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Nos indica la necesidad de estar,,,,Entre 10 y 15 años para reducir la deuda familiar a un nivel aceptable.
La crisis en la que se encuentra inmersa la economía
española refleja los distintos efectos de una secuencia de choques que han
alterado el comportamiento de los factores que, desde la oferta y la demanda,
impulsaron el anterior crecimiento del PIB español. El hilo conductor que
engarza esa sucesión de choques no es otro que la formidable expansión del
endeudamiento. Dado el volumen de deuda con la que se llegó a 2007, y en el
contexto internacional de credit crunch, la secuencia de acontecimientos estaba
ya parcialmente trazada, aunque si la economía europea hubiera crecido más
intensamente el proceso de ajuste español podría haberse dulcificado.
Puede, pues, afirmarse que, en el principio de nuestra
crisis, fue la deuda privada. Su volumen se expandió en exceso a partir de la
incorporación al euro, que permitió un endeudamiento libre de las restricciones
que, anteriormente, implicaban la necesidad de defender la peseta.
El análisis de este proceso puede efectuarse desde
ópticas distintas. Puede abordarse desde los cambios experimentados en el ritmo
de crecimiento, y en el nivel, del output potencial, examinando las
modificaciones en la dotación de los factores productivos, o destacando las
reformas necesarias (laboral, financiera, de aumento de la competencia en
ciertos sectores, etc.) para un mayor crecimiento de la productividad total.
Pero también puede realizarse analizando los cambios operados en los factores
que explican la fuerte expansión de la demanda interna, que es el enfoque aquí
adoptado. No obstante, y dado el papel crucial del sector exterior, también es
inevitable analizar otros elementos que, desde la oferta, han contribuido a los
desequilibrios acumulados. En especial, la vinculación del creciente déficit de
la balanza de pagos con la evolución de los costes laborales y la productividad
del trabajo.
1. La expansión 1995-08: algunos
elementos determinantes desde la demanda
El factor determinante que, en última instancia, permitió
el intenso crecimiento del PIB entre 1995 y 2008 (un 3,5% anual en términos
reales) fue la incorporación de España a la UEM. Más específicamente, los
efectos del aparente cambio en la restricción exterior del país que, en forma
de déficits por cuenta corriente, había abortado con anterioridad procesos
insostenibles de expansión. Sobre este trasfondo de acceso ilimitado al ahorro
europeo e internacional, se construyó el aumento del crédito interno. Sobre
éste, apalancándose en su avance y estimulando su crecimiento, emerge el boom
de la construcción y, parcialmente y a su estela, la formidable expansión
demográfica. Ambos factores, finalmente, se conjugaron para permitir una
intensa alza de la formación bruta de capital fijo (FBCF) no residencial
(pública y privada) y un fuerte aumento del empleo de las AAPP.
1.1. La incorporación de España a la
UEM y la aparente desaparición de la restricción exterior
La adopción de la moneda común pareció iniciar una nueva
etapa de la economía española estructuralmente distinta, en la que desaparecían
los crónicos problemas de balanza de pagos. Así, a pesar del intenso y
creciente déficit por cuenta corriente, la prima de la deuda pública de España
respecto del bono alemán a 10 años se situó, entre 2000 y 2008, en el entorno
de los 10/15 puntos básicos. Esta caída en la percepción del riesgo (desde
valores entre 400 y 500 puntos básicos en 1995) se extendió a todos los agentes
de la economía española, con lo que empresas no financieras, hogares y sistema
financiero dispusieron de unas condiciones de financiación expansivas insólitas
en la moderna historia
Pasivos
exteriores a financiar (miles de millones de euros)*
*
Obligaciones, bonos, instrumentos del mercado monetario, préstamos y
depósitos (datos a diciembre de cada año). del país. La adopción del euro,
en suma, se interpretó erróneamente como un cambio estructural en las
condiciones de financiación exterior. Esa visión no fue más que un
espejismo. Pero, como en todo espejismo, la creciente importancia de los
déficits de la balanza por cuenta corriente y, también y en especial, del
endeudamiento bruto exterior, aparecen ahora con toda crudeza. Además, la
crisis bursátil de 2001, y la subsiguiente recesión americana y europea,
situaron los tipos de interés del BCE en niveles mínimos jamás
contemplados
en España.
Gráfico 1.- Capacidad/necesidad de financiación (en % del PIB) en pdf adjunto
Reducido
precio del endeudamiento y aparente desaparición de la restricción
exterior se tradujeron en una creciente apelación española al ahorro del resto
de Europa, lo que permitió cubrir una insólita expansión del crédito al
sector privado (del 16,5% anual entre 1998 y 2008).
