EL RUMBO DEL CAPITALISMO.
http://www.eumed.net/tesis-doctorales/jjrv/5a.htm
¿DESARROLLO
o CRISIS?
En 1996
Dornbusch plantea que en ese momento existían dos opiniones sobre la economía
mundial:
- una señala
que “una nueva edad de oro está en proceso, parecida a la de fines del siglo
XIX cuando el capitalismo floreció a su máximo”
-la otra indica que el capitalismo ya ha
llegado al final de su camino y que ha fracasado, no en el aspecto de la simple
habilidad para producir sino como un proceso socialmente aceptable para
gobernar las relaciones humanas en el mercado”
El premio nobel
Simon Kuznets indico que el deterioro en el ingreso es inevitable en la primera
etapa del crecimiento económico, la posición de Nicholas Kaldor, enfatizó la importancia de los ahorros, y
argumentó que la única manera de financiar el crecimiento sería canalizando los
primeros beneficios a los capitalistas, para que ellos, debido a su alta
propensión al ahorro, proporcionaran los fondos de la inversión. Se descartaron
estas teorías y en cambio se acepta que
la equitativa distribución del ingreso puede fortalecer las perspectivas de un
mayor crecimiento
Muchas veces los
gobernantes se comprometen a luchar contra la pobreza, como fue en la
precedente “Cumbre Mundial de Desarrollo Social” en 1995, también, puede ser
una genuina solidaridad social, o quizá existe una real preocupación por las consecuencias
de la pobreza; el director-gerente del FMI, lo expresa de la siguiente manera:
“la pobreza es el reto más grande para mantener la estabilidad y la paz en el
siglo XXI”
.
No me queda
duda que existen condiciones materiales para disminuir –no erradicar- la
pobreza y el hambre, y que el sistema necesitará de un mayor número de
consumidores solventes para incrementar el mercado y cubrir la descomunal
oferta. La reducción proporcional de la pobreza y el mejoramiento social y
económico de la población ha sido una constante del capitalismo y en alguna
etapa, como en la posguerra, fue posible incorporar a un gran sector de la
población a la sociedad de consumo. Hoy,
por el interés propio de la clase capitalista y por las condiciones
“favorables de la dinámica capitalista” (Duménil-Lévy dixit), es muy
realista la posibilidad de un desarrollo social, superior a la onda
descendente. De antemano, estimo improbable que la meta del cincuenta por
ciento de reducción de la pobreza y el hambre se pueda alcanzar, pero cualquier
porcentaje de logros sería expresión de un mayor desarrollo.
Para el mundo
industrializado y de servicios se da por descontado que el crecimiento, la
creación de empleos y la estabilidad monetaria, lleva al mejoramiento de las
condiciones de vida de los trabajadores, al fortalecimiento de su poder de
compra y a la disminución de la pobreza. Como se observa en Estados Unidos en
la segunda mitad de los noventa. Para el resto del mundo no desarrollado, no
será suficiente, aunque, sí indispensable, el auge de los países avanzados.
En el caso de
Brasil se siguió el llamado dogma
monetarista neoliberal de acabar con la inflación como prerrequisito del
crecimiento y desarrollo: “primero teníamos que doblegar la inflación [...] y
eso es lo que hicimos. Después las tasas de interés tenían que comenzar a
disminuir y eso es lo que está sucediendo”. Es la enseñanza de Paul Volcker y
de Alan Greenspan, seguidores de Milton Friedman. La aceptación de la burguesía
internacional se expresa en una mayor confianza en el gobierno socialista, en
la caída del índice de riesgo-país y en los cuantiosos préstamos del FMI; para
el director-gerente del FMI, Lula “es un
genuino líder que ha definido la agenda correcta: la estabilidad macroeconómica
y el crecimiento con equidad social. El fortalecimiento del consenso social es
un prerrequisito para que Brasil movilice sus enormes recursos para que
produzcan beneficios para todos sus ciudadanos”
La burguesía y los burócratas del FMI, del BM
y de los gobiernos imperialistas no se oponen a la lucha contra el hambre y la
pobreza en Brasil, con un gobierno socialista, sino (ahora) todo lo contrario,
consideran que es el gobierno más efectivo para lograr el fortalecimiento del
consenso y el beneficio social. El mensaje es claro: la burguesía mundial no va
a detener a la radical oposición de izquierda, con masas, que tiene la
posibilidad de llegar al poder para reencauzar el desarrollo social. La demanda
política propagandista, “por el bien de todos primero los pobres” y lucha
“contra el hambre”, no está fuera de la corriente ideológica mundial.
“en los siguientes 20 o 30 años, los temas
sociales serán dominantes”
Drucker, Peter.
(2000). “The boardroom prophet
tells why the new economy ain´t here yet”, Business
2.0, August 22.
.
Se explican
los dos modelos, el Main Street que fue aplicado en las décadas de 1950
y 1960, basado en la demanda que lleva a un circulo virtuoso de consumo,
inversión, incremento de la producción, de la productividad, de los salarios y
prestaciones y de nuevo al consumo; proceso estimulado por el sector público.
El
segundo modelo, Wall Street; el imperante en los noventa, parte de la
inflación controlada, que favorece al mercado de valores, una mayor riqueza
accionaria, estimula un mayor gasto, eleva la producción, la inversión de capital, la productividad, la ganancia empresarial y, finalmente,
retroalimenta el alza de las acciones.
La baja
inflación contribuye a un crecimiento más rápido porque existe una base
financiera estable para la inversión; sin embargo, la inflación no disminuyó
por las conocidas razones que argumentan los partidarios del modelo Wall
Street-Pennsylvania Avenue: el equilibrio
presupuestal, el NAFTA, la reforma laboral, aumentos de la tasa de interés.
Para
Bluestone-Harrison lo que hizo desaparecer la inflación a fines de la década de
1980 y durante los noventa fue la productividad del trabajo, los bajos precios
del petróleo y una “mano de obra atontada por años de inseguridad laboral”.
La
productividad también aumentó las ganancias de las empresas sin incrementar los
precios, que, al mismo tiempo, elevaron el valor de las acciones y provocaron
el boom bursátil.
La
productividad del trabajo –a su vez- se debe a la “revolución de la
información” que se está propagando a toda la economía y “arrastrando
finalmente en su estela la productividad y el crecimiento, aún en el sector de
los servicios”; explican que el retraso del impacto productivo de la revolución
se debió a la “curva de aprendizaje”, ya que “las ideas tardan décadas en
traducirse en aplicaciones prácticas y difundirse en toda la economía” (por
supuesto, coincide con la posición Greenspan-Paul A. David, ver III.2.3)). Y un
segundo factor que determinó la revolución de la información fue el Estado con
el impulso a la investigación y desarrollo.
Coincido
con la tesis de Bluestone-Harrison que la prosperidad de la segunda mitad de
los noventa se debió -yo afirmo en última instancia- a la productividad del
trabajo, impulsada por la innovación tecnológica, en donde el Estado tuvo –como
siempre- el papel clave (sobre todo, debido a la I &D en defensa militar).
Pero, no subestimo los factores superficiales
–en primera instancia- que la “sabiduría convencional” reconoce. Incluso a
corto plazo dichos factores del modelo Wall Street, que explican la
inflación, son decisivos para la evolución del sistema financiero, de las tasas
de interés, del mercado de valores, de la estabilidad, de la inversión, del
crecimiento y de la prosperidad.
