* "Sobre el conflicto entre ética económica y ética ecológica" Joaquim-Andreu Monzón Graupera (Metricas)

029 * "Sobre el conflicto entre ética económica y ética ecológica"

Joaquim-Andreu Monzón Graupera [1]
Universitat de Barcelona

1. CÓMO SE FIJAN LAS PRIORIDADES MUNDIALES

Todo sistema tiene límites que operan sucesivamente. Si se rompe el límite más exigente, queda otro que constriñe la acción y se manifiesta ya en primer plano.
Por tanto, un tipo de razonamiento lúcido de algún científico social sobre el problema del medio ambiente, durante los años de la guerra fría hubiese podido ser: "¿Para qué preocuparnos del medio ambiente, si la probabilidad de una hecatombe nuclear en base a la dispersión de ingenios atómicos de uso militar, reduce notablemente la esperanza matemática de vida de esta civilización? Como metáfora, las matrioskas rusas: Una muñeca grande, que contiene sucesivamente a otras muñecas más pequeñas, que no son importantes.
Obviamente, la aparente disminución del peligro de una guerra nuclear a principios de los años '90, provocada por el derrumbamiento del sistema comunista y la desmembración de la Unión Soviética, hizo que el limitador principal de la "esperanza matemática de vida de la Humanidad en la Tierra" volviera a estar dentro del combinado que forman la contaminación del medio y el agotamiento de los recursos no renovables.[2]
Todo experto en programación lineal sabe que el recurso más escaso es el que constriñe el nivel de logro de una función-objetivo; y por ello dicho recurso tiene el precio-sombra o coste de oportunidad más elevado comparativamente.
Contra más limitado va siendo este recurso, mayor resulta su precio-sombra y más apreciada es la obtención de una unidad marginal de aquél.
Los bienes naturales no renovables y un medio ambiente limpio, deberían ser considerados ahora los limitadores más importantes, aunque esta afirmación es consecuencia de la aplicación de un sistema de valores determinado. Siendo limitadores se convierten automáticamente en los objetivos para la minoría que reconoce y aprecia la existencia de este proceso.
2. SOBRE LA IRREVERSIBILIDAD ECOLÓGICA
No existe información fiable sobre la noción de irreversibilidad ecológica.
Sí existen umbrales y tipos de contaminación reversibles; y otros niveles y tipos que no son reversibles, cabría establecer una clasificación con tres categorías:

I) Procesos irreversibles de los que se ha traspasado el umbral, obrando esta información en algunos círculos del mundo científico e industrial, o desconociéndose realmente incluso por éstos;

II)  procesos irreversibles de los que aún no se ha traspasado el umbral;  y por último;

III) procesos reversibles, cuyo problema es conocer el umbral de coste  para lograr que tengan esta condición y conocer como evolucionará  en el tiempo si no se toman decisiones período a período.
No es posible saber de momento, qué "efecto inercia" procedente de la contaminación del pasado habrá de soportarse en el futuro y, adicionalmente, el grado de acumulabilidad de la contaminación que se va generando en momentos diferentes del tiempo.
Por lógica, parece que ha de haber una correlación directa entre la facilidad de acumulación y la condición de irreversibilidad de la contaminación (si un mayor porcentaje del flujo contaminante queda como stock, y no hay demasiadas vías para que este stock se degrade o vaya desapareciendo a su vez, debería estar claro que los coeficientes anuales de acumulación neta serán notables y, por tanto, cada vez más cerca del punto de no retorno ecológico, que, por supuesto, nadie conoce).
No se conocen -por tipos, si son analizables por separado- cuáles pueden ser las fronteras de irreversibilidad de la contaminación y degradación ambiental, en tiempo y cantidades; tampoco la duración posible de los recursos naturales a las tasas de extracción actuales.
Al respecto hay estimaciones diversas; pero, seguridad, ninguna. Si no se conocen ambos tipos de datos es que existe una incertidumbre casi total al respecto.
3. COMPARACIÓN ESQUEMÁTICA DE LA CONDUCTA DEL EMPRESARIO CON LA CONDUCTA COLECTIVA

