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El
flujo metabólico y otros conceptos procedentes de la ecología y la
termodinámica ayudan a valorar si un sistema económico es o no viable.
Jesús Ramos Martín
Centrada solo en los mercados y el intercambio comercial, la economía
imperante vive a espaldas de los límites que imponen los recursos del
planeta.
Esta pérdida de contacto con la base material del proceso económico
impide explicar el origen de algunos de nuestros problemas más graves y
plantear alternativas viables.
Mediante conceptos procedentes de la ecología y la termodinámica, la
economía biofísica ofrece una visión más completa del proceso económico y
arroja luz sobre la crisis actual.
La crisis económica actual está poniendo de manifiesto las
dificultades que tiene la ciencia económica para explicar procesos para
los que en teoría debería ofrecer respuestas, como el desempleo crónico,
la inflación o el crecimiento económico. Tanto los análisis que venimos
observando últimamente, como las medidas de política económica que se
recomiendan, parecen fallar de forma sistemática, para asombro no solo
del público general, sino también de los propios economistas, que ven
cómo las recetas que aprendieron en las facultades no funcionan.
El problema fundamental radica en que la ciencia económica
predominante ha perdido el contacto con la base material del proceso
económico; se ha centrado, casi de forma exclusiva, en analizar el
funcionamiento de los mercados y el intercambio comercial. Esta visión
se muestra incapaz de explicar el origen de algunos de nuestros
problemas más graves y de ofrecer alternativas en términos de políticas
públicas. Pone énfasis en el aumento de la producción económica
(crecimiento) sin considerar la finalidad ni los costes del mismo.
Olvida, pues, que el objeto del proceso económico no debe ser el aumento
de la producción per se, sino la mejora en el disfrute de la vida. El
fin de una economía corresponde a la reproducción de la sociedad, de los
seres humanos, de su cultura y de sus instituciones; para ello se
necesita una serie de bienes y servicios, que se producen mediante la
aplicación de trabajo humano y conocimiento a unos recursos naturales.
La economía predominante ha dejado de lado el análisis de elementos
tan importantes como el tiempo (duración) y la escala (tamaño) de las
economías, así como el funcionamiento de las mismas mediante la
transformación de energía y recursos materiales. Ha ignorado, pues, el
análisis de los flujos metabólicos, o metabolismo, de las sociedades.
Algunas cuestiones clave no respondidas por esta visión económica
centrada en los mercados son la función de los recursos naturales (y, en
particular, la energía), la imposibilidad de mantener un crecimiento
infinito o la paradoja del aumento en la eficiencia en el uso de los
recursos.
Crisis de oferta y crisis de demanda. ¿Caso único?
"La crisis actual es más compleja. Viene por el lado de la
demanda y por el de la oferta. Hay que evitar que las empresas cierren
por falta de liquidez. Hay que dar cobertura de ingresos a los empleados
desde el primer día en que queden temporalmente sin trabajo" A.Costas 13/03/2020
.
1-Los precios bajan por sexto mes y hunden más a España en la deflación
Los precios en España siguen hundidos y en septiembre, por sexto mes
consecutivo, bajaron con respecto al mismo periodo del año pasado. Según
los datos adelantados este martes por el INE, el IPC anual se situó en el -0,4% y ahondó en la deflación en la que ha caído España como consecuencia de la crisis del coronavirus.
El INE apenas ofrece datos por productos y servicios con el IPC
adelantado, pues todavía no ha terminado el mes. Pero sí señala como
clave la bajada de los precios de los carburantes, que hace un año
subían. El IPC armonizado, que es el mismo para todos los países de la
Unión Europea, fue dos décimas inferior, del -0,6%.
La evolución mensual de los precios, en cambio, fue algo positiva, si
bien en ella intervienen factores estacionales. El IPC avanzó dos
décimas con respecto a agosto (0,2%), mientras que el IPCA se mantuvo
idéntico al del mes anterior.
Lo que explica este ligero avance, según el INE, es la subida de los
precios de la electricidad y que la bajada de los paquetes turísticos
fue inferior a la que se produjo entre septiembre y agosto de 2019. La
inusual temporada vacacional hizo que las empresas del sector no
pudieran subir tanto los precios en los meses de más actividad, por lo
que el fin del verano no los bajaron tanto.
La deflación, consecuencia de la caída económica
La llegada de la pandemia de coronavirus en marzo sumió a España en
una grave crisis sanitaria pero también económica. Como consecuencia del
parón de la actividad que provocó el estado de alarma, entre marzo y
junio, y el confinamiento, la economía española ha caído en recesión en
la primera mitad del año. En el segundo trimestre, el PIB bajó un 17,8% con respecto al primero y un 21,5% interanual. Son los peores datos de toda la serie histórica del INE.
En todas las recesiones, sobre todo si hablamos, como es el caso, de
una de alcance mundial, uno de los productos que suele abaratarse más
rápidamente son los carburantes. El freno de la actividad repercute
inmediatamente en una menor demanda de petróleo, lo que baja su
cotización. Su impacto en los precios es muy grande, pues la dependencia
de los carburantes para el transporte y el funcionamiento de la
industria es muy alta.
En esta crisis sí hemos visto como algunos productos subían, como los
alimentos, por su mayor demanda inicial y porque las empresas
fabricantes y distribuidoras también incrementaron costes por las
medidas de prevención contra la Covid-19. Este fenómeno ha frenado un
descenso de los precios que, de otra forma, habría podido ser muy
superior.
