En recuerdo del economista Juergen B.Donges
Jürgen Bernhard Donges es un economista alemán. Es profesor emérito de economía política en la Universidad de Colonia, y ha sido un miembro del Consejo alemán de Expertos Económicos (1940-2021)
Hasta Siempre, Querido Juergen
Te vamos a necesitar más que nunca y por eso tu obra es una fuente de sabiduría e inspiración. Estás con nosotros en cada una de tus palabras y en nuestra memoria
La
noticia de tu fallecimiento, Juergen, ha sido un shock para mí. Hace
pocas semanas compartimos una sesión del Consejo Asesor de la Fundación
Rafael del Pino en
la que, como era habitual, destacó tu análisis detallado y certero, así
como tu sentido del humor ante las dificultades técnicas de participar
vía telemática. En muchas ocasiones en las que tuve el honor de
compartir ideas y análisis contigo siempre quedaba en nuestra memoria tu
análisis económico inapelable y tu buen humor.
«Daniel, en
economía es muy fácil y lucrativo halagar al poder político y defender
la irresponsabilidad. Defender la cordura es hoy una heroicidad», me
dijiste hace unos meses. ¡Qué razón tenías, querido Juergen!
Y es
que, Juergen, no solo eras uno de los economistas más reconocidos
internacionalmente, eras una de esas pocas personas que ponía la verdad
como pilar innegociable de tu análisis.
No es fácil expresar el
vacío que dejas en una profesión, la de economista, en la que no sobran
perfiles como el tuyo, que defiendan la cordura, la responsabilidad y la
libertad con rigor y claridad. Te vamos a echar mucho de menos. Porque
eras un ser humano único, maravilloso, generoso y humilde. No es que
fueras un ejemplo para todos nosotros, es que eres un gigante
intelectual del que aprenderemos los economistas durante décadas.
Te vas, querido Juergen,
pero estás muy cerca de todos nosotros, porque dejas un legado de valor
incalculable y yo, personalmente, sé que estarás ahí en espíritu cuando
tengamos que defender la libertad ante el avance del intervencionismo
destructor y los cantos de sirena que prometen paraísos de gasto y solo
crean miseria de deuda.
En España tuvimos el lujo de contar
siempre contigo y tus comentarios de coyuntura en la reunión de
economistas periódica del Instituto de Estudios Económicos, así como tu
aportación impagable en la Fundación Rafael del Pino junto con tus
clases magistrales, que merecían ese calificativo –«magistral»- como
pocas, generaban siempre un doble impacto: inspirador y provocador de
una profunda reflexión.
Resumir
tu currículo en un artículo de
500 palabras es imposible. Licenciado y Doctor en Ciencias Económicas
por la Universidad de Saarbrücken en Alemania, dirigías el Otto Wolff
Institute for Economic Studies. Catedrático de Economía y director del
Instituto de Política Económica de Colonia, formaste parte de la OCDE,
del Banco Mundial, de la American Economic Association y de la Royal
Economic Society, y presidiste también el Consejo Económico de los
Cancilleres Kohl y Schröder.
Nos
olvidamos muchas veces de la importancia de ese periodo, en el que
Alemania pasó a convertirse en un líder global implementando una
política responsable de gasto con unas finanzas saneadas y sólidas.
Parece, querido Juergen, que el mundo se haya olvidado de que se llamaba
a Alemania «el enfermo de Europa» en la época de Schröder y que la
responsabilidad presupuestaria y la cordura económica lanzaron al país a
fortalecerse y liderar Europa.
Hoy
nos intentan vender que las políticas que siempre devastaron Europa y
el mundo, imprimir moneda y endeudarse, son las recetas para crecer. Tú y
muchos otros sabemos que solo llevan al estancamiento y la pobreza. Te
vamos a necesitar más que nunca y por eso tu obra es una fuente de
sabiduría e inspiración. Estás con nosotros en cada una de tus palabras y
en nuestra memoria.
