Keynes y su elogio al “dinero sellado” propuesto por Silvio Gesell

El 17 de marzo de 1862, en Sankt Vith, Bélgica, entonces parte de Alemania, llegó a este mundo el poco conocido Jean Silvio Gesell, luego devenido en argentino, uno de los economistas más importantes de la historia universal y el más importante de la Argentina donde también otros grandes talentosos también olvidados como Alejandro Ernesto Bunge, en quién se inspirara el presidente Juan Domingo Perón, y Mariano Antonio Fragueiro, el autor del desaparecido anexo económico de la Constitución Nacional de 1853 hecho borrar por el también presidente Bartolomé Mitre.

Días atrás, los pasados 13 y 14 de este mes, iban a desarrollarse dos jornadas para impulsar el relanzamiento de la figura del epónimo de esa localidad fundada en su memoria por su hijo Carlos Idaho Gesell. El coronavirus hizo que su realización se postergase para cuando ya no existiesen riesgos para la salud de los asistentes, tanto expositores como oyentes. En esa oportunidad estaban previstas numerosas exposiciones como la del intendente municipal Gustavo Barrera, interesado en reivindicar la figura del epónimo del lugar; el decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, Ricardo José María Pahlen Acuña, quién incorporó la enseñanza de la obra de Silvio Gesell en esa casa de altos estudios; Mario Hilario Francisco Cafiero, actual titular del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, gran impulsor del sistema de monedas virtuales; Héctor Luis Giuliano, el gran estudioso de la deuda externa argentina; Carlos Fernando Louge, director del Instituto de Estudios Económicos Silvio Gesell; y varias personalidades más.
Cada uno de ellos explicitando aspectos importantes de la vida del homenajeado de cuyo nacimiento se cumplen hoy 158 años y quién falleciera el 11 de marzo de 1930 en Oranienburg, Alemania, años después de haber sido ministro de economía de la República Socialista de Baviera que gobernaran los asesinados Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. En mi caso relacionando su influencia en el marco del “Arreglo Romero” con el que la Argentina resolviera su endeudamiento en 1893 y al que hoy se lo debiese estudiar en el marco de la actual situación.


Muy pocos saben que para el notable economista británico John Maynard Keynes fue Silvio Gesell un hombre de necesario estudio. Para ello nada mejor que transcribir una de las partes, la más importante, en las que Keynes analizó a Gesell en su notable “Teoría General del empleo, el interés y el dinero que se transcribe a continuación y donde, más allá de marcar sus diferencias deja en claro la importancia del aporte geselliano. Y a ningún otro, entre los varios economistas citados en la obra, le dedicó un espacio tan importante aunque los mencionase muchas veces como en los casos de Alfred Marshall y Arthur Pigou. De aquí en más Keynes.

Es conveniente citar aquí al raro e indebidamente olvidado profeta Silvio Gesell (1862-1930), cuyo trabajo contiene destellos de profunda perspicacia y estuvo al borde de captar la esencia del asunto. En la posguerra sus devotos me bombardearon con copias de sus trabajos; sin embargo, debido a ciertos defectos palpables de sus argumentos, no logré en absoluto descubrir sus méritos. Como ocurre con frecuencia tratándose de las intuiciones imperfectamente analizadas, su importancia no se me aclaró hasta que yo había llegado a formular mis propias conclusiones a mi manera. Entre tanto, como otros economistas académicos, juzgué que sus esfuerzos, profundamente originales, no eran mejores que los de un chiflado. Como es probable que pocos de los lectores de este libro estén familiarizados con la importancia de Gesell, le concederé un espacio que de otro modo parecería exagerado.
Habiendo empezado a citar a Bentham en relación con esto, debo recordar al lector su mejor pasaje: “La carrera del arte, la gran senda que recibe los pasos de los empresarios, puede considerarse como una vasta, y quizá ilimitada, llanura plagada de fauces semejantes a aquellas en que fue engullido Curtís. Cada una reclama que una víctima humana caiga en ella antes de cerrarse, pero cuando se cierra, lo hace para no volverse a abrir más, y de este modo, gran parte del camino es seguro para los que siguen.” Gesell fue un afortunado comerciante alemán de Buenos Aires, que se vio inducido al estudio de los problemas monetarios con motivo de la crisis de fines de los ochenta, que adquirió caracteres especialmente violentos en Argentina; su primer trabajo, Die Reformation im Miinzwesen ais Brücke zum socialen Staat, fue publicado en Buenos Aires en 1891.
Sus ideas fundamentales sobre dinero se publicaron en Buenos Aires en el mismo año con el título de Nervus rerum, al que siguieron muchos libros y folletos hasta que se retiró a Suiza en 1906 como hombre de ciertos posibles, en aptitud de dedicar las últimas décadas de su existencia a las dos ocupaciones más deliciosas al alcance de quienes no tienen que ganarse la vida: ser autor y agricultor experimental. La primera parte de su obra más característica se publicó en 1906 en Les Hauts Geneveys, Suiza, con el título Die Verwirklichung des Rechtes auf dem vollen Arbeitsertrag, y la segunda, Die nene Lehre vom Zins, en 1911, en Berlín. Las dos juntas se publicaron en Berlín y en Suiza durante la guerra (1916) y alcanzaron la sexta edición, en vida del autor, con el título de Die natürliche Wirtschaftsordnung durch Freiland und Freigeld, habiéndose denominado la versión inglesa (traducción de Philip Pye) The Natural Economic Order. En abril de 1919, Gesell formó parte del efímero gabinete soviético de Baviera como Ministro de Hacienda, habiendo sido juzgado posteriormente por un Consejo de Guerra. Pasó la última década de su vida en Berlín y en Suiza dedicado a la propaganda.
Gesell, atrayendo hacia sí el fervor semirreligioso que antes había rodeado a Henry George, vino a ser el profeta reverenciado de un culto con muchos miles de discípulos en todo el mundo. El primer congreso internacional de los Freiland-Freigeld Bund suizos y alemanes y las organizaciones similares de muchos países se celebró en Basilea en 1923. Después de su muerte, acaecida en 1930, gran parte del fervor del tipo peculiar que son capaces de despertar doctrinas semejantes a las suyas, se ha desviado hacia otros profetas (en mi opinión menos eminentes). El doctor Büchi es el jefe del movimiento en Inglaterra, pero su literatura parece distribuirse desde San Antonio, Texas, residiendo su mayor fuerza en la actualidad en los Estados Unidos, donde el profesor Irving Fisher, como caso único entre los economistas académicos, ha reconocido su importancia. A pesar de las dotes proféticas con que le han decorado.
Nacido cerca de la frontera de Luxemburgo, de padre alemán y madre francesa devotos. E l libro más importante de Gesell fue escrito en lenguaje sereno y científico, aunque está teñido todo él por una devoción más pasional y emotiva hacia la justicia social de la que algunos encuentran que cuadra a un científico. La parte que deriva de Henry George, aunque es indudablemente una causa importante de la fuerza del movimiento, tiene interés secundario en conjunto. El objeto del libro, en general, puede describirse como el establecimiento de un socialismo antimarxista, una reacción contra el laissez faire, edificada sobre bases teóricas totalmente distintas de las de Marx, porque se apoya en la repudiación más que en la aceptación de las hipótesis clásicas, y en dejar en libertad la competencia en vez de aboliría. Creo que el porvenir aprenderá más de Gesell que de Marx. El prefacio a The Natural Economic Order mostrará al lector, si lo consulta, la calidad moral de Gesell. Creo que la respuesta al marxismo se encontrará siguiendo los lineamientos de este prefacio.
La aportación específica de Gesell a la teoría monetaria y del interés es como sigue. En primer lugar, distingue claramente entre la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital, y afirma que la primera es la que marca un límite a la tasa de crecimiento del capital real. Luego indica que la tasa de interés es un fenómeno puramente monetario y que la peculiaridad del dinero, del que emana la importancia de la tasa monetaria de interés, reside en el hecho de que su propiedad como medio de atesorar riqueza impone a quien lo tiene gastos de conservación despreciable, y que formas de riqueza tales como las existencias de bienes que no implican dichos gastos, de hecho dan un rendimiento debido al modelo establecido por el dinero.


