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Regulación,politica industrial,mercado/Bienestar social y mercado
"Magnífica explicación de @LCCorchon
de la milonga de la eficiencia de los mercados: solo son eficientes en
condiciones muy particulares, necesitan regulación para funcionar bien y
distribuyen rentas muy mal.
Pero sin mercados, es mucho peor." Juan F J
Lo primero que solemos enseñarles a nuestros alumnos es que el
mercado perfectamente competitivo asigna los recursos eficientemente. Es
el llamado primer teorema fundamental de la economía del bienestar que
formaliza la conjetura de Adam Smith sobre la mano invisible que guía
las decisiones del mercado. El entender por qué eso es así da una buena
base para entender lo que sigue. Pero lo que sigue es que, si uno
de los supuestos de la competencia perfecta no se cumple, el mercado no
siempre asigna los recursos eficientemente. Entre estos supuestos se
hallan los siguientes.
1. Todos los agentes tienen información perfecta y completa.
2. Todos los efectos sobre la producción y el consumo pasan a través del mercado (o sea, no hay externalidades).
3. Existen mercados para todas las fechas (a futuros) y estados del mundo (contingentes).
4. Las empresas se comportan como si tomaran los precios como dados.
Todas estas condiciones son suficientes para que se cumpla el primer
teorema antes citado, pero no necesarias. Además, tienen sus recovecos y
deben ser usadas con cautela y sólo por expertos. Por ejemplo, la
existencia de mercados contingentes se puede cambiar por la existencia
de "Arrow Securities" instrumentos financieros que pagan una unidad
monetaria por la ocurrencia de un estado del mundo. E incluso sin esas
securities el mercado tiene una propiedad (débil) de eficiencia, el
llamado Social Nash Optimum (concepto y resultado debidos a Sandy
Grossman) en el que hay varios planificadores cada uno maximizando el
bienestar social en cada mercado (para una generalización ver Repullo, aquí).
Y si las externalidades no cambian las tasas marginales de substitución
y transformación (porque afectan a las funciones relevantes de una
manera aditiva o multiplicativa), entonces no arruinan la eficiencia del
equilibrio como ya vimos. Aun así, puede ocurrir que, si hay varios equilibrios, uno domine a otro en el sentido de Pareto, como mostró Hart.
Además, conviene recordar que la eficiencia (de Pareto) es una
propiedad que no es necesariamente muy atractiva. Una economía de
intercambio en la que todos los bienes en exceso de los indispensables
para la subsistencia son asignados a una sola persona, es eficiente. De
ahí que se cambiara el nombre original de óptimo de Pareto por el de
eficiencia de Pareto.
Por cierto, que algunos toman la ineficiencia del mercado como una
condición necesaria y suficiente para justificar la intervención de los
poderes públicos. Y no es ni una cosa ni otra. Los poderes públicos
pueden intervenir para alterar la distribución de la renta generada por
una economía perfectamente competitiva. De hecho, el segundo teorema
fundamental de la economía del bienestar garantiza que eso se puede
hacer redistribuyendo los recursos iniciales de los agentes. Y antes de
ver si la intervención pública está justificada habremos de tener en
cuenta los incentivos de las personas que van a llevar esa intervención
para hacerla "correctamente" así como la información de la que disponen.
En otras palabras, la elección entre mercado y autoridad política es
entre dos tipos de instituciones y habrá de basarse en las ventajas
comparativas de ambos.
En esta entrada me voy a centrar en el último punto de los 4
anteriores que es el único en el que he contribuido. Desenterraremos
muchos de los esqueletos que otros esconden y empezaremos a entender los
complicado que es. Apretaros los cinturones.
Antes otra nota de precaución. Sólo voy a considerar modelos de
equilibrio parcial. Y eso porque el equilibrio general se quedó bastante
tocado por un resultado-torpedo termonuclear avanzado por, el
desgraciadamente fallecido hace unos meses, Hugo Sonnenschein que yo
resumo así. Este modelo, ya pergeñado por Walras y otros, y
magistralmente resumido y matematizado por Arrow, Debreu y Mckenzie en
los años 50 del siglo pasado, no posee ninguna propiedad estructural, o
sea puede tener tantos equilibrios localmente estables como queramos y
puede reaccionar al cambio en uno de los parámetros del modelo (gustos,
tecnología, recursos iniciales) de cualquier manera imaginable. Vaya
este párrafo en homenaje a uno de los grandes teóricos del siglo XX con
quien tuve la suerte de interaccionar varias veces y percibir su calidez
y su inteligencia.