«Vamos a tener que luchar mucho, Daniel», me
decías. Lo haremos. Juntos, como siempre. Porque eres un ejemplo eterno.
Hasta Siempre, querido Juergen.
Daniel Lacalle es doctor en economía, autor y profesor de economía global
- https://www.abc.es/economia/abci-daniel-lacalle-hasta-siempre-querido-juergen-202106261715_noticia.html
Te vamos a necesitar más que nunca y por eso tu obra es una fuente de sabiduría e inspiración. Estás con nosotros en cada una de tus palabras y en nuestra memoria. Recordando a Juergen Donges."Daniel LC
Juergen B. Donges: “Es inexorable y urgente proveer de liquidez a empresas y autónomos”
Entrevista a Juergen B. Donges, colaborador del Instituto de Estudios Económicos, en Dirigentes.
En la crisis del Covid-19 la planificación es más importante que nunca, lo que quizás explica la situación más controlada que existe en Alemania. Si algo se les da bien a los alemanes es hacer planes, organizar y ordenar, lo sabe Juergen B. Donges de cerca. El economista ha vivido un tiempo en España y por ello tiene mucho cariño a la evolución económica y política de la Península. Sin embargo, su pensamiento económico es muy alemán: hay que ser transparente, no endeudarse mucho y sobre todo no improvisar. No solamente ha asesorado al Gobierno alemán en ocasiones, también es catedrático en uno de los institutos más prestigiosos de investigación de economía en Alemania – Cologne Institute for Economic Policy. Donges ha conocido a los grandes políticos alemanes, desde Kohl a Merkel.
¿Está de acuerdo en que estamos ante una crisis nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial?
Completamente de acuerdo. Recuerdo las grandes crisis económicas globales desencadenadas por el derrumbe del sistema monetario internacional de Bretton Woods 1971-73, las explosiones del precio del petróleo en 1973 y 1979, los atentados terroristas cometidos el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers en 2008, y el excesivo endeudamiento público en diversos países de la zona euro en la década pasada. El COVID-19 ya ha ocasionado hasta ahora más daños económicos que aquellos sucesos que en su momento fueron traumáticos.
¿Cómo vive usted la situación de cuarentena en Alemania?
De salud, bien. De sentimientos, con plena confianza en la labor que están realizando los epidemiólogos e investigadores científicos, con una gran admiración por el trabajo que sin parar, y no siempre con recusos suficientes, está efectuando el personal sanitario que asiste a los afectados por el virus y con suma gratitud a todos los profesionales del orden público, por un lado, y a los de los medios de comunicación y de los servicios básicos, por el otro, que nos protegen frente a la propagación del virus y nos atienden, respectivamente. Me impresiona sobermanera el espíritu de unidad, solidaridad y civismo que está poniendo de manifiesto la ciudadanía; este comportamiento es formidable porque había decaído un tanto en el pasado.
¿Podría ocurrir que el impacto de la crisis por el COVID-19 sea menos importante de lo que pensamos ahora?
Todo dependerá de cómo y cuándo se logre frenar la pandemia. Si la situación sanitaria se ha normalizado a principios de verano, tendremos una evolución coyuntural en forma de ‘V’, es decir, una recesión en el semestre actual y el inicio de la recuperación económica en el segundo semestre, acelerándose a lo largo del próximo año. Si la pandemia perdurara y hubiera que mantener las medidas sanitarias hasta otoño, nos encontraríamos con una ‘U’ alargada, es decir, la reactivación se demoraría hasta ya entrado 2021. El peor escenario es el de la ‘L’, caracterizado por que no haya una forma eficaz de combatir el virus hasta que no tengamos una vacuna eficaz, lo que puede tardar. En este caso no habría una recuperación de la actividad a corto plazo y la tasa de paro se mantendría presistemente alta. A día de hoy, yo le doy la mayor probabilidad al escenario en ‘V’.
