Paco Alcalá (Universidad de Murcia, Ivie y CEPR)

Para muchos ciudadanos, la referencia para entender lo que puede significar una crisis económica como la que está desatando el COVID-19 es la Gran Recesión iniciada en 2008. El último documento de la serie COVID-19: IvieExpress (aquí) compara estas dos crisis con el fin de hacer comprensible el reto que afronta actualmente el país y discutir las claves que pueden facilitar su superación. El documento contribuye a un debate que ha contado con excelentes aportaciones en este blog (dado su gran número, resulta más ágil remitir al buscador del blog que indicar aquí los enlaces correspondientes).
Una crisis económica como la vivida tras el colapso financiero de 2008 tiene dos oleadas. La primera se produce en torno a un grupo particular de sectores económicos que han vivido un auge desproporcionado e insostenible durante el periodo previo (la construcción y las industrias complementarias en el caso de la Gran Recesión, acompañadas por un sistema bancario que otorgó abundante crédito a prestatarios cuyas garantías dependían del mantenimiento de valores especulativos). Estos sectores constituyen el núcleo original de la crisis. La segunda oleada de una crisis se produce con la propagación de sus efectos al resto de la economía, alcanzando a sectores sostenibles y empresas viables que no deberían tener problemas en condiciones normales. Esta amplificación opera a través de diversos canales: el financiero, el del empleo y la demanda de consumo y el de las expectativas. La crisis se supera actuando sobre las causas originarias y amortiguando el efecto de los mecanismos de propagación y amplificación.
En el caso de la crisis actual, el problema original es completamente distinto al de cualquier otra crisis anterior. Se debe a la imposibilidad de que los trabajadores y los consumidores puedan reunirse en los lugares de trabajo para producir o comerciar. Esta circunstancia impide el proceso productivo y la generación de ingresos de un amplio conjunto de empresas. La actuación sobre las causas originarias de esta crisis está en manos del sector sanitario. Será necesaria la aplicación generalizada de tests rápidos de detección de la enfermedad, para aislar a los contagiados, y el empleo masivo de mascarillas en el trabajo y en los desplazamientos. La solución a largo plazo será una vacuna puesto que no es previsible la erradicación total del virus.
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Según las estimaciones del FMI, la velocidad y profundidad del impacto original de esta crisis sobre el PIB han sido dramáticas y muy superiores a las de crisis anteriores. No obstante, si las condiciones sanitarias para el trabajo se recuperan pronto, ese tremendo impacto sobre el PIB podría superarse también con rapidez puesto que no hay que liquidar parte de un sector sobredimensionado ni reconstruir el sistema bancario (algo que llevó años en la Gran Recesión). Desde el punto de vista de la política económica, la urgencia se sitúa en evitar el desencadenamiento de los mecanismos convencionales de propagación y amplificación de la crisis económica.
En el documento se comentan las actuaciones encaminadas a neutralizar estos mecanismos. Una implementación eficaz de las medidas para facilitar liquidez deberá permitir que las empresas viables no desaparezcan por problemas de solvencia y no contagien sus dificultades a otras empresas. Por su parte, las medidas para amortiguar la caída de ingresos de los colectivos más afectados (como la flexibilización de los requisitos para acceder a las prestaciones por desempleo, por cese de actividad y los ERTEs, así como el establecimiento de un ingreso mínimo) deberán amortiguar el impacto negativo sobre la demanda de consumo, al tiempo que evitan un impacto social que podría ser devastador. En cuanto a la recuperación de las expectativas y la confianza en la salida de la crisis, es necesario que se concreten las fuentes de financiación y el respaldo parlamentario a las políticas que se han planteado.
Las instituciones europeas y el Banco Central Europeo van a facilitar que el Estado español pueda seguir endeudándose con una prima reducida. No obstante, es poco previsible que la UE mutualice una parte significativa de los costes de la crisis. Los fondos aprobados recientemente son créditos y conllevan el compromiso de utilizarlos dentro de las reglas fiscales europeas de control de los déficit públicos (aunque el cumplimiento de esas reglas se haya flexibilizado). En consecuencia, la financiación de la respuesta a la crisis requerirá, inevitablemente, un reforzamiento a medio plazo de los ingresos fiscales del Estado.
Esta crisis sanitaria y económica va a generar un intenso debate político. Para reconstruir la confianza económica y social que facilite la salida de la crisis es imprescindible que ese debate sea de calidad y se produzca en torno a las cuestiones de fondo. Los costes de la crisis son elevados pero abordables por un país en el que los partidos estén a la altura del gran reto que se afronta.
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https://nadaesgratis.es/admin/en-que-es-diferente-la-crisis-economica-del-coronavirus-de-la-gran-recesion
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Por la demanda y por la oferta

La pandemia exige una medicina económica que evite una crisis gemela, sanitaria y económica. La experiencia de la crisis de 2008-2013 nos enseña que es mejor y menos costoso evitar la caída de la actividad económica y del empleo que tener que salir después al rescate de los bancos, las empresas y los parados. La crisis actual es más compleja. Viene por el lado de la demanda y por el de la oferta. Hay que evitar que las empresas cierren por falta de liquidez. Hay que dar cobertura de ingresos a los empleados desde el primer día en que queden temporalmente sin trabajo. Y hay que hacer llegar ingresos adicionales a las familias que ven cómo aumentan sus gastos por el cierre de escuelas y atención a los familiares. Todo eso incrementará el gasto público. Pero es mejor endeudarse para evitar la enfermedad que para curarla. Anton Costas prf UB  

https://www.elperiodico.com/.../articulo-anton-costas...

