La organización de la empresa familiar y confianza durante una crisis
de Mircea Epure
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En una intervención reciente en Bloomberg, Luigi Zingales
alertaba sobre la poca sostenibilidad de la rigidez organizativa y la
gestión más personal que profesional de las empresas familiares. Estas
empresas suelen seguir políticas corporativas que barajan la fiel
representación de las preferencias de los accionistas, la conservación
del legado familiar y una fuerte incrustación en las normas sociales
locales (evidencia aquí). Sus particularidades y su documentada
prevalencia alrededor del mundo, incluso entre las grandes empresas,
hicieron que el interés en sus actividades e impacto económico se
incrementara exponencialmente.
Con la severidad de los efectos de la reciente crisis financiera todavía en el punto de mira,
una pregunta que emerge es si existieron efectos negativos de diferente
intensidad en función de la estructura de propiedad y el control de las
empresas. Algunos
alegarían que, siguiendo estrategias más conservadoras, las empresas
familiares reducirían más la inversión durante la crisis, afectando así a
la recuperación económica pero asegurando que la familia mantendría el
control de la empresa. Otros
se esperarían que, debido a tener menos conflictos internos de
intereses y una mayor capacidad para contratar financiación de forma
relacional, las empresas familiares tendrían una ventaja durante una
crisis de la banca.
En un trabajo reciente –Amore y Epure 2018–
estudiamos los mecanismos que subyacen a las ventajas y desventajas del
modelo organizativo familiar. Para revelar qué modelos de propiedad y
gobierno corporativo conllevan peores efectos en una crisis financiera,
vamos un paso más allá del enfoque tradicional basado en las
características formales de la empresa y los mercados: explicamos cómo
un atributo cultural en la región donde está situada la sede de la
empresa, la confianza generalizada, moldea el efecto del modelo
organizativo familiar sobre el rendimiento y la financiación de la
empresa durante una crisis.
Kenneth Arrow indicaba ya en 1972 que existe un elemento de confianza en cualquier transacción, y los economistas usaron abundantemente
las diferencias en este atributo cultural para explicar el
comportamiento individual y de la empresa. Para medir el nivel de
confianza generalizada se recurre a encuestas en las que se pregunta:
“¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de la gente? (con la
contrapartida: “¿o que nunca se es lo suficientemente prudente al tratar
con los demás?”). Las implicaciones de esta confianza son clave para el
comportamiento empresarial. Las regiones con un nivel mayor de
confianza generalizada están más orientadas a intercambios impersonales
en el mercado, mientras que aquellas con menores niveles están
caracterizadas por intercambios personales en redes más cerradas; dicho
de otra forma, la confianza generalizada ayuda a bajar los costes de
transacción.
Existe mucha evidencia sobre los efectos beneficiosos de la confianza
generalizada sobre aspectos como la participación en el mercado, la
descentralización o la innovación. Destaca un trabajo reciente
que muestra como la confianza generalizada en el área de la sede
empresarial puede mitigar los efectos negativos de la crisis. ¿Pero
cambiaría este efecto en el caso de las empresas familiares? Sus
ventajas competitivas están basadas en su incrustación en las redes
locales, hecho demostrado tanto para economías desarrolladas como para otras en desarrollo.
En tiempos de bonanza estas ventajas pueden materializarse
perfectamente en mejores resultados, pero son incongruentes con los
mecanismos de la confianza en intercambios impersonales en el mercado.
Durante una crisis, las áreas con una mayor confianza generalizada,
requieren una mayor transparencia de las transacciones y un diseño
organizativo basado en la gestión profesional y la responsabilidad de
las decisiones estratégicas. Observaríamos pues una inversión del efecto
beneficial de la confianza generalizada sobre los resultados de las
empresas familiares durante la crisis financiera. Mientras que las
empresas no-familiares se beneficiarían de la confianza generalizada
para mitigar los efectos negativos de la crisis, los niveles altos de
confianza generalizada agravarían los efectos de la crisis sobre las empresas familiares.
Para poder realizar un análisis que permitiera establecer
conclusiones causales, nos gustaría disponer de un entorno donde hubiera
una crisis inesperada, y que los valores culturales cayeran “del cielo”
sobre una distribución aleatoria de organización de las empresas. En
nuestro artículo proponemos que existe un laboratorio excelente con
estas características: Italia. Primero, a los economistas les encantaría
decir que la crisis financiera era predecible, pero no fue el caso.
