Alberto Alesina, in memoriam

Alberto Alesina, in memoriam

Por Alejandro Cuñat


Hay economistas, unos pocos, que enriquecen la Economía al desarrollar nuevos métodos, explicar fenómenos que no entendíamos, o plantear preguntas nuevas. También hay economistas, aún menos, que además nos llevan a interesarnos por fenómenos que ignorábamos, despreciábamos equivocadamente como irrelevantes o no sabíamos cómo tratar en nuestro análisis. Alberto Alesina, tristemente fallecido el 23 de mayo pasado, pertenecía a esta última categoría. Hacer justicia a su vasta obra en esta entrada es imposible. Me disculpo de antemano con quienquiera que eche en falta alguna de sus muchísimas ideas. En lo que sigue me limito a comentar algunas de sus contribuciones que mejor destacan la originalidad de su pensamiento y su capacidad de mirar más allá del horizonte del economista medio.

Conflicto político y macroeconomía

En la era de las expectativas racionales y la teoría de juegos, Alberto utilizó estas herramientas para estudiar el nexo entre la política y la macroeconomía. Sus contribuciones dieron un gran impulso a todo un nuevo campo de investigación, la Nueva Economía Política, entendida como la formalización de la interacción entre fenómenos económicos y políticos.

“Political business cycles”: Antes de los años 1980 los economistas solían contemplar a los políticos como seres oportunistas, guiados por su interés en ganar elecciones. Bajo estos supuestos, la competencia electoral lleva a la convergencia política: que gobierne un partido u otro no tiene efecto económico alguno, pues todos implementan las mismas políticas. En su tesis doctoral, en cambio, Alberto supuso que los políticos actúan en función de sus ideologías. En este caso, el ciclo electoral en el que dos partidos con distintas plataformas preferencias distintas sobre desempleo e inflación compiten por el poder sí afecta al ciclo económico a través de las discrepancias que éste ocasiona entre inflación y expectativas de inflación.

Deuda y déficit públicos: Alberto también fue más allá del paradigma del planificador central que decide la senda temporal de impuestos para maximizar el bienestar social y demostró cómo el conflicto político puede generar déficits excesivos y acumulación de deuda. Si distintos partidos tienen preferencias diferentes sobre la composición del gasto público, el partido en el poder tiene un incentivo estratégico para crear un déficit que condicione las políticas de su opositor cuando éste llegue al gobierno.

Estabilizaciones tardías: Otra de las consecuencias del comportamiento estratégico en política es que, a menudo, las políticas fiscales insostenibles se mantienen en el tiempo a pesar de los problemas macroeconómicos que generan. Cuando su corrección tiene efectos distributivos, el ajuste fiscal tarda en llegar como resultado de una guerra de desgaste en la que distintos grupos esperan a que otros acaben cediendo y “paguen” el coste correspondiente. Alberto modelizó este comportamiento de forma magistral.

Fragmentación étnica, preferencias sociales, cultura e instituciones

Con el paso del tiempo, sin olvidarse de la macroeconomía, Alberto dedicó más atención a los determinantes del comportamiento político, social y económico a un nivel más micro. Su investigación se hizo más empírica y heterogénea, pero detrás de sus estudios se deja ver su interés en un cuestión fundamental: qué determina las diferencias entre sociedades en materia de redistribución de la renta, capital social, e instituciones. Algunos ejemplos de sus trabajos a este respecto son:

Fragmentación étnica: Analizó como las tensiones étnicas afectan a la política y al capital social local y demostró que cuanto mayor es la fragmentación étnica en las ciudades estadounidenses, menores son la provisión de bienes públicos (educación, carreteras, recogida de basuras) y la participación social. También descubrió que el tamaño de las jurisdicciones locales tiende a ser menor si su expansión implica mayor fragmentación.

Preferencias sociales: Observó que en países con un mayor grado de creencia en la relación entre esfuerzo individual y renta el gasto social es menor. Al mismo tiempo, aprovechando la división política de Alemania durante el periodo siguiente a la II Guerra Mundial, estudió cómo distintos regímenes políticos y económicos afectan a las preferencias de los individuos por la redistribución.

Cultura e instituciones: Que las instituciones influyen en muchas facetas de la vida económica no es una afirmación excesivamente controvertida hoy en día. Su origen intrigó a Alberto, que se interesó mucho por su nexo con la cultura. Por ejemplo, estudió cómo la intensidad de los lazos familiares afecta a la participación de la mujer en la fuerza laboral y a la movilidad geográfica. En este contexto también analizó cómo la actividad económica puede afectar a creencias y valores: observó cómo los descendientes de sociedades donde el arado tuvo más relevancia y produjo una división del trabajo entre sexos más marcada tienden a tener hoy actitudes menos igualitarias hacia los roles de hombre y mujer.

Entre otras, me dejo en el tintero toda la obra científica que Alberto dedicó a cuestiones de política macroeconómica. Orgulloso de ser italiano y europeo, siguió siempre con atención los acontecimientos económicos y políticos a este lado del Atlántico. Aquí solía dar rienda suelta a su lado más provocador y controvertido en artículos periodísticos (principalmente en italiano) y conversaciones privadas, en las que no cesaba de lamentar ácidamente pero con buen tino las cosas que se hacen mal en Europa: que si las universidades son un nido de endogamia, que si este aspecto institucional de la Unión Europea está mal diseñado, que si los programas de austeridad no se hacen así, etc.

Su prematuro fallecimiento deja abiertos innumerables proyectos de investigación. Coherente con su visión de nuestra profesión, siempre quiso evitar la figura del académico que, llegado a cierto nivel de veteranía y prestigio, se desentiende de la investigación para dedicarse exclusivamente a pontificar desde su mullida cátedra.

Como mentor, Alberto tenía la puerta de su despacho siempre abierta y se le podía visitar sin cita previa. Su curiosidad incansable y su énfasis en las preguntas importantes (“what is the big question here?”) iluminaban cualquier conversación. Sus estudiantes salían de ese despacho con muchas respuestas a las dudas con las que habían llegado, pero también se llevaban a casa una larga lista de preguntas en las que pensar. Disfrutaba discutiendo y escribiendo “papers” con sus estudiantes, lo que le llevó a dirigir muchísimas tesis doctorales, bastantes de ellas no tan cercanas a su campo de investigación. A un trato profesional impecable hay que añadir un trato humano inmejorable. Cercano y atento siempre al progreso de sus estudiantes, sabía cómo animarlos cuando los veía dubitativos… y tirarles de las orejas cuando holgazaneaban.

Brillante, original, creativo, versátil, provocador y apasionado, la economía ha perdido un economista irrepetible. Y muchos economistas han quedado huérfanos de su inspiración, cariño y amistad.

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