Robert M. Solow (DEP): El profesor de Economía que todos deberíamos haber tenido
Por Juan Francisco Jimeno y Samuel Bentolila (doctores en Economía por el MIT)
El pasado 21 de diciembre falleció Robert (Bob) Solow a la edad de 99 años. Fue uno de los más grandes economistas de todos los tiempos. Destacó en las tres principales dimensiones que constituyen la labor del economista: profesor, investigador y servidor de la sociedad. Mucho se ha escrito y se escribirá sobre su papel en la ciencia de la Economía. Pero todos los elogios se quedarán cortos. En nuestra opinión fue el mejor profesor de Economía que ha existido (y seguramente con esta opinión también estemos pecando por defecto).
Desde 1949, cuando llegó a MIT como profesor de Estadística, después de haber luchado en la Segunda Guerra Mundial, fue una figura de referencia en la profesión económica. Junto con Paul Samuelson, fue el principal constructor de un departamento de Economía que figura como el mejor del mundo en muchos rankings desde hace mucho tiempo. También junto con Samuelson, fue instrumental en la fundamentación de la llamada síntesis neoclásica, que permitía completar la Economía keynesiana (una visión parcial de la macro, al contemplar solo el lado de la demanda) con dos elementos. Por un lado, con la caracterización del comportamiento de la oferta agregada a través de la difusión y el desarrollo de la curva de Phillips como pieza fundamental del análisis macroeconómico. Por otro, con su creación de la teoría moderna del crecimiento económico, destacando el papel del progreso tecnológico (cuya medida más habitual aún lleva su nombre).[1]
Su visión del funcionamiento del mercado de trabajo como una institución social (¡no se pierdan ese libro!), en vez de un mero mercado de la mercancía trabajo, y su preocupación por entender las causas del desempleo inspiraron muchos de los desarrollos sobre los que se ha construido la disciplina que llamamos Macroeconomía Laboral. Y fue protagonista principal de las dos grandes guerras (estas intelectuales, entre economistas) del siglo XX: la controversia de Cambridge (discutiendo con Joan Robinson sobre el concepto de “capital” y la utilidad de una función de producción agregada) y la disputa entre los neokeynesianos y los nuevos macroeconomistas clásicos (con Milton Friedman, Bob Lucas, Tom Sargent y Ed Prescott del lado contrario). Fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1987 por haber desarrollado los pilares, teóricos y empíricos, de la teoría moderna del crecimiento económico.
Volver sobre sus contribuciones a la Economía sería perder el tiempo. Cualquier estudiante de grado de Economía debería conocerlas de sobra. Por lo que respecta a la controversia de Cambridge, baste decir que el lado de la oferta agregada de la Macro moderna, basada en la existencia de una función de producción agregada, no sería posible sin la aportación de Solow. Y en cuanto a la guerra entre neokeynesianos y neoclásicos, digamos que se ha llegado a un armisticio en el que ambas partes pueden reclamar terreno ganado. Sin embargo, frente al predominio de los modelos dinámicos, estocásticos y de equilibrio general de ahora, Bob Solow siempre se mostró a favor de “modelos pequeños, transparentes y hechos a medida, a menudo de equilibrio parcial, dirigidos a comprender algún pedacito de la (macro) economía”.[2]
Esta visión de la investigación es la que transmitía a sus estudiantes. Como profesor era inigualable. Todas sus clases eran pequeñas joyas en las que desarrollaba algo nuevo para sus estudiantes, incluso aunque versaran sobre material muy conocido. El consejo de otros profesores y de los estudiantes de cursos superiores a los recién llegados al MIT siempre era “no importa cuáles sean tus preferencias por determinados campos de conocimiento, toma cualquier asignatura que Solow esté enseñando” (durante algún tiempo hizo sus pinitos en Economía urbana y Economía de los recursos naturales, adelantándose en varias décadas a la actual preocupación por los efectos económicos del cambio climático). En 1973 lo nombraron Institute Professor, lo que según las reglas de MIT significa que no estaba obligado a dar clase. Él siguió haciéndolo con la mayor entrega y dedicación hasta su jubilación en 1995. Esa dedicación incluía una atención y preocupación continuas por las carreras profesionales de todos los que pasaran por el Departamento de Economía del MIT.
Lo que hacía a Solow tan especial lo resumió magistralmente Alan Blinder (uno de los muchos y muy prestigiosos economistas a los que les dirigió la tesis doctoral, cuatro de ellos ganadores del Premio Nobel de Economía): “Comparte la habilidad de Galbraith con la pluma, la destreza de Friedman con la palabra hablada y la manera de Samuelson de hacer que las matemáticas canten la economía”. Y vaya si era diestro con las palabras. Nadie mejor que él para transmitir la economía con ingenio, sentido del humor y cargas de profundidad que hacían reflexionar incluso aunque pareciera que bromeaba. Algunos ejemplos:
Hablando de Galbraith y de Friedman: “Sólo necesito escuchar hablar a Milton Friedman durante un minuto y mi mente se inunda con pensamientos sobre rendimientos crecientes a escala, interdependencia oligopólica, ignorancia del consumidor, contaminación ambiental, desigualdad intergeneracional, y así sucesivamente. Casi no hay cura para esto, excepto escuchar por un minuto a John Kenneth Galbraith, en cuyo caso lo único que se me ocurre es la disciplina de la competencia, el gran número de sustitutos para cualquier producto, las estupideces de la regulación, la optimalidad de Pareto del equilibrio walrasiano, la importancia de descentralizar la toma de decisiones en donde esté el conocimiento, y así sucesivamente. A veces pienso que es sólo mi debilidad de carácter lo que me impide cometer errores obvios.”
