REPENSAR LA ECONOMÍA, REPENSAR LA EDUCACIÓN


REPENSAR LA ECONOMÍA, REPENSAR LA EDUCACIÓN


CLASE MAGISTRAL DEL DR. HOWARD RICHARDS EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN DE UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN.

Autor: 
Dr. Howard Richards
CLASE MAGISTRAL DEL DR. HOWARD RICHARDS EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN DE UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN.

Presentación del Dr. Howard Richards por Luis Razeto:
Buenas tardes, en nombre de todos los que participamos en este Proyecto Universitas Nueva Civilización les doy la bienvenida, y nuestro agradecimiento por haber venido a acompañarnos en este acto. También a los que están asistiendo a distancia, pues lo estamos trasmitiendo en directo a través de nuevacivilización.tv y de la señal en vivo de ificc.cl.
Es un acto de inauguración e inicio de actividades académicas, que en su sencillez y pequeña escala tiene - en mi opinión - un alto significado, porque es parte de un proceso y porque ocurre en un momento en que muchas iniciativas y cosas nuevas están naciendo, en el contexto de una crisis muy profunda que vive la sociedad actual, en que parece que muchas cosas viejas están muriendo y que muchas nuevas están naciendo. Decimos nosotros que está muriendo una civilización y que está naciendo otra nueva. Y aunque a lo viejo le está costando morir y a lo nuevo le cuesta nacer, ambas cosas etán ocurriendo simultáneamente.
Es un honor para nosotros contar al Dr. Howard Richards como miembro del Consejo académico de Universidad Nueva Civilización. El es doctor en planificación educativa de la U de Toronto, con un Certificado Avanzado en Educación de Oxford University y estudios en Harvard sobre educación moral encabezada por Lawrence Kohlberg . Es además doctor en filosofía de la U de California, fue Decano de Estudios en el Colegio Santiago College, investigador del CIDE, y asesor de los liceos prioritarios atendidos por el Instituto de Investigación y Desarrollo de Educación de la Universidad de Talca. Actualmente es asesor de la reforma del curriculum de la Universidad de Sud África. Es autor de una vasta obra expresada en libros, artículos y conferencias.
Quiero expresarle nuestro agradecimiento a Howard, porque ha tenido la generosidad y el compromiso de preparar esta clase y acompañarnos esta tarde, a pesar de que mañana a las 10 de la mañana debe tomar el avión porque debe dictar un Curso intensivo en la Universidad de Buenos Aires, y de ahí parte directamente a Sudáfrica por un mes, donde está asesorando la reforma del curriculum de la Universidad de Sudáfrica y un programa gubernamental muy interesante de creación de empleo y generación de ingresos para los pobres.
Los invito entonces a que escuchemos muy atentamente a Howard, porque es uno de esos intelectuales – escasos en mi opinión - que realmente vale la pena escuchar, porque tiene las tres cualidades que hacen que valga la pena escucharlos. La primera es que Howard es una persona que conoce los libros y permanece actualizado, pero piensa a partir de la realidad que conoce. La segunda cualidad es que cree verdaderamente lo que dice y enseña (sin preocuparse de si es políticamente correcto o del gusto de la audiencia). Y la tercera cualidad, es que vive de manera consecuente y coherente con lo que dice y enseña.
Muchas gracias Howard.

"Repensar la Economía, Repensar la Educación”
Gracias, Luís.
He llegado a pensar que es inútil repensar la educación sin repensar primero la economía. La razón es que la ciencia económica ha llegado a ser la metafísica de nuestros tiempos. En las palabras de Aristóteles, es nuestra primera filosofía. Es el acervo de las categorías que definen nuestro pensamiento y organizan nuestra práctica.
Los problemas de la educación no tienen soluciones al interior de las ciencias de la educación. Topan con parámetros que son material de estudio de las ciencias económicas. Mientras los parámetros económicos no se muevan, la ciencia de la educación no puede alcanzar las metas que se propone.
Por eso voy a hablar de cambiar la economía como eslabón básico para poder cambiar la educación. Cabe decir que aunque voy a hablar de economía no voy a decir nada sobre Shell Oil, ni Microsoft, ni Cencosud, ni Codelco, ni la empresa El Mercurio, ni BHP Billiton ni ninguna de las grandes empresas. No es que las organizaciones grandes de índole económica no tengan ningún papel. No es que no tenga yo ninguna opinión sobre su papel. Es simplemente que no se puede decir todo en una sola charla. Hoy se me va a acabar mi tiempo sin darme la oportunidad para decir ninguna palabra sobre ninguna de las grandes empresas.
A botón de ilustración de mi tesis que no se puede transformar la educación sin transformar la economía, sugiero que un problema central de la educación chilena es el problema de las clases sociales. Para ser más específico, una parte clave de dicho problema la presenta los lumpen. Es la gente que tiene trabajo precario, que a menudo no tiene ningún trabajo, y por eso no son parte de la clase trabajadora. Más que en otros estratos sociales se presentan con adicciones, o si no precisamente adicción, con la costumbre de consumir en exceso alcohol y de usar drogas proscritas. De generación en generación han aprendido a suplir sus escasos ingresos legítimos con la delincuencia, la prostitución, y otras actividades al margen de la ley. Insisto que no se trata simplemente de trastornos de conducta de ciertos individuos, sino de subculturas con sus normas y jergas propias. A veces cuando dichas subculturas chocan con la cultura escolar se habla de “la cultura del garabato.”
Si hoy en día se trata de tener un cien por ciento de escolarización de los niños en edad escolar, se sigue que las hijas y los hijos del estrato lumpen están en la escuela. La escuela no es una institución históricamente preparada para recibirlas.
No quiero sobredimensionar el problema de la educación del décil más excluido de la economía nacional, siempre en el supuesto que las características de precariedad económica y la cultura correspondiente corresponden a un diez por ciento más o menos. La educación de los noventa por ciento tiene que ser más importante que la educación de los diez por ciento. Pero sucede que los intentos a menudo frustrados de incorporar al primer décil, afectan a la escuela entera.
Es un problema para los profesores, aun en el caso que los lumpen en sus aulas sean solamente un cinco o diez por ciento del total del alumnado. Con mayor razón es problema para los profesores en las escuelas donde hay mayor concentración de alumnos económicamente marginados. Cito como ejemplo el ramo de las matemáticas, que es un ramo que yo enseñaba en mi experiencia de docente secundario y cuya enseñanza he podido observar más recientemente en escuelas sufridas de Chile. Hay alumnos, y dicho tipo de alumno prevalece más en las escuelas que educan a los lumpen, quienes no tienen ni el más mínimo interés en aprender matemáticas. Hay alumnos que conforme con el reglamento que se puede aprobar el año fallando un ramo, llegan al octavo año habiendo reprobado el ramo de matemáticas por varios años consecutivos. Hay materias en los programas oficiales de enseñanza media que les aseguro que no se pueden comprender sin haber llegado a la etapa que Jean Piaget y Barbel Inhelder llaman razonamiento formal. Les aseguro que no es solamente difícil sino psicológicamente imposible que ciertos alumnos comprendan ciertos conceptos que el profesor está obligado a pasar. A veces el profesor para percibir su sueldo tiene que armar algún “show” para fingir que está enseñando el currículo mínimo obligatorio, pero en realidad su tarea es imposible amén de ser ingrata.
