El Coste de asumir la autonomia Estratégica VS el Coste de no asumir la autonomía Estratégica

 Entre el chantaje y la dependencia: el reto de la autonomía estratégica de la UE

El Viejo Continente no sólo busca ser más autosuficiente en materia de seguridad y defensa, sino avanzar en el plano económico y productivo

Manuel Alejandro Hidalgo

Desde hace un tiempo en Europa venimos hablando de autonomía estratégica. Por este nombre entendemos la capacidad de la Unión para tomar decisiones en el ámbito político, económico y de seguridad sin depender en exceso de otros actores internacionales, como son otros socios, caso de Estados Unidos, o de otras potencias, con China como ejemplo.

En los últimos años esta idea ha ganado relevancia debido a la toma de conciencia sobre cuestiones que hasta ahora habían recibido poca atención. Así, la UE busca con dicha autonomía tener una mayor independencia en materia de seguridad y defensa, sin renunciar a la OTAN, pero fortaleciendo su capacidad para responder a amenazas y conflictos en la región; reducir su dependencia económica (comercial) de otras potencias, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la salud y, finalmente, aumentar la capacidad de toma de decisiones políticas, actuando como un actor global en temas como el cambio climático, los derechos humanos, el comercio internacional y la diplomacia.

Al principio, el concepto de autonomía estratégica se relacionaba con el primero de los objetivos, concretamente en los de defensa y seguridad. Sin embargo, la llegada del COVID nos mostró cómo la ruptura de las cadenas de suministro de productos esenciales podría afectarnos de forma severa. Es por esta razón que, con el tiempo, este concepto se ha expandido más allá de la seguridad, abarcando aspectos económicos y tecnológicos. La invasión de Ucrania nos abrió finalmente los ojos al mostrar que la interdependencia económica puede ser utilizada como herramienta de poder coercitivo. A diferencia de la idea romántica de finales del siglo pasado sobre que la integración comercial global llevaría a la adopción de valores occidentales por parte de países considerados antagonistas por occidente, hoy hemos despertado bruscamente de dicho sueño. Aunque no podemos renunciar a la interdependencia comercial con países de todo tipo, es evidente que debemos reconocer que algunos podrían usar nuestra dependencia (ya lo hacen) como un medio de chantaje.

Una vez que hemos definido qué es y por qué es necesaria la autonomía estratégica, es crucial situar este concepto dentro del contexto de las relaciones internacionales europeas. Algunos países de la Unión temen que esto implique romper vínculos que se han desarrollado en las últimas décadas y que definen el concepto mismo de Europa. Sin embargo, como ha señalado Wolfgang Münchau, la autonomía es compatible con otras asociaciones, no solo económicas, como podría ser la OTAN, ya que una Europa más capacitada sería un mejor socio para Estados Unidos. La autonomía no se limitaría, así, a únicamente la defensa de la Unión, sino que también abarcaría aspectos comerciales, financieros y de inversiones. Es necesario desarrollar herramientas en estos ámbitos, tal como se ha hecho durante la crisis del COVID-19 en sectores estratégicos como la salud o los materiales críticos. La autonomía representa un proceso mediante el cual los europeos pueden defender de manera más efectiva sus intereses y valores en un mundo cada vez más hostil.

Sin embargo, la instauración de una autonomía implica, en cierto modo y bajo el halo que la rodea, una ruptura relativa con la integración económica global. El traslado de actividades al continente europeo representa un desafío a lo que podríamos considerar las reglas de eficiencia del mercado.

La incorporación en el pasado de países como China o Rusia a los mercados globales tuvo un impacto evidente en la prosperidad de las economías occidentales. A pesar de que esta globalización explica algunos de los problemas identificados recientemente, como el aumento de la desigualdad, también llevó a un incremento del poder adquisitivo de los ciudadanos europeos al acceder a bienes a precios considerablemente más bajos que los que se hubieran obtenido si los mercados no hubieran asignado la producción de la manera en que lo hicieron. Este aumento se produjo mediante un proceso rápido de desinflación e incluso de abaratamiento de bienes industriales. Romper con esta dinámica significaría, en los sectores en los que se desee hacerlo, aceptar un proceso contrario.

La pregunta clave es si vale la pena o no. 

Es evidente que los desequilibrios experimentados recientemente se deben, en gran medida, a la amenaza mencionada anteriormente: la de dejar en manos de socios comerciales poco fiables el suministro casi exclusivo de ciertos productos estratégicos. Es poco sensato depender únicamente de un país o de un grupo limitado para acceder a bienes energéticos o productos tecnológicos, o dejar en manos de estas naciones cuestiones tan importantes como nuestros datos o información sobre nuestras actividades. En esto tenemos pocas dudas, pero aceptar este reto significa, nuevamente en palabras de Münchau, cambiar la política económica de la Unión, y diría más, de la Unión misma.

Lograr autonomía en ciertas actividades, o al menos reducir dependencias significativas, conlleva un coste inicial nada despreciable. Este coste surge debido al traslado de actividades que queremos recuperar para nuestro continente o en buscar zonas más confiables, lo que implica un precio más elevado. Evitar un coste excesivo implica, a su vez, buscar una escala eficiente de las actividades que regresan. 