En
este contexto, tanto la posición financiera neta exterior de España (PII)
como la bruta (total de pasivos financieros) experimentaron un intenso
deterioro, aparentemente ante la indiferencia de los mercados y las
agencias de rating. En términos netos, la PII pasó de cerca de 171 mil millones
de euros en el último trimestre de 1998 (un 31,7% del PIB) a los más de
860 mil millones del cuarto trimestre de 2008 (un 79,3% del PIB de ese
año), un aumento que expresa la acumulación de los crecientes déficits por
cuenta corriente generados en la expansión. Así, tras un primer período
(1995-97) con una leve capacidad de financiación exterior, se pasó a una
necesidad de recursos financieros externos del -9,6% del PIB en 2007
y del
-9,2% en 2008, con lo que el total de nuevos pasivos adquiridos por España
para financiar su exceso de gasto corriente se situó en el entorno de los
500.000 millones de euros entre 2000 y 2008, una media anual del 6,1% del
PIB de esos años.
Gráfico
2.- Posición de inversión neta internacional y pasivos exteriores a
financiar de España
Las
necesidades netas de financiación exterior reflejaban, en especial pero no
únicamente, un deterioro insostenible, ya antes de la crisis financiera
de 2008, de las balanzas de mercancías y de servicios − expresivo de la
agudización de diferenciales de crecimiento de la productividad del
trabajo y de los salarios en relación a nuestros principales
socios comerciales− así como la necesidad de financiar la burbuja
inmobiliaria
Posición
neta de inversión internacional (% del PIB)
Competitividad
y desapalancamiento en España: los retos pendientes (Página 3)
Acumulado
en España entre 1997 y 2008 superó largamente el de Francia (21,7%),
Holanda (28,8%), Alemania (18,9%) o Italia (29,7%). Estos crecimientos
de precios se trasladaron a salarios, de forma que, en términos nominales,
su aumento acumulado en España alcanzó el 45,6% entre 1997 y 2008, una
cifra a comparar con el 32,9% francés o el 12,8% alemán.
Además,
el fuerte crecimiento del empleo se tradujo en avances reducidos de la
productividad por ocupado, de sólo el 3,3% acumulado entre 1998 y 2008,
muy alejados de los experimentados por Francia (11,8%) o Alemania (11,6%).
De esta forma, los costos laborales unitarios (CLU), medidos en términos
nominales, acumularon un crecimiento en el entorno del 40% entre 1997 y
2008, a considerable distancia del escaso 1% observado en Alemania (o del 20,7%
de Francia).
Por
su parte, y desde la óptica del endeudamiento bruto, que es la variable
clave en términos de refinanciación exterior, hay que sumar a los
recursos necesarios para financiar el exceso de gasto interno, la
inversión de España en el exterior. Así, desde un valor agregado de
195.000 millones de euros en 1995 (49,3% del PIB), se pasó a los 580.000
millones en 2000 (92,5% del PIB) y, finalmente, a los casi 1,4 billones de
euros en 2008 (un 127% del PIB). Y dado que España comenzó
a presentar necesidades de financiación exterior a finales de los
noventa, entre 2000 y 2008 los más de 800.000 millones invertidos en el
extranjero por residentes en
España
tuvieron que financiarse, en su totalidad, con recursos del resto del
mundo. Esto quiere decir que los pasivos brutos acumulados por la economía
española en 2008 se situaron en los 2,2 billones de euros, frente a los
780.000 de 2000 y a los cerca de 300.000 millones de 1995. Como una parte
de esos pasivos son inversión extranjera directa o en cartera del exterior en
España, para la que no cabría esperar necesidades inmediatas de
refinanciación, la deuda bruta exterior a financiar por España se situaba,
al inicio de la crisis, en el entorno de los 1,8 billones.
El
sector institucional que originó este creciente déficit exterior fue el
privado, dado que las AAPP pasaron del déficit del -6,5% del PIB en 1995 al
superávit de 1,6% de los años 2005-07. Así, mientras en 1995 el ahorro del
sector privado alcanzó el 23,7% del PIB frente a una inversión del 18,2%,
en 2007 la situación se había alterado radicalmente, con una necesidad
de financiación de -12,5% del PIB (por una disminución del ahorro hasta el
14,2% del PIB y aumento de la FBCF hasta el 26,7%). Así, en el momento
álgido del ciclo, en 2007, la inversión bruta en España se situó en el
31% del PIB, una cifra no contemplada desde 1973, y muy por encima del
ahorro generado por la economía española, en el entorno del 20% del PIB.
