Mercado único de capitales, de Emilio Ontiveros en El País

Debemos reducir el peso que tienen los bancos a la hora de financiar a familias y empresas
De la crisis no saldrá una mayor integración fiscal o política en Europa, pero se habrán dado pasos importantes para que se conforme una integración financiera de los 28 miembros. Al menos en términos formales. La Unión Bancaria ha echado a andar el pasado noviembre y ahora empieza a cobrar entidad el proyecto de Unión de los Mercados de Capitales cuyo horizonte de culminación es 2019.
Las autoridades europeas están empeñadas en conseguir un objetivo básico de cualquier política económica: vincular crecimiento económico con canalización a usos productivos del ahorro. Eso significa conseguir sistemas financieros en los que existan más opciones de financiación e inversión y mejores rendimientos a inversores y ahorradores. Se supone que la mejor forma para conseguirlo es la creación de un mercado único de capitales que permita en mayor medida compartir riesgos de forma transfronteriza, crear mercados más profundos y líquidos y diversificar las fuentes de financiación de la economía. Todo ello, debería fortalecer la integración financiera y potenciar el crecimiento y la competitividad a medio plazo, según los propósitos del comisario encargado de su concreción, Jonathan Hill, manifestados el pasado 8 de junio.
Para ello, se considera como condición necesaria la reducción del peso que de la intermediación bancaria tradicional en la UE, especialmente en el continente, donde la importancia de la financiación directa a través de los mercados de capitales es muy baja en comparación con otras economías avanzadas, especialmente EE UU. En 2014 los bancos proporcionaron aproximadamente el 70% de la financiación externa de las empresas, el resto provenía de los mercados de capitales. En EEUU esas participaciones son justamente las inversas. Consecuentemente, el sector bancario es bastante mayor en la UE: los activos bancarios más que triplican el PIB en la eurozona, mientras que en EEUU son algo inferiores al PIB.
Uno de los objetivos prioritarios con los que Jean Claude Juncker llego a la presidencia de la Comisión era dotar de mayor protagonismo a la financiación directa de las empresas. Y en ese propósito coincide con el BCE. Ambos parten del diagnóstico de que la crisis ha tenido una intensidad diferencial en la eurozona, y su gestión ha sido más lenta y compleja, precisamente por esa ausencia de canales alternativos a la financiación bancaria, desde las propiciadas por los mercados de bonos, hasta las distintas modalidades de capital riesgo o las vías diversas de titulización de activos.
La contracción en el crédito bancario fue, efectivamente, la señal más explícita de llegada de la crisis a la eurozona y su persistencia en estos años es una de las diferencias en la dificultad que ha presentado su gestión frente a la llevada a cabo en EEUU. La mortalidad empresarial por asfixia financiera y la prolongación de bajos ritmos de crecimiento económico y del empleo siguen contrastando con los resultados observados en el epicentro de la crisis.
Fortalecer la resistencia a shocks, como el que llego en el verano de 2007 puede, efectivamente, conseguirse con una menor importancia relativa de la deuda bancaria en la estructura financiera de las empresas. Pero la diversificación de fuentes de financiación es igualmente necesaria para el desarrollo empresarial, para la financiación del nacimiento de empresas y del crecimiento de las de menor dimensión. Es necesario que empresas recién nacidas, con riesgos mayores pero también con mayores posibilidades de crecimiento o de aportación de rentabilidad, puedan encontrar financiación a sus proyectos, aun cuando esta no tuviera origen bancario. De la misma forma, un mercado único de capitales que libere cualquier barrera a la inversión transfronteriza, podría traducirse en menores costes de financiación para las empresas de menor dimensión.
Se trata, en definitiva, de que las empresas puedan acceder a fuentes de financiación disponibles dentro y fuera de la UE. Y con ello, conseguir financiar también esos proyectos de infraestructuras que conforman el otro gran objetivo del plan Juncker. Para ello, la Comisión se propone aliviar algunas de las restricciones que pesan sobre las inversiones en determinados tipos de infraestructuras en la regulación de las compañías de seguros y fondos de pensiones.