Una vez lograda una escala eficiente, seremos más competitivos. 

Pero mientras esto sucede, deberemos soportar un coste asociado a precios más altos y/o a mayores subsidios al tejido productivo. Mientras sigamos enrocados en políticas que enfocan solo en el control de la inflación o en la estabilidad presupuestaria en una idea de Europa, será difícil lograrlo. Necesitaremos una política común, al menos en términos fiscales, que facilite la acción a nivel continental para poder abordar estos desafíos, algo que Estados Unidos o China pueden hacer por su propia naturaleza política. Requerimos, así, para acompañar a esta autonomía una nueva política europea más unificada e integrada. Necesitamos más Europa.

Así pues, la autonomía estratégica europea es un concepto que ha ido evolucionando con el tiempo para abarcar no solo la defensa y la seguridad, sino también aspectos económicos y tecnológicos cruciales. Lograr esta autonomía es necesario para que Europa mantenga su peso global, reduzca su vulnerabilidad ante chantajes externos y pueda defender mejor sus intereses y valores. Si bien la autonomía no implica romper vínculos con socios como Estados Unidos, sí requiere repensar políticas económicas y avanzar hacia una mayor unificación e integración dentro de la Unión Europea. 

Esto conlleva importantes costes iniciales que habrá que asumir, pero a largo plazo permitirá una mayor competitividad y control de áreas estratégicas. En definitiva, la autonomía estratégica es un concepto clave que debería guiar la transformación de Europa en los próximos años.

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-EEUU

Así puede impulsar la innovación la nueva política industrial en EE UU

Tres proyectos de ley con la inversión milmillonaria podrían cambiar la manera en la que pensamos sobre el papel del Gobierno en la innovación

  • por David Rotman | traducido por Ana Milutinovic
  • 12 Enero, 2023

Fue la foto política perfecta. La ocasión era la inauguración el pasado septiembre en los suburbios de Columbus (Ohio) de una enorme fábrica por parte de la compañía Intel, con un coste de casi 19.000 millones de euros. Las retroexcavadoras decoraban unas obras que se extendían a lo largo de cientos de hectáreas vacías y llanas. En un sencillo atril con el escudo presidencial, el presidente de EE UU, Joe Bidenhabló de acabar con el término Rust Belt o "Cinturón de Óxido", tan popularizado en la década de 1980 en referencia al rápido declive del sector industrial en el Medio Oeste estadounidense.

Se trató de una marcha triunfal por parte del presidente tras la aprobación de varios hitos legislativos, empezando por el Proyecto de Ley de Infraestructuras (a finales de 2021). En total, tres nuevas y relevantes normas prometen cientos de miles de millones de euros en inversiones federales para transformar el panorama tecnológico del país. Si bien poner fin al término Rust Belt puede ser la típica exageración política, su mensaje se entiende bien: la ola de inversiones está destinada a reactivar la economía del país mediante la reconstrucción de su base industrial.

Las cantidades de dinero son asombrosas. Los proyectos de ley incluyen 550.000 millones de dólares (512.484 millones de euros) en nuevos gastos durante los próximos cinco años en la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleo, 280.000 millones de dólares (260.901 millones de euros) en la llamada Ley CHIPS y Ciencia (que fue la que animó a Intel a seguir adelante con la construcción en Ohio) y otros aproximadamente 390.000 millones de dólares (363.398 millones de euros) para energía limpia en la Ley de Reducción de la Inflación. Entre estas inversiones se encuentra la financiación federal más potente para la ciencia y tecnología en décadas. Pero el mayor impacto a largo plazo de esta oleada legislativa podría provenir de su audaz adopción de una política industrial estatal; un asunto hasta ahora intocable en EE UU, por su alto voltaje político.

Eso supone intervenciones gubernamentales deliberadas, incluidos incentivos financieros e inversiones, que favorezcan el crecimiento en las industrias o tecnologías particulares, por ejemplo, por razones de seguridad nacional o para abordar algunos problemas como el cambio climático. Es algo parecido al apoyo de EE UU a la fabricación de semiconductores en la década de 1980 o a la creación durante la Guerra Fría de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Defensa (DARPA), que condujo a internet y al GPS.

Sin embargo, durante décadas, los defensores del libre mercado han menospreciado la política industrial estatal como un temerario intento de elegir ganadores económicos. Desde principios de la década de 1980 y la era de Ronald Reagan, los políticos estadounidenses y muchos economistas de la corriente dominante la han venido despreciando. Pero en realidad, nunca desapareció del todo. El presidente Obama jugó con algunos de sus elementos al tratar de resucitar la fabricación en EE UU después de la recesión de 2008. El presidente Trump recurrió al mismo concepto en su Operación Warp Speed para movilizar a la industria en torno al desarrollo de las vacunas contra la COVID-19. Pero, en general, parecía algo extraño al pensamiento político estadounidense: es algo que hace China y que antes hacían Japón, Corea del Sur o Francia (¿nadie se acuerda del Concorde?).

