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La reciente escalada de la inflación ha generado un intenso debate sobre si los tramos del IRPF deben “deflactarse”, es decir, ajustarse con la inflación. Los partidos de la oposición argumentan que no hacerlo es equivalente a una subida de impuestos encubierta. Desde el Gobierno defienden que este ajuste no es conveniente en estos momentos porque beneficiaría especialmente a las rentas más altas y potenciaría, aún más, la inflación. Este es uno de esos debates económicos en los que ambos lados llevan parte de razón, pero la refriega política hace que se torturen los argumentos (y los datos), haciendo el debate más confuso y polarizado. En esta entrada trataré de explicar cuáles serían las consecuencias de deflactar los tramos del IRPF, las distintas formas de hacerlo y las ventajas e inconvenientes de cada opción. Por adelantarles la conclusión si van con prisa: deflactar es necesario a largo plazo, pero a corto plazo se puede hacer de varias maneras y hay que elegir bien el momento por los efectos que puede tener sobre la estabilidad presupuestaria y la inflación.

El origen de este debate es bien conocido: cuando suben los precios, los consumidores pierden poder adquisitivo a no ser que su renta nominal se incremente. Dado que el IRPF tiene una escala progresiva, aquellos contribuyentes cuya renta nominal crece terminarán soportando un tipo impositivo medio más alto (bien porque saltan a un tramo superior del impuesto, o simplemente porque una mayor parte de su renta se grava a un tipo más alto). Esto se llama “progresividad en frío”: un aumento del tipo impositivo medio sin que se haya producido una subida de la renta en términos reales. Las preguntas clave son: ¿deberían ajustarse los tramos con la inflación para evitar la progresividad en frío? ¿Debería este ajuste basarse en la tasa de crecimiento de la renta, o en la tasa de crecimiento de los precios (es decir, la inflación)?

Un ejemplo sencillo

Para analizar los efectos de las distintas opciones, es útil considerar un ejemplo sencillo. Supongamos que la tarifa progresiva del IRPF es la que se describe en las dos primeras columnas de esta tabla:

Con esta tarifa progresiva, una persona con una renta de €20.000 paga €1.000 en impuestos y su tipo medio (impuestos sobre renta total) es del 5%. Supongamos que durante el año en curso la inflación es del 10%. Es interesante analizar varios escenarios que se pueden dar en el año siguiente: la renta del contribuyente podría (a) mantenerse igual, (b) crecer un 5% o (c) crecer un 10% (lo mismo que los precios). Por otro lado, el Gobierno podría (i) no actualizar los tramos del impuesto, (ii) actualizarlos con la tasa de crecimiento de la renta (asumamos que crece un 5%) o (iii) actualizarlos con la inflación (10%).

Esta combinación de tres valores de renta y tres escalas del impuesto da lugar a nueve escenarios posibles, que se reflejan en la segunda tabla. Para cada escenario, calculo los impuestos que pagaría el contribuyente (T), su tipo impositivo medio (TM) y la renta disponible después de impuestos (Yd).

En esta tabla observamos varios hechos interesantes:

1. Si la renta no cambia y los tramos del impuesto no se deflactan, el tipo medio se mantiene igual que en la situación inicial (5%) y la renta disponible también. Sin embargo, el contribuyente ha perdido poder adquisitivo porque ahora puede comprar menos bienes con la misma renta nominal.

2. Si la renta aumenta pero los tramos del impuesto no se deflactan (o se deflactan por debajo de la inflación), el tipo medio sube. El contribuyente pierde poder adquisitivo incluso cuando su renta crece un 10%, porque para mantener el poder adquisitivo necesitaría alcanzar una renta de disponible de €20.900 ().

3. Si los tramos se deflactan según el crecimiento medio de la renta (5%), se elimina la progresividad en frío hasta cierto punto: el contribuyente promedio--cuya renta crece lo mismo que la media--sigue soportando un tipo medio del 5% como el año anterior. Sin embargo, su renta disponible cae en términos reales. Los contribuyentes cuya renta crece por encima de la media soportarán un tipo medio más alto.

4. Si los tramos se deflactan según la inflación, aquellos cuya renta haya crecido menos del 10% se benefician de un tipo medio más bajo, aunque pierden poder adquisitivo. Solo aquellos cuya renta crece lo mismo que los precios mantienen el mismo tipo medio. Aunque pagan más impuestos que antes (€1.100 vs. €1.000), mantienen su poder adquisitivo.