Es un
error en el análisis marxista (de algunos) y en el poskeynesiano y neoclásico
(de todos), separar tajantemente el rol de la “economía real” y la “economía
monetaria” y regocijarse en la critica del “casino” del sistema bursátil y
financiero, como si fuera no sólo inútil sino pecaminoso a la población y
dañino al funcionamiento del capitalismo*.
Se
lleva al absurdo la idea de la “economía de papel” o capital ficticio –en
términos de Marx- sin relación alguna con el capital productivo. No tengo
reserva en reconocer que la despreciada economía monetaria, el casino, la
borrachera bursátil y los incontrolados y complejos nuevos instrumentos
financieros de los últimos años, cumplieron y cumplen un papel importante en el
reciente y actual crecimiento económico de Estados Unidos. En particular el
sistema especulativo suministró los fondos para el auge de la revolución
tecnológica y no considero que este efecto positivo haya concluido
Para
los autores mencionados la posibilidad de la prosperidad futura no sólo radica
en la productividad-innovación tecnológica ya existente -desde la oferta- sino
en la demanda de mercado: “al combinar la pasión por la tecnología de la nueva
teoría del crecimiento con la vieja idea de la teoría keynesiana de que el
Estado puede ayudar a sostener una mayor demanda, tenemos las bases para un
modelo Main Street de crecimiento con equidad en el siglo XXI”, de tal
manera que la “transición” de Wall Street a Main Street
aseguraría tres por ciento o más de crecimiento económico y una distribución
más equitativa.
Lo que
los autores no pudieron haber soñado, es que con el gobierno republicano de
George Bush se hubiera acabado con la criticada “obsesión de la Casa Blanca y el
Congreso” por priorizar el superávit “aunque la economía tuviera que disminuir
su ritmo”. Es decir, actualmente no hay obsesión alguna por acabar con la
inflación y elevar las tasas de interés -como creen los autores que será la
actitud permanente del gobierno para favorecer a Wall Street (al capital
financiero) en detrimento de la producción- y, en cambio, sí hubo en el
2001-2003, la obsesión por acabar el superávit –ahora denostada dicha política
deficitaria por las mismas corrientes que antes criticaban el superávit.
No se
puede negar la evidente política keynesiana del presidente Bush (“keynesianismo
de derecha” dice Theotonio) de creación de demanda efectiva durante la reciente
recesión, que impidió que la crisis fuera mayor. Esta política, junto con la
aún vigente revolución de la información y la estabilidad monetaria están
impactando la productividad y el crecimiento, que finalmente llevará a la
disminución del desempleo cíclico, al mejoramiento de los ingresos y aumentará
la demanda. La realidad de principios del 2004, prefigura el modelo Main
Street, sin necesariamente esperar el fin del modelo Wall Street.
De lo anterior, se
puede extraer fácilmente la tendencia de un desarrollo social futuro si se
reúnen determinadas condiciones. Pero, no todos están de acuerdo en la
prospectiva.
En una posición
extrema, encontramos al teórico, Immanuel Wallerstein ( braudelista-marxista) ha previsto la tendencia del capitalismo
mundial hacia una “crisis sistémica” que provocará un “caos”. Considera que el
sistema se encuentra en una “crisis histórica”, en un “periodo negro”, en una
“etapa terminal” y, que, efectivamente, nos encontramos en un mundo en
transformación, pero no en el sentido de lo que dicen los “engañados” teóricos
de la globalización, sino estamos en “una era de transición en el cual el sistema-mundo capitalista será
transformado en cualquier otra cosa; el futuro -que lejos de ser inevitable y
al cual no hay alternativa- está siendo determinado en está transición y el
resultado es extremadamente incierto. No hay una apreciación cercana de lo que
será el fin de la llamada "era de transición"”
Wallerstein,
Immanuel. (1999). “¿Globalization or The Age of Transition?, A Long- Term View
of the Trajectory of the World-System”. Fernand Braudel Center 1999,
web.
Wallerstein, Immanuel.
(2001, 2002). Un mundo incierto.
No hay una respuesta
de Wallerstein de cómo serán los contornos del resultado de esta transición,
sólo está seguro que será el caos y la desintegración del capitalismo y que no
existe posibilidad alguna del dilema clásico marxista de “revolución o reforma”
El probable caos y
terminación del capitalismo mundial, en primer lugar del sistema estadounidense
que está en “crisis hegemónica” desde 1980, Wallerstein lo había fechado para
el 2025 en primeros trabajos y, recientemente, ha agregado otro posible año, el
2050; para el politólogo e historiador la economía ha entrado en una “anarquía
global” desde el 2001 y continuará hasta el 2025 o el 2050, que finalizará con
algo nuevo diferente al capitalismo que conocemos.
La anarquía global es
y será una situación que Estados Unidos no puede ni podrá controlar, debido a
su propia declinación, causada, a su vez, por la “imprudente timidez” de los
sucesivos gobiernos. Wallerstein habla de un “mundo incierto”, y de que el
resultado de la crisis del sistema mundo no puede ser conocido -puede ser más o
menos igualitario y con democracia, o completamente totalitario-, sólo que no
será como la actual situación.
Sin
embargo, el resultado puede ser consecuencia de cómo actuemos, -en donde los
intelectuales tienen un papel importante-, colectiva y concretamente.
Wallernstein llama a
no “quedarse al margen”, menos ahora, que ha surgido una real alternativa
antiglobalización, con una nueva estrategia antisistémica factible, que empieza
a delinear un orden mundial alternativo, en donde otro mundo es posible, es decir,
el Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil y los zapatistas del sureste de
México como la vanguardia
De acuerdo a la
periodización de los teóricos de las ondas largas, la fecha del 2025, podría
ser el fin de la presente onda ascendente, que no quiere decir que sea el fin
del capitalismo, sino la entrada a una onda descendente; con excepción de la
corriente de Wallerstein no conozco a otro teórico que plantee el fin del
capitalismo de manera tan precisa, aunque ahora sean dos fechas terminales; tampoco
pienso que a pesar de la supuesta crisis de hegemonía del imperialismo
estadounidense y de la descomposición del capitalismo, estemos viviendo una
etapa de anarquía global o de “desintegración del orden mundial”, y mucho menos
creo que exista la supuesta alternativa.
El tono revelador y
apocalíptico de las posiciones Wallersteinianas me recuerda los artículos
propagandísticos del político demócrata marginal Lyndon H. Larouche de Estados
Unidos (el creador de los Comités Laborales de la década de los setenta);
siempre tiene algo nuevo, extraordinario y fantasioso para asombrar a sus
fanáticos seguidores, pero alejado de la realidad.
Otro teórico
connotado y cercano a las posiciones de Wallerstein que prevé el fin del
capitalismo es el egipcio-francés Samir Amin. Su análisis parte de una supuesta
crisis del discurso del neoliberalismo triunfante y de sus recetas, debido a
que no han alcanzado “la prometida prosperidad para todos o para casi todos”*, como tampoco
han logrado la paz y la democracia; al contrario, el neoliberalismo “sólo ha
profundizado la crisis de acumulación y generado una mayor degradación de las
condiciones sociales para la gran mayoría de los pueblos y de las clases
obreras”. Por tanto, no cree en la posibilidad de que se produzca un nuevo
período de expansión y de prosperidad, como lo pregonan los “incondicionales”
del capitalismo. Adjetivo para futuras excomuniones.