Estados Unidos tiene mercados libres efectivos y productivos. Y, por supuesto, ahí está Silicon Valley, un motor de crecimiento económico que impulsa la economía hacia adelante. Todo lo que había que hacer es liberar ese motor flexibilizando las regulaciones y reduciendo los impuestos. O eso defendía la narrativa dominante.

Esa narrativa comenzó a desmoronarse mucho antes de que la pandemia de COVID-19 dejara en claro la necesidad de que el Gobierno ayude a impulsar los sectores industriales y las cadenas de suministro críticos. La fe inquebrantable en el libre mercado condujo a la globalización y, colateralmente, ayudó a destruir muchas de las industrias del país, especialmente en el sector manufacturero. Durante un tiempo, el argumento económico fue que no importaba dónde se fabricaran las cosas: los productos básicos baratos mejoraban el nivel de vida y EE UU se tenía que centrar en incrementar su producción de alta tecnología.

El problema es que el crecimiento de la alta tecnología ha sido limitado, anémico y distribuido de manera desigual. Se ha incrementado la desigualdad de ingresos. El Cinturón de Óxido y otras zonas del interior del país se vuelven cada vez están más herrumbrosas. A pesar de los impresionantes avances en inteligencia artificial (IA) y en otras áreas de alta tecnología, la prosperidad de la nación ha beneficiado en gran medida a las personas en solo unas pocas regiones. Los expertos, en general, identifican el auge de un puñado de ciudades superestrellas, incluidas San Francisco, Seattle y Boston, mientras el resto del país sufre. Quizás lo más revelador es que el crecimiento de la productividad, en especial la relacionada con la innovación (llamada productividad total de los factores o PTF), ha sido lento durante varias décadas en EE UU y en muchos otros países ricos.

Ya escribí sobre el fracaso de las tecnologías como las redes sociales y la inteligencia artificial para impulsar el crecimiento de la productividad a mediados de la década de 2010, en un artículo titulado "El falso auge tecnológico puede estar condenándonos al estancamiento económico". Desde entonces, la situación no ha mejorado, sino sigue perturbando la política estadounidense y alimentando un clima de malestar económico.

Lo que sí ha cambiado en la actualidad es que la nueva legislación, que fue aprobada con cierto grado de apoyo bipartidista en el Congreso estadounidense, indica un fuerte apetito en todo el espectro político para que el Gobierno de EE UU vuelva a comprometerse con la base industrial del país. Después de décadas de disminución de la inversión federal en I+D, que cayó del 1,2% del PIB a finales de la década de 1970 a menos del 0,8% en los últimos años, solo la Ley CHIPS y Ciencia autoriza unos 174.000 millones de dólares (162.131 millones de euros) para investigación en organismos como la Fundación Nacional de Ciencias.

Parte de la razón por la que la legislación recibió un apoyo tan amplio es que las disposiciones de financiación son una especie de test de Rorschach: algunos ven las medidas para defender los negocios tecnológicos nacionales críticos como la producción de los chips contra la amenaza de China, y para asegurarse de no perder la carrera global en áreas como la IA y la computación cuántica; mientras que otros lo que ven son los empleos verdes y los esfuerzos para abordar el cambio climático, además de una vuelta al reconocimiento posterior a la Segunda Guerra Mundial de que invertir en la ciencia e investigación es fundamental para el bienestar económico.

Aun así, a pesar de las diferencias en la motivación, la voluntad del Gobierno federal de adoptar una política industrial fuerte al menos brinda la oportunidad de repensar el papel que tiene el estado en la innovación. "No es solo una oportunidad, es una necesidad", según explica Dan Breznitz, profesor de la Cátedra de Innovación Peter J. Munk de la Universidad de Toronto (Canadá) y codirector de su Laboratorio de Políticas de Innovación. Este profesor cree que, después de varias décadas, ya es hora de que el Gobierno de EE UU vuelva a "comprender la importancia de fusionar la estrategia de innovación con la política industrial".

Del mismo modo, la Unión Europea, Corea del Sur, Japón, los países de Oriente Medio y otros miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) están "volviendo al redil de la política industrial estatal", según indica Dani Rodrik, economista de la Universidad de Harvard. "No es que la política industrial hubiera desaparecido, pero ahora está en el centro de la conversación", explica. En vez de sentirse avergonzados por ese tema, los políticos lo promocionan como una estrategia en la actualidad, según añade el experto.

Para otros economistas como Diane Coyle, experta en productividad y economía digital emergente, la necesidad de una política industrial para promover un crecimiento específico es obvia en un momento en el que la productividad está estancada, el cambio climático está llegando a un punto de crisis y la rápida digitalización de la economía está empeorando la desigualdad. "Es absolutamente necesaria una política industrial estatal para el tipo de economía que tenemos ahora", señala Coyle, que además es codirectora del Instituto Bennett para Políticas Públicas de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). "Pero, por supuesto, el problema consiste en que es algo difícil y los gobiernos a menudo no lo hacen bien".