Sin COVID-19, ¿también hubiéramos entrado en recesión a nivel mundial?
No. Todos los indicadores apuntaban a una cierta ralentización del crecimiento global y del comercio mundial, pero con visos de una recuperación pronta.
¿Cómo puede salir España del frenazo del turismo a medio plazo?
El problema es efectivamente muy serio, dada la gran importancia de este sector en la economía nacional. El semestre actual hay que darlo por perdido y como no recuperable, a diferencia de la situación en la industria. Con respecto al turismo internacional el sector tendrá que hacer muchos esfuerzos para asegurarse la fidelidad de su clientela habitual una vez normalizada la situación sanitaria. Tendrá que contrarrestar posibles cambios en las preferencias de los turistas extranjeros hacia destinos nacionales, por el ‘efecto miedo’, que ya se percibe, por ejemplo, entre los alemanes.
¿Cómo puede salir el sector de las aerolíneas de esta situación?
Continuando con el proceso de consolidación que ya se había iniciado antes del estallido de la pandemia. Hay demasiadas aerolíneas y muchas al borde de la quiebra. Una limpieza del mercado es inexorable. ¿Deberíamos ya organizar una salida para salvar la economía y también la moral?
No se puede suspender la actividad económica indefinidamente, puesto que el remedio sería peor que la enfermedad. Pero no hay que precipitarse, no hay que improvisar, no hay que arriesgar la seguridad de las personas que se incorporan al trabajo, y hay que seguir estrictamente las recomendaciones de los expertos científicos.
¿Qué debería hacer el sector privado para activar la economía?
De momento aprovechar las oportunidades del negocio online y del teletrabajo, que son muchas sobre todo en el sector de los servicios y en el comercio. Según cuándo y cómo se organice una desescalada de las restricciones impuestas a la actividad no esencial, las empresas industriales se volcarán por restablecer las cadenas de valor nacionales y globales, que habían sido interrumpidas, y tratarán de crear demanda por sus productos para lo cual será importante que los consumidores tomen confianza en que la vuelta a la normalidad está encarrilada.
¿Qué puede hacer el gobierno español?
Actualmente, la prioridad absoluta es la de frenar la evolución de las infecciones. En el contexto económico el Gobierno es consciente de que hay que evitar el deterioro del tejido productivo. Es inexorable y urgente proveer de liquidez a las empresas y autónomos con el fin de evitar al máximo quiebras con los consabidos efectos letales sobre el sector bancario que se enfrentaría a un fuerte aumento de los niveles de morosidad de créditos. Las medidas adecuadas incluyen subsidios a fondo perdido como se ha hecho en Alemania para afrontar los costes fijos, avales para créditos, la reducción de las cotizaciones sociales empresariales y un aplazamiento para el pago de impuestos. Todo hay que efectuarlo a través de un plan coherente y trasparente reduciendo al mínimo los trámites burocráticos que tienen que ser ágiles y flexibles y no cansinos y costosos. Para la futura recuperación económica se necesitarán estímulos fiscales para las empresas y hogares junto con un aumento del gasto en inversión pública.
¿Conviene endeudarse todavía más?
Dado que la Comisión Europea ha suspendido temporalmente la norma sobre el déficit público (3% del PIB), el estado español podría endeudarse todo lo que haga falta. No tiene que temer un aumento insostenible de las primas de riesgo sobre los bonos del Tesoro una vez que el BCE ya ha puesto en marcha un programa de epidemia pandémica con 750.000 millones de euros. Además, el Gobierno puede acogerse al plan de asistencia europeo acordado el 9 de abril por los ministros de Finanzas del Eurogrupo (medio billón de euros), recurriendo al MEDE y al BEI en condiciones relajadas. Este plan prevé también prestaciones por desempleo (100.000 millones de euros) que el Gobierno puede aprovechar si lo considera necesario.
¿Está Alemania en una mejor posición?
