El Premio Nobel de Economía 2018: Los límites y las fuentes del crecimiento económico The Prize in Economic Sciences 2018

Press release: The Prize in Economic Sciences 2018

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8 October 2018
The Royal Swedish Academy of Sciences has decided to award the Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 2018 to
William D. Nordhaus
Yale University, New Haven, USA
“for integrating climate change into long-run macroeconomic analysis”
and
Paul M. Romer
NYU Stern School of Business, New York, USA
“for integrating technological innovations into long-run macroeconomic analysis”

Integrating innovation and climate with economic growth

William D. Nordhaus and Paul M. Romer have designed methods for addressing some of our time’s most basic and pressing questions about how we create long-term sustained and sustainable economic growth.
At its heart, economics deals with the management of scarce resources. Nature dictates the main constraints on economic growth and our knowledge determines how well we deal with these constraints. This year’s Laureates William Nordhaus and Paul Romer have significantly broadened the scope of economic analysis by constructing models that explain how the market economy interacts with nature and knowledge.
Technological change – Romer demonstrates how know- ledge can function as a driver of long-term economic growth. When annual economic growth of a few per cent accumulates over decades, it transforms people’s lives. Previous macroeconomic research had emphasised technological innovation as the primary driver of economic growth, but had not modelled how economic decisions and market conditions determine the creation of new technologies. Paul Romer solved this problem by demonstrating how economic forces govern the willingness of firms to produce new ideas and innovations.
Romer’s solution, which was published in 1990, laid the foundation of what is now called endogenous growth theory. The theory is both conceptual and practical, as it explains how ideas are different to other goods and require specific conditions to thrive in a market. Romer’s theory has generated vast amounts of new research into the regulations and policies that encourage new ideas and long-term prosperity.
Climate change – Nordhaus’ findings deal with interactions between society and nature. Nordhaus decided to work on this topic in the 1970s, as scientists had become increasingly worried about the combustion of fossil fuel resulting in a warmer climate. In the mid-1990s, he became the first person to create an integrated assessment model, i.e. a quantitative model that describes the global interplay between the economy and the climate. His model integrates theories and empirical results from physics, chemistry and economics. Nordhaus’ model is now widely spread and is used to simulate how the eco- nomy and the climate co-evolve. It is used to examine the consequences of climate policy interventions, for example carbon taxes.
The contributions of Paul Romer and William Nordhaus are methodological, providing us with fundamental insights into the causes and consequences of technological innovation and climate change. This year’s Laureates do not deliver conclusive answers, but their findings have brought us considerably closer to answering the question of how we can achieve sustained and sustainable global economic growth.

Read more about this year’s prize

Popular science background: Integrating nature and knowledge into economics
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Scientific Background: Economic growth, technological change, and climate change
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https://www.nobelprize.org/prizes/economics/2018/press-release/
 

William D. Nordhaus, born 1941 in Albuquerque, USA.
Ph.D. in 1967 from Massachusetts Institute of Technology, Cambridge, USA. Sterling Professor of Economics, Yale University, New Haven, USA.
https://economics.yale.edu/people/william-d-nordhaus
Paul M. Romer, born 1955 in Denver, USA.
Ph.D. in 1983 from University of Chicago, USA. Professor at NYU Stern School of Business, New York, USA.
https://www.stern.nyu.edu/faculty/bio/paul-romerhttp://www.stern.nyu.edu/faculty/bio/paul-romer

The Prize amount: 9 million Swedish krona, to be shared equally between the Laureates
Further information: http://www.kva.se and http://www.nobelprize.org
Press contact: Kajsa Waaghals, Press Officer, +46 8 673 95 44, +46 70 878 67 63, kajsa.waaghals@kva.se
Experts: Per Krusell, +46 70 276 13 34, krusell@iies.su.se and John Hassler, +46 70 811 72 63, john@hassler.se, members of the Committee for the Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel

 

El Premio Nobel de Economía 2018: Los límites y las fuentes del crecimiento económico