Normalmente un empresario, ante una situación de incertidumbre extrema, se abstiene de actuar porque hay el peligro de que conduzca su patrimonio a la ruina, peligro del que desconoce el alcance y la probabilidad.
En cambio, la actuación de la humanidad ante el problema de la contaminación y la agotabilidad de los recursos es absolutamente diferente: La incertidumbre se constituye en cómodo justificante de un comportamiento perseverante en la misma dirección, que se ve reforzado por la inacción semejante del prójimo.
En una entrada anterior suponíamos que el sujeto no se daba cuenta de estar tensionando, junto con otros muchos, una cuerda invisible. Aquí lanzamos la hipótesis de que determinados actores económicos es probable de que sí sean conscientes (pero a la vez, que les importe muy poco).
La compatibilización de esta consciencia con una actuación que no hace nada por conciliarse con ella, aventuramos que se produce porque la sensación de responsabilidad o culpa no existe, cuando ésta se puede compartir con millones de personas desconocidas. 
4. UNA PREGUNTA LACERANTE, EL QUID DE LA CUESTIÓN
Ante el problema ecológico nos preguntamos: si el resultado preferible según un criterio racional de tipo económico es diferente que el preferible sobre la base de un criterio de tipo ético: ¿no sería adecuado subordinar la economía a la ética[3] para que pudieran coincidir los resultados de ambas racionalidades?
La justificación podría residir en la existencia de incertidumbre ambiental, que es más bien "ignorancia", cuarta posibilidad que algunos teóricos de la decisión suman a las otras tres que normalmente se manejan (certeza, riesgo, incertidumbre) porque no sólo no se conocen las probabilidades, sino que tampoco se conocen los estados de la naturaleza futuros, caso de que la degradación del medio y el agotamiento de los recursos continúe avanzando implacablemente.
Entendemos que la subordinación de la economía a la (nueva) ética (ecológica) habría de identificarse con el siguiente vector, de mayor a menor jerarquía: 

I. Ética    II. Política    III. Derecho    IV. Economía     V.Tecnología
Pero, ¿cómo lograr este encadenamiento dentro de un sistema económico de tipo productivista y adquisitivo, que, prácticamente por definición no puede permanecer estático y cuyo criterio preferente para juzgar el éxito nacional, es el grado de crecimiento económico; y el criterio para valorar el éxito personal es el grado de riqueza exhibida opulentamente?
5. O TODOS O... NINGUNO
Resulta muy difícil que se arbitre el principio de adaptación neoclásico al imperativo ecológico consistente en la determinación e internalización de los costes sociales del deterioro ambiental (P.P.P.) [Quien contamina, paga, Poulueur Pourtant Payeur] en una estructura económica internacional como la presente -a pesar de los esfuerzos de la O.C.D.E.- puesto que, si un país lo aplicara en forma pionera (no en un sentido simbólico o retórico... sino de verdad) la competitividad de sus productos y servicios se reduciría con relación a los de competidores extranjeros (ALBERT[4]).
Mediante fijación de homologaciones técnicas a superar, se pueden exigir los estándares más estrictos a los bienes extranjeros importados[5]; el problema radica en las exportaciones que no puedan diferenciarse de la producción interna y son, por ello, más limpias pero menos competitivas que las producciones de terceros países.
Ante este peligro de ineficacia económica, se corre el riesgo de que cada país repita la técnica que la experiencia indica que aplica cada individuo, es decir, esperar a que sean los demás, los que den el primer paso. O si se quiere, se puede expresar al revés, con ALBERT: "No puede, pues, haber más decisión válida que en el plano internacional."
6. LAS MÉTRICAS FÍSICAS HAN POSTERGADO A LAS ECONÓMICAS