Sí. Aquí se ha aprovechado mejor la bonanza de la larga expansión coyuntural para llegar a una consolidación fiscal con superávit presupuestario y una reducción del ratio de la deuda públíca sobre PIB desde el 82,5% en 2010 hasta un 49% en 2019. Pero también Alemania registrará este año un notable déficit público y un aumento de la deuda sobre PIB como consecuencia de los programas de reactivación recientemente adoptados con un volumen total de 756.000 millones de euros, equivalentes a casi el 22% del PIB.
¿Cómo ve el impacto en EEUU?
Pues más o menos igual al de los demás países avanzados: una acusada recesión y un fuerte aumento del desempleo. Cabe esperar que, en vista de las elecciones presidenciales en noviembre, el Gobierno lance fuertes medidas fiscales de estímulo a la actividad y al empleo. La ya elevada deuda pública se disparará hacia arriba.
¿Podría esta situación acelerar los cambios necesarios con respecto al cambio climático?
El reto del cambio climático no ha desaparecido por el coronavirus, claro está. La restructuración avanzará tanto mejor y eficientemente cuanto mejor se regule la producción y el consumo con arreglo al llamado principio “QCP, quien contamina, paga”. La aplicación de este principio se puede efectuar mediante la introducción de un impuesto sin objetivo recaudatorio (‘tasa Pigou’), como en Suecia, o a través de un mercado de derechos de emisión, como en la UE, pero con una cobertura total de la producción y el consumo. Entonces las empresas y los hogares tendrán un fuerte incentivo para que se efectúe una transición energética hacia una economía lo más descarbonizada posible: con innovación tecnológica y cambios de comportamiento.
¿Qué podemos aprender de esta cuarentena?
En lo médico, es vital que cada país tenga un sistema sanitario eficiente y eficaz junto con buenas condiciones para la investigación básica y aplicada en el área de la virología. En lo económico, es estimulante descubrir que las formas de producir y trabajar con productividad y de estudiar y formarse profesionalmente con calidad pueden ser distintas a las acostumbradas; el proceso de la digitalización lo facilitaría en gran medida.
https://www.ieemadrid.es/2020/04/15/juergen-b-donges-es-inexorable-y-urgente-proveer-de-liquidez-a-empresas-y-autonomos/
El 15 de diciembre de 2020, la Fundación Rafael del Pino organizó la
conferencia titulada “La economía de mercado, ¿en crisis post
Covid-19?”, impartida por Juergen B. Donges, catedrático emérito de
Economía de la Universidad de Colonia.
Según el profesor Donges, tenemos un problema de desafección a la
economía de mercado. Esta tiene una serie de pilares: iniciativa
individual, libre empresa, derecho de la propiedad privada, libertad de
contratación, libre movimiento de personas y capitales y competencia en
los mercados nacionales e internacionales.
El activismo monetario ha enraizado la creencia en papa Estado.
Sorprende que los ciudadanos acepten que los gobiernos restrinjan sus
derechos sin apenas control parlamentario, así como la fuerte
intromisión en la economía. Estamos ante una situación en la que la
disposición de los ciudadanos es pagar un precio nada desdeñable por el
control de la pandemia.
Esta situación no es nueva. Siempre que hemos tenido problemas
económicos graves ha aumentado la desafección a la economía de mercado,
como sucedió en la Gran Depresión, las dos crisis del petróleo y la Gran
Recesión.
Los males que aquejan a la sociedad en forma de paro, pobreza,
desahucios, desigualdad, daños medioambientales. Todo esto es atribuido
al sistema de libertades económicas. Estos problemas ya existían antes
de la pandemia y constituyen un reto permanente para los gobiernos, a
los que unos gobiernos responden mejor que otros. Desde determinados
círculos intelectuales, sindicales y políticos se pronuncian los
mensajes anti economía de mercado, para tratar de relegarla. Incluso el
Papa Francisco articula su escepticismo hacia la economía de mercado,
sin tener en cuenta cómo el peronismo ha empobrecido la economía
argentina.