¿Qué pasa con Solyndra?

La conocida crítica de que la política industrial pide a los gobiernos que escojan a los ganadores, algo en lo que no son particularmente buenos, en realidad no resiste el escrutinio. Por cada Solyndra (la empresa solar que recibió una garantía de préstamo federal de 500 millones de dólares (466 millones de euros) antes de colapsar, y el ejemplo favorito de una desastrosa selección perdedora), hay un Tesla, financiado casi al mismo tiempo por un préstamo federal. Pero la crítica tiene algo de razón: la política industrial pública exige buenas elecciones políticas.

La legislación estadounidense aprobada el año pasado es realmente una amalgama de diferentes estrategias industriales y de innovación. Existe una política industrial clásica que destaca el apoyo a la industria de los chips; una política industrial verde en la Ley de Reducción de la Inflación (que a menudo se denomina proyecto de ley climático) que favorece en general a algunos tipos específicos de empresas, como los fabricantes de vehículos eléctricos; y, finalmente, otras opciones de inversión y políticas dispersas que apuntan a la creación de nuevos empleos. En general, las disposiciones más importantes (al menos según algunos economistas) son aquellas diseñadas para impulsar el apoyo federal a la I+D.

No hay una visión obvia y coherente que lo vincule todo.

Por ahora eso está bien, según opina el profesor de innovación y política pública de la Universidad de California en San Diego (EE UU) David Victor. "Es una especie de política industrial a la carta", resalta. Se basa en lo que es políticamente posible, apaciguando diferentes intereses, desde el trabajo a la industria, pasando por los activistas climáticos. Ahora bien, señala Victor, "necesitamos convertirlo en una política industrial lo más efectiva posible".

Un desafío será lidiar con las prioridades potencialmente conflictivas. Por ejemplo, los generosos incentivos fiscales del proyecto de ley sobre el clima para los vehículos eléctricos vienen con algunas condiciones. Los vehículos eléctricos se deben ensamblar en América del Norte. Los componentes de la batería también se deben fabricar o ensamblar en el subcontinente y los metales críticos que se utilizan en las baterías se deben extraer en EE UU o en sus socios de libre comercio. Eso podría impulsar la fabricación nacional a largo plazo, creando empleo y construyendo cadenas de suministro más fiables, pero también podría provocar un freno en la producción de vehículos eléctricos. Si eso ocurre, ralentizaría los esfuerzos para reducir las emisiones de carbono.

Otras compensaciones y opciones se avecinan a medida que el país aumenta sus inversiones en tecnología. Para ayudar a tomar mejores decisiones, Erica Fuchs, profesora de ingeniería y políticas públicas en Carnegie Mellon, junto con sus colaboradores, ha iniciado un proyecto piloto, financiado por la Fundación Nacional de Ciencias, que utilizará el análisis de datos avanzado y la experiencia interdisciplinaria de un equipo de investigadores universitarios para informar mejor a los responsables políticos sobre las decisiones tecnológicas.

El proyecto se denomina Red Nacional para la Evaluación de Tecnología Crítica y está pensado para proporcionar información útil sobre diferentes opciones con el fin de cumplir diversos objetivos geopolíticos y económicos. Por ejemplo, dada la dependencia de EE UU de China para el litio y de la República Democrática del Congo para el cobalto, y teniendo en cuenta los riesgos de esas cadenas de suministro, ¿cuál es el posible valor de las innovaciones en el reciclaje de baterías, las baterías alternativas (como las que no usan cobalto) o las tecnologías alternativas de extracción? Del mismo modo, existen dudas sobre qué partes de la fabricación doméstica de baterías son las más importantes para crear empleo en EE UU.

Aunque ya se había realizado bastante análisis para redactar la legislación, Fuchs cree que surgirán muchas más preguntas a medida que el Gobierno intente gastar los fondos asignados para alcanzar mejor los objetivos legislativos. Fuchs espera que el proyecto finalmente conduzca a una mayor red de expertos universitarios, de la industria y del Gobierno que brinden las herramientas para aclarar y cuantificar las oportunidades que surgen de las políticas de innovación de EE UU.

Una nueva historia

La nueva narrativa de que el Gobierno puede promover la innovación y usarla para fomentar la prosperidad económica es todavía un proceso en curso. Aún no está claro cómo se desarrollarán las diversas disposiciones en las diferentes leyes. Quizás lo más preocupante es que los grandes saltos en la financiación de I+D en la Ley CHIPS y Ciencias son simplemente autorizaciones, recomendaciones que el Congreso de EE UU deberá incluir en el presupuesto cada año de nuevo. Un cambio en el estado de ánimo político podría acabar rápidamente con esa financiación.