Gráfico
3.- Capacidad/necesidad de financiación del sector privado y el sector
público (en % del PIB)
1.2. Expansión del crédito, auge de la construcción,
demografía y sector público
Sobre
este trasfondo de disponibilidad financiera exterior se desplegó el
intenso crecimiento del endeudamiento
interno y, en especial, del crédito al sector privado no financiero. Entre
1998 y 2008, éste aumentó un 16,5% anual, desde los 414 mil millones
de euros a los 1.870 mil millones (incremento del 352%).
Este
crecimiento expresaba tanto el experimentado por el crédito a hogares (de
los 186 mil a los 853 mil millones, un 355%), como a empresas de
la construcción e inmobiliarias (desde cerca de 48 mil millones a los 470
mil millones, un incremento de 879%) y al resto de empresas no financieras
(de los 180 mil millones en 1998 a los 547 mil millones en 2008, un 204%).
Dado que en esos años el PIB avanzó, en términos nominales, un 101,7%, el
crédito bancario al sector privado pasó del 76,7% del PIB en 1998 al
171,8% en 2008.
Además,
como este proceso se realizó a ritmos muy superiores al del resto de la
eurozona, el crédito interno al sector privado en España aumentó intensamente
su peso sobre el total del concedido en la eurozona, desde el 8,2% en 1998
(con un PIB equivalente al 9% del de la UEM) al 17,4% en 2007 (y una
aportación al PIB del 11,7%). En suma, la deuda exigible del sector
privado pasó del 144% del PIB en 1998 (unos 776 mil millones de euros) al
285% en 2008 (más de 3,1 billones de euros).
Gráfico
4.- Crédito y pasivos del sector privado no financiero
Estos
incrementos reflejaban la creciente apelación de las instituciones
españolas financieras y no financieras a los mercados internacionales y, en
especial, a los del área del euro. Así, los activos sobre la
economía española en poder de la banca alemana, francesa, italiana y
belga en junio de 1999 sumaban unos 91.000 millones de euros, que equivalían al
16,9% del PIB español, peso que se elevó hasta los más de 392.000 millones
en diciembre de 2008, un 36,1% del PIB.
La
disponibilidad de crédito, su bajo coste y el reducido volumen de
endeudamiento de hogares y empresas inmobiliarias, encontró en el sector
residencial un cauce natural de expansión. La demanda inmobiliaria
experimentó un salto de escala, desde una media de viviendas iniciadas
(entre 1980 y 1998) en el entorno de las 250 mil, hasta las más de 580 mil
entre 1999 y 2008 (con un punto culminante de alrededor de 800.000 en
2006), aunque esta expansión de la oferta no fue suficiente para impedir
importantes aumentos en los precios (los de la vivienda nueva aumentaron,
entre 1997 y 2008, a una tasa media anual del 9,5%, que se sitúa entre las
más elevadas de la OCDE).
Gráfico
5.- FBC total y FBCF en construcción (en % del PIB)
Además,
el incremento de la FBCF en construcción residencial formaba parte de un
proceso más amplio de crecimiento de la FBC sobre el PIB.
Situado en el entorno del 22,5% (media 1995-99),
se elevó con fuerza hasta un promedio del 29,5% los años 2004-08, alcanzando el 30,7%
del PIB en 2007, máximo histórico solo alcanzado, como antes se ha
señalado, en 1973. Esos aumentos recogían tanto las ampliaciones del
equipo capital estrictamente productivo (provocadas por el aumento del mercado
interior y los procesos de racionalización industrial derivados de la
globalización y las deslocalizaciones) como el impulso de la inversión en
construcción. Ésta experimentó,
entre
2000 y 2007, una ganancia sobre el PIB de 5,3 puntos porcentuales, desde
el 16,6% del PIB en 2000 hasta el 21,9% en 2007, recogiendo, en lo
fundamental, el aumento del sector residencial (vivienda nueva y
rehabilitación), que aumentó desde el 4,7% del PIB en 1997 al 9,0% en 2000
y al 12,2% en 2007.
Gráfico
6.- Dinámica demográfica. Población y hogares (cambio medio anual en miles)
A los
elementos anteriores cabe sumar, finalmente, un destacado cambio en la
dinámica demográfica.
Impulsada
por la inmigración, la población aumentó un 16,4% entre 1995 y 2008, a una
tasa anual del 1,1%.
Este
intenso crecimiento está en la base de la ampliación del mercado interno,
que explica una parte no menor del incremento de la inversión, residencial
y no residencial, y tanto de la productiva privada como de la pública. De
hecho, la aportación al crecimiento del PIB generado por el choque
inmigratorio se ha estimado, entre 2000 y 2008, cercana al 35%-40%.