La conclusión
de Amin es que existen claros síntomas de la “senilidad del capitalismo”, y que
sólo una nueva izquierda y un frente de los dominados y explotados de
los pueblos del Norte y del Sur, pueden acabar con el capitalismo, de lo
contrario no asegura la supervivencia de la humanidad; sin embargo, el frente
no existe aún, pero está convencido que “el capitalismo está objetivamente
maduro para ser superado”.
Para Amin “el
éxito del pensamiento utópico y archirreaccionario” es sólo transitorio -reconoce que ha dominado durante los ochenta
y noventa del siglo anterior- y “no es otra cosa que un síntoma de la
decadencia del sistema”, de tal suerte que “el neoliberalismo es el viagra del capitalismo senil”; otro síntoma
de la senilidad es la actual revolución tecnológica. Esta última afirmación, me
parece una idea original que no la desarrolla sino sólo la suelta en la página
96 como si fuera una tesis ampliamente reconocida, tesis que si fuera,
realmente, correcta refutaría mi trabajo doctoral y lo pondría en el bote de
basura junto a miles de paginas de los teóricos de las revoluciones
tecnológicas y, por supuesto, una gran parte de la obra de Marx.
Lo del viagra
por supuesto es una frase encantadora de un mercadólogo. Otro síntoma, de la
decadencia, para Samir, es la “nueva fase imperialista” o el “imperialismo
colectivo de la tríada”, claro, Estados Unidos, Europa y Japón. Los síntomas
que para algunos –me incluyo- son señales de fortalecimiento, para Amin son de
senilidad del capitalismo.
Por supuesto,
Amin mantiene el análisis leninista de la decadencia y putrefacción del
capitalismo, ve en el capitalismo financiero y rentista parasitario los
indicadores indiscutibles del envejecimiento del sistema, al igual que Lenin y
Bujarin, según afirma. Lo que a lo largo de varias páginas, de su más reciente
libro, parece un rosa rio de deseos,
sin fundamentos sólidos, en la página 73 reconoce que “no creo que, de la
observación y del análisis -por serios que estos sean- de lo nuevo que se
presenta en el sistema de la economía mundializada contemporánea, pueda
deducirse un escenario del futuro que tenga alguna probabilidad considerable de
juzgarse como casi cierto”. Pero después de este destello científico, vuelve a
arremeter contra los que creen, que, necesariamente, se dará una nueva fase
expansiva, ya que reconocer tal posibilidad sería aceptar la hipótesis de que
el capitalismo es eterno e ignorar los signos graves de envejecimiento evidente
que hoy se están manifestado. Creencia suficiente para la excomunión*.
En fin, el autor
asume que ha empezado un caos permanente, tesis cercana a Wallerstein, que sólo
se superara mediante el comienzo de una larga transición al socialismo
-diferente a Wallerstein- de lo contrario las perspectivas son la catástrofe y
el suicidio de la humanidad. Samir Amin habla como si el capitalismo y el
neoliberalismo estuvieran en crisis terminal y el socialismo gozara de plena
salud. El mundo al revés. La senilidad y decadencia se encuentra en otro lado.
En realidad,
las tesis catastrofistas de Samir como de Wallerstein mantienen cierta
coherencia con sus opiniones de hace dos décadas; en aquella época Wallerstein
enmarcaba la crisis del capitalismo de principios de los ochenta como parte de
un proceso –“el fallecimiento de la economía-mundo capitalista”- que había
empezado desde 1914/1917 –tesis leninista-; situación que continuaría (preveía)
durante el siglo XXI en lo que le parecía una “crisis de transición de una
economía-mundo capitalista a un orden-mundo socialista”, ahora no sostiene la
tesis de la transición a un mundo socialista, sino a un “mundo incierto”;
mientras que Amin argüía –en aquel tiempo- que la crisis de principios de los
ochenta se “inscribe en la prolongada transición del capitalismo al socialismo”
y que “lejos de contribuir a la conformación de una nueva etapa de desarrollo
del capitalismo, abre, al contrario, posibles perspectivas socialistas”[1].
En aquellos
días, 1970-80, eran más atractivas y creíbles las referidas posiciones –más
políticas, ideológicas y subjetivas que analíticas y objetivas-, pero, a
principios del siglo XXI, se perciben muy descabelladas. Yo así las percibo. No
tiene fundamento alguno la tesis de la “crisis permanente” del capitalismo
(cien años de crisis y decadencia), cuando menos no con base a la posición
marxiana, la posición del mismísimo Marx
Uno de los
principales investigadores mexicanos del ciclo largo y traductor de Kondrátiev,
Luis Sandoval Ramírez** no percibe la
actualidad (1996) de la onda ascendente, ni mundial ni nacional, y en cambio
considera que aún falta una gran catástrofe de la economía mundial -que puede
ser a corto plazo, en
2005 ó 2006- y la aplicación de una nueva energía motriz (el hidrógeno-gas natural)
para que aparezca un nuevo Kondrátiev; siguiendo la orientación de
Wallerstein sostiene que el
neoliberalismo, el predominio de la esfera financiera especulativa y su parasitismo, la descomposición
actual, y la globalización llevarán al caos y a la crisis del capitalismo
mundial; un síntoma sería una próxima crisis de la deuda internacional y el
estallido de la “burbuja financiera”. Prevé que para el 2008 pudiera iniciarse
un Kondrátiev ascendente mundial, después de una gran depresión, mayor que la
de los años treinta
Una cuarta posición,
también, de origen estadounidense y no marxista ni anticapitalista, sino de
personeros de la academia y de las finanzas internacionales mantiene una visión
crítica de la hegemonía de Estados Unidos, del mercado, del neoliberalismo, del
FMI, y proponen alternativas intermedias
que mejoren el funcionamiento del sistema, sin olvidar a los más
desfavorecidos.
El financiero George Soros va a presagiar el “desplome de la
economía global” en sus testimonios ante el Senado de Estados Unidos y en
el libro “La crisis del capitalismo
global. La sociedad abierta en peligro”. Justamente en medio de la crisis
financiera del sudeste asiático en 1997,
el especulador internacional sostiene que “la situación actual es poco sólida e
insostenible. Los mercados financieros son intrínsecamente inestables y existen
necesidades sociales que no pueden satisfacerse dando carta blanca a las
fuerzas del mercado. Lamentablemente, no
se reconocen estos defectos”.
Soros financia con
recursos propios, producto de sus fondos de inversión, la instauración de “sociedades abiertas globales”, y teme
que, por los “excesos” de los mercados financieros, por la “insuficiente”
organización política y por el fundamentalismo-liberalismo, el capitalismo
global se desplome. “El fundamentalismo del mercado es el responsable de que el
sistema capitalista global carezca de solidez y sea insostenible”. La
preocupación primordial es que “el fundamentalismo del mercado es hoy en día
una amenaza mayor para la sociedad abierta que cualquier ideología totalitaria”
ya que “el fundamentalismo del mercado hace peligrar inadvertidamente a la
sociedad abierta al malinterpretar el funcionamiento de los mercados y encomendarles
un papel demasiado importante”.
Sin embargo, aboga por
“un equilibrio correcto entre la política y los
mercados, entre la elaboración de las reglas y el acatamiento de las mismas”.