Cita la estabilidad comparativa de la tasa de interés a través de los tiempos como prueba de que no puede depender de caracteres puramente físicos, ya que la variación de estos últimos entre dos épocas sucesivas debe haber sido incalculablemente mayor que las modificaciones observadas en la tasa de interés; es decir (en mi terminología), la tasa, que depende de caracteres psicológicos constantes, ha permanecido estable, en tanto que las características de fluctuación amplia, que determinan primordialmente la curva de la eficiencia marginal del capital, no han fijado aquella tasa, sino la proporción según la cual la tasa de interés (más o menos) dada permite acrecer las existencias de capital real. Pero en la teoría de Gesell hay un defecto capital. Muestra que Gesell difería de George en recomendar el pago de la compensación cuando se nacionaliza la tierra. Es solamente la existencia de una tasa monetaria de interés la que permite obtener un rendimiento del préstamo de existencias de mercancías. Su diálogo entre Robinson Crusoe y un extranjero es una de las mejores parábolas económicas —tan buena como cualquiera de las de su clase que se han escrito— para demostrar este aserto.

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John Maynard Keynes

Pero, habiendo expuesto las razones por las que la tasa monetaria de interés, a diferencia de la mayor parte de las tasas-mercancía de interés, no puede ser negativa, olvida por completo la necesidad de una explicación de por qué es positiva, y deja de explicar la razón de que no esté regida (como lo sostiene la escuela clásica) por el nivel establecido por el rendimiento del capital productivo. Esto se debe a que se le escapó la noción de preferencia por la liquidez. Había elaborado sólo la mitad de la teoría de la tasa de interés. Lo incompleto de su teoría explica, sin duda, por qué su trabajo no interesó al mundo académico. Sin embargo, había llevado su teoría lo bastante lejos para permitirle llegar a una recomendación práctica, que puede contener la esencia de lo que es necesario, aunque no es viable en la forma en que la propuso. Sostiene que el crecimiento del capital real está refrenado por la tasa monetaria de interés y que, si se eliminara este freno, el crecimiento del capital real sería, en el mundo moderno, tan rápido, que probablemente se justificaría una tasa igual a cero, no inmediatamente, por supuesto, pero en un periodo comparativamente corto.


De este modo la necesidad primaria consiste en reducir la tasa monetaria de interés, lo que puede lograrse, según indicó, haciendo que el dinero incurra en costos de conservación del mismo modo que las otras existencias de bienes infecundos. Esto lo llevó a la famosa prescripción del dinero “sellado”, con el que está asociado principalmente su nombre y que ha recibido la aprobación de profesor Irving Fisher. De acuerdo con su proposición, los billetes circulantes (aunque claramente necesitaría aplicarse lo mismo a algunas formas de dinero bancario, por lo menos) solamente retendrían su valor siempre que fueran sellados mensualmente, como una tarjeta de seguro social, con estampillas compradas en una oficina de correos. El costo de éstas podría fijarse, por supuesto, en una cifra conveniente. De acuerdo con mi teoría, en términos generales sería igual al excedente de la tasa monetaria de interés (fuera de las estampillas) sobre la eficiencia marginal del capital correspondiente a una tasa de nuevas inversiones compatible con la ocupación plena. El gravamen real sugerido por Gesell era del uno por mil semanario, equivalente a 5.2 por ciento anual. Esto sería demasiado alto en las condiciones existentes, pero la cifra correcta, que habría de ser modificada de tiempo en tiempo, sólo podría lograrse por tanteo. La idea base del dinero sellado es sólida.

Es posible, ciertamente, que pudieran encontrarse medios de aplicarla en la práctica en corta escala; pero hay muchas dificultades con las que Gesell no se encaró. Especialmente, no había advertido que el dinero no es el único bien que tiene la propiedad de llevar consigo una prima de liquidez, sino que difería solamente en grado de muchos más, derivando su importancia de la posesión de una prima de liquidez mayor que cualquier otro. En esta forma, si se había de privar a los billetes circulantes de dicha prima por el sistema de resello, habría gran cantidad de sucedáneos que le pisarían los talones —dinero bancario, deudas a la vista, dinero extranjero, alhajas y metales preciosos en general, y así sucesivamente—. Como antes dije, ha habido épocas en las que probablemente fue la sed insaciable de posesión de tierra, independientemente de su rendimiento, lo que sirvió para sostener la tasa de interés —aunque bajo el sistema de Gesell esta posibilidad habría sido eliminada por la nacionalización de la tierra.
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Curioso de Gessell se acuerdan en cada crisis, de las reformas del sistema, pero después cuando se superan se olvidan de sus teorias
De Keynes y su propuesta del  Bancor y sus reformas, lo mismo

BANCOR de Maynard Keynes, 1940-42

Confección del esquema de la Unión de Compensación Internacional. Aquí reproduzco la primera versión keynesiana de los propósitos de dicha unión, elaborada en el otoño de 1941:4

Necesitamos un instrumento de moneda internacional que, por tener aceptación general entre las naciones, haga innecesarios los saldos bloqueados y las compensaciones bilaterales (...) Necesitamos un método ordenado y convenido de determinar los valores relativos de cambio de las unidades monetarias nacionales de manera de impedir la acción unilateral y la depreciación cambiaria con fines de competencia.

Necesitamos un quantum de moneda internacional que no sea determinado de un modo imprevisible ni extraño como, por ejemplo, por el progreso técnico de la industria aurífera, ni esté sujeto a grandes variaciones que dependen de la política de reservas de oro de determinados países; sino que se rija por las necesidades reales del comercio mundial y sea también capaz de dilatarse o contraerse deliberadamente para contrarrestar las tendencias deflacionarias o inflacionarias de la demanda mundial efectiva.

Necesitamos un sistema dotado de un mecanismo estabilizador interno, por el cual se ejerza presión sobre cualquier país cuya balanza de pagos con el resto del mundo se esté desviando de su equilibrio en cualquier sentido , de manera de impedir fluctuaciones que por fuerza crean a sus vecinos una falta de equilibrio de igual magnitud, pero en sentido contrario.

