Incentivos

 

La economía es una ciencia de incentivos. Y los incentivos, incentivos son (el efecto cobra)

Por Juan Luis Jiménez

(A raiz de un tuit que tuvo buena acogida, decidimos convertirlo en entrada para NeG, por su capacidad pedagógica acerca de las intervenciones en economía. Algunos de los ejemplos derivan de ideas aportadas por otras personas, a las que cito en cada caso).

Los agentes responden a los incentivos. Y eso es la economía.

Veámoslo con un ejemplo paradigmático expuesto en Freakonomics (Levitt y Dubner, 2006). En la India bajo bandera de Reino Unido, hubo un problema con la población de cobras (serpientes) en las calles, que amenazaba a la ciudadanía. Para tratar de mitigarlo, el Gobierno colonial estableció un incentivo claro: una recompensa por cada cobra que fuese capturada.

Así, la ciudadanía internalizó dicho incentivo y, en busca de un mayor número de piezas capturadas, en lugar de matarlas en libertad, lo hicieron en cautividad. Es decir, la población se dedicó a criar cobras.

Pero el verdadero problema se dio cuando el Gobierno se percató de cómo estaban obteniendo las cobras quienes querían la recompensa. Inmediatamente acabó con esta ayuda y…¡aumentó el número de cobras, al ponerlas en libertad quienes las criaban!

Este ejemplo ilustra lo que la imagen resume: una medida bien intencionada (intervención pública, habitualmente), que consigue el efecto opuesto al pretendido. Pero esta anécdota no es, por desgracia, un caso aislado. Y, de hecho, múltiples políticas a lo largo de la historia han alcanzado similares efectos.

El objetivo de esta entrada es detallar alguno de ellos para que sirvan como ejemplo a docentes, ciudadanía y, sobre todo, a servidores públicos que deben velar por el bien común: no evalúen la intención sino el resultado.

Disfruten de los errores que a continuación les mostraremos. Son relatos salvajes….:

Fuente imagen: @sketchplanations

Tener muchos hijos para ganar guerras al enemigo, pero no al futuro…

David Cuberes resumía un post sobre Malthus y la isla de Pascua, basado en un artículo de De la Croix y Dottori (2008). En él se analiza por qué razón en la isla de Pascua (Chile), la población indígena prácticamente desapareció por sí misma, sin intermediar colonizadores.

Cuentan los autores que en la isla vivían varios clanes que se enzarzaron en guerra por el control de la isla. Y la tecnología bélica que existía allí consistía básicamente en mano de obra: los mayores ejércitos tenían una mayor probabilidad de ganar. Esto llevó a una rápida sobrepoblación de la isla por parte de los clanes (teniendo muchos hijos), y esta presión demográfica instó a los Rapa Nui a cultivar la tierra de una forma intensísima. Llegó un punto en el que, sencillamente, no había forma de alimentar a toda esta población y la hambruna se apoderó de la isla, diezmando su población.

En definitiva: los diferentes clanes decidieron un día tener muchos más hijos para garantizar su supervivencia y fue precisamente esto lo que les llevó a su casi total extinción.

Esclavo bueno, ¿esclavo muerto? (Video explicativo en Youtube.)

El 1787, el gobierno británico contrató capitanes de barco para que transportasen prisioneros hacia Australia. Las condiciones en el primer viaje condujeron a que un tercio de los convictos fallecieran y, además, con lesiones para el resto. Esto generó críticas sociales, no solo de la población británica alentada por los periódicos, sino también de la iglesia e incluso del Parlamento, que estableció regulaciones para que se dispensase un trato humano a los presos en esos viajes.

Todas estas críticas, ¿a qué condujeron? A nada. En los siguientes viajes, la población reclusa seguía sufriendo similares resultados que en el viaje original.

Y es aquí cuando los economistas hacen su aparición, generando los incentivos correctos. De esta forma, en lugar de pagarle al capitán del barco por cada recluso embarcado, el Gobierno comenzó a remunerar solo por aquellos que llegasen vivos.

¿Adivinan el resultado? ¡Efectivamente! La tasa de supervivencia pasó del 66% al 99%. Los incentivos hicieron más que las críticas de la calle, la iglesia y los consejos gubernamentales…..

Ayudar a comprar vehículos en España para que los precios aumenten.

Aunque no es política única del Gobierno de España, en múltiples ocasiones se han utilizado subsidios para la sustitución de vehículos por otros nuevos y, supuestamente, menos contaminantes.

Jiménez, Perdiguero y García (2016) evaluaron si estas ayudas públicas eran efectivas, incentivando la sustitución y no incidiendo en el precio. El resultado es contundente: de una parte, el incentivo no genera nueva demanda; y de otra, y a pesar de lo anterior, los productores se apropian de la mayor parte de la ayuda.