Como se mide el bienestar social
La medida que suele usarse en los modelos de equilibrio parcial es la
suma de los excedentes de las empresas (o sea sus beneficios) y del
consumidor. La medición de este último requiere supuestos adicionales
(que la función de utilidad sea cuasi-lineal en los "otros bienes") que
se concretan en que no haya efectos renta en la mercancía que nos ocupa.
Esto es aproximadamente correcto cuando el gasto en esa mercancía es
una fracción pequeña del gasto total de los consumidores. Y cuando no es
así, hay otras alternativas.[2]
¿Y por qué se usa esa medida? Pues ocurre que, bajo las condiciones
antes citadas, esa es la única compatible con la eficiencia de Pareto.
Pero como hemos visto ese criterio es ciego a las consideraciones
distributivas. Y, en muchas circunstancias, por ejemplo, las actuales en
el mercado eléctrico, un planificador sensato daría más peso a los
consumidores que a las empresas. Ya hablaré de ese caso en otra entrada,
porque las cosas se complican y, de nuevo, hay que andar con mucho
cuidado. Ramon Torregrosa y yo tratamos este caso en nuestro trabajo
"Two extensions of consumer surplus" que aparecerá próximamente en SERIEs.
Traguemos pues estos dos sapos, perdón, supuestos a saber, que el
gasto en la mercancía en cuestión es una parte pequeña del gasto total y
que para medir el bienestar social no nos preocupan las consideraciones
distributivas. Glups, el segundo sapo casi se me atraganta...
Antoine Agustin Cournot, tatarabuelo de
los modelos de competencia imperfecta. Su libro fue traducido al
castellano por Juan Carlos Zapatero en una espléndida edición de Alianza
editorial en 1969. Recomendado.
Como se modeliza la competencia entre pocos
Curiosamente la modelización de la competencia entre pocos se
formalizó antes (Cournot, 1838) que la competencia perfecta (Walras,
entre otros, 1874). Pero se olvidó, y durante un siglo estuvimos
patateando el "problema del oligopolio" hasta que el trabajo de John
Nash forzó a reevaluar el del francés.
Cournot plantea un modelo en el que cuando una empresa está evaluando
las consecuencias de un cambio en su política de precios o de
producción, supone que las ventas físicas de los competidores no van a
cambiar. Esto muchas veces se explica erróneamente diciendo que la
competencia a la Cournot es una competencia en cantidades en la que las
empresas no fijan los precios. Y los pueden fijar. Por ejemplo, las
empresas pueden decidir primero la capacidad productiva y luego jugar un
juego de precios a la Bertrand (esto último juego se explicará en un
momento). Este trabajo de Moreno y Úbeda (2006) lo explica muy bien.
El paper de Bertrand (1883) avanzó otro tipo de modelos en el que los
competidores se han comprometido a mantener fijos sus precios. Ambos
modelos se usan, muchas veces en el mismo paper. El modelo de Bertrand
tiende a dar resultados más competitivos que el de Cournot. A veces
demasiado, ya que con dos empresas que venden un bien homogéneo genera
un resultado perfectamente competitivo. Es por esto, por lo que para
cuando estamos analizando un mercado con producto homogéneo el modelo
elegido suele ser el de Cournot.
Pero me diréis, este modelo deja fuera temas super relevantes como el
diseño, marketing y desarrollo del producto, el progreso técnico, la
localización de la planta productiva, las decisiones de inversión, la
bancarrota, etc., etc., etc... Pues sí. Es un modelo estático donde las
empresas compiten una vez y sanseacabó. ¿Por qué empezamos así? Pues
porque o comprendemos lo que pasa con esta maqueta en el túnel de viento
o en el canal de ensayo, o no vamos a entender lo que ocurre cuando
tengamos el avión o el barco de verdad. Por ejemplo, en un mundo
dinámico incluso si sólo hay decisiones de producción y de precios, las
cosas se complican bastante, pero, aun así, en algunos casos, el modelo
de Cournot sigue prediciendo uno de los posibles equilibrios
dinámicos.... el problema es que hay otros equilibrios, algunos más
colusivos. Dejando la dinámica para una entrada futura, escojamos el
modelo de Cournot como nuestro caballo de batalla para empezar a
entender de qué va esto de la competencia y el bienestar social... He
dicho empezar... pero eso será, en la próxima semana...