Necesitamos un plan convenido para que al finalizar la guerra cada país principie con una existencia de reservas adecuada a su importancia en el comercio mundial de manera que sin ansiedad alguna pueda ordenar su economía en el periodo de transición hacia condiciones plenas de paz.

Necesitamos una institución central de carácter puramente técnico y apolítico que auxilie y apoye a otras instituciones internacionales relacionadas con el planteamiento y la regulación de la vida económica del mundo.

De un modo más general, necesitamos un medio de dar confianza a un mundo en dificultades, por el cual todo país cuyos asuntos nacionales se gobiernen con la debida prudencia, quede libre de inquietudes por causas ajenas en lo que se refiere a su capacidad para hacer frente a sus obligaciones internacionales; y por el que, por consiguiente, se hagan innecesarios aquellos métodos de restricción y discriminación que las naciones han adoptado hasta ahora, no por sus méritos, sino como medidas de protección contra las fuerzas perturbadoras de fuera.5

Vale la pena establecer algunas precisiones respecto a estos propósitos:

  1. la primera parte establece la necesidad de disponer de una moneda internacional (el bancor ), emitida por la nueva institución central, supranacional y despojada de cualquier subordinación a la disponibilidad de oro y de las rigideces que le son consustanciales. Una nueva oferta monetaria mundial, extraordinariamente elástica frente a las variaciones en la demanda efectiva mundial;

  2. la segunda parte plantea una cuestión central, relativa a las responsabilidades de los acreedores o, en su caso, de los países interesados en el superávit comercial grande y permanente, a costa de los grandes y permanentes déficit de sus vecinos;

  3. la tercera parte privilegia la figura del libre comercio, en atención a las restricciones y preferencias estadounidenses precitadas, y

  4. la última parte reivindica la soberanía de los países adscritos a la nueva institución.

El internacionalismo keynesiano, fruto directo de su pragmatismo y paradójicamente establecido como el mejor camino para servir a Gran Bretaña,6 debió encontrar una considerable resistencia en la simpatía que le inspiraban los esfuerzos por la autosuficiencia nacional, el nacionalismo económico, que se había impulsado en Alemania, y la misma elaboración de Keynes durante el mismo año en que Hitler accedió al poder, "National Self Sufficiency".7 Entre él y el ministro de economía de Hitler operó una suerte de admiración recíproca y de mutua inspiración. Es éste el espacio propicio para recordar las acciones del ministro alemán.

El proyecto de Keynes se discutió ampliamente entre las autoridades económicas británicas, recibiendo la crítica recurrente sobre sus enormes, casi utópicas, ambiciones. Al otro lado del Atlántico, y con notable sincronía, el Departamento del Tesoro estadounidense, a cargo de Henry Morgenthau Junior, promovía su propia propuesta para la organización económica mundial de la posguerra.

Desde su llegada al cargo, en noviembre de 1933, Morgenthau buscó la asesoría de algún destacado economista ortodoxo y no tardó en proponerle el empleo al reconocido profesor de la Universidad de Chicago Jacob Viner, quien consolidó definitivamente su prestigio con su célebre texto sobre las uniones aduaneras, en 1950.15 Viner no sentía simpatía alguna por los ambientes burocráticos, por lo que declinó el ofrecimiento, aunque propuso para el puesto a un brillante joven economista de Harvard, Harry Dexter White, quien -además de convertirse en el peculiar adversario-amigo de Keynes durante los preparativos y el desarrollo de la Conferencia de Bretton Woods- terminó siendo uno de los más polémicos personajes de la política estadounidense de la posguerra, después de ser señalado como agente e informante del gobierno soviético.16

La alternativa de White tiene este origen:

El 14 de diciembre de 1941, el domingo siguiente a Pearl Harbor, el secretario Morgenthau inquirió a Harry White sobre un memorándum acerca del establecimiento de un Fondo de Estabilización entre los aliados. A partir de entonces White fue el principal arquitecto, desde el Tesoro, de la planeación para la estabilidad financiera en el mundo de la posguerra. En mayo de 1942 él completó la elaboración de su primera propuesta para un Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas, que terminaría como el FMI (Fondo Monetario Internacional), y un Banco de Reconstrucción y Desarrollo, popularmente conocido ahora como Banco Mundial. En la presentación de sus propuestas al secretario, White sugirió que debían implementarse llamando a una conferencia de los ministros de finanzas de las Naciones Unidas. Ésta se efectuó dos años después en una reunión en Bretton Woods, New Hampshire.17

El telón de fondo de la definición de la política exterior de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial e, inercialmente, en la confección de planes para el futuro era el conflicto entre los librecambistas establecidos en el Departamento de Estado, con el secretario Cordell Hull a la cabeza, y los planificadores económicos avalados por el Departamento del Tesoro, por Henry Morgenthau Junior, y representados notablemente por Harry Dexter White:

La conjugación de la ideología y el interés económico servía para que los planeadores del Departamento de Estado se mostraran muy suspicaces de la Unión Soviética, sobre todo en virtud de que la extensión del poderío soviético en Europa Oriental amenazaba con cerrar esas áreas al comercio y la inversión norteamericanos. En cuanto a Alemania, el Departamento de Estado creía conveniente el restablecimiento de un poder industrial. Esta opinión se basaba en una evaluación de que la recuperación industrial de Alemania era una condición necesaria para el retorno de Europa Occidental al comercio multilateral.

También reflejaba una convicción en el sentido de que sólo una Alemania fuerte podría oponerse a una mayor expansión del poderío ruso en Europa. Aunque el Departamento de Estado hacía gran hincapié en los nexos anglo-norteamericanos, había un gran interés en el mantenimiento de influencia suficiente sobre la política británica para obligar a Gran Bretaña a aceptar el multilateralismo durante la posguerra. El Departamento de Estado estaba decidido a abrir el Imperio Británico al comercio y la inversión norteamericanos, y con objeto de conseguir un resultado favorable se hallaba dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance.

Las actitudes del Departamento del Tesoro se asemejaban más a las del Departamento de Estado en lo tocante a la política que debía seguirse hacia Gran Bretaña. También White y Morgenthau estaban interesados en aumentar la influencia norteamericana sobre Gran Bretaña, pero su interés no era el acceso al Imperio Británico. Ellos querían asegurarse de que Gran Bretaña aceptara sus propios planes de organización del sistema monetario internacional. Acerca de Alemania y Rusia, las diferencias con la posición del Departamento de Estado eran mucho mayores. El odio que Morgenthau sentía por el nazismo lo llevaba a proponer el cambio de Alemania a un sistema agrario, y aunque White podría haberse inclinado por una política menos punitiva, ayudó a Morgenthau a elaborar su famoso plan. La hostilidad de Morgenthau y White hacia Alemania no era moderada debido a la consideración que influía sobre los planeadores del Departamento de Estado.