La presencia de los lumpen es un problema para los alumnos con formación cultural más normal, o sea con la formación típica de una clase trabajadora o una clase media. Todos los días algunos padres de familia están retirando a sus hijos de las escuelas más violentas, porque han sido víctimas de la violencia que siempre ha sido la norma en los barrios más sufridos, y que ahora llega a ser típica de las escuelas más sufridas. Amén de la violencia propiamente tal se trata de un clima escolar que frena el aprendizaje. He observado junto con colegas del Instituto de Investigación y Desarrollo de la Educación de la Universidad de Talca, aulas en las cuales el profesor o profesora dedica cuando más un treinta por ciento de la hora lectiva a enseñar inglés o ciencias naturales. Dedica la mayor parte de su tiempo intentando imponer algún simulacro de orden.
En estas circunstancias hay buenos negocios para las escuelas subvencionadas. Puesto que gozan del privilegio de no admitir a los alumnos que presentan problemas de conducta, algunas escuelas subvencionadas pueden tener casi automáticamente un clima escolar mejor. Se sabe de sendas investigaciones que lo que más impacto tiene sobre el aprendizaje medible es el clima escolar favorable o desfavorable para el estudio. Los alumnos de las escuelas privilegiadas aprenden más, simplemente porque los compañeros más molestosos se quedaron en otras escuelas.
Por otra parte hay otras escuelas subvencionadas con climas escolares tan reñidos con el aprendizaje como las peores de las públicas. Algunas aceptan a alumnos expulsados de las públicas. Algunas con fines de lucro calculan que les conviene tener números de alumnos por aula de 38 o 45 al igual que las públicas más concurridas, porque su subvención depende del número de alumnos que atienden.
Los padres que pagan las cuotas de escuelas que cobran aranceles altos, compran con su dinero el derecho de educar a sus hijos en escuelas exclusivas vedadas a los hijos de padres y madres marginados de la economía.
Las escuelas que elijen no admitir a alumnos que perjudican el clima escolar puedan pagar menos a sus profesores, pueden tener un proyecto educativo inferior, pueden retirar una parte de sus recursos financieros de los fines educativos para dedicarlos a pagar utilidades a los dueños del negocio, e igual saquen resultados relativamente buenos en las pruebas SIMCE y PSU. Los padres de familia naturalmente prefieren las escuelas que muestran mejores resultados. En tales condiciones es un milagro que la educación pública obligada por ley a educar al lumpen todavía exista. Un segundo milagro es que existen familias enteras quienes han padecido la marginalidad económica por largos años, y sin embargo ellas no participan ni en la cultura del garabato ni en la delincuencia.
Dejo por el momento el tema de la cultura lumpen en la escuela. Por el momento quiero dejar dicho solamente que he llegado a pensar que la llamada cultura de garabato, una cultura en la cual no hay norma contra el robo, y en la cual la violencia física es normal, es una adaptación funcional de elementos de la población que se encuentran generación tras generación en situación de precariedad económica. No se equivocan cuando enseñan a sus hijos a robar. El niño no se equivoca al anticipar que vaya a pasar una parte de su vida en la cárcel, como lo han pasado sus padres y sus abuelos. No se equivoca el joven cuando su criterio es que es importante aprender a pelear con cuchillo mientras las materias escolares tienen poco o nada que ver con su vida.
He llegado a pensar que no haya solución para la educación sin otra economía. Tiene que ser una economía que no excluye a nadie, donde no existe un lumpen con trabajo precario o sin trabajo. Con otra economía sería posible al correr de los años integrar a todos los alumnos a la cultura de la escuela. La base material que hace funcional en el medio la subcultura de los lumpen no existirá, por la sencilla razón que los lumpen no existirán. Todos tendrán acceso al empleo digno.
Quizás más grave aún que el problema de la integración en la sociedad de los excluidos de la economía es el problema de falta de trabajo para los graduados de la educación superior. Las universidades y las escuelas técnicas se llenan con alumnos que son los primeros de su familia que llegan al nivel terciario. En total son ahora más de un millón doscientos mil alumnos en la educación terciaria chilena. Todos o casi todos esperan mayores ingresos como una consecuencia económica de su movilidad social. Ya hoy la mayoría de los graduados no encuentren trabajo en el campo de su carrera. Ya hoy la mitad de los jóvenes de treinta años viven con sus padres porque no logran independizarse. Mañana esperamos un país lleno de ilustrados cesantes y endeudados, bancos en quiebra por préstamos impagos, y graduados y las familias de graduados amargados por el fin de sus ilusiones.
Quiero dejar dicho también que ninguna de las problemáticas que acabo de describir es la problemática mas grave. La más grave es que con la economía que tenemos nos encaminamos derecho a la destrucción de la biosfera. Una sociedad en conflicto permanente entre los privilegiados y los resentidos por lo menos puede existir, pero una sociedad en conflicto con las leyes de la física, la química, y la biología inevitablemente tiene sus días contados. Este tema también dejo para retomarlo después. Ahora voy directo a lo que digo ser el nudo del problema, que es la necesidad de repensar la economía.
Lo que hay que repensar es, en una palabra, el capitalismo. Partimos con definiciones. ¿Qué es lo que es el capitalismo?
Como es el caso con todas las palabras importantes, la palabra “capitalismo” tiene definiciones varias, contestadas, y a menudo interesadas. Voy a considerar dos definiciones típicas y bien conocidas, y luego daré una definición que prefiero. Que sepa yo quien acuñó la palabra capitalismo fue Carlos Marx. Se puede derivar de sus obras definiciones ligeramente distintas entre sí. Sugiero que en general, y aunque haya textos disidentes, la tendencia de Marx fue de llamar “capitalismo” un sistema en el cual los dueños de los medios de producción contratan la compra de fuerza de trabajo a los trabajadores, en el cual los trabajadores producen mercancías con el propósito que los dueños las venden y así lucran, y en el cual haya una acumulación de capital suficiente para posibilitar las inversiones necesarias para la industrialización.
No puede ser más distinta la definición que maneja Francis Fukuyama, el autor del celebre libro de 1992, El Fin de la Historia. De una forma típica de los partidarios de un capitalismo más bien puro, Fukuyama lo identifica con la toma de decisiones colectivas sobre el uso prioritario de los recursos hecha por los mercados y no por los gobiernos; y en cuanto a los mercados Fukuyama los identifica con un sistema de precios fijados por la libre competencia entre vendedores y entre compradores.
Este tipo de definición ya sugiere una definición del socialismo. El socialismo es la planificación central de la economía. Se subentiende que con el sistema de fijación de precios por mercados libres, se reparte la propiedad entre numerosos productores, mientras que en el sistema de planificación central se concentra la propiedad de los medios productivos en el estado.