Segundo, los valores culturales en Italia no cayeron exactamente del
cielo, pero se formaron hace ya mucho tiempo debido a la diferente
organización institucional de las regiones italianas en la Edad Media y
son muy persistentes
en el tiempo; es entonces razonable asumir que su distribución es
exógena a los resultados de las empresas en el presente. El mapa de más
abajo es revelador de la heterogeneidad del panorama italiano: incluso
dentro de áreas geográficas con nivel similar de desarrollo, existen
diferencias importantes en la confianza generalizada. Estas diferencias
persisten cuando recreamos el mapa con valores anteriores (2005) o
posteriores (2012) a la crisis.
Diferencias en confianza generalizada
Fuente: Amore y Epure (2018),
basado en datos de la World Values Survey. La intensidad de los colores
indica valores más elevados de confianza generalizada. La media
regional considerando todas las empresas en la muestra es 0.33 (mediana
0.36).
El siguiente grafico muestra nuestro resultado principal, derivado de
un análisis de 14.742 empresas únicas (de las cuales 65% son empresas
familiares) seguidas durante 2004-2010. Todas estas empresas son
relativamente grandes, con ingresos de al menos 20 millones de euros en
2007. La crisis financiera tuvo un efecto simétrico sobre las empresas
italianas en las distintas regiones: una caída del rendimiento operativo
sobre los activos (ROA) entre 14% y 18%, equivalente a 1.3-1.6 puntos
porcentuales (desde la media de 9%). Mientras que la confianza
generalizada no tiene impactos diferenciales en tiempos de bonanza,
nuestros resultados muestran que este atributo cultural ayuda a las
empresas no-familiares a atenuar el efecto negativo de la crisis en 0.4
puntos porcentuales (significativo estadísticamente al 90%); pero agrava
el efecto de la crisis sobre las empresas familiares en 0.3 puntos
porcentuales (significativo al 95%). Obtenemos efectos cualitativamente
similares sobre los rendimientos sobre ingresos o la productividad total
de los factores.
Efecto de la crisis sobre el rendimiento operativo sobre los activos (ROA)
Fuente: Amore y Epure (2018).
El grafico muestra los coeficientes de una regresión de ROA (beneficios
antes de intereses, impuestos y depreciación divididos por activos
totales) sobre la interacción entre variables binarias para cada año
(2004 es el año base) y una variable binaria que indica valores de
confianza generalizada más altos que la mediana. En las regresiones
controlamos por nivel de activos totales, efectivo disponible sobre
activos, deuda sobre activos, y efectos fijos de empresa. Las líneas
continuas muestran los coeficientes de la regresión, y las rayadas
corresponden a intervalos de confianza al 95%.
Estos efectos económicamente importantes sobreviven a una serie
extensa de controles a nivel de empresa, calidad de las instituciones y
desarrollo económico regional. Tienen además varios niveles de
heterogeneidad. El aumento del efecto negativo de la crisis sobre las
empresas familiares situadas en áreas con niveles altos de confianza
generalizada desaparece para las que tienen profesionales en la junta
directiva (comparando con las que tienen juntas directivas controladas
totalmente por familias). En contraste, el efecto negativo se agrava
para las empresas familiares manufactureras que son dependientes de
financiación externa. Este resultado sugiere que, en las áreas con
confianza generalizada alta, las empresas controladas por familias no se
benefician de crédito de los proveedores, que parece ser la principal
fuente de recursos financieros para el resto de empresas en tiempos de
crisis.
Nuestros resultados tienen varias implicaciones. Primero, mostramos
que la congruencia entre la organización empresarial y los valores
culturales en el área de localización de la sede de la empresa es clave
para entender los efectos de una crisis económica. Segundo, enfatizamos
que no es simplemente un asunto de derechos de propiedad de la empresa.
Es fundamental considerar la importancia del gobierno corporativo y la
gestión profesional, factores que recientemente atrajeron la atención de
los economistas en sus intentos de explicar las diferencias
persistentes en la productividad a nivel de empresa y países (ejemplos aquí y aquí).
Tercero, las crisis financieras suelen ser mayormente bancarias. Cuando
este canal tradicional está bloqueado, las empresas se dirigen a
fuentes alternativas de financiación como sus proveedores (ver evidencia
internacional o de EEUU).
Y cuando estos proveedores también sufren los efectos de la crisis, sus
recursos fluyen principalmente hacía las empresas compatibles con la
configuración local de los valores culturales.
Esta entrada está basada, sobretodo, en la literatura y el
análisis presentados en “Amore, M.D., Epure, M. 2018. Family Ownership
and Trust During a Financial Crisis.” Disponible aquí.
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