En recuerdo de Juan Velarde Fuertes

  

Con Juan Velarde desaparece no un economista, sino un auténtico personaje, casi de novela, cuya personalidad y su obra desbordan los límites de la ciencia lúgubre. Ante todo, D. Juan era un humanista con una visión del orden social, como diría Jacques Rueff, que abarcaba todo y casi todo en un marco analítico coherente y consistente que forjó a lo largo de los años en un proceso de evolución ideológica y teórica de una honestidad y una humildad intelectual extraordinarias.

Pocos economistas españoles han tenido y tienen su erudición, una curiosidad intelectual juvenil que mantuvo toda su vida y dispuesta a poner en cuestión cualquier a priori dogmático y, en teoría indiscutible. Con independencia de sus posicionamiento políticos en su dilatada vida, jamás fue sectario y bajo su protección muchos economistas españoles con ideas radicalmente contrarias a las suyas gozaron de una libertad de crítica y de investigación totales en el ámbito académico.

D. Juan tenía el don de sorprenderse y aprender cuando era ya un economista consagrado y tuvo siempre una apertura de mente que resultaba sorprendente en un mundo, el de la economía española, donde la corrección intelectual era la premisa dominante. A Velarde se le podía plantear cualquier hipótesis, fuera cual fuera su orientación ideológica, que él estaba dispuesto a discutir y debatir con absoluta libertad intelectual. 

Velarde era generoso. Apoyó siempre a los economistas más jóvenes, aunque tuviesen ideas opuestas a las suyas, y a muchos jóvenes nos concedió su soporte cuando iniciábamos nuestras carreras. Cualquier paper, libro, trabajo de los jóvenes generaciones era reseñado por Velarde como si se tratase de la obra de los consagrados. Nunca sintió celos ni animosidad personal hacia nadie, lo que le convierte en una rara Avis entre los profesionales patrios de la ciencia lúgubre. 

Además poseía un extraordinario talento para la divulgación, Era capaz de convertir los complejos temas de la economía en algo entendible por el ciudadano común y escribía una prosa excelente que, por desgracia, ha dejado de ser común entre los economistas. Huía del viejo axioma de Eugenio D´Ors "demasiado claro" para explicar cualquier enrevesada cuestión con una sencillez que sólo es posible para quienes tienen un profundo conocimiento de la economía. 

Fue falangista y defensor de un modelo económico anti capitalista y anti mercado, pero transitó con su modestia y sin alharaca alguna en el tiempo hacia un economista defensor a ultranza de una economía de mercado, del capitalismo competitivo. E hizo eso con una modestia extraordinaria a diferencia de los conversos que intentan sacar partido a su cambio de Fe. Esto refleja con una enorme claridad su limpieza de mente y, sobre todo, su falta de arrogancia y su enorme honestidad. A veces, demasiadas, tenía un extraordinario pudor en expresar su transformación intelectual como los viejos caballeros que hacen el ejercicio de esa virtud un modo de vida. 

D. Juan era además una bella persona. Siempre estaba dispuesto a echar una mano, a prestar consejo. Siempre era posible acudir a Velarde para cualquier cosa y, peor, a cualquier hora. Durante muchos años, ya mayor, iba tieso como un roble, con ese vozarrón que le acompañaba y que en vez de causar miedo generaba una enorme ternura. Hasta su desaparición, D. Juan siempre fue un niño grande, capaz de sorprenderse con cualquier cosa que la pareciese audaz, provocadora, inteligente.  Esa capacidad se sorpresa era sorprendente en un hombre de su edad y de su trayectoria. 

Quienes tuvimos la suerte y el honor de conocerle le vamos a echar mucho de menos. Con Velarde desaparece uno de los titanes de una generación de economistas que transitaron por las turbulentas aguas de la España del siglo XX. Sus amigos le añoraremos y su recuerdo estará siempre con nosotros.

https://www.eleconomista.es/opinion/noticias/12135416/02/23/Velarde-In-Memoriam.html

Cuando nos deja un español cabal, un sabio de una pieza, un patriota convencido, un ciudadano ejemplar, como en su larga y fructuosa vida fue Don Juan Velarde, es forzoso recordar la vida que vivimos con él, la suerte de haberlo conocido, el azar de encontrarlo, las horas felices que vivimos al acaso y ahora vemos como privilegio. Por ejemplo, una cena en Asturias, con familiares y amigos, en la que repetimos arroz con leche, porque don Juan, perito en dulces de convento, debía comprobar el punto de canela.

