El final de la convergencia regional en España
Hace ya cuatro décadas que la desigualdad regional en España empezó a
aumentar y desde entonces esta tendencia no ha hecho más que
reforzarse. Éste es uno de los resultados que destaca un libro
recientemente publicado en el que hemos analizado la evolución de la
desigualdad regional en España desde el inicio del proceso de desarrollo
económico, allá por mitad del siglo XIX, hasta la actualidad (aquí).
Además, y aún teniendo en cuenta que siempre es difícil anticiparse al
desarrollo futuro de un fenómeno económico, hay motivos para pensar,
especialmente cuando se aproxima el tema desde una perspectiva de largo
plazo, que el aumento de la desigualdad territorial no ha hecho más que
comenzar y que quizá ha llegado para quedarse, al menos por un tiempo.
Antes de desgranar algunos de los resultados obtenidos para el caso
español, creemos que conviene remarcar un par de aspectos que sitúen en
un contexto más amplio la discusión. Por un lado, el aumento de la
desigualdad regional desde principios de los años ochenta no es
exclusivo de la economía española, sino que atiende a un fenómeno más
general. En un par de entradas recientes (aquí y aquí)
ya comentamos la situación actual en la Unión Europea y mostramos que
en economías de nuestro entorno como Francia e Italia el repunte que
marca el final de la convergencia regional en las últimas décadas es
también claramente visible. Por otro lado, ante esta situación, resulta
difícil no vincular, dada la similitud en la cronología, el aumento de
la desigualdad interpersonal, tal y como han señalado Milanovic (aquí) o Atkinson, Piketty y sus coautores (aquí y aquí), con el aumento de la desigualdad territorial.
En este contexto, hay razones de peso que explican que la desigualdad
territorial haya atraído la atención de académicos, políticos e
instituciones internacionales en los últimos años. De una parte, las
exitosas experiencias de crecimiento de países emergentes como China o
India han venido acompañadas de un notable avance en la desigualdad
económica territorial. Por otra, la preocupación por las desigualdades
territoriales también está presente en economías desarrolladas como la
Unión Europea (UE), que destina una parte importante de su presupuesto a
políticas de cohesión. A su vez, las recientes victorias electorales de
los partidarios del Brexit en el Reino Unido o de Donald Trump
en Estados Unidos no son sólo reflejo de una creciente desigualdad
económica y polarización social, sino que también muestran unos marcados
patrones espaciales. Un ejemplo de este patrón espacial sería el
declive relativo que han experimentado zonas antaño prósperas y
dinámicas como el norte de Inglaterra o el cinturón industrial de EEUU y
que en las últimas décadas han sufrido un intenso declive económico; en
ambos casos, estos territorios han nutrido las urnas de votos a favor
del Brexit y de Trump apostando por un cambio radical en el status quo.
De hecho, en la Europa actual la cuestión territorial presenta además
otras aristas que generan tensiones añadidas que trascienden a la propia
economía. Lejos de ser el único motivo, la cuestión territorial se
manifiesta en el auge de movimientos políticos que promueven cambios
profundos en las estructuras territoriales y de decisión política en
diversos países como el propio Reino Unido (con el referéndum de
independencia que tuvo lugar en Escocia en 2014), Bélgica, o con el auge
del movimiento independentista catalán.
En cualquier caso, el aumento de la desigualdad regional de las
últimas décadas es resultado de un largo proceso histórico. Mientras la
historia económica (aquí)
muestra que las primeras fases del desarrollo suelen ir acompañadas de
un aumento de la desigualdad territorial, que posteriormente tiende a
disminuir, la teoría del crecimiento económico ha explicado esta pauta
de U-invertida (aquí).
Los shocks tecnológicos que alimentan el crecimiento económico se
concentran inicialmente en aquellas regiones con mejor dotación de
factores o instituciones y la desigualdad territorial tiende
inicialmente a crecer. No obstante, la difusión de las nuevas
tecnologías desde la región líder a las seguidoras provoca el inicio de
un proceso de convergencia regional impulsado por el catch-up
tecnológico y los flujos de factores. En este contexto, las
desigualdades territoriales pueden ser mayores en un entorno económico
de mayor globalización, es decir, existe una relación positiva entre
apertura comercial y desigualdad territorial. Estos trabajos (aquí, aquí y aquí),
señalan, asimismo, que con el aumento de la desigualdad regional en las
últimas décadas se está fraguando una relación en forma de N entre
desigualdades territoriales y desarrollo económico (similar a la curva
en forma de elefante de Milanovic).
Dentro de este contexto, nuestro trabajo estudia la evolución de la
desigualdad regional en España en el largo plazo. La observación del
gráfico 1 permite extraer algunas conclusiones. En primer lugar, que la
desigualdad territorial en la actualidad es más baja que la registrada
al inicio del proceso de desarrollo económico español. Segundo, que ha
habido periodos de divergencia y de convergencia: la desigualdad
regional aumentó entre 1860 y 1910, y se redujo a lo largo de los
periodos 1910-1950 y, especialmente, 1950-1980. Tercero, que la etapa
que se abre con el acceso de la economía española a la UE, ha
contemplado un nuevo avance de las desigualdades territoriales. Como
consecuencia de todo ello, la desigualdad económica regional en España
dibuja también una curva en forma de N, de manera que desde los años
ochenta se asiste a un incipiente crecimiento de la desigualdad
territorial.