Soros manifiesta una posición que no puede descartarse de antemano, no es un
globalifóbico, sino un capitalista que teme el fin del capitalismo, no por el
comunismo sino por el fundamentalismo de
mercado y la falta de controles adecuados. “Deseo aclarar que no es mi
deseo abolir el capitalismo. A pesar de sus deficiencias, es mejor que las
alternativas. Deseo impedir, en cambio, que el sistema capitalista global se
destruya a sí mismo”
“La
crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro”. Soros G.y las consecuencias de la crisis de 1997
(1999) Plaza Janés
http://en.scientificcommons.org/6958111
--- Son
contratendencias relativas dentro del sistema que buscan un equilibrio entre la
completa libertad del mercado y las regulaciones gubernamentales o de
organismos internacionales, es el punto
medio. Son claras expresiones (la de intelectuales como Soros, Stiglitz, Krugman,
Rodrik, Sachs y alterglobalizadores) ----
Paul R. Krugman es un
prestigiado académico iconoclasta de Estados Unidos, orgulloso de echar
cubetazos de agua fría y de escandalizar al resto de sus colegas; en medio de
la crisis del sudeste asiático de 1997,
diagnosticó que más de 700 millones de personas en cinco economías que generan
un cuarto de la producción mundial se encontraban en la Gran Depresión
y, comparó, por tanto, la situación asiática con los años treinta en Estados
Unidos.
Pero, lo peor podría
estar aún por verse, advirtió hace algunos pocos años. “Parece como si todo lo
viejo fuera nuevo”, El mundo se encontraba de vuelta a la economía de la gran
depresión y existía el riesgo de que se extendiera la depresión asiática (posteriormente
matizó y le llamó la
Gran Recesión ) a países como China y fuera del área, incluso
que se repitiera la crisis deflacionaria japonesa en Europa y en Estados
Unidos. Era un panorama sombrío para el mundo capitalista, a partir de la
crisis del sudeste asiático, en medio de la euforia expresada por otros debido
a la Nueva Economía
de Estados Unidos.
Krugman, como
buen profesional que vende ideas, argumentó que el problema ya no era
estructural, ni de recursos, sino de comprensión: “yo
creo que los únicos obstáculos estructurales a la prosperidad del mundo son las
doctrinas obsoletas que abarrotan las mentes de los hombres” El mundo
estaba cambiando y una política económica ortodoxa, correcta en otros tiempos,
ya no es relevante, y sí un obstáculo en la búsqueda de la prosperidad.
Krugman, como
muchos teóricos, es tenaz en su lucha contra los neoliberales, y gran parte del
arsenal es el programa keynesiano, que a fuerza de sacarlo en todo momento, en
alguno puede coincidir con la necesidad de la realidad capitalista y, entonces,
ser adoptado de nuevo. Es decir, que la clave de “la vuelta a la economía de la
prosperidad”, ahora, puede encontrarse en estimular más la demanda, puesto que
(lo siguiente es mi afirmación, no de Mister K.) la oferta está funcionando
mejor.
Otro economista
que recientemente cimbró la modorra de las instituciones (burocracias)
multilaterales es Joseph Stiglitz; este teórico de la “Nueva Economía
Keynesiana” de la primera mitad de los noventa, pasó de la academia a ser miembro
y jefe de los asesores económicos del presidente de Estados Unidos en
1993-1997, y después, fue economista en jefe y vicepresidente del Banco
Mundial. Aunque es importante su obra, en estos dos trabajos, no fue la que lo
coloco en el candelero -no sólo del medio profesional sino también en el de los
medios de comunicación y en el ámbito de las masas antiglobalizadoras; fue su
voz tronante y condenatoria, a partir de que recibió el premio Nobel de
Economía en el año 2001, lo que lo vistió de luces y de reconocimientos.
Stiglitz antes
del 2001 era conocido por círculos académicos cerrados, ahora es reconocido
como el principal crítico de la globalización,
conducida por los organismos FMI, BM, OMC y el Tesoro de Estados Unidos.
propone que se replantee el modo en que ha sido gestionada; no se opone a ella,
sino a la forma en que está funcionando; critica la confianza excesiva por el
FMI en los mecanismos del mercado y cree que los gobiernos pueden aplicar
políticas que contribuyan al crecimiento de los países y a una mejor
distribución del ingreso; pide un equilibrio entre la participación del
gobierno y el mercado, en donde la relación sea complementaria, como socios,
aunque el papel del gobierno, reconoce, debe ser limitado; cree en las
privatizaciones siempre que las nuevas empresas sean más eficientes y reduzcan
los precios para favorecer a los consumidores; propone modelos económicos más
realistas, que desechen los supuestos de competencia e información perfecta; se
opone a políticas del FMI, como en las reformas de Rusia hacia el capitalismo y
apoya la reforma gradual China.
Stiglitz, también, fue uno de los
principales críticos de las políticas del FMI en la crisis del sudeste
asiático; le critica al FMI la aplicación de supuestos teóricos anticuados,
como la eficiencia de los mercados, y la prescripción de la misma receta para
situaciones diferentes; así como su hipocresía y la del Tesoro de Estados
Unidos, por su falta de transparencia, cuando la piden para el resto; o la
hipocresía de los países desarrollados que piden liberalización cuando protegen
a sus productores agrícolas; critica la toma de decisiones del FMI sobre “la
base de una curiosa mezcla de ideología y mala economía, un dogma que en
ocasiones parecía apenas velar intereses creados”; los resultados mediocres
deplorables de sus políticas; su carácter antidemocrático; propone la reforma de las instituciones internacionales
y que la comunidad global se guié por reglas “equitativas y justas”, que
atiendan tanto a los pobres como a los poderosos, y que “reflejen un
sentimiento básico de decencia y justicia social”; dichas reglas deben
ser producto de proceso democráticos; pide una
“globalización más humana, efectiva y equitativa”
Stiglitz, Joseph E. (2002). El malestar en la
globalización. Taurus.
La
globalización no funcionaba bien para todos, y las instituciones
internacionales, así como los gobiernos capitalistas de los países
desarrollados están defendiendo el interés de los ricos y poderosos; se
requiere más democracia en los organismos y un trato comercial justo y
equitativo.
Los gobiernos e
instituciones internacionales nunca han sido democráticos, funcionan a partir
de estructuras, reglas y gobiernos propios, muy alejados del voto popular
directo.
Por tanto, no
veo que dicha situación vaya a cambiar radicalmente, sin embargo, los
resultados de la globalización, de la extensión del mercado libre, de las
políticas antiinflacionarias y de austeridad del pasado y del cúmulo de
criticas, no sólo de economistas o de globalifóbicos, sino de países miembros
de la comunidad internacional, están modificando a las instituciones y sus
políticas.
Los “burócratas internacionales –símbolos sin
rostro del orden económico mundial” como les nombra Stiglitz están poniendo
atención al “malestar de la globalización” además, llaman a una “mejor, más
responsable y más humana globalización”, con mayor énfasis en el desarrollo
social y en la transparencia informativa, a la exigencia de una mayor
liberalización de los productos agrícolas de los países industrializados, entre
otras políticas que reflejan, que una gran parte de la crítica de Stiglitz y de
los alternativos a la globalización actual, son asimilables por el sistema.
Y, en la medida
que suceda dicha conjunción se logrará una mayor estabilidad social que
contribuirá al objetivo, esencial, de los organismos multilaterales, de un
mayor y mejor crecimiento, también, para sectores, anteriormente excluidos.
