¿Calma antes de la tempestad?, de Josep Oliver Alonso en La Vanguardia
OPINIÓN. ECONOMÍA
Crecen las voces de alerta sobre el regreso de los problemas a los mercados financieros
¿Regresan los problemas a los mercados financieros? Algo se mueve, ciertamente. Y, desde hace algunos meses, se acumulan cualificadas voces de alerta, no especialmente tranquilizadoras. Primero fue el FMI, el que advirtió de los riesgos generados por los excesos inmobiliarios en ciertos países y que, según Christine Lagarde, reflejan los perversos efectos de las laxas políticas monetarias. A continuación, el BCE emergió destacando enfáticamente, en su análisis sobre la estabilidad financiera, los peligros que nos acechan, en especial, a los países del sur. Recomiendo encarecidamente a los optimistas compulsivos que echen un vistazo al Financial Stability Report de la institución presidida por Mario Draghi. Les conviene. Hace pocos días, ha sido Mark Carney, el gobernador del Banco de Inglaterra. El Financial Policy Committee (FPC) que preside, ha decidido regresar a los años 60 y 70 y poner límites cuantitativos a determinadas hipotecas, con la clara intención de restringir el crédito y frenar un crecimiento de precios de la vivienda que supera ya los dos dígitos. Se ha optado por no elevar los tipos de interés, para evitar dañar la recuperación, y porque la situación financiera de los hogares británicos no está para esos trotes, con un muy elevado endeudamiento (por encima del de los de España). El último en sumarse a este coro ha sido el BIS (el BancoInternacional de Pagos, de Basilea), con una dura crítica a sus accionistas, los bancos centrales de los principales países del mundo. En ella insiste en que los excesos de la política monetaria están poniendo en riesgo la recuperación. Y ello porque, con tipos de interés cercanos a cero desde hace ya más de seis años e inyecciones masivas de liquidez, se están creando burbujas en activos físicos o financieros que, inevitablemente, terminarán estallando.
No cabe echar en saco roto sus advertencias, aunque algunos analistas, como Martín Wolff en Financial Times, hayan subestimado el análisis del banco, descalificándose como pregonero del catastrofismo. El BIS fue la única institución que, a mediados de los 2000, advirtió de los inevitables riesgos que la política monetaria de los Estados Unidos estaba generando.
El problema de fondo es que la recuperación en los principales países avanzados deja mucho que desear. Y que por ello, todavía se precisan estímulos monetarios excepcionales. Lo que nos sitúa en un terreno peligroso, en el que la calma de la que gozamos hoy podría ser la antesala de la tempestad de mañana. Y aunque nadie lo sabe, habría que actuar como dice el proverbio: a Dios rogando y con el mazo dando. Es decir, no seamos estúpidos, y aprovechemos la ventana de oportunidad que nos da la laxa política monetaria del BCE. No sea que cuando las cañas se tornen lanzas, y los tipos de interés en el mundo anglosajón comiencen finalmente a subir, nos coja sin los deberes terminados.
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