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Flexiguridad ampliada por SAMUEL BENTOLILA el 10/05/2010
Dinamarca ya no huele a podrido, más bien huele a rosas. Es en España donde algo huele a podrido. Nuestros Hamlets, dubitativos incapaces de sacar adelante una auténtica reforma laboral, deberían ponderar que la tasa de paro danesa actual es del 4%, habiendo subido apenas un punto porcentual desde que empezó la recesión. ¿Su secreto? La “flexiguridad ampliada”.
La flexiguridad (o flexiseguridad) es la combinación de la flexibilidad para la empresa con la seguridad para el trabajador. En otras palabras, costes de despido bajos y protección por desempleo alta. La idea es que lo que funciona es proteger al trabajador, no necesariamente el puesto de trabajo. Muchos países europeos se están moviendo en esta dirección en respuesta a unas fuerzas mundiales imparables: la globalización –materializada en el aumento del comercio mundial, por ejemplo con China, y de la inmigración internacional– y el progreso tecnológico, que requiere mayor formación del trabajador. Así, aunque los trabajadores pudieran ser despedidos con mayor frecuencia, contarían con una sólida red protectora.
Este gráfico de Boeri, Conde-Ruiz y Galasso muestra la generosidad de las prestaciones por desempleo (eje vertical) frente al grado de protección del empleo de los trabajadores con contrato indefinido:
Dinamarca está arriba a la izquierda, mientras que España está en el polo opuesto: baja generosidad de las prestaciones por desempleo y alta protección del empleo. (Nota para iniciados: la tasa de reposición está multiplicada por el porcentaje de trabajadores cubiertos.) Se observa una relación negativa: a menor protección del empleo, mayor protección por desempleo (salvo en el Reino Unido y Estados Unidos, donde ambas son bajas). Es decir, que se trata de formas alternativas de proteger a los trabajadores.
El llamado “modelo danés” (otro más, a sumar al “modelo austriaco” y al “modelo alemán”) ha adquirido gran popularidad y ha sido adoptado por la Unión Europea como un paradigma a seguir para luchar contra el paro. Entonces, ¿es la flexiguridad la solución? No exactamente. Un artículo de Andersen y Svarer describe la experiencia danesa. Por ejemplo, en ese país la prestación contributiva por desempleo dura hasta 4 años (en España dura como máximo de 2) y al inicio de sus periodos de paro, los trabajadores con salarios bajos reciben una prestación igual al 90% de su salario anterior (en España es un 70%).
Pero resulta que Dinamarca ha tenido esa configuración de costes de despido y prestaciones desde hace décadas y, por ejemplo, en 1994 su tasa de paro era idéntica a la media de la Zona del euro, alrededor del 10%. Desde entonces ha caído tendencialmente hasta el 3% antes de la Gran Recesión. ¿Qué hizo el milagro? La flexiguridad ampliada con una tercera pata: las políticas activas de empleo.
Hasta 1995 las largas y generosas prestaciones por desempleo inducían a los parados a buscar empleo con poca intensidad y a estar mucho tiempo desempleados. Y los bajos costes de despido alimentaban el flujo de nuevos parados. El resultado era una tasa de paro alta.
Desde 1995, Dinamarca sigue el principio de “derecho y deber”: las personas tienen derecho a que el Estado les mantenga un determinado nivel de renta pero también tienen la obligación de buscar activamente empleo y de estar dispuestos a trabajar. Por tanto, casi desde el momento en que el trabajador se queda parado, la oficina de empleo hace un seguimiento de su proceso de búsqueda y le ayuda a mejorarla, le ofrece cursos de formación y puede retirarle las prestaciones por desempleo si no los sigue o si rechaza varias ofertas de empleo adecuadas para su cualificación. Es un sistema caro, pues Dinamarca gasta el 1.3% de su PIB en políticas activas de empleo (España gasta un 0.8%, pero solo la cuarta parte que Dinamarca por trabajador parado, porque aquí hay muchos más parados), pero funciona.
Este trípode no es lo único que explica el milagro danés. Allí las empresas también gozan de bastante flexibilidad en la variación del tiempo de trabajo y las relaciones entre empresarios y sindicatos son más cooperativas que antagónicas. Pero la flexiguridad con políticas activas es un elemento crucial de su éxito. Una enseñanza fundamental de la experiencia danesa es que no tiene sentido considerar las instituciones laborales aisladamente. La tasa de paro resulta del efecto conjunto de todas ellas y además el efecto de cada una depende de cómo sean las demás. Esta idea figura prominentemente en el Manifiesto de los 100.