Con ambos planes listos, el de la Unión de Compensación y el del Fondo de Estabilización, el de Keynes y el de White, pareció conveniente que sus respectivos autores se enfrentaran directamente. La reunión, informal, de las delegaciones británica y estadounidense se realizó en septiembre de 1943. Resulta conveniente establecer que, en su proceso de formación académica, White y buena parte de los delegados de EE.UU. habían abrevado con entusiasmo y respeto en la obra de Keynes y, por ello, le profesaban un enorme respeto que entraba en conflicto con la representación que ostentaban, la de la verdadera potencia mayor, que debía imponer sus intereses con apoyo en su propio enfoque de las instituciones necesarias.

El primer cuerpo de problemas, en opinión de White, estaba representado por aquello que pudiera ser aprobado por el Congreso norteamericano, cuyo oído sería poco receptivo, si algo, a la propuesta de la Unión; a cambio, White sostenía que, en profundidad, los objetivos de la Unión podrían alcanzarse a través del Fondo, con lo que la discusión no tendría por qué prolongarse en exceso. Para Keynes, el problema inicial radicaba en las carencias de lucidez y claridad, con las que se había redactado el proyecto del Fondo:

Atacó duramente la jerga que era tan cara a los técnicos norteamericanos y la llamaba cherokee , en contraste con el "inglés cristiano" en que estaba redactado el proyecto de Unión de Compensación. En un momento dado, para hacer una comparación muy estrecha, Keynes tradujo los principales principios del Fondo de Estabilización al "inglés cristiano", y una vez hecho esto, se encontró que los dos planes se veían notablemente similares. Si el oído del Congreso era halagado por el tonillo del cherokee , entonces no había más remedio: era el dueño de la situación.22

La decisión, fundamentalmente política, de imponer al dólar como único medio de pago internacional, además del menosprecio injustificado a la propuesta keynesiana del bancor , entrañaba enormes complicaciones:

En realidad, el sistema estaba viciado desde el comienzo: los acuerdos de Bretton Woods implicaban que Estados Unidos debía tener una balanza de pagos deficitaria para poder alimentar al mundo en dólares, único medio de pago internacional reconocido por los acuerdos; esto sólo podría llevar a debilitar la confianza en dicha divisa a largo plazo. Por decirlo en otras palabras, a medida que el dólar se transformara en una moneda de reserva, sería cada vez menos digna de confianza. Esta paradoja, llamada dilema de Triffin -por el nombre del economista belga que lo formuló- es de extrema actualidad, sin que se haya llegado todavía a su punto máximo.

REFLEXIONES GENERALES

Novelo Urdanivia analiza y compara los planes para la posguerra de los dos grandes arquitectos del sistema económico internacional, John Maynard Keynes y Harry Dexter White, reflejando su debida complejidad y visión del mundo. El mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás, es sin lugar a dudas, una historia del debate, confrontación, y una secuencia de tira y afloja, entre estos dos economistas que representaban los intereses geopolíticos de Gran Bretaña y Estados Unidos, y que tenían enfoques y talentos de distinta índole.

Aunque el autor no ahonda en las personalidades de Keynes y White, éstas ayudan a entender la polémica entre ambos y su desenlace. Keynes demostraba de manera general una gran confianza en su intelecto, en su habilidad para imponer su punto de vista mediante la lógica y el razonamiento, y en sus conocimientos teóricos y prácticos.1 Por su parte, White era altamente pragmático y persistente, aferrándose a sus puntos de vista, lo que le ganó el respeto de Keynes. También White fue un hábil estratega evitando teorizar con Keynes y refugiándose en las restricciones que le imponía la política interna de Estados Unidos. Fue, además, capaz de aunar esfuerzos y apoyos para su plan, aislando a Keynes en las discusiones de algunos de los temas más trascendentales que se trataron en Bretton Woods (Steil, 2013, pp. 162 y 177).

Novelo Urdanivia no se limita a reflexionar sobre Keynes y White. En el hilo conductor de su argumento incorpora acertadamente a otros economistas de la época, como Henry Morgenthau y Horace G. Hjalmar Schacht, trazando así un rico bosquejo del contexto político y económico en el cual se gestó el mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás. El autor muestra el ingenio de Schacht en el diseño de la política económica aplicada en Alemania a mediados de la década de los treinta, que es una faceta suya poco conocida, y que contrasta con la del banquero ortodoxo que puso freno a la hiperinflación alemana más de diez años antes.

Fiel al registro histórico, la narrativa refleja el sentido de esperanza y optimismo que conllevan la posibilidad de poder cambiar la organización económica del mundo y su modus operandi . A la vez, muestra la frustración y resignación que implica reconocer las limitantes que la realidad suele imponer a los grandes designios. Tal y como señala Novelo Urdanivia (p. 23): "los malos presagios respecto al papel que podrían jugar las instituciones de Bretton Woods" se hicieron cada vez más evidentes para Keynes. Y este "abandonó Savannah con gran amargura" (Ibid ., p. 25).2 Esto se refleja en el duro juicio que emitió Keynes en dicha reunión en una carta a Richard Kahn:

Los americanos no tienen idea como transformar estas instituciones (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) en instituciones internacionales operativas, y sus ideas son malas en casi todas las direcciones. Aún así, tienen la intención de forzar sus propias convicciones con independencia del resto de nosotros (...). Al presente, soy muy pesimista. Los americanos en la cima no tienen absolutamente ninguna concepción de la cooperación internacional; ya que son los principales socios, piensan que tienen derecho a llevar la batuta en prácticamente cualquier punto (Keynes, 1980b, p. 217).

Por último, el artículo de Novelo Urdanivia pone sobre el tapete un tema central, más allá de la polémica de Bretton Woods, y que tiene un carácter más universal, a saber la dificultad que entraña buscar y encontrar el equilibrio entre lo que se considera técnicamente correcto y lo que es políticamente plausible. Esta dificultad puede ilustrarse con particular claridad en las distintas reacciones, y de hecho ambivalencias, de Keynes ante el plan de White.

La opinión de Keynes sobre el plan de White, que llegó a las manos del primero en julio de 1942, no fue favorable: "Obviamente no funcionará", "la solución técnica me parece sin remedio. No ve cómo evitar las dificultades del patrón oro y se ha olvidado del útil concepto del dinero bancario" "el memorando (de White) es muy complicado, discursivo y difuso, difícil de entender y casi imposible de leer" (Keynes, 1980a, pp. 158, 159 y 161). En abril de 1943 volvió a reiterar que el plan de White "(...) tal y como está no tiene sentido coherente" (Ibid ., p. 258).

Para mayo de 1943, en su primer discurso ante la Cámara de los Lores, Keynes parece haber cambiado de opinión: "El mundo entero está en deuda con Mr. Morgenthau y (...) Dr. Harry White, una deuda de profunda gratitud por la iniciativa que han tomado (...) propuestas de gran novedad e importancia de gran alcance. La mayor parte de los críticos, desde mi punto de vista, han sobreestimado las diferencias entre los dos planes (...) nacidos del mismo clima de opinión y que tienen un objetivo similar."

