Por el Académico de Número Excmo. Sr. D. Jaime Terceiro Lomba (2002-2003)
Siempre es difícil hablar el último, y especialmente en esta ocasión, en la que terminamos el conjunto de intervenciones del curso 2002-2003, a las que con tanto interés hemos asistido. La dificultad todavía se hace aún mayor al intentar hacerlo sobre la evolución reciente de la economía española, tema que, desde distintas aproximaciones, han ya abordado, con claridad y brillantez, mis compañeros de la sección de economía. En esta ocasión sí que cabe decir que casi todo está ya dicho, y en ese "casi todo» me amparo hoy para hilvanar mi intervención.
Haré, en primer lugar, unas consideraciones de carácter general sobre
algunos de los problemas que pueden condicionar en los próximos años el proceso de convergencia con los países de la Unión Europea (UE).
Me centraré, después, en determinados aspectos de la evolución reciente
de la economía española, y que, por este orden, serán: sector público, disciplina fiscal y regulación, endeudamiento de familias y empresas, e inmigración.
1. INTRODUCCIÓN
La economía española, desde su incorporación a la Comunidad Europea
en 1986, no sólo ha tenido un crecimiento sostenido en su producto per cápíta, sino que también ha acortado en más de 10 puntos porcentuales la diferencia con la UE.
• Sesión del día 17 de junio de 2003.
En efecto, en 1985 el PIB per cápita era en España el 72,3 por 100 del correspondiente agregado de la UE, y en el 2002 alcanzó el 82,7 por 100. Un conjunto de condiciones, que hacen referencia a la estabilidad política y económica y al desarrollo institucional, son las que han sustentado este proceso de convergencia. Destacaré especialmente en mi intervención las derivadas de nuestra integración en la Unión Económica y Monetaria (UEM) discutiendo el carácter, transitorio o permanente, de algunas de ellas.
La continuidad de este proceso de convergencia debiera, en mi opinión,
abordar los siguientes problemas.
En primer lugar, el persistente deterioro de nuestro diferencial de inflaClan, que erosiona nuestra competitividad. En efecto, desde el comienzo de la
UEM, y hasta finales de 2002, el índice armonizado de precios al consumo ha crecido en España 5 puntos porcentuales por encima de la media de los países de la zona euro, y 7 puntos porcentuales por encima de la media de Alemania y Francia, a donde se dirigen un tercio de nuestras exportaciones. De continuar esta tendencia, nuestra competitividad seguirá estando seriamente afectada. Aun en el supuesto de que este diferencial de inflación fuera transitorio, ya ha dado lugar a una pérdida de competitividad permanente.
En segundo lugar, el tanta veces proclamado rigor presupuestario y proceso de consolidación fiscal tiene algunos puntos débiles. Se ha conseguido a través de algunas prácticas contables poco transparentes, y a las que en diversas ocasiones se ha referido en estas sesiones nuestro compañero José Barea. Pero además se ha visto también condicionado por situaciones transitorias, de carácter no recurrente, derivadas, por una parte, de las aportaciones recibidas para distintos propósitos de la instituciones europeas, y, por otra, de los ingresos obtenidos en el proceso de privatizaciones. A estos dos efectos me referiré más tarde con detenimiento. Como veremos, y pese a ser una idea generalmente aceptada, a lo largo del significativo período de crecimiento económico que empezó en 1994, no sólo no ha habido una reducción del gasto en términos del PIB, sino que, bien contabilizado, ha habido un aumento, y, desde luego, sí ha habido un considerable crecimiento en términos reales. Además, no se han introducido reformas estructurales
significativas que afecten a las políticas de gasto, entre las que cabe destacar especialmente aquellas derivadas del fuerte proceso de envejecimiento de la población.
En tercer lugar, y en cuanto a los factores de demanda, hay que señalar
que ha sido en gran medida el gasto de las familias en consumo y en vivienda el que ha sostenido las tasas de crecimiento positivas en el proceso de desaceleración en los últimos dos años, siendo la otra cara de la moneda de las exportaciones ...."
sigue en:
En 2003 se publica un artículo de Jaime Terceiro, muy importante, donde se demuestra por qué el modelo español se había agotado.
....