Pero quizás la mayor incógnita es cómo afectará la financiación federal a las economías locales y al bienestar de millones de estadounidenses que han sufrido décadas de pérdida de fabricación y de oportunidades laborales en declive. Los economistas han argumentado durante mucho tiempo que los avances tecnológicos son los que impulsan el crecimiento económico. Pero en las últimas décadas, la prosperidad resultante de tales avances se ha reducido en gran medida a unas pocas industrias de alta tecnología y ha beneficiado principalmente a una élite relativamente pequeña. ¿Se puede volver a convencer a la sociedad de que la innovación es capaz de conducir a una prosperidad generalizada?

Lo que preocupa es que, si bien la reciente legislación apoya firmemente la fabricación de semiconductores y una variedad de tecnologías limpias, estos proyectos de ley hacen poco para crear buenos empleos donde más se necesitan, según señala Rodrik, de la Universidad de Harvard. "En cuanto la rentabilidad", el economista señala que invertir en la fabricación avanzada y en los semiconductores "es una de las formas menos efectivas de crear buenos empleos" y añade que existe una "especie de nostalgia manufacturera" y la creencia de que la reconstrucción de este sector traerá de vuelta a la clase media. Pero eso es ilusorio, resalta, ya que la fabricación avanzada de hoy en día está altamente automatizada y las instalaciones suelen emplear a relativamente pocos trabajadores.

Rodrik propone lo que él llama una política industrial para buenos empleos que iría más allá de la manufactura y apuntaría al sector servicios, donde está la mayoría de los empleos en Estados Unidos, y con diferencia. Su idea es invertir en las nuevas tecnologías y en las empresas que mejorarían la productividad en los trabajos que durante mucho tiempo se consideraban poco calificados. Por ejemplo, el experto señala las oportunidades para aumentar las capacidades de las personas que trabajan en cuidados (un área en auge a medida que la población envejece), brindándoles herramientas digitales.

También deberíamos abandonar las pretensiones sobre el papel de Silicon Valley en la creación de una prosperidad generalizada. Hace poco más de seis años, escribí un artículo titulado "Querido Silicon Valley, olvide los coches voladores y denos crecimiento económico". Incluso con la llegada de la IA y los automóviles sin conductor, los economistas estaban preocupados por el lento crecimiento de la productividad. La incapacidad de Silicon Valley para desarrollar y comercializar los tipos de tecnologías e innovaciones que producen crecimiento en una amplia franja de la economía ha sido clara.

La industria tecnológica nos dio Zoom para sobrevivir a la pandemia, y Amazon realizó una ola de contrataciones, pero nada de esto condujo a una expansión económica generalizada. Todavía estamos esperando el tan anticipado auge de la productividad en toda la economía de la IA. En estos días, modificaría el mensaje anterior: Hay que olvidarse de Silicon Valley y buscar en otra parte la transformación económica.

¿De dónde vendrá esa transformación si no es de Silicon Valley y de otros centros de innovación? Aunque la legislación federal ha iniciado el debate sobre la política industrial y las estrategias de innovación, cualquier cambio real tendrá que ocurrir a través de los esfuerzos de las ciudades y los estados. Cada ciudad, según Breznitz, de la Universidad de Toronto, debe resolver las cosas por sí misma, creando estrategias de innovación que funcionen para sus ciudadanos teniendo en cuenta su base industrial, recursos educativos y tipo de fuerza laboral. Además, Breznitz advierte que las ciudades deben dejar de poner sus esperanzas en una estrategia esquiva de alta tecnología modelada en Silicon Valley.

"Doscientas ciudades en EE UU intentan parecerse a Silicon Valley. No sé por qué. Quizás es que nunca han estado en Silicon Valley", apunta Breznitz.

La clave, para este experto, consiste en reconocer que los inventos son solo una etapa de la innovación. Los gobiernos locales deben apoyar lo que el profesor llama innovación continua ayudando a las empresas e industrias locales a ofrecer productos y servicios mejorados y más baratos. Puede que no sea tan glamoroso como tener una idea novedosa para un nuevo negocio radical, pero así es como la mayoría de las empresas y regiones se vuelven más productivas y las localidades prosperan.

Llevará tiempo crear una narrativa convincente que gran parte del país acepte. Pero eso, según Victor de UCSD, es precisamente el objetivo de la política industrial: "Se empiezan a cambiar los hechos sobre el terreno. Se crean nuevas industrias y empleos. Y luego la política cambia".

Antes de que eso ocurra, por supuesto que muchas cosas pueden salir mal. El éxito de la política industrial depende de las decisiones coherentes y disciplinadas de los políticos. Cada uno puede decidir por sí mismo si cree que lo lograrán.