Hacia finales de junio Keynes había aceptado la sustancia de las condiciones esenciales del plan de White (Ibid. , pp. 308 y 317). Pero a la vez Keynes parece haber vuelto a sus opiniones iniciales sobre el Plan White: "La revisión no demuestra ningún aumento de sabiduría política y no mucho más en la capacidad técnica. Algunas de sus provisiones están redactadas con el brutal egoísmo en defensa de los intereses de un país que posee oro en cantidades ilimitadas. En mi opinión, deberíamos esperar un quiebre completo (en las negociaciones) a menos que se realicen importantes cambios" (Ibid. , p. 316).

Con todo, Federico Novelo Urdanivia nos entrega un veredicto positivo de las iniciativas para crear un nuevo orden económico mundial. Así nos dice (p. 25): "El mundo imaginado a partir de 1941 produjo la más duradera etapa de crecimiento de la economía mundial hasta ahora registrada, guiada por el propósito del pleno empleo y escoltada por la planeación económica y la economía mixta. Esta Edad de Oro del capitalismo llegó hasta la década de los setenta, a partir de la cual da comienzo el oráculo de la inflación, la estabilidad [precisaría: estabilidad nominal] como prioridad y la profundización de la desigualdad (...)." A estos factores añadiría un menor crecimiento y una mayor volatilidad producto de la liberalización financiera y la expansión significativa del sector financiero acompañada de una mayor complejidad.

Reconociendo los méritos de este artículo me gustaría ahondar en algunos de los temas que éste aborda, con mayor o menor detalle, con el fin de aclarar algunos puntos y aportar al debate de este periodo, que es fundamental para entender la problemática y situación económica global actual. Me concentro en cuatro tópicos: Keynes, White y el laissez-faire ; la entrada en escena de Schacht; los planes de Keynes y White, y el mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás y América Latina (un tema que no aborda Novelo Urdanivia, pero que me parece esencial porque América Latina fue una pieza importante de los planes de la posguerra).3

KEYNES, WHITE Y EL LAISSEZ-FAIRE

Keynes y White tienen dos similitudes que creo importante señalar y que considero deberían destacarse con mayor fuerza en el artículo de Novelo Urdanivia.

Por una parte, ambos plantearon la importancia de la política macroeconómica monetaria y fiscal contracíclica. La postura de Keynes al respecto es bien conocida. Data por lo menos de 1924 ("¿Necesita el desempleo un remedio drástico?", Keynes, 1981a, pp. 219-223), antes de que llegara en 1932 a la teoría de la demanda efectiva. Una de sus más conocidas formulaciones en este periodo incluye el panfleto "¿Puede Lloyd George lograrlo?" (1929) (Keynes, 1972, pp. 86-125).

White fue uno de los autores, conjuntamente con Lauchlin Currie y P.T. Ellsworth, del memorando de Harvard sobre las políticas para combatir la Gran Depresión escrito en 1932 (Laidler et al. , 2000). En dicho memorando, los autores argumentaron que el aumento en el gasto público financiado por la emisión de bonos era la respuesta adecuada para contrarrestar los efectos de la Gran Depresión en el nivel de actividad económica y de empleo (Ibid ., pp. 28-30).4

Por otra parte, ambos economistas desconfiaban del laissez-faire , aunque este rasgo siempre fue mucho más pronunciado en Keynes que en White, y éste último adoptó, en definitiva, una postura un tanto nebulosa al respecto. Pese a que, de acuerdo a su plan, los países debían comprometerse a no establecer restricciones al comercio (salvo autorización contraria) White dejó en claro que el buen funcionamiento del laissez-faire exige supuestos muy restrictivos que no se cumplen en la realidad. Así, afirmó:

La creencia de que la reducción de todos los aranceles aumenta el comercio y produce un estado mayor de bienestar para todos los países bajo todas las circunstancias y en todas las etapas del desarrollo económico asume que los países están utilizando virtualmente todo su capital y trabajo; que un país mayoritariamente agrícola en su economía tiene tantas ventajas económicas, políticas y sociales como un país que es esencialmente industrial (...) que no hay ganancias en la diversificación de su producto. Estas suposiciones, centrales a la creencia de que una política basada en el "libre comercio" es ideal, no son válidas. Son irrealistas y defectuosas (...) (White, 1942, citado en Keynes, 1980a, p. 166).

Esta convicción quizá tenga su origen en los primeros trabajos de White y, en particular, en su tesis doctoral Las cuentas internacionales francesas 1880-1930 (1933), en la cual planteó importantes limitaciones del ajuste vía el mecanismo de precios a través del flujo de especie y enfatizó que los efectos ingreso operan más rápidamente que los de precios (White, 1933, p. 308; Flanders, 1989, p. 240). Así, remarcó (Ibid ., p. 306): "(...) el mecanismo de flujos de especie es (...) una de las fuerzas, pero no parece haber justificación para asumir que es la única o no siquiera el medio de ajuste más dominante (...). La teoría neoclásica no es una explicación completa. La teoría falla en que explica lo que ocurre bajo determinadas circunstancias que rara vez se dan (...) la explicación neoclásica exagera la efectividad de los flujos de oro y cambios en los precios (...) para restablecer el equilibrio en las cuentas internacionales."

En 1934 White volvería a plantear este punto en su revisión de los libros de Gottfried von Haberler (Der Internationale Handel , 1933) y de Bertil Ohlin (Interregional and International Trade , 1933) al concordar con ambos autores en enfatizar la importancia de los cambios en la curva de demanda, causados por variaciones en el ingreso, por encima de los cambios en los precios relativos, para lograr el ajuste.5 No obstante, aún se aferraba a la doctrina de los costos comparativos, ya que de lo contrario, según él, podía justificarse una política proteccionista permanente que cubriera una amplia gama de productos (White, 1934, pp. 731 y 737).

La desconfianza que mostró White hacia el laissez-faire no se tradujo en un apoyo irrestricto al intervencionismo, a los controles de importaciones, de precios y de flujos financieros, y al manejo cambiario.

En 1933 afirmó (en una carta a su supervisor de tesis, Frank Taussig) que la mejor manera para Estados Unidos de aprovechar los beneficios del comercio y protegerse de los choques externos era a través del control centralizado del comercio y tipos de cambios. Luego White moderó significativamente su postura y en 1938 calificó a la imposición de controles cambiarios como "la mejor de las peores opciones."6

En cuanto a los controles de capital, White había afirmado en su tesis doctoral que "alguna medida de controles inteligentes del volumen y dirección de la inversión extranjera es deseable" (White, 1933, pp. 311-312). También admitió en su plan que existen ocasiones en las cuales la adopción de controles es inevitable. Más adelante, en la década de los cuarenta, sostuvo que existen periodos en los cuales es de interés de un país establecer restricciones a los flujos de capital y al movimiento de los bienes. Y en este sentido afirmó en su plan para el diseño de las instituciones de la posguerra: "La tarea ante nosotros no es prohibir los instrumentos de control, pero desarrollar aquellos que serán más efectivos para lograr el objetivo de una prosperidad mundial sostenida" (citado en Horsefield, 1969, pp. 63-64).7

Por su parte, Keynes criticó el laissez-faire centrándose en sus aspectos monetarios en una serie de escritos que llevarían al Plan a una Unión de Compensación Internacional. Argumentó que históricamente el laissez-faire monetario entre países nunca había sido capaz (salvo en los reinados de Elizabeth (1533- 1558) y Victoria (1819-1837)) de equilibrar las transacciones internacionales.8 Era más bien una causa del empobrecimiento y descontento social y, más aún, de guerras y revoluciones.