Modificaciones normativas serán igualmente necesarias para que los ahorradores dispongan de mayores opciones en la movilización de sus ahorros. En concreto para aumentar la preferencia de los inversores individuales por los mercados de acciones, también muy reducida en comparación con EE UU. En realidad, la proporción de inversores en la UE individuales entre todos los accionistas está por debajo de la mitad de lo que suponía en los años setenta del siglo pasado. La falta de confianza en esos mercados puede ser una de las razones y, como el propio comisario sugiere, será necesario aumentar la transparencia y armonizar los estándares de rendición de cuentas de las empresas cotizadas.
Actuaciones pueden ser necesarias en la fiscalidad, en la armonización de los rendimientos del capital o en la reducción de los desincentivos asociados a la doble tributación. Pero tampoco cabe descartar la revisión de las ventajas fiscales asociadas a la deuda frente a las formas de financiación basadas en los recursos propios, con el fin de fomentar la captación de capital. Las diferencias reguladoras sobre los procedimientos de insolvencia son otro de los ámbitos a homogeneizar. Por último, pero no menos importante, el desarrollo de los mercados de capitales exigirá que las estructuras macroprudenciales, tanto a nivel nacional como comunitario, sean capaces de reaccionar adecuadamente a episodios de inestabilidad en los mercados de capitales.
Un aspecto importante del proyecto es su vocación paneuropea, más allá de la eurozona. Y eso nos remite necesariamente a la conveniencia de que Reino Unido, con la City londinense como principal centro financiero de la UE, no quede excluida del proyecto. A diferencia de lo ocurrido con la Unión Bancaria, de la que no forma parte, el gobierno británico ha comprometido sus esfuerzos por contribuir a su buen funcionamiento. En realidad, una de las condiciones de éxito de ese proyecto deberá ser no solo el fortalecimiento de los sistemas financieros nacionales, sino el impulso a la financiación transfronteriza de proyectos de inversión, con independencia de donde estén localizadas esas oportunidades.
El Consejo ya estableció a la Comisión el pasado día 18 una serie de prioridades a corto plazo entre las que se encuentra el fomento de la titulización de activos bancarios, “simple transparente y estandarizada” compatible con las exigencias de la nueva regulación bancaria. De forma similar destaca la prioridad de estimular las vías de financiación a través de fondos de capital riesgo, de la extensión de las modalidades de crowdfunding y cualquier otra vía de financiación alternativa que pueda contribuir al apoyo de empresas pequeñas y de elevado crecimiento. Todo ello, preservando la protección de los inversores.
La financiación bancaria tardará tiempo en dejar de ser dominante en toda Europa, especialmente para las PMEs, pero ese horizonte de mayor desarrollo e integración de los mercados de capitales, es una buena referencia. Es obvio que el impacto más favorable derivado de las mayores posibilidades de financiación tendría lugar en aquellos sistemas financieros menos diversificados, entre ellos el español. Por el momento sería bueno que las autoridades nacionales asumieran la intensificación de la educación de emisores e inversores en los mercados de capitales, el cabal conocimiento de sus derechos y obligaciones.

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Mañana se presenta en Bruselas el Dictamen: "Economía del Bien Común: ¿Cambiando la forma en que las empresas y la economía funciona?". El documento ha sido elaborado por un equipo liderado por el español Diego Isabel La Moneda - miembro de la Economía del Bien Común y consultor político y el propio Christian Felber, fundador de la Economía del Bien Común (EBC).
El documento presenta la EBC como un modelo holístico que sirve de paraguas para canalizar las propuestas de otros modelos de nueva economía como la economía solidaria, la economía colaborativa, la economía circular, el cooperativismo, las empresas sociales o la economía azul.
El Dictamen propone la transformación del mercado económico europeo en un "Mercado Ético Europeo" en el que las políticas y estrategias públicas favorezcan aquellas actividades que contribuyan al bienestar de la ciudadanía y al bien común frente a aquellas que no aportan ningún valor o que incluso van en contra de los valores europeos y del bien común. De este modo, se creará empleo de calidad y Europa volverá a ser vista por el resto del mundo como el ejemplo a seguir en cuanto a protección del medio ambiente y derechos sociales. El "Mercado Ético Europeo" será la marca Europa en cuanto a políticas económicas y comerciales dando un giro ciento ochenta grados al actual colapso económico y social que vive el continente.