2-La tasa de ahorro de las familias se dispara y puede desembocar en una pésima noticia
El Gran Confinamiento disparó el ahorro de los hogares hasta niveles
históricos entre abril y mayo. La incapacidad para asumir los gastos
habituales y el miedo a la pandemia situó su tasa anual en el 31,1% de
la renta disponible, su valor más alto de toda la serie, iniciada en
1999, muy por encima del anterior máximo alcanzado en la anterior crisis
económica. La capacidad de ahorro incluso subió a pesar del desplome de
la renta disponible, lo que indica que parte de la contención del gasto
fue forzoso. Se espera que en el próximo trimestre, la tasa de ahorro
disminuya, pero está por ver si el ahorro forzoso se convierte en
precautorio, una situación que complicaría la recuperación económica.
La pandemia y el Gran Confinamiento están
provocando importantes anomalías en la economía, como que la capacidad
de ahorro se haya disparado en el segundo trimestre, mientras las rentas
disponibles y los salarios se desploman. Según las Cuentas Trimestrales
no Financieras del INE en el segundo trimestre, periodo que coincide el
confinamiento más duro de la economía y los meses de apertura
progresiva; la renta nacional bruta y la renta nacional disponible bruta
disminuyeron un 17,3% y un 17,6% en términos anuales, mientras la
remuneración de los asalariados se redujo un 14%. Lo normal ante estas
caídas es que las familias pierdan capacidad de ahorro.
Sin embargo,las familias ahorraron más de 60.200 millones de euros,
la cifra más alta de toda la serie histórica y casi el doble que en el
primer trimestre, cuando fue de 36.856 millones. Lo que se traduce en
que la tasa de ahorro se situó en el 31,1%. "Una característica muy
específica de la crisis actual es que, al menos en las economías
avanzadas, los ingresos, protegidos de forma masiva por la política
fiscal, están cayendo mucho menos que el consumo, provocando un ahorro
forzoso", explica el economista jefe de AXA, Gillies Moec. El gasto en
consumo final de los hogares se estima en 133.222 millones de euros, que
supone un descenso del 23,9% respecto al mismo trimestre del año
anterior, prácticamente siete puntos porcentuales por encima de la renta
disponible y diez puntos por encima del descenso de los salarios.
En una crisis de estas características lo normal es que la
destrucción de empleo se hubiera desbocado rápidamente y con ella la
caída de rentas y salarios hubiera sido mucho más pronunciadas, pero las
medidas desplegadas por el Gobierno como los Ertes ha amortiguado
momentáneamente el golpe.
Otra parte del excedente histórico del ahorro es que el consumo fue
limitado por las medidas de contención del virus. El cierre de muchos
comercios, el impacto del teletrabajo o la suspensión de vacaciones por
parte de muchas familias se transformó en ahorro.
En el comienzo de las crisis, lo habitual es que las familias suelen ahorrar por precaución,
por el miedo a perder el empleo o que vean riesgos de garantizar otras
renta como alquileres o dividendos. Esto suele agravar la situación
económica. Las familias consumen menos y se retrasan sus decisiones de
grandes gastos. La crisis económica provocada por el coronavirus se ha
saltado este paso y queda la duda cómo evolucionará el conocido como
ahorro del miedo.
La segunda ola de infecciones en España no hace presagiar nada bueno,
y todo apunta que en el próximo trimestre la tendencia de las familias
será de abrocharse el cinturón. "La alta incertidumbre podría llevar a
los hogares a aumentar sus ahorro por precaución, lo que reduciría el
consumo privado actual y frenaría aún más el crecimiento del PIB",
advertía la pasada semana en su boletín el BCE.
A cierre de 2019, la tasa de ahorro se situó en el 7,4%. El Consejo
General de Economistas vaticinaba en sus últimas previsiones que a final
de año se situaría alrededor del 10%. Implica que en los próximos
trimestres se irá reduciendo la capacidad de ahorro de las familias a
buena velocidad, pero la tasa al 10% supone unos niveles elevados para
España. La última vez que el país registró una cifra parecida fue en
2011, en plena recesión.
Las cuentas de la Administración Pública son las que más sufren
Las
Administraciones Públicas registraron en el segundo trimestre una
necesidad de financiación de 61.589 millones de euros, la mayor en
cualquier trimestre desde que arrancó la serie en 1999. La necesidad de
financiación fue del 13,2% del PIB, en máximo en 21 años.
Este fuerte repunte de la necesidad de financiación de las
Administraciones Públicas, motivado por la crisis sanitaria, se produjo
tras reducirse su renta disponible en un 79,5%, hasta los 9.167 millones
de euros, y aumentar su gasto en consumo en un 5,5%, hasta los 63.875
millones de euros.
Esta circunstancia redujo prácticamente a cero la capacidad de
financiación de la economía española frente al resto del mundo. En
concreto, se situó en 2.144 millones de euros, el 0,9% del PIB, en el
0,2% del PIB, eliminando los efectos estacionales y de calendario.
La crisis es global y simétrica, pero las condiciones iniciales de deuda pública condicionarán la recuperación
España debe cerca de 1.257.818.000 euros.
Las peores previsiones elevan ese nivel de endeudamiento hasta el 120% del PIB.
La propuesta original de la Comisión Europea, que Michel había
mantenido hasta ahora, planteaba 500.000 millones en subvenciones y
250.000 millones en créditos.
El shock sobre la deuda pública será de 20 o 30 puntos de
PIB. Pero la deuda alemana u holandesa subirá hasta el 80%-90% del PIB
mientras la italiana superará el 160% del PIB. Los economistas sabemos
muy poco del fenómeno financiero, pero sí sabemos que los inversores son
procíclicos. En las expansiones tienen exuberancia irracional y
provocan burbujas y en las recesiones se asustan y buscan refugio en los
activos libres de riesgo. La deuda española no es considerada libre de
riesgo, por eso ha sido necesaria la intervención del BCE. Nuestra deuda
acabará próxima al 120% del PIB a finales de 2020.