En este sentido, a principios de la década de los cuarenta Keynes fue mucho más enfático en destacar las vulnerabilidades del libre intercambio que en otras de sus obras más críticas de la organización económica internacional como Las consecuencias económicas de la paz (1919).

Keynes pensaba que el problema del laissez-faire radicaba en tres factores de fondo estrechamente relacionados que, en la actualidad, siguen siendo re- levantes.

El primero es el mecanismo de ajuste automático. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 21-22): "suponer que existe un mecanismo automático de ajuste que funciona suavemente, que preserva el equilibrio sólo si confiamos en los métodos del laissez-faire , es un engaño doctrinario que descarta las lecciones de la experiencia histórica sin tener detrás suyo el apoyo de la teoría sólida."

El segundo factor, asociado al primero, que para Keynes impedía que un sistema de laissez-faire equilibrara las transacciones internacionales es la libre movilidad de capitales. Según la teoría tradicional, la libre movilidad de capitales permite que éstos fluyan desde los países céntricos (acreedores) hacia la periferia (deudores), favoreciendo el desarrollo económico y el crecimiento mundial. Keynes argumentó que en el siglo XIX y hasta 1914 los flujos de capital habían seguido esta lógica dirigiéndose desde los países acreedores hacia los países deudores "que correspondía de manera general a los viejos y nuevos países, lo que permitía equilibrar la balanza de pagos internacionales y desarrollar los recursos en los países menos desarrollados" (Keynes, 1980a, p. 30).

Según Keynes, durante este periodo histórico la prosperidad de Europa se basaba en la de Alemania de la misma manera que la prosperidad del mundo dependía de la de Europa. Alemania exportaba manufacturas al resto de los países europeos y los países europeos exportaban manufacturas a Asia, a las colonias del Imperio Británico y a América Latina y el Caribe a cambio de materias primas y productos agrícolas, incluyendo alimentos. En caso de que los países de la periferia, como los de América Latina y el Caribe, no contaran con los recursos necesarios para adquirir los productos manufacturados de los países europeos, éstos últimos podían otorgarles financiamiento. La forma preferida era a través de la emisión de bonos de largo plazo por parte de los países de la periferia. Esto permitía financiar un régimen de crecimiento vía exportaciones en Europa y la construcción de infraestructura, como el ferrocarril, y los procesos de urbanización en la periferia. Este sistema internacional era viable en tanto los países en desarrollo pudieran generar suficientes ingresos en divisas para pagar las obligaciones sobre sus bonos y los países desarrollados mantuvieran la estabilidad en el mercado internacional de bonos (Temin y Vines, 2014, pp. 9-12).

No obstante, a partir del final de la Primera Guerra Mundial este mecanismo había pasado a funcionar de manera muy distinta, dejando de favorecer el desarrollo económico a la vez que se había transformado en una importante fuente de inestabilidad. En una primera fase, luego de la Primera Guerra Mundial, los flujos financieros seguían dirigiéndose del acreedor al deudor pero habían perdido su correspondencia con el desarrollo económico. Tanto los países acreedores como los deudores eran países desarrollados (Estados Unidos y Gran Bretaña, por un lado, y otros países europeos, por otro lado). En una segunda fase, en la década de los treinta, el capital había dejado de fluir del acreedor al deudor, y más bien fluía del deudor al acreedor y esto se había transformado, según Keynes, en la fuente principal de inestabilidad y de especulación (Ibid ., pp. 30-31).

Más allá de estos motivos, Keynes argumentó que existían razones más de fondo en contra de la libre movilidad de capitales: mantener la autonomía de la política económica y, de manera más específica, el uso de la tasa de interés como herramienta central para manejar el desempeño interno de la economía.

Como afirmó en su presentación de su propuesta ante la Cámara de los Lords en 1943 (Keynes, 1980a, pp. 275-276): "No es sólo un tema de limitar la especulación cambiaria y los movimientos de dinero ilícito, o incluso de evitar fugas de capital debido a motivos políticos; si bien hay que controlar todos estos factores. La necesidad (de los controles de capital), en mi opinión, es más fundamental (...) perdemos el control de la tasa de interés interna (...) no podemos controlar la tasa de interés interna si los movimientos de capital en dinero son irrestrictos."

El FMI, en su artículo VI, estimula a los países al uso de controles de capital de producirse un desequilibrio en la balanza de pagos por una salida de capitales (no por un déficit en cuenta corriente) como precondición para solicitar un préstamo. Esta normativa se debe seguramente más a Keynes que a White, no obstante, el hecho que olvida por completo es la razón de fondo por la cual Keynes favorecía los controles de capital: la autonomía de la política económica.

El tercer factor que impedía el funcionamiento adecuado del laissez-faire es la relación asimétrica que existe entre el acreedor y el deudor. Para Keynes el ajuste en las relaciones internacionales económicas tiende a recaer en el deudor, que también es el país de menor tamaño y el que se encuentra en una posición de mayor debilidad. Esto trae consecuencias negativas importantes para el crecimiento, la estabilidad y el bienestar.

Para empezar, el sacrificio que se exige al deudor, con las consecuencias sociales que esto entraña, con el fin de ajustar precios y salarios para lograr el equilibrio internacional es mucho mayor que el que se le pide al acreedor. Además, el ajuste para el país deudor es obligatorio, no así para el acreedor. Finalmente, los medios de que dispone el deudor para ajustar su economía, la disminución de precios, la baja de los salarios y la depreciación cambiaria, tienen un efecto negativo en sus términos de intercambio. Concluiría: "(...) ha sido una característica inherente del sistema de ajuste automático internacional bajo una moneda metálica (...) forzar el ajuste en la dirección que es más disruptiva para el orden social, y tirar la carga del ajuste en los países que menos lo pueden aguantar, empobreciendo a los más pobres" (Keynes, 1980a, p. 29).9

SCHACHT ENTRA EN ESCENA (AUNQUE TEMPORALMENTE)

Según Keynes, a principios de la década de los cuarenta el sistema basado en el laissez-faire estaba totalmente descompuesto. Esto presentaba una gran oportunidad para reformar el sistema económico internacional. Dos alternativas se posicionaban con fuerza.

La primera se basaba en una versión refinada y perfeccionada de un esquema que ideó Horace Haljmar Schacht a principios de la década de los treinta. Este se embarcó en un Nuevo Plan económico (Septiembre, 1934) que consistía en el financiamiento de un masivo programa de obras de infraestructura y, principalmente, rearmamento a través del control estatal del crédito (explicada en detalle en el trabajo de Novelo Urdanivia). También, para evitar la depreciación del Reichsmark y su desligamiento del oro, puso en práctica una serie de controles de importación y otro tipo de medidas que hicieron, para fines prácticos, que el comercio se llevara a cabo mediante un sistema de intercambio de trueque bilateral con el sureste de Europa por medio del cual Alemania intercambiaba productos terminados por materias primas.