Compartíamos entonces "el trabajo gustoso" de que habla Juan Ramón Jiménez, la aventura radiofónica de llevar la economía a un público mayoritario y en un horario y radio comerciales. En "La Linterna de la economía", los grandes maestros eran Velarde, Barea, que nos dejó antes, y Raga, que escribe en LD un sentido epitafio a la memoria de su maestro y amigo. ¿Y de quién no lo ha sido ese bibliocurioso, archivo de largueza? Así lo recuerda Mikel Buesa, que heredó su cátedra y dialogó con él, ya que se negaba a presumir de sí mismo, en un libro biográfico. Así lo evoca Vicente Boceta, al crear la fundación Diego de Covarrubias, dedicada al estudio de la relación entre la economía de mercado y el catolicismo, los dos pilares de la Escuela de Salamanca y los dos amores de Velarde, golosinas aparte: el de la Tierra y el del Cielo. Y así lo reconoce Rotellar, de una generación para la que Velarde ha sido maestro indiscutible.

El privilegio de elegir maestros cuando los hay

Pero no siempre lo fue. Desde luego, no lo era cuando, hace casi un cuarto de siglo, yo tuve la audacia, la COPE la paciencia, y muchos la sorpresa de ver cómo tres generaciones -de Dieter a Barea, pasando por Recarte y Cabrillo, entre otros- sacábamos adelante una hora diaria de economía ("para todos", como aún recuerda Carmen Tomás) rentable y entretenida. La razón técnica es que nadie presumía académicamente, citando a mengano o zutano, si no venía muy a cuento, y explicaban la "ciencia lúgubre" del modo más claro y sencillo, para que el oyente común lo entendiera. Y la razón intelectual es que todos coincidíamos en la defensa de la economía de mercado y de la absoluta necesidad de la honradez en la cosa pública. Según la noticia del día, había diferencias o matices, pero coincidíamos en lo esencial: la necesaria honradez para servir a una causa mayor: España

En aquella época reinaba Luis Ángel Rojo en la cátedra y la política, y en la radio organizamos la resistencia ilustrada a aquella tiranía, amable y culta al lado de los pollinos y pollinas actuales, pero tiranía al fin y al cabo. Y Velarde, como recuerda Lorenzo Bernaldo de Quirós en su magnífico artículo, era el modelo del economista honrado que había evolucionado del falangismo juvenil al liberalismo, pasando aprisa por la socialdemocracia. Si su generosidad académica ayudó a la boga de demasiados izquierdistas, no siempre honrados, Don Juan, representaba, en su persona y su conducta, todo lo contrario: la honradez de reconocer siempre la realidad por encima de la doctrina, para cumplir el fin último de ayudar a su país. Recuerdo que Recarte, mi guía indispensable para acercarme al pensamiento económico liberal y para conformar tertulias coherentes en la radio, hacía la misma valoración de Velarde que ahora Bernaldo de Quirós: era sabio y era de fiar.

Vacunado de la economía marxista, por lo mismo que de la política, yo había llegado a la conclusión de que a la política como a la economía sólo se llega desde la ética. Milei insiste en que la lucha contra las malas artes socialistas, que tiene en el peronismo archivo zoológico, debe ser, sobre todo, moral. Esa idea es hoy tan importante como siempre y más necesaria que nunca. Y la evolución de Velarde y otros intelectuales del primer franquismo, tan intervencionista, se debe al contraste de las ideas supuestamente salvíficas con los hechos, y a obedecer al principio ético que lleva a revisar lo teóricamente bueno si se prueba que su efecto es malo. No se puede sostener moralmente una idea que esclaviza y arruina a la gente.

Por eso, Velarde defendió la anulación de la fórmula "nacional sindicalismo" frente a Areilza y otros azules que consideraban llevar el cambio demasiado lejos. Porque en 1957 estaba claro que la economía de guerra tras el final de la contienda surtía efectos contrarios a los que pretendía el nuevo régimen. De ahí el Plan de Estabilización de 1959 y los Planes de Desarrollo que en apenas una década llevaron a España al mayor salto económico de su historia. El respeto a los mercados fue la llave maestra.