Entre las propuestas específicas presentadas destacan las siguientes:

  1. Medición de la contribución al bien común de las empresas mediante el denominado "Balance del Bien Común".
  2. Etiquetado Ético: Identificar en los productos su "huella ecológica" y su "huella social" - cumplimiento de derechos humanos y laborales en toda la cadena de suministro -.
  3. Compra pública ética: Favorecer a las empresas con mayor contribución al bien común en los procedimientos de compra pública.
  4. Mercado ético interno en la Unión Europea: Favorecer a las empresas que contribuyen al bien común mediante las políticas fiscales, el apoyo a la innovación social y las estrategias de promoción.
  5. Consumo ético. Políticas y estrategias públicas orientadas al fomento del consumo ético y responsable por parte de los consumidores. Mejorar la información ofrecida mediante el etiquetado ético y fomentar el consumo responsable mediante las políticas fiscales así como por medio de acciones educativas y de divulgación.
  6. Emprendimiento por el bien común. Orientar todas las políticas de apoyo a los emprendedores mediante la filosofía del bien común. De este modo se logrará que los nuevos emprendedores europeos contribuyan aporten valor social con sus actividades y contribuyan a la cohesión social.
  7. Banca Ética y creación de una red de banca ética europea.
  8. Bolsa del Bien Común. Creación de un mercado de valores en el que solo se incluyan aquellas empresas que demuestren su contribución al bien común, fomentando y facilitando de este modo la inversión ética.

La Economía del Bien común pretende llevar estas propuestas no solo a la Unión Europea sino también tanto a los diferentes estados miembros como a aquellas regiones y ciudades que quieran liderar la transición hacia una nueva economía orientada hacia las personas.

Programa del evento de presentación del Dictamen de Economía del Bien Común en Bruselas.
Para saber más:
Economía del bien común (traducción al español de Gemeinwohl-Ökonomie), es un proyecto económico abierto a las empresas y promovido por el profesor austríaco Christian Felber y más de 1000 voluntarios comprometidos con la difusión y evolución de una verdadera economía sostenible y alternativa a los modelos del capitalismo y el comunismo que han quedado obsoletos.
La Economía del Bien Común se rige por una serie de principios básicos que representan valores humanos: confianzahonestidadresponsabilidadcooperaciónsolidaridadgenerosidad y compasión, entre otros. En la economía real actual se mide el éxito económico con valores o indicadores monetarios como el producto interior bruto y los beneficios que dejan fuera a los seres humanos y al medio en el que vivimos. Estos indicadores no nos dicen nada sobre si hayguerra, se vive en una dictadura, si sobreexplotamos el medio, si se respetan los derechos humanos, etc. De la misma manera que una empresa tenga beneficios no nos indica nada sobre las condiciones de sus trabajadores ni sobre lo que produce ni cómo lo produce.
El balance del bien común mide cómo una empresa o un municipio vive: la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la sostenibilidad ecológica, la democracia con todos los agentes económicos.
Finalmente, la evaluación de esos valores podrá permitir al consumidor, en el caso de las empresas, escoger los productos y servicios que más contribuyan al bien común. Para los defensores de la economía del bien común, aquellas empresas a las que guíen esos principios y valores deben obtener ventajas legales que les permitan sobrevivir, frente a los valores del lucro y la competencia actuales.
La implantación del modelo teórico comenzó en octubre de 2010 con un grupo de empresas de varios países que participan activamente cumpliendo voluntariamente los requisitos del proyecto de economía del bien común.

En España la Asociación Federal Española para el Fomento de la Economía del Bien Común cuenta con 212 asociados,  2.032 simpatizantes registrados, 141 empresas con el Balance del Bien Común o en proceso de realizarlo, 4 asociaciones regionales (Cataluña, País Vasco, Canarias y Valencia), 23 Campos de Energía o grupos locales y 75 nodos o comisiones de trabajo.



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Robert J. Shiller, Nobel de Economía 2013: "Necesitamos democratizar las finanzas" Escrito por Federico Fernández de Santos

Robert J. Shiller es Catedrático Stanley B. Resor de Economía en la Universidad de Yale e investigador asociado del Centro Internacional de Finanzas de la Yale School of Management, así como del National Bureau of Economic Research. La Real Academia de las Ciencias Sueca acaba de concederle el Nobel correspondiente a Economía 2013, junto a los estadounidenses Eugene F. Fama y Lars Peter Hansen, por sus «análisis empíricos sobre los precios de activos».