La
próxima semana la Comisión Europea publicará su escenario de primavera y
el déficit estructural español, el que no depende del ciclo, se situará
por encima del 3% del objetivo del pacto de estabilidad. Los
economistas recomendamos hacer políticas fiscales expansivas en las
recesiones para suavizar el impacto sobre la tasa de paro. Pero eso solo
es posible si el país tiene capacidad de financiar el aumento de la
deuda pública.
España fuera del euro ya estaría solicitando un rescate al FMI. Dentro del euro el BCE compra nuestra deuda pública y mantiene los tipos bajos,
lo cual es una condición necesaria para que una deuda sea sostenible.
Otra condición es aumentar el crecimiento potencial y es necesario
potenciar políticas que lo permitan.
También es condición
necesaria tener un superávit primario, excluyendo el gasto en intereses
de la deuda. El Estado español no tiene superávit primario desde 2007.
Desde entonces España financia gasto corriente con deuda pública, lo
cual es la causa principal de nuestro riesgo de insostenibilidad de la
deuda pública. El Gobierno, esté el partido que esté, tendrá que subir el IVA de nuevo,
que es el impuesto que más capacidad de recaudación tiene. Tendrá que
priorizar nuevos gastos como desempleo, sanitario, pensiones mínimas y
pobreza severa y recortar en otras partidas.
Mi colega de
la Universidad de Alcalá Francisco Comín ha estudiado las crisis de
deuda en España desde 1500. El indicador de alarma es el total de
emisión de deuda entre los ingresos públicos. Este año aumentará hasta
el 65%, el nivel más alto desde Fernando VII, hace 200 años. Cuanto
antes reconozcamos la realidad, antes saldremos de la crisis y
reduciremos la infelicidad que aun así será muy elevada de nuevo.
La deuda pública llegará al 120% del PIB y costará un 1% de avance anual
En estos momentos, las políticas económicas deben encaminarse a dar liquidez al tejido productivo
https://www.facebook.com/datosmacro
https://datosmacro.expansion.com/deuda/espana
España | COVID-19: ¿una crisis de oferta o de demanda?
La caída prevista en el PIB
como consecuencia de la COVID-19 no tendrá parangón histórico. La
disminución en el PIB por población en edad de trabajar en 2020 superará
previsiblemente el 10% respecto a 2019, retrocediendo al nivel de 2015.
Puntos clave
La magnitud de esta caída hace más necesario que nunca una evaluación de los factores que están detrás de esta debacle.
Donde posiblemente surgen las discrepancias es en el tipo de políticas a aplicar durante la recuperación.
España
alcanzará unos niveles de deuda pública sobre PIB cercanos al 120%,
unas tasas de desempleo varios puntos por encima del 13,8% de 2019, y
unas necesidades de gasto superiores.
En
el conjunto del 2020, los factores de oferta y demanda tendrían un peso
similar, aunque con comportamientos diferenciados por trimestres.
En
el primer semestre de 2020, el PIB se contraerá previsiblemente más de
un 20% y la afiliación a la Seguridad Social un 4,9% respecto al cuarto
trimestre de 2019.
La caída prevista en el PIB como consecuencia de la COVID-19 no
tendrá parangón histórico. La disminución en el PIB por población en
edad de trabajar en 2020 superará previsiblemente el 10% respecto a
2019, retrocediendo al nivel de 2015. La magnitud de esta caída hace más
necesario que nunca una evaluación de los factores que están detrás de
esta debacle. Esta crisis ha generado un amplio consenso en cuanto a sus
determinantes y a los canales de propagación. Donde posiblemente surgen
las discrepancias es en el tipo de políticas a aplicar durante la
recuperación. España alcanzará unos niveles de deuda pública sobre PIB
cercanos al 120%, unas tasas de desempleo varios puntos por encima del
13,8% de 2019, y unas necesidades de gasto superiores. Entender la
crisis, sus causas y sus consecuencias es el paso previo y necesario
para el diseño y la evaluación de las políticas económicas a
implementar.
En un estudio reciente de BBVA Research, FEDEA y la Fundación Rafael
del Pino evaluamos la importancia de un amplio conjunto de factores
estructurales que está determinando el comportamiento cíclico de la
economía española durante la crisis de la COVID-19. Para ello se estiman
las principales perturbaciones estructurales que explican la evolución
del crecimiento del PIB por persona en edad de trabajar durante 2019 y
el primer trimestre de 2020 y, lo que es más novedoso, las que
determinarán la recuperación durante los tres trimestres restantes de
este año, en función de las previsiones de BBVA Research.
En
el conjunto del 2020, los factores de oferta y demanda tendrían un peso
similar, aunque con comportamientos diferenciados por trimestres. Los
de demanda representan el 74% de la caída en el segundo trimestre, en el
periodo más intenso del confinamiento, y contribuyen a un 48% de la
caída en el conjunto del año. Por su parte, los factores de oferta
supondrán el 84% del descenso interanual en el tercer trimestre, y
representan el 52% de la contracción durante todo el 2020.
Entre los factores de demanda destaca la aportación negativa de las
perturbaciones de consumo privado y de la demanda de viviendas. Por el
contrario, el impulso del crédito bancario durante el segundo trimestre
de 2020 habría impedido una caída adicional del PIB equivalente a 4,5
puntos porcentuales en su tasa interanual. Durante la crisis de la
COVID-19, los factores de oferta que van a contribuir en mayor medida a
la caída del PIB son la productividad total de los factores (el
crecimiento del PIB no explicado por los inputs de producción) y los
márgenes de precios y salarios, que determinan la distribución de la
renta entre beneficios de las empresas y rentas del trabajo.
