El poder del ciclo económico
Los economistas hemos dado por muerto al ciclo económico
muchas veces. Durante los años sesenta y los primeros setenta se
generalizó la idea de que los ciclos habían pasado a la historia y que
el futuro sería un fase continua de permanente crecimiento. Las
herramientas keynesianas de política económica (cambios en el gasto
público, impuestos, etcétera) habían acabado con las fluctuaciones. La
crisis del petróleo demostró con especial virulencia lo erróneo de dicha
creencia. Algo similar sucedió durante los años ochenta hasta que
comenzó el ciclo recesivo de los primeros años noventa. Pero quizás la
situación más paradójica, y más reciente, se produjo con la finalización
del ciclo expansivo de los años 2000. Simultáneamente al desplome de la
economía mundial en 2008-09 todavía se publicaban en revistas
científicas, normalmente tras un largo proceso de revisión por otros
académicos, artículos sobre lo que se conoció como la gran moderación.
Los macroeconomistas habían decidido durante los anteriores diez años
que la economía ya no sufriría las grandes oscilaciones del pasado,
fundamentalmente por la capacidad de una sofisticada política monetaria
para mantener la economía en una senda de moderación perpetua. Tampoco
esta vez la realidad dio tregua a las teorías sobre la desaparición de
los ciclos. Larry Summers, autoproclamado enfant terrible de la
economía académica, recuperó y popularizó en el 2013 el concepto de
estancamiento secular. La recuperación de la economía tras la Gran
Depresión sería breve pues los ciclos económicos habían cambiado: a
breves periodos de recuperación les seguirían largos periodos de
recesión. Su predicción, referida fundamentalmente a Estados Unidos, se
ha demostrado errónea y ya prácticamente nadie habla de estancamiento
secular. La economía sigue en expansión con tasas de crecimiento altas y
desempleo en mínimos históricos. Los ciclos económicos tradicionales
siguen vivos y gozando de buena salud.
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Junto con la muerte de los ciclos económicos también ha
sido popular, más en los medios de comunicación que en círculos
académicos, la visión de que la macroeconomía puede estar en un ciclo
expansivo pero eso no significa nada para la microeconomía, para la vida
de la gente. En el caso español esta ha sido una constante desde que
comenzara la recuperación económica en el 2014. En las últimas semanas,
la DGT ha puesto en marcha una campaña para intentar reducir las
víctimas de accidentes de tráfico cuya tendencia decreciente cambió… en
el 2014. Todos los picos anteriores de víctimas en accidentes de tráfico
coincidieron con el último año de expansión de un ciclo económico, y el
comienzo de la fase descendiente marca una caída de víctimas con una
única excepción: la introducción del carnet por puntos.
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La semana pasada los sindicatos se mostraban lógicamente
alarmados por el sustancial incremento de los accidentes laborales que
después de una reducción continuada desde 2008 hasta 2013 empezó a
aumentar… en el 2014. La anterior caída de la siniestralidad laboral se
produjo con el comienzo de la crisis de 1990 y volvió a aumentar nada
más comenzar la recuperación económica. El absentismo laboral cayó
significativamente desde 2008 hasta que comenzó a incrementarse de
nuevo… en el 2014. En el 2017 ya había superado el máximo del 2007.
El precio de la vivienda empezó a caer a finales de 2008 y
en 2013 las casas habían perdido un 40% de su valor hasta que los
precios comenzaron a recuperarse… en 2014. El número de matrimonios se
redujo de forma significativa a partir del 2008 hasta que comenzó a
repuntar de nuevo… en 2014. Y así podríamos seguir con muchos otros
procesos, por no hablar de variables que están directamente relacionadas
con la situación económica como el empleo, el desempleo, el consumo...
En algunos casos se pueden producir retrasos en el efecto
del ciclo económico sobre algunos fenómenos pero, en general, la
macroeconomía y lo que se denomina popularmente microeconomía van de la
mano. Y así tiene que ser puesto que la macroeconomía es simplemente la
agregación de la microeconomía. Muchos de estos efectos retardados son
comunes a otras recuperaciones. Tras los primeros años de recuperación
de los beneficios, los trabajadores empiezan a ganar poder de
negociación y a exigir un reparto más equilibrado de la mejora
económica. La conflictividad laboral aumenta y los salarios reales
tienden a recuperarse.
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Es cierto que además de los retardos en la actualidad se
podría estar produciendo un cambio estructural. La sospecha es que la
cuarta revolución industrial pueda provocar una variación sustancial en
la economía. De hecho la polarización de la renta observada en países
que comenzaron antes la transición tecnológica no tardará en extenderse
al resto de países. Pero este es un cambio estructural que se superpone
al efecto del ciclo y que debe afrontarse con políticas diferentes a las
medidas contracíclicas. Estos cambios requerirán modificaciones en el
viejo sistema de contabilidad nacional, prácticamente inalterado desde
su introducción hace décadas, que todavía utilizamos para medir la
evolución de la producción y, por tanto, los ciclos. En una economía
cada vez más centrada en los servicios, la economía colaborativa, los
algoritmos e internet el sistema de contabilidad nacional requiere una
transformación sustancial.
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A pesar de los problemas de medición y el cambio
estructural, es sorprendente la capacidad del ciclo económico para
afectar todo tipo de procesos sociales. Y lo más sorprendente es que
después de muchos años buscando el origen de los ciclos, e intentando
predecir los cambios de ciclo, seguimos teniendo en Keynes la
interpretación más probable ante el fracaso de la mayoría de las
alternativas: los animal spirits o la psicología colectiva de
consumidores e inversores
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