Según Fukuyama el socialismo fue una opción posible aunque no aconsejable para la industrialización básica de antaño. Ahora vivimos en una sociedad del conocimiento. El conocimiento ha llegado a ser el factor principal de la producción. El socialismo ya no es ni siquiera una opción posible. La planificación centralizada no tiene ninguna posibilidad de competir con éxito en un mundo globalizado en el cual las tecnologías de punta están cambiando a diario por los esfuerzos de la investigación y desarrollo altamente descentralizado. La única institución capaz de coordinar la siempre cambiante e infinitamente diversa producción actual es el mercado. De allí el título de su libro El Fin de la Historia. Según Fukuyama la historia es la lucha entre sistemas. Ahora la lucha se acabó. Hay de aquí en adelante un solo sistema. Por eso no hay más historia. La historia ha terminado.
Elegir una definición es siempre una opción. Es más. Cualquier acto de habla es la elección de una opción. Como decía Sócrates, mientras esperaba su muerte y conversaba con sus amigos, el alma humana tiene la facultad de escoger las palabras que va a usar la voz humana. Les voy a decir mis razones por alegar que la definición del capitalismo que maneja Fukuyama, y también las similares que manejan von Hayek, von Mises y los neoliberales en general es una mala opción. Más vale el concepto de capitalismo propuesto por el acuñador de la palabra, aunque terminaré también matizando la definición del capitalismo que nos ofrece Carlos Marx.
La definición de capitalismo que maneja Fukuyama, digo yo, tiene un valor polémico, pero carece de valor científico. Por las razones siguientes:
Primero identificar el capitalismo con los precios competitivos no describe la realidad. En casi todos los mercados hay elementos de monopolio u oligopolio. Hay barreras que dificultan la entrada a la industria. Hay ventas atadas a ventas previas, como son los servicios técnicos y repuestos. Hay acuerdos formales o informales para definir precios comunes, por ejemplo entre los panaderos o entre los bencineros.
Segundo, en general no es el objetivo de los empresarios sufrir en un mercado plenamente competitivo. Al contrario, lo que se llama la estrategia de un negocio suele ser lo que el gurú de la estrategia empresarial el catedrático Michael Porter de Harvard llama una ventaja competitiva duradera. Por ejemplo el objetivo del Marketing es diferenciar el producto de tal manera que no haya nadie quien compita en el mercado con el mismo producto. El Marketing de Coca Cola por ejemplo tiene por objetivo evitar que múltiples productores ofrezcan el mismo producto a un precio menor. Coke es Coke y no hay sustituto.
Tercero, además de no reflejar la realidad la definición de capitalismo como sistema de precios competitivos no refleja ni siquiera una posibilidad. Desde Adam Smith los economistas han observado que cuando hay precios competitivos con muchos productores las ganancias caen hacia cero. Joseph Schumpeter, un gran economista e historiador de las ciencias económicas ha destacado la ironía que la ideología que sirve como arma de lucha política en defensa del capitalismo, o sea la ciencia económica liberal, ella misma demuestra que con precios plenamente competitivos los negocios no pueden funcionar por caer las tasas de ganancia por debajo de las tasas de intereses.
En fin si queremos que Chile u otro país tenga un sector privado eficaz y rentable, tenemos que aceptar que el capitalismo va a ser lo que siempre ha sido, una lucha para establecer lo que Profesor Porter llama ventajas competitivas sostenibles.
Mi cuarta razón para descalificar la definición de Fukayama es la historia. Immanuel Wallerstein, el gran historiador de la economía mundial, nos informa que nunca en sus quinientos años de existencia el capitalismo ha sido un sistema de precios competitivos. Siempre ha sido una lucha por cierto conflictiva y a menudo armada, para lograr el poder de cobrar precios que generen lucro al abrigo de protecciones contra la competencia feroz que destruye los márgenes de ganancia.
Si los precios competitivos no definan la realidad, ni lo que los empresarios busquen, ni un sistema posible, ni lo que ha sido la historia, tampoco definen un ideal. Los que aman las teorías abstractas y las ideologías interesadas puedan decir, es que cualquier desviación del ideal de mercado competitivo sea una “imperfección,” como si el mercado “perfecto” fuese lo que corresponde a un ideal matemático, y todos los mercados reales fuesen “imperfectos.” Sin embargo, el mercado así llamado “perfecto” no corresponde a ningún ideal moral o ético. Nos dice el premio Nobel de economía Amartya Sen con mucha razón que el mercado es una institución humana entre otras, que a veces sirve para adelantar el desarrollo humano y a veces no. El mercado, dice Sen repetidas veces, es una institución entre otras que sirve el desarrollo humano.
No es ni inteligente ni ético siempre elegir el mismo medio para adelantar el bienestar sostenible. Para ser más específico, no es ni inteligente ni ético siempre elegir los precios competitivos que definen el mal llamado mercado perfecto como medio único para lograr la felicidad de los humanos y la armonía de la biosfera.
Sugiero que la función polémica de definiciones del capitalismo como las que manejan Francis Fukuyama y Ludwig von Mises es refutar el socialismo. El argumento del famoso libro de von Mises, El Socialismo, es que la planificación central es imposible. El argumento del libro más famoso aún del discípulo de von Mises Friedrich von Hayek Camino de Servidumbre es que cada incremento del poder del estado pone en mayor riesgo la libertad. Así definir el capitalismo como guiar la producción según los precios competitivos fijados por el mercado, y luego definir el socialismo como la planificación central realizada por un estado todopoderoso, sirve para sacar la conclusión que el capitalismo es bueno y el socialismo es malo. La lógica y la experiencia histórica conducen a esta conclusión una vez sentadas aquellas definiciones.
Regresamos ahora a cómo entendió el capitalismo el investigador quien acuñó la palabra. Recordamos que imputé a Carlos Marx tres elementos que forman el capitalismo, a saber la compra de la fuerza de trabajo en el mercado, la producción de mercancías para la venta, y una acumulación de capital que posibilita la industrialización. Primero voy a matizar su concepto por restar de ello elementos que no comparto o que considero falsificados por los hechos. Luego ofrezco mi propia definición del capitalismo. Voy a sugerir que la economía así repensada, o sea en base a comprender el capitalismo mejor, nos da bases para repensar la educación.
En gran parte bajo la influencia del filósofo Georg W.F. Hegel Marx tuvo una tendencia a ver la historia como una marcha de una etapa lógica a otra. El capitalismo supera las etapas anteriores y prepara el camino para que la historia llegue al socialismo y al comunismo. De esto poco creo. El poco que creo es que dadas las reglas del juego establecidas por el marco jurídico básicamente romano que norma el comercio, se puede entender muchas cosas. Entre ellas se puede entender los aciertos que se encuentran en El Capital. Marx no fue como decía su amigo Federico Engels el Newton de las ciencias sociales quien descubrió las leyes de moción de la economía y por ende de la historia. Fue un investigador, como lo fue también Adam Smith, quien trazó las consecuencias de seguir las reglas de cierta construcción histórica determinada, a saber, el marco jurídico que constituye el mercado.