Joseph Bertrand, bisabuelo de los
modelos de competencia imperfecta. Su crítica de Cournot es un ejercicio
muy destructivo del que afortunadamente se pudo rescatar su sugerencia
para modelizar la competencia entre pocos. Atención a su mirada…
[1]
Agradezco a Carmen Beviá, Juan Luis Jiménez, Lourdes Moreno, Juan D.
Moreno-Ternero y Ramon Torregrosa sus comentarios, que han incrementado
en mucho la legibilidad y la sustancia de esta entrada.
[2]Willig
(1976) deriva el excedente del consumidor como una medida aproximada de
bienestar de éste "Consumer's Surplus Without Apology". Am. Econ. Rev.
66, 589-597 y Hausman (1981) presenta una medida exacta, "Exact Consumer
Surplus and Deadweight Loss". Am. Econ. Rev. 71 , 662-676.
Licenciado en la U. Complutense y Ph.D. por la LSE. Ha trabajado
en las universidades Complutense, Alicante, Pompeu Fabra y Carlos III en
donde es catedrático desde 1998 (emérito desde 2019) y donde fue
director del departamento de economía en 2004-7.
Su investigación ha estado centrada en tres temas: La competencia entre
pocas empresas y las pérdidas de bienestar social que generan, el diseño
de mecanismos alternativos al mercado para asignar recursos y la teoría
de las contiendas, especialmente sobre cómo alcanzar soluciones
pacíficas en conflictos bélicos.
La elección entre mercado o control es complicada y depende de cada caso. Estar a favor de una u otra a priori es como si un médico estuviera siempre a favor de operar (o de no operar) sin ver al paciente, ni sus análisis ni nada
Y la teoría económica nos da pistas sobre la magnitud de las pérdidas de bienestar debido a fallos de mercado. Desgraciadamente no tenemos una teoría tan desarrollada de los fallos del sector público.
El desarrollo de la política industrial –es decir, las políticas
púbicas de estímulo a determinadas actividades económicas para favorecer
un cambio en la estructura de la economía– se ha visto envuelto
tradicionalmente en el debate que enfrenta a los fallos de mercado (que
justifican su aplicación), frente a los del sector público (que la
cuestionan). La síntesis de este debate había dado como resultado la
“horizontalización” de la política industrial –orientada a la mejora del
marco institucional y el mercado interior, las infraestructuras y al
fortalecimiento de los factores de producción (como tecnología,
innovación, capital humano o la capacidad emprendedora)–. Sin embargo,
en los últimos años se está recuperando la aplicación de políticas
verticales de apoyo a sectores específicos, donde la clave está en la
búsqueda de mejores prácticas de intervención para evitar los fallos del
sector público.
La justificación teórica para las políticas
sectoriales está en los tradicionales fallos de mercado como: los bienes
públicos (de consumo no rival ni excluyente, aplicado, por ejemplo, al
caso de las infraestructuras y al conocimiento), las externalidades
positivas (por ejemplo, el mercado infravalora el beneficio social del
capital humano) o los problemas de información asimétrica (dificultad
para valorar los méritos de una actividad de investigación). Otros
argumentos clásicos son la curva de aprendizaje y las economías de
escala –apoyar una industria hasta que alcance un determinado tamaño
para ser capaz de competir en mercados desarrollados–.
Los detractores de la política industrial plantean dos tipos de argumentos principales: por un lado, la dificultad e ineficiencia del sector público para identificar los sectores y mercados que se deben favorecer. En otra entrada, ya veíamos
cómo Mariana Mazzucato ha desmontado el mito del Estado ineficiente
frente al sector privado innovador recordando cómo, en múltiples
industrias –como las medioambientales, la biotecnología, las
farmacéuticas o las telecomunicaciones–, el sector privado solo entró
después de procesos de inversión en el que fue inicialmente el Estado
el que asumió todos los riesgos; por tanto, el Estado no solo corrige
fallos de mercado, sino que crea mercados al favorecer el desarrollo de
nuevas tecnologías y sectores. Por otro lado, el riesgo de captura por parte de grupos de presión
que buscan mantener la protección de sus industrias sin que esté claro
que aporten beneficios para el conjunto de la sociedad. Este tipo de
consideraciones es la que ha dado un estigma negativo a la política
industrial vertical por asociarse a la tradicional política de
protección de sectores en declive (sujeta a otro tipo de
justificaciones de sostenibilidad regional o social).