Al mismo tiempo, el choque inmigratorio y las modificaciones en la
estructura de la población nativa, su comportamiento y condiciones de
vida, produjeron un cambio substancial en la dinámica de generación
de nuevos hogares: frente a un incremento, entre 1975 y 1997, en el
entorno de los 160 mil nuevos hogares/año, se pasó a un promedio cercano a
los 400 mil/año entre 1998 y 2008.
Finalmente,
en el contexto de las ganancias de renta y del auge cíclico de los
ingresos públicos, las AAPP también contribuyeron poderosamente a la
expansión anterior. Su aportación, medida a través de los puestos de
trabajo creados en los servicios colectivos (tanto ofertados por el sector
privado como por las AAPP), se puede estimar en una media anual del 21,3% del
nuevo empleo 1995-2008, para un sector que, en 1995, representaba el
18,1%de la ocupación del país.
2. La crisis 2008-2012 y el colapso de los factores
que impulsaron el crecimiento
A
partir de la explosión de la crisis financiera (septiembre de 2008), el
conjunto de factores que
desde
la demanda interna impulsaron el crecimiento anterior comenzaron a
invertir su dinámica. En primer lugar, la disponibilidad de crédito ha dejado
paso a un creciente desapalancamiento, que se traduce en su
contracción. El crédito dirigido al sector privado no financiero
acumula, entre finales de 2008 y de 2011, una caída nominal del -3,7% (y real
del -8,1%).
Regresar a
niveles de endeudamiento más acordes con nuestra capacidad de generar
renta implicará un duro proceso de ajuste crediticio, que frenará el
crecimiento de la demanda interna.
Así,
si el crédito al sector privado no financiero representara el mismo peso
en la UEM que el
del
PIB (el 11,4% de 2011), la contracción debería ser próxima a lo 500 mil
millones de euros, una caída cercana al 30% del estoc de crédito interno
al sector privado existente en España a finales de 2011
(1,8 billones). De hecho, el proceso de desapalancamiento del sector
privado apenas ha comenzado tras cuatro años de crisis: los pasivos
exigibles (excluidas acciones y otras participaciones) todavía aumentaron
por encima del PIB hasta 2010 (desde el 275% del PIB en 2007 al 284%
en 2010), y ha sido únicamente en 2011 cuando se ha iniciado su esperada
reducción, para situarse en el 274% del PIB a finales de ese año.
Gráfico
7.- Proceso de desapalancamiento durante la crisis
Además,
el espejismo de unos flujos financieros hacia España a bajos tipos de
interés y con un riesgo similar al de Alemania, ha dejado paso a otra situación
en la que la restricción exterior ha regresado de forma visible. En cierto
sentido, puede afirmarse que hoy España se comporta como si se hubiera
recuperado la peseta, aunque sin las ventajas que suponía el control de
su precio. Los mercados han vuelto a calificar el riesgo del país, en unos
niveles que no han sido substancialmente distintos de los existentes antes
del ingreso de España
en la
UEM, hasta que en el mes de junio las primas de riesgo se han disparado
hasta alcanzar valores cercanos a los seiscientos puntos básicos. La
importancia de esta nueva situación, que, en sus aspectos tendenciales, se
va a extender por un largo período, es evidente: regresamos a una
restricción exterior que impedirá la acumulación de déficits excesivos.
Otros
factores como la demografía y la construcción residencial van a operar
también contractivamente los próximos años. La acumulación de vivienda
nueva pendiente de venta (más de 800.000 unidades a finales de 2011),
junto a la previsible dinámica del crédito y la demografía, sugieren que
la capacidad productiva del sector se va a mantener, por un largo período
de tiempo, muy alejada de registros anteriores. Y no sólo de los muy
elevados registros de 1998-08 (568.000 viviendas iniciadas/año), sino de
una media de largo plazo, como la que se extiende entre 1980 y 1997 (en
el entorno de las 250.000/año).
Por
lo que se refiere a la demografía, las pérdidas de población inmigrante
joven y la estructura de edades de la población residente se combinan en un
cambio estructural en el ritmo de avance poblacional y en su composición.
Así, en las últimas estimaciones a corto plazo del INE (2011), se apuntan
reducciones poblacionales, estimadas en cerca de 600 mil personas en el
horizonte 2021. Aunque esta cifra es escasamente el 1,2% de la población de
2011, sus efectos económicos serán mucho más relevantes, dada la importante
modificación que se operará en la estructura de edades, en especial las
importantes reducciones de la cohorte de 20 a 39 años, que pierde más de
3,5 millones de efectivos entre 2011 y 2021 (una caída del -26,5%, desde los
13,7 a los 10,1 millones), y retrocede desde un peso sobre el total de
población
del 29,7% en 2011, al 22,1% en 2021. La contracción que se opera en este
colectivo, apunta a efectos negativos sobre la demanda de
primera vivienda, la de bienes durables y, en general, sobre el consumo
agregado de los próximos años.