Esta entrevista fue realizada en octubre de 2012, durante su visita a España para la presentación, en la Fundación Rafael del Pino, de su última obra titulada: "Las finanzas en una sociedad justa: Dejemos de condenar el sistema financiero y, por el bien común, recuperémoslo", publicada en español por Deusto.
El Profesor Shiller ha sido vicepresidente de la American Economic Association y presidente de la Eastern Economic Association. Su obra escrita comprende temas como mercados e innovación financiera, economía de la conducta, macroeconomía o métodos estadísticos. En uno de sus libros más conocidos, Animal Spirits: Cómo influye la psicología humana en la economía, desarrollado junto al Premio Nobel de Economía George A. Akerlof, los autores argumentan que la economía no está determinada solo por motivos puramente racionales sino que también intervienen motivaciones no económicas e irracionales.
En su última obra, Robert Shiller argumenta que hay que entender las finanzas no solo como la manipulación del dinero o la gestión del riesgo, sino como la administración de los activos de la sociedad. Durante la presentación de este libro en la Fundación Rafael del Pino, Shiller sostuvo que: “Democratizar las finanzas significa, en primer lugar, hacer que nuestras instituciones financieras abarquen a más personas; segundo, que cubran los tipos de riesgos que preocupan a la gente y, en tercer lugar, lograr que las personas estén más involucradas en las decisiones financieras con la ayuda de asesores y que dispongan de la información adecuada, todo ello ayudará a los ciudadanos a gestionar el riesgo y aprovechar mejor las oportunidades”.
Para el Profesor, “la educación financiera es una cuestión importante que no está bien solucionada. Las escuelas deben ofrecer formación financiera en todos los niveles educativos (…). Es como la medicina, no se puede hacer frente a los problemas médicos pidiendo a la gente que aprenda medicina, ya que necesitan un médico que les diga qué es lo que les pasa y darles instrucciones muy claras. Lo mismo ocurre con las finanzas, creo que todos deberíamos tener consejeros financieros personales”.
Shiller escribió Las finanzas en una sociedad justa después de que empezara la crisis, “porque pensé que la hostilidad hacia el sector financiero está fuera de lugar. La gente puede estar enfadada por lo que pasa, pero necesitamos las finanzas; y las necesitamos en sus diferentes formas. Lo que la gente realmente debería estar haciendo, si están motivados por el 15M, Occupy Wall Street o cualquier otro movimiento similar, es aprender finanzas y participar en el debate sobre la mejora de este sector fundamental para la sociedad”.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Afirma que nuestro sistema financiero es disfuncional y que, si no intentamos comprender la causa de esa disfuncionalidad, perderemos una gran oportunidad para solucionar los problemas que nos afectan. ¿Nos podría describir la metáfora de la autopista con la cual explica esto en su libro?
ROBERT J. SHILLER: Recuerdo que, en cierta ocasión, conduciendo por una autopista en una noche de niebla, sentía gran presión por parte de otros conductores para conducir más deprisa de lo que yo consideraba oportuno, prudente y seguro. Creo que muchos hemos pasado por esta misma experiencia. La pregunta es qué deberíamos hacer ante esta circunstancia, cuando hay unas condiciones meteorológicas complejas y existe la posibilidad de que ocurran accidentes, con lo cual el sentimiento de miedo es legítimo.
Uno de los pensamientos que me viene a la mente es que el gobierno podría enviar a la cárcel a los conductores imprudentes. Hoy las nuevas tecnologías nos proporcionan formas para gestionar mejor este problema, por eso aplico esta metáfora al sector financiero. Todo el mundo estaba “conduciendo” demasiado deprisa en el boom que precedió a esta crisis. ¿Por qué? Porque como todos iban a gran velocidad, se infirió al entorno que eso debía de ser normal y seguro, pero en realidad no había ninguna autoridad central comprobando que así fuese.
Necesitamos una autoridad que monitorice los peligros sistémicos y un tipo de sistemas de incentivos que haga que la gente levante el pie del acelerador. En una autopista, estos incentivos podrían adoptar la forma –dado que vivimos en un entorno moderno y de alta tecnología– de sensores de monitorización con advertencias de reducción de velocidad, penalizaciones por su exceso, etc.