Los autores
críticos y revolucionarios de este apartado coinciden en que no funciona bien
-o simplemente no funciona- el capitalismo mundial, y sus propuestas y su lucha
por reformar o revolucionar el orden establecido dominante tendrá mucha o poca
aceptación en los círculos gobernantes en la medida que haya margen para la
concesión, la cesión, o la distribución; o como diría el marxista radical,
cambiará la situación en la medida en que el temor de la burguesía y debido a
la movilización de las masas arranque lo que merecen y les corresponde. Creo
que la lucha de clases si contribuye a que la burguesía mundial, por medio de
sus instituciones y gobiernos, modifique sus políticas y preste mayor atención
a la población mayoritaria. Mucho más ahora, que al capital le conviene la
incorporación de más trabajadores y consumidores.
Por tanto, no
veo que las perspectivas caóticas, depresivas y sombrías que retratan en sus
análisis puedan alterar el curso de la nueva onda Kondrátiev, al contrario, la
fortalecen. Es el momento de las zanahorias. Existe capacidad para producirlas,
lo que se requiere es una mayor distribución y demanda efectiva; para
Schumpeter la destrucción creativa -la funcionalidad de la onda
descendente- es efectiva y necesaria en la medida en que se incrementa la
demanda de las masas. Las críticas y el malestar, las movilizaciones y las
rebeliones, empujan las reformas del sistema para que continúe siendo
capitalismo. No hay peligro para el sistema y la clase gobernante, hay
complementariedad. Por lo mismo, vislumbro un desarrollo relativo más que
destrucción y fin del sistema.
Si los
planes de la burguesía mundial se llevan a cabo, a pesar de las reacciones de
amplios sectores, entonces es muy probable que la incipiente onda expansiva de
desarrollo se amplié al conjunto de la economía mundial, como sucedió en la
década de los cincuenta del siglo XX.
Existe también la posibilidad, muy
remota, y me atrevo afirmar improbable,
de la destrucción sistémica del capitalismo dentro de unas dos décadas, sino es
que desde antes, de acuerdo a algunas opiniones.
También se perciben problemas más realistas
–sobre todo de tipo económico- que pudieran detener el avance de los
principales vagones del capitalismo mundial; creo que dichos problemas serán
superados y la burguesía, el sistema capitalista y una parte de la población
mundial volverán a transitar en una fase de crecimiento y desarrollo, cuando
menos superior al periodo precedente.
- EPÍLOGO
Desde la
segunda mitad del 2003, se encuentran en debate dos temas sensibles para el
futuro crecimiento y desarrollo de Estados Unidos, al mismo tiempo que para el
resto del mundo.
-El déficit
presupuestario y
-La trayectoria
de la productividad del trabajo.
- DEFICIT PÚBLICO
Cuando el
gobierno de Clinton terminó con el déficit público, se había cumplido uno de
los principales objetivos desde la primera campaña electoral en 1992, que en
algún momento se consideró inviable conseguirlo. La conclusión en 1998, por
parte de la administración, fue la existencia de un circulo virtuoso entre un
menor déficit y la prosperidad de la nación. Lo expresaron de la siguiente
manera: si existe un menor déficit fiscal, entonces, habrá: menor
petición de deuda pública, deuda nacional, deuda familiar, y menores tasas de
interés, e inversamente mayor propiedad, ahorro familiar, ingreso,
inversión, crecimiento, empleo y recaudación de impuestos, es decir, se llega
finalmente al superávit público[2]. Era la
derrota de los keynesianos que basan su estrategia en el déficit público para
obtener el crecimiento.
El gobierno de
George W. Bush acabó con uno de los legados más importantes de la
administración de Clinton, el superávit público; en el año 2000, el superávit
fue de 2.4 por ciento, disminuyó a 1.3 en el 2001 y a –1.5 en el 2002. Después
–en el 2003- se estimó que el déficit sería de 4.2 en 2003 y de 4.5 por ciento
en 2004; a partir de aquí se planteaba
la disminución gradual en un quinquenio.
Alan Greenspan
advirtió del peligro por primera vez, en su obligado testimonio ante el
Congreso en febrero y en julio de 2003, que si no se controlaba el déficit
aumentaría las tasas de interés de largo plazo y sería más difícil mantener la
tasa de crecimiento del producto. El presidente de la Fed , argumentó que los bajos
déficit, y por un tiempo el superávit, contribuyeron significativamente a
mejorar el ahorro nacional y a disminuir la presión sobre las tasas de interés
real, y esto incentivó la inversión productiva; pero dicha situación positiva
se había acabado debido a factores temporales como la crisis económica y los
gastos extraordinarios dedicados a la lucha contra el terrorismo y la guerra.
Greenspan estimó que en dos años se podría revertir la tendencia, al terminarse
las eventualidades que provocaron el déficit, aunque llamó al Congreso y al
gobierno para que tomen medidas que restauren la disciplina fiscal y puedan ser
un apoyo al crecimiento a largo plazo[3].
El tesorero de
Estados Unidos considera que los déficit nunca son bienvenidos, sin embargo,
“hay tiempos, como los actuales, donde ellos son inevitables, particularmente
cuando estamos obligados a enfrentar graves necesidades nacionales”[5]. Hay confianza
en que la política fiscal enfrentó adecuadamente la recesión, está estimulando
fuertemente la recuperación y sentará las bases de un crecimiento económico
sostenido sin inflación.
La política
fiscal había pasado a un segundo plano en el debate teórico, sin embargo, ahora
con la administración Bush, Keynes y el déficit público se han puesto de moda[6]. Para los
keynesianos el déficit fiscal es una política favorable, porque estimula la
economía durante una recesión, y, cuando la economía se recupera, se cubre
tanto el déficit como la deuda pública -se recaudan más impuestos, a la vez que
se reducen los egresos de los estabilizadores automáticos. No obstante, en la
década de los setenta dicho mecanismo retroalimentador se rompió, porque no fue
posible restaurar el equilibrio fiscal.
Los
antikeynesianos, ven al gasto, al déficit fiscal y a la deuda pública como
factores inflacionarios y desestabilizadores, que reducen el ahorro nacional,
los fondos preestables, elevan las tasas de interés reales, desplazan la
inversión privada (crowding out), disminuyen la productividad y el nivel
de vida; hoy los manuales de economía recogen dicho planteamiento como aceptado
por la mayoría de los economistas[7]. Pese a ello,
durante el gobierno de Reagan, con “el mayor estímulo keynesiano en tiempos de
paz” (Klein)[8], la
administración justificó el déficit, porque no hubo aumento de inflación,
tampoco se incrementaron las tasas de interés, y no disminuyó la inversión
privada (ver II.3.2).
Actualmente se
ha vuelto a discutir la política fiscal en la situación real de los últimos
tres años y en las perspectivas. Algunos keynesianos –como el polifacético
Krugman- están advirtiendo de las consecuencias del “desastre fiscal” que
necesariamente elevará las tasas de interés;
Krugman ya avisó a sus lectores del Times de Nueva York que
recién optó por una hipoteca a tasa fija: “significa mayores pagos mensuales,
pero me aterroriza lo que pasará con las tasas de interés, una vez que los
mercados financieros se den cuenta de las repercusiones que tendrá el disparo
de los déficit presupuestarios”[9].
