La Revista de Economía Industrial, editada por el Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, ha publicado recientemente un monográfico dedicado a la Economía Experimental que he tenido el honor de coordinar. Aquí transcribo la introducción que escribí. Después de ella incluyo un par de reflexiones sobre la Economía Experimental y la investigación en España.
Los tiempos en que el estudio de la economía se basaba en la introspección y en la observación de hechos estilizados, acompañados de una formulación teórica formal o informal han quedado muy atrás. Las nuevas técnicas y metodologías, así como la general aceptación en la profesión de que la validación empírica es la condición para aceptar o rechazar teorías explicativas, han hecho que el porcentaje de artículos empíricos pasara del 40% en los años 80 al 72% (el 80% si se incluyen las simulaciones) en la primera década de este siglo.
Hay muchas maneras en las que la economía empírica trabaja. La más conocida y amplia es aquella que somete una base de datos a un estudio econométrico para intentar encontrar relaciones causales entre variables. Idealmente el investigador querría aislar las variables de una manera más controlada, pero los datos son los que son. De vez en cuando, sin embargo, sucede un experimento natural. Dos sociedades muy parecidas entre sí (dos países, dos regiones de un país o dos ciudades de la misma región, por ejemplo) deciden tomar decisiones económicas distintas, o dos sociedades dispares deciden tomar el mismo tipo de decisiones. El estudio de la divergencia o convergencia de resultados permite avanzar en nuestro conocimiento de la economía. El siguiente paso en controlar las variables lo ofrecen los programas pilotos para la adopción de una medida económica. En este caso tenemos un experimento de campo artificial, con un diseño detrás. Por ejemplo, las autoridades pueden seleccionar aleatoriamente entre la población aquellas personas a las que se les otorgará un bono escolar, una renta básica o se les permitirá elegir hospital, para estudiar si la medida produce los resultados deseados. Los programas pilotos pueden afectar también a empresas y servicios, como cuando se establece un control de emisiones en solamente un sector o se privatiza la gestión de un servicio. Finalmente, la manera más clara en que se pueden controlar las variables se da en un experimento de laboratorio, donde se diseña una interacción económica con todos los parámetros bajo control. La interacción económica es real y la elección de parámetros se hace de manera que se simule una situación más compleja y sobre la que queremos obtener información. El problema de la recopilación de evidencias empíricas es que, cuanto más podemos controlar las variables, menor es el conjunto de problemas económicos que podemos estudiar y menor su generalidad. Con todo, lo que se puede hacer es mucho y todavía estamos lejos de saber cuáles son los límites de lo que nos pueden decir las distintas maneras de recopilar datos.
En este número especial dedicado a la Economía Experimental presentamos una selección de artículos en los que apreciar las distintas metodologías. En una primera parte tenemos tres trabajos sobre el comportamiento experimental de los individuos. Enrique Fatas y Antonio Morales en “El papel de la información en mercados experimentales” discuten los resultados recientes en la literatura experimental sobre el papel de la información en mercados de competencia en precios y en cantidades. En los mercados estándar perfectamente competitivos los experimentos corroboran la robustez de los resultados frente a cambios en la información. Sin embargo, para mercados oligopolísticos y financieros la relación entre información y resultados es más compleja. En el siguiente artículo, “Situaciones estratégicas estrictamente competitivas”, de Ignacio Palacios-Huerta, repasa las implicaciones de los principales conceptos de equilibrio para los juegos de suma cero y cómo la literatura empírica y experimental ha evaluado esas implicaciones. En el tercer artículo de esta primera parte, “¿Qué podemos aprender sobre incentivos a través de experimentos?”, Roberto Hernán-González analiza la aportación de la economía experimental al problema de cómo responden los individuos ante el uso de incentivos tanto monetarios como no monetarios, un problema central para cualquier política regulatoria.