Finalmente,
el papel expansivo de las AAPP ha desaparecido y ha revertido su impulso,
actuando contractivamente sobre la actividad ya desde 2010, lo Peso
s/PIB que se ha traducido en una cierta reducción de un ahorro negativo especialmente
intenso (desde el -5,3% al -4,7% del PIB entre 2009 y 2011), aunque sus
necesidades totales de financiación apenas se han alterado.
3. Crisis, déficit por cuenta
corriente y refinanciación exterior
Los cambios operados en las fuentes que impulsaron el
crecimiento del PIB desde el inicio de la crisis, y los que se prevén los
próximos años, deben considerarse a la luz de las dificultades para reducir el
déficit por cuenta corriente y el elevado volumen de pasivos financieros
exteriores de España. De hecho, una forma estilizada de visualizar los excesos
de la década del 2000 es evaluando la aportación del sector exterior. Entre
1988 y 2008, mientras la demanda interna generaba 4,4 puntos porcentuales/año
de un crecimiento anual del PIB del 3,5%, la demanda neta externa estuvo
restando anualmente -0,9 puntos. Y aunque el déficit exterior se ha corregido
parcialmente durante la crisis (desde una necesidad de financiación del -9,6%
del PIB en 2007 al -3,4% de 2011), su mantenimiento en los años de recesión lo
sitúan en un contexto distinto al de otros episodios anteriores. De esta forma,
en plena crisis, y con notables caídas de la demanda interna, la necesidad neta
de financiación exterior acumulada entre 2008 y 2011 se situó cercana a los 225
mil millones (una media por año superior al 5% del PIB).
De entre los elementos que subyacen a las dificultades de
contención del déficit exterior, quizás el más preocupante en el medio plazo
sea la reducción estructural de los superávits de algunas balanzas y el
aumento, también estructural, de déficits en otras. Por lo que se refiere a la
balanza de bienes (y, parcialmente, también a la de servicios), la pérdida de
competitividad exterior emerge como un elemento determinante de aquel
deterioro, dados unos CLU que han aumentado sistemáticamente por encima de los
de nuestros principales socios, y en un marco exterior caracterizado por la
agudización de la competencia internacional. La apreciación del tipo de cambio
real contribuye a explicar el que hayan sido necesarios cuatro años, y una
demanda interna con una contracción jamás contemplada, para reconducir el
déficit de la balanza de mercancías a valores más acordes con la historia del
país, del orden del -3% al -4% del PIB, desde el -8,6% de 2007. No obstante
esta parcial reducción, no pueden olvidarse las excepcionales circunstancias
que la han posibilitado, de forma que mejoras en el crecimiento de la demanda
interna, aumentos de importaciones y tensiones en los mercados de commodities
y, particularmente, del petróleo, podrían aumentar substancialmente aquel
déficit (el saldo negativo de la balanza energética de España ha pasado del 2%
del PIB en 2003, a más del 4% en 2011).
Por su parte, en el ámbito de los servicios turísticos, y
a pesar de los avances de 2011, el saldo superavitario de esta balanza ha
tendido a reducirse los últimos quince años (desde el 4,1% en 2000 al 2,5% en
2009 y al 3,1% en 2011), tanto por el aumento de los pagos de residentes, como
por la creciente competencia internacional, aunque hay que destacar una cierta
mejora, vinculada a la recesión de la demanda interna y al ajuste real en
precios y costes, que también se aprecia en el ámbito de los servicios no
turísticos (desde un -0,8% del PIB en 2000, el -0,1% del PIB en 2009 y el +0,8%
en 2011). Igualmente, el creciente déficit de la balanza de rentas de inversión
se ha contenido un tanto, aliviada sin duda por los bajos tipos de interés
(desde el -1,2% del PIB en 2000 al -2,9% de 2007 y al -2,4% en 2011), aunque el
endeudamiento exterior del país y las tensiones en los mercados de capital
apuntan a un empeoramiento de esta balanza. Finalmente, las transferencias
acentúan el deterioro agregado.
Aun así, debe reconocerse que la tendencia favorable de las
exportaciones de bienes y servicios en los dos últimos años ha evitado un peor
resultado en la evolución del PIB. Asimismo, la reversión en la tendencia de
los CLU, que han disminuido un 4,4% entre 2009 y 2011, es un factor positivo
que contribuye a la mejora de la competitividad de la economía española.