Dos libros, entre tantos, de Juan Velarde

La enseñanza pública era la invisible clave de bóveda del proyecto desarrollista. Era meritocrática y abierta a los más pobres con un sistema amplio pero exigente de becas. Cientos de miles de niños de las regiones más apartadas, no tan vacías como hoy, pudimos acceder, a partir de los diez años, a la educación media y superior de extraordinaria calidad. Y la asignatura de Formación del Espíritu nacional, que hoy se creerá carril de adoctrinamiento totalitario, tampoco lo era. A los once años yo descubrí la poesía en un poema de Antonio Machado recogido en "Vela y Ancla", de Eugenio Frutos. Y a los dieciséis, en sexto, la economía en el de Velarde y Fuentes Quintana. ¿Cómo no querer comprobar, veinte años después, si podía seguir aprendiendo del aquel autor que estudié en el bachillerato? Y tuve esa suerte, que hoy considero un gesto amable del destino.

Casi olvidado el manual, un día tropecé en un remate del VIPS con El libertino y el nacimiento del capitalismo, su discurso de entrada en la Academia de Ciencias Morales y políticas, y ahí se produjo mi definitivo descubrimiento de Velarde y lo que me llevó a querer ficharlo para la radio. También para Gabriel Albiac, a quien hace algún tiempo que no veo, y con el que trabó gran amistad. Un antiguo falangista y un comunista spinoziano en la radio de los obispos: un milagro inimaginable en la España actual, en la que el sectarismo más atroz no disimula la burricie instalada en el Poder. Si Sánchez lee los Cien Años de economía española de Don Juan, perece.

Tamames y una moción de censura patriótica

Uno de los izquierdistas favorecidos por la generosidad de Don Juan fue Ramón Tamames, que tras haber podido serlo todo en el PCE y dejar la política ha ido evolucionando en su idea de la historia de España, como en su libro sobre la economía durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, modelo de intervencionismo precoz y relativamente indoloro o no ruinoso que llevó a cabo José Calvo Sotelo, asesinado en 1936 por los comunistas. Estas paradojas no son sino reencuentros de los españoles con su historia.

Y por una de esas paradojas españolas, hete aquí que Tamames, una generación más joven que Don Juan (Ortega cifraba en dieciséis años la distancia generacional) es noticia de actualidad por la posibilidad de que encabece la moción de censura contra Sánchez artillada por Vox. Cuando supe de la ocurrencia de su ex-compañero de celda antifranquista Sánchez Dragó me pareció digna del genio disparatado de Giménez Caballero. Sin embargo, siendo Velarde nonagenario, ¿alguien duda de que hubiera hecho un gran discurso contra este tirano que va camino de destruir España?

¿Por qué, pues, no puede hacer Tamames un discurso que empiece con el elogio a los maestros que, como Velarde, limaron un pasado lleno de aristas y con honradez intelectual y patriotismo generoso, dieron el mejor ejemplo a las futuras generaciones de españoles? Nuestro ya inolvidable Don Juan mantuvo hasta la misma víspera de su fatal caída la producción intelectual. Rotellar ha revelado en LD que dejó escrita la última lección para sus discípulos del Centro de Estudios Superiores Cardenal Cisneros. Noventa y cinco años tenía. A su lado, Tamames es un pipiolo. La mayor urgencia nacional es evitar que el sectarismo necio aplaste la actividad intelectual. Y qué mejor referente, ya inolvidable, de ese preciso afán de sinceridad que la vida y la pasión española de Don Juan Velarde Fuertes, amigo entre los amigos, maestro entre los maestros.

l sol de invierno es siempre el mejor amparo frente al frío en los primeros días de febrero. Caía aquella mañana de punta en uno de esos días azules. Hacía sombra un enorme ciprés junto a la tumba y una piedra con forma de dolmen se erigía al lado de una cruz oxidada.

Tras las tapias blancas de aquel camposanto pequeño una enorme encina parecía el mundo preguntando desde fuera. Sólo se oía el chirriar metálico que produce el mármol contra el granito cuando se cubre el hueco de la sepultura.

Descansaba en paz don Juan Velarde Fuertes. La primera promoción de Economía a quienes sucedieron después generaciones de economistas que admiraron a Velarde como a uno de sus mejores maestros. Un grupo de profesores acompañamos a la familia tras el coche fúnebre repleto de coronas y sobre la que pude ver aquella que lucía más clara: Colegio de Economistas. Se iba su andar despacio pero quedaba para siempre vivo en nuestra memoria su recuerdo, su erudición y su sabiduría. 

Dos vicepresidentes de Gobierno, ministros y, sobre todo, profesores agradecidos a su inmenso saber, a su generosidad infinita y a su grandeza humilde. Javier Morillas, quien me impartió las Estructuras -la Mundial y la de España-, me lo presentó siendo su alumno hace ahora cuarenta años. Luego disfruté de don Juan -a quien nunca dejé de hablar de usted-, siendo uno de mis profesores de los cursos de doctorado en la Facultad de Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid.