La verdad es que la historia es impredecible y muy variada. Depende en gran parte de las opciones humanas. No sigue una trayectoria única. En particular no sigue una trayectoria desde la esclavitud y varias formas de dependencia hacia la compra de fuerza- trabajo en el mercado y luego hacia la propiedad colectiva de los medios de la producción. En algunos textos Marx reconoce lo que demostró en la práctica Stalin y otros, que la industrialización es posible con esclavos o casi-esclavos. La Europa que observó Marx en su tiempo no ha resultado ser el modelo de una etapa que todos los países tienen que atravesar, ni ha resultado ser el preludio a la propiedad en común de los medios productivos.
¿Qué tenga que ver esto con la definición del capitalismo? No se la define como una etapa de la historia. Es una práctica humana entre otras que puede o no darse en distintos tiempos y lugares.
Vinculado con su visión histórica es la tendencia de Marx de identificar el capitalismo con la explotación del trabajador. El capitalista compra la fuerza de trabajo, y luego dedica ésta que ha comprado a la producción. Luego vende el producto cuyo valor ha sido incrementado por los trabajadores. Así se realiza la apropiación privada del producto social, dicho de otra manera la acumulación de la plusvalía. De este modo para Marx el concepto mismo de capitalismo, y además el concepto mismo de “mercancía”, implica e incluye la explotación.
Con semejante aparato conceptual la explotación ocurre siempre en el capitalismo porque es una parte de su definición. Prefiero otro aparato conceptual. Lo encuentro más fiel a los hechos decir que los capitalistas a menudo explotan a los trabajadores, pero no siempre. También se encuentra explotación de trabajadores en instituciones que no sean capitalistas, como no las son las familias, las iglesias, las cooperativas, los gobiernos, las fundaciones sin fines de lucro etc., pero las no-capitalistas tampoco explotan siempre. Antes de hacer de la explotación una arista de la definición del capitalismo, prefiero pensarla como un hecho empírico cuya existencia o inexistencia hay que constatar.
Resto del concepto de Marx la identificación del capitalismo con una etapa de la historia, y su identificación con la explotación. Luego sigo lo que creo ser el meollo de su enfoque: Defino el capitalismo como la inversión en la producción de bienes y servicios para la venta con el objetivo de ganar dinero. El lucro no tiene que ser objetivo único, suele haber otros objetivos también, pero si no está presente el lucro no llamamos a la empresa capitalista.
Así enfocado, el capitalismo es una práctica entre otras que sirve a veces mejor y a veces peor la finalidad de producción de bienes y servicios, pasando aquella producción por un tamiz financiero. El tamiz financiero es decisivo en el capitalismo. Decide que si no hay rentabilidad no hay producción capitalista. Esto no significa que no haya producción.
La ausencia de lucro no significa que no haya producción. Simplemente significa que la producción, si la hay, no es capitalista. Las instituciones no-capitalistas como son las familias; los gobiernos nacionales, municipales, y provinciales; las cooperativas; las iglesias; las asociaciones barriales; los clubes; los sindicatos; las fundaciones; las diversas entidades sin fines de lucro, son perfectamente capaces de operar un parvulario. Pueden operar también una escuela primaria, una secundaria, una universidad, y un instituto de tecnología. Operan clínicas, hospitales, y centros de investigación en medicina y en las demás ciencias. Los no capitalistas pueden también producir los servicios de seguro de salud, de seguro automotriz, y de seguro de vida. Pueden organizar cajas populares, cooperativas de ahorro y hasta bancos. Han construido viviendas. Han sido dueños y administradores de cementerios, de caminos, de puentes, de ferrocarriles, aeropuertos, y empresas portuarias. Pueden fabricar automóviles. Pueden operar líneas aéreas y compartir software por Internet. Pueden organizar equipos y ligas de deporte, adulto y juvenil, profesional y aficionado. Los no-capitalistas han sabido operar canales de televisión, emisoras de radio, periódicos, revistas, librerías, y editoriales. Pueden explotar minas y yacimientos de petróleo. Pueden operar tiendas comerciales de por mayor y por menor, cafés, bares, restaurantes, y peluquerías. Pueden fabricar electrodomésticos como los refrigeradores y televisores. Pueden dedicarse a la agricultura en menor y mayor escala, pueden convertir leche en queso y uva en vino. Los ejemplos abundan. En fin no existe ningún producto ni servicio cuya producción requiere el capitalismo, y hay un sinnúmero de prácticas no-capitalistas que producen uno u otro bien.
Sugiero poner nombre a todas estas diversas maneras de producir y repartir bienes y servicios, y así atender las necesidades y complacer los gustos humanos. Mi nombre abarca incluso a otras formas de cooperación humana que no he mencionado pero que podrían ser constatados, y en muchos casos ya han sido constatados por antropólogos e historiadores. Las llamo “prácticas materiales.” Estoy siguiendo a Fernand Braudel quien acuño la frase “vida material” para nombrar las diversas prácticas de los pueblos Europeos que hicieron posible su existencia física en los siglos antes del auge del capitalismo, y también durante el auge del capitalismo cuando este último no había llegado aún a ser dominante. Según mi sugerencia el capitalismo también es una práctica material, o mejor dicho un conjunto de prácticas materiales. Es un subconjunto de todas las prácticas materiales que se distingue por combinar los tres elementos de inversión de capital, producción de bienes y/o servicios para la venta, y la intención de conseguir así ganancias privadas.
Podemos representar mi concepto con un diagrama de Venn. Vale decir, con círculos. Dibujamos un gran círculo. En el interior del círculo están todas las prácticas materiales. En la frase de Ludwig Wittgenstein allí están todos los “juegos que funcionan con lenguaje” (Sprachspielen) que sirven para producir y repartir bienes y servicios. En el exterior del círculo hay todo lo demás que haya en el universo. Luego colocamos un segundo círculo más pequeño al interior del primer círculo. Allí están las prácticas capitalistas. Son aquellas prácticas materiales que manifiestan las características que definen el capitalismo. En el espacio al exterior del segundo círculo pero al interior del primer círculo se encuentran todas las prácticas que logran alimentar a la gente, construir viviendas etc. etc. pero que no sean capitalistas.
Con este concepto pluralista ilustrado con un diagrama de Venn, podría parecer lógico plantear acto seguido la pregunta: En nuestra situación histórica y ecológica concreta aquí y ahora, ¿Cuál es la mezcla de prácticas materiales que más nos conviene? Pero esta pregunta inocente salta etapas. Hay dos preguntas previas que no se pueden esquivar: la pregunta de la justicia y la pregunta del poder.
La pregunta por la justicia es la desarrollado por Platón en su diálogo La República, un texto que en los casi dos milenios y medio desde su redacción no ha perdido su vigencia. Yo podría decir sí, es así, en el mundo hay numerosas prácticas materiales que hacen físicamente posible la vida humana y frente a semejante panorama de opciones posibles, puedo preguntarme, ¿Qué me conviene? ¿Qué tengo que hacer para triunfar? O en su defecto puedo plantear la pregunta más solidaria, ¿Qué nos conviene? ¿Qué tenemos que hacer para atender a las necesidades de cada quien? Las segundas preguntas, nos enseño Platón, trazan el camino a la justicia.