Juan Francisco Jimeno
 

La Real Academia Sueca de Ciencias decidió ayer otorgar el Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2018 a William D. Nordhaus (Universidad de Yale) y a Paul M. Romer (NYU Stern School of Business) "por integrar el cambio climático (Nordhaus) y la innovación tecnológica (Romer) en el análisis macroeconómico de largo plazo”.  En su comunicado, el jurado señala que ambos han construido modelos que explican como las economías de mercado interactúan con el medio ambiente y el conocimiento científico y, por tanto, permiten comprender los límites y las fuentes del crecimiento económico sostenible y sostenido. No cabe duda de que se tratan de contribuciones muy relevantes, pues proporcionan las bases para desarrollar políticas que actúen sobre dos acontecimientos que pueden cambiar radicalmente el rumbo de la Humanidad.
En esta entrada se enmarcan las contribuciones de Nordhaus y Romer en la historia del pensamiento sobre crecimiento económico y se describen, con algún detalle, las de Nordhaus. En una entrada aneja, escrita por Diego Comin, se comentan con mayor detalle las de Romer.
Antecedentes
Para entender la importancia de las contribuciones de Nordhaus y Romer hay que remontarse al estado de la teoría del crecimiento económico hace unos cincuenta años (justo cuando un grupo de académicos escandinavos ideó y empezó a otorgar este premio). Por entonces, tras la archiconocida controversia de Cambridge, la teoría del crecimiento económico se resumía básicamente en dos postulados: i) el crecimiento económico en el largo plazo es el resultado de dos factores, la acumulación de capital y el progreso tecnológico, y ii) con rendimientos constantes a escala en la función de producción agregada, la acumulación de capital no puede continuar indefinidamente y, por tanto, solo el progreso tecnológico puede sostener el crecimiento en el largo plazo. Robert Solow, también galardonado con el Premio Nobel de Economía (en 1987), no solo había desarrollado el modelo matemático capaz de demostrar ambos postulados, sino que había propuesto una manera de medir el progreso tecnológico mediante lo que después se llamó Productividad Total de los Factores (o “residuo de Solow”).
A pesar de la importancia de las contribuciones de Solow, esta era, en el mejor de los casos, una teoría del crecimiento económico incompleta. Por una parte, no había un tratamiento detallado de las fuentes del progreso tecnológico (en palabras del propio Solow, este era como “un maná caído del cielo”, es decir, se consideraba exógeno). Por otra parte, en este enfoque no había lugar para restricciones al crecimiento económico derivadas de la existencia de recursos naturales no renovables.
Hacía falta pues desarrollar el conocimiento sobre crecimiento económico en dos direcciones. Una era entender las fuentes del progreso tecnológico, motor único del crecimiento en el largo plazo, para así aspirar a comprender (y gestionar) los efectos de políticas que pudieran promover el crecimiento económico (el hecho de que el “residuo de Solow” explicara la mayor parte del  crecimiento económico no era otra cosa que una prueba de la ignorancia de los economistas, según el propio Solow). Otra era averiguar si el crecimiento económico se podía sostener indefinidamente en un mundo con recursos naturales limitados o en el que el crecimiento económico se produce degradando el medio ambiente. Por una parte, ya a principios de los 1970s había informes como el del Club de Roma sobre los limites del crecimiento que, en modo malthusiano, profetizaban que no era posible sostener el crecimiento económico durante mucho tiempo. Por otra, Joseph Stiglitz  y Partha Dasgupta y Geoffrey Heal mostraron, respectivamente, que la innovación, mediante la sustitución de tecnologías, y los rendimientos crecientes a escala podrían vencer los limites del crecimiento y que existía una tasa óptima de agotamiento de los recursos naturales compatible con un crecimiento económico sostenido.
Saliendo del túnel