Para profundizar en esta visión general, hemos examinado también el
conjunto de la distribución, con objeto de captar las diferencias entre
regiones ricas y pobres, así como sus cambios a lo largo del tiempo. Del
gráfico 2 se desprenden algunas pautas que permiten entender mejor la
evolución que ha seguido la desigualdad regional en España. Al inicio
del proceso de desarrollo económico, cuando la desigualdad regional era
todavía relativamente baja, un grupo numeroso de provincias se agrupaba
en torno a la media española. Sin embargo, a partir de entonces se
observa que el inicial avance en la desigualdad constatado en el gráfico
1 se explicaría por el despegue de unas pocas regiones que se
distanciaron del resto de la economía (Cataluña, País Vasco, Madrid). En
las primeras décadas del siglo XX, la distribución empezaría a mostrar
un cambio de tendencia, que se manifiesta en el acercamiento de las
regiones con mayor renta a valores cercanos a la media. Desde mitad del
siglo XX se va conformando, no obstante, una estructura cada vez más
bimodal o polarizada, lo cual indica la existencia de un considerable
número de regiones que tienen niveles de renta por encima de la media
frente a otras que se agrupan en valores marcadamente inferiores a ésta.
Es decir, desde los años ochenta, el aumento de la desigualdad ha
venido acompañado por un reforzamiento de la polarización. O, dicho en
otras palabras, los niveles de renta provinciales se agrupan en torno a
dos medias que se están distanciando.
Finalmente, cabe preguntarse si existen patrones geográficos en la
distribución de la desigualdad regional y su evolución en el tiempo. El
siguiente mapa muestra las provincias coloreadas siguiendo una escala de
grises en función de su nivel de renta. Esta primera aproximación
permite constatar que en el arranque del proceso industrializador a
mitad del XIX no se observa patrón geográfico alguno en los niveles de
renta. No obstante, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, se
conforma, de forma gradual, un patrón espacial caracterizado por la
existencia de un gradiente de rentas que recorre la península desde el
noreste (ricas) hacia el suroeste (pobres), y que se fue consolidando
hasta los años ochenta. Desde entonces, el mapa va mostrando una mayor
división norte-sur, en el que los territorios de menor renta se van
concentrando en un territorio (creciente) que recorre, de este a oeste,
todo el sur peninsular. Conjuntamente, pues, se puede definir esta
realidad como un caso de polarización espacial.
La situación descrita hasta aquí se ha de enmarcar dentro del
contexto general de la economía mundial. En este sentido, las primeras
décadas del siglo XXI se caracterizan por el intenso cambio tecnológico,
vinculado a las TICs, y una creciente globalización de los mercados de
bienes y servicios, y de los mercados de capitales, pero sin grandes
flujos migratorios internacionales o regionales. Es en un escenario como
éste en el que hay que situar los tres elementos claves vinculados a la
desigualdad regional en España: primero, que la desigualdad regional
está creciendo; segundo, que se está dando una polarización de rentas
entre territorios relativamente ricos y pobres (en este sentido, el
ejemplo europeo muestra una situación general de mayor protagonismo de
las regiones que albergan las capitales de los estados); y tercero, que
se está conformando un marcado y persistente patrón geográfico
norte-sur.
En un contexto como el descrito, se dan las condiciones para la
aparición de nuevas tensiones sociales y políticas de las que son claro
reflejo el ascenso de fenómenos que ponen en cuestión los ámbitos
institucionales y territoriales de toma de decisiones (el
anti-europeísmo) o de repliegue ante los efectos territoriales de la
globalización (regreso al discurso proteccionista o anti-inmigratorio).
En este sentido, el empobrecimiento relativo de regiones
tradicionalmente prósperas o la creciente brecha de rentas existente
entre las regiones más ricas y las más desfavorecidas, ha asentado la
percepción de que, en palabras de Andrés Rodríguez-Pose (aquí), en el actual contexto de cambio tecnológico y globalización, hay territorios que “no importan” y ello está motivando su “venganza política”.
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http://nadaesgratis.es/admin/el-final-de-la-convergencia-regional-en-espana
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Javier dice:
Muy interesante la entrada, especialmente el gráfico que muestra
la progresión de la desigualdad en España desde el siglo XIX. Es
especialmente clara la tendencia a polarizarse en un eje Norte-Sur.
Sería interesante analizar si el modelo autonómico implantado tras la Transición ha tenido que ver en este fenómeno, y si ese fuera el caso, qué otro modelo se podría proponer para revertirlo.
Sería interesante analizar si el modelo autonómico implantado tras la Transición ha tenido que ver en este fenómeno, y si ese fuera el caso, qué otro modelo se podría proponer para revertirlo.