Este articulo de Sala i Marti, incide mas en la crisis politica:
¿Recuerdan aquello de “en España no hay crisis, sólo una leve desaceleración”? Después de negarlo durante meses, era la manera que tenía el gobierno de empezar a admitir tímidamente que el país estaba en recesión. Viendo lo que ha caído desde entonces, aquella frase parece un chiste malo, pero es el símbolo de lo que ha pasado: estamos donde estamos porque los políticos de todo el mundo han cometido errores monumentales.
En medicina, hay diferentes tipos de enfermedades: dolencias respiratorias, cardiovasculares, motrices, cánceres, etc. Para cada una de ellas existe un diagnóstico preciso y un tratamiento específico. Todo el mundo sabe que no se debe aplicar la misma cura a diferentes enfermedades. Pues bien, en economía también hay diferentes tipos de crisis: crisis de demanda, crisis de oferta, crisis de exceso de deuda, etc. Cada una de ellas exige un tratamiento específico. Las crisis de demanda causadas por una reducción del gasto privado se pueden solucionar con aumentos del gasto público. Las de oferta se arreglan reformando las estructuras productivas que limitan la productividad (reformas educativas, reguladoras, financieras, laborales, etc). Las crisis de exceso de deuda se solucionan reduciendo la deuda.
Para ver el tipo de crisis a la que nos enfrentábamos en 2007-2008, recordemos que la burbuja inmobiliaria tuvo dos consecuencias importantes. La primera era que el sector privado, principalmente las familias y los bancos y cajas, se habían endeudado por encima de sus posibilidades. Las familias habían comprado viviendas demasiado caras con la esperanza de que su precio seguiría subiendo. Y los bancos se habían endeudado (o, si quieren utilizar la jerga del sector financiero, apalancado) para poder recoger los beneficios que prometía el crédito a un sector inmobiliario insaciable. Al explotar la burbuja, unos y otros se quedaron con unas deudas extravagantes que muchos no podían pagar. La crisis era, pues, de exceso de deuda.
¿Recuerdan aquello de “en España no hay crisis, sólo una leve desaceleración”? Después de negarlo durante meses, era la manera que tenía el gobierno de empezar a admitir tímidamente que el país estaba en recesión. Viendo lo que ha caído desde entonces, aquella frase parece un chiste malo, pero es el símbolo de lo que ha pasado: estamos donde estamos porque los políticos de todo el mundo han cometido errores monumentales.
En medicina, hay diferentes tipos de enfermedades: dolencias respiratorias, cardiovasculares, motrices, cánceres, etc. Para cada una de ellas existe un diagnóstico preciso y un tratamiento específico. Todo el mundo sabe que no se debe aplicar la misma cura a diferentes enfermedades. Pues bien, en economía también hay diferentes tipos de crisis: crisis de demanda, crisis de oferta, crisis de exceso de deuda, etc. Cada una de ellas exige un tratamiento específico. Las crisis de demanda causadas por una reducción del gasto privado se pueden solucionar con aumentos del gasto público. Las de oferta se arreglan reformando las estructuras productivas que limitan la productividad (reformas educativas, reguladoras, financieras, laborales, etc). Las crisis de exceso de deuda se solucionan reduciendo la deuda.
Para ver el tipo de crisis a la que nos enfrentábamos en 2007-2008, recordemos que la burbuja inmobiliaria tuvo dos consecuencias importantes. La primera era que el sector privado, principalmente las familias y los bancos y cajas, se habían endeudado por encima de sus posibilidades. Las familias habían comprado viviendas demasiado caras con la esperanza de que su precio seguiría subiendo. Y los bancos se habían endeudado (o, si quieren utilizar la jerga del sector financiero, apalancado) para poder recoger los beneficios que prometía el crédito a un sector inmobiliario insaciable. Al explotar la burbuja, unos y otros se quedaron con unas deudas extravagantes que muchos no podían pagar. La crisis era, pues, de exceso de deuda.
La segunda consecuencia de la burbuja fue la complacencia: como las cosas parecían ir bien, nadie se daba cuenta de que la productividad de la economía no aumentaba a la par de los salarios y no se hacían las costosas reformas que debían preparar el terreno para el día que desapareciera el chollo de la construcción. A la crisis de exceso de deuda se le sumaba una crisis de oferta.
