Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas


"La autonomía y la coherencia corporativas, así como el aislamiento, pertenecen a la tradición weberiana. El hincapié en el enraizamiento como necesario complemento de la autonomía no sólo contradice la idea de que el aislamiento es el rasgo más importante de la capacidad, sino que además se aleja de una perspectiva weberiana. El enraizamiento constituye una solución diferente frente a la escasez de capacidad. Ella es indispensable debido a que las polí-ticas públicas deben responder a los problemas percibidos por los actores privados y, a la larga,dependen de éstos para su implementación. Una red concreta de lazos externos permite al Estado evaluar, controlar y moldear, prospectivamente y con posterioridad a los hechos, las reacciones privadas ante las iniciativas públicas. Amplia la inteligencia del Estado y vuelve más probable la concreción de sus medidas. Si se admite la importancia del enraizamiento, los argumentos en favor del aislamiento quedan cabeza abajo. Las conexiones con la sociedad civil pasan a ser una parte de la solución en vez de ser una parte del problema.La pregunta obvia es: ¿acaso el enraizamiento redundará en clientelismo, corrupción y socavamiento de la eficacia del Estado? La respuesta radica, fundamentalmente, en que el enraizamiento sólo tiene valor en el marco de la autonomía. En ausencia de un tipo de estructura administrativa coherente, autoorientadora, weberiana, es casi seguro que el enraizamiento tendrá efectos nocivos. Como la mayoría de los casos de fracaso examinados en la bibliografíasobre la estabilización carecían de las estructuras burocráticas indispensables, no es de extrañar que en esa bibliografía se ponga el acento en el aislamiento. Si la subordinación a los lazosclientelistas es el procedimiento administrativo de rutina, lograr un mayor aislamiento es una prioridad legítima. Lo que funciona es la combinación de enraizamiento y autonomía, no cualquiera de éstas por separado.

‎"en lugar de recetas universales, se necesitan visiones sistémicas y comparativas a la hora de operar sobre estructuras o subsistemas socio-políticos específicos y evaluar por qué y de qué forma conviene, por ejemplo, descentralizar algún aspecto del gobierno o la gestión pública. Recién alcanzada esa mirada es que resulta factible concluir, tomando en cuenta los atributos de cada sociedad y la economía política propia de procesos específicos, que una experiencia exitosa es factible o no de replicar en otra sociedad o ámbito. Replicar experiencias y resultados es sumamente difícil porque las sociedades son en gran medida idiosincráticas, distintas. La mirada equilibrada capaz de diferenciar la buena práctica replicable de la que no lo es, demanda una sofisticación analítica hasta hoy no suficientemente desarrollada y todavía menos utilizada. Y aquí enfrentamos como desafío prioritario el desarrollo de un mejor entendimiento comparativo (para el que el primer paso metodológico, como sugiere Przeworski, es el principio de desconfianza frente al “policy paper” que legitima sus recomendaciones"


‎.... la esfera política de una sociedad capitalista que bien podría describirse como una “política mixta”, cuya dinámica se describe a menudo y con acierto como la “competencia oligopólica” de élites polí- ticas o “empresarios” políticos que suministran “bienes” públicos de consumo. La lógica de la democracia capitalista es la lógica de la mutua contaminación: se infunde autoridad en la economía mediante la dirección de la demanda global, las transferencias y las reglamentaciones: de tal manera que va perdiendo progresivamente su carácter espontáneo y autorregulador, y se introduce en el Estado la contingencia del mercado, comprometiendo así cualquier noción de autoridad absoluta o de bien absoluto. Ni la idea de Smith del mercado ni el concepto de Rousseau de la política tienen una contrapartida palpable en la realidad social. Consideremos ahora por separado cada uno de los eslabones, o mecanismos mediadores entre el Estado y la sociedad civil. Siguiendo la problemática desarrollada anteriormente, plantearemos dos interrogantes en cada caso. En primer lugar, ¿de qué forma y en virtud de qué características estructurales contribuyen los partidos y el Estado del bienestar keynesiano a la compatibilidad entre el capitalismo y la política democrática de masas? En segundo lugar, ¿qué tendencias y cambios observables se producen en el seno del marco institucional, tanto de la “economía mixta” como del “sistema político mixto”, que amenacen la viabilidad de la coexistencia del capitalismo y la democracia..." CLAUS OFF pag.103