En otras palabras: el Gobierno invierte dinero público para abaratar los coches nuevos más eficientes y esta se convierte en un subsidio a la industria, que los encarece.

Aumentar impuestos y pedir a sus ciudadanos que sigan comprando (gracias a Raúl Bajo, @raulbajob)

En febrero de 2016, el Gobierno portugués aumentó los impuestos a los hidrocarburos. Cuatro semanas después, en una ampliamente difundida entrevista al ministro portugués de Economía, este instó públicamente a sus ciudadanos, sobre todo a aquellos que viven cerca de la frontera con España, a no cruzarla para llenar los depósitos de combustible de sus coches en España, país donde los impuestos (y precios) eran menores.

Bajo-Buenestado y Morella Mas (2019) muestran que esta entrevista hizo más destacada la reforma fiscal para los consumidores y, paradójicamente, la mayor parte del impacto que la reforma tributaria tuvo sobre las estaciones de servicio españolas situadas en la frontera con Portugal fue inmediatamente después de la entrevista del ministro. Es decir, que el ministro tratando de reducir los efectos del impuesto, magnificó su existencia y alertó de la existencia de un incentivo, consiguiendo precisamente lo opuesto.

La política “One Child” en China (gracias a Javier Campos. Resumido por The Economist en este video).

La política “One Child” fue establecida en 1979 como medida de control de la natalidad para evitar el crecimiento de las zonas urbanas, principalmente. Para su éxito, las autoridades incluían multas en la renta y factores similares que garantizasen su ejecución. Esta política condujo a mujeres al aborto, sobre todo si el futuro bebé era una niña.

Abolida en 2015, datos de 2019 muestran unas consecuencias (quizás) inesperadas. Es costumbre en China que los padres concedan una “dote” a sus hijos varones, consistente principalmente en el pago de la boda, dinero y propiedades. Pero la política ha reducido el número de mujeres disponibles para el “mercado de matrimonios”, con lo que la escasez aumenta directamente su “precio”.

¿Implicaciones? El “precio” (disculpas por este tratamiento, solo transcribo la realidad) de las novias ha aumentado. Hace 10 años, la dote media estaba en 2-3 mil yuanes y en 2018 ronda los 200-300 mil. Ello supone que las familias deben ahorrar en torno al 38% de su renta y endeudarse para casar a su hijo varón.

Pero el aumento del ahorro y endeudamiento no son la única consecuencia. Al encarecerse las dotes, los jóvenes pobres, principalmente residentes en zonas rurales, no pueden acceder a casarse, con lo que se generan problemas sociales relevantes, generados por 60 millones de solteros, de baja renta, que de ser potenciales apoyos para la vejez de sus padres, suponen ahora una carga para sus familias. Algunos emigran a la ciudad en busca de mayores rentas pero, cuando ahorran, son “viejos” para casarse.

La salud, el gran incentivo…(gracias a este hilo de @AndreuOrestes)

Doleac y Mukherjee (2019) mostraron cómo en EEUU facilitaron el acceso a la naxolona (un medicamento para casos de sobredosis) y no consiguieron reducir los fallecimientos por abuso de opioides. ¿Por qué? Pues porque esta medida hizo “más seguro” el tener una sobredosis.

Respecto a políticas de natalidad, Pfeifer y Reutter (2020) estudiaron, principalmente en Alemania, el efecto sobre el número de embarazos al no tener que ir al médico para conseguir la pastilla del día después, sino conseguirla en una farmacia directamente. Contrariamente a lo esperado, aumentaron un 4%, ya que las mujeres entre 25-34 años relajaron su comportamiento respecto al uso de anticonceptivos.

Buckles y Hungerman (2016) evaluaron cómo el regalar preservativos a los adolescentes para evitar embarazos no deseados condujo a un incremento del 10% de tales embarazos en los años 90 en EEUU. Este resultado negativo se alcanzó en aquellas comunidades en las que no se aportó asesoramiento en materia sexual junto a esta facilidad en el acceso a los preservativos.

Los criterios de género en los procesos de selección de las universidades (Gracias a Gabriel Doménech, @GdomenechP; y Antonio Maudes, @amaudes)

Otro efecto cobra, este más reciente: El Tribunal Supremo avala que las universidades incluyan una variable de género en los criterios para seleccionar los departamentos donde crear nuevas cátedras. Esta política, aunque no ha sido evaluada, podría generar que aquellos departamentos de Universidades Públicas con mayor proporción de Catedráticos (hombres), puedan disponer de una ventaja adicional y, por lo tanto, prioridad para crear nuevas plazas.

Es decir, se estaría premiando con la posibilidad de nuevas plazas a los departamentos menos igualitarios, con el agravante, además, que el ganador/a de esa plaza no tenga por qué ser una mujer. ¡Con lo cuál, el mejor resultado para el Departamento es que la volviese a ganar un hombre!