Pero en lugar de tratarla como una crisis de deuda con carencias de oferta, las autoridades la trataron como una crisis de demanda. Por alguna razón que se me escapa, el fantasma de Keynes se apoderó de las mentes de la mayoría de asesores económicos del mundo que, tras dar las culpas de todo lo que estaba pasando a una supuesta falta de regulación financiera, siguieron las recetas tradicionales del fallecido economista británico. Keynes se hizo famoso cuando en los años 30 diagnosticó que la gran depresión del 29 era una crisis de demanda y recomendó el aumento del gasto público financiado con deuda. Desde entonces, sus seguidores piensan que todas las crisis son de demanda y siempre recomiendan aumentar el gasto público. Es posible que la del 29 fuera una crisis de demanda, pero eso no quiere decir ni que todas las crisis en general ni la actual en particular, también lo sean. Sea como fuere, un virus keynesiano invadió el planeta y todos los gobiernos, desde EEUU hasta España pasando por Europa, se dedicaron a aumentar el gasto público.
El problema es que la crisis no era de demanda sino de exceso de deuda. Dado que los ingresos fiscales habían caído por la crisis, eso sólo se podía hacer a base de aumentar la deuda pública. Es decir, nos encontramos en una situación esquizofrénica ya que una crisis de exceso de deuda se intentaba solucionar con (por favor no se rían...) !más deuda! Era como intentar curar el alcoholismo con baños intensivos de vodka. No hace falta ser muy listo para ver que eso sólo podía empeorar las cosas. Y las cosas empeoraron.
La idea de que los mercados no funcionan y que el estado debe intervenir llevó a los gobiernos a querer rescatar a todo el mundo, desde los bancos hasta los gobiernos amigos que no podían pagar sus deudas. Lo hacían como si sus recursos fueran ilimitados. En realidad, no tenían ni un euro y todo lo que gastaban para rescates salía de endeudarse todavía más. Hasta que, lógicamente, llegó el día en que los señores que les prestaban dinero dudaron de su capacidad para pagar. Primero dudaron de los bancos. Luego dudaron de los gobiernos periféricos de Grecia, Irlanda y Portugal. Luego dudaron de dos países mayores como son Italia y España. Ahora aparecen dudas sobre Francia y Estados Unidos. Pronto dudarán de Alemania.
Fíjense ustedes que (Irlanda y Grecia aparte) los acreedores no dudan de los países tengan dinero suficiente. Dudan de la capacidad que tienen sus líderes políticos de apropiarse de esos recursos para pagar las deudas. Las dudas no llegaron a Estados Unidos hasta que demócratas y republicanos juguetearon con la insolvencia intentando obtener réditos electorales cortoplacistas. En España, no sólo dudan de la capacidad del gobierno actual, que hace trampas cuando dice que reduce el déficit cuando lo que hace es pasarlo a los gobiernos autonómicos y locales. No ayuda Rajoy cuando afirma (ilusamente) que propondrá un plan de “austeridad sin dolor”. Dado que eso es una quimera (la austeridad conllevará dolor) los mercados dudan de que las elecciones de Noviembre solucionen el problema.
Estamos, pues, ante una crisis de falta de confianza en una clase política que erró en el diagnóstico, aplicó remedios equivocados y ahora se muestra incapaz de encontrar soluciones ni de llegar a acuerdos creíbles. La crisis de deuda se ha transformado, pues, en una crisis de liderazgo político
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En mi caso incido mas en la crisis economica, raiz de las otras crisis.
Un tipo de crisis que requiere soluciones economicas y unos acuerdos economicos globales
Considero que es una crisis de oferta y la teoria nos dice que una crisis de demanda se soluciona con politicas de oferta ( reformas estructurales que incrementen la tasa de crecimiento a medio y largo plazo y con ello genere un “efecto riqueza” que tire de la demanda agregada)
Pero ademas hay los temas relacionados con los desequilibrios comerciales creados por el G-2 que marcan la competitividad, la productividad, el deficit comercial.
Como bien recuerda Daniel L. “a nadie le interesa implementar medidas que incentiven la creación de empresas y el crecimiento, porque son demasiado a largo plazo y los programas de gasto se hacen de cara a las próximas elecciones.”
http://www.elpais.com/articulo/opinion/epoca/politica/elpepiopi/20110803elpepiopi_5/Tes
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