Pero una razón para renovar el optimismo es que las tecnologías actuales, especialmente la inteligencia artificial, la robótica, la medicina genómica y la computación avanzada, brindan grandes oportunidades para mejorar nuestras vidas, especialmente en las áreas como la educación, la atención médica y otros servicios. Si el Gobierno, a nivel nacional y local, puede encontrar formas de ayudar a convertir esa innovación en prosperidad en toda la economía, entonces realmente habremos comenzado a reescribir la narrativa política predominante.

https://www.technologyreview.es//s/15008/asi-puede-impulsar-la-innovacion-la-nueva-politica-industrial-en-ee-uu

El Senado de EE UU aprueba una millonaria ley de política industrial para reducir la dependencia de China

-China

China es el mayor productor y consumidor de bienes electrónicos de consumo a nivel mundial

El proyecto “Hecho en China 2025”: impulso del Estado hacia la transformación industrial con alcance global

 

Por Renato Balderrama

 Autosuficiencia china en nuevas tecnologías

 

“Made in China 2025” (MIC 2025) es una estrategia nacional anunciada por el Consejo de Estado Chino en mayo de 2015 con el objetivo central de aumentar, consolidar y balancear la industria de manufactura de China para convertir a este país en una potencia mundial con capacidad de influencia en los estándares internacionales y cadenas de suministro, así como ser líder de la innovación a nivel internacional. De igual forma, a través de la modernización de su estructura productiva, el gobierno central busca revertir los efectos de la desaceleración económica en el mediano plazo. Este plan, elaborado por el Ministerio de Industria y Tecnologías de Información (MIIT, por sus siglas en inglés), tiene objetivos muy específicos prospectados no solo hacia 2025 sino hacia 2049, año en que se cumplirá el 100 aniversario de la fundación de la República Popular China.

 En pocos años, China no solo se convirtió en la “fabrica del mundo”, también se convertirá en el mejor ecosistema de emprendimiento e innovación a nivel global compitiendo hombro con hombro con Estados Unidos, los dos epicentros más importantes de creación de Startups y Spinoffs más valiosas del globo. Y desde nuestra geografía es importante saber ¿dónde quedará América Latina?, ¿Qué está haciendo la región para no quedar fuera de la Revolución 4.0? América Latina se desindustrializó, sobre todo países como Perú, Chile, Argentina y Colombia. Decidieron robustecer su sector primario principalmente para la exportación a Asia, sin embargo no apostarón a diseñar estrategias con el fin de hacer uso de tecnologías de punta para hacer más rentable y agregar valor a sus exportaciones.

 Mario Castillo, jefe de la Unidad de innovación y nuevas tecnologías de la CEPAL, comenta que “la región no hizo el catching-up durante la tercera revolución, y por eso el tema hoy es debatir cuáles son las políticas públicas que deben crearse para aprovechar la nueva ola de desarrollo”. Según el último reporte de Blomberg 2018 sobre el índice global de innovación, en el ranking de las cincuenta países más innovadores del mundo no aparece ni uno sólo de América Latina, en cambio aparecen Sudáfrica, Tunez y Marruecos.

 La mayoría de los países de América Latina, en especial su sector privado, sigue viendo a China como un mercado para exportar materias primas y, quizás en algunos casos, atraer inversión para desarrollo de infraestructura, sin embargo ningún país está diseñando estrategias para aprovechar los ecosistemas de emprendimiento que se han desarrollado en ciudades como Beijing, Shanghai y Hangzhou, donde se encuentra no sólo gran parte del talento humano global, sino un gran porcentaje de los emprendedores más exitosos del orbe. Lo que está perdiendo hoy América Latina al no saber ni enteder el MIC 2015 es el costo de oportunidad de no estar aprovechando la tecnología y el capital para emprendimiento de la cual China dispone y que, como lo explicaremos, es su prioridad para las próximas décadas. Ya no se trata de ver cómo exportamos a China, sino como diseñamos patentes en China para después manufacturar en el Sudeste y Sur de Asia a través de las redes chinas de negocios y de ahí vender para todo el mundo.

 Si bien se ha considerado que el plan MIC 2025 es una iniciativa inspirada por el plan lanzado en Alemania de “Industria 4.0”, la visión china es más amplia en el sentido que se enfoca en temas de calidad, consistencia en los productos terminados, seguridad, protección al medio ambiente, entre otros, que son considerados retos estratégicos para el desarrollo del país. El plan MIC 2025 no es un esfuerzo aislado, sino que pertenece a una serie de políticas interconectadas que buscan incrementar la innovación local a través de las denominadas “industrias estratégicas emergentes” que se incluyen en el 13º Plan Quinquenal (2016 – 2020), un nuevo Plan de Ciencia y Tecnología, y diversos planes de desarrollo regionales.

 El MIC 2025 contiene nueve tareas estratégicas: alentar la innovación; promover el uso de manufacturas integradas, digital y centrada en alta tecnología; fortalecer la base industrial general; mejorar la calidad de los productos y crear marcas globales chinas; enfocar los esfuerzos en la aplicación de métodos de fabricación ecológicos; reestructurar las industrias para mejorar la eficiencia y la producción; mejorar las industrias de servicios de manufactura y fabricación orientadas a los servicios; globalizar las industrias manufactureras chinas; y realizar innovaciones tecnológicas en 10 sectores considerados prioritarios y de alto valor agregado.

 Los diez sectores que se designaron como prioritarios para desarrollar son: equipo marino avanzado y buques de alta tecnología; trenes y equipos avanzados; maquinaria agrícola y tecnología; equipo de aviación y aeroespacial; productos biofarmacéuticos y equipo médico de alta gama; circuitos integrados y nuevas tecnologías de información; equipo electrónico de alta gama; maquinaria de control de fabricación de alta gama y robótica; vehículos de energías nuevas; materiales nuevos y avanzados.