–"¿Por qué no investigamos, Carmona, la figura de don Pedro Gual Villalví?", me dijo. Corrí con mis veintipocos años, no sin cierto complejo, a descubrir quién era aquel economista del que don Juan me había pedido hacer un breve y útil relato. "El último proteccionista", me atreví a espetarle al profesor Velarde tras conocer que había sido ministro sin cartera en los años que cabalgan entre la década de los cincuenta y los sesenta.

Don Juan Velarde y don Enrique Fuentes Quintana -se ha escrito mucho sobre ello-, defendían desde dentro una mayor liberalización de la economía española, la apertura hacia el exterior y la estabilización de sus desequlibrios desde la temperancia y la moderación.

Sus palabras hacia mí siempre que nos veíamos, que aquella mañana del sepelio me había de recordar su hija, me las guardo para llevármelas siempre escritas en mi corazón. En unos tiempos en los que la verdad deja de ser categoría política condenada por el sufragio, admiro a esos hombres fuertes y seguros que señalaron el camino hacia la España que aún disfrutamos.

Austero en sus planteamientos, defensor de la transparencia y el rigor de las cuentas públicas, hizo de su carrera académica y profesional un ejemplo donde mirarse generaciones enteras que hemos heredado de él sólo una pequeña parte de su caudal inmenso. Cuando nos hablaba, comenzaba siempre remontándose a los antecedentes de lo que estuviéramos analizando y, salpicado de anécdotas, coronaba los finales con conclusiones ciertas apoyadas en contrastaciones científicas de un rigor intachable.

Es el fruto de ser un gran estudioso del cuerpo económico y del alma de una sociedad en tiempos convulsos que él supo iluminar. Primera generación de la carrera de Economía en el país de Jovellanos, que también él mismo nos trataba de recordar, no sin la vehemencia del paisano y la pasión de la inteligencia.

Premio Extraordinario, número uno de las oposiciones al Cuerpo Nacional de Inspectores de Trabajo, desde sus opiniones como responsable de la Sección de Economía del diario Arriba trató de defender, como digo, una España más abierta. Catedrático de Estructura Económica de la Universidad de Barcelona y, más tarde, de la Complutense de Madrid. Consejero del Tribunal de Cuentas y tantos quehaceres que no caben en este breve recuerdo de aquella mañana de febrero.

Fue presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, presidente de la Real Sociedad Geográfica, vicepresidente de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, y miembro de numerosas academias y consejos desde los que siempre se le admiró.

Al volver a la casa de mi madre, lo primero que hice fue buscar en mi biblioteca sus obras: sobre Joaquín Costa, sobre Flores de Lemus, sobre los economistas españoles, sobre la decadencia de la economía española entonces. Tanta erudición permanecía intacta en aquellos libros y en nuestra memoria y, ni la tierra, ni el tiempo, podrán borrarla.

Fue un sábado de febrero entre el sigiloso frío de una mañana sin nubes cuando acompañamos a la familia, a mi amigo y su hijo Miguel, a su esposa querida, a toda su familia, a despedir a uno de los grandes, a uno de los nuestros.

Y mientras, el silencio helado me recordó aquel poema de Machado que decía… el agua de la fuente,/ resbala, corre y sueña,/ lamiendo casi muda,/ la verdinosa piedra.

Caía sobre nosotros un sol de invierno.

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Juan Velarde, un maestro por encima de los sectarismos ideológicos

El economista asturiano, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1992, fallece en Madrid a los 95 años

Nos ha dejado Juan Velarde con 95 años. Cuando se culmina el camino que conduce inexorablemente al final, se avivan los recuerdos de quienes merecen ser recordados. Un camino que transitamos sin ser conscientes de nuestro propio envejecimiento, ni de su cierto destino. Mi primer recuerdo de Juan Velarde es una vehemente regañina con motivo de la perturbadora cháchara de los alumnos en su clase (Caserón de San Bernardo): “Cállense y no molesten. Son ustedes unos privilegiados. Con sus edades, muchos españoles realizan duros trabajos en la agricultura, mientras que ustedes están aquí cómodamente sentados”. Han pasado seis décadas, pero todavía y a menudo, rememoro aquel justificadísimo reproche.

Le debo (acompañándolo como ayudante) haberme pedido sobre la marcha proseguir la clase que él estaba dando ante un pasajero desfallecimiento frecuente, entonces, en él. No le pareció mal cómo salí del paso, súbitamente, en su presencia. Fue el despegue de mi carrera docente.

