El nuevo mundo de la revolución de la información

El nuevo mundo de la revolución de la información

El nuevo mundo de la revolución de la información
Del postcapitalismo de Drucker (1990) a Beck,Bauman, a Rifkin a Paul Mason (2015) a la economia colaborativa (economia de las transacciones) y a la EBC 

http://es.scribd.com/doc/303119493/Postcapitalismo-La-Economia-Colaborativa

El nuevo mundo de la revolución de la información (8-marzo 2016,Suplemento Cultura.La vanguardia)

http://www.lavanguardia.com/cultura/20160308/40280780068/la-economia-colaborativa.html

https://docs.google.com/document/d/19NZnhUpRmeDH1gpvsr1S78vU4LKV5akLRXL-e404Zhg/edit




‘Postcapitalismo’: la economía colaborativa como modelo
  • Para Paul Mason, la era digital hace inviable el sistema actual







‘Postcapitalismo’: la economía colaborativa como modelo
La automatización es inevitable, pero necesita cambios profundos como una renta básica, afirma Mason (Krisztian Bocsi - Bloomberg)


El crecimiento en Occidente será débil en los próximos 50 años. Ladesigualdad aumentará en un 40%. Y el dinamismo de los países en desarrollo se acabará hacia 2060. No son previsiones de ningún enemigo del sistema, sino de la propia OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Aunque no lo expresen así, dice Paul Mason, editor económico del canal británico Channel 4, la edad de oro del capitalismo en el mundo desarrollado ha tocado a su fin.
Y las salidas más evidentes son o bien un escenario en el que las élites se aferran al privilegio e imponen el coste de la crisis a los trabajadores durante décadas, imposibilitando el crecimiento, o bien que izquierda y derecha radicales llegan al poder porque la gente se niega a pagar la austeridad. Los estados luchan entre ellos por cargarse los costes de la crisis y la globalización se desmorona como en 1930. A la tarta hay que sumarle el cambio climático y el envejecimiento de la población. Para Mason, aún hay otra salida: acaba de publicar Postcapitalismo (Paidós), donde afirma que la crisis actual no sólo anuncia el fin del neoliberalismo sino que las nuevas tecnologías de la información no son compatibles ya con el capitalismo actual porque “en condiciones de competitividad y mercado libre, el precio de algo que no cuesta nada de reproducir debería estar próximo a cero”. Ya no es una utopía pensar en sustituir el capitalismo, dice, y ve formas básicas de una economía poscapitalista en el sistema actual, como el gran auge de la producción colaborativa.
Wikipedia –que priva a las compañías publicitarias de 3.000 millones de dólares anuales en ingresos–, las monedas paralelas, los bancos de tiempo, las cooperativas y espacios autogestionados han proliferado tras la crisis del 2008. Pero no van a ser ya, afirma, un mero mecanismo de supervivencia, sino un nuevo modo de vida. Un modelo cooperativo, colaborativo, compartido, con nuevas formas de propiedad, de préstamo y contratos legales que los Estados deben impulsar. La principal contradicción en estos momentos, subraya, es la que enfrenta a la posibilidad de unos bienes y una información gratuitos y abundantes con un sistema de monopolios, bancos y gobiernos empeñados en mantener el carácter privado, escaso y comercial de las cosas. Es la pugna entre la red y la jerarquía y el Estado, dice, “debe activar, posibilitar las redes”.
Porque la situación es mala. “Cuando las tasas de interés se acercan a cero o están por debajo de cero el capitalismo está trabajando al revés. El neoliberalismo tiene un inicio y un fin. Y el fin está con nosotros. Llevamos ocho años en estrategia de supervivencia”, apunta. Y las señales no mejoran. “Si el potencial del sector tecnológico permitiera en unos años un capitalismo de alto bienestar, crecimiento y salarios”, asume, las caídas de los mercados durarían poco. “Pero tenemos recaídas continuas revividas por la política monetaria. El sistema muestra que el futuro no tiene suficiente valor para justificar el precio de muchas acciones. Incluso la capitalización de Google puede no ser sostenible por el valor real producido por una economía de la información”.
