La simple economía del pánico: el Premio Nobel 2022 en perspectiva Paul K

 

The simple economics of panic: The 2022 Nobel Prize in perspective

 El Premio Nobel de Ciencias Económicas de 2022 fue concedido a Ben Bernanke y a Douglas Diamond y Philip Dybvig, en gran parte en honor a los trabajos que publicaron en 1983. Esta columna aborda las críticas de que Diamond y Dybvig no hicieron nada más que formalizar matemáticamente algo que todo el mundo ya sabía, o debería haber sabido, y que Bernanke fue recompensado menos por su investigación que por su posterior papel como responsable político.


El Premio Nobel de Economía de 2022 recayó en Ben Bernanke, un nombre muy conocido, y en Douglas Diamond y Philip Dybvig, que eran en gran medida desconocidos para el público pero inmensamente influyentes dentro de la profesión. Pocos economistas predijeron la crisis financiera de 2008, pero cuando ocurrió, a pocos les pareció desconcertante; en los días posteriores a la caída de Lehman, se podía encontrar a los economistas recorriendo los pasillos de sus departamentos, murmurando "Diamond-Dybvig, Diamond-Dybvig".


El premio de este año era, en cierto modo, inusual. Los premios Nobel de las ciencias duras suelen concederse por un trabajo de investigación importante; los de economía suelen ser más bien premios a toda una vida. Esta vez, sin embargo, el premio honró en gran medida un trabajo seminal, "Bank Runs, Deposit Insurance, and Liquidity" de Diamond y Dybvig de 1983, junto con el trabajo de Bernanke del mismo año, "Nonmonetary Effects of the Financial Crisis in the Propagation of the Great Depression".


El premio también ha generado cierta controversia, en dos frentes. Los economistas heterodoxos y los historiadores han argumentado que Diamond y Dybvig no hicieron más que formalizar matemáticamente algo que todo el mundo ya sabía, o debería haber sabido. Al mismo tiempo, se han planteado algunas preguntas sobre si Bernanke fue recompensado menos por su investigación que por su posterior papel como responsable de la política económica.


Sobre la primera cuestión, argumentaré que los críticos están equivocados, no sólo porque la formalización importa, sino porque Diamond-Dybvig ofreció un mensaje bastante diferente al de escritores más discursivos como Hyman Minsky y Charles Kindleberger. La segunda crítica, como explicaré, plantea cuestiones más sutiles sobre el papel de los economistas que se convierten en servidores públicos.


Empecemos por lo que hicieron Diamond y Dybvig.

El modelo Diamond-Dybvig


Diamond y Dybvig (1983) es un trabajo relativamente corto y bastante sencillo en comparación con muchos trabajos de teoría económica. De hecho, podría decirse que es un artículo demasiado simple para ser publicado hoy en día. ¿Dónde están los análisis de sensibilidad, los cálculos numéricos, etc.? Pero proporciona un análisis revelador tanto de la banca como de las corridas bancarias, con amplias implicaciones para aquellos que capten su mensaje.


El análisis de Diamond-Dybvig parte de la idea de una compensación - una compensación real, no algo meramente financiero - entre la liquidez y la rentabilidad. Los individuos saben que pueden enfrentarse a necesidades imprevisibles de poder adquisitivo actual, por ejemplo, debido a emergencias sanitarias; sin embargo, el capital productivo es a menudo difícil o imposible de vender a corto plazo. En ausencia de intermediarios financieros, el deseo de liquidez impondría costes reales, porque una parte importante de los ahorros tendría que dedicarse a inversiones líquidas con bajo rendimiento.


Los intermediarios financieros -llámense bancos, aunque no tienen por qué parecerse a los bancos convencionales- pueden resolver este problema vendiendo pasivos líquidos (depósitos bancarios, o algo parecido a los depósitos bancarios) que pueden convertirse en efectivo con poca antelación, mientras invierten sobre todo en activos ilíquidos pero de alta rentabilidad. Esto suele funcionar porque la necesidad de efectivo, aunque impredecible a nivel individual, es mucho más predecible en conjunto, de modo que una cantidad modesta de inversión líquida -reservas bancarias o su equivalente- es suficiente para satisfacer las demandas normales.


Desgraciadamente, como señalaron Diamond y Dybvig, un sistema en el que los intermediarios financieros toman prestado líquido pero invierten ilíquido tiende a tener múltiples equilibrios. Si todo el mundo espera que el sistema funcione, lo hace. Pero si la gente llega a esperar que otras personas retiren fondos en masa, se apresurarán a retirar también sus propios fondos, rompiendo los bancos que no pueden liquidar fácilmente sus inversiones.


La posibilidad de un mal equilibrio crea un papel para la política pública. Los gobiernos y las entidades cuasi-gubernamentales, como los bancos centrales, pueden evitar los pánicos autocumplidos actuando como prestamistas de última instancia, asegurando los depósitos bancarios, etc.


Así pues, Diamond-Dybvig demostró, en un modelo minimalista, que la banca es una actividad productiva, pero que también crea un riesgo sistémico a menos que esté respaldada por una red de seguridad pública. Y de esta idea se derivan muchas otras cosas.

Lo que nos dice el modelo


A pesar de su simplicidad, Diamond-Dybvig tiene implicaciones extraordinariamente amplias tanto para el análisis económico como para la política económica. Podría decirse que la falta de comprensión de estas implicaciones a lo largo de las décadas de 1990 y 2000 contribuyó a preparar el terreno para la crisis financiera de 2008; pero la rápida, aunque tardía, apreciación de estas implicaciones por parte de los responsables políticos, Bernanke entre ellos, ayudó al mundo a evitar una repetición de la Gran Depresión.

En primer lugar, Diamond-Dybvig deja claro que un intermediario financiero no tiene por qué ser un banco en un sentido legal o convencional -no necesita ser una institución de depósito- para estar sujeto a la posibilidad de corridas bancarias de facto. Cualquier agente financiero con pasivos líquidos pero con activos ilíquidos se encuentra en la posición de servir una función económica útil pero planteando el riesgo de un pánico autocumplido.

Aprendimos esta lección por la vía difícil en 2007-08. Los economistas se mostraban generalmente optimistas sobre los riesgos financieros, porque creían - correctamente - que las instituciones de depósito estaban protegidas por una red de seguridad adecuada. De hecho, apenas se produjeron retiradas de fondos en las instituciones cubiertas por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC). Sin embargo, se produjeron retiradas de fondos del mercado monetario, bancos de inversión que emitían reposiciones y otros "bancos en la sombra", es decir, instituciones que eran bancos en el sentido de Diamond-Dybvig, pero que no contaban con un seguro de depósitos ni tenían acceso tradicional a los préstamos de la Reserva Federal.

En relación con esto, Diamond-Dybvig deja claro que la razón por la que las corridas bancarias perjudican a la economía no es, como mucha gente ha supuesto, que reduzcan el multiplicador del dinero y, por tanto, la oferta monetaria. De hecho, el modelo de Diamond-Dybvig no es explícitamente monetario en absoluto; la pérdida de una corrida bancaria proviene de la destrucción de riqueza real. Y la desconexión entre su análisis y la preocupación por los agregados monetarios queda aún más clara cuando se piensa en la crisis de 2008, que afectó en gran medida a los bancos en la sombra, cuyos pasivos, a diferencia de los depósitos de los bancos convencionales, no se contabilizan en la oferta monetaria.

Por último, Diamond-Dybvig aboga por la regulación financiera, no sólo para las instituciones de depósito, sino para todos los intermediarios financieros que participan en la transformación de la liquidez. Todas estas instituciones necesitan tener acceso a algún tipo de red de seguridad para evitar el pánico autocumplido; pero la provisión de una red de seguridad crea un riesgo moral, por lo que debe ir acompañada de regulaciones diseñadas para limitar la explotación de este riesgo moral. Esto puede ser un problema complicado en la práctica: ¿Cómo saber qué instituciones requieren regulación? La Ley Dodd-Frank de Estados Unidos, introducida tras la crisis de 2008, regula las instituciones "sistémicamente importantes", pero ¿cómo se identifican dichas instituciones? Básicamente se basa en una prueba de pornografía: uno (o más bien un comité de funcionarios del gobierno) lo reconoce cuando lo ve. Pero en cualquier caso, Diamond-Dybvig proporciona la justificación intelectual.

Pero, ¿hacía falta un modelo formal estilizado para ofrecer estas ideas?
¿Estaba todo en Minsky?

El Nobel de 2022 se ha enfrentado a algunas duras críticas, especialmente por parte del historiador Adam Tooze, que atacó el premio como una especie de encubrimiento del fracaso de los economistas de la corriente principal "para tomar en serio a los pensadores que se enfrentan a la importancia esencial de las finanzas y sus peligros para el mundo moderno de frente", como Hyman Minsky y Charles Kindleberger (Tooze 2022).

¿Es justa esta acusación?

Obviamente, Diamond y Dybvig no descubrieron las corridas bancarias, ni su naturaleza autocumplida. De hecho, se podría considerar su análisis como una formalización del tema central del libro de Walter Bagehot de 1873, Lombard Street. Pero la formalización desempeña un papel importante en la economía, ya que ayuda a identificar los puntos esenciales en exposiciones más discursivas, que a menudo pueden parecer -y con demasiada frecuencia lo son- ensalada de palabras sin implicaciones claras.

En cuanto a Minsky y Kindleberger, revisar su trabajo es darse cuenta de que estaban haciendo algo muy diferente a Diamond-Dybvig.

La hipótesis de la "inestabilidad financiera" de Minsky, adoptada por Kindleberger en ediciones posteriores de su obra Manias, Panics, and Crashes, contaba una historia de ciclos maníaco-depresivos en el comportamiento financiero. Una época de estabilidad financiera engendra un exceso de confianza, luego una exuberancia irracional, que lleva a un aumento del apalancamiento y, finalmente, a una caída; entonces el ciclo vuelve a empezar.

Sin embargo, Diamond y Dybvig demostraron que las corridas bancarias destructivas pueden producirse incluso en un sistema financiero fundamentalmente sólido; no tienen por qué ser el resultado de la locura del pasado y del exceso de apalancamiento. Y la respuesta política debería centrarse más en contener los riesgos de pánico que en prevenir los excesos financieros.

Hay un fuerte paralelismo aquí con la teoría del ciclo económico antes y después de Keynes. Los analistas prekeynesianos -muchos de ellos resumidos en Haberler (1937)- se preguntaban "¿Por qué tenemos auges y caídas?", y ofrecían historias de periodos alternados de exuberancia y miedo, no muy diferentes del relato de Minsky. Siendo la naturaleza humana lo que es, estos analistas tendían a la prurito, prodigando el tiempo en los excesos del auge más que en la cuestión de por qué tales excesos debían conducir no sólo al despilfarro, sino al desempleo masivo.

Keynes, sin embargo, dedicó gran parte, aunque no toda, la Teoría General a abordar una cuestión muy diferente: "¿Cómo puede una economía permanecer deprimida durante largos períodos?" Esto puso el énfasis en la depresión en sí misma, no en los excesos que pueden o no haberla precedido.