Otros
prominentes economistas keynesianos –entre ellos diez premios Nobel- se
opusieron al programa de estímulo fiscal del presidente Bush del 2003, por no
ser la respuesta a los problemas de empleo y crecimiento a corto plazo, y en
cambio empeorara las perspectivas del presupuesto a largo plazo, incrementando
los déficit crónicos, que reducirá la capacidad de financiar la seguridad
social y la inversión; además, alegan que la reducción de impuestos provocará
mayor desigualdad y, en cambio, proponen un plan de estímulo de la demanda que
realmente provoque el crecimiento y el empleo en el corto plazo sin incrementar
el problema del déficit a largo plazo[10].
Por el otro
lado, algunos liberales no keynesianos, como Robert J. Barro, festejan el plan
de Bush como “excelente” y “la mejor propuesta que hemos visto desde 1986” y considera que dadas
las condiciones actuales de la economía se puede repetir el éxito de la reforma
fiscal de Reagan y lograr una mayor inversión y más trabajo; Barro recurre a la
experiencia de la era Reagan y niega que exista evidencia de que la brecha
fiscal eleve las tasas de interés[11].
Hay que sumar a
la corriente crítica y escéptica de las consecuencias positivas del déficit a
la revista The Economist, que como acostumbra*, tiene, desde
principios del 2003, una campaña contra la administración de Bush, porque el
gobierno esta subestimando el tamaño del déficit y sobreestimando las
posibilidades de que el crecimiento del producto se haga cargo de él; la
revista no confía que pueda ser revertido fácilmente el déficit[12].
Según estudio
de la empresa Macroeconomic Adviser sin el estimulo fiscal la tasa de
desempleo habría sido de un punto más alto, es decir, de siete por ciento
total, la economía habría creado 1.5 millones menos de puestos de trabajo, y el
producto real hubiera estado en dos puntos más bajo[13]. Hay que
sumarle a estos efectos positivos, una política monetaria muy acomodaticia,
con una reducida tasa de interés, que estimula la inversión y el consumo. Como
en pocas veces, una recesión y una recuperación son enfrentadas con dos poderosa s armas coordinadas para lograr un objetivo
común, en una situación donde la inflación no es un problema. La Fed no teme presiones
inflacionarias por el déficit público o por la política monetaria expansiva a
corto plazo, incluso durante 2003 y parte del 2004 le preocupó más la
deflación. Por esto, también, mantuvo durante un largo tiempo la tasa de
interés baja.
Al igual que en el periodo de Reagan -cuando
los posibles efectos negativos del excesivo gasto gubernamental (“Keynesianismo
militar” definieron algunos) fueron contrarrestados por la drástica política
monetarista de la Fed-
ahora con una fuerte política expansiva keynesiana (también militar), el
déficit público no ha mostrado efectos negativos, y, por tanto, en condiciones
de estabilidad monetaria y de “fundamentos sanos” es un importante estimulante
del crecimiento a corto plazo, sin provocar inflación, ni altas tasas de
interés y sin desplazamiento de la inversión privada.
El
cuestionamiento que se plantea por los críticos es si se va a seguir
manteniendo la situación ideal y, finalmente, si se lograrán mayores tasas de
crecimiento, de empleo, de estabilidad de precios y de equilibrio fiscal. Me
inclino a pensar que la probabilidad es alta, debido a la estabilidad
macroeconómica y en la medida en que la aceleración de la productividad se
mantenga en una tasa promedio anual del 2.5 por ciento, considerada adecuada
para un crecimiento sostenido.
- PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO
Lo importante a largo plazo es la
productividad, dicen los clásicos y The Economist[18]. Sobre la productividad del trabajo se
sustenta el edificio capitalista y el poder de una nación. La productividad es
la piedra granítica. El debate de la Nueva Economía en Estados Unidos tuvo como su eje
central el impacto de la productividad en los sectores económicos y su
comportamiento cíclico o tendencial. Sobre esto he dado cuenta en III.2.
A pesar de mostrar una clara posición con
respecto al debate, consideré, en aquel punto, que aún faltaban datos y tiempo
para se definiera a un posible vencedor. Hoy con datos revisados y más
recientes, algunos importantes participantes están redefiniendo su posición. En
primer lugar, Robert M. Solow, el autor de la tesis de que las computadoras
están en todas partes excepto en las estadísticas, y por lo tanto, no existía
productividad alguna con la revolución tecnológica, ha expresado recientemente
cierta aceptación cuando dice que “las empresas demoraron un poco en aprender a
usar no sólo la tecnología de la información sino a cómo organizarse; es muy
probable que al fin estemos observando los beneficios”[19].
La posición sobre la que giró realmente
el debate de la segunda mitad de los noventa, sobre la productividad del
trabajo, fue la del principal escéptico, Robert J. Gordon. En un trabajo más
reciente sobre el tema reconoce que su posición sobre el papel preponderante
del componente cíclico en la productividad durante el periodo 1995-1999, no se
sostiene con base a la situación actual, mucho más optimista: “nuestro
veredicto sobre el enigma #1 es que poco de la recuperación del crecimiento de
la productividad en 1995-1999 fue cíclico, y casi todo representó un cambio
fundamental en la tendencia”[20].
Gordon prevé que la economía de Estados
Unidos está en camino de alcanzar una tasa de crecimiento de la productividad
de casi tres por ciento anual en el periodo 1995-2005; es decir, que estima que
del 2003 al 2005, el crecimiento del 2.9 por ciento será semejante a la del
periodo 1995-2002. Pronóstico que lo ubica claramente en una posición optimista
–incluso superior a los más optimistas del debate-, dejando atrás su clásico
escepticismo.
Ahora, Gordon, explica el comportamiento
de la productividad con base a la “hipótesis del retraso” de Paul A. David y
aplica la analogía del motor de combustión interna para entender porque los
resultados de la productividad de las computadoras personales se manifestaron
hasta la mitad de los noventa. Así como se requirieron inversiones
complementarias en carreteras y suburbios para alcanzar los beneficios
completos del transporte y el automóvil, también –sostiene- fueron necesarias
innovaciones complementarias en software y en tecnología de la comunicación
para obtener los beneficios potenciales de la computadora personal, y que lo
que realmente impulsó la recuperación de la productividad después de 1995 fue
el “maridaje” entre la computadora y el software tipo Windows a las tecnologías
de la comunicación que hicieron posible el Internet[21].
Con este trabajo de Gordon, podría quedar
superada la discusión abierta precisamente por él mismo. En el momento de las
definiciones, cuando la realidad de la productividad se expresa en las
estadísticas y en la economía y, tirios y troyanos, están reconociéndola, el
portavoz de la corriente escéptica, la revista The Economist, lanza su
nueva posición: “la "paradoja de la productividad" ha sido resuelta”;
reconoce que la “aceleración de la productividad ha sobrevivido a la crisis
económica, contrario a lo que muchos esperaban” y “como resultado la
productividad del trabajo de Estados Unidos ha crecido en un promedio de 3.3
por ciento en los pasados cinco años, el ritmo más rápido en décadas” y
finaliza expresando que a largo plazo, la productividad del trabajo es el
“único indicador económico importante” y, este, es un componente “real” de la
“nueva economía” de Estados Unidos.