Hoy, recuerda, “grandes cantidades de trabajos son susceptibles de ser automatizadas, no ya por la robotización si no por la inteligencia artificial. Los sistemas digitales reproducirán los físicos y no podemos crear suficientes trabajos para reemplazarlos. Oxford sugiere el 47% de los puestos de trabajo estadounidenses automatizados en 30 años. No sucederá porque nos dan miedo las consecuencias y creamos millones de trabajos inútiles, basura, y muchos de los que los hacen saben que lo son. La revolución de la automatización debe suceder pero hace falta un gran cambio. Una renta básica para todos es imprescindible”.
Porque el infocapitalismo, el capitalismo de la información existente, no sirve. “Necesitaríamos nuevas tecnologías que creen trabajo de alto valor, altos salarios y consumo y demanda para cosas caras, pero la tecnología de la información no puede lograr esto, lo que consigue, abandonada a su suerte, es un pequeño salariado, un gran precariado y el microcomercio de servicios humanos, como Uber. No es la tercera revolución industrial, es capitalismo regresivo y no responderá a la crisis fiscal del Estado: crea una fuerza de trabajo que apenas genera impuestos. De todos modos es curioso que igual que hay una demanda de microtrabajos precarios también hay una oferta, a muchos les van bien, señal de que el trabajo ya no está en el centro de su vida”.
De hecho, en la nueva sociedad habrá poco trabajo y la información buscará ser libre. Y la información lo empapa todo, no sólo lo que está en internet. “Ahora ya podemos automatizar no sólo la producción, sino el diseño. Producir máquinas más hábiles que nosotros. Decirles que necesito tal herramienta para tal y que el ordenador la diseñe. Esa invasión de la información en las cosas físicas significa que el efecto del coste marginal cero puede desbordar grandes partes de la producción física. Al final nos quedaremos con una economía de energía y materias primas. Y la energía puede ser fácilmente llevada a coste cero con las renovables. Si eso sucede nos replantearemos cómo usamos las materias primas. No de modo extensivo, derrochador, sino produciendo productos tan duraderos como sea posible. Y 100% reciclables. Y eso significará abundancia”.
Habrá, dice, un largo periodo donde Estado, mercado y no-mercado van a interactuar. “Hoy el sector poscapitalista es muchas veces parasítico del mercado. Para escribir páginas de Wikipedia necesitas tiempo libre y un salario. Pero llegará un punto de inflexión, la emergencia de actividades del tipo poscapitalista, con bienestar psicológico, placer, el sentimiento de estar en equipo, superarán a los incentivos monetarios. Muchos actores de teatro ya lo hacen. Ruedan un anuncio para pagar la renta y luego hacen muchos trabajos gratis o por poco, colaborativos, con gente que les gusta. Mucha gente ya está preparada para esta vida en una sociedad en la que te dicen ‘ten un MBA, un empleo, trabaja como loco, corre, corre’. No todos lo han comprado”.
MODELOS PARA UN FUTURO INCIERTO
JEREMY RIFKIN | LA SOCIEDAD DE COSTE MARGINAL CERO
No es un utópico, aunque sí un futurólogo que se pasa el día asesorando a gobiernos para preparar a sus países para las transiciones que se avecinan. Y Jeremy Rifkin anunciaba en 2014 en su libro La sociedad de coste marginal cero que el capitalismo comenzará su ocaso en las próximas décadas y será en buena parte sustituido por otro paradigma: el procomún colaborativo. Una economía donde el capital social será mucho más importante que el financiero, compartir más importante que competir, los mercados perderán terreno ante las redes a las que se conectan miles de millones de personas y cosas y los consumidores se convertirán en fabricantes de su energía y bienes, en prosumidores.
El auge de las energías renovables de bajo coste que cada ciudadano podrá tener en su tejado facilitará el internet de las cosas, al que estarán conectados con sensores todos los objetos y la energía que se produzca, optimizando su distribución y uso. Logrando aumentos de productividad enormes que harán que muchas áreas de la economía tengan costes marginales –lo que cuesta producir una unidad más de producto– cercanos a cero, como ya sucede en la industria del entretenimiento y la comunicación. El capitalismo será un complemento en las áreas en las que los costes marginales sigan siendo notables. La sociedad será menos materialista y la idea de que el valor de un ser humano se mida por su nivel de producción de bienes se verá primitiva.
ZYGMUNT BAUMAN | IN THE SAME BOAT (EN EL MISMO BARCO)
