Programas pandémicos de emergencia
En "The Cash Nexus"
(2002) el historiador británico Nial Fergusson destacó que el auge de
muchos Estados europeos -como Gran Bretaña, a partir del siglo XVII- se
apoyó en un "cuadrado del poder" (square of power) con cuatro vértices:
1. Una burocracia eficiente y no corrupta que recaudaba impuestos;
2. Un Parlamento que los autorizaba y controlaba;
3. Un Banco Central que emitía una moneda estable y, cuando era necesario, respaldaba financieramente a la Corona; y
4. Un mercado de Deuda Pública que permitía al Tesoro financiar sus
necesidades excepcionales derivadas de guerras o empresas
extraordinarias.
El declive de Francia en el siglo XVIII e incluso la Revolución
Francesa obedecieron, según Ferguson, a que su Monarquía carecía de esas
instituciones y vivía en una penuria constante de fondos.
Espacio fiscal
Esa capacidad de un Estado para allegar financiación extraordinaria
con la que afrontar circunstancias imprevistas se conoce en la
actualidad como "espacio fiscal",
concepto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) acuñó con motivo de
la crisis iniciada en 2008 y que define como el "margen que tiene un
país para aumentar el gasto público o rebajar impuestos respecto a los
planes previstos sin poner en peligro su acceso a los mercados
financieros o la sostenibilidad de su deuda pública".
No existen reglas precisas para cuantificar el espacio fiscal, pero
parece claro que el que en España y otros muchos países necesitamos para
afrontar el déficit fiscal preciso para paliar los efectos del
coronavirus y del confinamiento será mayor si el programa de medidas
fiscales:
- Mitiga con eficacia la recesión, minimiza la pérdida de empleo y favorece la posterior recuperación del PIB.
- No eleva el coste de la deuda pública y, de esa forma, no dificulta la sostenibilidad a largo plazo de la deuda pública.
Ya es tarde para lamentarnos de que en España no aprovecháramos la
recuperación económica que se inicio en 2014 para sanear las cuentas
públicas y generar colchones (buffers) con los que afrontar
adversidades como las que estamos viviendo. Ese error deberemos
recordarlo en el futuro para no volver a cometerlo y tenerlo también
presente ahora para comprender, con humildad, que países como Holanda,
Alemania y otros vecinos del norte vean con recelo nuestras justificadas
llamadas a una actuación solidaria europea contra la pandemia.
Por fortuna, el Banco Central Europeo (BCE) apreció de inmediato la
necesidad de respaldar con compras de deuda pública el extraordinario
esfuerzo fiscal preciso para afrontar el que llamé semanas atrás el "dilema de las dos curvas",
esto es, que las inevitables medidas para frenar la curva de contagios y
muertes no nos arrastren a una prolongada y devastadora crisis
económica. El Consejo de Supervisión del BCE también adoptó con rapidez,
como explicaba ayer en EXPANSION su presidente, Andrea Enria, las
medidas de flexibilización que permitirán que en esta ocasión los
bancos, en vez de agravar la contracción, puedan jugar una función
anticíclica al facilitar a las empresas financiación barata.
Bonos MEFO
Es bien sabido que el temor alemán a los déficits presupuestarios y a
su financiación "monetaria" por el Banco Central es reflejo de las dos
hiperinflaciones que Alemania sufrió en el siglo XX, tras las dos
Guerras Mundiales.
Las circunstancias políticas en que se produjo han hecho, además, que
se recuerde poco y mal un episodio histórico en el período de
Entreguerras en que Alemania utilizó con éxito un ambicioso programa de
inversión y gasto público para luchar contra el desempleo y las secuelas
de la Gran Depresión.
Lo diseñó en los años 30 un banquero privado, antiguo director del Dresdner Bank, convertido en banquero central, Hjlmar Schacht,
que gozaba de gran prestigio entre el gran empresariado alemán. Schacht
ya había dirigido con éxito la reforma monetaria que en 1924 introdujo
el Rentenmark y puso fin a la primera hiperinflación alemana. Nombrado poco después gobernador del Banco Central (Reichsbank),
logró postergar el pago de las obligaciones de reparaciones impuestas a
Alemania por los países vencedores, e incluso financiarlo con nuevos
empréstitos internacionales. Su grave desacuerdo con las severas medidas
de austeridad fiscal del canciller Brüning y su oposición al pago de
las reparaciones le llevaron en 1930 a dimitir y le acercaron al partido
nazi, al que nunca llegó a afiliarse. Tras apoyar el nombramiento de
Hitler como canciller en enero de 1933, meses después volvió a ser
nombrado presidente del Reichsbank y en 1934-1937 fue, además, Ministro de Economía.