Más sobre Friedman: “A Milton todo le recuerda a la oferta monetaria. Bueno, todo me recuerda al sexo, pero lo mantengo fuera de mis papeles.”
Sobre lo que es la ciencia económica y cómo desarrollarla:
“Recuerdo haber leído una vez que todavía no se comprende cómo la jirafa logra bombear un suministro de sangre adecuado hasta la cabeza; pero es difícil imaginar que alguien llegue a la conclusión de que las jirafas no tienen cuellos largos. Al menos no cualquiera que haya estado alguna vez en un zoológico”.
“Parte del trabajo de la economía es eliminar errores. Eso es mucho más difícil que cometerlos, pero también más divertido.”
“¿Por qué el debate público sobre política económica muestra tan a menudo la abismal ignorancia de los participantes?”
“El hecho de que no exista una antisepsia perfecta no significa que se pueda hacer una cirugía cerebral en una alcantarilla”.
Pero nadie es perfecto. Bob Solow también tenía sus debilidades. Era un hincha furibundo de los Red Sox, el equipo de béisbol de Boston. En 1986 los Red Sox estuvieron muy cerca de ganar las World Series (el campeonato nacional), lo que no habían hecho desde 1918 tras la célebre maldición del Bambino (por haber vendido a Babe Ruth en 1919). Perdieron el sexto partido tras una serie de errores increíbles, y después el séptimo y último. Solow dijo que hubiera preferido haberse muerto antes de presenciar semejante desastre y lo dijo sabiendo que estaba muy cerca de ganar el Premio Nobel, lo que ocurrió al año siguiente. Pero después disfrutó de ver ganar a los Red Sox las World Series en cuatro ocasiones. Algunos sospechamos que cada uno de estos triunfos le hicieron más feliz que haber conseguido el Premio Nobel.
Más sobre béisbol. En una entrevista le preguntaron si no le molestaba recibir mucho menos dinero por ganar el Premio Nobel que el que ganaba Roger Clemens (pitcher de los Red Sox) en una sola temporada. "No", dijo Solow. "Hay muchos buenos economistas, pero sólo hay un Roger Clemens". Siempre razonaba como economista. Lo mismo hizo en una de sus muchas visitas a Madrid en los meses en que había surgido el affaire Mariano Rubio. Un periodista le preguntó que le parecía que a un Gobernador del Banco de España le hubieran descubierto asuntos financieros turbios. Su respuesta: “Seguramente es porque no le pagaban lo suficiente como Gobernador”.
Se mantuvo lúcido y entregado a la comunicación de qué es la Economía y qué son los economistas hasta el final de sus días. En marzo de 2023 concedió una entrevista a Orley Ashenfelter, que debería ser obligatoria para todo el que aspire a ser economista. En ella dejó la que será una de sus frases más recordadas. Sobre la insistente preocupación de los economistas por la eficiencia dijo: “Siempre he pensado, quiero decir, siempre, toda mi vida, que la economía proporcione comodidad, certeza y seguridad a las personas es tan importante como cualquier otra cosa”.
Por último, Bob Solow era tan amable que, cuando piensas en él, lo haces siempre con un gran cariño. De nuevo, lo mejor es darle la palabra a Alan Blinder: “Estamos ante un hombre que lo ha hecho todo, que ha recibido todos los honores que un economista puede recibir y que, sin embargo, ha conseguido ganarse no sólo el profundo respeto y admiración de sus colegas, sino también su profundo afecto. No es exagerado decir que muchos en nuestra profesión le consideran como un hermano o un padre, y que las caras de los economistas de todo el mundo se iluminaron cuando se anunció su Premio Nobel.”
Su facilidad para construir la Economía y “fabricar” economistas, y para enseñar y mostrar esta disciplina de manera asequible, ingeniosa y rigurosa, sin renunciar a polémicas cuando eran necesarias, le convierte sin duda en uno de los economistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. DEP.
[1] La cariñosa semblanza de Solow escrita por Samuelson empieza así: “Cuando me encuentre con San Pedro en el Cielo presumiré: ‘Colaboré con Bob Solow’."
[2] Y seguramente no le sorprendiera mucho la escasa guía que proporcionaron a los bancos centrales esos modelos dinámicos en la lucha contra la Gran Recesión de 2008.
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