..."Desde el punto de vista de la reforma política del Estado, sin embargo, no hay duda de que es necesario concentrar la atención en las instituciones que garanticen o, mejor, que aumenten-ya que el problema es de grado- la “responsabilización” de los gobernantes. Reformar el Estado para darle mayor gobernabilidad es hacerlo más democrático, es dotarlo de instituciones políticas que permitan una mejor intermediación de los intereses siempre en conflicto de los diversos grupos sociales, de las diversas etnias cuando no naciones, de las diversas regiones del país. En tanto el mercado es el campo de los intercambios de equivalentes, por lo cual pueden ser relativamente impersonales, la política, desde el punto de vista económico, es el campo de las transferencias. “Hacer política” en el capitalismo contemporáneo es en gran parte luchar por esas transferencias, que muchas veces no pasan de tentativas más o menos bien logradas de captura privada del Estado, de rent-seeking, pero que en principio son disputas legítimas que son el propio objeto de la políticaEl gran desafío de la reforma es tener partidos políticos que respondan a orientaciones ideológicas; es desarrollar un sistema electoral que permita la formación de gobiernos al mismo tiempo representativos y con mayorías estables, es contar con una oposición vigorosa pero que luche dentro de un campo común de intereses; es disponer de una prensa libre y responsable que refleje más la opinión de sus lectores, oyentes o asistentes, que de sus propietarios o de sus patrocinadores publicitarios; es contar con un sistema judicial que no sólo haga justicia entre los ciudadanos y los defienda del Estado,sino que también sepa defender la res publica contra la codicia de los ciudadanos poderosos que quieren privatizarlo; es contar con una burocracia que abandone la práctica del secreto y administre la cosa pública con total transparencia; es contar con un poder legislativo nacional relativamente inmune al clientelismo; es desarrollar sistemas de participación de los ciudadanos en el control directo del Estado y de las entidades públicas no estatales; es contar con un sistema más transparente de financiamiento de las campañas electorales; es desarrollar, en fin,sistemas de “responsabilización” de los políticos y de la alta burocracia pública". Pag.285

‎"...en las zonas marrones de las nuevas democracias prevalecen, por lo general, condiciones específicamente políticas que satisfacen las condiciones estipuladas para la existencia de la poliarquía".....Esto origina una curiosa bifurcación: en muchas zonas marrones se respetan los derechos participativos y democráticos de la poliarquía, pero se viola el componente liberal de la democracia. Una situación en la que se vota con libertad y hay transparencia en el recuento de los votos pero en la que no puede esperarse un trato correcto de la policía o de la justicia, pone en tela de juicio el componente liberal de esa democracia y cercena severamente la ciudadanía"

‎"....cuantas más espirales se suceden, mayor es la desesperación de los gobiernos por encontrar una salida a la crisis. Pero la desintegración del aparato estatal, el aumento del déficit fiscal, una opinión pública hostil, partidos políticos que anticipan réditos electoralesfuturos mediante la aguda critica al gobierno (incluso líderes del partido gobernante, que temen ser arrojados al abismo de su impopularidad) y los cálculos defensivos de poderosos actores económicos disminuyen la probabilidad de que la nueva política tenga éxito. Esto significa que, en una economía con crecientes niveles de inmunización, el próximo intento de estabilización conllevará una intervención aún más drástica que la anterior. Las apuestas suben con cada vuelta de la rueda.Un nuevo fracaso continúa el proceso de selección darwiniana, que se dinamiza por la creciente incapacidad del gobierno para controlar las repercusiones distributivas de sus políticas.Como, en términos relativos, diversos segmentos de la clase media son los que sufren el mayor impacto, se oyen clamores generalizados sobre “la extinción de la clase media”, a veces con matices no muy coherentes con la consolidación de la democracia. En este contexto, el gobierno proyecta una curiosa imagen en la que se mezclan la omnipotencia con la impotencia. Por un lado, como el gobierno tiene que creer y, sobre todo, tratar de hacer creer, que este intento domará la crisis, lo proclama estentóreamente, agregando que “esta vez” se justifican los nuevos sacrificios exigidos a la población. Por otro lado, aparte del alivio implicado por la temporaria caída de la inflación (en general a un alto costo distributivo y de actividad económica), no tarda en hacerse evidente que el gobierno no podrá poner en práctica otras medidas, también imprescindibles para el éxito de sus políticas. Este es otro factor que acorta los horizontes temporales y empeora las expectativas que dinamizan el dilema del prisionero.En estas condiciones, la sociedad se ofrece a sí misma una fea imagen. Miles de expresiones ponen de manifiesto el profundo malestar consecuente"