Juan Velarde comienza el bachillerato en Luarca en 1936 y lo termina en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid con premio extraordinario. Forma parte de la primera promoción de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid donde se doctora con premio extraordinario. Con 22 años colabora con la revista universitaria del SEU La Hora, ya sin las remembranzas militares de su antecesora Alférez. La Hora de tono crítico, editada por el partido único de la Falange, agrupó a un conjunto de jóvenes intelectuales de la Universidad de Madrid. (Nota chocante: Ausencia de mención al general Franco e intento de recuperación de la figura de Ortega y Gasset). Columnista, desde sus comienzos, como director de la sección de economía del diario Arriba (habitualmente crítica con la situación imperante) periódico por el que, curiosamente, también pasaría una variada muestra de españoles desde Forges, Máximo o Perich a Enrique Fuentes Quintana, Camilo José Cela o Eugenio D’Ors.

En 1951 ingresa por oposición, en la que obtuvo el número uno, en el cuerpo de Inspección de Trabajo. Catedrático de Estructura Económica en 1960, en Barcelona, y posteriormente en la Universidad Complutense de Madrid. Fue secretario general técnico del Ministerio de Planificación del Desarrollo en 1973 y del Ministerio de Educación en 1974. Fundador, en 1975, de la Unión del Pueblo Español que formaría parte de Alianza Popular, posteriormente Partido Popular que, en 1991, lo propondría como Consejero del Tribunal de Cuentas.

En 1978 es elegido académico de número de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la que fue presidente. Doctor honoris causa de las universidades de Alicante, Oviedo, Pontificia, Valladolid, Sevilla y UNED. Ha recibido los premios Nacional de Literatura de Ensayo, Rey Jaime I a la Economía, Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y Rey Juan Carlos de Economía.

En su magisterio, nos acogió a muy distintos discípulos de diferentes ideologías: desde Ramón Tamames, entonces miembro del Comité Central del Partido Comunista, a Santiago Roldán o Juan Muñoz (significados miembros del PSOE).

Escritor prolífico y conferenciante entusiasta de vasta cultura y privilegiada memoria. Siempre me pareció que escribía y hablaba en relieve. Ha sido la suya una trayectoria dilatada presidida por un espíritu de libertad y curiosidad intelectual, dedicada al estudio de la economía mundial y de España, completamente ajena a cualquier sectarismo.

La cercanía de su muerte, inevitablemente, hace patente la vecindad de la propia. Yo, también quiero creer que ha pasado a una vida mejor.

José B. Terceiro es economista, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia Española. 

https://elpais.com/economia/2023-02-04/juan-velarde-un-maestro-por-encima-de-los-sectarismos-ideologicos.html