¿Cómo está España en el área de las políticas activas? Es difícil saberlo, pues hay poca información. Una parte de la formación está en manos de los sindicatos y la CEOE, a través de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo (antiguo Forcem) y además está descentralizada, con una aparente falta de coordinación entre las comunidades autónomas. Ninguna medida se evalúa con métodos experimentales (que describí en esta entrada) y apenas se hacen estudios no experimentales serios (a juzgar por la publicación en revistas científicas de economía). Además, un 40% del gasto se dedica a subsidios a la contratación permanente que, como ya mencioné en otra entrada, son totalmente ineficaces. Según la legislación, la percepción de prestaciones por desempleo está ligada a la participación en políticas activas, pero en la práctica esto no sucede.
En suma, incluso si avanzásemos en la línea de la flexiguridad, con menores costes de despido y mayor protección a los trabajadores parados, el caso danés indica que a la vez deberíamos mejorar mucho las políticas activas de empleo si queremos que esa combinación de instituciones nos permita reducir nuestra tasa de paro.
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Etiquetado como: desempleo, flexiguridad, mercado laboral, política laboral, reforma laboral, sindicatos
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Medidas para favorecer la contratación indefinida
Medidas para favorecer la contratación indefinida
Unidad de España: Miguel Cardoso, Rafael Doménech, Juan Ramón García y Camilo A. Ulloa Fundación Sagardoy: Jesús Rafael Mercader e Íñigo Sagardoy
Las reformas aprobadas desde comienzos del 2012 han tratado de corregir muchas de las deficiencias endémicas del mercado de trabajo español. Pero la situación actual todavía requiere de medidas adicionales. Para favorecer la contratación estable y proteger a los colectivos con mayores dificultades de inserción laboral, en este documento se propone conjugar una simplificación efectiva del menú de contratos con un cambio sustancial del sistema indemnizatorio, de manera que el contrato indefinido sea la opción preferida por empresas y trabajadores. Al respecto, se sugiere un sistema mixto en el que una parte de la indemnización por finalización del contrato dependería de la antigüedad del trabajador en la empresa y la otra, de una cuenta de ahorro individual similar al modelo austriaco.
Esta propuesta atenuaría la incertidumbre que obstaculiza la contratación indefinida, propiciaría la inversión en capital humano específico, aumentaría la productividad, incentivaría la movilidad laboral y geográfica, beneficiaría la reasignación sectorial del empleo, y ayudaría a modernizar la negociación colectiva. Finalmente, la creación del fondo de capitalización facilitaría la planificación financiera de las empresas, aumentaría el ahorro de los trabajadores y el nivel de renta de los futuros pensionistas.
1. La reforma laboral de 2012: un avance sustantivo pero no suficiente
La reforma del mercado de trabajo aprobada en el año 2012 supuso un avance significativo sobre la normativa previa en relación con la flexibilidad interna de las empresas, la modernización del sistema de negociación colectiva (descentralización y limitación de la ultractividad indefinida), la racionalización de los costes de extinción del contrato de trabajo, la clarificación de las causas de despido procedente, la potenciación de la formación y el aprendizaje y la dinamización de la intermediación laboral1.
Desde la entrada en vigor de la reforma laboral, el Gobierno ha adoptado medidas suplementarias
encaminadas a intensificar la búsqueda de trabajo por parte de los desempleados que perciben prestaciones2, a mitigar la dualidad y fomentar la utilización del contrato a tiempo parcial3, a bonificar transitoriamente la contratación indefinida4, a aumentar la eficiencia de las políticas activas de empleo5 o a impulsar la empleabilidad de los jóvenes6.