Uno de los argumentos es que la pandemia exime a los responsables de los
problemas previos y que se necesita ayuda externa, a través de los
fondos europeos, para superar esos problemas. Los gobiernos no son
culpables de la gran embestida de la pandemia, pero no es casualidad que
las consecuencias sean más acentuadas en unos que en otros. Los países
más golpeados habían registrado ya antes unas debilidades estructurales
en la economía como baja productividad, persistencia de elevadas tasas
de paro, sistema educativo inapropiado, excesivo gasto público
estructural, administración ineficiente, instituciones endebles, un
tejido productivo anquilosado. De estas debilidades estructurales sí que
son responsables los gobiernos nacionales, al no haber aplicado las
políticas económicas necesarias. La pandemia lo ha puesto de manifiesto.
Italia es el ejemplo más llamativo, pero España no se libra de este
diagnóstico. El BCE ha señalado esto sin que los gobiernos afectados se
dieran por aludidos. Tampoco en España donde la agenda del gobierno
contempla la derogación de la reforma laboral a pesar de los buenos
resultados que ha dado en materia de creación de empleo.
Los defectos estructurales no se disiparan con dinero nacional o
europeo. Las ayudas públicas para satisfacer necesidades empresariales a
corto plazo pueden amortiguar el impacto del Covid, pero para que la
recuperación sea sostenible en el tiempo son necesarios todos los
ingredientes de la economía de mercado que impulsan la flexibilidad de
adaptación de empresas y familias a las circunstancias cambiantes,
incluidas la transición digital y la transición energética.
El estado no es el actor más adecuado para que la economía sea
eficiente. Todo lo contrario. Ningún funcionario tiene la capacidad de
predecir futuras tendencias económicas. Los sistemas de planificación
central son ilustrativos del tremendo fracaso colectivo de estos
postulados en términos de crecimiento económico bajo, paro elevado y
niveles de vida míseros, aparte de violar sistemáticamente los derechos
humanos. En áreas muy especializadas, como la industria armamentística o
la espacial pueden conseguir éxitos espectaculares, pero los ciudadanos
no demandan armas nucleares ni satélites artificiales.
China se libra de este diagnóstico por el cambio tras la muerte de Mao.
Su espectacular desarrollo en las últimas décadas pone de relieve todo
lo que se puede conseguir con un poco de libertad económica.
Con la desescalada empezó levemente la recuperación, con la economía de
mercado como marco de renacimiento. Para el año próximo, los organismos
internacionales marcan velocidades distintas entre países y sectores. El
crecimiento global podría situarse en torno al 5% y el comercio mundial
podría volver modestamente a la senda de la expansión gracias a que las
cadenas de valor empiezan a recomponerse. A la cabeza marcharía China,
con un ritmo de crecimiento por encima de la media mundial. Recuperaría
pronto los niveles de actividad previos a la pandemia.
A China le seguirían Estados Unidos, Alemania y Francia. En estos países
la epidemia no mejora como sería deseable, con lo que la recuperación
sería más lenta que la contracción previa y tardaría más en compensar
las pérdidas de producción de la primera mitad de 2020. En el furgón de
cola irían los países con más peso del sector terciario, en concreto el
turismo, que es donde más repercuten las medidas para evitar contagios.
Para España se prevé un crecimiento del 6% y el 7% del PIB. Parece
mucho, pero la base es un nivel de producción históricamente bajo y no
volvería a los niveles previos de PIB hasta 2023. La recuperación
mostraría un perfil tipo K, con sectores como la industria manufacturera
y las actividades digitalizadas avanzado a un ritmo moderado, y otras
actividades, como el turismo, quedando rezagadas. Estas previsiones
incluyen el impacto de los fondos europeos. El supuesto es que estos
fondos lleguen a tiempo y que se destinen a proyectos de inversión de
futuro, sólidos y generadores de PIB y empleo, lo cual no está
garantizado. Si el gobierno no presenta con credibilidad esos proyectos,
no debería recibir esa ayuda porque caería en saco roto. Los fondos se
utilizarían para tapar agujeros presupuestarios y financiar políticas
sociales sin efecto alguno sobre la competitividad y el crecimiento
potencial a medio plazo.