¿Cómo puede ser políticamente representado este mundo de actores que se comportan de una manera tan desagregada, oportunista e inmediata? ¿Cuáles pueden ser sus puntos de anclaje y sus vínculos con las instituciones (las representativas de intereses y las propiamente políticas, como los partidos y el Congreso) que conforman las relaciones entre Estado y sociedad en las democracias institucionalizadas? ¿Qué representatividad y, en general, qué identidades colectivas pueden sobrevivir a estas tormentas? La respuesta es que en estas condiciones se avanza muy poco, si es que se avanza, hacia la creación de instituciones representativas y responsables. Por el contrario, conectándose con profundas raíces históricas de estos países, la atomización del Estado y la sociedad, la expansión de las zonas marrones y su forma peculiar de defender sus intereses, y la enorme urgencia y complejidad de los problemas que deben enfrentarse, alimentan la predisposición delegativa y plebiscitaria de estas democracias. La pulverización de la sociedad en una miríada de actores racionales/oportunistas y la ira por una situación que todos -y por lo tanto, aparentemente, nadie han provocado, tienen un gran culpable: el Estado y el gobierno. Por un lado, este tipo de razonamiento es terreno fértil para simplistas ideologías antiestatales; por el otro, impulsa la pérdida de prestigio del régimen democrático, de sus tambaleantes instituciones y de todos los políticos. Por cierto, esta evaluación tiene bases reales: los fracasos de las políticas gubernamentales, sus errores y vacilaciones, su impotente omnipotencia y, con frecuencia, las muestras de su corrupción, así como el deplorable espectáculo que ofrecen a veces los políticos y los partidos, dentro y fuera del Congreso, brindan la oportunidad para la exculpación proyectiva de la sociedad en los múltiples males que aquejan al gobierno y al Estado.....Lo menos que puede decirse de estos problemas es, primero, que no contribuyen al surgimiento de una democracia institucionalizada; segundo, que dificultan muchísimo la implementación de las políticas complejas a largo plazo, negociadas multisectorialmente, que podrían sacar a estos países del pantano; y tercero, que (por cierto no sólo en América Latina) interactúan poderosamente con tradiciones de concebir la política de una manera cesarista, antiinstitucional y delegativa.

¿Existen alternativas ante las crisis que he descripto? El dilema del prisionero tiene una dinámica poderosa: ni la invocación al altruismo y a la unidad nacional, ni propuestas que presuponen amplias solidaridades y firmes identidades, pueden funcionar. Si existe una solución,probablemente depende de encontrar áreas importantes por sus efectos en la situación general en las que una acción diestra y oportuna (en particular del gobierno) consiga ampliar los horizontes temporales de los actores fundamentales y, en consecuencia, el alcance de las solidaridades entre ellos. El mejor invento que se conoce para lograr esto es el fortalecimiento de instituciones sociales y políticas, pero en las circunstancias que he descripto ésta es por cierto una tarea harto difícil. En el mundo actual, la gozosa celebración del advenimiento de la democracia debe complementarse con el sobrio reconocimiento de las inmensas dificultades (por cierto, históricamente inusuales) que enfrenta su institucionalización...

Lejos de estimular la producción, la práctica gubernamental de incurrir en déficit fiscal para combatir el desempleo,fomenta unas tasas todavía mayores del mismo, dado que hace dispararse las tasas de interés y convierte el capital monetario en escaso y costoso. Además (y quizás peor), el Estado del bienestar se transforma parcialmente en un elemento de desánimo para el trabajo. Sus sistemas de seguros obligatorios y de derechos y subvenciones legales proporcionan de hecho una protección institucional tan fuerte para los intereses materiales de los trabajadores asalariados que la mano de obra se manifiesta menos dispuesta a dejarse coaccionar para que se ajuste a las contingencias de los cambios estructurales, tecnológicos, situacionales, vocacionales y otros de la economía. No sólo son los salarios “difíciles” e “inflexibles hacia el descenso”, sino que, además, las previsiones del Estado del bienestar han “desmercantilizado” parcialmente el interés de los trabajadores, reemplazando el “status” por el “contrato”, o los “derechos del ciudadano” por los “derechos de propiedad”. Este cambio en las relaciones industriales producido por el EBK no sólo ayuda a estabilizar la demanda efectiva (como se propone hacer), sino que también hace que el empleo resulte más costoso y más rígido. Una vez más, el problema central del mercado del trabajo es el problema de la oferta: cómo contratar (y despedir) a las personas oportunas en el lugar adecuado, con las cualificaciones necesarias y, lo que es más importante aún, con la motivación adecuada y las expectativas salariales correctas. En este sentido es en gran medida correcto, según mi criterio, entender, como lo hacen los empresarios, que el Estado del bienestar no forma parte de la solución, sino es más bien parte del problema pag.111

Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas

La urbanización acelerada, los costos económicos y tecnológicos (p. ej.: en comunicaciones y transportes), la multiplicación de las funciones sociales de la administración pública, la conveniencia de disponer de estructuras locales capaces de planificar y ordenar el territorio y las crecientes demandas urbanas y participativas son seguramente las principales razones que explican el cuestionamiento de la organización territorial heredada: Una situación que se caracteriza por:
a) La fragmentación (minifundismo) municipal. En Italia, como en España hay más de 8.000 municipios, y más de 10.000 en Alemania (RFA). En Suiza pasan de 3.000 y Francia bate el récord con más de 36.000. En los países escandinavos y en Bélgica han habido un importante reagrupamiento de municipios (Bélgica ha pasado de 2.675 municipios a 589 en pocos años) pero a pesar de ello, y en relación a su población tienen muchos más municipios que Inglaterra que, después de la reforma de 1974, tiene sólo unas 400 entidades locales de base. Portugal, con 300 municipios, es la otra excepción.
b) El nivel intermedio tradicional (provincia, departamento, condado) se ha mantenido en toda Europa occidental (con la excepción de Inglaterra) a pesar de ser muy criticado en todas partes, por su casi siempre escasa personalidad histórico-cultural y poca adecuación a los requerimientos territoriales modernos para la, prestación de servicios. En cambio no se han consolidado los intentos de crear nuevos entes intermedios (p. ej. comprensorio en Italia) y las áreas metropolitanas (siempre con la excepción de Londres: Greater London Gouncil o G.L.C.) no han ido más allá de la mancomunidad de municipios y de los organismos de carácter técnico especializados (planeamiento urbano, gestión de transportes públicos etc
c) La revalorización del nivel regional ha dado lugar a situ aciones muy diversas, que van desde los países con un modelo federal muy claro y estable (11 Lander en Alemania, 23 Cantones en Suiza) hasta regiones entendidas como área de planeamiento territorial y sin personalidad político-administrativa (p. ej. las 8 regiones inglesas o las 21 de Francia hasta la reciente institucionalización regional de 1982). Un modelo intermedio, ni federal ni unitario, es el denominado regionalista o Estado de las autonomías (20 regiones italianas, 17 comunidades autónomas en España y el actual sistema francés) cuya principal característica parece ser la de crear un nuevo nivel intermedio sin eliminar ni la administración periférica del Estado central ni ninguno de los niveles locales (al contrario, tiende a crear otros nuevos).
Esta rápida visión panorámica de las estructuras territoriales europeas hace aparecer inmediatamente una situación que combina la complejidad con la rigidez. Y además, paradójicamente teniendo en cuenta el mantenimiento del minifundismo municipal, han faltado en las zonas que concentran a la mayoría de la población (urbana y metropolitana) estructuras representativas próximas a la población. Por esta razón en la última década la descentralización municipal ha estado también en el centro de la reforma municipal pag.249