Tal como se habrá observado, cada vez es más frecuente que se intente frenar la problemática de los niveles de contaminación a base de la negociación y aplicación de acuerdos en el seno de las Conferencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas, sobre la base de indicadores físicos que determinan, para un territorio dado, los niveles máximos admisibles de emisión por unidad de tiempo de los diversos contaminantes, como el CO2 y los gases clorofluorocarbonados (CFC).
Estos niveles de emisión máximos producirían límites dentro de cada Estado que si se cumplieran, habrían de ser respetados a base del estudio y puesta en práctica de cuantiosas inversiones orientadas a las prácticas de anticontaminación, así como la promulgación de medidas fiscales y la concesión de subvenciones a las diversas industrias y particulares, según cual fuese su papel en el agravamiento o en la solución de la cuestión medioambiental.
Obsérvese que, planteado un objetivo en términos de restricción física, el problema consiste en determinar qué procedimientos técnicos se ponen en funcionamiento para lograrlo; procedimientos que tienen unos costes y han de lograr una financiación.
Si se sigue esta vía, la aportación de la Economía va a resultar secundaria, pues se ocupará de evaluar únicamente los instrumentos y ni siquiera se habrán expresado los objetivos en términos económicos.

La economía será una molesta restricción a evitar o a soportar, más que un motor de mejora en favor de la salud y pervivencia humanas.
7. DE OBJETIVOS Y DE MEDIOS

A causa de una primera reacción como economistas, nosotros preferiríamos que los objetivos de mejora del medio ambiente se expresaran por medio de un porcentaje del P.I.B. de cada país que debería dedicarse a inversiones y gastos en dispositivos anticontaminación, según una valoración previa del programa más eficiente posible para reducir el alcance de la degradación del medio.
En otras palabras: como economistas preferiríamos que fuesen los objetivos -y no los medios- los que se expusieran en términos económicos, y que no fuera cierto que la ciencia económica de momento no tiene demasiado que decir al respecto.
Y ahora un somero “baño”; el de la realidad. Los objetivos en los principales foros mundiales se debaten desde hace más de 20 años en términos de máximos físicos de contaminación admisible (objetivos-restricción básicos) y se supone que su logro debe confiarse a un dispendio indeterminado de gastos, suficiente para cumplir dichos objetivos-límite. Por supuesto, los límites acordados se han incumplido una y otra vez.
El problema básico es de intereses y subyace tras el lenguaje: Los que abogan en favor del medio, piensan sólo en términos cuantitativos de tipo físico, químico y biológico; por el contrario, el economista -mejor dicho, la sociedad, los políticos, el sistema de poder empresarial etc., y con ellos, el economista standard- de momento no está -no están- dispuestos a discutir objetivos económicamente indeterminados.
8. NO SE CONOCEN LOS COSTES NECESARIOS
Y están indeterminados los objetivos económicos ligados a la prevención y mejora del medio ambiente, puesto que, según lo deducido de la información disponible, no se conoce la curva que pudiera relacionar, para cada tipo de contaminante, los niveles de gasto económico que podrían dotarse y las reducciones de la contaminación esperables mediante los respectivos niveles de gasto; es decir, no se conoce la elasticidad/gasto del estado del medio ambiente.
Y ello por cuatro razones, como mínimo:
a) No existe experiencia de determinación empírica mediante la experimentación adecuada de varios niveles de gasto anticontaminación, para observar cómo se comporta la sensibilidad de cada polución específica ante el gasto económico. Lo único que se conoce es que "Obstáculos tanto tecnológicos como económicos impiden que la contaminación sea eliminada por completo. Desde el punto de vista económico, el costo del control de la contaminación se eleva, a medida que se elevan las normas de emisión"[6]; es decir, la exigencia de limpieza.
b) En segundo lugar, los problemas ambientales no conocen de fronteras políticas; por tanto, ya empiezan a desbordar las áreas geográficas concretas, aparentemente controlables a título de sistema cerrado, como se ha demostrado con el fenómeno de las lluvias ácidas, cuya actualidad quedó sepultada a principios de los ‘90 por el problema del cambio climático, el primero de tipo ecológico que es verdaderamente global.
c) En tercer término, debe advertirse que no existe experiencia sobre las sinergias multiplicativas provocadas por la combinación de los diferentes polucionantes en un lugar y momento dados, y:
d) En cuarto lugar, todavía menos se conoce el efecto dinámico en el tiempo, de la acumulación de contaminación producida hasta el momento t, aunque desde dicho momento se dejara de añadir cualquier tipo de contaminante a la atmósfera, agua o suelo.
9. A MODO DE CONCLUSIÓN