Pese a que se sostiene que las medidas de Schacht evitaron la depreciación, que indujeron una disminución del desempleo y el aumento de la producción (Ahmed, 2009) (Novelo Urdanivia menciona el milagro económico alemán (pp. 9-10)), de hecho se produjo una situación de desabastecimiento, racionamiento, incremento de precios de alimentos básicos, deterioro de los salarios reales y poder adquisitivo y un masivo descontento entre parte de la población, sobre todo entre las capas de ingreso bajos (Kershaw, 1998, pp. 576-579). Difícilmente se puede comparar este sistema con el que ideaba Keynes. Y es incorrecto, desde mi punto de vista, hacer un paralelo entre ambos autores sobre la base de que las medidas de Schacht funcionaban como un mecanismo keynesiano de gasto deficitario (i.e. , Classen, 2016) y creo que es muy importante recalcar este punto.

Lo que llamó la atención de Keynes fue el sistema de trueque instaurado por Schacht y el consiguiente desacople entre la moneda y el intercambio de bienes. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 23-24): "El Dr. Schacht cayó en desesperación en algo que tenía en sí los gérmenes de una buena idea a nivel técnico. Esta idea consistía en cortar el nudo descartando el uso de una moneda con validez internacional y sustituyéndola por lo que sería en realidad el trueque, no [...] entre individuos, sino entre distintas unidades económicas [...]."

Keynes tenía razón al hablar de desesperación. Efectivamente, al referirse al sistema de intercambio que él había ideado Schacht afirmó: "Todo el mundo moderno está loco. El sistema de fronteras nacionales cerradas es suicida [...] todo el mundo aquí está loco. Y yo también. Cinco años atrás hubiera dicho que habría sido imposible que me fuera a volver tan loco. Pero estoy forzado a volverme loco" (Schacht, citado en Ahmed, 2009, p. 482).

La otra alternativa se sustentaba en desarrollar un esquema ideal que preservaría las bondades y ventajas de un medio de pago internacional universalmente aceptado, a la vez que se suprimirían aquellos aspectos dañinos del sistema económico internacional existente. Keynes se embarcó a desarrollar esta alternativa, pese a que la tildó de utópica, porque suponía mayores grados de comprensión, espíritu innovador y cooperación internacional y confianza que la que es razonable y segura de asumir (Keynes, 1980a, p. 33).10 Keynes era consciente de que para llevar a cabo este proyecto tenía que contar con el apoyo de Estados Unidos.

LOS PLANES DE KEYNES Y WHITE

Henry Morgenthau (Secretario del Tesoro de los Estados Unidos durante la administración de Franklyn D. Roosevelt) pensaba, al igual que Keynes, que la organización del sistema monetario internacional se prestaba a la especulación, y esto se debía a un excesivo poder del sector financiero sobre la economía real, por lo que se propuso excluir a los "prestamistas dinerarios usureros del templo de las finanzas internacionales" (Steil, 2013, p. 125).

Morgenthau no sólo desconfiaba del sector financiero, sino también de la banca central; y tenía la firme intención de mover el centro del control financiero desde Londres y Wall Street al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Con tal fin, a finales de 1941, confió a Harry Dexter White, Secretario Asistente del Tesoro de los Estados Unidos, la elaboración de un memorando para el establecimiento de un fondo interaliado de estabilización guiado por el objetivo tácito de elevar el dólar a la categoría de principal moneda de reserva internacional y en el único sustituto del oro. Tal como afirmó White: "El dólar es la (...) moneda en cuya fortaleza hay confianza universal. Probablemente se transformará en el pivote de la estructura de monedas estables de la posguerra." (White, 1943, citado en Steil, 2013, p. 163).

La visión de Estados Unidos y el dólar como ejes del sistema económico internacional moldearon en gran medida el diseño de las dos instituciones que, según White, debían articular el nuevo orden internacional: un Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas y Asociadas y un Banco de Reconstrucción y Desarrollo de las Naciones Unidas y Asociadas.

Ambos tenían una variedad de objetivos y, desde mi punto de vista, las funciones respectivas no siempre estaban bien delimitadas. El Fondo de Estabilización incluía varios objetivos, incluyendo la estabilización de los tipos de cambio, el estímulo a los flujos de capital orientados al sector productivo, reducir la necesidad de restricciones cambiarias y regímenes de tipo de cambio múltiple, así como promover políticas monetarias de corte más ortodoxo (Moggridge, 1992).

En cuanto al Banco de Reconstrucción y Desarrollo, éste perseguía, entre otros, la provisión capital para la reconstrucción y facilitar la transición a la paz, la provisión de capital de corto plazo para financiar las transacciones de comercio exterior, la redistribución de los acervos de oro en el mundo, eliminar el peligro de las crisis financieras, así como mitigar las depresiones y la estabilización de los precios de los productos primarios.

Algunos economistas de la época como, por ejemplo, Harrod pensaban que el Fondo tenía un objetivo limitado mientras que el Banco de Reconstrucción y Desarrollo tenía una misión mucho más prometedora. Así, Harrod argumentó (1951, p. 540): "(...) Keynes afirmó (...) que el Fondo Monetario Internacional debería llamarse un banco y el Banco Internacional un fondo (...).11

No obstante, el debate y divergencia de opinión entre Keynes y White se centró casi exclusivamente en la Unión de Compensación Multilateral versus el Fondo de Estabilización. Esto se debió quizás a dos tipos de motivos.

Keynes criticó la propuesta del Banco de Reconstrucción y Desarrollo, ya que sus principios básicos (sustentados en particular en la ausencia de distinción entre los países acreedores y deudores) no resolvían los desequilibrios entre países y, además, presentaban importantes limitantes para promover el desarrollo económico.

En similitud con el plan de White, la Unión de Compensación Internacional de Keynes también contemplaba objetivos fuera del ámbito estrictamente monetario. Para ello, Keynes tenía en mente la creación de una junta de economía internacional, una corporación de inversión o desarrollo y un esquema para el control de las materias primas.

Keynes identificó las funciones del Banco de Reconstrucción y Desarrollo con las de éstas tres instituciones que él proponía (Keynes, 1980a, p. 161). Sin embargo, desde mi punto de vista, el objetivo central de estas tres instituciones propuestas por Keynes era más acotado: se trataba del manejo de las fluctuaciones del ciclo económico. Por esta razón, Keynes no entró en detalles ("(...) no levanta(n) temas de importancia que afectan la constitución fundamental de la Unión propuesta. Se menciona(n) aquí para completar el cuadro de los objetivos principales que el establecimiento de la Unión Monetaria debe servir") (Keynes, 1980a, p. 133).

Keynes pensaba que, previo a dar comentarios detallados a la propuesta norteamericana del Banco de Reconstrucción y Desarrollo, las autoridades de Estados Unidos y Gran Bretaña debían de ponerse de acuerdo sobre los objetivos centrales del banco. Según Keynes, éstos incluían el financiamiento de los esfuerzos de reconstrucción después de la guerra y del desarrollo económico. Además, Keynes también remarcó que en un año electoral como 1944, el presidente Roosevelt esperaría hasta después de las elecciones para concretar acuerdos en algunos temas de cooperación económica de índole más delicada políticamente, tales como la política comercial y los commodities (Keynes, 1980a, pp. 419-426 y 444-445). De hecho, este argumento puede fácilmente aplicarse a los objetivos y ámbito de acción del Banco de Reconstrucción y Desarrollo. Las diferencias entre Keynes y White respecto al diseño de la institución monetaria internacional cubren varios ámbitos y son de diversa índole. Novelo Urdanivia resume las principales diferencias entre ambos planes para la creación del Fondo Monetario Internacional (Novelo Urdanivia, p. 19).