No en vano, el enfoque de Keynes proporcionó una orientación política mucho más útil. Los teóricos prekeynesianos se preguntaban qué había que hacer con la Gran Depresión, ofrecían pocas propuestas claras y a menudo se oponían a los estímulos monetarios y fiscales por temor a que fomentaran más excesos. Los keynesianos dijeron, en efecto, "aprieta este botón", es decir, proporciona estímulo. Y tenían razón.

Del mismo modo, la hipótesis de la inestabilidad financiera puede ayudar a dar sentido a la historia y servir como un útil correctivo a la complacencia, pero no ofrece mucha orientación sobre lo que debemos hacer. Diamond-Dybvig, con su claro argumento a favor de las redes de seguridad financiera y la regulación financiera, es, a pesar de lo abstracto de su modelo, más práctico que los extensos debates verbales y los diagramas de flujo que muestran muchas flechas que conectan muchas cajas.

Así pues, las críticas que describen a Diamond-Dybvig como un mero ejercicio matemático sobre lo que todo el mundo ya sabía, y el premio de este año como un anuncio de las debilidades de los economistas, no de sus puntos fuertes, se equivocan en varios aspectos. Diamond-Dybvig fue una contribución importante que cambió la forma en que todo el mundo pensaba en las finanzas.
¿Y Bernanke?

El documento de Ben Bernanke de 1983 sobre los efectos macroeconómicos de la crisis financiera fue una pieza importante de investigación. Si me disculpan la metáfora, puso carne empírica en los huesos del modelo Diamond-Dybvig. Proporcionó un poderoso, aunque implícito, rechazo de la afirmación de Friedman-Schwarz (1963) de que las fuerzas monetarias causaron la Depresión. En resumen, era un artículo importante.

Pero, ¿importó de la misma manera que Diamond-Dybvig? Los premios Nobel de economía se conceden, en su mayor parte, a trabajos que cambian radicalmente nuestra comprensión: artículos y libros que, una vez leídos, cambian permanentemente la forma de pensar sobre el mundo. Diamond y Dybvig cumplen claramente ese requisito. No es obvio que el trabajo de Bernanke, por excelente que sea, haya superado ese listón. Por lo tanto, es comprensible la sospecha de que Bernanke fue recompensado en cierta medida por su papel heroico como responsable de la política en contraposición a su investigación académica.

Por otra parte, Bernanke fue un importante investigador antes de pasar a la Reserva Federal, haciendo más que nadie para incorporar el papel de las finanzas en la macroeconomía. Así que no es que darle el Nobel sea en absoluto absurdo o indefendible.

Y definitivamente no queremos caer en la trampa de devaluar la investigación académica a posteriori porque los investigadores en cuestión tuvieron segundos actos en sus vidas, pasando a la formulación de políticas, a la política o, sí, al periodismo. El trabajo debe ser juzgado por sus propios méritos, no por lo que su autor hizo después.

Así que añadir a Bernanke al premio fue un poco extraño, pero, como dije, defendible.
Un premio para nuestro tiempo

Lo que más llama la atención del Nobel de 2022 es su relevancia, a pesar de que los artículos fundamentales en los que se basa el premio se publicaron hace casi 30 años. Los pánicos financieros han desempeñado un enorme papel en la economía del siglo XXI, y no sólo en 2008. La crisis de la zona euro de 2011-12 parece tener fuertes elementos de pánico autocumplido; lo mismo ocurrió con la reciente agitación en el mercado de bonos de Gran Bretaña. Ninguna de estas crisis se ajusta exactamente a los análisis de Diamond-Dybvig-Bernanke, pero en cada caso nuestra comprensión de lo que estaba sucediendo estaba muy moldeada por lo que podríamos llamar un marco mental de Diamond-Dybvig-Bernanke.

Así que este fue un Nobel importante y bien justificado. Que nadie les diga lo contrario.



The 2022 Nobel Memorial Prize in Economic Sciences went to Ben Bernanke and Douglas Diamond and Philip Dybvig, largely in honour of papers they published in 1983. This column addresses criticisms that Diamond and Dybvig did nothing but mathematically formalise something everyone already knew, or should have known, and that Bernanke was rewarded less for his research than for his later role as a policymaker.

The 2022 Nobel Memorial Prize in Economic Sciences went to Ben Bernanke, a household name, and Douglas Diamond and Philip Dybvig, who were largely unknown to the public but immensely influential within the profession. Few economists predicted the 2008 financial crisis, but when it happened, few found it baffling; in the days after the fall of Lehman, economists could in effect be found roaming the halls of their departments, muttering “Diamond-Dybvig, Diamond-Dybvig.”

This year’s prize was, in a way, unusual. Nobel prizes in the hard sciences are generally given for one important piece of research; economics Nobels are typically more like lifetime achievement awards. This time, however, the award largely honoured one seminal paper, Diamond and Dybvig’s 1983 “Bank Runs, Deposit Insurance, and Liquidity,” together with Bernanke’s paper of the same year, “Nonmonetary Effects of the Financial Crisis in the Propagation of the Great Depression.”

The prize has also generated some controversy, on two fronts. Heterodox economists and historians have argued that Diamond and Dybvig did nothing but mathematically formalise something everyone already knew, or should have known. At the same time, there have been some questions raised about whether Bernanke was rewarded less for his research than for his later role as a policymaker.

On the first question, I’ll argue that the critics are wrong — not just because formalisation matters, but because Diamond-Dybvig offered a quite different message from that of more discursive writers like Hyman Minsky and Charles Kindleberger. The second critique, as I’ll explain, raises subtler issues about the role of economists who become public servants.

Let’s start with what Diamond and Dybvig did.

The Diamond-Dybvig model

Diamond and Dybvig (1983) is a relatively short paper, and fairly simple compared with many papers in economic theory. Indeed, it’s arguably a paper too simple to get published these days. Where’s the sensitivity analysis, the number-crunching, etc.? But it provided a mind-opening analysis both of banking and of bank runs, with wide implications for those who got its message.

The Diamond-Dybvig analysis starts with the idea of a trade-off — a real trade-off, not something merely financial — between liquidity and returns. Individuals know that they may face unpredictable needs for current purchasing power, say, because of health emergencies; however, productive capital is often hard or impossible to sell on short notice. In the absence of financial intermediaries, the desire for liquidity would impose real costs, because a significant part of savings would have to be devoted to liquid investments with low yield.

Financial intermediaries — call them banks, although they needn’t look like conventional banks — can resolve this problem by selling liquid liabilities (bank deposits, or something like bank deposits) that can be converted into cash on short notice, while investing mostly in illiquid but high-return assets. This usually works because the need for cash, while unpredictable at the level of the individual, is much more predictable in aggregate, so that a modest amount of liquid investment — bank reserves or their equivalent — is sufficient to meet normal demands.

Unfortunately, as Diamond and Dybvig pointed out, a system in which financial intermediaries borrow liquid but invest illiquid tends to have multiple equilibria. If everyone expects the system to work, it does. But if people come to expect other people to withdraw funds en masse, they will rush to withdraw their own funds too, breaking banks that can’t easily liquidate their investments.

The possibility of a bad equilibrium creates a role for public policy. Governments and quasi-governmental entities like central banks can prevent self-fulfilling panics by acting as lenders of last resort, insuring bank deposits and more.

So Diamond-Dybvig showed, in a minimalist model, that banking is a productive activity but also one that creates systemic risk unless backed by a public safety net. And from that insight, a lot of other things follow.

What the model tells us

Despite its simplicity, Diamond-Dybvig has remarkably broad implications both for economic analysis and for economic policy. Arguably, failure to understand these implications over the course of the 1990s and 2000s helped set the stage for the 2008 financial crisis; but the quick, if belated, appreciation of these implications by policymakers, Bernanke very much among them, helped the world avoid a repetition of the Great Depression.

First, Diamond-Dybvig makes it clear that a financial intermediary needn’t be a bank in a legal or conventional sense — it needn’t be a depository institution — to be subject to the possibility of de facto bank runs. Any financial player with liquid liabilities but illiquid assets is in the position of serving a useful economic function but posing the risk of self-fulfilling panic.

We learned this lesson the hard way in 2007–08. Economists were generally sanguine about financial risks, because they believed — correctly — that depository institutions were protected by an adequate safety net. Indeed, there were hardly any runs on institutions covered by the Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC). But there were runs on money market funds, investment banks that issued repo, and other ‘shadow banks’ — institutions that were banks in the Diamond-Dybvig sense, but didn’t have deposit insurance or traditional access to Fed lending.

Relatedly, Diamond-Dybvig makes it clear that the reason bank runs damage the economy is not, as many people have supposed, that they reduce the money multiplier and hence reduce the money supply. In fact, the Diamond-Dybvig model isn’t explicitly monetary at all; the loss from a bank run comes from real wealth destruction. And the disconnect between their analysis and concern about monetary aggregates becomes even clearer when you think about the 2008 crisis, which largely hit shadow banks whose liabilities, unlike the deposits of conventional banks, aren’t counted in the money supply.

Finally, Diamond-Dybvig makes the case for financial regulation, not just for depository institutions, but for all financial intermediaries that engage in liquidity transformation. All such institutions need access to some kind of safety net to rule out self-fulfilling panic; but provision of a safety net creates moral hazard, so it needs to go along with regulations designed to limit the exploitation of this moral hazard. This can be a tricky problem in practice: How do you know which institutions require regulation? America’s Dodd-Frank Act, introduced after the 2008 crisis,  regulates “systemically important” institutions, but how are such institutions identified? Essentially it relies on a pornography test: you (or rather a committee of government officials) know it when you see it. But in any case, Diamond-Dybvig provides the intellectual justification.

But did we need a stylised formal model to deliver these insights?

Was it all in Minsky?

The 2022 Nobel has faced some harsh criticism, notably by the historian Adam Tooze, who attacked the prize as a sort of coverup for mainstream economists’ failure “to take seriously thinkers who face the essential important of finance and its dangers for the modern world head on,” such as Hyman Minsky and Charles Kindleberger (Tooze 2022).

Is this accusation fair?

Obviously, Diamond and Dybvig didn’t discover bank runs, or their self-fulfilling nature. Indeed, you might consider their analysis a formalisation of the central theme of Walter Bagehot’s 1873 book Lombard Street. But formalisation plays an important role in economics, helping to pick out the essential points in more discursive expositions, which can often seem to be — and all too often are — word salad with no clear implications.

As for Minsky and Kindleberger, to revisit their work is to realise that they were doing something quite different from Diamond-Dybvig.

Minsky’s “financial instability” hypothesis, adopted by Kindleberger in later editions of his Manias, Panics, and Crashes, told a story of manic-depressive cycles in financial behaviour. An era of financial stability breeds overconfidence, then irrational exuberance, which leads to rising leverage and eventually to a crash; then the cycle starts again.