Los editores de la revista comparten la
explicación cada vez más generalizada de que las nuevas tecnologías no elevan
la productividad automáticamente, como lo “confirma las lecciones de la
historia” y que las empresas necesitan tiempo para reorganizar sus procesos
productivos y administrativos para hacer mejor uso y poder cosechar los
beneficios. El pronóstico del crecimiento de la productividad para Estados
Unidos en la próxima década lo ubica alrededor del 2.5 por ciento promedio
anual, tasa que consideran tendrá un “impacto colosal en la creación de
riqueza”, que elevará los salarios reales, las ganancias y niveles de vida de
la población, además, reducirá el déficit gubernamental a través de una mayor
recaudación de impuestos y será mucho más fácil pagar las pensiones del futuro[22].
Por otro lado, Martín N. Baily, uno de
los principales defensores de la Nueva Economía , afirma en trabajo reciente que
las dos incertidumbres –el componente cíclico y un aumento temporal debido al
boom tecnológico- que había sobre la aceleración post-1995 han sido
reducidas o eliminadas, porque la productividad se ha mantenido fuerte durante
la recesión y la crisis tecnológica.
Prevé un crecimiento “muy probable” de 2.5 por ciento en la
productividad y un crecimiento potencial del PIB de tres a 3.5 en los próximos
años; un segundo escenario es un “posible resultado” de 2.75 a tres por ciento de
productividad y un producto potencial de casi cuatro por ciento. En cualquier
caso Baily considera que los resultados serán suficientes para generar empleos,
elevar los salarios y las ganancias, asimismo, en el largo plazo mejorarían las
perspectivas presupuestarias[23].
Las recientes y nuevas posiciones de
Solow, Gordon y The Economist, sellan la vieja discusión sobre la Nueva Economía y,
sobre todo, confirman la continuidad de la revolución tecnológica basada en las
tecnologías de la información y la comunicación. Estamos en medio de la
revolución[24] y está impactando la productividad en
Estados Unidos y muchos otros países. No se acabó la revolución de la IT y de Internet con la
recesión generalizada y, aún, se espera que pronto se despliegue una gran ola
de innovación basada en la convergencia de las bio-, info- y nanotecnologías,
cada una por sí mismo promete y juntas pueden sostener altas tasas de
productividad y de crecimiento[25].
Aunque continúan los riesgos como el
señalado déficit público, el déficit de la cuenta corriente y la deuda pública
y familiar de Estados Unidos, la caída del dólar, el precio del petróleo, las
deudas de países subdesarrollados, la deflación, el terrorismo, e incluso el
aumento de las tasas de interés que impactarán los créditos hipotecarios, las
perspectivas son optimistas para el año 2004 y a mediado plazo (alrededor de un
quinquenio). Con base a información del tercer trimestre del 2003 se ha fortalecido
el ánimo en los círculos gubernamentales de los Estados Unidos[26], en la Reserva Federal[27] y en las proyecciones del FMI[28].
Se calcula que la productividad del
trabajo, en el periodo de la recuperación 2002-2003, alcance tasas entre cuatro
y cinco por ciento anual -crecimiento extraordinario no registrado en los
últimos cincuenta años- y, posteriormente, reduzca su acelerado e insostenible
ritmo para mantenerse a tasas superiores al 2.5 por ciento y, por tanto, que
Estados Unidos se vuelva a convertir en la locomotora del mundo con un
crecimiento por encima del potencial –éste se calcula entre tres y 3.5 por
ciento.
Yo, también, apuesto a que la crisis cíclica
y la recuperación vacilante quedó atrás y que son amplias las posibilidades del
fortalecimiento de la onda larga expansiva tipo Kondrátiev para Estados Unidos
y su aparición en pocos años en el ámbito mundial. No aseguro el crecimiento y
desarrollo social permanente y absoluto, sino mejores tasas a largo plazo en
los principales indicadores, comparadas con las existentes durante la onda
descendente.
¿Durará el milagro de la productividad?[31] Los antiguos escépticos y los optimistas
creen que seguirá un crecimiento sostenible por algunos años con una tasa de
2.75 por ciento promedio anual, lo que garantizaría un crecimiento del
producto, del empleo, de los ingresos, ganancias y salarios, un reducido
déficit fiscal y estabilidad monetaria. Esta posibilidad existe, puesto que
Estados Unidos se encuentra en una onda expansiva de tipo Kondrátiev.
Fuente:
Rodríguez Vargas, J.J. (2005) La Nueva Fase de Desarrollo Económico y
Social del Capitalismo Mundial Tesis
doctoral accesible a texto completo en http://www.eumed.net/tesis/jjrv/
ÍNDICE GENERAL
Índice.
Cuadros y Gráficas
Jurado
Agradecimientos
Prefacio
Addendum.
Reseña por capítulo.
Reseña del Apéndice.
Epígrafe.
I Neoliberalismo monetarista vs Keynesianismo
Introducción.
I.1 Eclecticismo y aceptación: década de los setenta.
I.2 Desarrollo y auge: década de los ochenta-noventa.
I.3 Marco poskeynesiano: la reacción
I.4 Cuestionamientos
I.5 Respuestas: método.
I.6 Keynesianismo disfuncional y reaccionario: realidad
I.7 Monetarismo neoliberal: moneda de uso común
I.8 El peor de los mundos posibles: la decisión.
I.9 Recapitulación y conclusiones
II La Fase Recesiva y la transformación estructural y Socioinstitucional
Introducción.
II.1 Síntomas: crisis del Sistema Monetario Internacional
II.2 Crisis del imperio.
II.2.1 Punto de inflexión: 1965-73
II.2.2 Estanflación y confusión: 1973-81
II.2.3 Curva y espiral de Phillips.
II.2.4 Crisis de la productividad del trabajo: 1974-95.
II.2.5 Desindustrialización y los declinacionistas.
II.2.6 Capital financiero y los especuladores.
II.3 La Reestructuración.
II.3.1 Transformación estructural
II.3.2 Resultados
II.3.3 Europa y Japón
II.4 Muerte de la inflación y retorno de la deflación
II.5 Nuevo Estado: neoliberal, disminuido y reformado
II.6 Recapitulación y conclusiones.
III La nueva fase de desarrollo económico y social
Introducción
III.1 Condiciones para el surgimiento de la fase expansiva
III.1.1 Revolución industrial, tecnológica y de la información
III.1.1.1 Grandes oleadas de desarrollo
III.1.1.2 ¿Ciclos automáticos?
III.1.2 Derrota de la clase obrera.
III.1.3 Destrucción creativa.
III.1.4 El fin del socialismo real y la transición al capitalismo.
III.2 Onda expansiva: 1996-2003
III.2.1 “Nueva Economía”: ¿realidad o mito?.
III.2.2 Era Clinton.
III.2.3 Greenspan y la Fed.
III.2.4 El debate - Robert J Gordon - Oliner y Sichel Baily y Lawrence - Coincidencias y diferencias
III.2.5 La nueva economía en Europa y Japón
III.2.6 Nueva economía y recesión en Estados Unidos
III.2.7 Recapitulación y conclusiones.
IV Evidencia empírica del nuevo Kondrátiev
Introducción
IV.1 Demostración empírica
IV.1.1 Kondrátiev.
IV.1.2 Mandel
IV.1.3 Ciclo largo en Estados Unidos y economía mundial
IV.1.4 Ciclo de negocios en Estados Unidos.
IV.1.5 Otros países.
