El déficit o cómo asfixiar a las CCAA
(José Ignacio Conde-Ruiz (@conderuiz) y Juan Rubio-Ramírez)
Una versión reducida de este post salió publicada en El Pais el 21 de octubre.
En el año 2010, España inició el proceso
de consolidación fiscal más importante de su historia. Desde entonces
el gasto público se ha reducido en poco más del 2,2 puntos de PIB, hasta
situarse en el 44,3 % del mismo en 2013. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que durante este mismo periodo el gasto en intereses se ha
disparado y que, de no haber sido así, la caída del gasto publico habría
sido aún mayor; de 4 puntos de PIB. No obstante, la bajada del gasto no
se ha repartido por igual en todas las administraciones. Sólo las
Comunidades Autónomas (CCAA) y los ayuntamientos han sido capaces de
reducir sus gastos (-14% y -21%, respectivamente). Por el contrario,
tanto la Administración Central, principalmente por el aumento del gasto
en intereses, como la Seguridad Social, por el aumento del gasto en
pensiones, han visto incrementados sus gastos en un 3,4% y un 2,6%,
respectivamente.
Por el lado de los ingresos se observa
el mismo comportamiento. Mientras que la Administración Central ha
aumentado sus ingresos en 10.155 millones, tanto los ayuntamientos como
las CC.AA. los han reducido en -3.382 y -1.600 millones,
respectivamente. La estrategia de consolidación diseñada por el
ejecutivo parece clara: limitar los ingresos y el déficit a las CC.AA.,
de forma que los gobiernos autonómicos se vean obligadas a reducir el
gasto irremediablemente.
Por el momento, parece que esta
estrategia ha funcionado ya que las CC.AA. tienen poca capacidad
normativa sobre sus ingresos. Por si esto no fuera suficiente, las CCAA
son las encargadas de gestionar gastos tan sensibles como la sanidad y
la educación. Así, no es de extrañar que entre los años 2010 y 2012, el
gasto en educación se ha reducido en un -11% y el gasto en Sanidad se ha
reducido en casi un -9%. Estas caídas serán aun mayores cuando
conozcamos los últimos datos.
En el año 2013, gracias a la nueva
medida del PIB, el conjunto de las Administraciones Públicas ha
conseguido cumplir con el objetivo de déficit por primera vez desde que
iniciamos el proceso de consolidación fiscal. Hemos cerrado el año 2013
con un déficit del -6,3%, dos décimas por debajo del objetivo. No
obstante, el déficit de las CCAA en 2013 fue del -1,5% del PIB rebasando
el objetivo fijado por Bruselas en dos décimas. A pesar del nuevo
incumplimiento, el ajuste del déficit de las CC.AA. desde el año 2010 ha
sido sustancial: 2,2 puntos de PIB. Tal y como hemos visto
anteriormente, para lograr tal reducción, ante la escasa competencia
normativa para aumentar sus ingresos, las CCAA no han tenido otra opción
que reducir sus gastos en educación y sanidad.
¿Cómo pintan las cosas para este año?
Como se puede ver en la siguiente Tabla, en el mes de Julio, el déficit
de las CCAA se ha situado en -0,98% del PIB, es decir, en el nivel que
nos habíamos comprometido para todo el año y dos décimas peor que en el
mismo periodo del año anterior. Esto es debido a una caída del -1,8 % en
los ingresos no financieros (principalmente por las caída de las
Entregas a Cuenta y Liquidaciones) y a un aumento de los gastos del 1,5%
(principalmente por el aumento del Gasto Corriente en Bienes y
Servicios y el Gasto en Intereses). Según nuestras estimaciones, el
déficit de las CCAA se situará en el entorno del -1,8%, o sea, muy lejos
del objetivo. Parece que la estrategia está llegando a su final, ya que
las CCAA parecen no tener capacidad adicional para reducir sus gastos.
Además, lejos de solucionarse, los problemas de ingresos para las CCAA
continuarán en 2015.
Pero, ¿de dónde vienen los ingresos de las CCAA? Tal como explicamos en este post,
las CCAA tienen dos fuentes de ingresos. Sin tener en cuenta a las
Comunidades Forales, el 80% de los ingresos provienen del mecanismo de
Entregas a Cuenta y Liquidaciones y el 20% restante lo llamaremos resto
de ingresos. El resto de ingresos está formado por los impuestos cedidos
(ITP y AJD, Impuesto de Sucesiones y Donaciones, Otros Impuestos
Directos e Indirectos) y por venta de sus propios activos. Las Entregas a
Cuenta tienen a su vez dos fuentes: Impuestos compartidos (50% IVA, 50%
IRPF, el 58% Impuestos Especiales) y los Fondos (Garantía, Suficiencia
Global y Convergencia Autonómica). A los dos años se produce la
liquidación de dichas entregas, las CCAA reciben más dinero si la
recaudación real fue mejor que la presupuestada o menos si es al
contrario. Como la mayor parte de los ingresos de las CCAA provienen de
impuestos compartidos y fondos gestionados por la administración
central, la única vía para aumentarlos es a través del resto de
ingresos. El aumento de la recaudación a través de estos ingresos es
bastante complicado por englobar a impuestos asociados con el sector
inmobiliario o de carácter no recurrente, como los obtenidos con la
venta de inmuebles. Aquí encontramos parte de la explicación del mal
dato de déficit y es que las CCAA no son capaces de alcanzar el nivel de
ingresos presupuestado inicialmente. Apenas si han conseguido alcanzar
el nivel del año pasado cuando estimaban recaudar por esta vía un 20%
más.
La historia se repite año tras año.
Según los recién presentados Presupuestos Generales del Estado, los
ingresos tributarios del Estado van a aumentar con respecto a la
liquidación prevista en 2014 en unos 9.000 millones, pero para las CCAA
lo harán en algo menos de 1.000 millones. Es decir, los aumentos
recaudatorios siguen sin llegar a las comunidades. El Gobierno es
consciente de la incapacidad de las CCAA para obtener suficientes
ingresos para financiar sus gastos, pero retrasa la reforma del Sistema
de Financiación Autonómica. La razón nos parece clara. Moncloa sabe que
si reforma la financiación de las CCAA necesitará aumentar los ingresos
de las AAPP; es decir, subir la presión fiscal, y hacerlo en un año
electoral tiene unos costes políticos que no está dispuesto a asumir.
Pero la crisis fiscal en España en
general, y la de las CCAA en particular, no se solucionará hasta que se
lleve a cabo una profunda reforma fiscal que mejore la recaudación sin
dañar el crecimiento. Esta reforma no solo debe abordar el mejor diseño
de los impuestos conocidos (principalmente el IRPF, Sociedades o IVA),
sino también una reforma del ineficiente y opaco Sistema de Financiación
Autonómica que ahoga a las CCAA y en última instancia corre el riesgo
de desmantelar la sanidad y la educación pública.
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