En definitiva, la dinámica posterior a la crisis solo ha
permitido moderar el ritmo de empeoramiento de la posición neta de inversión
internacional (PNII), que pasó de los 822 mil millones a finales de 2007 (78%
del PIB) a los 989 mil millones en el cuarto trimestre de 2011 (94% del PIB).
Además, como se ha destacado anteriormente, tan o más importante que el saldo
neto de la balanza financiera lo es el volumen bruto de pasivos exteriores de
la economía que requieren financiación, que junto con el resto de inversiones
del exterior en España exceptuando la inversión extranjera directa, han
pasado de los 1,7 billones a finales de 2007 (el 160,9% del PIB) a los 1,8
billones de euros en el cuarto trimestre de 2011 (el 167,4% del PIB).
4. Recapitulación y líneas de
actuación
Este Policy Brief ha analizado los desequilibrios que
afronta España, generados en la etapa expansiva que se inició con la adopción
del euro, y las vías posibles para corregirlos. El endeudamiento emerge como
hilo conductor del análisis, cuyo crecimiento alimentó los motores de la
demanda que propiciaron estos desequilibrios, plasmados en el crecimiento
desbordado del déficit por cuenta corriente y el endeudamiento exterior (bruto
o neto).
En este contexto, la economía española se enfrenta a una
situación ante la que se abren hipotéticamente tres posibilidades:
-La primera es el mantenimiento de los desequilibrios que
hoy afronta. De hecho, cuando la unión monetaria empezó a andar, se postulaba
que los déficits comerciales con otros países de la zona no eran más graves de
los que pudieran emerger entre regiones de un mismo país. Sin embargo, la
realidad ha demostrado que sí es diferente y ahora no es posible pertenecer a
la zona euro manteniendo los desequilibrios macroeconómicos que presenta la
economía española.
-El segundo escenario hipotético, la salida de la eurozona y la inmediata devaluación de la divisa, es una solución que no resuelve los problemas de fondo (la insuficiente competitividad y el importante endeudamiento exterior e interno), pero que podría permitir atacar el problema más urgente: recuperar competitividad sin tener que deprimir, al menos teóricamente, el crecimiento. Pero la salida del euro tendría consecuencias probablemente catastróficas en forma de revalorización de la deuda expresada en euros y otras monedas, dificultad de acceso a los mercados, muy graves tensiones para el sector financiero e inflación. De manera que esta alternativa no resolvería sin duda los problemas que España afronta.
-El tercer escenario hipotético, que es aquel por el que se pronuncia EuropeG, es el de adoptar las medidas y reformas apropiadas para recuperar la competitividad de la economía española y avanzar en el proceso de desapalancamiento (interno y exterior), manteniéndose dentro de la zona euro, aunque este escenario difícilmente puede tener éxito si no se consigue salir del círculo vicioso marcado por la austeridad, la recesión y la reducción del déficit público.
Obviamente, el que el objetivo de este Policy Brief sea
examinar las medidas que debe adoptar la economía española para restablecer sus
equilibrios y recuperar la competitividad, no implica que EuropeG ignore otros
problemas. En este sentido, es imprescindible subrayar que España comparte las
dos grandes vulnerabilidades que aquejan Europa (crisis del euro y de la deuda
soberana y dificultades de crecimiento) más las suyas específicas
(endeudamiento, interno y externo, y competitividad). Resolver los dos grandes
problemas europeos es condición necesaria para afrontar con posibilidades de
éxito nuestros problemas específicos, aunque no suficiente. Aun resolviéndolos,
España deberá adoptar sus propias medidas.
Principales líneas de actuación
1. No hay programa de medidas sin un objetivo, una
estrategia y un calendario para alcanzarlo. Aquel sólo puede consistir en
recuperar los niveles de competitividad exterior, expandir la demanda
internacional y, con ello, contribuir al crecimiento del PIB y al necesario
desapalancamiento del sector privado. Es decir, mejorar la relación entre
aumentos de la productividad y costes o, de acuerdo con el indicador más
habitual, la relación inversa: reducir el crecimiento de los costes laborales
por unidad de producto.
Un objetivo razonable sería cerrar la brecha que se ha
producido durante los años del boom, tomando como referencia la media de la
zona euro, en un horizonte temporal relativamente rápido. Este proceso debe
llevarse a cabo teniendo en cuenta que cuanto más se produzca por la vía de
incrementos de productividad, menos habrá que poner el acento en la reducción
de costes, y que los salariales no son los únicos costes que es necesario
reconducir.