Diamond and Dybvig showed, however, that destructive bank runs can happen even in a fundamentally sound financial system — they don’t have to be the result of past folly and too much leverage. And the policy response should focus more on containing the risks of panic than on preventing financial excesses.

There’s a strong parallel here with business cycle theory before and after Keynes. Pre-Keynesian analysts — many of them summarised in Haberler (1937) — asked “Why do we have booms and busts?”, and offered stories of alternating periods of exuberance and fear, not that different from the Minsky account. Human nature being what it is, these analysts tended toward prurience, lavishing time on the excesses of the boom rather than on the question of why such excesses should lead not just to waste, but to mass unemployment.

Keynes, however, spent much, though not all, of The General Theory addressing a quite different question: “How can an economy remain depressed for long periods?” This placed the emphasis firmly on the slump itself, not the excesses that may or may not have preceded it.

Not incidentally, Keynes’s focus provided much more useful policy guidance. Pre-Keynesian theorists asked what should be done about the Great Depression, offered little in the way of clear proposals, and often opposed monetary and fiscal stimulus out of concern that it would encourage more excess. Keynesians said, in effect, “push this button” — i.e. provide stimulus. And they were right.

Similarly, the financial instability hypothesis may help make sense of history and serve as a useful corrective to complacency, but it doesn’t offer much guidance about what we should do. Diamond-Dybvig, with its crystal-clear case for financial safety nets plus financial regulation, is, for all the abstractness of its model, more practical than sprawling verbal discussions and flow charts showing lots of arrows connecting lots of boxes.

So, criticism that portrays Diamond-Dybvig as simply doing fancy maths on what everyone already knew, and this year’s prize as an advertisement for economists’ weaknesses, not their strengths, misses the point in several ways. Diamond-Dybvig was a major contribution that changed the way everyone thought about finance.

What about Bernanke?

Ben Bernanke’s 1983 paper on the macroeconomic effects of financial crisis was an important piece of research. If you’ll excuse my metaphor, it put empirical meat on the bones of the Diamond-Dybvig model. It provided a powerful, if implicit, rejection of the Friedman-Schwarz (1963) claim that monetary forces caused the Depression. It was, in short, a paper that mattered.

But did it matter the way Diamond-Dybvig mattered? Nobels in economics are, for the most part, given for work that dramatically changes our understanding — papers and books that, once read, permanently change how one thinks about the world. Diamond and Dybvig clearly meets that threshold. It’s not obvious that Bernanke’s work, excellent as it was, cleared that bar. So, there’s some understandable suspicion that Bernanke was to some extent rewarded for his heroic role as a policymaker as opposed to his academic research.

On the other hand, Bernanke was an important researcher before he moved to the Federal Reserve, doing more than anyone else to incorporate the role of finance into macroeconomics. So it’s not as if giving him the Nobel is in any way absurd or indefensible.

And we definitely don’t want to fall into the trap of devaluing academic research after the fact because the researchers in question had second acts in their lives, moving on to policymaking, politics, or, yes, journalism. The work should be judged on its own merits, not by what its author did later.

So adding Bernanke to the prize was a bit odd, but, as I said, defensible.

A prize for our time

What’s really striking about the 2022 Nobel is how relevant it seems, even though the seminal papers behind the prize were published almost 30 years ago. Financial panics have played a huge role in the 21st-century economy — and not just in 2008. The euro area crisis of 2011–12 seems to have strong elements of self-fulfilling panic; so did the recent turmoil in Britain’s bond market. Neither of these crises fits the Diamond-Dybvig-Bernanke analyses exactly, but in each case our understanding of what was going on was very much shaped by what we might call a Diamond-Dybvig-Bernanke frame of mind.

So this was an important and well-justified Nobel. Don’t let anyone tell you it wasn’t.

References

Bagehot, W (1873), Lombard Street.

Bernanke, B (1983), “Nonmonetary Effects of the Financial Crisis in the Propagation of the Great Depression”, American Economic Review 73(3): 257-276.

Diamond, D and D, Philip (1983), “Bank Runs, Deposit Insurance, and Liquidity,” Journal of Political Economy 91(3): 401-419.

Friedman, M and A Schwartz (1963), A Monetary History of the United States.

Haberler, G (1937), Prosperity and Depression, League of Nations.

Kindleberger, C (1978), Manias, Panics and Crashes.

Minsky, H (1986), Stabilizing an Unstable Economy.

Tooze, A (2022), “Kindleberger, Mehrling and that Nobel Prize”, Chartbook, 14 October.

https://cepr.org/voxeu/columns/simple-economics-panic-2022-nobel-prize-perspective 

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2022/10/premio-nobel-economia-2022-ben-s.html

So we've returned to full employment, but with unacceptably high inflation. And inflation is bad because it reduces real wages — right? Actually, the facts if you compare the current situation with pre pandemic, are kind of surprising


  Two wage measures: overall and nonsupervisory (regular people). Two price measures: overall and excluding food and energy, which are not much affected by policy

So real wages of nonsupervisory workers actually higher than pre pandemic; real wages overall slightly down, but that's entirely bc of food and energy, driven by forces outside the US. Not the story you've probably heard

But won't bringing inflation down require a nasty recession. Maybe, or maybe not — that's an assertion, not a fact. And the standard economic model of stagflation, which depends on expectations, actually says not, since expected inflation hasn't risen much

In short, there's a pretty good probability that we'll look back on how America handled the pandemic shock, mostly under Biden, and see it as a big success story

https://twitter.com/paulkrugman/status/1586814573801250817   

 

Economía y matemáticas -Luis Corchón Díaz

 Parte I

"... once we begin to uncover the real factors affecting the performance of the economic system, the complicated interrelations between them will clearly necessitate a mathematical treatment, as in the natural sciences"

Ronald Coase, 1992

En un principio era Adán

... Adán Smith... pero no, en realidad todo comenzó mucho antes cuando un mallorquín, Ramon Llull, empezó a estudiar los sistemas de votación adelantándose 500 años a Condorcet y Borda...

Como muchos saben, nuestro Adán forjó su sistema sobre un postulado, a saber, que la productividad depende de la división del trabajo, que por algo es la primera frase del capítulo 1. ¿Prueba? En la página siguiente dice "Yo he visto una pequeña manufactura..." y describe cómo ahí se dividía el trabajo [2]. Y para rematar "En cualquier otro arte o manufactura los efectos de la división del trabajo son similares al pequeño ejemplo anterior". Para continuar con afirmaciones sobre la productividad del campo en Inglaterra, Francia y Polonia que no contienen ni un solo dato. Como no lo hay en su libro III, una especie de interpretación económica de la historia avant la lettre en donde el libre comercio es el prota bueno de la peli mientras que las únicas cifras (sobre el tonelaje de una pesquería) se relegan a un apéndice del libro IV.

Motivado por la obra del anterior, David Ricardo, descansando de sus rentables andanzas como especulador, mostró cómo dos países pueden comerciar ventajosamente incluso si uno de ellos es mejor que el otro en la producción de todas las mercancías. Y aquí viene su famoso ejemplo numérico en el que Portugal tiene ventaja absoluta sobre Inglaterra en la producción de paño y vino, pero el comercio aumenta la producción de ambos países [3]. Después de algún otro ejemplo, la materia se da por demostrada en general.

Carlos Marx se empeña en probar que la acumulación se produce principalmente en capital físico y no genera plusvalía. Para ello recurre a otro ejemplo numérico con el capital variable y el constante. Debe registrarse que Marx emplea muchos más ejemplos numéricos que sus antecesores y presenta bastantes estadísticas. Hay en su libro un intento serio de dotar de un elemento cuantitativo a sus razonamientos teóricos que, desgraciadamente, no se transmitió a sus seguidores.

Pasamos revista ahora a Staley Jevons que explica la paradoja del agua y los diamantes [4] que tantos dolores de cabeza produjo a los economistas clásicos. Usa un gráfico en el que comenta que "la utilidad de último incremento es pequeña". Se supone que esa intuición es general y que con ella podemos desentrañar el siempre lioso tema de la demanda de mercancías. A todo esto, gráficos y matemáticas relativamente avanzadas ya habían sido usados por dos genuinos representantes de la economía moderna empotrados en el siglo XIX, Cournot y Dupuit, que pusieron los fundamentos de las teorías del oligopolio y el análisis coste beneficio.

Otro de los fundadores de la economía neoclásica es Leon Walras que intenta unir todos los retazos en una tela consistente, el equilibrio general. Y usa muchos símbolos y ecuaciones. E inmediatamente surge la pregunta: ¿tendrán todas esas ecuaciones solución? Y razona "Las ecuaciones de materias primas y dinero constituyen un conjunto de 3m+2s+3 ecuaciones apto para determinar las 3m+2s+3 incógnitas" y así sucesivamente. En su descargo cabe señalar que el instrumento matemático para resolver este problema no existió hasta que en 1941 el padre de la que sería uno de los críticos literarios más influyentes del stage NY, Michiko Kakutani, generalizó el teorema del punto fijo de Brouwer (1910) [5].

En los años 20, gracias en buena parte a ese liante llamado Marshall, la profesión se enzarzó en la controversia de los rendimientos crecientes. Ya Cournot había resuelto el problema a saber, que costes marginales decrecientes y competencia perfecta eran incompatibles, lo cual venía a poner en solfa a las curvas de oferta decrecientes del británico a no ser que se postulasen economías de escala externas a la empresa e internas al mercado... pero tales economías se mostraron tan elusivas como el Tigre de Tasmania... Mientras tanto un genio llamado Frank Plumpton Ramsey había puesto las bases de las modernas teorías del crecimiento, la imposición y la interpretación subjetiva de la probabilidad. Murió a los 26 años. Por cierto, que, en 1927, el ingeniero Carlos de Orduña (padre del director cinematográfico) publicaba unas estimables Lecciones de Economía Matemática en las que, un año antes que los interfectos, presentaba una función de producción Cobb-Douglas ya propuesta por Walras y otros.

Y así llegamos a uno de los libros más famosos de economía del siglo XX La Teoría General escrito por otro habilidoso especulador que, a diferencia de muchos de sus antecesores, tenía educación matemática. Desgraciadamente a pesar de que ese libro contiene alguna ecuación y algún gráfico, el resultado es que, aún hoy, se siguen escribiendo artículos sobre lo que Keynes quiso decir realmente...

Después de la lluvia

... en la adecuada metáfora de Max Ernst, mucho capital humano europeo huyó al nuevo mundo. Aquellos con inquietudes de construir una gran ciencia social, se agruparon en Chicago y Princeton. Los primeros formaban parte de la Cowles Comission como Samuelson, Arrow, Koopmans y Hurwicz mientras que los segundos lo hacían alrededor de la universidad y el recientemente creado Institute for Advance Studies e incluían a uno de los grandes genios del siglo XX, John von Neumann así como una plétora de prometedores estudiantes como Nash, Shapley y Gale, hábilmente tutoreados por Tucker que unió su nombre a otro estudiante, Kuhn, en un paper que hizo fortuna en nuestra comunidad [6]. Los vimos en Una Mente Maravillosa.

