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El futuro del capitalismo. CIDOB
Europa - [05/12/2014]http://www.cidob.org/es/noticias/europa/el_futuro_del_capitalismo
El futuro del capitalismo
La reciente deriva del capitalismo, que ha traído consigo un aumento de la desigualdad y la corrupción a la vez que ha ido perdiendo legitimidad ciudadana, está generando malestar en sectores cada vez más transversales y acrecentando la distancia entre las élites y la ciudadanía en Europa. Todos estos factores están poniendo en cuestionamiento el futuro del capitalismo y es por ello que CIDOB y el Círculo de Economía han organizado un seminario con reconocidos expertos en la materia, para diagnosticar esta situación y analizar su posible evolución.
Desigualdad, pobreza y falta de oportunidades. Éstos son los tres síntomas que evidencian que algo va mal en el capitalismo, tal y como expuso Antón Costas, presidente del Círculo de Economía, al dar comienzo la mesa redonda. El capitalismo bien entendido es un sistema económico orientado al bienestar, cuya preocupación principal es la renta per cápita de sus ciudadanos y la mejora de su nivel de vida y sus expectativas. Cuando esta premisa se rompe, el sistema empieza a fallar: una sociedad con desigualdades puede funcionar mientras la ciudadanía perciba que existen oportunidades; en el momento en que esto deja de ser así, la sociedad deja de ser tolerante con las desigualdades.
Así pues, después de la crisis ¿hay vida para el capitalismo? Carles A. Gasòliba, presidente de CIDOB, considera que el capitalismo es como la energía, que simplemente debe transformarse. En palabras de Thomas Piketty, esta transformación debe pasar por recuperar el capitalismo redistributivo basado en un sistema impositivo global. Tal y como ya anunciaba J. F. Kennedy, el capitalismo en su forma modificada no desaparecerá, ya que sus críticos acabarán por descubrir que los otros sistemas son peores. Por último, y citando en esta ocasión a Martin Wolf, Gasòliba añadió que “el capitalismo ha cambiado siempre y ahora necesita volver a cambiar, llevando a cabo reformas prácticas y revisando las estructuras con las que opera”.
El profesor de Economía de IESE, Alfred Pastor, fue el encargado de conducir la exposición inicial, en la que planteó los tres grandes problemas a los que se enfrenta el sistema en la actualidad: las desigualdades, el futuro del empleo y las crisis recurrentes y endógenas. Para evitar que se cumpla la profecía de Marx, que anunciaba el derrumbamiento del capitalismo a causa de sus contradicciones internas, Pastor hizo mención a las tres posibles soluciones que Hilaire Belloc plantea en su libro, El Estado Servil. Tanto la primera de ellas, repartirlo todo de nuevo; como la segunda, la colectivización, resultan inviables. En cuanto a la tercera, el Estado servil presenta un escenario en el que los trabajadores venden su libertad a cambio de seguridad, una premisa que acaba de romperse dado que ya no existe el trabajo para toda la vida.
Para Pastor, el capitalismo no es más que una evolución de la economía de mercado que nace de la Iglesia Católica en Italia. Sin embargo, lo que distingue al capitalismo de otras formas de economía de mercado es el sujeto. En este sentido, maximizar el bienestar colectivo no es más que maximizar la suma de bienestares individuales, en los que el bien más preciado es la libertad; si no hay propiedad, no hay libertad.
El individuo autónomo no existe –y si existe, es un monstruo–, necesitamos del resto para nuestro desarrollo. En este sentido, el propósito de la economía es facilitar el desarrollo del individuo en su entorno, siendo su objetivo final el bien común, “el bien de estar juntos”. No hay nada superior a la persona, pero la persona necesita de la comunidad; por ello, la productividad no debe primar nunca sobre la creación de empleo.
Sin embargo, hemos dejado que el enriquecimiento pese demasiado. Tal y como ya anunciaba Adam Smith, admirar la riqueza lleva a la corrupción de los sentimientos morales y esto ha desembocado en la forma degenerada de economía de mercado que estamos viviendo actualmente. Por ello, Pastor considera que ha llegado el momento de reequilibrar, de manera que la riqueza no sea el móvil principal de la gente, y de reorientar, para que el bien común prime sobre el éxito individual.
El diálogo entre los expertos que participaron en esta mesa redonda fue moderado por Jordi Bacaria, director de CIDOB, que inició esta segunda parte de la jornada matizando la diferencia entre la desigualdad, no necesariamente injusta, y la inequidad.