2. En los próximos años nuestra economía no podrá contar
con los principales motores que la han impulsado durante el boom. El motor
fundamental deberá ser el sector exterior. Ello supone no solo una declaración
de intenciones, sino que exige un programa de actuación orientado a
alcanzar este propósito. Programa que debe desarrollarse tanto por el lado de
la oferta, que es en el que las administraciones españoles disponen de palancas
efectivas de actuación, como por el de la demanda, donde en todo caso deberá
actuarse básicamente a nivel europeo.
Por el lado de la oferta, debería incluir: a) un
diagnóstico riguroso y sistemático de la situación con el fin de identificar
los puntos fuertes y débiles, tanto por sectores productivos, como por tamaño
empresarial; b) el establecimiento de objetivos claros y cuantificables,
formulados en términos de cuota de exportación a alcanzar en los diferentes
mercados mundiales, también por sectores y por regiones económicas; c) el
diseño de la estrategia adecuada para alcanzar estos objetivos, mediante un
programa de medidas a adoptar y el calendario para aplicarlas; d) un mecanismo
de evaluación, supervisión y seguimiento realizado por expertos independientes;
y e) una estrecha concertación con los sectores empresariales concernidos. En
definitiva, hay que situar el desarrollo de nuestra industria exportadora como
un tema de estado y concienciar al conjunto de la sociedad de que en el éxito
de este propósito se juega en buena medida el futuro de la economía española.
De poco servirá tener los motores de la exportación a
punto, sin embargo, si no hay demanda exterior de la UE, en buena medida, y del
resto del mundo. De forma que la economía española se juega buena parte de su
futuro en el crecimiento europeo.
Lograrlo implica diversas líneas de actuación. Primero,
cabría esperar por parte del BCE iniciativas más decididas tanto en el ámbito
de la política monetaria (horizonte estable de reducción del tipo de interés y
aumento de la liquidez), como en el de la estabilidad de los mercados de la
deuda soberana de los países más afectados, actuando de forma contundente
(directamente o a través del ESM) en el mercado secundario. Segundo, en
actuaciones directas de estímulo de la demanda desde las instituciones comunitarias
(BEI, por ejemplo), como por parte de aquellos países que disponen de margen
para hacerlo. Finalmente, en los países que deben llevar a cabo procesos de
consolidación fiscal, como es el caso de España, y que no disponen de margen
para políticas expansivas, sí lo hay para graduar el ritmo de reducción del
déficit o para impulsar proyectos de inversión selectivos (que contribuyeran a
incrementar la productividad), financiados por las instituciones comunitarias.
3. La economía española se verá
sometida en los próximos años a un fuerte proceso
de desendeudamiento, sobre el cual y sobre cuyas
implicaciones no se acaba de ser del todo consciente. Este desendeudamiento
afecta, en especial pero no únicamente, al sector privado y en buena medida a
la deuda contraída con acreedores de otros países. Y, para tener una idea de su
dimensión, debería suponer grosso modo la reducción de alrededor de un tercio
de la deuda. La experiencia de otros países indica que estos procesos son
duros, complejos y difíciles. Es mejor asumir que hay que llevarlo a cabo,
encauzarlo adecuadamente y adoptar las medidas paliativas necesarias, que no
tratar de negarlo e irle haciendo frente de manera improvisada. En este orden
de ideas sería conveniente subrayar tres consideraciones.
En primer lugar, la experiencia indica que es más urgente reducir primero el endeudamiento privado que el público; que no es aconsejable efectuar los dos procesos a la vez con similar intensidad; y, finalmente, que es mejor actuar rápidamente que ir alargando el proceso durante años y años. En consecuencia, habría que replantear la reducción del déficit público en plazos razonables y centrar los esfuerzos en el desapalancamiento del sector privado.
En segundo lugar, cualquier proceso de desendeudamiento
tiene un protagonista principal, que es el sector financiero, más aun si
hablamos de una economía fuertemente bancarizada, como la española, y todavía
más si este sobreendeudamiento es en buena medida con acreedores extranjeros.
Ello significa que no se podrá considerar que este proceso de desendeudamiento
ha avanzado de manera significativa hasta que el sistema bancario haya saneado
realmente sus balances y recuperado su solvencia.
Es importante subrayar que un proceso de
desapalancamiento significa, por definición, la reducción del ratio de la deuda
privada sobre el PIB nominal. De
manera que parece inevitable que en los próximos años los ritmos de crecimiento
neto del crédito sean muy reducidos, si no simplemente negativos. Una vez
saneado, el sistema financiero debe reasumir su función de valoración del
riesgo y de proporcionar el flujo crediticio necesario a las empresas
solventes. El proceso de desendeudamiento deberá tener lugar, pues, de forma
asimétrica, como en parte está ya sucediendo, aunque en estos momentos de una
forma perversa, puesto que las que reciben crédito no son las empresas más
solventes, sino los grandes deudores o aquellas empresas que por su tamaño o su
ubicación estratégica tienen una mayor capacidad de influencia.