Si bien estos cambios eran necesarios y han contribuido a reparar las deficiencias del mercado de trabajo,
los elevados niveles de desempleo y temporalidad demandan nuevas medidas para que la regulación laboral siga mejorando. España combina una indemnización por despido de trabajadores indefinidos elevada respecto a otras economías desarrolladas y una legislación sobre contratación temporal flexible (en relación con los indefinidos) y poco efectiva, lo que segmenta a los trabajadores en dos grupos según su mayor o menor protección, y que da lugar a lo que se puede denominar como flexirrigidez del mercado de trabajo español.7 Esta dualidad tiene efectos negativos sobre la desigualdad8. La temporalidad incide más en los colectivos más vulnerables y con mayores dificultades de inserción laboral (jóvenes y poco cualificados, tal y como muestra el Gráfico 1), lo que causa importantes problemas de equidad. Además, los trabajadores temporales tienen una probabilidad mucho mayor de perder su empleo que los indefinidos, lo que exacerba la volatilidad del componente cíclico del desempleo.
https://www.bbvaresearch.com/wp-content/uploads/2014/11/Observatorio-reforma_sistema_indemnizatorio_e1.pdf
El futuro del capitalismo. CIDOB
Europa - [05/12/2014]http://www.cidob.org/es/noticias/europa/el_futuro_del_capitalismo
El futuro del capitalismo
La reciente deriva del capitalismo, que ha traído consigo un aumento de la desigualdad y la corrupción a la vez que ha ido perdiendo legitimidad ciudadana, está generando malestar en sectores cada vez más transversales y acrecentando la distancia entre las élites y la ciudadanía en Europa. Todos estos factores están poniendo en cuestionamiento el futuro del capitalismo y es por ello que CIDOB y el Círculo de Economía han organizado un seminario con reconocidos expertos en la materia, para diagnosticar esta situación y analizar su posible evolución.
Desigualdad, pobreza y falta de oportunidades. Éstos son los tres síntomas que evidencian que algo va mal en el capitalismo, tal y como expuso Antón Costas, presidente del Círculo de Economía, al dar comienzo la mesa redonda. El capitalismo bien entendido es un sistema económico orientado al bienestar, cuya preocupación principal es la renta per cápita de sus ciudadanos y la mejora de su nivel de vida y sus expectativas. Cuando esta premisa se rompe, el sistema empieza a fallar: una sociedad con desigualdades puede funcionar mientras la ciudadanía perciba que existen oportunidades; en el momento en que esto deja de ser así, la sociedad deja de ser tolerante con las desigualdades.
Así pues, después de la crisis ¿hay vida para el capitalismo? Carles A. Gasòliba, presidente de CIDOB, considera que el capitalismo es como la energía, que simplemente debe transformarse. En palabras de Thomas Piketty, esta transformación debe pasar por recuperar el capitalismo redistributivo basado en un sistema impositivo global. Tal y como ya anunciaba J. F. Kennedy, el capitalismo en su forma modificada no desaparecerá, ya que sus críticos acabarán por descubrir que los otros sistemas son peores. Por último, y citando en esta ocasión a Martin Wolf, Gasòliba añadió que “el capitalismo ha cambiado siempre y ahora necesita volver a cambiar, llevando a cabo reformas prácticas y revisando las estructuras con las que opera”.
El profesor de Economía de IESE, Alfred Pastor, fue el encargado de conducir la exposición inicial, en la que planteó los tres grandes problemas a los que se enfrenta el sistema en la actualidad: las desigualdades, el futuro del empleo y las crisis recurrentes y endógenas. Para evitar que se cumpla la profecía de Marx, que anunciaba el derrumbamiento del capitalismo a causa de sus contradicciones internas, Pastor hizo mención a las tres posibles soluciones que Hilaire Belloc plantea en su libro, El Estado Servil. Tanto la primera de ellas, repartirlo todo de nuevo; como la segunda, la colectivización, resultan inviables. En cuanto a la tercera, el Estado servil presenta un escenario en el que los trabajadores venden su libertad a cambio de seguridad, una premisa que acaba de romperse dado que ya no existe el trabajo para toda la vida.
Para Pastor, el capitalismo no es más que una evolución de la economía de mercado que nace de la Iglesia Católica en Italia. Sin embargo, lo que distingue al capitalismo de otras formas de economía de mercado es el sujeto. En este sentido, maximizar el bienestar colectivo no es más que maximizar la suma de bienestares individuales, en los que el bien más preciado es la libertad; si no hay propiedad, no hay libertad.
El individuo autónomo no existe –y si existe, es un monstruo–, necesitamos del resto para nuestro desarrollo. En este sentido, el propósito de la economía es facilitar el desarrollo del individuo en su entorno, siendo su objetivo final el bien común, “el bien de estar juntos”. No hay nada superior a la persona, pero la persona necesita de la comunidad; por ello, la productividad no debe primar nunca sobre la creación de empleo.