No podemos esquivar tampoco la pregunta por el poder. Tomemos por sentado que optemos por el criterio solidario y preguntemos: En nuestra situación histórica y ecológica concreta aquí y ahora, ¿Cuál es la mezcla de prácticas materiales que más nos conviene? Entonces no podemos esquivar preguntas que dicen relación con el poder: En el supuesto que podamos dar una respuesta razonable que defina una economía plural y solidaria que incluya y atienda a todos, ¿Será posible construirla, dada la actual repartición del poder? ¿Dado quienes controlan los partidos políticos? ¿Las fuerzas armadas? ¿Los medios de comunicación de masas? ¿Los bancos? ¿Dados quienes son los dueños actuales del capital históricamente acumulado? ¿Dados quienes definen el currículo que estudien los niños en las escuelas?
Ahora continuo adelante con mi anterior pregunta inocente. En nuestra situación histórica y ecológica concreta aquí y ahora, ¿Cuál es la mezcla de prácticas materiales que más nos conviene? Contextualizo esta pregunta regresando a la problemática con la cual empecé, o sea la problemática de la cultura lumpen en la escuela. La contextualizo abordando el problema de cómo construir una economía en la cual no haya lumpen, en la cual puedan desaparecer las adaptaciones culturales a las condiciones de precariedad que tanto perjudican el logro de los objetivos loables definidos en el preámbulo de la Ley General de Educación. Voy adelante pero mantengo en mente los interrogantes sobre la justicia trabajados por Platón, y los interrogantes sobre el poder sentados en el sentido común.
Niego en forma tajante que el capitalismo puro sea capaz de dar trabajo digno y estable a todos. Mi negación es importante si es cierta, porque implica que sin prácticas no-capitalistas siempre vamos a tener lumpen. Corresponde, pues, fundamentar por qué declaro en forma tajante que el capitalismo jamás producirá el pleno empleo sostenible.
Hay argumentos técnicos propuestos por economistas neoliberales que insisten que normalmente hay empleo pleno. Otros economistas adelantan argumentos técnicos a mi juicio decisivos demostrando la tesis de JM Keynes que ¨…el pleno empleo rara vez ocurre, y cuando ocurre es pasajero. Voy a escribir una nota al margen con referencias a fuentes técnicas. A continuación planteo seis razones por las cuales debe ser obvio al sentido común que mientras el capitalismo sea dominante y sin el complemento de otras prácticas materiales, siempre va a existir una clase lumpen.
Primero, el objetivo del capitalismo es la ganancia. Su objetivo no es crear empleo digno para todos. Debe ser obvio al sentido común que si una práctica tiene un objetivo va a tender a lograr su objetivo. Si sucede que también logre el otro objetivo sin proponérselo sería un milagro poco probable.
Segundo, la empresa capitalista contrata a personal cuando es rentable contratar. Si no es rentable, no contrata. Existe pues una condición previa al empleo. El sentido común nos dice que B ocurre sí y solo sí A ocurre, mientras A pueda o no ocurrir, entonces es lógico que B también pueda o no ocurrir.
Tercero los primeros economistas liberales, como los eran Adam Smith y David Ricardo, reconocieron francamente que el número de obreros es determinado por la ley de oferta y demanda. Según ellos cuando el mercado de trabajo no requiere más obreros, baja el número de obreros, como baja la producción de cualquier mercancía cuando encuentre menos compradores. El número de obreros baja porque los obreros se dan cuenta que no le alcanza alimentar a hijos y por eso no tienen hijos, o porque los obreros mismos no se puedan alimentar y mueran de hambre o de algún enfermedad asociada a la pobreza.
Según Smith y Ricardo los lumpen casi no existen porque los obreros no requeridos por los mercados mueren. La realidad de hoy es distinta. Siguen viviendo, logrando alimentarse por la caridad, por la asistencia pública, por el crimen, por ser mendigos o vendedores callejeros u por otro medio no-capitalista. En vez de desaparecer, llegan a ser multitudes.
Cuatro, la historia no nos muestra casos de empleo pleno sostenido en régimen capitalista.
Cinco, los que luchan contra la pobreza en la actualidad, como la Fundación Esperanza por ejemplo, ya no esperan que empresarios vayan a encontrar rentable dar trabajo digno a todos los pobres. Promueven los microcréditos y las micro empresas con las cuales los pobres lanzan sus propios emprendimientos.
Aquí sigo a José Luis Coraggio en insistir que la multiplicación de pequeños emprendedores con el apoyo de gobiernos y fundaciones privadas no es capitalismo. Son otras prácticas que sirven metas que el puro capitalismo no logra solo. No hay inversores quienes contratan a gente a fin de vender los productos de su fuerza de trabajo y así acumular capitales. Las micro-emprendimientos de los pobres son prácticas materiales con otra lógica y otra dinámica. Tienen la lógica de una estrategia de sobrevivencia y la dinámica del auto-empleo.
Sexto, el capitalismo depende de ventas. Si no hay ventas suficientes, no hay rentabilidad, y como hemos visto si no hay rentabilidad no hay empleo. El sentido común debe reconocer que el hecho que una primera persona necesita vender algo para poder vivir no significa que exista una segunda persona quien quiere comprar lo que la primera persona tenga para vender. Nadie tiene la obligación de comprar simplemente porque terceros tengan la necesidad de vender. Hay más. Aún quienes quieren comprar a menudo no puedan comprar porque les falta dinero. En fin, en el lenguaje de Keynes, el capitalismo se caracteriza por una debilidad crónica y permanente de demanda efectiva.
Así que debe ser suficientemente claro aún sin entrar en los laberintos de las abstracciones técnicas, que las prácticas materiales capitalistas solas jamás van a hacer desaparecer a aquella clase social que vive generación tras generación marginada de la economía. Tampoco va a dar trabajo al sinnúmero de profesionales y técnicos que las universidades están en tren de formar.
Junto con felicitar a la Fundación Esperanza y a todos quienes luchan para superar la barrera de la rentabilidad, mostrando que el empleo es posible sin patrones que lucran de ello, quiero llamar la atención a una limitación de su estrategia contra la pobreza. Felicito por la misma razón a las empresas auto-gestionadas y las cooperativas, e igual llamo la atención a una limitación de su estrategia. Hemos visto en Argentina un colapso económico en el cual muchas empresas quebraron, pero sin embargo siguen funcionando hoy bajo control obrero. Quebraron en el sentido que ya no eran capaces de generar ganancias. Siguen funcionando porque aunque no sean rentables generan entradas suficientes para pagar sueldos. Los sueldos sean típicamente menores que los que pagaron los capitalistas cuando ellos eran los dueños. Normalmente la ley obliga a los obreros que asumen la empresa, que pacten con los acreedores para pagar por lo menos algo de la deuda acumulada en la época cuando la empresa era capitalista. Sin embargo conviene a los trabajadores continuar con el negocio porque su alternativa más probable es la cesantía. En la ex Yugoslavia tuvimos el ejemplo de un país entero en el cual la gran mayoría de las empresas eran de propiedad de su personal.
Todo eso, digo yo, está bien, pero es insuficiente. Es insuficiente porque aunque se haya superado aquella barrera al empleo que dice que no hay empleo sin rentabilidad, no se ha superado aquella otra barrera que dice que no hay empleo sin ventas. El empleo en el mundo de empresas auto-gestionados sigue dependiendo de ventas, y sabemos que hay un déficit crónico y casi permanente de demanda efectiva. Digo “casi” porque se da el caso excepcional aunque sea infrecuente y pasajero, cuando todo lo que cada elemento de la población necesita vender para poder vivir encuentre compradores.