Es necesario tener reglas e incentivos y, lo mismo que no queremos que las personas tengan miedo de ir a la cárcel por conducir deprisa, hemos de reconocer qué mejoras se pueden hacer en el sistema, sin que estas se basen en el “miedo”. No hablo de una mejora individual, sino de muchas y múltiples mejoras.
 La historia de las finanzas es la historia de una acumulación gradual de pequeñas mejoras a nuestro sistema, que nos lleva a un modelo económico donde las personas tienen gran libertad, pueden ser emprendedoras y hacer las cosas sin miedo de ir a la cárcel o de arruinarse, y todo esto en un entorno donde hay “límites de velocidad”. Este sistema, siempre en proceso de mejora continua, supone una comprensión de la naturaleza humana y de la tecnología moderna.
F.F.S.: Viviendo en un mundo globalizado con diferentes regulaciones, la aplicación de estos controles se plantea como algo complejo. ¿Cómo podría implementarse lo que predica?
R.J.S.: Hoy en día, las personas y las empresas se mueven de un país a otro dependiendo de lo oneroso que este sea. Esto puede hacer que los planteamientos por los que abogo no funcionen, y es por ello que se necesita una mayor coordinación de las relaciones financieras entre países, aunque ya podemos observar cómo se avanza en este sentido. Que los países del G-20 estén coordinando hoy sus relaciones mucho más que en el pasado es un ejemplo de que nos movemos en la dirección correcta, aunque pueda parecer insuficiente. También la comunidad de Bancos Centrales se reúne con mayor frecuencia, ya sea en Basilea o en otros sitios, generando más respuestas coordinadas. Estamos mejorando en estas acciones, pero evidentemente existen limitaciones. Casos como el de François Hollande en Francia, cuando propone incrementar los impuestos a las grandes fortunas a un 75% sobre los ingresos, lo único que provocan es una estampida. No podemos avanzar de esta manera, sin tener costes ni servidumbres.
F.F.S.: En su libro nos explica cómo esta crisis ha incrementado la sensación de necesidad de un entorno más regulado, pero al mismo tiempo afirma que la mejor forma para que la sociedad avance es la no restricción de la innovación financiera. Al contrario, defiende que deberíamos dar tanta libertad como sea posible, ya que es el modo más óptimo de reducir el impacto de esta crisis.
R.S.: Si analizamos las causas que nos han llevado a esta crisis, observaremos que son en parte sociológicas. Las personas avanzan como las “manadas”. El fallo está en que nuestro sistema no establece salvaguardias ni garantías para evitar las “estampidas”. Podemos aprender de la conducta pasada de estas “manadas” para desarrollar mejores sistemas que sirvan para controlar las relaciones y evitar que las personas sean pisoteadas por una estampida. Una de las soluciones podría ser mediante protecciones individuales.
F.F.S.: Hablando del control de las masas, esta “segunda gran contracción”, como Reinhard y Rogoffbautizaron a la última crisis, ha generado una reacción psicológica negativa que podríamos denominar como repulsión hacia el capitalismo. La crisis no ha hecho más que acentuar la distancia entre las élites y la clase media, de modo que en la sociedad europea existe un sentimiento de insatisfacción e injusticia. Tal y como se plantea en su libro: “¿Cómo podemos democratizar las finanzas de manera que nos sirvan bien a todos?”.
R.J.S.: Me preocupa el incremento de la desigualdad, algo especialmente notorio en un gran número de países durante las últimas dos o tres décadas. En el período que va desde la Segunda Guerra Mundial a los años 70 –al menos en Estados Unidos–, la desigualdad disminuyó. Aunque basándonos en la historia, podemos deducir que no es inevitable un incremento de la misma. Ahora bien, ¿por qué está aumentando hoy en día de una forma elevada?, ¿podemos establecer mecanismos y políticas que frenen esta evolución?
Algunos eruditos atribuyen esta situación al crecimiento del fenómeno del lobby de los intereses financieros. En Estados Unidos, se ha generado un desequilibrio entre estos y los sindicatos, que en el pasado practicaron más activamente su política de lobby frente al gobierno. Esto se podría reconducir a través de nuevas leyes, en un esfuerzo de los gobiernos para restaurar el equilibrio entre las diferentes representaciones de los grupos de interés.