    Premios, honores y condecoraciones

    Obra

  • Sobre la decadencia económica española, (1951)
  • La economía española en unas pocas manos (1953)
  • Política económica (1959), con E Fuentes Quintana.
  • Algunos aspectos de la economía española vistos a través de la tabla input-output de 1954 (1960)
  • Flores de Lemus ante la economía española (1961)
  • La dimensión de la explotación industrial de España (1961)
  • Sobre la decadencia económica de España, (1967)
  • Política económica, (1967)
  • Política económica de la dictadura, (1968)
  • Lecturas de economía española, (1969)
  • Lecciones de estructura e instituciones económicas de España (1969)
  • Un aspecto del problema de la inversión de capitales extranjeros en España: el asunto Montana (1968)
  • Gibraltar y su campo: una economía deprimida (1970)
  • España ante la socialización económica: una primera aproximación (1970)
  • El nacionalsindicalismo, cuarenta años después: (análisis crítico) (1972)
  • Introducción a la historia del pensamiento económico español en el siglo XX (1974)
  • Las inversiones privadas extranjeras en España en el periodo 1960-1970 (1975)
  • La larga contienda sobre la economía liberal. ¿Preludio del capitalismo o de la socialización?, (1978)
  • Economía y sociedad de la transición (1978)
  • Acerca de las aportaciones económicas de Valentín Andrés Álvarez (1980)
  • El libertino y el nacimiento del capitalismo (1981)
  • El impacto de la crisis económica en el mundo actual (1982)
  • Avances científico-tecnológicos y progreso económico español: un reto para el futuro (1985)
  • Joaquín Costa (1987)
  • El tercer viraje de la Seguridad Social en España. Aportaciones para una reforma desde la perspectiva del gasto (1990=
  • Economistas españoles contemporáneos (1990)
  • La Compañía de Jesús y la reforma de la economía española: (del Padre Luis Coloma al Padre Sisinio Nevares) (1993)
  • Los años en que no se escuchó a Casandra o El fracaso de la expansión de 1985 a 1992 (1993)
  • Historia de la economía asturiana (1994)
  • Los años perdidos: crítica sobre la política económica española de 1982 a 1995 (1996)
  • España en la Unión Europea: balance de un decenio (1996)
  • Hacia otra economía española (1996)
  • Perspectivas del 98, un siglo después, (1997)
  • La escuela de economistas de Madrid y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, (1999)
  • Castilla y León ante el 98 (1999)
  • El estado del bienestar (1999)
  • Historia de un esfuerzo colectivo 1900-2000
  • Algunas cuestiones clave para el siglo XXI (2000)
  • El futuro de la economía española : el modelo Aznar-Rato va a más (2000)
  • Fraga o El intelectual y la política: una visión desde la economía (2001)
  • La economía española en el siglo XX. Estudios Económicos de Desarrollo Internacional (2001)
  • Manuel Azaña, (2003)
  • Del realismo moderado de Santo Tomás de Aquino a la evolución de la doctrina social de la Iglesia: un homenaje a Colin Clark (2003)
  • José Antonio y la economía (2004)
  • La economía española ante el siglo XXI (2005)
  • España ante la socialización económica: una aproximación con complementos y sin descargo de conciencia (2005)
  • El libertino y el nacimiento del capitalismo. La Esfera de los Libros S.L. 2006. ISBN 978-84-9734-494-4.
  • Tres sucesivos dirigentes políticos conservadores y la economía, (2007)
  • Las sociedades científicas españolas, (2007)
  • La economía iberoamericana como drama e ilusión, (2008)
  • Antonio Bermúdez Cañete: periodista, economista y político. Actas. 2008. ISBN 978-84-9739-067-5.
  • Cien años de economía española. Ediciones Encuentro. 2009. ISBN 978-84-7490-960-9.
  • Lo que hay que hacer con urgencia, (2011)
  • Principales aspectos de la economía energética española, (2013)
  • Juan Velarde. Testigo del gran cambio. Conversaciones con Mikel Buesa y Thomas Baumert. Ediciones Encuentro. 2016. ISBN 978-84-9055-134-9.

 https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Velarde_Fuertes

- Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/opinion/2023-02-05/federico-jimenez-losantos-don-juan-velarde-o-la-honradez-nacional-6982781/

 Recuerdo de Juan Velarde Fuertes

Jose Molero catedratico universidad complutense de Madrid

https://ucm.on.worldcat.org/oclc/1024662082

https://www.linkedin.com/feed/update/urn:li:activity:7028279970334400512/

Juan Velarde es uno de los economistas más brillantes de la historia de España. A sus 94 años, mantiene una actividad envidiable y una cabeza perfectamente en orden para analizar la realidad económica española. Su gran pasión ha sido la enseñanza, que ha ejercido desde la cátedra de la Universidad Complutense y de Barcelona. También ha sido consejero del Tribunal de Cuentas.

  • https://articulosclaves.blogspot.com/2021/10/diez-economistas-examinan-espana-v-juan.html

  • https://articulosclaves.blogspot.com/2010/05/el-problema-economico-y-su-solucion.html

 Del autor

 In defense of #Globalization by Harold James in@IMFNews

 

 In defense of #Globalization by Harold James in@IMFNews

La historia sugiere que el camino para controlar la inflación pasa por más comercio internacional, no por menos.

El repunte actual de la inflación es el resultado de la interacción de las interrupciones de la cadena de suministro con los grandes déficits fiscales. La pandemia, seguida de la invasión rusa de Ucrania, trastornó las cadenas de suministro y produjo escasez. Los países industrializados ricos respondieron a la escasez, las desigualdades y el estrés social con grandes paquetes fiscales. En la espiral subsiguiente, el aumento del gasto generó más demanda, lo que provocó más escasez. Puede seguir otra espiral viciosa. El aumento de los precios de los alimentos y el combustible podría desencadenar descontento, protestas, incluso revoluciones y rupturas gubernamentales en todo el mundo.