Sin embargo, hemos dejado que el enriquecimiento pese demasiado. Tal y como ya anunciaba Adam Smith, admirar la riqueza lleva a la corrupción de los sentimientos morales y esto ha desembocado en la forma degenerada de economía de mercado que estamos viviendo actualmente. Por ello, Pastor considera que ha llegado el momento de reequilibrar, de manera que la riqueza no sea el móvil principal de la gente, y de reorientar, para que el bien común prime sobre el éxito individual.
El diálogo entre los expertos que participaron en esta mesa redonda fue moderado por Jordi Bacaria, director de CIDOB, que inició esta segunda parte de la jornada matizando la diferencia entre la desigualdad, no necesariamente injusta, y la inequidad.
Contextualizando la crisis económica y de confianza, marcada por la reciente ruptura del bipartidismo y el distanciamiento entre ciudadanía y élites, Belén Barreiro, directora de MyWord y expresidenta del CIS, explicó el cambio de tendencia que ha experimentado España entre 2007 y 2012. Durante estos cinco años, ha pasado de ser uno de los países más pro capitalistas a verse invadido por un sentimiento anticapitalista y un crecimiento de los indicadores de ciudadanía activa (aumento de las manifestaciones, mayor interés por la política, nacimiento de un partido ciudadano como Podemos). Este cambio ha venido acompañado del rechazo a las grandes empresas y la desconfianza del mundo financiero, comportamientos que no dependen de la clase social sino de “cómo te ha tratado la crisis”. En este sentido, los ciudadanos más moderados o de centro muestran niveles preocupantes de rechazo a la economía de mercado. A estos datos, Barreiro añadió que 1 de cada 2 españoles considera que ha bajado de clase social por culpa de la crisis. Este conjunto de percepciones ha generado cambios en la forma de consumir y ha provocado la activación de la sociedad, que busca soluciones dentro de sí misma: economía colaborativa, consumo ético.
El periodista Antonio Franco, desde su posición de “observador del profundo malestar que ha invadido la sociedad occidental”, afirmó que el sistema capitalista se resiste a cambiar pero está siendo forzado a hacerlo. El capitalismo está condenado a transformarse, posiblemente de forma lenta y con muchos costes, y esta reforma sólo puede ir en una doble dirección, una en la que los poderes democráticos dejen de estar subordinados a los poderes financieros, creando marcos legales capaces de acabar con la corrupción, y donde se acepten medidas para evitar que la globalización siga acentuando las desigualdades. Así pues, esta reforma debe ser una cuestión política más que económica y el mejor lugar para llevarla a cabo es la Unión Europea, por su tradición democrática y su experiencia en transformaciones. La gente se ha cansado de quejarse y ha entendido que a través de las urnas se pueden cambiar las cosas.
Desde el punto de vista empresarial, Jordi Mercader, presidente de Miquel y Costas & Miquel, considera que el deber de los empresarios es proteger el modelo de mercado mediante una asignación eficiente de los recursos, produciendo bienes y servicios, volviendo a las bases del sistema y corrigiendo sus trayectorias. Asimismo, ve imprescindible ejercer un control sobre los responsables y gestores del sistema para garantizar la ética general, con iniciativa emprendedora y rigor de funcionamiento.
Para Mercader, el futuro pasa por la innovación, la apuesta por la creatividad y los valores tecnológicos. De la misma forma, el capitalismo del futuro debe fundamentarse en la calidad de una clase dirigente que interiorice la cultura del esfuerzo, la capacidad de emprender y de asumir riesgos, que sea socialmente activa y apueste por las personas, primando los valores de solidaridad, sostenibilidad, experiencia y conocimiento.
Seguidamente, Fiona Maharg, corresponsal de Thomson Reuters Breakingviews en Madrid, empezó señalando otros modelos de capitalismo de estado, como el de Brasil, China o Rusia, que se caracterizan por combinar herramientas del capitalismo con empresas de estado muy potentes. Por otra parte, destacó que durante la crisis únicamente se han subido los impuestos un 2%. Maharg considera que no se producen más subidas de impuestos porque la gente no confía en el gobierno para determinar una redistribución justa y plantea como otra posible opción reducir los sueldos de los ejecutivos. Finalmente, y en relación a las recientes corrientes populistas, Maharg afirma que “el populismo es muy bueno reconduciendo el descontento pero no tanto proponiendo soluciones”.