Todas esas personas tenían un bagaje científico. Muchos eran matemáticos. Y al estudiar economía se dieron cuenta de que consistía en una colección de historietas, algunas muy fascinantes, pero que, en sí mismas, eran incapaces de fundamentar nada sólido. Y aquí señoras y señores empieza la economía de verdad. Con los teoremas de Arrow, Debreu y McKenzie, este último otro brillante estudiante de Princeton, aprendimos las condiciones bajo las cuales el sistema pergeñado por Walras tiene solución. Y cuándo el mercado es eficiente. Samuelson reescribió en forma matemática en un solo volumen todo lo que se había aprendido en teoría del consumo, producción, estabilidad y bienestar. Y mientras Arrow ofrecía su teorema de (im)posibilidad que aclaraba las controversias entre Condorcet y Borda, e inauguraba un nuevo campo, el de la Elección Social, Nash y Shapley ponían las bases de la teoría de juegos que estudia las situaciones de interdependencia, básicas para campos que fueron surgiendo como Organización Industrial, Diseño de Mecanismos, Teoría de las Contiendas, Economía Política, etc. Mincer, con su famosa ecuación, ponía las bases de la Economía del Trabajo y del Capital Humano, que tanto aprovecharon a Becker, North abría horizontes cuantitativos a la historia económica y apuntaba a las instituciones, de donde Acemoglu sacó petróleo y Solow escribía su modelo de crecimiento. Esto tenía que acabar como acabó, con estimaciones del PIB en tiempos de los romanos e incluso más allá, put the blame on Maddison, pero este enfoque nos ha dado una impresionante perspectiva sobre las andanzas de la humanidad que del neolítico a la revolución industrial hizo poca cosa...

La lista pergeñada en el párrafo previo, sería inacabable (añádanse la Economía de la Educación, de la Salud, Pública, Regional, Finanzas...). Todo lo que tiene que recordar el lector es que cuando le digan que la economía se dedica a estudiar mercados perfectos tiene que contestar "No sabes de lo que estás hablando". Y a los que dudan de la fecundidad del árbol matemático ponerles de ejemplo todos sus frutos y decirles "cuando estás escribiendo que las matemáticas no captan el elemento cualitativo, tu ordenador está traduciendo eso a una serie de ceros y unos. Imagínate lo que se puede hacer cuando hay más números". Y un último consejo. Acostúmbrate a pedir cifras que sustenten las afirmaciones. Cuando se afirma que "nuestro país es muy ineficiente implementando los programas públicos" o "el capitalismo ha multiplicado el número de pobres" exige que te den números como se hace en estas páginas web:

https://transitcosts.com/
https://www.usc.gal/economet/reviews/aeid1111.pdf
https://ourworldindata.org/extreme-poverty

Por cierto, ambas afirmaciones son falsas...

Coda final

He dejado varios temas importantes fuera de estas notas, a saber, que las mates no santifican modelos sofisticados pero vacíos de sensatez, el papel de los modelos teóricos en el trabajo aplicado, la cruenta lucha que en los años 50 libraron partidarios y contrarios a usar bulldozers matemáticos en nuestras investigaciones, así como una explicación de los principales resultados de las ramas de nuestra disciplina que han usado matemáticas y como setenta y seis más... Pero como dijo un filósofo, eso son otras historias...

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[1]Deseo expresar mi agradecimiento a Salvador Barberá, Carmen Beviá, Antonio Cabrales, Félix Lobo, Ignacio Ortuño y Socorro Puy por sus consejos, que no siempre he seguido, pero que me han sido muy útiles en la elaboración de este trabajo. Todos los errores son míos.

[2]Parece que Smith (1776) copió punto por punto su ejemplo de los alfileres de la Enciclopedia de Diderot (1755)

Modelling the Pin Factory – The Origin of the Division of Labour Theory – Part 2

Otros autores que hablaron de la importancia de la división del trabajo incluyen a Turgot, Petty e Ibn-el-Khaldun un arábe de origen andalusí (1332-1406).

[3]Sin duda su ascendencia sefardita le sugirió poner a Portugal como más productiva que Inglaterra.

[4]A la vez que Menger y Walras...

[5]Responsable, entre otras cosas, de que los economistas escribamos los gráficos de oferta y demanda con los ejes cambiados...

[6]Sus condiciones, que aprendimos como Kuhn-Tucker, habían sido descubiertas 12 años antes por un matemático americano, Karush.

https://nadaesgratis.es/admin/de-como-la-candida-economia-se-entrego-a-las-matematicas-1

Parte II

https://nadaesgratis.es/luis_corchon/economia-y-matematicas-ii-de-como-shizuo-kakutani-salvo-a-adam-smith

"La respuesta de "sentido común" a la pregunta de .... ¿cómo se caracterizaría una economía motivada por la codicia y controlada por un gran número de agentes? sería, probablemente, el caos". Pero "hay una lista bastante impresionante de economistas, desde Adam Smith al presente, que han buscado probar que una economía descentralizada motivada por el auto interés y guiada por los precios es compatible con una disposición ordenada de los recursos económicos... y superior a una gran clase de sistemas alternativos"....

Arrow y Hahn, General Competitive Analysis. Holden Day, 1971 pp. vi y vii.

Arrow y Hanh

La oferta y la demanda en equilibrio parcial

La oferta y la demanda en equilibrio parcial es algo que todo el mundo entiende. Y mucha gente cree que sus propiedades son extrapolables a la economía en general y que con esto se puede entender cualquier problema económico. Spoiler. Pues no.

Todos somos familiares con el famoso gráfico.

Del que se sigue que existe un único equilibrio de mercado (con un precio de seis y dos unidades transaccionadas). Ese equilibrio es estable porque a un precio por encima de seis la oferta supera a la demanda y lo inverso ocurre cuando el precio es menor que seis. Además, movimientos de la oferta y la demanda tienen los efectos que la intuición sugiere.

El sistema en su conjunto

Si empezamos a pensar sobre el modelo anterior encontramos algunas cosas raras. Por ejemplo, ¿de dónde sale la renta con la que se compra ese bien? Y, si en el mundo hay una sola mercancía, ¿por qué se intercambia? Entonces comprendemos que, en realidad, el modelo anterior es una simplificación de un modelo en el que hay (por lo menos) dos mercancías. ¿Y qué pasa con el equilibrio en el mercado de la otra mercancía? Aquí viene en nuestra ayuda la ley de Walras que implica que, en un mundo con n mercados, si la oferta iguala a la demanda en n - 1 mercados, necesariamente el mercado restante está también en equilibrio.[2] Así que nuestro modelo anterior es un modelo de dos mercancías en el que el precio es el precio de esa mercancía relativo al de la otra mercancía (o relación de intercambio) y el equilibrio en ese mercado es suficiente para analizar el equilibrio de los dos mercados.

Haciendo alguna pirueta podemos interpretar el mercado de la figura como un mercado muy pequeño y el "otro mercado" como el resto de la economía. Pero el modelo anterior no es bueno si hay interacciones fuertes de ese mercado con otro, como en los mercados de energía o de alimentos. Y tampoco vale como una descripción del sistema económico porque la agregación de todos los demás mercados en uno es demasiada agregación. Resumiendo, el modelo de equilibrio parcial no es una buena guía para el análisis del sistema económico. Habremos de considerar modelos con más mercancías. Y eso hacemos.

Walras

Tres mercados... o más...

El bueno de Walras era consciente de que para analizar el sistema económico se necesitaban muchos mercados porque los sistemas económicos desde tiempos inmemoriales tienen muchísimas mercancías. Para ello amasó un porronazo de ecuaciones correspondientes a los mercados de bienes y de factores. Y las contó. Y como el número de precios relativos era igual al número de ecuaciones coligió que el sistema tenía, al menos, un equilibrio. Hoy casi cualquiera sabe que la igualdad entre el número de ecuaciones y el número de incógnitas no es ni condición necesaria ni suficiente de que un sistema de ecuaciones tenga una solución. Ejemplo, el sistema y = x + 3, x = y + 5 no tiene solución. ¿Qué podemos hacer?

Quiero remarcar que este problema no es una tecnicalidad. Si las ecuaciones que describen nuestro modelo de la economía no tienen solución, el modelo ES INCORRECTO. Y de él no puede extraerse conclusión válida alguna. Así, si suponemos que hay un número natural más grande que ninguno, llamémosle N, es fácil probar que tal número es uno (N ≥ N. N por hipótesis así que 0 ≥ N. (N-1) que implica N = 1 Tachannnnnn).

Ahora toca reflexionar ¿Por qué en el modelo de equilibrio parcial parece tan obvio que hay un equilibrio y que es único? Pues porque hemos pintado oferta y demanda astutamente de tal manera que para precios muy altos existe exceso de oferta y para precios bajos hay exceso de demanda. El teorema del valor intermedio nos garantiza que hay un precio para el que la oferta iguala a la demanda. Y ese teorema... ¿no vale en muchas dimensiones? Pues sí, pero no. Me explico.

El teorema del valor intermedio en n dimensiones se debe a Poincaré y Miranda y para nuestros nada siniestros propósitos puede enunciarse así:

Sean f1, f2, … fn funciones continuas de p1, p2, … pn cada una con rango en [0,1] y tales que, para todo i, cuando pi = 0, fi < 0 y cuando pi = 1, fi > 0.
Entonces hay unos p1, p2, …, pn tal que todas las fi = 0.

Interpretando los p como precios y las f como funciones de exceso de oferta, el teorema garantiza la existencia de unos precios tales que todos los mercados están en equilibrio. El problema son los supuestos.

La continuidad por ahora nos vale. Que el rango sea el intervalo cero uno es irrelevante. Cualquier otro intervalo (cerrado) nos serviría. Pero ¿por qué tiene que haber exceso de demanda de una mercancía cuando su precio es el mínimo sin importar cual sea el precio de los otros bienes? ¿Y si uno de esos precios es el salario de los consumidores de esa mercancía? En ese caso si ese salario es muy bajo la demanda de ese bien será cero. Y si esa mercancía no tiene utilidad alguna para sus poseedores estos la ofrecerán incluso si su precio es cero. En ese caso la función de oferta deja de ser univalorada (con un único valor en el rango para cualquier valor de los precios) para ser multivalorada. Glups! Y algunos de sus valores en el rango no cumplen los supuestos del teorema. Idénticas reflexiones se aplican a cuando el precio es el máximo. Pues puede ocurrir que los precios de los factores con los que se produce ese bien también sean máximos y sea imposible producir ese bien a beneficio no negativo.

Aún más canalla es el siguiente ejemplo:

Supongamos que existen una mercancía y un consumidor tales que ese consumidor tiene recursos iniciales sólo de esa mercancía, le gusta esa mercancía, pero no está interesado en el consumo de ninguna otra mercancía. Y hay otros consumidores que tienen recursos iniciales de esa mercancía, pero no están interesados en su consumo. Entonces no existe un equilibrio.