"En las conclusiones de mi trabajo de hace nueve años, de junio de 2003, sobre la evolución de la economía española, decía lo siguiente:
«El gasto de las familias en consumo y vivienda ha sostenido las tasas de crecimiento durante los últimos años, lo que ha conducido a cambios drásticos en su situación patrimonial, que se ha traducido en un rápido crecimiento de sus niveles de endeudamiento. Aunque las razones de esta situación son conocidas, y algunas de ellas tienen carácter estructural, es claro que ha aumentado la vulnerabilidad de los hogares españoles a los precios de la vivienda, a los tipos de interés, a su nivel de renta o a su situación laboral. Situación que terminará afectando negativamente al sistema financiero, dado el fuerte nivel de endeudamiento hipotecario y la posible pérdida de valor de sus garantías»
Crecimiento y energía en la economía española
Jaime
Terceiro Lomba
Sesión
de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
La economía española entre 1995 y 2007 siguió
básicamente este segundo modelo de crecimiento, al que hay que añadir excesos,
tanto en la inversión pública como en la privada, que sustentaron parte de la
demanda agregada durante este
período. Por otra parte, estas inversiones no siempre han estado justificadas por sus niveles de rentabilidad privada y social.
También en estos años se validó la simplista
y equivocada idea de que la
inversión pública es buena y el consumo público es malo. Parece no haberse
reparado en el hecho de que la inversión pública hoy será consumo público
mañana. Construir una escuela es inversión, pagar su mantenimiento y el salario
de los profesores es consumo; construir un kilometro de AVE es inversión, pagar
su mantenimiento anual, superior a los 100.000 euros, es consumo.
Con criterios tan absurdos, y también al
margen de un análisis de su rentabilidad, hemos planificado y construido gran
parte de nuestras infraestructuras de todo tipo, incluyendo las culturales.
Así, por ejemplo, disponemos hoy de una red de 49 aeropuertos, en su gran
mayoría deficitarios. Recuerdo bien cuando en el año 1999 el gobierno presentó
el Plan de Infraestructuras para el período 2000-2007, que contemplaba la
construcción de 7.200 km de líneas de alta velocidad (AVE) con el propósito de
unir todas las capitales de provincia y grandes ciudades con Madrid.
Afortunadamente el plan no se cumplió, pero como quiera que los sucesivos
gobiernos siguieron creyendo que toda inversión pública está justificada, hoy
disponemos, entre terminados y en construcción, de casi tres veces más
kilómetros de AVE que Alemania y dos veces más que Francia, pese a que tenemos
solo el 60 % y el 70 % de sus habitantes, respectivamente.
Este comportamiento estaba explicado porque
en términos políticos era más fácil construir e inaugurar carreteras,
kilómetros de AVE, aeropuertos y ciudades de las artes y de las ciencias, que
hacer las reformas estructurales que nuestra economía necesitaba, que debe
hacerse notar que en su mayoría comportan un coste económico nulo. Hay que
reconocer, sin embargo, que gran parte de estas reformas se enfrentan a
poderosos grupos de presión. En mi opinión, es consecuencia, entre otras cosas,
de que la figura dominante en la economía española de las últimas décadas ha
sido el empresario fundamentalmente bien relacionado con el poder político en
sus niveles central, autonómico y local, dado que operaban en sectores
regulados o tenían al sector público como cliente. Existen, desde luego,
señaladas excepciones a esta afirmación.
Para decirlo de una manera benevolente, en el
período anterior al año 2008, hemos adelantado gran parte del consumo e
inversión que correspondían a años venideros. No es arriesgado pronosticar que
al futuro próximo corresponderá mucha menos inversión y consumo.
A continuación voy a recordar y actualizar
algunas cifras y argumentos que, por otra parte, ya he presentado en
intervenciones mías en este pleno. No repito estas afirmaciones por presunción.
Estoy seguro de que muchos otros colegas expresaron ideas similares en otros
foros y, desde luego, también mis compañeros de Sección en esta academia durante los últimos años. Simplemente lo
hago para poner de manifiesto que muchas de las sorpresas que parece traernos
la crisis actual no debieran ser tales. Con el transcurso
de los años podría parecer que estas afirmaciones, algunas hechas hace más de
quince años, representan sagaces predicciones de lo que hoy nos está pasando.