Por último, el filósofo Josep Ramoneda inició su exposición poniendo de manifiesto el equilibrio precario que existe entre capitalismo y democracia y recordando, en palabras de Fernand Braudel, que “el capitalismo es el privilegio de unos pocos, impensable sin la complicidad de la sociedad”. Para Ramoneda, “nos acabamos creyendo que existía una inmensa clase media; con la crisis este velo se cayó y la clase se partió en dos –los que mantuvieron el trabajo y los que no”.
En la situación actual, la soberanía la ejercen poderes externos: los gobiernos pierden el control y los ciudadanos pierden el control sobre los gobiernos, “la democracia se pone cabeza abajo”. Los gobiernos ya no viven mirando a los ciudadanos sino a los mercados financieros y la política debe ser capaz de recuperar la autoridad para no caer en un autoritarismo postdemocrático.
V.Esteve....Puede la Teoría de Juegos ayudar a entender las negociaciones de Grecia?
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/07/actualidad/1423333771_678411.html
Vicente Esteve
¿Puede la Teoría de Juegos ayudar a entender las negociaciones de Grecia?
http://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2015-02-07/puede-la-teoria-de-juegos-ayudar-a-entender-las-negociaciones-de-grecia_703669/
La teoría de juegos es una disciplina que estudia situaciones en las que es relevante la interdependencia estratégica, es decir, que el resultado para cada jugador depende de sus propias decisiones y de las decisiones de los demás. Ha sido aplicada, principalmente, en economía, pero ha tenido también un desarrollo amplio en gestión, sociología, psicología, filosofía, e incluso en biología evolutiva. En el caso de la Economía, la teoría de juegos inició su análisis formal en 1944 con el trabajo de John Von Neumann y Oskar Morgenstern, The Theory of Games and Economic Behaviour. Posteriormente, merecen ser citados por sus aportaciones centrales tres premios Nobel de Economía: John Nash, John Harsanyi y Reinhard Selten.
Dado que el nuevo gobierno griego ha basado su política electoral en el fin de la austeridad, y dado que el pago de la deuda supone una parte muy importante del PIB griego, las negociaciones para refinanciar la deuda pública de Grecia con la troika y con el resto de los países de la zona del euro constituyen una baza ineludible para la credibilidad del nuevo Gobierno. Esta situación se puede analizar mediante la Teoría de Juegos.
Para analizar las negociaciones de la deuda griega a través de la Teoría de Juegos hay que tener en cuenta las grandes diferencias que existen entre los contrincantes (Grecia y Alemania), el manejo del farol y que el resultado de la partida condicionará las reglas de los juegos futuros
Para sentar las bases analíticas habría que precisar algunos aspectos. En primer lugar, los jugadores son muy diferentes, mientras que Grecia supone el 1,9% del PIB de la zona del euro, el otro jugador representa, obviamente, el 98,1% restante, sin embargo los intereses de ese 98,1% no son homogéneos, no es lo mismo la posición de Alemania, incluso geoestratégica, que la de Bélgica. Este aspecto matiza algo la desigualdad entre los jugadores. En este sentido, son relevantes las visitas del primer ministro griego a los países que considera menos integrados en la política de austeridad como Italia y Francia, obviamente, tratando de debilitar al gigante. El segundo aspecto a considerar es que en esas negociaciones no solo se juega el juego Eurozona-Grecia, sino que el resultado al que se llegue condiciona el resto de los juegos futuros Eurozona-resto de los países, además de enviar una señal a las poblaciones de estos países. Dependiendo del resultado final, la señal podría ser muy preocupante para países como España con partidos de extrema izquierda emergentes. Un tercer aspecto es el manejo del farol, con el que Grecia ha iniciado la partida, amenazando con salir del bloque Unión Europea-occidente y entrar en el bloque ruso-oriental. En mi opinión, esta amenaza no es creíble ya que la fórmula no le interesa cumplirla, pero una cosa es el interés del pueblo griego y otra la de sus gobernantes actuales. Esperemos que no haya divergencia.
Por lo tanto, el problema tiene que ver con un complicado conjunto de negociaciones entre unas partes muy diferentes en cuanto a su capacidad negociadora y con intereses muy dispares. El problema mayor es que el resultado al que se llegue va a afectar, a largo plazo, a toda la política europea, incluso a la estabilidad de la Unión Europea y, en particular de la Unión Monetaria. Esperemos que, aunque sea por una vez, los políticos negociadores piensen en el largo plazo. Podemos especular a qué juego podrían jugar el gobierno griego y la troika a través de algunos ejemplos.