Regresemos al diagrama de Venn. Consta de dos círculos. El mayor define el ámbito de todas las prácticas materiales. El círculo menor en su interior define el ámbito de todas las prácticas materiales capitalistas. Conviene agregar un tercer círculo intermedio, mas chico que el círculo mayor y más grande que el círculo menor. El nuevo círculo, el intermedio, deslinda lo que es mercantil de lo que no es mercantil. Las prácticas mercantiles dependen de ventas. Las prácticas no-mercantiles no dependen de ventas. El capitalismo es una práctica mercantil. Pero hay prácticas mercantiles que no son capitalistas. Ejemplos de prácticas mercantiles no-capitalistas son los vendedores callejeros, los emprendimientos de los pobres, las cooperativas menos algunas que conserven el nombre de cooperativa pero que funcionen como empresas capitalistas, y las industrias bajo control obrero en los cuales los dueños y los trabajadores son las mismas personas. Igual tienen que vender, aunque no haya ningún capital acumulando la plusvalía generada por sus labores.
Pero hay también prácticas materiales que no son mercantiles. Quizás el más famoso sea el trabajo de los padres especialmente las madres y a menudo las abuelitas quienes atienden a las necesidades materiales de los niños. Voy a desarrollar un solo ejemplo de entre los menos famosos, aunque les aseguro que las prácticas materiales no-mercantiles históricas y actuales son innumerables. Algunos antropólogos hasta defienden la tesis que las prácticas no-mercantiles organizadas por normas de reciprocidad y redistribución son típicas de la especie humana. Dicen que nuestras actuales sociedades mercantiles y capitalistas son desviaciones de lo que ha sido la vida humana durante la mayor parte del tiempo que animales de nuestra especie han habitado la tierra.
El ejemplo único sobre el cual voy a disertar es el nuevo programa de servicio comunitario de Sud África. Tiene apoyo financiero del gobierno sudafricano pero es administrado por fundaciones privadas sin fines de lucro. Da trabajo a los cesantes dos días de la semana en forma permanente. No es un puente que se ilusiona con el sueño que algún día todos los cesantes vayan a conseguir empleo en el sector privado con fines de lucro. Es la seguridad de siempre tener trabajo, aunque sea solamente dos días de la semana. Va junto con la promoción de emprendimientos y con actividades de psicología comunitaria que aborda temas sociales como lo son la violencia doméstica, el abuso sexual de menores, y la droga.
Quiero llamar la atención que los participantes en el programa no venden nada. Trabajan pero no venden. Sus tareas son asignadas por las municipalidades y las organizaciones cívicas locales. Hacen puro servicio comunitario. La amplia gama del trabajo que hacen no se puede resumir en pocas palabras. Un trabajo frecuente que puede servir como botón de muestra es atender a los enfermos de SIDA. Hacen el aseo de sus casas, cambian sus vendas, cocinan. Otro trabajo comunitario que puede ser un segundo botón de muestra es la limpieza de las orillas de los ríos que pasan por la ciudad de Johannesburgo. En ningún caso venden. Los comerciantes respaldan la norma que tienen que hacer el puro servicio comunitario porque los comerciantes no quieren que trabajadores con subsidios públicos les hagan competencia.
Quienes conocen los tropiezos de las democracias sociales, de los cuales Grecia y España son los ejemplos más actuales, preguntarán cómo el gobierno sudafricano puede dar trabajo a los cesantes sin subir los impuestos, sin subir los sueldos de los trabajadores en general por disminuir la oferta de mano de obra barata, sin hacer quebrar los negocios marginales que apenas sobreviven pagando sueldos bajos y no pueden pagar sueldos mayores, sin incentivar la flojera entre los trabajadores, y sin desincentivar la inversión. Una respuesta completa aquí enseñaría por qué al tratar de una nueva economía se trata en el fondo de una nueva civilización. No voy a abarcar hoy una respuesta completa. Me limito a explicar por qué Sud África puede pagar el costo de atender a un millón de cesantes con su nuevo programa de servicio comunitario.
Lo puede pagar porque Sud África es un país minero. Chile puede hacer lo mismo con el cobre o con el litio que Sud África hace con el oro.
Así el problema de los lumpen tiene solución material. La solución es primero romper la barrera al empleo que es la rentabilidad. Es lo que hace la Fundación Esperanza y otros quienes auspician emprendimientos que no alcanzan a ser rentables para el capital pero igual son estrategias de sobrevivencia para los pobres. La solución es, segundo, romper la barrera al empleo que es la necesidad de ventas. Es lo que hace el gobierno sudafricano y otros que financian programas de servicio comunitario. Habiendo solución posible al nivel material, hay que hablar de soluciones a nivel cultural y espiritual.
Pero antes de pasar a considerar otra vez la cultura escolar, quiero reconocer que he presentado mi solución al problema de empleo para todos con un sencillo ejemplo que no manifiesta bien el principio subyacente. Quiero explicar la solución de un modo más complicado a fin de mostrar que el principio subyacente, aunque sea más difícil a comprender que el sencillo ejemplo, abre paso a muchas aplicaciones. El sencillo ejemplo fue que un estado soberano, Sud África, cobra Royalties por la extracción de sus recursos minerales. Con este dinero paga sueldos a quienes cambien las vendas a victimas de SIDA y quitan los escombres de los cauces de ríos.
El principio general se llama “renta económica.” Se define una renta económica como un ingreso que no cambia la conducta. En el ejemplo los mineros siguen sacando oro de las colinas, aunque tengan que pagar el Royalty. Otro ejemplo sería un futbolista que ama su deporte y con gusto jugaría por cien millones de pesos por año, pero puesto que la venta de derechos para televisar el fútbol es muy lucrativa, logra un contrato que le renta doscientos millones. Juega igual. La renta económica, sea de un recurso natural o sea de otra fuente, es una ganancia más allá de lo que sea necesario para motivar la producción del bien o servicio en cuestión. Históricamente el concepto de renta deriva de la renta de la tierra, y de la observación de Adam Smith que el terrateniente percibe renta solamente si la tierra produce suficiente para pagar lo necesario a los trabajadores y al agricultor empresario que dirige el trabajo. Lo que sobre después de pagar lo que hay que pagar para producir es el ingreso del rentista. Como ya sugirió Adam Smith en términos menos sofisticados que los actuales, la renta económica es una buena fuente para aumentar el tesoro en el fisco público. Pero el principio general no versa solamente sobre el traspaso por impuestos de recompensas sin funciones sociales de los ricos a fin de atender las necesidades básicas de los pobres. El traspaso también puede ser por filantropía. La filantropía es una parte del consumo del filántropo. En vez de gastar su dinero en otra cosa el filántropo dona una parte de su riqueza a una causa social, que perfectamente podría ser la atención a los víctimas de SIDA citado en el ejemplo, ahora pagado con dinero privado en vez de dinero público, pero en ambos casos probablemente pagado con fondos que derivan de rentas. También el traspaso de rentas puede ser, como en la Edad Media solía ser, a través del patrimonio de una institución sin fines de lucro. En la Edad Media la iglesia fue dueña de grandes tierras, y de las rentas de las tierras financiaba entre otras cosas el suministro de alimentos a los pobres. Hoy en día universidades, iglesias, hospitales, y otras instituciones sin fines de lucro a menudo tienen patrimonio. Los ingresos de los patrimonios no son necesariamente de puras rentas económicas pero suelen ser en gran parte de ellas. Un instituto de investigación científica puede tener patrimonio, y con sus rentas pagar a investigadores. En principio el traspaso de rentas para promover el empleo puede emplear no solamente a cesantes de los barrios pobres, pero también a violinistas en orquestas sinfónicas, a oncólogos que tratan el cáncer, y a arqueólogos que amplían nuestro conocimiento de la prehistoria de nuestra especie.