 La propuesta del MIC 2025 es una de las iniciativas del gobierno central para incentivar la creación de innovación indígena (local) y autosuficiencia en sectores considerados como estratégicos para el desarrollo y liderazgo del país a nivel internacional. De forma general, se puede considerar que el plan MIC 2025 busca dos objetivos: primero, la sustitución gradual de tecnología extranjera en la industria nacional; segundo, la decisiva presencia de tecnología de origen chino a nivel internacional. Por ejemplo, una de las metas principales es incrementar la participación de proveedores chinos en el mercado doméstico para “componentes centrales básicos, así como materiales básicos importantes” en 40 por ciento para el 2020 y hasta 70 por ciento para 2025. De igual forma, se detallan metas concretas para ciertos segmentos: 40 por ciento de los procesadores para teléfonos inteligentes en el mercado chino tendrán que ser producidos por firmas locales para 2025, así como 70 por ciento de los robots industriales y 80 por ciento de equipo relacionado con la generación de energías renovables. Ahora bien, los recursos económicos destinados para la implementación del MIC 2025 también son importantes: el Fondo de Manufactura Avanzada es de alrededor de CNY 20 mil millones (EUR 2.7 mil millones) y el Fondo Nacional de Circuitos Integrados recibió CNY 139 mil millones (EUR 19 mil millones). Además de estos fondos centrales, los gobiernos provinciales cuentan con diversos mecanismos financieros orientados hacia la capitalización de estas industrias. Para dar una idea de la comparación en términos de financiamiento federal que el gobierno alemán destinó al programa de Industria 4.0, es de EUR 200 millones. Tan sólo a nivel federal, los recursos financieros del gobierno chino sobrepasan de forma significativa la iniciativa alemana de manufactura inteligente.

 Los fondos se han destinado para coordinar el apoyo financiero para las empresas nacionales para innovar, generalmente en forma de préstamos y subsidios para investigación y desarrollo; para establecer 40 centros de innovación hacia 2025 para desarrollar la Integración de tecnologías de información en la manufactura; para construir 1,000 fábricas verdes hacia 2020 para mostrar mejores prácticas de emisiones; para alentar la autosuficiencia mediante la importación de no más del 20% de los insumos en 2025; y para promover la investigación y desarrollo indígena en sectores tales como aeronaves, vehículos de nuevas energías y equipos médicos.

Disrupción industrial a nivel internacional

 Si bien el MIC 2025 tiene un enfoque altamente interno en el sentido de fortalecer la capacidad de modernización e innovación de las industrias nacionales, a través de la proclamación del fomento de la denominada innovación indígena, el objetivo paralelo de China es la expansión internacional en dos dimensiones.

 Primero, a través de la adquisición acelerada de tecnología de punta mediante la compra y/o fusión, así como la inversión en empresas extranjeras, principalmente en Europa y Estados Unidos. Dichas operaciones vienen tanto de empresas para-estatales como de empresas privadas chinas que buscan tener acceso a soluciones tecnológicas que les llevarían décadas producir por sí mismos. Algunos analistas sostienen que, de seguir esta tendencia, en el largo plazo, China podría obtener el control sobre la mayoría de los segmentos rentables de las cadenas de suministro globales y redes de producción. Lo anterior, puede producir tensiones entre los países altamente desarrollados en materia tecnológica con China derivado de la necesidad de proteger sus industrias nacionales de fusiones y/o adquisiciones que consideren estratégicas para cada país, como se ha visto reflejado en la creciente tensión entre China y Estados Unidos ante posibles adquisiciones de empresas estadounidenses dedicadas a la producción de micro-procesadores y/o equipo de infraestructura de redes por capital de origen chino.

 Segundo, a través del esfuerzo que hace el gobierno central para apoyar a que sus grandes conglomerados tecnológicos tengan una presencia importante a nivel global como proveedores de bienes y servicios, compitiendo con otras empresas globales y/o regionales. Este esfuerzo no es nuevo, dado que, desde finales de la década pasada, el gobierno chino ha tenido una actitud propositiva para la internacionalización de sus empresas. Lo que sí es diferente en esta ocasión es la capacidad de movilización tanto de recursos financieros como de crecimiento exponencial que las empresas de tecnología chinas puedan tener como agentes de cambio, e incluso, disruptores, en otras latitudes.