Otro factor del aumento de las desigualdades puede ser, sencillamente, el crecimiento de las tecnologías de información. Los ordenadores están reemplazando a las personas. Esto es muy preocupante, especialmente para las personas con menor cualificación, que pueden encontrarse con que un robot hace su trabajo mejor y más deprisa. Sin embargo, también la tecnología puede crear puestos de trabajo para esas mismas personas; aunque ciertamente es un riesgo y debemos tenerlo en consideración. Esto causa desigualdad y, aunque no se pueda achacar al sistema financiero, la tecnología financiera podría sugerirnos formas para mitigar este problema.
Las finanzas se centran esencialmente en la gestión del riesgo. Creo que este riesgo del incremento de la desigualdad puede ser aislado. Mi propuesta, que evidentemente no sé si es la mejor, plantea incluir un impuesto para las desigualdades en el sistema financiero, o como yo lo defino: índice de desigualdad. Esto hace que el sistema impositivo se gestione de manera que sea más progresivo si la desigualdad incrementa. En cualquier caso, pasaría del crecimiento de la desigualdad a la “maldad” de las finanzas. Es algo a lo que debemos prestar mucha atención y procurar solucionar, ya que estoy convencido de que el crecimiento de las desigualdades es el problema más acuciante al cual el mundo se enfrenta hoy. A los políticos les resulta difícil hablar de este tema, quizás por ello se hace tan poco al respecto.
F.F.S.: Los controles de los entornos calvinistas y anglosajones parecen ser más efectivos que los de los entornos latinos, donde las responsabilidades se diluyen mucho más (valga como ejemplo las consecuencias legales que han sufrido los responsables de los “agujeros”… y, como consecuencia, el desigual impacto de la desconfianza de unos países a otros). Por eso, cuando fuerzas externas al sistema financiero capitalista actúan de manera interesada se generan acciones que reducen –como dice Schumpeter– la capacidad propia del sistema de retornar al equilibrio. Son muchos los que acusan al entorno político del sur de Europa de inmiscuirse interesadamente –y de forma nada productiva– en la economía. ¿Qué opina de esto?
R.J.S.: Siendo como es difícil trasplantar el espíritu de un país (o de un entorno) a otro, si hablamos del sur de Europa y nos retrotraemos 2000 años, pienso que la antigua Roma era un entorno muy emprendedor respecto del resto del mundo. Sus éxitos empresariales fueron muchos y muy diferentes, y lo mismo se puede decir del Renacimiento. Las tendencias históricas y culturales, aun teniendo una importancia, resultan difíciles de parametrizar.
Esto que me pregunta encaja también con la descripción de China. Uno podría argumentar que es tal el volumen de los negocios financiado por los bancos (bancos que están políticamente involucrados) que, aunque hoy marchen bien, a largo plazo representarán una rémora, un freno para la economía del país. La corrupción es un problema en todo el mundo y parece ser más elevado en unos lugares que en otros. Hay evidencias palmarias de que, en países donde existe un mayor nivel de confianza en la integridad de sus gestores, la tendencia al éxito es muy superior. Así, una nueva forma para ayudar al crecimiento de la confianza es dedicar mayores recursos a la regulación. Se necesitan reguladores, y también abogados, que representen a la gente.
Una historia de éxito sería aquella donde las personas tienen una seguridad razonable de que recibirán justicia, porque tienen acceso a la defensa personal, y donde la expectativa de que los reguladores perseguirán a los delincuentes es cierta y demostrable. Hasta cierto punto, se trata de un tema de recursos. Conforme se desarrollan los países, creo que hay más posibilidades de dedicar recursos a la regulación, a los abogados de la defensa de los derechos individuales, etc. Hay una mayor tendencia a la reducción de la corrupción en el proceso de desarrollo de los países. El Gobierno de Estados Unidos era muy corrupto en la mitad del siglo XIX, y no fue hasta que se desarrolló un “civil service”, en 1870, cuando la situación empezó a cambiar. No creo que la corrupción sea un mal endémico de una cultura, sino más bien una cuestión de progreso.