Prueba: Sea x la demanda de esa mercancía por parte de ese consumidor, w sus recursos iniciales de esa mercancía y W la oferta total de esa mercancía, mayor que w por hipótesis. Supongamos que hay un precio para el que ese mercado está en equilibrio p. Entonces la restricción presupuestaria de ese consumidor es px = pw. Nótese que p > 0 porque si no, ese consumidor demandaría cantidades arbitrariamente grandes de esa mercancía. Luego dividiendo la restricción presupuestaria por p, tenemos que x = w < W contradiciendo que el mercado está en equilibrio.

El ejemplo es, extremo, pero debe alertarnos para que no supongamos sin más que el equilibrio de mercado existe.

La solución... en el próximo capítulo...

[1]Agradezco a Carmen Beviá, Juan D. Moreno-Ternero y Jaume Sempere sus comentarios a una versión preliminar de este trabajo. Soy el único responsable de las opiniones aquí vertidas.

[2]La ley de Walras se prueba sumando las restricciones presupuestarias de todos los consumidores.

Economía y matemáticas (III). De cómo Shizuo Kakutani salvó a Adam Smith*

Un estudiante alto y atlético esperaba nervioso a la puerta del despacho de -nada más y nada menos- uno de los grandes genios del siglo XX, John von Neumann. En su mano llevaba unas hojas que podían significar un cambio radical en el estudio de la economía y en su carrera. El paseo de unos treinta minutos entre la universidad de Princeton y el Instituto de Estudios Avanzados se le había hecho muy corto[1]. Solo había salido de su ensimismamiento cuando pasó por delante de la casa de Einstein. La visión de los magníficos campos de golf que tanto solía gustarle no le entretuvo ni medio minuto. Se estaba jugando su futuro (y el de la microeconomía). Y aquí conviene pausar el relato.

La microeconomía en 1949

Por no andar con rodeos, la microeconomía en 1949 era un fracaso. Aparte del modelo de oferta y demanda en un solo mercado poco se había avanzado en temas cruciales como:

● El equilibrio de varios mercados. El bueno de Walras había llenado un libraco muy gordo con ecuaciones y ecuaciones, pero poco se sabía de si tales ecuaciones tenían una solución, o sea de si el modelo era mínimamente consistente y mucho menos de las propiedades de tales ecuaciones.

● Situaciones estratégicas en las que las acciones de los agentes se influyen mutuamente. El llamado "problema del oligopolio" era un fantasma con el que se asustaba convincentemente a cualquiera que se atreviera a asomarse a ese campo.

● Como consecuencia de lo anterior nuestro conocimiento de áreas importantes como el oligopolio, el riesgo y la incertidumbre, los conflictos, la información asimétrica, la negociación, los impuestos óptimos, los contratos, las votaciones, etc. era rudimentario por decir algo.

● No había conexión con las otras ciencias sociales. La historia, la ciencia política, la psicología y la sociología eran icebergs lejanos y aparentemente inaccesibles.

Estos temas, así como los esfuerzos en los últimos 70 años para rellenar esos socavones de nuestro conocimiento ya los he tratado en una entrada anterior  a la que remito al lector para una primera visión de la economía moderna. Lo remarco para que ningún alma crítica, cándida y bienpensante tenga la ocurrencia de identificar la economía de hoy con la llamada "economía neoclásica". Y retomamos el hilo anterior.

John Forbes Nash llama a la puerta

Nuestro nervioso estudiante por fin encuentra valor para golpear suavemente la puerta del despacho del gran genio. Unos angustiosos segundos de espera y la voz esperada le da permiso.[2] Allí delante hay un hombre pequeño de aspecto vulgar con chaqueta y corbata que parece estar domando algo, con un lápiz como batuta, que se intenta escapar de sus papeles. Le indica con un movimiento de la mano que tome asiento. Y cambiando de actividad, ahora parece buscar algo en uno de los cajones de su mesa, le insta a hablar. Nash comienza a contarle su cosita dejando bien claro que se trata de una extensión de un trabajo del genio de hace 21 años. El genio, sigue que te sigue buscando algo que se le resiste, asiente dando a entender que una (pequeña) parte de su cerebro ha localizado este tema: el equilibrio de un juego de dos personas y de suma cero, un resultado mono, pero, dados sus supuestos, casi irrelevante. Nash lanza la bomba. "Tengo una generalización de ese resultado para cualquier número de jugadores y juegos de suma arbitraria". El genio continúa como si nada. Y Nash empieza la parte más técnica de su contribución (ver acá). Entonces von Neumann masculla suavemente. "Ah claro es un punto fijo". Nash asiente, le da las gracias al genio y sale de su despacho visiblemente conmocionado. Un año más tarde su trabajo se publica en los Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, una muy prestigiosa revista. Aún es un estudiante de doctorado. Unos años más tarde Arrow, Debreu y McKenzie (entre otros) basándose en el resultado de Nash consiguen probar la existencia del equilibrio perfectamente competitivo. Así en cinco años se desatascan temas -los puntos 1 y 2 de la lista anterior- que llevaban atormentando a la profesión décadas y décadas. Y en medio se crean la elección social (Arrow), la economía axiomática y la teoría de la negociación (Nash otra vez). Las generaciones posteriores pueden dedicarse a desarrollar esta sólida base (puntos 3 y 4)[3].

Ah se me olvidaba. El instrumento matemático que usa Nash[4], vamos, el desatascador, había sido publicado en 1941 por Shizuo Kakutani un matemático japonés que habiendo pasado por el Instituto de Estudios Avanzados había tratado con von Neumann.[5] Después de la guerra volvió al Instituto y luego a Yale. Su hija Michiko tenía la reputación de ser una de las críticas literarias más fieras del New York Times. Y también es autora.

Todo este lío ¿para qué?

Seamos sinceros. Las matemáticas no tienen buena prensa en este país. Y no voy a intentar arreglar eso ahora. Una de las quejas que uno oye a menudo a los estudiantes de grado de economía y similares es que están ahí para entender la sociedad no para ser abrumados con toneladas de matemáticas. Y que no ven la necesidad de todo aquello. Así que queridos apabullados, os lo voy a explicar.

La prueba de la existencia de que nuestro modelo preferido tiene un equilibrio es básica porque sin ella no existirían regularidades a estudiar. Y nuestra creencia de que en sistemas económicos descentralizados existe un equilibrio y por tanto unas regularidades no estaría justificada. Si el resultado de ese sistema fuera el caos, posiblemente el estudio de esos sistemas no tendría sentido ya que los datos no dirían nada[6]. Desde un punto de vista lógico la existencia de equilibrio es una comprobación de que el modelo no posee contradicciones internas en las relaciones que postula[7].

Pero hay más. La economía trata de sistemas muy complejos. Vais a ver. Imaginemos el siguiente modelo:

Variable x ↑ Variable y ↓ Variable z

donde ↑ significa que la variable de la izquierda determina la variable de la derecha y que la relación es creciente, eso es a mayores valores de x le siguen mayores valores de y. ↓ significa lo mismo, pero ahora la relación es decreciente o sea a mayores valores de y le siguen menores valores de z. Supongamos que hay un aumento de x. Sabemos por nuestro esquema que eso llevará a un aumento de y y una disminución de z. No necesitamos ninguna fórmula abtrusa que nos diga cómo funciona ese modelo. Por ejemplo, una subvención (x) aumenta la electricidad producida (y) y disminuye el precio de esta (z). Pero si esa disminución del precio hace que la recaudación sea menor, eso disminuye la subvención y la producción y aumenta el precio, lo cual nos lleva a.... La simple interacción entre z y x hace que no podamos decir que efecto tendrá una subvención en el precio de la electricidad... Qué decir si el sistema tuviera unas interacciones aún complejas. A veces veo diagramas con flechas volando hacia todas partes y me pregunto qué se puede aprender de eso...

Resumiendo, que es gerundio

La microeconomía trata de sistemas complejos que podemos representar por modelos en los que la mayoría de las variables están interrelacionadas. Un modelo de una economía sin sector exterior ni gobierno mínimamente realista debería tener, al menos tres tipos de consumidores (jóvenes, adultos y retirados), tres tipos de bienes de consumo -agrícolas, industriales y servicios- tres inputs además del trabajo -energía, capital fijo y primeras materias- tres tipos de trabajadores -clasificados por sus niveles educativos- y tres activos financieros -bonos, acciones y depósitos bancarios. Pregunta: ¿Qué efecto tendrá sobre los precios agrícolas un pequeño incremento de la productividad de los trabajadores más educados? Inténtalo sin un modelo matemático. Y luego mira a ver si descifras lo que pasa en el resto de la economía. Como dice Dani Rodrik, necesitamos las matemáticas porque no somos suficientemente listos igual que necesitamos grúas porque no somos suficientemente fuertes...

Y si te repugna la visión de que lo que hacen los mercados es resolver ecuaciones, piensa que cuando estás montando una bici, tu cerebro está resolviendo unas muy complicadas ecuaciones diferenciales.

[*] Los comentarios de Carmen Beviá, Juan Luis Jiménez, Lourdes Moreno y Juan D. Moreno-Ternero han ayudado notablemente a perfilar los argumentos aquí expuestos. Todos los errores y omisiones son de mi exclusiva responsabilidad.

[1] Una fuente de informaciones interesantes sobre el Instituto es esta.

[2] El aspecto y la voz en inglés del genio pueden verse y escucharse aquí

[3] El libro de Sylvia Nasar "A Beautiful Mind" es una referencia obligada para la vida de Nash.

[4] Sugerido por David Gale otro destacadísimo matemático y economista de la misma hornada que Nash que junto con el laureado Lloyd Shapley -también de esa hornada- inventó los modelos de emparejamiento. Nash, Gale y Shapley hicieron la tesis con Albert Tucker que formalizó el dilema del prisionero y que junto a Harold Kuhn (otro Pricetoniano) desarrolló las condiciones de optimización que nos son tan familiares a los economistas.

[5] Kakutani era consciente de la aplicación de su resultado a la teoría de juegos, pero se conformó con una nueva prueba del teorema de von Neumann, ver esto.

[6] Pero no todo estaría perdido, ver la investigación de este señor antiguo alumno de licenciatura de la Complutense.

[7] El modelo puede ser autocontradictorio si sus conceptos básicos no están bien ensamblados. Una tonelada de matemáticas avanzadas no convierte a un modelo en lógicamente invulnerable.

Luis Corchón Díaz

Licenciado en la U. Complutense y Ph.D. por la LSE. Ha trabajado en las universidades Complutense, Alicante, Pompeu Fabra y Carlos III en donde es catedrático desde 1998 (emérito desde 2019) y donde fue director del departamento de economía en 2004-7. Su investigación ha estado centrada en tres temas: La competencia entre pocas empresas y las pérdidas de bienestar social que generan, el diseño de mecanismos alternativos al mercado para asignar recursos y la teoría de las contiendas, especialmente sobre cómo alcanzar soluciones pacíficas en conflictos bélicos.