En relación con la innovación tecnológica, había tres barreras que el conocimiento económico no había podido superar. Una era entender la actividad económica que subyace al progreso tecnológico: cómo se producen y por qué hay  innovaciones tecnológicas.  Las otras dos se derivan de dos características fundamentales de la innovación tecnológica. Una es que proporciona poder de mercado a quien la realiza y, por tanto, su análisis hay que abordarlo en modelos con monopolios o competencia monopolística que entonces estaban muy poco desarrollados. Otra es que, dado que las ideas pueden utilizarse por otros distintos a los que las tienen, la innovación tecnológica produce economías externas (y, por tanto, rendimientos crecientes a escala a nivel agregado). Aunque muchos otros lo intentaron, no fue hasta finales de los 1980s cuando Paul Romer encontró una manera satisfactoria de introducir rendimientos crecientes a escala y competencia monopolística en modelos en los que el crecimiento se produce de manera sostenida y equilibrada. (En la entrada de Diego Comin, aneja a esta, se explica en mayor detalle cómo lo hizo y el enorme impacto que sus contribuciones tuvieron sobre el análisis macroeconómico de largo plazo y sus implicaciones de política económica).
Por lo que respecta a los límites del crecimiento, la contribución de Nordhaus ha sido fundamental en muchas dimensiones. Por una parte, se le considera el padre de una nueva rama: la Economía del medio ambiente. Por otra, sus trabajos han permitido fundamentar influyentes informes sobre las consecuencias económicas del cambio climático, como, por ejemplo, el famoso “informe Stern” (dirigido por otro economista, Sir Nicholas Stern,  galardonado en 2010, como también lo fue Nordhaus en 2017, con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de cambio climático).
William Nordhaus fue de uno de los que, con menos éxito que Romer, intentó “endogeneizar” el progreso tecnológico en modelos de crecimiento económico (su tesis doctoral, dirigida por Robert Solow y presentada en 1967 en MIT, lleva por título “A Theory of Endogenous Technical Change”).  Tras realizar diversas contribuciones en varios campos de la macroeconomía y ser co-autor con Paul Samuleson de uno de los libros de introducción a la economía más utilizados, su interés por la economía del cambio climático nació de trabajos sobre el uso eficiente de recursos energéticos (algunos resultados recientes y muy interesantes sobre la interacción entre progreso tecnológico y eficiencia energética, aquí).  A medida que crecía la conciencia sobre los efectos de la emisión de gases de efecto invernadero en el cambio climático, pasó a dedicarse a la construcción de modelos con los que analizar los efectos económicos de dichas emisiones y con los que evaluar medidas para reducirlas (ver aquí). Básicamente se trata de modelos de equilibrio general en los que la producción de bienes y servicios lleva aparejada emisiones de gases que aumentan la temperatura global del planeta y por ello tienen efectos negativos sobre la demanda y la oferta. Dichos modelos, alimentados por estimaciones de los parámetros de las preferencias temporales de los agentes, de las emisiones asociadas al crecimiento de la producción de bienes y servicios, de los efectos (lineales o no) de estas emisiones sobre la temperatura, y de los consecuencias económicas de aumentos de la temperatura en distintas zonas del planeta, constituyen el mejor instrumental disponible para vencer la resistencia a implementar políticas necesarias para combatir el cambio climático. Por ejemplo, simulaciones de sus modelos permiten sostener la conclusion de que, en la mayoría de los escenarios, la política más eficiente para hacer frente a las emisiones de gases de efecto invernadero es gravarlas con un impuesto implementado uniformemente por todos los países. (Curiosamente, una derivación del impuesto óptimo sobre el consumo de hidrocarburos se debe al presidente del jurado que ha concedido el premio, Per Krusell).
En definitiva, se trata de un Premio Nobel que reconoce los avances en la teoría económica del crecimiento realizados durante las tres ultimas décadas y su gran relevancia para la formulación de políticas económicas que influyen decisivamente en el bienestar social.