Dada la intensidad de los shocks negativos de oferta y su
persistencia, estos resultados plantean la inquietud de que una parte de
estos factores puedan dejar secuelas duraderas o, incluso, permanentes
sobre la actividad y el empleo. Aunque la política fiscal es necesaria a
corto plazo para hacer frente a la crisis de demanda, una salida sólida
de la economía española hace más apremiante que antes de la pandemia la
implementación de reformas estructurales y políticas presupuestarias
para ganar margen fiscal, que nos permitan afrontar con éxito los retos
medioambientales y de la digitalización que ya tenemos encima.
Finalmente, hay que destacar el escaso aumento previsto de la tasa de
desempleo durante la crisis de la COVID-19 en relación a las
anteriores. Hasta 2019, la evidencia para España indica que, en
promedio, por cada punto de variación en la tasa de crecimiento del PIB,
el empleo respondía cerca de 1,1 puntos. En el primer semestre de 2020,
el PIB se contraerá previsiblemente más de un 20% y la afiliación a la
Seguridad Social un 4,9% respecto al cuarto trimestre de 2019. En el
segundo trimestre del año, la tasa de paro habrá sido previsiblemente
similar a la de principios de 2016, lejos de los niveles de paro
alcanzados durante la Gran Recesión. Su evolución futura dependerá de la
capacidad para absorber a los trabajadores actualmente en los ERTE, de
recuperar la productividad por empleado y de las reformas que se
realicen para que la recuperación sea lo más intensa y sostenible
posible.
Porque
bajan los precios? Porque hay deflación? que ocurre en una deflación?
Que es una crisis de oferta y una crisis de demanda ? Que ocurre cunado
se producen al mismo tiempo?
Crisis de demanda es la crisis económica producida por un desequilibrio del mercado que presenta un defecto de demanda, o bien, un exceso de oferta. (Es la causa de la crisis de 1873 y de la crsis del 1929 que llevó a su tratamiento y solución con la política del New Deal
¿Es necesario un new deal verde?
¿Es necesario aplicar modelso de 4- 5 helices?
¿Es necesario una politica industrial europea?
¿Es necesario un federalimos europeo que consiga que Europa sea una area económica optima?
La inflación.
Es como la tensión de la correa con que una persona pasea a su perro.
Una
inflación ligera significa que el perro, la demanda, tira del dueño,
pero éste es capaz de controlarlo. El dueño es, lógicamente, la oferta,
el sistema productivo del país, que es capaz de satisfacer una demanda
creciente de bienes y servicios, adaptándose a ella, aunque ésta siempre
vaya ligeramente por delante.
Una
inflación alta es la tensión que provoca un perro desproporcionadamente
más fuerte que su dueño. O que el dueño es manifiestamente más débil
que el perro. Un sistema productivo notoriamente incapaz de satisfacer
la demanda de bienes y servicios de su población.
La deflación
Pero,
por el contrario, la deflación significa que existe una demanda débil,
muy por debajo de la capacidad productiva del país. Algo así como un
perro viejo o enfermo, del que su dueño debe ir tirando como puede.
-
Si aumenta el ahorro, debe disminuir necesariamente el consumo. Al ser menor el consumo, el ingreso agregado (Y) también se reduce, lo que implica que el de los individuos y/o las familias es menor. Pero, para que el nivel de ahorro (S) sea constante, el consumo (C) ha de ser aún más pequeño.
--
Si
el PIB y la renta crecen más que la inflación, el poder adquisitivo y el
bienestar social crecen también. Una inflación controlada no es
problema en una economía sana.
Ahora
en esta crisis sanitaria ,estamos en una situación inedita, con una
crisis de demanda y una crisis de oferta a la vez....Deflación, caída
brutal del PIB, paro creciente, endeudamiento estatal creciente, mas
ahorro de las familias....un buen cocktel .
La ventaja de esta
crisis diferente es que no se han destruido las estructuras, no ha
colapsado el sistema financiero, la otra ventaja es que en el periodo de confinamiento no existio desabastecimiento en muchos sectores, las dimensiones adecuadas del sector de la alimentación evitaron racionamientos.Si existio roturas de stocks en los sectores que dependian de la entrada diaria de materias primas y productos semiacabados.
Un 75% de expertos cree que el shock de oferta por el coronavirus pasará a ser de demanda
Con datos de 7/03/2020
El gran riesgo de la propagación del coronavirus es si su impacto en
la economía global será transitorio, lastrando el crecimiento solo del
primer trimestre y quizá del segundo, o si marcará un punto de
inflexión; tal vez, incluso, si será el inicio de una recesión en
distintas regiones del mundo. Para que ocurra lo primero, y que tras la
contención venga una recuperación rápida, el shock debería quedarse en
la oferta, en la producción. Debería limitarse a los efectos directos de
una amenaza de pandemia: un frenazo de la producción derivado de los
cierres de fábricas y problemas de stock por las restricciones en el
transporte. La probabilidad de recesión
aumenta si el shock se traslada a la demanda, si los consumidores
comienzan a aplazar sus decisiones de compra y a postergar sus
inversiones y sus necesidades de crédito por la incertidumbre.