IV.1.6 Turning point y nuevo Kondrátiev
IV.2 Recapitulación y conclusiones.
V El rumbo del capitalismo
V.I ¿Desarrollo o crisis?
V.2 Epílogo
V.2.1 Déficit público.
V.2.2 Productividad del trabajo
VI Conclusiones Generales.
APÉNDICE
I Teorías del crecimiento económico
Introducción.
I.1 Neoclásicos.
I.1.1 Robert M. Solow
I.1.2 Paul M. Romer.
I.1.3 Robert Lucas Jr
I.1.4 Demostraciones empíricas.
I.1.4.1 Hipótesis de la convergencia.
I.1.4.2 Capital humano
I.1.4.3 Instituciones.
I.2 Evolucionistas
I.3 Teoría clásica del desarrollo
I.4 General purpose technologies
I.5 Los Futuristas.
I.6 Recapitulación y conclusiones.
II Teorías de fluctuaciones económicas
Introducción
II.1 Ciclos de negocios
II.1.1 Las innovaciones y Schumpeter.
II.1.2 El Ciclo económico y las crisis en Marx
II.1.2.1 El ciclo industrial.
II.1.2.2 Función de las crisis
II.1.3 Metodología de los ciclos de negocios.
II.1.3.1 Afinidad entre Marx y Schumpeter.
II.1.3.2 La Historia Razonada vs la econometría
II.1.3.3 Mitchell y el NBER.
II.1.3.4 Nuevas metodologías: índices compuestos.
II.2 Ondas largas.
II.2.1 Nikolai D. Kondrátiev
II.2.1.1 La opus magnae y sus versiones
II.2.1.2 La esencia
II.2.2 El debate.
II.2.2.1 Soviético
II.2.2.2 Actual.
II.2.3 La teoría de Mandel.
II.2.4 Metodología de las ondas largas
III Teorías del liberalismo y el monetarismo
Introducción.
III.1 El Liberalismo.
III.1.1 Liberalismo clásico: Smith
III.1.2 Marxistas liberales: Marx y Engels.
III.1.3 El Tránsfuga del liberalismo: Keynes.
III.1.4 Nuevo liberalismo: Milton Friedman
III.2 Monetarismo
III.2.1 Marx: ¿monetarista?
III.2.2 Friedman: nueva formulación de la teoría cuantitativa.
III.3 Neoliberalismo y Neomonetarismo
III.3.1 Escuelas monetaristas liberales
III.3.1.1 Friedrich A. Hayek
III.3.1.2 Nueva macroeconomía clásica
III.3.1.3 La economía del control de la oferta.
III.3.2 Coincidencias entre los monetaristas-liberales.
==http://www.iiec.unam.mx/academicos/luis-sandoval-ramirez
La fase B del Kondrátiev.
Durante la decadencia del modelo productivo o fase B, el ritmo de desarrollo se va haciendo cada vez más lento, las ganancias presentes y futuras tienen la tendencia a la baja, se hacen escasas las inversiones de largo plazo y con la gran acumulación de liquidez en el sistema financiero de los países centrales, surgen y se desarrollan los procesos de endeudamiento de los estados, de las empresas y de las familias. El sistema, en una huída hacia delante, utiliza el futuro (la deuda) para tratar de salir del creciente empantanamiento del presente
La excesiva especulación financiera alcanza un límite y conduce finalmente a un derrumbe del endeudamiento generalizado y de la burbuja financiera creada (así como de la de bienes raíces, etc.), en el contexto de una depresión económica (las más de las veces) y entonces, una vez que los gobernantes ligados a las oligarquías y sus equipos han cambiado, las nuevas autoridades y las instituciones estatales correspondientes limitan las ulteriores posibilidades especulativas del sector financiero, asegurando así una enorme masa de capital barato y disponible para su inversión en la esfera productiva. Se proporcionan otras condiciones generales para el incremento de la esfera productiva, los propietarios de las acciones y los gerentes toman en cuenta no sólo los beneficios actuales, sino también los futuros, crece la tasa de ganancia del sector productivo y la inversión de capital productivo toma impulso, creando la nueva onda larga de ascenso económico
1946-75 Ascenso 30 años
Cuarto:62 años....
1976-2008-2010? Declinación 33-35 años?
Fuente: Elaboración propia en base a E. Mandel (op.cit
LA FASE ACTUAL DEL CICLO K.Los EE UU se han convertido en una nación consumidora que paga sus déficits con papeles del Tesoro, que se beneficia del resto del mundo debido a la posición preponderante en el mundo de su moneda y de la estructura económica mundial favorable a ellos
http://www.ucm.es/info/ec/jec9/pdf/A07%20-%20Sandoval%20Ram%EDrez,%20Luis.pdf
La declinación de los otros centros desarrollados, con la consecuente desindustrialización y bajas tasas de incremento económico, principalmente la Unión Europea y el Japón, país que desde 1990 vive un proceso de estancamiento con débiles repuntes
El extraordinario crecimiento del sector financiero-especulativo, con sus altos beneficios y, en el periodo actual, la creciente dificultad de seguirlos obteniendo y el incremento del parasitismo. La economía financiero-especulativa se divide en varios segmentos y ha alcanzado una magnitud de veinte o treinta veces la de la economía real o productiva. A pesar de la caída de las Bolsas de Valores del mundo, principalmente la de Wall Street, en 2001-2003....
Las tendencias al capitalismo de Estado se fortalecen en la medida en que la crisis mundial se profundiza y derrumba la demanda agregada internacional, provocando la quiebra de empresas, el aumento del desempleo y las fusiones de una creciente cantidad de empresas, las subvenciones y ayudas a empresas multinacionales
La aparición de una nueva etapa, caracterizada por el predominio de la megaempresas capitalistas, quinientas de ellas dominan el mercado mundial. Ello ha impuesto nuevas reglas del juego en el escenario mundial, provocando la presencia creciente de monopolios y oligopolios y la tendencia a la desaparición del libre mercado.
http://www.escenarios21.com/textos/2012/0097.pdf
Luis Sandoval Ramírez, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, advirtió que el lento crecimiento de la economía mundial se debe a los sectores de derivados financieros y de intercambio de divisas, que han propiciado una tendencia general de caída en la actividad económica y un aumento del sector financiero especulativo.
Comentario:
Que ha cambiado en este
capitalismo que “no funciona” o bien No
estamos viviendo en un sistema
capitalista
La adaptación a
esta globalización rápida altamente competitiva no ha sido posible en muchos
países. Desde los años 1990 han cambiado las relaciones comerciales, la
geoeconomia, geopolítica y las geoestratégicas , sin adaptarse las
instituciones supranacionales, acabando estando politizadas, al no ser
independientes con fuerón los funcionarios de carrera técnicos preparados como
en el GATT porque las dinámicas de acoples de economías como la
G-2:Chinamerica, los modelos duales, los modelos parasitarios (Pavon) las
deslocalizaciones, han creado un entorno diferente donde el capitalismo que
podría derivarse con la economía social de mercado hacia un capitalismo social
se ha derivado a un feudalismo financiero (usando la terminología de Otte)
La Organización
de las Naciones Unidades para el Desarrollo Industrial, en su Informe Mundial 1996, planteaba que a
partir de los “grandes cambios que están produciéndose en la estructura del
desarrollo industrial en todo el mundo” es que “se han intensificado la
globalización de la producción y especialmente de los servicios”
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