Contextualizando la crisis económica y de confianza, marcada por la reciente ruptura del bipartidismo y el distanciamiento entre ciudadanía y élites, Belén Barreiro, directora de MyWord y expresidenta del CIS, explicó el cambio de tendencia que ha experimentado España entre 2007 y 2012. Durante estos cinco años, ha pasado de ser uno de los países más pro capitalistas a verse invadido por un sentimiento anticapitalista y un crecimiento de los indicadores de ciudadanía activa (aumento de las manifestaciones, mayor interés por la política, nacimiento de un partido ciudadano como Podemos). Este cambio ha venido acompañado del rechazo a las grandes empresas y la desconfianza del mundo financiero, comportamientos que no dependen de la clase social sino de “cómo te ha tratado la crisis”. En este sentido, los ciudadanos más moderados o de centro muestran niveles preocupantes de rechazo a la economía de mercado. A estos datos, Barreiro añadió que 1 de cada 2 españoles considera que ha bajado de clase social por culpa de la crisis. Este conjunto de percepciones ha generado cambios en la forma de consumir y ha provocado la activación de la sociedad, que busca soluciones dentro de sí misma: economía colaborativa, consumo ético.
El periodista Antonio Franco, desde su posición de “observador del profundo malestar que ha invadido la sociedad occidental”, afirmó que el sistema capitalista se resiste a cambiar pero está siendo forzado a hacerlo. El capitalismo está condenado a transformarse, posiblemente de forma lenta y con muchos costes, y esta reforma sólo puede ir en una doble dirección, una en la que los poderes democráticos dejen de estar subordinados a los poderes financieros, creando marcos legales capaces de acabar con la corrupción, y donde se acepten medidas para evitar que la globalización siga acentuando las desigualdades. Así pues, esta reforma debe ser una cuestión política más que económica y el mejor lugar para llevarla a cabo es la Unión Europea, por su tradición democrática y su experiencia en transformaciones. La gente se ha cansado de quejarse y ha entendido que a través de las urnas se pueden cambiar las cosas.
Desde el punto de vista empresarial, Jordi Mercader, presidente de Miquel y Costas & Miquel, considera que el deber de los empresarios es proteger el modelo de mercado mediante una asignación eficiente de los recursos, produciendo bienes y servicios, volviendo a las bases del sistema y corrigiendo sus trayectorias. Asimismo, ve imprescindible ejercer un control sobre los responsables y gestores del sistema para garantizar la ética general, con iniciativa emprendedora y rigor de funcionamiento.
Para Mercader, el futuro pasa por la innovación, la apuesta por la creatividad y los valores tecnológicos. De la misma forma, el capitalismo del futuro debe fundamentarse en la calidad de una clase dirigente que interiorice la cultura del esfuerzo, la capacidad de emprender y de asumir riesgos, que sea socialmente activa y apueste por las personas, primando los valores de solidaridad, sostenibilidad, experiencia y conocimiento.
Seguidamente, Fiona Maharg, corresponsal de Thomson Reuters Breakingviews en Madrid, empezó señalando otros modelos de capitalismo de estado, como el de Brasil, China o Rusia, que se caracterizan por combinar herramientas del capitalismo con empresas de estado muy potentes. Por otra parte, destacó que durante la crisis únicamente se han subido los impuestos un 2%. Maharg considera que no se producen más subidas de impuestos porque la gente no confía en el gobierno para determinar una redistribución justa y plantea como otra posible opción reducir los sueldos de los ejecutivos. Finalmente, y en relación a las recientes corrientes populistas, Maharg afirma que “el populismo es muy bueno reconduciendo el descontento pero no tanto proponiendo soluciones”.
Por último, el filósofo Josep Ramoneda inició su exposición poniendo de manifiesto el equilibrio precario que existe entre capitalismo y democracia y recordando, en palabras de Fernand Braudel, que “el capitalismo es el privilegio de unos pocos, impensable sin la complicidad de la sociedad”. Para Ramoneda, “nos acabamos creyendo que existía una inmensa clase media; con la crisis este velo se cayó y la clase se partió en dos –los que mantuvieron el trabajo y los que no”.
En la situación actual, la soberanía la ejercen poderes externos: los gobiernos pierden el control y los ciudadanos pierden el control sobre los gobiernos, “la democracia se pone cabeza abajo”. Los gobiernos ya no viven mirando a los ciudadanos sino a los mercados financieros y la política debe ser capaz de recuperar la autoridad para no caer en un autoritarismo postdemocrático.
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