Después de este desvío para tratar un poco el concepto de renta económica como fuente de recursos para pagar empleo que no depende de ventas, ahora regresamos a las escuelas sufridas en los barrios sufridos. Encontramos a menudo que aquí reina una cultura del garabato que no calza con lo que debe ser una cultura de aprendizaje. Menos calza con lo que debe ser la cultura de una sociedad de conocimiento con aprendizaje permanente para ponerse al día en el oficio y para la realización de la persona como persona durante toda la vida.
En escuelas sufridas me ha tocado realizar una serie de entrevistas con alumnos destacados por su mala conducta, y con profesores y orientadores que trabajan con ellos. No he tenido ni recursos ni tiempo para documentar bien mis hallazgos. Sin embargo no dudo la veracidad de los dos hallazgos que ahora voy a compartir.
A botón de muestra del primero de mis dos hallazgos cito textualmente lo que dijo un alumno a su orientadora, frase que la orientadora a su vez me relató a mí. Dijo, “Yo puedo ganar más plata que lo que gana Vd., robando y vendiendo drogas.”
Lo que dijo el alumno fue, por supuesto, cierto. Además calza con la ideología neoliberal. Efectivamente en la práctica aquí y ahora la oferta principal que hace la escuela al alumno es que por estudiar pueda llegar a ser profesional o técnico, y como profesional o técnico puede ganar dinero. Encuentro que la escuela en gran medida en la práctica carece de ideales a pesar de los lindos objetivos transversales que la escuela debe servir según sus objetivos oficiales. Dicho de otra manera, el ideal de la escuela y de la sociedad entera es cada vez más el mercantil. La escuela sirve al mercado por formar recursos humanos. Forma mano de obra calificada para vender en el mercado laboral. Forma competencias para producir los perfiles que el mercado laboral apetece. Así la escuela compite con la cultura de la droga y la delincuencia en un terreno en donde hasta nuevo aviso la cultura de la droga y la delincuencia gana a la cultura de la escuela.
De hecho para muchos de los jóvenes la cultura narco es el camino corto para realizar el ideal que la sociedad neoliberal les propone: ganar más dinero con mayor facilidad y con mayor rapidez.
La superioridad de la recompensa material de la vida anti-social sobre la recompensa material que ofrece la vida pro-social se soluciona solamente en forma parcial con micro-empresas y servicio comunitario pagado. Es claro que una base material que hace posible vivir con los valores típicos de clase trabajadora y clase media es imprescindible. Los pobres deben tener por lo menos la posibilidad física de vivir sin violar la ley. Pero algo más es necesario también. Es necesario también una civilización de la solidaridad, bella y amorosa. Es necesaria una civilización que supere la quiebra moral de una sociedad demasiado mercantil.
Mi segundo hallazgo es semejante. Es que los jóvenes que se llaman vulnerables no se sienten y no son vulnerables. Es al revés. El resto de la sociedad es vulnerable. El resto de la sociedad a lo larga no puede defenderse contra las olas crecientes de la delincuencia y el narcotráfico. Ya tenemos ejemplos en México y en otros países. Ya se ve los comienzos de fenómenos semejantes a los mexicanos en las poblaciones chilenas y hasta en barrios acomodados.
Los mal llamados vulnerables se consideran jóvenes normales. Aman a sus familias aunque sean sus familias irregulares según los criterios de normalidad tradicional de clase media. A menudo los jóvenes mismos son de hecho jefas y jefes de hogar. Quieren a sus amistades, y hasta quieren a la escuela por su calidad de lugar de encuentro de amigos. Practican deportes. Toman cerveza. Gozan del sexo. Gozan de las fiestas. Sobre todo gozan de las grandes fiestas trasnocheras con música fuerte, alcohol, a menudo por lo menos marihuana, y baile sensual hasta el amanecer. Pasan horas en Facebook y en Fotolog.
Si la sociedad quiere que abandonen la cultura que tienen y que asuman una cultura que rechace al robo, a la droga, a la delincuencia, y a la mala conducta en general, la sociedad tiene que hacerles una mejor oferta. Ya tienen sus placeres. Tienen incluso el placer de burlarse de la autoridad. La mejor oferta que tiene que hacerles la sociedad tiene que pasar por la escuela. La escuela tiene que vender la cultura sana a una clientela que hasta ahora no ha querido comprarla.
Padre Hurtado ha escrito que la meta principal y primera de la educación debe ser el cultivo de una actitud social. Si los jóvenes y luego los adultos crecen con actitud social todo lo demás se puede solucionar. Si crecen egoístas no hay solución a ningún problema. Quiero agregar algo al precepto del santo: los jóvenes tienen que aprender a gozar de una vida sana. Aristóteles ya lo dijo: quien encuentra placer en la virtud es bien educado; quien encuentra placer en el vicio es mal educado. En las escuelas de los chicos de los ex lumpen –que ya no van a ser lumpen porque habremos solucionado el problema material-- las asignaturas fundamentales serán el canto, el baile, y el deporte. El “currículo oculto” será la solidaridad. Desde sus primeros días en la institución escuela el niño comenzará a vivir en una sociedad de conocimiento en el cual hay aprendizaje toda la vida, en donde el aprendizaje alterna con el trabajo, en donde hay siempre respeto a las personas, en donde los placeres convocan a las conductas pro-sociales, y en donde las prácticas materiales funcionen para incluir a todos sin excluir a nadie.
Llevo dicho que el problema más grave no es la marginalidad social ni la creciente cultura narco-delincuente, ni tampoco la falta de empleo para graduados, sino la ecología. Termino con unas pocas palabras repensando la economía y la educación con la finalidad de salvar la biosfera.
He venido fraguando una suerte de antropología económica. He venido desfilando la gama ancha de las prácticas materiales de las cuales los seres humanos nos hemos servido para abastecernos. Ahora el tema de la ecología me obliga a constatar que sea lo que sea la anchura de la gama hoy en los tiempos que nos toca vivir, existe una sola práctica dominante. Extraña combinación de palabras: práctica dominante. Decir que el capitalismo es dominante es como decir que un sistema tiene poder. Es como decir que no sea la clase alta que nos domina, menos la clase política, sino un sistema que domina a todos. Pero si sustituimos “práctica” por “sistema”, extraña pensar que los seres humanos seamos unos subalternos sojuzgados dominados por nuestras propias prácticas.