Los principales bancos centrales mantendrán su rumbo extremadamente
acomodaticio. Los gobiernos nacionales seguirán utilizando sus
herramientas fiscales para estimular la demanda. En Estados Unidos, esas
medidas son de mayor envergadura. España transmite a los mercados
mensajes desconcertantes, como la implantación de subidas de impuestos
en 2021 para grandes compañías y rentas altas, además de subir algunos
impuestos indirectos, introducir la tasa Google y la tasa Tobin, sin
reparar en el efecto disuasorio de esas medidas sobre las inversiones
empresariales, y con escaso impacto recaudatorio.
Las cosas pueden ir de mal a peor en todos los países si perdura la
actual segunda ola y hay un contagio que obligue a endurecer las
restricciones sobre la actividad. Eso ocurriría si se atrasa demasiado
la disponibilidad de vacunas efectivas para el Covid-19. Si eso sucede,
la confianza de los agentes caería, la recuperación no se afianzaría y
se tardarían años en recuperar los niveles de actividad previos a la
pandemia, al menos hasta 2026. Entonces, la reactivación tendría la
forma de una W o de L.
Si se cumplirán o no las previsiones, dependerá en gran medida del buen
funcionamiento de la economía de mercado, para lo que son irrenunciables
tres cosas: la globalización de la actividad económica, la
especialización en la producción de bienes y servicios con arreglo a las
ventajas comparativas de cada país y sector empresarial, y unas cadenas
de valor eficientes, repartidas multilateralmente y no solo con China
como epicentro, como ha sido hasta ahora. Es decir, urge un elevado
grado de apertura de las economías junto con el libre comercio y
libertad de movimiento de capitales y personas. Esto tiene dos
implicaciones: hay que contener el proteccionismo arancelario y no
arancelario. Con Biden posiblemente las cosas cambien, pero solo
posiblemente, porque Biden no es un anti proteccionista convencido, sino
que representa al Partido Demócrata, que tiende a intervención en la
economía, a los proteccionismos.
La segunda implicación se refiere al transito de las personas. Será
necesario fortalecer los controles sanitarios fronterizos. La cuestión
está en cómo hacerlo. Debería hacerse de forma transparente, coordinada
entre los países y en términos claros para los agentes económicos con el
fin de evitar distorsiones.
Como los shocks de oferta crearon escaseces de productos sensibles,
cunde ahora una nueva idea: la necesidad de recuperar el control
nacional sobre las cadenas globales de valor y, con ello, reducir la
dependencia excesiva de China y otros países. Esta idea la defiende el
gobierno francés junto con el gobierno alemán. Estos dos gobiernos
promulgan el objetivo de repatriar sectores considerados estratégicos,
lo que incluye la sanidad, cuyas actividades habían sido externalizadas a
países con costes laborales más bajos. También pretenden legislar las
cadenas globales de valor, exigiendo que en esos países se respeten unas
condiciones dignas de trabajo. Esto es un cinismo porque las economías
en desarrollo no tienen por qué compartir posturas sobre como regular
los mercados de trabajo.
La desconfianza de muchos políticos, sobre todo los de corte populista,
hacia las fuerzas de merado les impide valorar las consecuencia
negativas, como el aplanamiento de la curva de aprendizaje, lo que
mantiene elevados los costes de producción y de innovación tecnológica.
Esto también discrimina a los países emergentes y en desarrollo, que se
quieren integrar. Su exclusión de las cadenas de valor significa que
recibirán menos inversiones, menos tecnología.