El padre del término modernidad líquida –una sociedad en la que los valores sólidos de la primera modernidad, la religión, la familia, una pareja o un trabajo para toda la vida, se han desintegrado– acaba de publicar el libro Estado de crisis (Paidós) y de participar en el documental In the same boat (En el mismo barco), de Rudy Gnutti, de próximo estreno. Y tiene claro que el mundo del empleo ha cambiado y que por eso hay que desligar empleo de supervivencia. “Hace 30 o 40 años en los países llamados desarrollados se prometía el empleo total. La palabra ‘desempleado’ subrayaba que eso estaba fuera de la norma. Hoy en los países anglosajones se utiliza la palabra redundant, redundante. Es un veredicto en el mercado laboral. Es gente inútil, un problema de ley y orden más que social”.
No sólo se deslocalizan trabajos al Tercer Mundo. A eso se añade la computerización de todo. “Si no se ha extendido más es porque hay países pobres donde el trabajo es aún más barato. Cuando sea más caro, será completada. También la del trabajo intelectual. Así que estamos a punto de un mundo nuevo y la única posibilidad que nos queda en él es cortar la conexión entre empleo y medios de subsistencia. Que el ingreso de la sociedad se divida para que todos sean mantenidos con vida. La robotización del trabajo duro es una bendición. Pero hay que hacer algo con los actuales mecanismos de la sociedad para hacerla vivible”.
ERIK BRYNJOLFSSON Y ANDREW MCAFEE THE SECOND MACHINE AGE
En La carrera contra la máquina (Antoni Bosch editor) los investigadores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew Mcafee (en la foto) afirmaban que las perspectivas de empleo son malas para mucha gente porque los hombres y las instituciones no corren lo bastante ante una revolución digital acelerada. Aumenta la productividad, pero los trabajadores cuyas habilidades han sido incorporadas a los ordenadores tienen poco que ofrecer y ven cómo sus salarios se reducen. Hace falta cambiar las estructuras y las instituciones para que la gente no se quede atrás en la carrera.
En el más reciente The second machine age (La segunda era de la máquina) han retomado el tema. En la primera era de la máquina la productividad, el empleo y el ingreso medio crecían en conjunto, dicen. Ahora la productividad está desligada de los empleos y los ingresos. Kodak tenía 145.000 trabajadores. Instagram 4.600. Está en la naturaleza de la economía digital, afirman, que los bienes y servicios se provean a la vez a un infinito número de compradores a un precio cercano a cero. Son optimistas porque creen que estamos al borde de una explosión de creación de riqueza por la revolución digital, pero saben que las ganancias van a ser para los consumidores y para los que crean y financian las máquinas. A los trabajadores se les deberán impartir las habilidades para trabajar no contra sino junto a las nuevas máquinas inteligentes.
TYLER COWEN | SE ACABÓ LA CLASE MEDIA
¿Se acaba la clase media, la base de la democracia y las sociedades de consumo del siglo XX? ¿La globalización, las tecnologías digitales y la ideología llevan a un mundo como el de las series británicas de amos y criados pero con ordenadores inteligentes por todas partes? Para el catedrático de Economía Tyler Cowen, autor de Se acabó la clase media, sí. Habrá una brecha cada vez mayor. La productividad creciente de las máquinas inteligentes crea fuertes desequilibrios entre sectores –hoy un iPhone es más potente que cualquier ordenador de 1985, pero los aviones siguen igual– y hacen que si tus conocimientos complementan al ordenador, tus perspectivas salariales sean buenas; si no, mejor corregir el desfase. Los beneficios de las máquinas inteligentes van a lo que escasea: a los propietarios de recursos, a gigantes como Apple y a trabajadores talentosos. Y a los ejecutivos que los contratan. Los equipos hombre-máquina revolucionarán la economía, la medicina y la ciencia. Las empresas podrán evaluar el rendimiento económico de cada trabajador con precisión agobiante: habrá hipermeritocracia. Y un gran crecimiento del empleo en los servicios personales: criados, chóferes, jardineros. Y gente que ofrezca experiencias a los ricos, que serán entre el 10% y el 15% de la ciudadanía. Gran parte del resto tendrá salarios estancados o menguantes, aunque con más oportunidades de diversión y educación baratas.

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