Como resume Rodrik, los análisis empíricos
tradicionales, basados bien en estudios de país (generalmente economías
asiáticas, con resultados positivos sobre la política industrial), bien
en estudios de análisis comparado entre industrias o entre países (con
resultados, en general, menos favorables a la política industrial
vertical), estaban sujetos a distintos problemas metodológicos y no eran
concluyentes. La nueva literatura ha adquirido un
carácter más pragmático y se centra en analizar políticas concretas y
cuáles son las características que debe incorporar la política
industrial vertical para ser eficiente y evitar la captura de rentas. En
esta nueva literatura tiene un especial peso el éxito de las políticas
industriales en Asia, incluyendo el espectacular crecimiento de China en el siglo XXI, frente a los pobres resultados en Latinoamérica.
Desde los organismos internacionales se está impulsando este tipo de análisis
aprovechando la ventaja de su presencia en múltiples países, lo que les
permite extraer experiencias positivas y buenas prácticas para la
política industrial. En el FMI (tradicionalmente contrario a las
políticas verticales), Cherif y Hasanov
(2019) acaban de publicar un extenso estudio en el que, a partir de la
experiencia de las economías asiáticas, concluyen que se deben potenciar
las industrias punteras más sofisticadas al tiempo que
se las somete a una competencia tanto externa (orientarlas a la
exportación), como interna, sujetándolas la disciplina de mercado. Justin Lin, execonomista jefe del Banco Mundial, apuntaba a los sectores inmediatamente superiores
en la escala tecnológica del país, que es donde puede alcanzar una
mayor ventaja competitiva. El BID también publicó un extenso informe
sobre el diseño integral de la política industrial donde se resalta,
entre otros, la importancia de la gobernanza de la política industrial,
con énfasis en consejos público-privados para la toma de decisiones.
En general, las recomendaciones pasan por un impulso
vertical con financiación pública, pero con una profesionalización en
la toma de decisiones. Un buen modelo a seguir para los países europeos
es el de Alemania, que acaba de dar una nuevo impulso a su política
industrial con su Estrategia 2030
para la industria nacional, incluida su dimensión europea, en la que se
establece un reconocimiento explícito a la intervención del Estado
cuando sea necesaria para contrarrestar desventajas de la economía
nacional y sostener el bienestar nacional.
Alemania cuenta con dos instituciones con un papel central en la política industrial: la KfW
(Kreditanstalt für Wiederaufbau), el banco de desarrollo alemán de
titularidad pública que se estableció en 1948 para la reconstrucción
tras la segunda guerra mundial, y la DFG (Deutsche Forschungsgemeinschaft),
la Fundación Alemana para la Investigación Científica, que data de 1933
y se financia con contribuciones del gobernó federal y los estados
alemanes. La DFG, por ejemplo, se constituye como una organización
independiente sujeta a derecho privado y formada por centros de
investigación, universidades y asociaciones de científicos que cubre
todos los ámbitos de la ciencia, incluidas las humanidades, y que
impulsa también la colaboración con proyectos de I+D+i en centros
tecnológicos nacionales y en proyectos internacionales. La financiación
es pública, pero las decisiones sobre los proyectos competitivos en los
que se invertirá están determinadas por criterios científicos con una
gobernanza de comités de expertos y una aprobación final por parte del
comité de donantes.
En definitiva, y si perjuicio del necesario impulso de la política
industrial horizontal, también es necesario entrar en el desarrollo de
una estrategia vertical. Es una práctica habitual en nuestros
competidores y en la propia Europa (véase la actividad del Banco Europeo
de Inversiones), y no participar puede traducirse en una desventaja
competitiva a medio plazo (y el peso de la industria en España es ya
especialmente bajo, ver gráfico). Como casi siempre, la clave está en el diseño, con énfasis en la profesionalización en la toma de decisiones.
Mariana Mazzucato: “Hay que dejar atrás el modelo de emprendimiento
únicamente empresarial para avanzar hasta un modelo de emprendimiento
donde el Estado también lidere la innovación y el crecimiento económico”
La protagonista principal ha sido la Dra. Mariana Mazzucato, Catedrática en Economía de Innovación y de Valor Público a la University College London, donde está estableciendo el nuevo Instituto para la Innovación e Interés Público. Mazzucato, autora del exitoso libro El Estado Emprendedor,
ha hablado de su teoría sobre el rol emprendedor del Estado y de la
estrategia empresarial orientada a misiones. Según Mazzucato: “el
gran reto del futuro consistirá en dejar atrás el modelo de
emprendimiento únicamente empresarial para avanzar hasta un modelo de
emprendimiento donde el Estado también lidere la innovación y el
crecimiento económico”.
