De los malos axiomas austriacos
-Uno de mis libros favoritos es La Ética de Spinoza. Me gusta la ingenuidad del proyecto, la decisión con que se plantea, el estilo con que está escrito, la personalidad del escritor, la originalidad del método y el declarado respeto a la razón. Todo ello hacen de él un libro único y memorable. Es una lástima que esté todo mal y que ninguna de las afirmaciones del libro se demuestren con el método geométrico que presume el autor. No quiere decir que todas las afirmaciones sean falsas ni que algunas proposiciones normativas no sean razonables, sino que no están deducidas de la manera propuesta.
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Spinoza quería deducir la Ética a partir de la Razón basándose en unos pocos axiomas y aplicando la deducción lógica. Ahora sabemos que al rigor de la lógica debe preceder el rigor de las definiciones y que estas solo pueden establecerse en un modelo formal. Esto no impide que podamos hacer también deducciones en un lenguaje no formal, pero será difícil llegar muy lejos, sobre todo cuando nos metamos en materias especializadas e intrincadas, donde tenemos que definir bien de qué estamos hablando. Spinoza creía que conceptos como “esencia” o ”naturaleza” estaban bien definidos y que con ellos podía definir “causa”, o que frases como “ser limitada por otra de su misma naturaleza” tienen un sentido evidente, y que con ellas puede tirar para adelante y demostrar la ética al modo geométrico. Eran otros tiempos, no se sabía de modelos formales más allá de la geometría y de otros pocos más y limitados a aspectos pequeños de otras ciencias.
En el siglo 20 ya sabíamos más de esos temas y, sin embargo, abundaban todavía pensadores que se permitían creer que con definiciones tan imprecisas como aquellas de Spinoza podían deducir proposiciones metafísicas, teológicas, morales, políticas o económicas. Como justificación siempre se expone algún ejemplo en que es posible hacer (o así lo parece) este tipo de deducciones. A partir de ahí se extrapola que se puede seguir haciendo en más casos y se pretende justificar toda una doctrina. La ingenuidad de estos últimos no me inspira tanto candor como la de Spinoza. Ya debían saber que su empeño era imposible y que, de tener seguidores, los estarían condenando a defender lo indefendible. Es lo que me pasa con von Mises y su libro La Acción Humana. Von Mises cree poder deducir muchas cosas del hecho que consiste en que las personas procedemos de manera consciente y deliberada, sea esta fruto de una clara deliberación o de recuerdos olvidados y deseos reprimidos (son expresiones suyas, influenciado como estaba por las teorías freudianas).
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Este
es el argumento que hace Mises para mostrar que pensando
apriorísticamente y sin empiria puede tener un conocimiento preciso y
verdadero de la realidad:
El objeto específico de la praxeología, es decir, la acción
humana, brota de la misma fuente donde nace el razonamiento. Actuación y
raciocinio constituyen realidades cogenéricas y similares; cabría,
incluso, considerarlas como dos manifestaciones distintas de una misma
cosa. Por cuanto la acción es fruto del raciocinio, resulta que éste
puede descubrir la íntima condición de aquélla. Los teoremas que el
recto razonamiento praxeológico llega a formular no sólo son
absolutamente ciertos e irrefutables, al modo de los teoremas
matemáticos, sino que también reflejan la íntima realidad de la acción,
con el rigor de su apodíctica certeza e irrefutabilídad, tal como ésta,
efectivamente, se produce en el mundo y en la historia. La praxeología
proporciona conocimiento preciso y verdadero de la realidad.