Juan Francisco Jimeno

Doctor en Economía por MIT, 1990. Ha sido profesor en varias universidades españolas y extranjeras, investigador en FEDEA hasta 2004 y en la actualidad trabaja en la Dirección General de Economía y Estadística del Banco de España. Es autor de numerosos artículos de investigación y de libros sobre macroeconomía y economía laboral, investigador asociado al CEPR y a IZA y editor del IZA Journal of Labor Policy. Los puntos de vista expresados en mis entradas son estrictamente personales y no reflejan, necesariamente, los del Banco de España

Fuente
http://nadaesgratis.es/juan-francisco-jimeno/el-premio-nobel-de-economia-2018-los-limites-y-las-fuentes-del-crecimiento-economico

Cuando Paul cogió su bulldozer

admin
de Diego Comin
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Hay veces en que lo incierto no es el qué, sino el cuándo. Este era el caso de Paul Romer y el Premio Nobel de Economía. Estaba claro que lo iba a recibir. Así se lo hice saber a mi hijo tras toparnos con Paul mientras paseábamos por Nueva York hace exactamente un año. “A este señor le van a dar el Nobel de economía.” Aún recuerdo su cara de extrañeza ante la rotundidad con la que hice tal afirmación.
Lo tenía claro desde hace mucho tiempo. Posiblemente desde que leí por primera vez esas 33 páginas que publicó en 1990 en un suplemento especial sobre crecimiento económico en el Journal of Political Economy. Era el invierno de 1995. Antonio Ciccone enseñaba “Economic Growth II” en la Pompeu Fabra. En su lista de lecturas estaba “Endogenous Technological Change” de Paul Romer. Un día antes de discutirlo en clase le pregunté a Enric Fernández que qué tal era el artículo que tocaba al día siguiente. “Caviar”, fue su escueta respuesta. Así era. Ese artículo me impactó. Un año después, Antonio Rangel, nuestro TA de micro, preguntó a cada estudiante cuál era para nosotros un buen modelo. Recuerdo que una compañera, Elena Rangelova, propuso el modelo de Hekscher-Ohlin; cuando llegó mi turno anuncié “Romer (1990)”. Así pues, para mí hoy se cierra un círculo. El artículo que más me ha influido como economista ha sido premiado.
La contribución de Romer (1990) a la macroeconomía es gigante. ¿Por dónde empezar a describirla? Al igual que Berlin a finales de los años 1980s, la literatura sobre crecimiento económico también tenía su muro. Al menos desde Solow (1958),[1] los economistas entendíamos que el crecimiento en el largo plazo sólo es sostenible si mejora la tecnología. Pero en Solow (1958) y el resto de modelos neoclásicos, la tecnología es exógena. De forma que el crecimiento en el largo plazo es ajeno al modelo. ¡No parece un problema menor en un modelo de crecimiento! Es como si los hermanos Wright inventaran un avión que solo fuera capaz de volar suponiendo que volara.
Sin embargo, al tratar de resolver el problema nos chocábamos con un muro. La frontera tecnológica avanza cuando se inventan nuevas tecnologías. Inventar nuevas tecnologías requiere recursos. ¿De dónde salen estos recursos? Si los mercados de productos y factores son competitivos, la retribución de los factores de producción agota por completo el output que se produce. De forma que no hay recursos disponibles para compensar a los innovadores por el coste fijo de desarrollar nuevas tecnologías. Durante 30 años no hubo forma de franquear este muro. Aquí se acababa el camino hacia construir un modelo donde el crecimiento ocurriera como consecuencia de acciones conscientes de los agentes económicos.
Romer (1990) derribó este muro con dos contribuciones. Primero, siguió la estela de otras áreas e incorporó los avances microeconómicos sobre competencia imperfecta para argumentar que el problema de la remuneración de los innovadores desaparece si éstos tienen poder monopolístico. En ese caso, podrán vender a los productores los bienes que contienen las nuevas tecnologías a un precio superior al coste marginal de producción. Con ese margen pueden recuperar el coste fijo que incurrieron para desarrollar la nueva tecnología. La segunda contribución es incluso más bella. La sección II de Romer (1990) contiene una discusión (casi platónica) sobre la naturaleza de la tecnología. Argumenta que lo que realmente inventan los innovadores no es un bien o un servicio sino una receta para combinar factores de producción y producir los bienes intermedios que contienen la tecnología. A estas recetas las llama ideas. Las ideas son “non-rival” en el sentido de que una vez inventadas, en principio, las puede utilizar cualquier agente. Además, son “excludable” porque hay instituciones como el sistema de patentes que pueden asignar derechos sobre que agentes pueden usar una idea. La combinación de “non-rivalry” y “excludability” de las ideas es clave dado que crean monopolios naturales y la posibilidad que los inventores los exploten para así cubrir los costes de desarrollar la innovación.
Con estas dos piezas, el avión vuela. La tasa de crecimiento de la economía es una variable endógena, y el modelo puede predecir qué factores afectan la cantidad de recursos que dedicamos a innovar y como estos generan crecimiento en el largo plazo.
Parte del valor de las obras galardonadas con un Nobel reside en el efecto que tienen en otras áreas. En este sentido, Romer (1990), y más generalmente los modelos de crecimiento endógeno, han tenido un impacto importante. Para empezar, la manera imperfecta con que las patentes permiten a los innovadores capturar las consecuencias de sus innovaciones en la sociedad introduce una motivación para la política de innovación de los gobiernos. Los modelos de crecimiento endógeno se han usado para entender mejor las consecuencias del comercio internacional, la relación entre la innovación y el desempleo, o las dinámicas de creación y destrucción de empresas. Asimismo, los modelos de crecimiento endógeno ofrecen un nuevo caballo de batalla para analizar las consecuencias de los shocks que generan ciclos en la economía. En éste contexto, es fácil entender por qué las recesiones pueden tener consecuencias muy prolongadas en la economía incluso cuando los shocks que las generan son relativamente transitorios.
Finalmente, me gustaría concluir esta nota con una mención a otros investigadores que fueron clave en levantar los pilares del crecimiento endógeno en los bulliciosos años 1990s. Siempre es difícil determinar el padre de la criatura. Así que yo no me voy a meter en ese berenjenal. Cualquier reseña sobre crecimiento endógeno tiene que incluir a Philippe Aghion, Peter Howitt, Elhanan Helpman y Gene Grossman. El caso de Helpman es aun más notable dado que también merecía haber recibido el Premio Nobel de Economía en 2008, con Krugman, por sus contribuciones al comercio internacional.
[1] Es cuanto menos curiosa la coincidencia en fechas entre el muro de Berlin (1961-1990) y el periodo que marcan Solow (1958) y Romer (1990).
fuente
http://nadaesgratis.es/admin/cuando-paul-cogio-su-bulldozer
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 https://www.nobelprize.org/uploads/2018/10/popular-economicsciencesprize2018.pdf
https://www.nobelprize.org/uploads/2018/10/popular-economicsciencesprize2018.pdf
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https://www.casadellibro.com/libro-el-informe-stern-la-verdad-sobre-el-cambio-climatico/9788449320323/1144657
https://www.barcelonagse.eu/research/working-papers/investment-technological-progress-and-energy-efficiency
https://www.amazon.es/dp/B00G2C1374/ref=dp-kindle-redirect?_encoding=UTF8&btkr=1





 

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