"La paradoja de la predicción, descubierta por Morgerstein y es que si se prevé perfectamente un suceso, eso da lugar a una cascada de acciones que invalida la predicción (piensa en el juego entre un lanzador de penalty y un portero). De ahí que a él y a von Neumann no le repugnara el uso de las estrategias mixtas para la prueba de existencia de equilibrio.
Lo que hay detrás de eso es que si un equilibrio requiere predicción perfecta de las acciones de los otros, para que nadie tenga incentivo a cambiar su estrategia, a menudo, los agentes tienen que percibir que todos los demás agentes escogen acciones que no son deterministas." Luis Corchón

 

 

Bruno Latour en memoria

 

Genial y radical Bruno Latour: cómo pasé de la desazón a la fascinación ante su obra

Cuando leí por primera vez al filósofo recién fallecido, no sabía a ciencia cierta si había leído una desvergonzada provocación o estaba ante una obra genial, novedosa y radical

Recuerdo con claridad el primer libro que leí del filósofo y sociólogo de la ciencia Bruno Latour, fallecido el pasado 9 de octubre, así como la profunda desazón que me produjo su lectura. Desde entonces, los libros de Latour (y lo mismo me pasa con Feyerabend) me han dejado la sensación de salir con algunos golpes mal encajados, pero con varias cosas valiosas e inspiradoras en los bolsillos. Fue en el año 1992, fecha en la que la añorada editorial Labor acababa de publicar su Ciencia en acción. Yo era entonces un joven profesor que apenas iniciaba su carrera y que estaba cada vez más interesado por la filosofía de la ciencia. Había leído con detenimiento a John Stuart Mill, a Popper, a Kuhn, a Feyerabend y a Lakatos. Digamos que estaba ya al tanto de las grandes disputas en el área y de la existencia de posiciones muy críticas con respecto a la imagen idealizada de la ciencia que el positivismo lógico y el racionalismo popperiano nos habían legado. Pero no estaba preparado para lo que Latour me tenía reservado. Al terminar el libro, no sabía a ciencia cierta si había leído una desvergonzada provocación o estaba ante una obra genial, novedosa y radical. En aquel momento, todo sea dicho, me inclinaba más por lo primero y tardé en verlo de otro modo.

Latour no se limitaba a subrayar la importancia del contexto social para entender la marcha de la ciencia, cosa que ya habían hecho otros, como Kuhn, sino que venía a decir que la propia objetividad científica no es el resultado de conocer correctamente la realidad a través de métodos rigurosos de contrastación empírica que garantizan lo alcanzado, sino el producto de las prácticas científicas (la ciencia en acción), que son las que construyen dicha objetividad cuando el trabajo se da por concluido.

En esa época, bajo la influencia del filósofo finlandés Ilkka Niiniluoto, mis simpatías empezaban a decantarse por el realismo científico, una posición filosófica opuesta a esta en la que luego he trabajado durante años. El realismo científico explica el éxito de la ciencia basándose en la idea de que las teorías científicas son aproximadamente verdaderas y que el progreso científico obedece a que vamos mejorando los métodos que nos permiten eliminar las falsedades y obtener teorías con un creciente contenido de verdades. Nada podía, pues, contrariar más mis convicciones epistemológicas.

La propia objetividad científica no es el resultado de conocer correctamente la realidad, sino el producto de las prácticas científicas

Quizá no esté de más aclarar la diferencia entre el realismo y el constructivismo de Latour con un ejemplo. Supongamos que hay por ahí una molécula, o un virus, o un microorganismo que lleva cumpliendo una función útil o afectando negativamente al ser humano desde hace tiempo. Por las razones que sea, pero también por el deseo de conocer mejor el mundo, los científicos deciden aislar dicha entidad natural y estudiar su estructura y los mecanismos causales relevantes en la afectación al ser humano. Esto implica mucho esfuerzo y trabajo, y el despliegue de un sofisticado dispositivo experimental. Al principio formulan hipótesis rivales sobre ello, basadas en supuestos teóricos distintos o en datos dispares, y es imposible decir cuál triunfará. Después de semanas/meses/años de estudio, a la luz de la evidencia empírica obtenida, los científicos parecen estar de acuerdo en cuál es la estructura y función (positiva o negativa para el ser humano) de esa molécula/virus/bacteria, etc. Ahora puede decirse que sabemos algo que antes no sabíamos acerca de un ente natural y es el momento de empezar a aprender cómo controlarlo.

Los científicos tienen intereses

Todo esto puede parecer bien a muchos, pero hay otra forma muy distinta de describirlo: los científicos tienen interés profesional (por presión social, por necesidad de hacer una carrera, por intereses económicos, etc.) en investigar una cuestión que involucra a una entidad que solo en el laboratorio se convierte en lo que consideramos que es (molécula/virus/bacteria, etc.). Analizan la cuestión durante semanas/meses/años en un proceso muy costoso, dados los recursos culturales, humanos y técnicos que hay que invertir en la investigación. Elaboran hipótesis para dar cuenta de lo observado en los laboratorios y los resultados de las manipulaciones realizadas por medio de una tecnología sofisticada. Todo este proceso de discusión de los diversos resultados por parte de numerosos científicos va dando carta de naturaleza, es decir, va dotando de realidad a lo que antes no era más que un tema de investigación interesante. Finalmente, una hipótesis triunfa sobre las demás porque sus defensores han sabido utilizar mejor los recursos disponibles y manejar con más audacia las relaciones de poder. En ese momento, la realidad cuenta ya con una nueva entidad (molécula/virus/bacteria, etc.) que antes no existía. Ha sido creado un objeto nuevo que no es ni natural ni social, sino una mezcla inextricable de ambas cosas. Atribuirle a dicho objeto una existencia natural previa a este proceso de constitución resultaría ingenuo (y anacrónico) e ignoraría la complejidad del andamiaje social (instituciones, laboratorios, financiación, educación, discusiones...) que ha hecho posible hablar siquiera de él.

La primera descripción es la del realista, la segunda la del constructivista. Puntualicemos, no obstante, que el realista prioriza los fines epistémicos, pero no descarta por completo otros objetivos en la ciencia. Admite, claro está, que la ciencia es una construcción social, como cualquier otra institución humana, pero la realidad que se estudia no lo es y tampoco lo es la validez empírica de los resultados. Los intereses epistémicos son primordiales en la ciencia puesto que la ciencia es, ante todo, una forma de conocimiento. Los factores sociales que posibilitan y conforman la actividad científica no determinan el resultado de la investigación, aunque sean necesarios para motivarla y conducirla. Marcan la importancia relativa que se otorga a los temas, la provisión de recursos, la estructuración de la comunidad, los cauces de discusión, etc., pero la validez del conocimiento es independiente de su dictado.

Latour asumió el constructivismo con todas sus consecuencias en el famoso artículo '¿Murió Ramsés II de tuberculosis?'

Esa es la mejor manera de entender la actividad científica según el realista: como una forma de obtener conocimiento fiable sobre el mundo. Lee McIntyre ha sabido caracterizar bien lo que él llama la actitud científica. Consiste en la disposición comunitaria (institucionalizada), basada en la competición y en la crítica, pero también en la colaboración, para cambiar de ideas en función de la evidencia empírica, con independencia de cuáles sean las convicciones y orientaciones que se mantengan los individuos.

Latour, sin embargo, asumió el constructivismo con todas sus consecuencias en un famoso artículo que todavía genera polémica, publicado inicialmente en 1998 en la revista de divulgación La Recherche y titulado “¿Murió Ramsés II de tuberculosis?”. Su respuesta a la pregunta del título es que, pese a lo que pudieran decir los expertos que analizaron la momia en París, Ramsés no pudo haber muerto de tuberculosis porque “antes de Koch, el bacilo no tenía existencia real”. Sería, pues, tan anacrónico decir que Ramsés murió de tuberculosis como decir que murió ametrallado, pues trasladaríamos con ello al pasado todo nuestro conocimiento actual y todo lo que nos posibilita la moderna tecnología.

Obviamente, esto chocaba contra el sentido común (y contra lo que diría un realista). El bacilo de Koch estaba actuando mucho antes de que Koch lo descubriera y estudiara en 1882. Sería un anacronismo decir que Ramsés murió de tuberculosis si en una novela histórica dicha frase se pone en boca de uno de sus contemporáneos, pero no es ningún anacronismo que lo diga un médico o un biólogo de hoy. Puede concederse a Latour que el bacilo de Koch, entendido como un elemento activo dentro de un conjunto de relaciones sociales, tecnológicas, científicas, cognitivas, etc. no existía antes de Koch, pero sí existía el bacilo en tanto que organismo vivo; una bacteria, producto de una evolución biológica y causante de una determinada enfermedad en humanos y animales.

La vida en el laboratorio

La lectura de 'Ciencia en acción' me había interesado mucho, pese a la discrepancia de perspectivas que señalo, y eso, unido a la fama creciente de Latour, me llevó a la lectura de la que hasta entonces había sido su obra más influyente, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos, publicada en 1979 y escrita con Steve Woolgar, un sociólogo de la ciencia que luego mantuvo tesis antirrealistas más radicales que las de Latour.

Se trata de un trabajo sorprendente. Latour y Woolgar consiguieron ser aceptados en el Salk Institute for Biological Studies de Texas, en el laboratorio de Roger Guillemin, para estudiar a los científicos desde la perspectiva de los antropólogos, es decir, del mismo modo que estudiarían a “una tribu en Costa de Marfil”, cuaderno en mano. Se da la circunstancia de que poco después, en 1977, Guillemin obtuvo premio Nobel precisamente por la investigación que ellos iban a presenciar. En el libro se nos explica que las negociaciones de los científicos son las que constituyen el objeto mismo y hacen que algo sea considerado un hecho, en este caso concreto la estructura de la hormona TRH, hormona liberadora de tirotropina. Hay que invertir, por tanto, el modo en que explicamos cómo procede la ciencia. Como ya había sostenido en Ciencia en acción, no es la realidad ni la evidencia basada en los hechos lo que cierra las controversias científicas y lleva al consenso. Lo que consideramos como la realidad es la consecuencia y no la causa del cierre de las controversias. La realidad es lo que terminamos aceptando tras ese cierre porque sería demasiado costoso modificarlo.

Quizás la crítica que más daño hizo a su prestigio fue la de Alan Sokal y Jean Brickmont en 'Imposturas intelectuales'

Estas tesis fueron duramente atacadas por sus críticos, en especial desde el lado realista, pero no solo. Quizás la crítica que más daño hizo a su prestigio fue la de Alan Sokal y Jean Bricmont en 'Imposturas intelectuales', un libro que fue pieza central en las llamadas 'Guerras de la ciencia'. Allí le acusan de confundir algunas perogrulladas, como que las teorías científicas son construcciones sociales y que la naturaleza por sí sola no puede explicar el cierre de una controversia científica (las controversias científicas no suelen ser del tipo “mira los hechos y cierra la boca”), con las ideas absurdas de que la naturaleza que esas teorías pretenden conocer es una construcción social y que el modo en que son las cosas no impone ninguna constricción a las controversias.

