno de sus experimentos del 18 al 75% en el momento en que las vacunas dejaban de costar algo menos de un dólar y pasaban a ser completamente gratis. De forma similar, el problema no es tanto que las vacunas no estén disponibles en los centros de salud sino que cuando se acudía a vacunarse, los encargados de poner las vacunas no estaban en sus centros de trabajo. Por ello, establecieron un sistema de unidades móviles que realizaban campañas de vacunación dirigiéndose directamente a las zonas más pobladas que, combinándolo con un pequeño incentivo (un kilo de alimentos) consiguió incrementar de forma espectacular las tasas de vacunación.
Por último, no han estado exenta de polémica las investigaciones de los premiados sobre microcréditos financieros, una herramienta clásica propuesta para salir de la pobreza extrema. En varias investigaciones, los premiados encuentran que aunque los microcréditos estén ampliamente disponibles y en condiciones muy ventajosas, los individuos pueden no tomarlos. Si bien uno de estos créditos podría permitir la inversión en fertilizantes que a medio plazo aumentaran de manera radical la productividad de las tierras cultivadas por agricultores pobres, éstos no los terminan de adoptar por tener preferencias temporales sesgadas hacia el presente: cuando uno es pobre lo que importa es el aquí y ahora, y cuesta mucho hacer un esfuerzo económico hoy, por pequeño que sea, aunque sea muy provechoso en el futuro.
Estos ejemplos ilustran la relevancia y el gran valor para la sociedad del trabajo de los galardonados. Su metodología permite dar prioridad a aquellas políticas públicas para las cuales existen evidencias científicas que funcionan y mejoran el bienestar de las personas. Esto representa un cambio de paradigma respecto a la práctica habitual en la mayoría de países que consiste en implementar aquellas políticas que los políticos “intuyen” que funcionarán mejor o que, simplemente, les darán mayores réditos políticos. Numerosos países en vías de desarrollo ha firmado acuerdos con organismos que promueven el uso de experimentos aleatorios, como el Jameel Poverty Action Lab, fundado Banerjee y Duflo, para comprometerse a diseñar sus políticas públicas en base a la evidencia empírica. Además, instituciones como el Banco Mundial y otros organismos multilaterales han empezado a requerir la realización de evaluaciones de impacto en la mayoría de sus programas de ayuda al desarrollo.
Este ha sido un premio Nobel muy celebrado, tanto por haber sido dado a economistas que se enfocan de forma práctica en obtener resultados para un problema real, como por el hecho de que los galardonados son realmente apreciados en el ámbito académico no sólo por su trabajo, sino también por su servicio a la comunidad científica, y a los investigadores jóvenes especialmente. No obstante, el premio también ha creado un estimulante debate académico. Como ya comentamos en esta entrada, se ha criticado que algunos de sus experimentos carecen de teoría económica por lo que la implementación de sus intervenciones en otros contextos puede generar resultados diferentes. A esto se le llama comúnmente falta de validez externa (lack of external validity). Esto viene acrecentado por basarse los resultados en los múltiple micro-detalles específicos de un problema concreto en un país concreto. Un segunda crítica acusa sobre la relativa falta de ética que tiene el enfoque experimental: para poder establecer causalidad, los experimentos necesitan un grupo de control. En este grupo, una intervención potencialmente beneficiosa no se implementa durante el tiempo del estudio. También es posible que el grupo de tratamiento no se beneficie, sino que se vea perjudicado por la intervención que se estudia.  Frente a la primera crítica, enarbolada por ejemplo por otro reciente premio Nobel como Angus Deaton, cabe preguntarse qué es exactamente la teoría económica y por qué no pueden ser compatibles teorías generales sobre el desarrollo económico con intuiciones, testadas posteriormente sobre el terreno y de las que se pueden establecer enseñanzas más generales. Además muchos de los estudios aleatorios de estos autores cuentan con una teoría detallada y rigurosa. Por ejemplo en el artículo sobre los incentivos a profesorado no sólo presenta un modelo de comportamiento dinámico sino que también lo estima estructuralmente y obtiene estimaciones contrafactuales. Sobre las consideraciones éticas, si bien es cierto que toda investigación experimental, como los ensayos clínicos de nuevos fármacos, sufren esta crítica, uno puede pensar también en el coste de oportunidad de no hacer estas intervenciones y en el análisis coste-beneficio a largo plazo de lo que se aprende entendiendo la relación causal de la efectividad de estos programas. Además, la participación en los grupos de tratamiento siempre es voluntaria y la asignación al grupo de control es aleatoria, por lo que, en ausencia de posibles externalidades del experimento, los “no tratados” no estarán en peor situación que la que ya estaban. Al finalizar la fase experimental, si el programa funciona, a menudo se extiende al grupo de control y los individuos se benefician de una política efectiva.  En todo caso, se trata de un debate importante y apasionante. Debate que, además, nos gustaría impulsar para impulsar de una vez la creación en España de un centro, similar a las agencias existentes en gran parte de los países desarrollados como Estados Unidos, Reino Unido o Australia, que promueva las políticas basadas en la evidencia proveniente de experimentos controlados (RCTs o “Randomized Controlled Trials”) como los que realizan los tres galardonados con el Nobel de Economía este año.
Si se han quedado con ganas de saber más, Mónica, cuyo director de tesis doctoral fue uno de los premiados (Abhijit Banerjee), será una de los ponentes, junto con Anna Sanz y Marcos Vera, de la tradicional mesa redonda anual divulgativa sobre los premios que la Asociación Española de Economía organiza en la Fundación Ramón Areces el 11 de Noviembre por la tarde.
PD: Este post es una versión “expandida” y editada del artículo publicado por Mónica en Expansión el 16/10/2019.