Moraleja:

El cambio se genera solo por los incentivos. Evaluemos previamente cada política para conocer a qué incentivos afecta y cómo estos moldearán el comportamiento.

Nada es Gratis. Y los incentivos, incentivos son.

 por J. Ignacio Conde-Ruiz y Carlos Ocaña Orbis

A lo largo de la historia se ha asistido a distintas revoluciones tecnológicas. La Primera Revolución Industrial, allá por el siglo XVIII, se resume en la mecanización de la industria textil en Gran Bretaña a partir de la energía generada por la máquina de vapor. Trabajos que hasta entonces se habían realizado a mano y de forma dispersa, pasaron a realizarse con máquinas y a concentrarse en localidades determinadas. La Segunda Revolución Industrial tuvo lugar en el inicio del siglo XX y tiene su concepto clave en la línea de montaje ideada por Henry Ford. Se basaba en producciones en masa, dominadas por grandes conglomerados industriales dependientes del petróleo y sus derivados. La Tercera Revolución Industrial, es un concepto de Jeremy Rifkin de comienzos de este siglo, viene de la mano de la conjunción de las nuevas tecnologías de comunicación, las nuevas energías renovables y su incorporación a los procesos tradicionales de producción. Todas ellas comparten características comunes como la sustitución de la fuerza laboral humana por la máquina, además de una mejora sustancial en la rapidez y la eficiencia en el proceso productivo. Sin duda, gracias a todas ellas se mejoró la calidad de vida de los trabajadores, requiriendo menores esfuerzos físicos y pudiendo recortar las jornadas laborales y mejorando la productividad.

En la actualidad estamos asistiendo a una nueva revolución, la llamada Cuarta Revolución Industrial. Una revolución tecnológica que está permitiendo una gran transformación digital. La difusión de Internet y de las nuevas tecnologías ha traído consigo desarrollos económicos y sociales nunca antes imaginables, así como la proliferación de nuevos modelos de negocios diversos e innovadores. Aunque pocos ponen dudas del impacto positivo sobre la productividad que tendrá esta última revolución digital, existe una cierta ambigüedad sobre cuáles pueden ser los efectos sobre el empleo. Se nos ocurren tres canales a través de los cuales esta nueva tecnología inteligente puede afectar al empleo: i) cuando la tecnología digital es complementaria al factor humano, los trabajadores se vuelven más eficientes y, por lo tanto, sus puestos de trabajo no peligran, en todo caso aumentará su demanda; ii) cuando la tecnología digital es sustitutiva del factor humano, los trabajadores son sustituidos por la automatización (o robótica inteligente) y, por lo tanto, sus empleos están en peligro; iii) cuando la tecnología digital permite la creación de nuevos bienes y servicios innovadores, que demandarán nuevos empleos para producirlos. Luego, los riesgos para el empleo aparecen sólo cuando la tecnología es sustitutiva del factor humano. Los puestos de trabajo que requieren unas habilidades sustitutivas de los robots en mayor o en menor grado van a desaparecer. Pero en la medida en que los canales i) y iii) generen suficiente empleo, el efecto neto sobre el empleo será positivo, tal como ocurrió en las primeras tres revoluciones industriales.

Los cambios tecnológicos que hemos experimentado en el pasado han permitido el desarrollo de funciones de producción más eficientes con la consiguiente reducción de los costes de producción y con ello a una caída de los precios de venta a los consumidores. Precisamente, fueron los precios más bajos gracias a la nueva tecnología los que permitieron a los consumidores aumentar su renta disponible y consumir más bienes y servicios y con ello aumento el empleo neto.  Esta vez, ¿por qué no va a ser lo mismo? Es decir, puede ocurrir que se produzca una transformación del empleo y no una destrucción neta del mismo. Estamos entrando en el terreno de la especulación pues aún nos falta mucha información. Hay algunas características que hacen pensar que esta vez puede ser diferente. Todo dependerá de los limites de la inteligencia artificial y si ésta será capaz de conseguir que los autómatas o las máquinas puedas hacer mejor que los humanos las tareas no rutinarias.  Desde luego, tal como nos ha contado Floren en diversos post (aquíaquí y aquí), esta nueva revolución digital va a tener un gran impacto, entre otras cosas, en las relaciones laborales, en la desigualdad o la polarización ocupacional. Analizaremos estos aspectos en el blog.