La espiral inflacionista puede parecer el presagio de un mundo muy diferente, dividido en bloques competidores que aplican costosas estrategias de "friendhoring", consistentes en dirigir el comercio hacia naciones y regímenes amigos mientras intentan perjudicar a los rivales. Los grandes Estados se replantean los beneficios de la globalización e intentan proteger lo que consideran recursos vitales o estratégicos. Todo ello constituye una receta para congelar el crecimiento económico mundial.
Patrón histórico

Por mucho que la globalización haya sido objeto de ataques últimamente, la historia sugiere que puede ser el objetivo equivocado para renovar la política y que la globalización ofrece un antídoto contra las espirales inflacionistas. Las crisis del hambre de mediados del siglo XIX y las crisis del petróleo de la década de 1970 desencadenaron al principio rondas explosivas de inflación mundial. En ambos casos, las nuevas tecnologías alteraron drásticamente los sistemas de abastecimiento mundial, ampliando la globalización y dando lugar a largos periodos de desinflación. De este modo, la inflación galopante llevó finalmente al mundo a una mayor globalización, en lugar de a una menor, con amplios beneficios.

Es probable que las mismas fuerzas entren en juego hoy en día. El entorno de precios benignos de principios del siglo XXI surgió de una mejor política de los bancos centrales, pero también reflejó la apertura de los mercados mundiales de bienes y de trabajo. Un mercado laboral mundial presionó a la baja los salarios en los países ricos, y los países más pobres querían estabilidad monetaria para poder acceder a los mercados mundiales sin perturbaciones.

Los responsables políticos y los académicos identificaron la relación entre la globalización y una transición hacia una inflación baja en todo el mundo, primero en los países industriales ricos, luego en los mercados emergentes asiáticos y, finalmente, incluso en América Latina, donde la inflación había sido una forma de vida. En 2005, el entonces Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, argumentó que la globalización y la innovación eran "elementos esenciales de cualquier paradigma capaz de explicar los acontecimientos de los últimos 10 años", o lo que se denominó la Gran Moderación. Ya en 2021, el actual presidente de la Fed, Jay Powell, se refirió a "fuerzas desinflacionistas sostenidas, incluyendo la tecnología, la globalización y quizás factores demográficos".

History suggests the path to taming inflation is through more international trade—not less

Today’s surge in inflation grows out of the interplay of supply chain disruptions with large fiscal deficits. The pandemic, followed by Russia’s invasion of Ukraine, upended supply chains and produced scarcities. Rich industrial countries responded to the shortages, inequalities, and social stress with large fiscal packages. In the ensuing spiral, increased spending led to more demand, which led to more shortfalls. Another vicious spiral may follow. Rising food and fuel prices could spark discontent, protests, even revolutions and government breakdowns around the world.

The inflationary spiral may appear to herald a quite different world, split into competing blocs that pursue costly “friendshoring” strategies of steering trade to friendly nations and regimes while attempting to hobble rivals. Large states rethink the benefits of globalization and attempt to protect what they see as vital or strategic resources. This adds up to a recipe for freezing global economic growth.

Historical pattern

As much as globalization has come under attack lately, history suggests that it may be the wrong target for renewing policy and that globalization offers an antidote to inflationary spirals. The hunger crises of the mid-19th century and the oil shocks of the 1970s at first ignited explosive rounds of worldwide inflation. In both cases, new technologies dramatically altered global supply systems, expanding globalization and leading to lengthy periods of disinflation. Thus, rampant inflation eventually drove the world to more rather than less globalization, with broad benefits.

The same forces are likely to come into play today. The benign price environment of the early 21st century grew out of better central bank policy but also reflected the opening of world goods and labor markets. A global labor market pressed wages down in rich countries, and poorer countries wanted monetary stability so they could access global markets without disruption.

Policymakers and academics identified the relationship between globalization and a transition to low inflation around the world, first in rich industrial countries, then in Asian emerging markets, and ultimately even in Latin America, where inflation had been a way of life. In 2005, then-Federal Reserve Chairman Alan Greenspan argued that globalization and innovation were “essential elements of any paradigm capable of explaining the events of the past 10 years,” or what was termed the Great Moderation. As late as 2021, today’s Fed chairman, Jay Powell, referred to “sustained disinflationary forces, including technology, globalization and perhaps demographic factors.”

There is a historical pattern of globalization driving disinflation. What is usually thought of as the first age of modern globalization began in the middle of the 19th century with the hunger crises. It was interrupted by World War I, followed by the Great Depression. Eventually, a new style of globalization took off in the 1970s. Both turning points—in the 1840s and 1850s and in the 1970s—started with shortages and inflationary surges (see Charts 1 and 2).