No obstante, me parece importante enfatizar que el punto de desacuerdo esencial es la naturaleza propia de dicha institución, un Fondo de Estabilización versus una Unión de Compensación Internacional, a partir de la cual se pueden derivar la mayor parte de las discrepancias entre ambos enfoques. Keynes recalcó este punto en varias ocasiones: "La diferencia más fundamental entre ambos esquemas está correctamente indicada por sus títulos. Las ideas americanas toman forma en un Fondo de Estabilización con una suscripción de responsabilidad limitada, mientras que las propuestas del bancor tienen como objetivo una Unión de Compensación Internacional con un uso amplio del crédito"; "capital suscrito versus principio de la banca. Reflexiones más profundas me convencen que éste es el tema más fundamental" (Keynes, 1980a, pp. 225 y 249)

La Unión de Compensación partía de la generalización del principio de la banca (Banking Principle ) basado en la igualdad necesaria entre activos y pasivos (créditos y débitos). De acuerdo a este principio, los créditos sólo son transferidos al interior del ámbito de la Unión de Compensación y nunca fuera de éste. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 98-99): "La esencia del esquema es muy simple (...). Es la extensión a la esfera internacional de los principios esenciales de la banca por los cuales, cuando un individuo quiere dejar sus recursos ociosos, esos recursos no se extraen de la circulación más bien se ponen a disposición de otro individuo que está preparado para utilizarlos -y hacer esto posible sin que el primero pierda su liquidez y su derecho a emplear sus propios recursos cuando lo decida (...)-. Es sólo mediante la extensión de estos mismos principios (los principios de la banca local) a la esfera internacional que podemos curar los males manifiestos de la economía internacional como existía entre las dos guerras."

La aplicación del principio de la banca implica que el volumen total del sobregiro (el monto total del balance deudor denominado cuota) no necesita un respaldo. Las cuotas surgen de la nada (ex nihilo ) con base en una medida como la que propuso Keynes, i.e. , la participación del comercio internacional de los distintos estados miembros de la Unión de Compensación. Además, el buen funcionamiento del principio de la banca requiere que todos los países tienen derecho al sobregiro automático (el monto máximo de sobregiro es igual a la cuota).

Los deudores y acreedores debían ajustar sus balances, cuando estos se situaran por encima de un determinado umbral de su cuota promedio, lo que permitía la adecuada distribución de la demanda efectiva y otorgaba a todo el esquema de Keynes un sesgo expansivo. Este sesgo expansivo venía reforzado por la autonomía de la política monetaria (para lo cual se necesitaba el control de capitales) y por la convertibilidad de una vía entre el oro y el bancor para evitar el atesoramiento (el oro se podía intercambiar por bancor , pero el bancor no se podía intercambiar por oro). También se podría argumentar que la mayor flexibilidad en la posibilidad de ajustar los tipos de cambio en el esquema de Keynes, relativo al de White, respondía a este tipo de consideraciones.

En oposición a este diseño, el Fondo de Estabilización de White otorgaba préstamos con base en el capital suscrito. El capital suscrito fijaba un techo al pasivo que podía detentar un país miembro.

La lógica de un fondo basado en el capital suscrito requiere un activo de reserva (el dólar). Para cumplir con las funciones que quería atribuirle White al dólar, éste requería el respaldo del oro. La importancia que White atribuyó al oro quedó en claro no sólo en su plan, sino también en su escrito sobre "El futuro del oro" (Circa 1939-1942). Allí afirmó: el "oro es el mejor medio de intercambio internacional ideado (...) [su] superioridad se basa en la experiencia común de las naciones que ha revelado una y otra vez, en distintas partes del globo, que un país con el oro adecuado puede participar en el comercio y finanzas internacionales más libre y eficazmente que un país con poco o nada [de oro]" (citado en Steil, 2013, p. 129). Es quizás por la importancia que White atribuía al papel del oro que una de las primeras reacciones de Keynes a la propuesta de White fue afirmar que se trataba de una versión modificada del patrón oro y que el plan de White era "vino añejo en odres nuevos" (Keynes, 1980a, pp. 159 y 278).

Los préstamos del Fondo no se otorgaban de manera automática. El Fondo respondía a la demandas de préstamos de un país miembro mediante una evaluación rigurosa e independiente de los cambios que éste debía de implementar para corregir los desequilibrios en sus balanzas de pago. El otorgamiento efectivo de los préstamos estaba sujeto a que el país miembro estuviera dispuesto a realizar tales cambios.

En este sentido, a diferencia de la Unión de Compensación, el Fondo propuesto por White no tenía un sesgo expansivo y ponía gran parte del peso del ajuste en el deudor. Por esta razón, discrepo de la opinión de Novelo Urdanivia respecto a que el plan de White buscaba el pleno empleo como el de Keynes (Novelo Urdanivia, pp. 16-17). El plan de Keynes puede verse como una extensión de los principios de su Teoría General (1936).12

En cualquier caso, en el diseño final del Fondo Monetario Internacional no se incorporó de manera explícita la condicionalidad. Esta fue introducida como práctica general en la década de los cincuenta (Boughton, 2006).

La diferencia de diseño entre un Fondo y una Unión de Compensación también explica la importancia de la unidad de cuenta en cada esquema. La unitas de White era meramente figurativo y tenía un papel político y no económico. Se trataba de un fetiche para evitar quejas y atraer a aquellos que creían en la necesidad de una moneda internacional (Boughton, 2002). Keynes entendió que el unitas no tenía ninguna función (Keynes, 1980a, p. 246) y en vano trató de monetizar el unitas . En cambio para Keynes el bancor cumplía una función central, desligar el dinero de la moneda de reserva internacional. Además, reducía la dependencia del oro y del dólar. Todo esto permitía una mayor autonomía en la conducción de la política económica interna.

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Federico Novelo Urdanivia

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-16672016000300003

 

- En todo caso son teorías de otro siglo que necesitarían adaptarse mucho a la globalización actual...entre dificil /muy dificil o imposible.

....se deberían poner de acuerdo los principales países, para que esto ocurriese uno de los dos principales debería estar muy tocado y el otro ceder en la negociación, sabiendo que cedía cuando el otro esta débil....dar este paso seria asumir un win-win, pero mientras uno este por encima del otro, en una posición ventajosa dudo que ceda terreno.

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2009/02/2e-keynes.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2009/02/1e-gessel.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2009/10/sistema-monetario-internacional.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2010/10/acuerdos-bretton-woods-iii-porque.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2017/10/retorno-bretton-woods-keynes-contra.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2019/02/bretton-woods-la-refundacion-del.html


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