Otros ponentes, como Xavier Ferràs,
Decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de
Vic, ha hablado de la creciente tendencia hacia la robotización en todos
los ámbitos de la vida. “En la actualidad la
inteligencia artificial es capaz de resolver problemas estratégicos de
una forma más rápida y avanzada que los humanos”. Según
Ferràs: “de momento, la inteligencia artificial no es capaz de actuar
con el componente de la emoción”. En este sentido, Elisa Martín, Directora de Tecnología e Innovación de IBM España, Portugal, Grecia e Israel, ha asegurado que “A través de la inteligencia artificial seremos capaces de diagnosticar enfermedades que afectan a la salud mental”.
Por su parte, Luis Ruiz-Ávila,
Director General y Fundador de Spherium Biomed, ha hablado sobre
tendencias tecnológicas y nuevos mercados en biosanitario. Ruiz-Ávila ha
destacado que “en Cataluña se crean tres empresas biomédicas cada mes”.
Asimismo, Guillermo Dorronsoro,
Decano de la Deusto Business School, ha hecho un repaso histórico de
cómo nos llega la política industrial desde el Reino Unido y cuáles son
las perspectivas de futuro. “Los países avanzados necesitan
invertir, también en industria del conocimiento. No es una apuesta
sencilla, requiere emprender desde el sector público conjuntamente con
el privado”.
También han participado como ponentes Pere Condom, Director del Programa Catalunya Emprèn de la Generalitat de Cataluña; Manuel Cermerón, CEO de Suez Advanced Solutions Spain y Director de Estrategia y Desarrollo de Agbar y José Manuel Leceta, Director General de Red.es. Los tres han hecho reflexiones sobre las tendencias de futuro, juntamente con Mariana Mazzucato.
Siempre se ha considerado que el sector privado es innovador,
dinámico y competitivo, mientras que el Estado desempeña un rol más
estático, interviniendo en el mercado tan solo para subsanar posibles
fallos en sus actividades. La economista Mariana Mazzucato se encarga de
desmontar este falso mito para demostrar que el Estado es la
organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de
mayor riesgo.
Con una nueva edición actualizada, El Estado emprendedor propone
cambiar los parámetros del tradicional debate Estado versus sector
privado para plantear una relación simbiótica en la que ambas partes
resulten beneficiadas.
De cara a la próxima década, al menos, una buena parte de la actividad económica estará crecientemente condicionada por la doble transición, digital y medioambiental.
Ello exigirá tanto inversiones a gran escala -que como vamos viendo
para el caso europeo, son impensables sin el concurso de los Gobiernos-
como una depurada coordinación entre sectores, empresas y poderes
públicos. Es decir, políticas industriales activas. Además, para
desarrollar esos dos grandes ejes estratégicos serán necesarios otros
frentes de la intervención pública (presupuestaria, monetaria, de
defensa de la competencia) que, sin ser en sentido estricto política
industrial, sí son claramente concomitantes con ella. Cambios profundos,
que con alta probabilidad no tardarán en estar entre nosotros.
En Europa, en España no hemos sabido hacer una politica industrial,
cualquier intento acaba en derrochando recursos (caso infraestructuras exceso
Ave,Exceso aeropuertos, primas a renovables mal diseñadas, incentivos a
empresas mal diseñados) El estado no es eficiente en politica industrial,
ademas seguramente aqui se acaban creando redes clientelares, elites
extractivas y por el otro lado direccionamientos presionados por los
populistas.
Por esto si se hace una politcia industrial en España y en Europa
debe ser con modelos de 5 helices, no debe hacerse solo desde direcctrices del
gobernante de turno.
La
desisdustrialización de España y de Europa no viene de ayer. La
politica
industrial europea conjunta no existio desde 1970 a 2020.Ahora se
empieza a
considerar ante la dependencia energetica, ante la falta de suministros y
dependencia en el inicio de la crisis sanitaria. Ante la politica
geoeoconomica y
geopolitica de China.EUU-Austrialia-UK
Como siempre a pasado la clave para ser un pais
líder en toda revolución industrial es dominar la energía (Exito del
capitalismo del 1950 a 1973, hasta la dependencia de los petrodolares, relacion
EEUU-OPEP)
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