Nuestra opinión es que si se hubiesen destinado mayores porcentajes del P.I.B. de cada país, desde que el problema ecológico empezó a detectarse seriamente a principios de los años setenta, ahora no sería necesario puentear a la economía para ir directamente al intento de frenar la degradación por medio del establecimiento de cuotas máximas de tipo físico-cuantitativo.
¿Ceguera de la corriente intelectual central (la economía neoclásica) ante el contundente cambio de paradigma que obligaba claramente a considerar estas nuevas problemáticas, tan importantes? Tal vez.

NOTAS
[1]  La base de estas reflexiones se publicó en los argumentos y conclusiones de nuestra Tesis: “Una revisión crítica de los factores condicionantes del comportamiento energético empresarial, previo y posterior a las crisis de 1973 y 1979-80”, consultable en: http://tdx.cat/handle/10803/1487. La presente entrada 029. es complementaria a las entradas del blog numeradas como: 017., 021., 024., 025. y 026.
[2] En 2001, 13 años después de la caída del régimen comunista de la Unión Soviética, se produjo otra explosión de enemistad, aparentemente sorpresiva: Los hechos de 11 de septiembre de 2001 asociados a la aparente ineficiencia de los servicios correspondientes y el encuentro con un nuevo y formidable enemigo político y militar al que hacer frente, marcó una nueva época, que volvió a sacar al ecologismo y a las actividades de conservación de la energía, del centro de interés que había demostrado hasta 2001. Estados Unidos es un país que está mucho más cómodo luchando contra enemigos políticos que sean Estados (recuérdese "el Eje del Mal” de George Bush Jr.) que contra conceptos nuevos e inquietantes que puedan comprometer las bases de su estilo y sistema de vida. Recuérdense las espectaculares e ineficaces actividades en pro de un ecologismo “de salón”, a cargo de Al Gore, Vicepresidente de Estados Unidos con Bill Clinton, que se suponía que iban a llevar en volandas a Gore a la Presidencia de Estados Unidos. Las propuestas de Gore cayeron en rápido olvido; simplemente atacaban a la corriente central del pensamiento del americano medio, aparte de que sonaba a "poco sincera" su copernicana conversión.
[3] En nuestro escrito original hablábamos de “resubordinar” la economía á la ética; por hipótesis suponíamos que en algún momento la economía había estado subordinada a la ética. Probablemente sucedió otra cosa: la subordinación de la economía a la moral (cristiana) que es la traslación de los principios éticos a criterios religiosos normativistas. Dicha subordinación estuvo vigente en sociedades antiguas muy concretas, hasta que la secularización de la Sociedad hizo que la moral religiosa no quedara sustituida de nuevo por la ética, sino... por la economía.
[4]ALBERT, M.: El obstáculo nacionalista. En: GALBRAITH, J.K.: La crisis de las sociedades industriales. Ed. Zero. Algorta. 1.972. Pg. 53.
[5]Por ejemplo, K. PAVITT se refiere a una nota del IDS Bulletin de la Universidad de Sussex, en la que se citan las restricciones a la importación de bienes procedentes de los países pobres con "medio ambiente barato". "En 1969, las industrias de la pesca de atún de Perú y Filipinas han recibido fuertes golpes asestados por la revisión de las normas oficiales de Estados Unidos sobre el contenido de mercurio en los atunes." Ver: FREEMAN, C., COLE, H. ET ALIA: L'Anti Malthus. Une critique de "Halte á la croissance". Ed. du Seuil. París. 1.974. Pg. 261.
[6]MEADOWS, D.L. (DIRECTOR) ET ALIA: Los límites del crecimiento. Fondo de Cultura Económica. México. 2ª Ed. 2ª Reimpr. 1.975. Pg. 167.

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