Desde ahí, años antes de que Keynes publicara su Teoría General
(1936), inspirándose en las ideas de un alto funcionario del Ministerio,
Wilhelm Lautenbach, Schacht ideó un ambicioso proyecto de inversiones,
financiadas mediante bonos emitidos por una sociedad teóricamente
privada, la Metallurgische Forschungsgesellschaft (MEFO), creada por cuatro grandes empresas industriales a instancias del propio Schacht. Los "bonos MEFO" (Mefo-Wechsel)
que emitía estaban garantizados por el Estado, rendían un 4% de interés
y eran redescontables sin límite en el Banco Central, lo que hizo que
se colocaran sin dificultad entre los inversores, gracias, entre otras
cosas, a la confianza que inspiraba Schacht.
Una parte significativa se dedicó a financiar inversiones productivas
e infraestructura, entre ellas autopistas, aunque, en contra del
criterio de Schacht, otra parte, creciente, se dedicó al rearme. En
paralelo, Schacht impuso un control draconiano ("Schachtiano", como
diría Keynes) de divisas y del comercio exterior, lo que le produjo
enfrentamientos con dirigentes nazis. Schacht logró una fuerte caída del
desempleo, pero, alcanzado ese "milagro", Hitler le sustituyó en 1937
como Ministro de Economía por Hermann Göring y en 1939 le cesó también
como presidente del Reichsbank.
[En Magie des Geldes (1966) (traducido al inglés como "The magic of money", ver pgs. 111-119) el propio Schacht describió la emisión y vicisitudes de los bonos MEFO] .
Años más tarde, sospechoso de conspirar contra Hitler, en 1944 fue
internado por la Gestapo en sucesivos campos de concentración, el último
de los cuales, en el Tirol, fue liberado por los Aliados el mismo día
en que Schacht iba a ser ejecutado. Juzgado en Nuremberg como
colaborador del régimen nazi, un tribunal dividido terminó por aceptar
la propuesta del juez británico y le absolvió.
Cabe apreciar paralelismos entre el programa de obras públicas del New Deal
de Roosevelt -con quien Schacht se entrevistó varias veces- y el que,
deliberadamente camuflado, impulsó Schacht. Pero la calificación de este
como el "banquero del diablo", la brutalidad genocida del régimen nazi y
la nueva hiperinflación que acompañó su derrota explican que la
sociedad alemana no guarde del eficaz programa anticíclico que
financiaron los "bonos MEFO" un recuerdo equiparable al que en Estados
Unidos suscita todavía el New Deal.
[Una magnífica biografía de Schacht es "Le banquier du diable" del economista francés Jean-François Bouchard]
Programa Pandémico de Emergencia
En la actualidad, la envergadura de las medidas anticíclicas
necesarias para paliar la contracción derivada del coronavirus justifica
que la Unión Europea complemente la acción de sus Estados miembro.
Semanas atrás ya propuse que se active, con decisión, el "mecanismo anti-shock" previsto para catástrofes naturales en el artículo 122.2 del Tratado.
Tampoco descartemos que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)
pueda adaptarse, con la misma imaginación que acreditó Schacht, a las
singularidades de la actual crisis y servir de vehículo de un ambicioso
programa anticíclico.
El BCE ha acertado al bautizar como Pandemic Emergency Purchase Programme
(PEPP) su programa extraordinario de compras de bonos. Con su rápida
actuación ha demostrado, de nuevo, que es la institución más
genuinamente europea y que, en defensa del euro, está dispuesta a ser
ese decisivo tercer vértice del cuadrado de Ferguson.
Fueron los alemanes, con el Canciller Kohl a la cabeza, quienes
durante la negociación del Tratado de Maastricht en 1991 insistieron en
que la moneda única y la integración política debían ir de la mano. Por
eso, aunque España y otros países no hayamos aprovechado la expansión
para recuperar suficiente espacio fiscal, Alemania debiera ahora, por
coherencia, con generosidad, apoyar que la propia Unión lance un
Programa Pandémico de Emergencia gemelo al del BCE.
Utilicemos esa expresión ("Programa Pandémico de Emergencia"), ya
acuñada por el BCE y que pone el acento en la emergencia y el carácter
singular de esta crisis, para proponer un programa fiscal ambicioso de
la Unión Europea, gemelo al del BCE, sin invocar símiles post-bélicos
(como Plan Marshall), ni lanzar frontalmente una propuesta de emisión de
unos "eurobonos" o de "mututalizació" de deudas, que tanta suspicacia
suscitan en Alemania y otros países. Insistamos en que la Unión Europea
debe ser tan ambiciosa como el BCE al definir la cuantía del estímulo
preciso. Y, logrado ese objetivo, demos muestras de imaginación y
flexibilidad a lo hora de determinar la forma en que podría financiarse.
-https://www.expansion.com/blogs/conthe/2020/03/31/programas-pandemicos-de-emergencia.html?fbclid=IwAR353dYwPYvWH5BsLwJWI6nOlFGEtsgkaczrvb2bhe9f-Zj-fQ7h7EAqdJE
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