El 75% de los expertos encuestados por elEconomista
considera que ocurrirá este último escenario, que el shock de oferta
pasará a ser de demanda, aunque entre las distintas opiniones -han sido
preguntados en total cerca de 20 economistas, gestores y analistas- las
dimensiones de las consecuencias son dispares. Tomando como horquilla
válida el informe del Banco Mundial sobre el impacto desde una pandemia
hasta una gripe moderada, este 2020, se reduciría el crecimiento desde
4,8 puntos porcentuales a 0,7 enteros, respectivamente. En los
escenarios más extremos, lo que se adelanta es una crisis, quizá similar a la de 2008. En los más suaves, una simple desaceleración.
"La buena noticia es que, a diferencia de lo que ocurre con los
desastres naturales como las inundaciones y los terremotos, la capacidad
de producción debería rebotar en cuanto se recupere la normalidad: las
fábricas y las oficinas no han sufrido daños y la inmensa mayoría de las
personas que enferman se recuperan", explica Anna Stupnytska,
responsable del área de macroeconomía global de Fidelity, quien advierte
que "la otra cara es que esta situación podría provocar que los
gobiernos esperasen acontecimientos hasta ver cómo evoluciona el virus
antes de abrir el grifo del gasto público".
Chia-Liang
Lian (Resp. deuda EM en Western Asset): "En un mundo dominado por las
redes sociales, el efecto manada podría acentuar el coste psicológico"
La duración es clave
Sara Herrando, subdirectora de
análisis de Norbolsa, quien considera que el shock de oferta sí se
convertirá en uno de demanda, matiza que no será muy duradero, "por los
niveles de paro actuales", y, además, lo achaca más a la desconfianza
que a la disminución de renta disponible. Aunque en su caso limita el
parón a la oferta, Miguel Angel Villoslada, gestor de MoraWeatlh, sigue
la misma línea y afirma que "el nivel de inventarios puede ayudar a
contener temporalmente las disrupciones en las cadenas de producción
fuera de China", mientras que añade que "la fortaleza global del mercado
laboral y la confianza del consumidor evitarán una caída del consumo y
de la inversión".
Hay más expertos que asumen ya problemas en la oferta y en la
demanda. "Consideramos que, en algunos puntos, es ya un shock de demanda
ahora mismo: resulta evidente, por ejemplo, en todo lo relacionado con
el desplazamiento de personas entre diversos puntos del Globo", comenta
David Macià, director de inversiones de Crèdit Andorrà AM. "El virus ya
ha pasado de ser un shock de oferta de China a ser una amenaza para la
demanda mundial", insiste Paul O'Connor, director de multiactivos de
Janus Henderson.
"Aerolíneas, agencias de viajes, hoteles, restaurantes y demás
actividades relacionadas con el ocio presencial o congresos, ferias
sectoriales y encuentros de negocios deberían quedar seriamente
afectadas en el corto plazo", continúa el analista, quien incide en que
para que "dicho shock se haga extensivo a otras áreas de la economía
habrá que medir la duración y amplitud del episodio de propagación del
virus en el que estamos inmersos".
Los análisis más extremos son los más temibles y los
que desatan el pánico en el mercado. "Nuestro escenario base es que será
un shock de oferta temporal, del que China conseguiría salir a
mediados/finales del segundo trimestre, mientras que el resto del mundo
lo haría ya en la segunda mitad del año: la recesión sería por tanto
temporal", contempla Rosa Duce, economista jefe de Deutsche Bank, quien,
por el contrario, afirma que "si la enfermedad persiste más allá de
primavera, el impacto económico será mucho mayor, pues efectivamente
veremos una caída importante de la demanda, más permanente".
"En última instancia tiene un impacto muy importante a nivel global,
que puede generar, por una parte, desabastecimiento derivado de la
interrupción de la actividad y, por otra, subidas de los precios en los
inventarios existentes", añade Ignacio Perea. "Lo que nos dice la
historia es que estas crisis sanitaria tienen un efecto temporal, no
permanente, sobre la actividad económica", tranquiliza Rosa Duce.
Existe una razón por la cual todas estas medidas de apoyo a la
economía no están repercutiendo en tranquilidad para los inversores y
subidas bursátiles: El problema no es de demanda sino de oferta.
Da lo mismo rebajar tipos de interés para incrementar la demanda de
dinero o empezar a hacer estímulos que tampoco sirvieron de mucho en el
pasado (solo para crear una burbuja de renta fija). Lo único que se
consigue rebajando el precio del dinero es hundir al sector bancario ya muy tocado.
Una crisis de oferta cronificada termina impactando a la demanda
No obstante, de una crisis de oferta podemos derivar a una de demanda,
especialmente en un mercado global con relaciones comerciales cruzadas
en los diferentes países. Si recordamos la Ley de Say, para demandar
algo al mercado, primeramente hay que producir algo o comprometer la
producción futura para obtener una renta presente (deuda).
En un país como España que es el segundo país en recepción de turistas a
escala global y que el sector del turismo aporta el 12% del PIB y el
13% del empleo, si todas estas limitaciones se terminan cronificando en
el tiempo más allá de un hecho puntual, tendrán un impacto tanto en el sector como en los sectores adyacentes, derivando en una crisis de demanda.
"Esta crisis no es como la de 2008, se están repitiendo las medidas que
funcionaron entonces, que eran políticas para estimular la demanda, pero
aquí lo que tenemos es un shock de oferta". Daniel LaCalle
"Los avales del ICO nacen muertos, solo se han habilitado 6.000 millones de los 100.000 previstos, porque los que están cayendo son los que no acudían al crédito",
consideró. En cuanto al papel de los bancos centrales, cree que "la
liquidez va a llegar a quien ya la tenía, los estados y las mega
empresas, que se financian a tipos negativos". En este sentido, reiteró
que "en 2008 estalló la burbuja, la banca cerró el crédito y hubo un shock de demanda, pero esta vez no tiene nada que ver, no puedes aplicar políticas de demanda cuando el problema es que has cerrado la oferta".