 Ambos factores han propiciado inquietudes de diversos países y empresas globales que buscan tener mayor acceso al mercado chino como proveedores de productos y servicios en las industrias enunciadas en el MIC 2025, además de reservas a las cláusulas de transferencia de tecnología a empresas locales que buscan establecer operaciones en ese país. El argumento central de las Cámaras de Comercio de Estados Unidos y la Unión Europea en China, entre otros actores internacionales, es que este plan podría tener ciertas connotaciones proteccionistas que generen obstáculos a las normas del comercio internacional y les impida incursionar y/o crecer de forma justa y competitiva en el mercado chino. Estados Unidos ha sido uno de los primeros países en reaccionar de forma frontal ante este hecho. La administración del Presidente Donald Trump anunció hace unos meses una serie de barreras arancelarias en productos e inversiones de origen chino en empresas relacionadas con sectores estipulados en el plan “Hecho en China 2025” bajo argumentos de seguridad nacional, reciprocidad comercial, entre otros. La respuesta del gobierno de China no se hizo esperar y, según la mayoría de los analistas, estas acciones pueden propiciar una guerra comercial con implicaciones globales. Las repercusiones en las cadenas productivas y flujos de capital están por verse, pero es una realidad que las industrias de alta tecnología tendrán grandes retos regulatorios crecientes a nivel internacional.

Con la implementación del MIC 2025 no queda la menor duda de que China ha puesto en el centro de su desarrollo económico futuro a la economía del conocimiento que genere alto valor agregado y alta competitividad. El papel que juega el gobierno central como motor para la generación de ecosistemas de innovación a través de la planeación y el financiamiento del MIC 2025 ha tenido efectos paralelos en la creación de diversos clústeres de innovación regionales en áreas complementarias de la nueva economía: FinTech, Inteligencia Artificial, Movilidad Autónoma, Big Data, Internet de las Cosas, Ciudades Inteligentes, entre otras. Los polos de desarrollo tecnológico se han concentrado, como en la primera ola de industrialización y apertura económica de China hace casi 40 años, en las zonas costeras: Shenzhen, Hangzhou, Shanghai, Wuxi, Nanjing, y en la capital, Beijing. Sin embargo, también se han generado iniciativas y políticas regionales de innovación importantes en el oeste (Chengdu y Chongqing) y en el sur (Hainan) de China. No es atrevido considerar que el MIC 2025 busca la autosuficiencia en materia de nuevas tecnologías derivado de su importancia estratégica en el siglo XXI.

 Ante este escenario de abundancia de capital, tecnología y talento del lado chino, ¿cuál será la estrategia tanto de las economías desarrolladas como de las economías emergentes para generar políticas públicas orientadas a reforzar la ciencia y la tecnología nacionales, evitar el aumento de la brecha digital y por ende, el rezago en términos de desarrollo económico y competitividad en el futuro cercano? 

 

·    https://archive.revista.drclas.harvard.edu/book/el-proyecto-%E2%80%9Checho-en-china-2025%E2%80%9D-impulso-del-estado-hacia-la-transformaci%C3%B3n-industrial

-La competición tecnológica

Incentivos y política industrial

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/01/si-los-incentivos-son-lo-fundamental-se.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/fondos-y-politica-industrial-era.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/los-incentivos-fiscales-impulsan-la-id.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/politica-industrial-europea-mas-fondos.html

·        https://brujulaeconomica.blogspot.com/2023/12/politica-industrial-dani-rodrik.html

·       https://legrandcontinent.eu/es/2022/11/14/el-estado-es-la-solucion-la-nueva-politica-industrial-estadounidense/

  ¿Por qué el ecosistema digital e innovador de Europa no crea gigantes globales? 

 "España necesita reformar su ecosistema tecnológico y de innovación y diseñar un mercado de trabajo y de capitales adecuado."Jose Carlos Diez

  • https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/inaplazable-reforma-del-modelo.html

EEUU estimula.China dirige y Europa regula, Aula tecnologica. Guillermo Dorronsoro

Ademas de la competencia desleal, dumping, espionaje industrial, incentivos a empresas estratégicas decisiones de geoeconomia y geopolitica ,etc

Guerra comercial

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/europa-entre-eeuu-y-china-ayudas.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2023/04/la-tecnologia-se-topa-con-la-geografia.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/von-der-leyen-anuncia-una-investigacion.html

·        https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/la-ue-deja-de-ser-inocentes-en-relacion.html

La guerra tecnológica EEUU-China y sus efectos sobre Europa

 Efectos sobre España E.Feas

Ademas de China,EEUU,Corea,etc..pronto tendremos a la India

Riesgos para países en desarrollo

 Retos :La transferencia tecnológica -Enlaces empresas -universidad

  • https://forosenar.blogspot.com/2023/12/la-transferencia-de-tecnologia-entre-la.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/el-deficit-de-inversion-con-europa.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/la-europa-del-futuro.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/un-pais-posible.html 
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2023/12/la-economia-azul-demanda-nuevos.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/espana-en-el-mundo-en-2023-perspectivas.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/el-empleo-industrial-ya-solo-representa.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/como-podemos-materializar-la-ventaja.html
  • https://articulosclaves.blogspot.com/2024/01/asi-hemos-perdido-154800-millones-de.html

Bajo esfuerzo en I+d

 Hacia una nueva línea de acción exterior tecnológica en España y Europa

En resumen si tenemos una estructura económica de pymes, y no se logra que se asocien con empresas europeas, ganen dimensión, con economías de escala, y accedan a créditos, hay poca solución

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