Algunas de las críticas más usuales a la descentralización son:
a) El incrementalismo.  Se han creado nuevos entes u organismos sin hacer desaparecer otros y se han aumentado los niveles de administración local al no hacerse al mismo tiempo la reestructuración territorial y la reforma administrativa de éste. Por ejemplo, la descentralización municipal en las grandes ciudades no ha ido ligada a la institucionalización de las áreas metropolitanas (Londres exceptuado) y a la solución de los viejos problemas derivados del minifundismo municipal o del mantenimiento de divisiones provinciales obsoletas.
b) La descentralización en bastantes casos aparece entonces como una operación costosa, que no se traduce en una mayor eficacia y productividad de la gestión local. En otros casos en los que se da un aumento significativo de las prestaciones públicas (caso inglés) es criticada como derroche y considerada insoportable en esta época de crisis (crítica thatcheriana).
c) Se argumenta, sin embargo, que el coste excesivo o la innecesariedad de la descentralización se debe al poco rigor y a la escasa decisión en lo que se refiere al traspaso de competencias, funciones, servicios y recursos desde los niveles superiores, a la falta de poder de decisión real de los entes descentralizados y a la timidez o poca imaginación en lo que se refiere a atribución de competencias de nuevo tipo (actividad económica, cooperación social, seguridad ciudadana). El planteamiento participativo formal y de desconcentración administrativa conduce a criticar no los excesos sino las insuficiencias de la descentralización
 d) Asimismo se ha criticado la escasa renovación en las formas de hacer política que hasta ahora ha tenido la descentralización. Se han reproducido modos parlamentaristas y partitocrá-ticos en vez de generar nuevos modelos participativos, tanto en lo que se refiere a la elección y funcionamiento de los organismos de distrito como a la implantación de formas de democracia participativa cotidiana (elección de consejos de distrito únicamente a través de listas de partido, participación ciudadana reducida muchas veces a la. relación con las cúpulas de organizaciones sociales). Incluso se ha llegado a decir que la descentralización no sólo no ha generado nuevos espacios para la iniciativa y la organización de la sociedad civil sino que en algunos casos ha contribuido a la marginación, debilitamiento o disolución de las organizaciones sociales. Probablemente sería más exacto decir que la debilidad competencial y financiera de la descentralización, la reproducción de mecanismos burocráticos y clientelares y la falta de innovación en cuanto a creación de instrumentos eficaces de participación ciudadana y de cooperación social no ha permitido responder a los nuevos problemas de desagregación social ni satisfacer las expectativas generadas por la descentralización.
e) Por último se ha aducido posibles causas perversas de la descentralización, lo cual explicaría sus defectos o limitaciones: respuesta a la crisis del welfare state que permite disminuir el gasto público en prestaciones sociales (se transfieren funciones pero no recursos), un medio de ampliar las clases políticas y de consolidar corporatismos administrativos y relaciones clientelares, legitimación de los actores privados y reducción de la administración pública a funciones de apoyo o de coordinación, etc. Estas explicaciones se adaptan hasta cierto punto a algunas situaciones concretas pero resultan muy unilaterales y en todo caso no responde, a nuestro parecer, a los planteamientos descentralizadores generales. Se podría volver a argumentar que en estos casos se critica la falta o la deformación de la descentralización, pero no a ésta

Una cuestión que la descentralización debe abordar abiertamente es la de la tensión que necesariamente se crea entre los órganos centrales (Ayuntamiento o Gobierno Metropolitano) y los Distritos, tanto por la dificultad de deslindar competencias y funciones, como por la posible coexistencia de mayorías políticas distintas y hasta opuestas. Esta tensión puede ser positiva si por una parte se admite como legítima (expresión del pluralismo de la gran ciudad) y, por la otra, se precisa la naturaleza de lo que es descentralizable, y lo que no lo es, con rigor (por ejemplo: programación y facultad reglamentaría no lo es).
La descentralización no es únicamente un proceso político-administrativo de democratización del Estado: tal como se plantea hoy, por lo menos ésta es nuestra posición, significa abrir cauces para el desarrollo de la iniciativa y la organización de la sociedad civil, para facilitar la actividad autonómica de nuevos actores económicos y sociales y para hacer avanzar un nuevo tipo de economía (social) y de derecho (contractual) que se sitúan entre lo público y lo privado.
Es evidente que el desarrollo de la descentralización cuestiona los sistemas establecidos de partidos políticos y de grandes organizaciones sociales, pero este sistema hoy es muy deficiente. La descentralización puede facilitar enormemente la capilaridad social de partidos políticos y organizaciones sindicales y profesionales, y por lo tanto, contribuir a su renovación y a su arraigo en la sociedad. Estos aspectos contradictorios de la descentralización respecto a los partidos y organizaciones sociales explican que las posiciones descentralizadoras o antidescentralizadoras no pasen entre los partidos, sino al interésde cada uno de ellos.
Por todo lo dicho, consideramos la descentralización, desde una perspectiva global, como una de las respuestas mediante las cuales se intenta superar viejas antinomias que corresponden cada vez menos a nuestra época: liberalismo-socialismo, Estado-sociedad civil, representación mediante partidos o articulación de instituciones territoriales, crecimiento econó-mico-igualdad social y territorial, universalismo-localismo, etc. Incluso el planteamiento moderno de la descentralización tiende a integrar los beneficios del centralismo y a superar las tendencias autárquicas del autonomismo tradicional pag.258
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Desde el punto de vista de la reforma política del Estado, sin embargo, no hay duda de que es necesario concentrar la atención en las instituciones que garanticen o, mejor, que aumenten-ya que el problema es de grado- la “responsabilización” de los gobernantes. Reformar el Estado para darle mayor gobernabilidad es hacerlo más democrático, es dotarlo de instituciones políticas que permitan una mejor intermediación de los intereses siempre en conflicto de los diversos grupos sociales, de las diversas etnias cuando no naciones, de las diversas regiones del país. En tanto el mercado es el campo de los intercambios de equivalentes, por lo cual pueden ser relativamente impersonales, la política, desde el punto de vista económico, es el campo de las transferencias. “Hacer política” en el capitalismo contemporáneo es en gran parte luchar por esas transferencias, que muchas veces no pasan de tentativas más o menos bien logradas de captura privada del Estado, de rent-seeking, pero que en principio son disputas legítimas que son el propio objeto de la política
El gran desafío de la reforma es tener partidos políticos que respondan a orientaciones ideológicas; es desarrollar un sistema electoral que permita la formación de gobiernos al mismo tiempo representativos y con mayorías estables, es contar con una oposición vigorosa pero que luche dentro de un campo común de intereses; es disponer de una prensa libre y responsable que refleje más la opinión de sus lectores, oyentes o asistentes, que de sus propietarios o de sus patrocinadores publicitarios; es contar con un sistema judicial que no sólo haga justicia entre los ciudadanos y los defienda del Estado, sino que también sepa defender la res publica contra la codicia de los ciudadanos poderosos que quieren privatizarlo; es contar con una burocracia que abandone la práctica del secreto y administre la cosa pública con total transparencia; es contar con un poder legislativo nacional relativamente inmune al clientelismo; es desarrollar sistemas de participación de los ciudadanos en el control directo del Estado y de las entidades públicas no estatales; es contar con un sistema más transparente de financiamiento de las campañas electorales; es desarrollar, en fin,sistemas de “responsabilización” de los políticos y de la alta burocracia pública. Pag.285
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¿Ha terminado la globalización con el imparable ascenso del Estado nacional? *MICHAEL MANN