Otro
problema que ve Lacalle a esta política es que "se van a inflar los
activos de riesgo y se incrementará la desigualdad financiera, mientras
las empresas mueren por capital circulante". Algo que aboca a España y
Europa a un escenario deflacionista, a su juicio. Eso
sí, Lacalle cree que la banca está "mucho más preparada que en 2008 para
hacer frente al riesgo que ya tiene en su balance, pero lo que no se
puede pretender", como teme que hará el Gobierno, es "añadir otros
150.000 millones de riesgo vía avales; en 2008 el 83% de los créditos ICO entraron en impagos". Si se insiste en "trasladar" el riesgo a la banca, "nos encaminamos a otra crisis financiera de dos años". Daniel LaCalle
Para terminar, y tras repasar las tres grandes tendencias en las que recomienda invertir (tecnología disruptiva, sostenibilidad y demografía), Lacalle respondió a un cuestionario rápido en el que aventuró, "moderadamente optimista", que la recuperación será en 'U',
que será difícil alcanzar un pacto de Estado, que no habrá
nacionalizaciones y que tanto China como Estados Unidos saldrán "bien"
de esta crisis.
La parálisis de la actividad empresarial resultante del 'shock' de
oferta y de demanda amenaza con degenerar en una crisis financiera. Si
las empresas no producen, tampoco ingresan y, si no ingresan, no pueden
hacer frente a sus pagos salvo por la liquidez que tuvieran atesorada.
La pandemia exige una medicina económica que evite una crisis
gemela, sanitaria y económica. La experiencia de la crisis de 2008-2013
nos enseña que es mejor y menos costoso evitar la caída de la actividad económica y del empleo que
tener que salir después al rescate de los bancos, las empresas y los
parados. La crisis actual es más compleja. Viene por el lado de la
demanda y por el de la oferta. Hay que evitar que las empresas cierren
por falta de liquidez. Hay que dar cobertura de ingresos a los empleados
desde el primer día en que queden temporalmente sin trabajo. Y hay que hacer llegar ingresos adicionales a las familias que
ven cómo aumentan sus gastos por el cierre de escuelas y atención a los
familiares. Todo eso incrementará el gasto público. Pero es mejor
endeudarse para evitar la enfermedad que para curarla.
La pandemia introduce un sentido de peligro colectivo frente al
que la sociedad responde de forma solidaria. Algunos expertos y
políticos creen que ante una gran catástrofe la gente se comporta de
forma asustadiza, indisciplinada y egoísta. No es cierto. La mayoría se comporta de forma solidaria, dando
prioridad a los demás antes que a sí mismos. Y está dispuesta a cambiar
las normas sociales, tanto interpersonales como relacionadas con el
ocio y el medio ambiente. No es cierto que solo las sociedades totalitarias como China sean más capaces de
aceptar medidas drásticas como las cuarentenas. Las sociedades
liberales pueden hacerlo con un mejor equilibrio entre restricciones y
respeto a las libertades y los derechos humanos.
Y la cuarta. La pandemia permite construir empresas más productivas e inclusivas. El
cambio hacia normas sociales más solidarias y sostenibles tiene que
producirse también en el seno de las empresas. Los directivos y
accionistas tienen una oportunidad de oro para mostrar su orientación al
bien común. No se trata de salvar solo las empresas, sino todos los
interesados en su mantenimiento y rentabilidad a largo plazo. Es
necesario negociar una mayor flexibilidad sin romper la relación
laboral, acompañada de un mayor compromiso colectivo. Algunos temen que
surjan muchos 'free-riders' ('gorrones'). Pero la evidencia que tenemos
los economistas no apoya ese temor. De esta forma, la crisis económica
durará lo que dure la sanitaria. De otra forma, volveríamos a tener otra
década perdida.
Escepticismo frente a esperanza
¿De qué depende de que se materialice esta oportunidad que trae la pandemia para construir una sociedad mejor? Del funcionamiento de la política, tanto de la nacional como de la europea. Y es aquí donde el escepticismo reta mi esperanza.
En el plano nacional, tenemos una hornada de políticos jóvenes e inexpertos que hasta ahora han estado peleando para ver quién es el más listo de la clase. La
pandemia es una oportunidad para que pongan el bien común por delante
de sus intereses partidistas y personales. Veremos si aprueban este
examen.
En el ámbito europeo, veo que el Banco Central Europeo está por la labor, pero
no advierto en los dirigentes políticos conciencia del sentido de
urgencia. Siguen bajo la nebulosa mental de la austeridad y dentro del corsé de las reglas del déficit y la deuda. Es
la última oportunidad que tienen las autoridades de la zona euro para
diseñar una medicina económica que evite otra recesión y dar lugar a
otros 'brexits'. Si no cambian, al Gobierno español no le quedará más
remedio que forzar más allá del límite las cláusulas de excepcionalidad del
pacto de estabilidad y crecimiento. Pero mantengo una esperanza
escéptica de que la política europea entienda el sentido de urgencia del
momento.
Muchos de los lectores de NeG, y desde luego la mayoría de los
colaboradores, son lo suficientemente jóvenes como para que les resulte
igual de cercana la Gran Depresión que la estanflación de los
setenta/ochenta del siglo pasado. Para ellos, ambas son historia. Sin
embargo para quienes iniciábamos nuestra andadura profesional por
aquellas fechas –en los ochenta, no en los treinta- es difícil no
establecer comparaciones entre la situación actual y la que sufrieron
las economías occidentales y, muy en particular, España hace tres
décadas.