La noción que el capitalismo nos domina ha sido articulada en forma famosa por los economistas de la escuela de Grenoble, también llamados los regulacionistas. Ellos manejan un concepto de “régimen de acumulación” que voy a tratar de explicar. Parten de la base que en el capitalismo es la acumulación de capital que mueve la producción. Dicho de otra manera la rentabilidad. Si no hay rentabilidad no hay negocio. Si no hay negocio no hay empleo. No hay producción. No hay nada.
Ahora el argumento regulacionista requiere una segunda premisa. Requiere la premisa que la sociedad depende del capitalismo. Aunque pueda haber otras prácticas materiales, al fin y al cabo si no funcione el capitalismo la sociedad no funcione. La gente no tiene empleo. No tiene alimentos. No tiene nada.
Se sigue que pase lo que pase es necesario configurar todas las instituciones sociales para que haya rentabilidad. La política, la educación, la cultura, los medios de comunicación de masas, los trabajadores, y en fin todo tiene que ser favorable para el capital, porque si el capital no logra acumularse a través de inversiones rentables la sociedad entera se para. A estas alturas debe ser difícil para los chilenos no recordar el año 1973. Por la razón o la fuerza hay que establecer una política, una educación, una cultura, medios de comunicación de masas, conductas entre los trabajadores, y en fin todo para que sean favorables a la acumulación de capital. En el caso chileno se trataba de sentar un régimen de acumulación neoliberal. Existe también o por lo menos existía el régimen de acumulación Keynesiano/Fordista de los países industrializados entre más o menos 1945 y 1975. El argumento fundador de este otro régimen de acumulación fue que al crear una gran clase media con elevado poder adquisitivo se crea condiciones favorables para la rentabilidad. Se crea un mercado donde se puede vender los productos de la industria. En fin, si no hay un régimen de acumulación tiene que haber otro, y si el régimen de acumulación colapsa hay que o rehabilitarlo o establecer otro “régimen de acumulación.
Frente a la necesidad de un régimen de acumulación sacamos nada o casi nada con esgrimir argumentos. En el caso por ejemplo del proyecto hidroeléctrico Aysén, un ejemplo entre muchos, poco valga argumentar que la ecología es en fin de cuentas más importante que la rentabilidad. Podemos estar todos de acuerdo en nuestra calidad de seres racionales que si luchamos contra las leyes de la física, la química, y la biología vamos a perder. No va a haber rentabilidad ni ninguna cosa humana porque el fin de la biosfera es el fin de la especie humana y todas sus cosas. Perfectamente razonable es el argumento. Pero el régimen de acumulación no tiene que contestar a argumentos. No contesta con argumentos sino con hechos. Si no hay rentabilidad no hay crecimiento. Baja el empleo. Baja la producción de bienes y servicios. En millones de maneras grandes y chicas la sociedad capitalista a todo nivel deja de funcionar. Quizás tengamos razón al argumentar que hay metas humanas tan vitales y tan fundamentales que es un error ético y en fin de cuentas un desastre social y ecológico sacrificar aquellas metas al altar de la rentabilidad. No importa. No importa que tengamos razón. Mientras el motor que mueve la economía sea la acumulación de capital, el régimen de acumulación domina, con o sin razón.
A lo mejor Vds. ya pescan a dónde vamos con el planteamiento de repensar la economía, repensar la educación, construir una nueva economía, construir una nueva civilización. Vamos a cuestionar la segunda premisa que requiere el argumento regulacionista. Cuestionamos la premisa que la sociedad depende del capitalismo. Pero no la cuestionamos con los puros argumentos. La cuestionamos con hechos. Repensar la economía con un enfoque antropológico nos conduce a contestar la necesidad de un régimen de acumulación con prácticas materiales diversas. Al repensar la educación abrimos las mentes a las prácticas materiales diversas. Abrimos la mente a nuestra humanidad, a nuestra calidad de creadores de cultura. Como seres humanos estamos dotados con la capacidad de crear prácticas que nos sirven. La capacidad de crear nuevas culturas con nuevas normas y prácticas es nuestro nicho ecológico. Es la flexibilidad que nos ha permitido sobrevivir como especie a través de los siglos y los milenios. Por eso somos capaces de vivir menos dependientes de los requerimientos de una lógica única. Hagamos cooperativas. Hagamos ruedas de trueque. Hagamos monedas comunitarias. Hagamos un sector público pudiente. Hagamos permacultura. Hagamos solidaridad en los barrios. Captemos las rentas económicas a fin de destinarlas a fines sociales. Hagamos incluso un capitalismo socialmente responsable, en el cual cada empresa tenga una Misión y una Visión que contempla el bien común.
Una vez que nos hayamos educados para dialogar y cooperar con los demás en la construcción de nuevas realidades sociales, que puedan ser en un principio tan modestos como un club deportivo o un buen centro de padres y apoderados, estaremos en condiciones de pactar con el capitalismo. Hagamos un pacto de respeto mutuo con el sistema que era dominante pero que luego no será dominante. Pactemos que respetamos sus aportes al bien común, y que a su vez dicho sistema respete que el bien social y el bien del planeta tienen que primar por sobre los criterios netamente financieros.
Pero dicho pacto no puede ser solamente de palabras. Puede existir solamente sobre la base de potenciar otras prácticas. Por la educación debemos aprender que nuestra vocación humana es, junto con los demás, potenciar prácticas. Las otras prácticas tienen que ser capaces de crear empleo digno y los bienes y servicios necesarios. Logrado esto, si baja la rentabilidad y la inversión porque hemos elegido en forma democrática, racional, y ética preferir la ecología por sobre la rentabilidad, igual podemos seguir viviendo. Igual habrá pan. Igual habrá empleo.
Contestemos pues a los mecanismos automáticos del mercado que bajan el ritmo de la actividad económica al menor signo de debilitamiento de la confianza de los inversionistas con hechos concretos. Contestemos con hechos concretos construidos adrede sobre la base de lo que padre Hurtado llamaba actitud social. Puesto que queremos un mundo que funcione con otros criterios, nosotros mismos vamos a funcionar con otros criterios.
Así el capitalismo pueda llegar a ser un conjunto de prácticas materiales entre otros, un buen ciudadano que obedece la ley y que la ley pueda gobernar. En los términos de mi diagrama de Venn, tenemos que movernos para potenciar las prácticas en los dos círculos exteriores, a fin de que las del círculo interior renuncien a sus pretensiones de ser sistema único. Las del círculo interior deben asumir sus justos papeles de complementos y cooperadores de las demás instituciones que conformen la sociedad.
He tratado de ser lo más claro posible para que nadie evada tomar en serio mis conclusiones con el pretexto de no poder comprenderme. Si en algo no haya sido claro ahora Vds. tienen la oportunidad de pedirme aclaraciones. Si no me entiende, le ruego preguntar, si no ahora mismo entonces después vía correo electrónico. Si me entiende y encuentra que estoy equivocado, le ruego ayudarme a corregir mis errores. Si me entiende y encuentra que tengo razón, le ruego actuar en el mundo con actitud social.

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