No, Mises, del hecho de que la acción humana sea producto del
raciocinio no se deduce que el raciocinio pueda estudiar la acción
humana de manera certera e irrefutable. Eso te pasa por razonar por
analogía y huir de los modelos formales. Le pasarán cosas parecidas a lo
largo del libro, como le pasan a sus defensores actuales. Veamos cómo
razonan en el Mises Institute sobre el uso de las matemáticas frente al lenguaje normal:
Considérese, por ejemplo, las proposiciones (2) A un precio mayor
corresponde una menor (o, por lo menos, no mayor) demanda. (2´) Si p
denota el precio de un bien y q su demanda, entonces q = f(p) y dq/dp =
f' (p) ≤ 0. Aquellos que encuentran la fórmula (2´) más precisa o “más
matemática” que la frase (2) caen en un uno completo error … la única
diferencia entre (2) y (2´) es esta: como (2') se limita a funciones
diferenciables y cuyas gráficas, por tanto, tienen tangentes … la frase
(2) es más general, pero de ninguna manera es menos precisa: tiene la
misma precisión que (2´).
Para empezar, en matemáticas se puede expresar que a un precio más
alto corresponde una demanda menor sin restringirse a funciones
diferenciables (por ejemplo, con correspondencias no necesariamente
continuas) y tener la generalidad que quiere el redactor del párrafo
anterior. El uso de conceptos más restringidos (que el redactor parece
confundir con pretensiones de precisión) simplemente permite tener
modelos más manejables, aunque simplificados. Para seguir, el hecho de
que una relación se pueda expresar en lenguaje llano y seguirle la pista
durante un pequeño razonamiento no implica que todo se pueda hacer así.
Por continuar con el ejemplo del párrafo anterior, será muy difícil
seguir la pista a un razonamiento que distinga la función de demanda
marshaliana de la hicksiana e intente sacar conclusiones acerca de las
consecuencias de ayudar a un consumidor según distintos mecanismos de
ayuda.
Los austriacos han oído, por supuesto, este argumento. He aquí cómo lo desdeñan en el Mises Institute:
A menudo se dice que la traducción de un concepto … del lenguaje
ordinario al matemático lleva a una mayor precisión lógica del concepto y
a mayores oportunidades de uso. Pero la falta de precisión matemática
en el lenguaje ordinario refleja precisamente el comportamiento de los
seres humanos en el mundo real…
Has leído bien, querido lector: está diciendo que quien quiera
estudiar una realidad imprecisa debe usar un lenguaje también impreciso.
Razonamiento ninguno, otra vez hay discurso por analogía. Y todos estos
errores de razonamiento son antes de empezar a hablar de economía.
En la historia del pensamiento económico ha habido varios intentos de
encontrar la coherencia interna de teorías verbales y siempre se han
encontrado problemas con la teoría. Sucede con El Capital de Marx, que
se ha mostrado incoherente
(las conclusiones no se siguen de los postulados); con la Teoría
General de Keynes, cuya modelización es controvertida (el propio Hicks no estaba satisfecho con
su modelo IS-LM), y con la Teoría Austriaca de los Ciclos Económicos,
que se ha encontrado tan falta de contenido que la mejor aproximación
formal conseguida necesita supuestos ad hoc completamente arbitrarios (aquí
se puede ver la explicación de Roger Garrison, donde el lector riguroso
apreciará cómo cada función en cada gráfico y cada comportamiento se
supone sin deducir de ningún modelo de equilibrio general, p.e.). Lo
curioso es que, además de todo eso, la teoría de los ciclos económicos
austriaca no se ha deducido ni remotamente a partir del axioma de la
acción humana.
Esta enemistad con los modelos formales y el recurso a la dialéctica,
la retórica, la apelación a intuiciones y, en el caso de los
austriacos, a la praxeología, podrá justificarse de la manera que cada
uno quiera, pero en la práctica lo que hace es dar rienda suelta a que
cualquiera, apelando a la simpatía que generan los rebeldes, se haga
llamar heterodoxo y reivindique un lugar en igualdad de condiciones a
los que sí se molestan en detectar incoherencias internas en sus
modelos, supuestos mejores, y evidencias empíricas. Y con matemáticas,
claro.
Aclaración: Siempre que toco estos temas me dicen que hay
austriacos que no usan la praxeología implicando no sé muy bien qué
cosa. Sobre este asunto, léase mi entrada anterior sobre las escuelas de pensamiento económico.
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