Las diferencias son notables. Mientras que nadie duda en catalogar la
recesión actual (2007-2017) como una recesión típica de demanda, los shocks de
oferta tuvieron una importancia crucial en la estanflación de entonces.
Aspectos como el desarrollo y la integración financiera, la
globalización, etc, son también factores que diferencian uno y otro
episodio. Por ello no deja de ser sorprendente el paralelismo entre las
propuestas de política económica que entonces hicieron furor en el mundo
académico –también tras la recesión de principios de los noventa- y las
que hoy se proponen desde ámbitos similares. Algún crítico avispado
podría habernos advertido de esta aparente inconsistencia. ¿Cómo es que,
a pesar de estas diferencias en el diagnóstico, hoy seguimos
proponiendo algo parecido a lo que entonces se dio en llamar ‘two-handed
approach’?
El two-handed approach proponía la aplicación simultánea de políticas
de oferta y de demanda y fue defendido por muchos economistas europeos
como Charlie Bean, Olivier Blanchard, Willem Buiter,
Rudi Dornbusch, Richard Layard, Steve Nickell, entre otros. Su lógica
se entiende de una forma natural cuando la economía sufre un shock de
oferta de la magnitud de los sucesivos incrementos del precio del
petróleo en 1973 y 1978. La caída de la actividad y el aumento del paro
hacen muy tentadora la aplicación de medidas fiscales y monetarias
contracíclicas que, sin embargo, acaban teniendo un efecto inflacionario
que se suma al del shock inicial. Esta fue de hecho la respuesta de (la
mayoría de) bancos centrales y gobiernos en 1973 llevando a la
inflación en muchos países desarrollados a valores cercanos al 20 por
ciento anual. Tras el segundo shock en 1978 la política monetaria cambió
de orientación, centrándose en la recuperación de la estabilidad de
precios. El resultado fue un incremento generalizado del desempleo y una
lenta vuelta de la inflación a los niveles de los años sesenta. Tras el
shock de oferta, la expansión de la demanda primero y su drástico
frenazo después sumieron a las economías en una situación de elevado
paro e inflación y pusieron en cuestión el uso tradicional de las
políticas de estabilización.
El two-handed approach -que Charlie Bean denominaba jocosamente ‘two
hundred approach’, para señalar el predicamento creciente que fue
teniendo en la profesión- partía de la convicción de que las políticas
de demanda sólo tendrían el efecto deseado si simultanea y rápidamente
se aplicaban políticas dirigidas a mejorar las condiciones de oferta de
la economía. Estas políticas de oferta eran necesarias para compensar el
encarecimiento de un input fundamental para la producción y para
favorecer el cambio de tecnologías, en favor de un uso menos intensivo
de los derivados del petróleo, con la mayor eficiencia y el menor coste
posibles. También en la recesión de principios de los noventa, la
elevada volatilidad del desempleo y la persistencia de la inflación
volvieron a poner sobre la mesa la necesidad de reformar los mercados
como paso previo a la aplicación de políticas contracíclica de demanda.
A pesar de diferente naturaleza de la crisis actual, las discusiones
de política económica están siguiendo –en España sobre todo- una pauta
muy similar. La respuesta inicial, coordinada en la reunión del G20 en
Londres, fue un estímulo monetario y fiscal sin precedentes, pero cuando
este ha empezado a dar síntomas de agotamiento muchos han vuelto la
vista hacia propuestas que enfatizan la necesidad de corregir las
limitaciones por el lado de la oferta de la economía y, muy en
particular, del mercado de trabajo. ¿Por qué esta preocupación de nuevo
por las reformas? ¿Pero no habíamos quedado en que esto es una crisis de
demanda? ¿No bastará con mantener los estímulos hasta que se recupere
el buen funcionamiento del sector financiero?
Desde el inicio de la crisis ha habido una reivindicación del uso de las políticas de estabilización –‘we are all keynesians now’.
De hecho las condiciones para que las políticas de demanda alcancen
todo su potencial parecen ahora idóneas. La contracción del crédito es
un campo abonado para que los bancos centrales se embarquen en políticas
monetarias expansivas, y la caída resultante en la demanda del sector
privado abre la puerta a una expansión del gasto público. Las
características específicas de la crisis financiera permitieron además
abrigar grandes esperanzas sobre la eficacia de las políticas fiscales
discrecionales y de los estabilizadores automáticos: el mantenimiento de
tipos de interés muy reducidos –ausencia de ‘crowding out’- y la
existencia de consumidores ‘no ricardianos’ que básicamente consumen
todo lo que ingresan y tienen por ello una tasa de ahorro muy baja. Por
otra parte el principal riesgo de la aplicación excesiva de políticas de
demanda es la inflación y este riesgo no aparece en el horizonte
cercano, a pesar del extraordinario crecimiento de las magnitudes
monetarias y de los ingentes déficits fiscales en muchos países
desarrollados -de hecho no faltan quienes, como Martin Wolf, tildan a la política monetaria actual del BCE no de expansiva sino más bien de timorata.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el interés por las políticas de
oferta ha ido ganando terreno otra vez. Hay varias explicaciones para
ello y no todas son amables con los partidarios de las reformas. Para
algunos se trata de ‘cierta pereza intelectual’, como se nos ha achacado
desde diversos frentes académicos y periodísticos. Esto podría ser
cierto para algunos que por edad hemos vivido ambas crisis y que a lo
peor simplemente nos hemos limitado a repetir recetas de entonces. Pero
muchos jóvenes economistas, que no vivieron aquellas recesiones, se han
apuntado a una interpretación similar y con buenas razones para ello.