1.) El juego de la gallina. Un camión de gran tonelaje y un turismo se dirigen hacia un puente de único sentido desde puntos opuestos. Si ninguno se desvía, chocarán. Puesto que los costes de la colisión son mucho mayores para el turismo, éste cederá el paso.
Aplicación a Grecia y a la troika. Grecia y la troika suponen que la otra parte tiene mucho que perder si no cede. Los griegos podrían verse expulsados de la zona euro y no podrían financiar gran parte de sus servicios públicos y de sus pensiones. La troika perderían los cuantiosos préstamos concedidos a Grecia en los sucesivos rescates. A ambas partes les resulta fácil imaginar que la otra parte reaccionará primero y cederá a las demandas de la primera. Pero esto no ocurre.
Sin embargo, como recomendaba el general y filósofo chino Sun Tzu 650 años antes de Cristo, hay que dejar una salida honorable al otro jugador, para que el resultado sea estable.
2.) El dilema del prisionero. La policía detiene a dos hombres y los interroga por separado. No hay suficientes pruebas para condenar a ninguno, así que ofrecen un trato a cada uno. Si cooperan y testifican contra el otro, obtendrán la libertad y el otro irá a la cárcel. El único equilibrio posible de este juego es aquél en el que se delatan mutuamente y terminan condenados. Sin embargo, la noticia optimista en este caso, es que si el juego se juega muchas veces y no se conoce cuando va a terminar este juego, es posible una trayectoria de equilibrios en los que se colabora.
Hay que conseguir que el Banco Central Europeo imprima más dinero y lo emplee para comprar bonos griegos. Así, los griegos podrían aumentar el gasto público por la vía más barata y el coste se distribuiría entre los otros 17 miembros
Aplicación a Grecia y a la troika. Si Grecia continua con el ajuste presupuestario y las reformas económicas impuestas con los rescates, los desequilibrios de la economía griega se corregirían gradualmente y se recuperaría una senda de crecimiento duradera y sostenible. Sin embargo, dado que el nuevo gobierno ha anunciado repetidamente su intención de no colaborar, Grecia y la zona del euro podrían acabar con una larga y todavía más profunda recesión en Grecia y la pérdida de la deuda en la zona del euro. Si plantean el juego como una larga partida con muchas jugadas, donde la zona del euro cede en algún aspecto y Grecia renuncia a su programa demagógico, se podría aliviar algo la situación del pueblo griego y no comprometer el futuro de la propia Unión Monetaria.
3.) El dilema de la cena. Diez personas salen a cenar y dividen la cuenta a partes iguales. Cada uno decide pedir el plato más caro, aunque sólo sea marginalmente mejor que el más barato porque, cuando el coste adicional se divida entre diez, el importe final será insignificante. Sin embargo, si los diez llegan a la misma conclusión, acabarán pidiendo los diez platos más caros de la carta.
Aplicación a Grecia y al resto de países de la zona del euro. Hay que conseguir que el Banco Central Europeo imprima más dinero y lo emplee para comprar los bonos griegos. De esta manera, los griegos podrían aumentar el gasto público por la vía más barata. Además, el coste se distribuye entre los otros 17 miembros de la zona del euro. Evidentemente, esto que parece tener sentido individualmente, no soporta un análisis colectivo ya que, si todos hacen lo mismo, que lo harán, la dinámica de la deuda pública de los 18 países de la zona del euro se haría insostenible y el Banco Central Europeo no podría mantener el programa de compras. Es como si el menú que adquieren entre todos los comensales no pudiera ser pagado por ellos y tuvieran que pedir prestado para mantener sus alegrías, pero ¿quién se arriesga a prestar si no tiene la seguridad de que, partir de entonces, el consumo de platos tendrá en cuenta lo que uno tiene (produce) y está seguro de que va a recuperar el préstamo más los intereses?
Este último es el juego más peligroso desde el punto de vista de la estabilidad de la zona del euro y en el que los griegos podrían encontrar apoyos. Este juego pone, además, de manifiesto el gran déficit de la Unión Monetaria, que es la inexistencia de un presupuesto europeo con un control a nivel europeo de la deuda. Si la zona del euro lo acepta en la manera en que se está planteando, la inestabilidad a largo plazo estará garantizada.
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