Brown Inflation

Inflation, Globalization

Transformational technologies

In both cases, technological breakthroughs in transportation then drove an innovative globalization. It was the steam engine that opened up continents with railroads and oceans with steamships. Following the 1970s, the shipping container sharply reduced the cost of transporting goods. The actual inventions occurred substantially earlier. Matthew Boulton and James Watt were building operational steam engines in the 1770s, and the first container ship was launched in 1931.

It took a dramatic shock in each case to turn intriguing ideas into transformational technologies: the hunger crises of the mid-19th century and then the oil price surges in the 1970s. It was disruption caused by big price increases that created the circumstances to realize the transformative power of the innovations. The big payoff came only through conditions of shortage.

The widespread adoption of innovation depended on policy choices, starting with the removal of impediments to commerce. Revolutions in government meant that public authorities took on many more tasks concerned with managing the economy, including guiding the course of trade liberalization and writing legislation that revolutionized the course of enterprise. In the 19th century, business was reshaped through new corporate forms, including the limited liability joint stock company and universal banks that mobilized capital in innovative ways. The combination of new gold supplies and banking innovation produced monetary and price surges.

Price stability and monetary order returned and brought a consensus around a stable and internationally applicable monetary framework as countries sought a mechanism that would allow them to attract capital inflows or to globalize further. In the 19th century, that was the gold standard. In the late 20th century, it was modern inflation targeting on the part of central banks. The new vision that followed involved monetary stabilization and a refocusing of government on core tasks.

Is it realistic to expect a repeat of the same dynamic today? Historically, the initial response to a threatening volatility is to run in the opposite direction and look for more self-sufficiency. That course, however, is rarely successful. It increases costs and fuels inflation. It makes attractive solutions harder to implement. Especially the questions of institutional design—how to write new corporate legislation, run public procurement, operate new financial systems—have no easy answers. Breakthrough technologies require substantial learning, where the experience of other countries is invaluable.

Political fallout

In the midst of the previous transitions, few people felt comfortable. There was instability. In the mid-19th century, governments were overthrown around the world, and it was not immediately obvious that the successors were better, more competent, or more effective. They needed to learn. In the 1970s, there was widespread, corrosive doubt about the viability of democracy. The world went through the contemplation of similarly complex, multiple crises as today. But there was a way out. Societies, voters, and consequently also political leaders start to make comparisons with adjustments and experiments elsewhere. In the mid-19th century and also in the 1970s, it soon became clear that governments that did not open to the world performed worse.

There are already signs of today’s learning process. The UK, by fluke of its political system, began a process of political, regulatory, and economic disengagement in 2016 with the Brexit vote. By 2022 the costs were much more apparent, and the radical alternative of trying to push independent growth failed abysmally in the short-lived government of Prime Minister Liz Truss. The UK became a poster child for what not to do. Populist anti-globalization movements across Europe that were initially attracted by the allure of an anti-EU stance quickly retreated.

Today there are rising protests against autocracies and democracies alike. A common theme is discontent with existing ways of managing pandemics, wars, and even information technology.

At the same time, we can see the new technologies that will produce better growth and a superior capacity to tackle the wide range of contemporary issues—health, energy policy, climate, and even security. They all require cross-border action and coordination. The equivalents to the steam engine or the container ship are scientific breakthroughs that already exist. The messenger RNA vaccine, for example, had been under slow development since the 1990s, mostly as an answer to rare tropical diseases. Then its use against COVID provided a model, and now applications for the treatment of other diseases, chiefly cancers, follow.

The ‘real’ inflation reduction act

Similarly, the technical possibilities of remote medicine or education were there well before the pandemic. Under pressure of necessity, their application quickly became commonplace and set off a revolution that might make for broader and cheaper access. Remote working—also across political frontiers—is the equivalent of communications revolutions of the past. The application of information technology means we can communicate more while physically moving less.

An initial globalization centered around the Industrial Revolution saw the exchange of manufactured goods from a few countries for commodities from many in the rest of the world. The 1970s created globalization through increasingly complex supply chains. The current crises are generating a different sort of globalization, shaped by information flows. There will be marked contrasts in the competence with which societies respond to the new data revolution. Today’s globalization dynamic has the potential to create a revolution of system optimization, making the result of prior technical change cheaper and more accessible. In that sense, it is globalization that constitutes the real Inflation Reduction Act.

HAROLD JAMES is a professor of history and international affairs at Princeton University and IMF historian. 

https://www.imf.org/en/Publications/fandd/issues/2023/03/in-defense-of-globalization-harold-james?utm_medium=email&utm_source=govdelivery

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