Las razones para esta dramática disminución del poder económico del Estado no son fáciles de interpretar. Al internacionalizarse la economía, los niveles reales de vida se han estancado y las desigualdades han aumentado (salvo en el caso del Este asiático). Si los gobiernos nacionales se encuentran crecientemente limitados para planificar su economía y satisfacer sus pretensiones de bienestar, puede deberse a las tendencias transnacionales, pero también a la recesión —transformaciones tales como la llamada “reestructuración” pueden ser una respuesta a ambos fenómenos—

Límites medioambientales, nuevos movimientos sociales y nueva sociedad transnacional

En este artículo se han analizado cuatro supuestas “amenazas” al Estado-nación contemporáneo: las transformaciones del capitalismo, los límites medioambientales, las políticas de identidad y el posmilitarismo. Debemos cuidarnos de los globalistas y transnacionalistas más entusiastas. Con escaso sentido histórico exageran la fortaleza de los Estados-nación en el pasado;
con poco sentido de la diversidad global, exageran su actual decadencia; y, finalmente, con poco sentido de su pluralidad, colocan fuera de juego a las relaciones internacionales.
Dentro de las cuatro esferas de “amenaza” debemos distinguir: 
(a) el diferente impacto que tienen sobre los diferentes tipos de Estado en las también diferentes regiones del mundo; 
(b) las tendencias que debilitan a los Estados-nación “y” aquellas que los fortalecen; 
(c) las tendencias que desplazan la regulación nacional hacia redes internacionales y transnacionales; 
(d) las tendencias que fortalecen simultáneamente a los Estados-nación “y” a la transnacionalidad.
Me he arriesgado a realizar algunas generalizaciones. Las transformaciones del capitalismo ciertamente parecen estar debilitando a los Estados-nación del Norte, mientras que el éxito en el desarrollo económico fortalecería a los Estados-nación en el resto del mundo. El declive del militarismo y de la “geopolítica dura” en el Norte está debilitando al núcleo tradicional del Estado-nación. Sin embargo, las tres primeras supuestas “amenazas” deberían actualmente intensificar y hacer más densas las redes internacionales de la “geopolítica blanda”. Y las políticas de identidad podrían (contrariamente a lo que se suele afirmar) reforzar a los Estados nación. Pag.316

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