Con el tiempo, las ideas epistemológicas y los intereses temáticos de Latour fueron cambiando y diversificándose. Se alejó del constructivismo social estricto, buscando un retorno a cierta “actitud realista” y concediendo también un papel explicativo en el desarrollo del conocimiento a lo que podríamos llamar el lado natural, aunque sin olvidar que “un hecho solo es un cordero frente a los lobos”. Dejo aquí de lado inevitablemente cualquier comentario sobre sus influyentes trabajos en historia de la ciencia y de la tecnología o sobre sus propuestas teóricas en sociología de la ciencia, que afianzaron aún más su fama mundial, como la teoría del actor-red. Pero quiero destacar dos libros más que me interesaron de forma especial.

El primero de ellos es Nunca hemos sido modernos. Para algunos comentaristas este es quizás su mejor trabajo, y merecería una reimpresión. Para mí supuso un reencuentro fructífero con su pensamiento, esta vez desde una perspectiva más cercana a la suya. En esa ocasión yo andaba tras reflexiones críticas acerca del postmodernismo y Latour argumentaba que difícilmente podemos haber sido postmodernos cuando ni siquiera es seguro que hayamos sido modernos. Aquí teníamos por fin un punto de coincidencia: el proyecto moderno no se había realizado, al menos no completamente. Su idea de la “proliferación de híbridos” entre lo natural y lo social, como el agujero en la capa de ozono, me pareció fecunda desde una perspectiva realista.

Estos días, en algunos lugares se le ha llamado, un poco exageradamente, el filósofo del cambio climático

Finalmente, el último libro suyo que he leído con enorme interés es Dónde aterrizar, publicado en español en 2019. Pertenece a la última fase de su pensamiento en la que se volcó en los problemas planteados por el cambio climático y el deterioro del planeta a manos del ser humano. Estos días, en algunos lugares se le ha llamado, un poco exageradamente, el filósofo del cambio climático. En este libro denuncia, entre otras cosas, cómo las élites económicas y las clases dirigentes en general se están desentendiendo del asunto y preparan la huida, construyendo refugios donde sobrevivir cuando el colapso sea inevitable o encerrándose mentalmente en tecno-utopías poco realistas, como la transhumanista. Se promueve así la desconexión, el sálvese quien pueda. Hoy este mensaje es casi un tópico, pero leído de su puño y letra no deja de ser un tirón de solapas.

Latour señala el aumento de las desigualdades económicas y sociales, de las actitudes negacionistas o quietistas, el auge del populismo, la desregulación y las grandes migraciones, como partes conectadas en el entramado de los desafíos globales a los que nos enfrentamos. En el libro busca un lugar donde aterrizar, donde volver a tocar tierra firme en un planeta que ya sabemos limitado, porque “si la angustia es tan profunda es porque empezamos a sentir que el suelo desaparece bajo nuestros pies. Porque estamos descubriendo, con relativa claridad, que todos estamos en migración hacia territorios por redescubrir y por reocupar”.

En 2021 recibió el Premio Kyoto, algo parecido a un Nobel de filosofía. Creo que la mayoría de la comunidad de profesionales de la filosofía lo vio como un premio merecido, porque, después de todo, Latour ha sido uno de los filósofos que más nos ha hecho pensar en estos años, como espero haber mostrado en esta personal selección de sus obras. 

  • https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-10-14/bruno-latour-obituario_3505689/ 

La reciente partida del pensador francés Bruno Latour es sin lugar a dudas una gran pérdida para quienes hemos seguido su trabajo por su enorme contribución para los tiempos actuales y que creemos en la necesidad urgente de un giro en cómo hemos entendido la sociología tradicionalmente.

A nivel personal y biográfico, mi acercamiento al trabajo de Latour fue en el año 2008, luego de titularme como sociólogo en la universidad en Chile y leer la versión traducida al castellano de su libro Reensamblar lo social: Una introducción a la Teoría del Actor Red.

La lectura de aquel libro transformó radicalmente mi forma de concebir la disciplina y ampliar un canon de pensamiento que históricamente ha sido dominado por una concepción antropocéntrica de lo que entendemos como social y una mirada de lo ambiental específica, como si fuera solo una mera subdisciplina.

Es así, que si bien mi formación como sociólogo, a nivel teórico como metodológico, incorporó a las grandes tradiciones epistemológicas de las Ciencias Sociales europeas, han sido incapaces en buena parte de ellas en salirse de la separación histórica moderna entre cultura y naturaleza, sean estas funcionalistas, estructuralistas, fenomenológicas, marxistas o sistémicas.

  Vertical

Es cosa de revisar algunos conceptos sociológicos fundamentales para la disciplina, como lo son la lucha de clases, diferenciación funcional, división del trabajo, campos sociales, sistemas sociales, mundos de la vida, aparatos sociales, estructuras sociales, los cuales han excluido de su análisis la capacidad de agencia de lo no humano.

De ahí la interesante y ecléctica crítica posthumanista realizada por Bruno Latour a toda una larga tradición sociológica, que ha empobrecido la noción de lo social, la cual se ha reducido a relaciones entre seres humanos solamente, como si la sociedad fuera un dominio autónomo y capaz de sostenerse por sí mismo.

Ante esto, que Latour nos haya propuesto una mirada constructivista de un mundo socionatural y sociotécnico, pero que incorpora de manera simétrica a los no humanos en la producción del planeta, lo que es sin duda una ruptura enorme con la separación y dicotomía entre Ciencias Sociales y Ciencias Naturales.

No es casualidad, por tanto, que Latour se haya vuelto un autor imprescindible para dar respuesta a la crisis ambiental que nos encontramos, la cual se ha vuelto la principal amenaza de nuestros tiempos y una problemática que es imposible entenderla desde miradas reduccionistas del conocimiento.

En otras palabras, la mirada de Latour nos ayuda a comprender las causas y consecuencias ecológicas del Antropoceno, entendido este como época geológica generada por la acción humana, iniciada desde el nacimiento de la agricultura y profundizada con la Revolución Industrial, la cual está poniendo en peligro las condiciones mínimas para la reproducción de la vida en el planeta.

Lamentablemente, lo ambiental sigue siendo visto como un área específica de investigación o intervención, en donde la política institucional no ha sido capaz de entregarnos alternativas sostenibles para vivir en la Tierra, profundizando así modelos económicos productivistas y extractivistas, que han heredado las bases antropocéntricas del proyecto moderno.

En consecuencia, seguimos experimentando el mundo como si no fuéramos parte de este, sino como meros individuos completamente separados de lo que entendemos como Naturaleza, la cual la vivimos como algo externo a nosotros, a pesar de los cada vez más frecuentes efectos de la crisis ambiental.

Frente a aquello, Latour toma la noción de Gaia, que al igual que otras denominaciones más integrales y relacionales como Pachamama o Madre Tierra, son mucho más amplias que la idea occidental y colonial de Naturaleza, ya que es construida por todos los seres vivos de manera conjunta y entrelazada, y no como algo exterior a nosotros mismos.

Por lo mismo, fenómenos generados por la crisis ambiental, como lo son la desertificación, deforestación, migración climática, derretimiento de los polos, extinción de flora y fauna, falta de agua dulce, aumento de incendios, huracanes, nos obligan a replantearnos cómo estamos viviendo y construir así un horizonte distinto.

Tomando en consideración todo lo anterior, el cómo nos relacionemos socioamentalmente es clave. Y más aún en una región como América Latina y el Caribe, debido a su enorme biodiversidad e importancia de sus bienes comunes naturales para toda la Tierra. 

Así, la lectura de Latour se vuelve una invitación a concebir y experimentar el planeta desde un lugar que pareciéramos querer seguir tomando distancia a pesar de todo lo que ha pasado.

http://www.bruno-latour.fr/

ttps://transicionsocioeconomica.blogspot.com/2012/06/como-se-crea-la-realidad-segun-blatour.html

La esperanza de Pandora- Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia Reseña 2011 Resumen Asignatura Ciencia, Tecnologia y Sociedad (2002)

https://transicionsocioeconomica.blogspot.com/2019/09/bruno-latour-politicas-de-la-naturaleza.html

https://transicionsocioeconomica.blogspot.com/2020/06/nunca-fuimos-modernos-bruno-latour-el.html

http://www.bruno-latour.fr/books_and_edited_volumes.html

http://www.bruno-latour.fr/archives.html

http://www.bruno-latour.fr/node/532.html

https://transicionsocioeconomica.blogspot.com/2022/10/bruno-latour-en-memoria.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2017/03/cienciatecnologia-y-sociedad-vs-nueva.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2017/04/la-esperanza-de-pandora-y-la-revolucion.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2019/02/bruno-latour-la-modernidad-esta-acabada.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2019/09/bruno-latour-la-humanidad-se-las.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2019/09/bruno-latour-politicas-de-la-naturaleza.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2019/09/el-clima-los-partidos-verdes-y-la.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2017/03/cienciatecnologia-y-sociedad-b6.html

https://articulosclaves.blogspot.com/2020/08/bruno-latour-la-modernidad-esta-acabada.html

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2009/05/la-esperanza-de-pandorabruno-latour.html

   Articles

(181)
The New Free University (with an introduction by Matthias Vicherat
2022

Lecture given for the 150 anniversary of Sciences Po, Paris, on the 16th of september 2022

Abstract
Ladies and gentlemen, I first reminded you of Emile Boutmy project; I then sketched, alas very superficially, the new curriculum necessary to fulfill our duties as educators in the New Climatic Regime; and I concluded, again much too briefly, on the big turnaround that will shift the research university out of a model so ill-adapted for a situation it could not anticipate. I apologise that I have not found a better way to entertain you during the celebration of our School which more than ever deserves a Latin motto: “primus sine paribus”. Thank you for your patience.
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Ecology & Political Ecology 🔗
(177)
Ecological Mutation and Christian Cosmology (a Lecture)
2021

A lecture for the International Congress of the European Society for Catholic Theology, Osnabrück, August 2021
(translated by Sam Ferguson)

Abstract
Since I am unable to speak as a theologian at this conference, I am addressing you as someone who has tried to grasp what the ecological mutation is doing to philosophy; and also as someone who has always been inspired by Catholicism, and has been frustrated at being unable to transmit its message to my loved ones. So in this lecture I shall try to link these two crises: that of ecology and that of transmission. I want to see if a different understanding of the mutation currently under way would make it possible to revisit the message in a different way. I will proceed in three stages: in the first part I will define the contrast between cosmological projection and preaching; in the second part I will list some points where, in my view, the change of cosmology provides a new opening for certain traditional questions of transmission and preaching; finally, I would like to summarise the present situation, as I see it, by presenting a riddle that will, I hope, open up the discussion.
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Ecology & Political Ecology, Religion Studies 🔗
(176)
A Conversation on the Art of Writing with Emmanuele Coccia
2021