Sin duda, la economía digital generará un desplazamiento de trabajadores de unos sectores u ocupaciones hacia otras. Aunque el efecto acabe siendo positivo para el empleo neto, no hay duda de que van a desaparecer aquellos empleos donde el factor humano es sustitutivo de la tecnología. Y aquí, el reto es doble. Por un lado, debemos adaptar el sistema educativo y de aprendizaje permanente (incluidas la formación profesional y las políticas activas) a la nueva realidad de la economía digital para que los trabajadores desplazados por la tecnología en el futuro sean los menos posibles.  Pero por otro lado, dado que la transformación digital está siendo rapidísima, nos vamos a encontrar sin mucho margen de reacción con muchos trabajadores desplazados con muchas dificultades de re-emplearse en otras actividades. Es precisamente por este motivo, por el cual se está empezando a hablar con mucha intensidad de la renta básica como mecanismo de protección frente a la pobreza para estos trabajadores desplazados. La renta básica (RB) se define como el derecho de todo ciudadano y residente acreditado a percibir una cantidad periódica que cubra, al menos, las necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. Al no llevar contrapartida alguna tiene la ventaja de que los incentivos a la búsqueda del empleo son correctos (la percibes tanto si trabajas como si no trabajas). Pero tiene la desventaja de que o bien rediseñas todo el Estado del Bienestar o bien es excesivamente cara.  Quizá por este motivo, están apareciendo propuestas que proponen dar subsidios, rentas mínimas o ayudas permanentes únicamente a los desempleados de larga duración o desplazados del mercado laboral con bajas probabilidades de recolocación. Muchas de estas propuestas, sin duda bienintencionadas, pecan de ingenuidad al no tener en cuenta los incentivos perversos sobre la activación laboral. Es decir, ¿qué incentivos tiene un desempleado a buscar empleo si consiguiéndolo pierde la ayuda?.

Veámoslo con un ejemplo, supongamos un trabajador desempleado de larga duración con hijos y que de acuerdo con los criterios establecidos tiene derecho a percibir una renta mínima. Por simplificar, supongamos que la renta mínima asciende a 6000 euros al año. El trabajador si acepta una oferta de empleo deja de cumplir los requisitos de estar desempleado y pierde la ayuda. Supongamos que el salario que le ofrecen es de 6000 euros anuales. En este caso percibirá la misma renta anual que antes (con el subsidio) pero tendrá que trabajar. Luego, es como si estuviera sometido a un impuesto del 100% por el trabajo o, dicho de otra forma, trabaja por nada. El desincentivo, por mucho que los servicios de empleo o inspectores laborales estén detrás de él para obligarle a aceptar el empleo, es inmenso. ¿Qué se podría hacer para conseguir el mismo efecto protector sobre el trabajador desempleado pero al mismo tiempo con los incentivos correctos en la búsqueda de empleo?. Por suerte, ya está inventado. Mejor que nosotros, lo explica Milton Friedman en el siguiente video.

Es decir, para corregirlo basta con introducir lo que se llama una negative income tax.  Podríamos llamarla renta mínima (con incentivos).

Veámoslo con nuestro ejemplo. Es decir, si el trabajador está desempleado obtiene un subsidio de 6000 euros. Para que el trabajador tenga incentivos a buscar empleo, el Gobierno se compromete a quitarle sólo una parte del subsidio, no todo, si acepta un empleo. Supongamos que la bonificación es del 50%, en este caso si el trabajador encuentra un empleo de 6000 euros anuales, el subsidio pasará de 6000 a 3000 y la renta total de trabajador sería de 9000 (6000 de salario y 3000 de subsidio).  En el siguiente gráfico vemos cómo evoluciona la renta total  con respecto al salario del trabajador.

Gráfico 1. Evolución Renta mínima (con incentivos) para distintos niveles de Salario

NCCC

La introducción de un mecanismo de incentivos al empleo similar al descrito en el ejemplo, permite mejorar la propuesta de apoyo a los trabajadores desempleados pues les garantiza la misma protección frente a la pobreza pero además mantiene los incentivos dinamizadores a la búsqueda de empleo. Por otro lado, es menos costosa en términos presupuestarios, pues a medida que el salario sube, la renta mínima (con incentivos) es menor hasta acabar desapareciendo para un salario suficientemente alto.

En nuestra opinión podríamos empezar a utilizar esta renta mínima (con incentivos) en el colectivo con mayor problema de empleabilidad y con mayor problema de pobreza: los parados de larga duración sin prestación. Nadie pone en duda que éste es el auténtico problema de la economía española (aquí , aquí o aquí Marcel, Sam y Nacho García nos han iluminado bastante al respecto), y que nos va a acompañar por mucho tiempo. Trabajadores sin estudios, con experiencia profesional en sectores sin futuro (como la construcción) y con familias a cargo. No solucionar este problema generará más desigualdad y pobreza. Además, haciéndolo, conseguiremos un buen banco de pruebas para los trabajadores desplazados que, como hemos puesto de relieve al inicio del post, traerá la incipiente cuarta revolución industrial.

por J. Ignacio Conde-Ruiz

 

 

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