En tercer lugar, la experiencia también sugiere que, en
todo proceso de desendeudamiento privado, al final resulta inevitable un acuerdo entre acreedores
y deudores privados para reestructurar el valor y los plazos de devolución de
la deuda. De hecho, este proceso se ha estado ya produciendo, y de ahí los
problemas del sector bancario. Su dificultad y complejidad en el caso español
procede, precisamente, de la confluencia del papel protagonista del sistema
financiero y de la importancia del endeudamiento exterior.
4. Finalmente, la
recuperación de la competitividad de la economía española y el restablecimiento
de sus equilibrios básicos es un proceso complejo y doloroso, que está
condenado al fracaso si no cuenta con la aceptación y el apoyo de una amplia
mayoría social. No solo con
su resignación fatalista, sino con el convencimiento activo de que tal proceso
es deseable.
Para ello deben darse dos condiciones:
-En primer lugar, la mayoría de la sociedad debe estar convencida de que el objetivo a alcanzar permitirá resolver los problemas que afrontamos y obtener un resultado socialmente satisfactorio.
-En segundo término, las cargas del sacrificio deben distribuirse de forma equitativa.
Solo si se dan estas dos condiciones, existirá el entorno
social apropiado para asegurar el éxito de las medidas a adoptar. Nos hemos
referido en parte ya a ello al examinar los escenarios hipotéticos que teníamos
delante, al descartar el de la salida del euro y la devaluación, siempre que la
alternativa escogida ofrezca esperanzas razonables de éxito. En caso contrario,
no hay que extrañarse que ante el anuncio de un destino fatal, la sociedad
prefiera intentar cualquier cosa, por
alocada que parezca.
Es por ello que los
factores políticos y de modelo de sociedad resultan determinantes, y que sin
ellos es difícil la salida de la crisis. En este sentido, resulta
conveniente acentuar dos aspectos específicos:
-Primero. Este objetivo debe incluir, como parte esencial
del mismo, el modelo social resultante, es decir un acuerdo básico sobre la
distribución de la renta que se considera socialmente deseable (a la Rawls, si se
quiere), lo que comporta un gran compromiso
sobre Estado de bienestar y fiscalidad. Sabiendo
que éste no es un juego de suma cero, sino que existe un capital neto positivo,
porque las sociedades donde existen menores
desigualdades son más prósperas y competitivas. Además, en los años del
boom las desigualdades aumentaron, y solo la existencia de niveles muy elevados
de endeudamiento, en parte soportados por un efecto riqueza que ahora se ha
desmoronado, permitieron a los sectores más humildes de la sociedad mantener
niveles de gasto artificialmente altos.
-Segundo. Para alcanzar el propósito señalado es
imprescindible introducir el
factor intertemporal. Y ello porque la distribución de los esfuerzos
requeridos para llevar a cabo el proceso de recuperación de la competitividad
(que incide de forma esencial en los costes laborales unitarios), recae en sus
etapas iniciales en los asalariados, los parados y, en definitiva, en los
sectores más débiles de la sociedad, y los
menos responsables de la
crítica situación de la economía. Un resultado inaceptable en términos de
justicia, socialmente intolerable y contraproducente económicamente. Es
preciso, por tanto, sellar un compromiso firme sobre el resultado final del
proceso en términos de distribución de la renta, escalonando temporalmente
costes y beneficios, de tal manera que aquéllos
que hoy se llevan la peor parte, vean más que compensado este esfuerzo en los
siguientes períodos temporales.
Referencias
CESifo FORUM
(2012).- The european balance of payments crisis, Volumen 13, número especial,
enero.
EUROPEAN
COMMISSION (2009).- Impact of the current financial and economic crisis on
potential output, European Economy Occasional Paper Nº 49,jJunio 2010.
ESTRADA, A.; F. JIMENO y J.L. MALO DE MOLINA (2009).- “The
performance of the spanish economy in EMU: the first ten years” en F. J. JIMENO
(ed), Spain and the Euro: the first ten years, Banco de España
FRAILE IZQUIERDO, A. y C. MARTÍNEZ CARRASCAL (2010).- El
endeudamiento de las sociedades no financieras españolas. Evolución temporal y
comparación con el área del euro, Boletín Económico, Banco de España.
INTERNATIONAL
MONETARY FUND (2012).- Dealing with household debt , World Economic Outlook,
capítulo 3, abril.
JAUMOTTE, F.
y P. SODSRIWIBOON (2010).- Current account imbalances in the southern Euro
Area, IMF Working Paper, Nº 10/139.
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