Held at La maison de la Poésie in Paris with Emmanuele Coccia, introduced and translated by Stephen Muecke and published on the web by Asymptote the French video is accessible here

Abstract
This is the first time that the philosopher, social scientist, 2013 Holberg Prizewinner, and, as of last month, recipient of a Kyoto Prize Bruno Latour has spoken extensively about his writing practices while denying that he is a ‘writer’ in the strictly literary sense. Drawn out sensitively and expertly by Emanuele Coccia, himself a writer on ecologies, we discover much more about Latour, the writer of networks. He has become such an active ‘agent’ in literary and scholarly networks that he is now perhaps this century’s most cited intellectual. There must be something about what and how he writes that attracts citations, that makes people want to repeat what he says, paraphrase it or comment on it, creating in the end a huge literary network in which the author’s name is centrally suspended. It would be too easy to put it down to genius, or to a passionate engagement with ‘matters of concern’. These no doubt are factors, but what he and his friend Emanuele explore here is a different kind of environment for the writer to inhabit and flourish in, a kind of political ecology that is of planetary significance, but one that is nonetheless firmly grounded and practically negotiable.
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Semiotics & Literature Studies, Social Theory 🔗
(173)
How to understand the "Parliament of Things" thirty years later, Spinozalens lecture
2020

Lecture given for the reception of the Spinozalens prize, Nijmegen, 23 November 2020

Abstract
Lecture given on the 23rd of November at Radboud Reflects Nijmegen at the occasion of the Spinozalens prize 2020. Arjen Kleinherenbrink asks questions after the lecture. BL was asked to reminisce about the argument first proposed in 1989 on a possible « Parliament of Things ». Thirty years later, we have moved from a question which could be solved by an expansion of parliamentary politics — in the way Rousseau’s version of the social contract or Serres’ natural contract. But we have move to a much more tragic situation. The question is no longer to grand rights to non humans, but to accept to be dependent on them. The lecture uses the “Embassy of the North Sea” — sponsor of the prize — to give practical example of the shift in understanding political ecology.
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Ecology & Political Ecology 🔗
(172)
Two postfixes “logy” and “graphy”, but one prefix only: Gaia
2020

A lecture given at the Royal Anthropological Institute conference on Geography and Anthropology, Past Present Future,16 September 2020

Abstract
I will start from a fairly old, not to say reactionary, formulation of the problem: which people live on which soil? This will recast the question of the symposium, as I understand it, on the new connections between geography and anthropology. I will use the lockdown episode due to the pandemic as a fairly good natural experiment, so to speak, because everyone of us had to undergo a sort of general revision of the two aspects of this problem: we had to relocalise on a different soil because, suddenly, the borders between the global, the national and the local were reshuffled; and we had to rethink quite seriously which sort of people we were, especially because of the sudden suspension of the Economy and the revelation of class differences that had previously remained in the background. So, in effect, the lockdown is adding a very practical, not to say existential dimension, to the academic question of connecting geography and anthropology anew.
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(170)
Conflicts of planetary proportions – a conversation between Bruno Latour & Dipesch Chakrabarty
2020

Who needs a philosophy of history? A proposition followed by a response from Dipesh Chakrabarty
In the special issue “Historical Thinking and the Human”, Journal of the Philosophy of History 14 (3), 2020, 419–454, eds. Marek Tamm and Zoltán Boldizsár Simon

Abstract
The background of my piece is that Chakrabarty’s introduction of the Planetary triggered a seism in philosophy of history: if the Planetary emerges so late then all the other moments of what used to be called “history” are taking place on a ground that has lost its stability. Neither the World, nor the Globe, nor the Earth, nor the Global — to take a few of the steps he recorded — are actually the places where humans reside. Hence the deep suspicion projected backward as to why the distance separating the places the Moderns inhabited from those they thought they were inhabiting was not recognized earlier. A deep source of inauthenticity is revealed every time we engage more thoroughly in the Anthropocene. Geohistory breaks down any claim to have a human-oriented history. Hence the new ground for critique that is provided by realizing we live in the well named critical zone. Just at the time that critique had lost its steam, the simple fact of being violently transported onto the critical zone gave a new edge to a ferocious revision of Modernity. The civilization that had claimed to be the discoverer of the world was now dispersed over many incommensurable “planets” — the Planetary being one of the names for our present situation. The aim of this piece and of Chakrabarty’s response is to give a spatial and geopolitical ground to counteract the notion of the arrow of time implied so far by philosophies of history.
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Anthropology, Compositionism, Ecology & Political Ecology, Philosophy, Politics 🔗
(169)
Life on Earth is Hard to Spot
2019

Timothy Lenton, Sebastien Dutreuil & Bruno Latour The Anthropocene Review 2020

Abstract
Article accessible on TAC website The triumph of the Gaia hypothesis was to spot the extraordinary influence of Life on the Earth. “Life” is the clade including all extant living beings, as distinct from “life” the class of properties common to all living beings. “Gaia” is Life plus its effects on habitability. Life’s influence on the Earth was hard to spot for several reasons: Biologists missed it because they focused on life not Life; Climatologists missed it because Life is hard to see in the Earth’s energy balance; Earth system scientists opted instead for abiotic or human-centred approaches to the Earth system; Scientists in general were repelled by teleological arguments that Life acts to maintain habitable conditions. Instead we reason from organisms’ metabolisms outwards, showing how Life’s coupling to its environment has led to profound effects on Earth’s habitability. Recognising Life’s impact on Earth and learning from it could be critical to understanding and successfully navigating the Anthropocene.
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Dutch translation
« Uitbreiding van het domein van de vrijheid, of waarom Gaia zo moelijk te begrijpen valt »
Het Parlement Van de Dingen,
2020, Boom, Amsterdam. pp 125-156]

Ecology & Political Ecology, History of Science 🔗
(168)
Seven Objections Against Landing on Earth
2020

"Seven Objections Against Landing on Earth” Introduction to the book Critical Zones — The Science and Politics of Landing on Earth (a volume prepared at the occasion of the exhibition Critical Zones — Observatories for Earthly Politics, ZKM, May-October 2020, MIT Press 2020

Abstract
— “Landing on Earth? Why would anyone attempt to land there? Are we not already on Earth?” Well, not quite! And that’s the circumstance this book tries to present to the inquiring reader: it seems that there has been in the past some misinterpretation over what it means to be earthly. If you believe it means “practical”, “mundane”, “secular”, “material” or even “materialist”, you’re in for a surprise. If members of modern industrial societies prided themselves on being “down to earth”, “rational”, “objective” and above all “realist”, they seem to suddenly discover that they need an Earth to continue to live — and live well. Should they not have carefully surveyed the span, size and location of the very land inside which they were supposed to reside and spread? Is not surveying and mapping what they had been doing when they engaged for centuries in what they still celebrate as the “age of great discoveries”? How odd that, after having assembled so many maps of so many foreign lands, collating so many views from so many landscapes, drawing so many versions of what they called “the Globe”, they now appear taken aback by the novelty of this newly emerging Earth? Of all people, should they not have been the best prepared for such a discovery?
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Langue: Japanese
Translator: Yohji Suzuki
Revue: https://we.tl/t-9ywLgj3PAg

Compositionism, Ecology & Political Ecology, History of Science, Politics, Technology, Viualization 🔗
(167)
Issues with Engendering
2019

Traduction par Stephen Muecke of ‘Troubles dans l’engendrement’, Bruno Latour interviewed by Carolina Miranda. Revue du crieur N° 14, La Découverte/Mediapart, 2019. Carolina Miranda could be a Chilean ethnologist and documentary filmmaker. They might have met on the 10th of June 2019 in Chatelperron. The form of the spoken language has been retained as much as possible. (unpublished in English but available on Academia)

Troubles dans l'engendrement
Abstract
CM — This time I’d like to talk to you about politics, rather than about your philosophy or anthropology. You will appreciate the importance of this, for me, coming from Latin America, especially after the publication of Down to Earth. We are all bursting with questions. BL—How do you mean, ‘we’? CM —Lots of people were surprised by this, your first really political book, very committed even, even left wing, and I’m acting as a go-between for a fair number of political groups, activists, not just academics. A lot of people back home are reading you in Spanish. BL —And yet The Politics of Nature came out in 1999, and politics plays an essential role in Inquiry into the Modes of Existence. And if you type ‘politics’ into my webpage, it is the most common word after ‘science.’ Are your friends just finding out that I’m interested in politics? For thirty years I have been worried about the danger of it disappearing as a fundamental practice, and as a unique mode of expression. CM — I know, I know. I hope we will have time to talk about it. But still, you wrote Down to Earth differently and for a different audience. And isn’t it the first time you have drawn connections in such a clear way with classical leftist ideas? BL — They are just more explicit, and yes, in another style.
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Ecology & Political Ecology 🔗
(166)
Politics - A Glimpse at Bodybuilding Afterword to What’s the New Body of the Body Politic? A Cini Dialog
2020

Afterword of the 2017 meeting at Cini Foundation, San Giorgio, Venice

Abstract
How in our right mind could we have the idea of convening in one three-day meeting political philosophers with scientists working on ants, baboons, cells, natural parks, together with historians of capitalism and — how totally bizarre! — specialists of the planet taken as a whole, namely Gaia — plus metaphysicians and historians of science thrown in, plus a bit of legal theory and a lot of social science to steer the pot further? What did we hope to achieve by linking corporate law with embryo development, the management of Amboseli with 19th century investment in railway or the competition between baboons and farmers, with the philosophy of Whitehead and the autotrophy of the earth system? And yet the only way to have a chance to renew the question of the extent, function and future of politics might well be to enter into this strange exercise and, against all odds, to carry it obstinately to the end. Why? Because whatever you expect from the future, you will indeed have to join in some ways in the same polity exactly those various types of beings that were brought to the table in September 2017. It is true that the term “body politik” has been disputed, but is there a better way to flag the goal of the new geohistorical epoch? No matter how disputed is the geological term of Anthropocene, this is exactly the sort of clarification that it triggers and the sort of occasion it opens for natural and social scientists to be able to collaborate. Indeed, it has provided a new breed of diplomats with the underserved chance of an improbable encounter, thanks to the generosity of the Cini Foundation, in one of the most beautiful setting there is: the Biblioteca Longana of San Giorgio.
 
http://www.bruno-latour.fr/article2679.html?page=1 
 
See video

In 1999 Bruno Latour organized for Hans Ulrich Obrist a series of reenactment of public lectures famous in science. BL did the 1864 Pasteur's lecture (abridged) on spontaneous generation where Pasteur demonstrated in a beautiful series of experiments that Pouchet, his adversary, had actually contaminated his vessels by neglecting what will become the rules of aseptic culture.

Bruno Latour: “El sentimiento de perder el mundo, ahora, es colectivo”

https://elpais.com/elpais/2019/03/29/ideas/1553888812_652680.html 

https://brujulaeconomica.blogspot.com/2009/05/la-esperanza-de-pandorabruno-latour.html

 

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