Por lo tanto, deflactar los tramos del impuesto según el crecimiento medio de la renta evita parcialmente la progresividad en frío tal como la he definido al principio. Sin embargo, para que los contribuyentes mantengan el poder adquisitivo (después de impuestos) intacto en términos reales, sería necesario deflactar los tramos de acuerdo con la inflación.

 

¿Qué se hace en otros países avanzados? ¿Y qué opinan los expertos?

Una muestra de que no hay consenso sobre esta cuestión es la variedad de enfoques entre distintos países: en Estados Unidos se deflacta el impuesto anualmente con la inflación desde los años ’80. En la Unión Europea, algo menos de la mitad de países deflactan los tramos de manera automática con la inflación (incluídos Francia y los países nórdicos), aunque Alemania lo hace cada dos años. En España no se hace regularmente (excepto en Navarra y el País Vasco), pero en la práctica las sucesivas reformas del IRPF a lo largo de los años han ido ajustando los tramos del impuesto a la inflación acumulada.

Sin haber hecho una encuesta científica, creo que existe un consenso bastante amplio entre los economistas a favor de deflactar los tramos del IRPF de manera regular (anualmente o cada cierto número de años). En lo que no hay consenso es en el índice de referencia que debería utilizarse. Como ejemplo de este desacuerdo, véase esta intercambio entre economistas en Twitter, que en parte me motivó a escribir esta entrada.

La elección entre deflactar por el crecimiento de la renta o por la inflación puede tener efectos relevantes en el largo plazo según lo que suceda con la productividad. Si asumimos que los salarios reales son estables a lo largo del ciclo, entonces ambos métodos ofrecerán resultados idénticos a largo plazo. Pero si la productividad aumenta a lo largo del tiempo y eso se refleja en los salarios reales, entonces deflactar usando la inflación haría que la presión fiscal aumente más rápido que si se deflacta con el crecimiento de la renta. Esto se debe a que, a diferencia del contexto actual, las rentas estarían creciendo más rápido que los precios. Por último, como la inflación tiende a ser más volátil que las rentas, deflactar anualmente con el IPC introduciría cambios más abruptos a corto plazo en los tramos del impuesto.

 

Efectos sobre la Inflación, la Estabilidad Presupuestaria y la Distribución de la Renta

Naturalmente, para definir la política óptima no solo debemos tener en cuenta los efectos de esta medida sobre la progresividad y el poder adquisitivo. También son relevantes los impactos sobre la inflación y la estabilidad presupuestaria. Estas dos dimensiones hacen el debate más complejo, especialmente en el momento actual: deflactar los tramos del impuesto cuando la inflación es muy alta generaría un estímulo a la demanda que a su vez causaría más inflación. En este sentido, un IRPF sin deflactar podría actuar como un “estabilizador automático” de la inflación. Por otro lado, la pérdida de ingresos tributarios resultante de deflactar los tramos perjudicaría la estabilidad presupuestaria cuando tenemos un déficit fiscal estructural (aproximadamente 4% del PIB) y una deuda pública (118% del PIB) en niveles históricamente altos.

Por último, debemos considerar los efectos distributivos de esta medida. A causa de la progresividad del impuesto, las rentas más altas se benefician más (en términos nominales) de una deflactación. Siguiendo con el ejemplo anterior, una persona con una renta de €30.000 pagaría €3.000 si el impuesto no se deflacta y solo €2.700 con la deflactación. Un ahorro de €300 comparado con los €100 de ahorro para el que gana €20.000. En la práctica, dado que la escala del IRPF es mucho más progresiva que la del ejemplo y la renta está distribuida de forma más desigual, estas diferencias en euros pueden ser mucho más grandes. Y, naturalmente, aquellos contribuyentes cuya renta está por debajo del mínimo exento (€10.000 en mi ejemplo y €14.000 en el IRPF actual), no se beneficiarían de ningún tipo de deflactación porque no pagan el impuesto. En esta parte de la distribución, cualquier rebaja del IRPF es regresiva, porque beneficia más a los que ganan más de €14.000 que a los que ganan menos de esa cantidad.

A modo de conclusión: hay argumentos sólidos para defender que los tramos del IRPF se deflacten regularmente, y hacerlo en función del crecimiento de la renta tiene algunas ventajas sobre hacerlo con la inflación. Sin embargo, en la coyuntura económica actual esta medida podría tener efectos negativos sobre nuestra economía, descritos en el párrafo anterior. Se trata, por lo tanto, de una decisión en la que se deben considerar varios pros y contras, que espero hayan quedado más claros con esta entrada.