En la economía de mercado no se producen tales contradicciones. Las
empresas deciden el modelo de producción internacional que consideren
rentable. Tal vez consideren conveniente cambiar la estructura de la
cadena de valor y reducir la dependencia de proveedores extranjeros. Lo
importante es no echar a perder los grandes efectos benéficos que genera
la división internacional del trabajo.
Un tema actualmente muy controvertido es si para encarrilar trayectorias
de crecimiento fuerte y constante en el tiempo habría que ampliar el
endeudamiento. La cuestión no es que la pandemia esté pasando factura a
las cuentas públicas, disparando los déficits y la deuda hasta niveles
históricos. La expectativa es que la recuperación ayudara a generar el
superávit primario que vaya reduciendo los niveles de deuda. Este no es
el problema. No estamos hablando de los déficits públicos actuales.
La cuestión de fondo que preocupa es la posibilidad de que la economía
de mercado sufra de forma secular una acumulación excesiva de capital
debido a que, con los elevados niveles de vida alcanzados y el
envejecimiento de la población, las personas tienden a aumentar el
ahorro, mientras que la demanda de capital permanece constante y se
incrementa al ritmo propio de los desarrollos tecnológicos. Además, está
el aumento del ahorro involuntario, y también un acusado incremento del
ahorro precaución de las familias, ante una situación excepcional de
riesgo laboral. Esto amplia la brecha entre oferta y demanda de capital.
Para cerrarla, sigue el argumento, se requiere un aumento permanente de
la deuda pública que aumente la demanda de capital y reduzca el
consumo. Es más, según estos analistas habría que eliminar la norma
constitucional que limita el uso del déficit estructural. Este es el
escenario en el que ahora estamos, que pone muy intentos a socialistas y
sindicalistas.
Este mensaje, sin embargo, no es lógico si lo miramos desde el punto de
vista de la eficiencia económica, porque hay que evaluar las
implicaciones en la realidad de una política así. Hay tres factores
fundamentales. Uno no hay un mecanismo eficaz que canalice la deuda
pública hacia una inversión eficiente. Dos, no hay garantía alguna de
que el tipo de interés real se mantenga por debajo de la tasa de
crecimiento de la economía, con independencia dela política monetaria.
Esto tendría que darse permanentemente para que el mayor endeudamiento
público sea sostenible en el tiempo y el estado no se vea sometido a
ataques especulativos. Lo normal es que el tipo de interés sea superior a
la tasa de crecimiento. Tres, el envejecimiento poblacional, que irá
produciendo el desahorro de las familias a largo plazo.
Ante esta situación, es conveniente priorizar el principio de la
estabilidad presupuestaria a medio y largo plazo, porque incentiva a los
inversores extranjeros a comprar deuda soberana y protege a futuras
generaciones de heredar hipotecas de deuda pública que reducen el margen
fiscal del gobernó para aplicar políticas anticíclicas y que obligan a
subir impuestos.
Lo que los agentes económicos necesitan ahora es certidumbre cara al
futuro. No la pueden recibir en cuanto a la evolución de la pandemia
porque todo depende de cuándo habrá una vacuna eficaz. Pero sí la pueden
obtener de la política económica. El modelo adecuado es la economía de
mercado, y no otro, no uno de mayor presencia del estado, que no ayuda a
nadie, y menos aún a los que buscan empleo. Sin la libertad empresarial
en un marco de competencia, no estaríamos asistiendo a la carrera
investigadora con la que las compañías farmacéuticas de todo el mundo
buscan vacunas eficaces contra el coronavirus. Esto se produce en una
economía de mercado.
https://frdelpino.es/video-frdelpino/la-economia-de-mercado-en-crisis-por-covid-19/
"Lo esencial era tener un plan y España no lo ha tenido"
Libros de Donges
https://www.marcialpons.es/autores/donges-juergen-b/1001282/
https://elpais.com/noticias/juergen-b-donges/
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