En primer lugar el parón del crédito no es tan sólo un shock de
demanda, sino que tiene también los tintes de un shock de oferta aunque
de forma poco convencional. Las economías desarrolladas han reducido
sustancialmente su dependencia del petróleo -por lo que pueden
considerarse más eficientes en lo energético- pero dependen mucho más
del crédito, que ha crecido más rápidamente que el PIB en la última
década. Cuando este se encarece o simplemente no está disponible, sus
efectos sobre la producción y la demanda de trabajo y capital son
inmediatos. De nuevo hay que reorganizar la producción, de nuevo hay que
reasignar recursos hacia sectores menos intensivos en el uso del
crédito bancario y de nuevo es necesario que este proceso se haga de la
mejor forma posible –en términos de coste y de eficiencia.
Pero más importante todavía es el hecho de que la percepción que hoy
tenemos de la eficacia y el uso adecuado de las políticas de demanda ha
cambiado en más de un sentido. Es evidente que los estímulos públicos
son necesarios para mitigar el impacto catastrófico que la pérdida
generalizada de confianza tiene sobre la economía. Pero el mantenimiento
de estas políticas durante un tiempo prolongado no ayuda necesariamente
a recuperar dicha confianza, que es fundamental para superar la crisis
financiera. Respecto a la política monetaria, la posibilidad de topar
con el límite cero del tipo de interés es muy elevada en un contexto de
baja inflación. Además el cortocircuito bancario afecta de una forma
fundamental al mecanismo de transmisión monetaria. Algo similar ocurre
con la política fiscal. Años de investigación teórica y empírica han
confirmado que los multiplicadores fiscales son positivos aunque en
general más pequeños de lo que tradicionalmente se suponía y, sobre
todo, que estos multiplicadores son todavía más modestos cuando los
estímulos fiscales no vienen acompañados de un compromiso creíble de
consolidación en un plazo razonable. Además algunos de los supuestos en
los que se basaba la presunción de un efecto importante de la política
fiscal no se satisfacen. El mantenimiento de bajos tipos de interés por
parte de los bancos centrales no es suficiente para mitigar el ‘crowding
out’ cuando la percepción del riesgo es elevada. Prueba de ello es el
proceso de ‘flight to quality’ que hace a muchos inversores demandar
ávidamente algunos títulos públicos en detrimento de otros y de la
inversión privada. El tipo de interés que fija el banco central pierde
relevancia en la financiación externa de las empresas, que tienen que
pagar una prima de riesgo muy importante o simplemente no pueden acceder
al crédito bancario. Por otra parte, la necesidad de hacer frente a las
deudas acumuladas en el pasado y la elevada incertidumbre están
impulsando la recuperación de las tasas de ahorro de las familias,
contribuyendo a reducir los multiplicadores fiscales.
Pero es que además la tolerancia social a los efectos no deseados de
las políticas de demanda ha variado también sustancialmente . El costoso
proceso de desinflación que tuvieron que afrontar las economías de
mercado tras el segundo gran shock del petróleo ha condicionado desde
entonces la actuación de los bancos centrales, que tienen entre sus
mandatos la prevención de una inflación excesiva. Esto influye también
en la capacidad para manipular los tipos de cambio y para reducir el
peso de la deuda con inflación. Por otra parte, el proceso sostenido de
expansión de la deuda pública –como ratio sobre el PIB- que tuvo lugar
durante los ochenta, tanto durante las recesiones como en las
expansiones, es hoy impensable. La propia globalización financiera, que
hace que los gobiernos se endeuden en un mercado global –frente a una
financiación más nacional hace años- impone un escrutinio diario de las
condiciones macro-financieras de los países para colocar sus bonos en
competencia con otros muchos países en situación similar.
La competencia que los países emergentes suponen para los más
desarrollados plantea a estos el reto de una ganancia permanente de
eficiencia para mantener nuestro nivel de vida relativo y el objetivo de
pleno empleo –o algo que se le parezca- sin el recurso a políticas de
demanda que sólo son eficaces si usan transitoria y juiciosamente. Esta
ganancia de eficiencia requiere un esfuerzo para mejorar los mecanismos
de asignación en nuestras economías. La Unión Europea en su conjunto es
consciente de la urgencia con la que debe afrontarse este reto para
evitar que la región se convierta en el ‘sick man of the world’ con un
raquítico crecimiento en el futuro. España parte de un retraso notable
respecto al promedio europeo por lo que su esfuerzo tiene que ser mayor.
Incluso en la crisis con más componente de demanda que ha tenido lugar
en los últimos tiempos, la necesidad de aplicar reformas estructurales
va a estar presente entre las propuestas de política económica. Y por
mucho tiempo. Larga vida al two-handed approach.
Machina-economicus
or homo-complexicus: Artificial intelligence and the future of
economics?Gregory A. Daneke[Arizona State University,USA
Daneke,
Gregory A. (2020) “Machina-economicus or homo-complexicus: Artificial
intelligence and the future of economics?” real-world economics review,
issue no. 93, 28September, pp. 18-39, http://www.paecon.net/PAEReview/issue93/Daneke93.pdf
El grupo de aerolíneas Lufthansa ha
recomendado a los alumnos de su escuela de formación de pilotos en la
localidad alemana de Bremen (norte de Alemania) que se busquen otro
empleo y dejen la escuela sin compromisos financieros.
Lufthansa
forma en Bremen a unos 700 pilotos que ya no va a necesitar los próximos
años porque, al igual que otras aerolíneas, ha reducido capacidades.