Pero, en mi opinión, no lo son y carecen de mérito alguno. Era simplemente lo
que los datos nos decían, ya entonces, cuando se analizaban sin prejuicio
alguno.
En las conclusiones de mi trabajo de hace
nueve años, de junio de 2003, sobre la evolución de la economía española, decía
lo siguiente:
«El gasto de las
familias en consumo y vivienda ha sostenido las tasas de crecimiento durante
los últimos años, lo que ha conducido a cambios drásticos en su situación
patrimonial, que se ha traducido en un rápido crecimiento de sus niveles de
endeudamiento. Aunque las razones de esta situación son conocidas, y algunas de
ellas tienen carácter estructural, es claro que ha aumentado la vulnerabilidad
de los hogares españoles a los precios de la vivienda, a los tipos de interés,
a su nivel de renta o a su situación laboral. Situación que terminará afectando
negativamente al sistema financiero, dado el fuerte nivel de endeudamiento
hipotecario y la posible pérdida de valor de sus garantías».
También añadía:
«los ingresos obtenidos por el conjunto de las privatizaciones [...] y por los flujos netos
recibidos desde las Instituciones Europeas hasta 2002, que en conjunto
ascienden al 21 % del PIB, deben matizar considerablemente los
resultados de la política fiscal que, entre otras cosas, condujo a una
apreciable reducción de esa deuda en términos del PIB. Estos ingresos, que
equivalen al 40 % de la deuda pública, tienen indiscutibles efectos
sobre la demanda agregada. [...] Además, tienen por definición carácter
transitorio; recuérdese que el Consejo de Copenhague estableció que la
participación de los nuevos socios de la UE en los fondos estructurales se hará
efectiva a partir de 2006, y que el proceso de privatizaciones está
prácticamente agotado».
Por otra parte,
decía entonces: «los niveles de endeudamiento de las empresas también han
crecido significativamente en los últimos años. [...] Dentro del contexto de
euforia de bajos tipos de interés, estos niveles de endeudamiento, y la poca
fortuna de algunas de las inversiones, han incrementado las primas de riesgo
que el mercado señala para obtener financiación adicional». Afirmaba también
que las calificaciones que las agencias de rating
otorgaban a la mayor parte de las empresas que cotizan en bolsa habían
empeorado muy significativamente, y que esta era una muestra de la valoración que el mercado hacía, entre otras cosas, de los
activos financiados con esos fuertes niveles de endeudamiento.
En resumen, advertía
de los siguientes problemas: el déficit público estaba acotado en aquellos años
no por una buena administración de los gastos, sino por un conjunto de ingresos
de carácter transitorio: privatizaciones e ingresos de la UE y los derivados de
los excesivos niveles de consumo e inversión; por otra parte, el modelo de
crecimiento definido por un endeudamiento creciente de familias y empresas no
era sostenible; además, pondría en dificultades al sistema financiero debido a
la pérdida de valor de sus garantías.
Las cifras actualizadas
son las siguientes: en los años anteriores a 1995 el nivel de endeudamiento
había permanecido relativamente estable, el de los hogares en el 30 % del
PIB y el de las empresas no financieras en el 45 %; en el año 2000 estas
cifras alcanzaron, respectivamente, el 44 % y el 76 % del PIB; en
2004, el 60 % y el 95 %; y, en fin, al comienzo de la crisis, en
2007, el 80 % y el 130 %. Es decir, la deuda privada de familias y
empresas no financieras llegó al 210 % del PIB. Ambos endeudamientos se
han seguido incrementando en plena crisis. Vemos que este proceso se aceleró
sustancialmente en el período de 2000 a 2007, en el cual cada año España gastó
entre un 4 % y un 10 % más de lo que producía. El déficit por cuenta
corriente, así generado, se financió con préstamos de bancos de otros países a
nuestro sistema financiero, que a su vez lo canalizaban a familias y empresas
para gastos, sobre todo, de consumo e inversión. Esta es la dinámica subyacente
a nuestro modelo de crecimiento de los últimos años, que ha condicionado la
situación actual de nuestro sistema financiero.
sigue en:
Crisis económica y financiera
Intervenciones en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (2000–2010)
La pista via prof :Velarde:
http://articulosclaves.blogspot.com.es/2012/09/diagnosticos-de-la-crisis-en-19952003.html
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