La gran recesion 2007-2017

Con este post terminamos, por fin, la revisión de libro “What have we learned” destinado a resumir lo aprendido de la crisis financiera sistémica de los últimos años. El resultado de dicha revisión es un poco frustrante ya que no parece que hayamos aprendido mucho ni que tengamos medidas efectivas para enfrentarnos a otras posibles crisis futuras. No queremos aceptarlo pero el mal puede que esté, no en las reglas, en las actuaciones y en las políticas, sino en el propio sistema financiero que hemos creado entre todos y en sus difusas reglas de funcionamiento.
choque-ideas-económicas-acandas-economía-prospectiva
Los participantes en la conferencia organizada por el FMI en la primavera de 2013, de la que el libro que venimos comentando, What have we learned, procede, conocían las actuaciones de los Estados Unidos y la UE revisadas en los dos posts anteriores. Eran también conscientes de que la crisis reciente ha sido, una vez más, una crisis financiera, surgida como muchas anteriores de unas deudas excesivas, públicas y privadas, y de unas actuaciones incorrectas, y a veces fraudulentas, de los agentes financieros, incluyendo los bancos. A pesar de ello sorprenden cosas como las siguientes:
 1) la poca atención prestada a los desencadenantes verdaderos de la crisis relacionados con medidas incorrectas de los políticos y actuaciones defectuosas de los agentes económicos;
2) el olvido en el que se deja a dinámicas perniciosas de nuestros sistemas financieros, como el excesivo uso de la deuda, los mínimos coeficientes de caja permitidos a los bancos o la autorización de actividades perniciosas como los hedge funds;
3) el reducido número de variables de actuación, fiscal o monetaria, de que disponemos;  y
4) lo poco que hemos aprendido todos de la crisis, empezando por los autores del libro, como se ha dicho ya.
Después de leerlo da la impresión de que estamos igual de indefensos ante futuras crisis de lo que estábamos en 2007.
En conjunto parece haber dimensiones de las actividades económicas a las que nadie quiere enfrentarse: los expertos porque no quieren salirse de sus áreas de conocimientos y dichas áreas incluyen pocas variables de actuación; los políticos porque suelen tener pocos conocimientos económicos y se apoyan en los expertos; los responsables de instituciones como los bancos centrales y otras porque dependen de los políticos; y los hombres de empresa y emprendedores porque necesitan el equilibrio económico, la estabilidad y un riesgo razonable para poder actuar.
Adicionalmente hay que decir que en nuestros sistemas económicos hay muchas leyes, muchas instituciones y muchos normas y medidas de control que nadie utiliza. Nos movemos en este terreno entre los que se inclinan por la libertad del mercado y por el reducido intervencionismo de las instituciones reguladoras y los que lo hacen por lo contrario. Sin que el debate entre ambos llegue mucho más allá de lo retórico. Los economistas han terminado por hacer de sus explicaciones y sus discusiones una más de las “bellas artes” de nuestro mundo. Sirven como experiencias intelectuales y quizás artísticas, y a lo mejor, nos hacen entender mejor las cosas, pero su utilidad es poca en términos de organizar nuestro mundo.
El libro del que tomamos el título para este post debido a Lawrence H. White que hemos leído con interés, y cuya portada incluimos al principio, El choque de ideas económicas, deja claro estos enfrentamientos estériles de ideas e interpretaciones económicas a lo largo de la historia, con la conclusión de que nunca se deduce nada definitivo de ellos.
Además de las políticas fiscales, monetarias, y de reestructuración y saneamiento de las arquitecturas e instituciones económicas, en el libro del FMI se dedica gran atención a unas nuevas medidas sobre los sistemas financieros que está siendo impulsadas desde hace varios años por el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria, el Banco de Inglaterra o el  Banco de Pagos Internacionales (BIS). Se trata de políticas de control sobre los bancos como instituciones individuales (políticas microprudenciales) y sobre el sistema financiero en su conjunto (macroprudenciales) destinadas a evitar las crisis sistémicas (generalizadas y del conjunto del sistema financiero internacional) y a aumentar la solidez y seguridad de dicho sistema, teniendo además en cuenta, cosa que de nuevo sorprende que haya sido descubierta ahora, que las crisis pueden ser, y de hecho lo son, más de origen endógeno (originadas dentro del propio sistema financiero) que exógeno (originadas fuera del sistema financiero). Alguien tendría que decir de una vez que el problema está en el tamaño y los excesos de la economía financiera que hemos creado entre todos.
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De nuevo las espadas quedan en alto en cuanto a estas actuaciones. Para unos, las políticas macroprudenciales son intervencionistas y tendrían efectos negativos sobre el sistema financiero;  para otros, las actuaciones de control sobre las agentes financieros no están claramente definidas; y para otros, por fin, sus impactos no están comprobados.
Es decir, ni sí ni no, ni blanco ni negro, ni arriba ni abajo. Con la particularidad de que los que discuten estos temas, los que regulan y los que actúan, parecen no estar sometidos a ninguna urgencia ni presión, todos tienen asegurada su posición y su subsistencia. Parece mentira que en sus manos esté la vida de tantas personas que sufren las crisis en términos de desempleo, fracaso, reducción del nivel de vida y pobreza.
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Siento mucho concluir de esta forma pero la lectura del libro al que tanto tiempo hemos dedicado en este blog es un poco frustrante, la única explicación racional de lo que ocurre en nuestro mundo en relación con las crisis económicas periódicas por las que atraviesa, es que dichas crisis son como “desastres naturales” sobre los que no tenemos control. Al igual que en esos desastres a algunos les toca la peor parte. Lo malo es cuando le toca siempre a los mismos. Cuando eso ocurre, y los perjudicados son muchos, la gente se hace antisistema y quiere cambiar radicalmente las cosas.
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https://economiayfuturo.es/el-choque-de-ideas-economicas/