En la segunda parte de este número tenemos cuatro artículos dedicados a los experimentos sobre distintos tipos de mercados. El primero de ellos, “Experimentos de laboratorio y organización industrial: un panorama”, de Jordi Brandts nos ofrece, como su título indica, un resumen de lo que ha significado la economía experimental en la organización industrial. Los tres artículos siguientes se centran en distintos sectores y mercados, cada uno con su propia idiosincrasia. Aurora García Gallego, Nikolaos Georgantzis y Gerardo Sabater Grande, en “La red de ferrocarriles en el laboratorio” nos ofrecen el primer estudio sobre la eficiencia de ciertas estructuras alternativas en la provisión de servicios por parte de las empresas de ferrocarril mediante un diseño experimental inspirado en la liberación de este sector en España. Natalia Jiménez, en “Experimentos económicos en el mercado laboral”, muestra cómo la economía experimental ha analizado los problemas de los contratos incompletos y la discriminación salarial según la productividad. En el último artículo de esta parte, “Burbujas en mercados financieros experimentales”, Praveen Kujal y Owen Powell nos dan un recorrido por los experimentos realizados para detectar qué características de los mercados y de los individuos llevan a la aparición de burbujas. En este trabajo se aprecia especialmente la ventaja de la economía experimental a la hora de controlar las variables. En particular, si entendemos las burbujas como una discrepancia entre el precio observado y el valor fundamental de un activo, su observación y medición real es difícil por no disponer de información precisa del “valor fundamental” del activo, algo fácil de resolver en el diseño experimental.
El número se completa con una tercera parte dedicada a los experimentos naturales y de campo. El primer artículo, “Un análisis de modelos para financiar la educación terciaria: descripción y evaluación de impacto” de Brindusa Anghel, Antonio Cabrales, Maia Güell y Analía Viola, muestra cómo las distintas experiencias en varios países sobre la financiación universitaria permite hacer recomendaciones de política educativa. Se cierra el número con un artículo bastante distinto de todos los anteriores, “Exposición fetal a la testosterona, D2:D4 y altruismo estratégico” de Pablo Brañas-Garza. En este artículo el lector encontrará una muestra de las nuevas líneas de investigación en la economía experimental y del comportamiento y de cómo pueden arrojar luz sobre el eterno debate “naturaleza-crianza”.
Un par de reflexiones:1. Son 16 los autores que firman los nueve artículos. Todos ellos están entre lo mejor de la investigación en Economía Experimental en el mundo y han contribuido a que España sea una potencia en esta área de investigación. De ellos, 6 están en universidades españolas, 7 en universidades extranjeras y 3 mantienen una doble filiación española-extranjera. El dato interesante es que de los que están en instituciones extranjeras, 5 estaban en España hasta hace muy poco tiempo. No tenemos a nadie en la situación inversa, con la excepción de un investigador que ha pasado de tener filiación extranjera a doble filiación española-extranjera. ¿Por qué no hemos sido capaces de mantenerlos en España?
2. Durante varios años, las convocatorias de los proyectos del Ministerio de Economía y Competitividad (ahora de Economía, Industria y Competitividad), los llamados proyectos del Plan Nacional, del que se nutren la mayoría de los equipos investigadores españoles, incluían lo siguiente en las instrucciones de ejecución y justificación del presupuesto.
No son elegibles en ninguna de las modalidades:
* Compensaciones del personal de investigación no vinculado a las entidades beneficiarias cuando participen en la ejecución de las actuaciones objeto de subvención, como por ejemplo pagos a estudiantes, sujetos experimentales, gratificaciones y honorarios.
Es decir, que los investigadores españoles no podían realizar experimentos en Economía según los estándares internacionales, que requieren que los sujetos experimentales tomen decisiones y reaccionen según las ganancias que esperan obtener.
Afortunadamente, en la última edición se permiten estos pagos entendidos como dietas (y sujetos a que no sean una parte importante de la renta de los individuos, lo que nunca sucederá dado el monto de estos pagos). Es una buena noticia que el Ministerio haya encontrado una solución al problema. Necesitamos unas cuantas más como esta para frenar la salida de experimentalistas de nuestro país.
http://nadaesgratis.es/jose-luis-ferreira/una-muestra-de-la-economia-experimental-en-espana
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