Por eso, en mi libro Las finanzas en una sociedad justa enfatizo la importancia que tiene la regulación, los abogados, los asesores, etc. Es preciso entender que, aunque estos procesos cuestan dinero, compensan; y es importante que los gobiernos inviertan en estas actividades.
F.F.S.: Llama la atención la frase de su libro en la cual dice que la especulación contribuye a la eficiencia del mercado. Una frase que, a los profanos en la materia, nos resulta chocante y hasta contradictoria. ¿Nos la puede aclarar?
R.J.S.: En el año 2000, lo que se llamaba “exuberancia irracional” resaltaba las debilidades y flaquezas especulativas de los mercados. Siendo como es la naturaleza humana, tenemos que aceptar que los mercados son imperfectos, y no altamente eficientes, como muchos piensan. Por otro lado, cuando las personas reaccionan tras la explosión de una burbuja, se produce una sobrerreacción y el pensamiento generalizado es el de que los mercados están “locos”, que la especulación es simplemente un juego de apuestas, una ruleta. Muchas de las cosas que suceden dentro del mundo de las finanzas son medias verdades. 
La eficiencia del mercado es una media verdad, como lo es el concepto de precios de mercado que solo refleja el valor hasta cierto punto, pero que puede volverse loco y conducirnos a burbujas sin sentido. Creo que el sistema financiero es el mejor que tenemos, pero evidentemente podemos hacerlo mejor e, incluso, podemos llegar a prevenir la formación de burbujas con unas políticas nacionales adecuadas.
F.F.S.: La profesora de la Harvard Business School, Rosabeth Moss Kanter, ha definido su obra como una llamada provocativa para entender y reinventar las finanzas. ¿Qué habría que volver a concebir?
R.J.S.: Necesitamos democratizar las finanzas, conseguir que lleguen a todo el mundo. Esta democratización es un proceso lento, avanza muy despacio, pero hoy son muchas más las personas involucradas en los sistemas financieros que en el pasado, aunque nos quede por delante un gran camino que recorrer.
En esta crisis financiera, hemos podido ver cómo los compradores recibieron un pésimo servicio de quienes se dedicaban al sector inmobiliario. Tanto en España como en Estados Unidos, se estimuló a que las familias pusieran todos sus recursos y ahorros en una vivienda. Cuando los precios de la vivienda cayeron –pero no las deudas–, comenzó la destrucción de sus respectivas economías. Esto, evidentemente, es predecible. Si las personas invierten todos sus recursos en un solo activo (y en una sola localización), sin diversificar, y su endeudamiento es muy elevado, se enfrentan a un gran problema. Hasta hoy, el sistema no ha sido capaz de gestionar de forma adecuada los riesgos de las personas, por lo que es necesario rediseñarlo.
Por ejemplo, el porcentaje de vivienda en propiedad en España es, a todas luces, excesivamente alto. La política del Gobierno debería ayudar a incrementar el porcentaje de personas que vive de alquiler, ya que esto permite colocar sus ahorros en una cartera de inversión diversificada, que les aísla de los riesgos. Más aún, el alquiler proporciona un elevado nivel de libertad para todos aquellos que quieran desplazarse o que, simplemente, no desean verse involucrados en todo lo que significa el mantenimiento de una vivienda en propiedad. El alquiler ofrece grandes alternativas que podrían ser aplicadas.
Otra política para salvaguardar a los que decidan ser propietarios de su vivienda sería un sistema de protección frente a los caprichos o peligros de una crisis financiera o de la propiedad, como es el sistema de hipotecas de gestión continua (continuous workout mortgages). Existen formas alternativas que conseguirían reducir el riesgo que conllevan los cambios de los precios.
F.F.S.: El crecimiento del sector público en España no ha ido acompañado de la eficiencia y productividad deseable, al tiempo que se ha involucrado en áreas que muchos definen como no pertinentes para él. Si se compara el sector público en general –y no exclusivamente la Administración Pública– en países como España o Italia, con el que existe en Estados Unidos sorprende la diferencia. ¿Hasta qué punto es importante para el crecimiento de la nación el control del gasto público, y la productividad y el retorno del mismo a la sociedad?
R.J.S.: Son preguntas complejas y siento no ser muy creativo a la hora de responder. Creo que el capitalismo es importante y que las personas puedan tomar sus propias decisiones también. 
Muy posiblemente, en algunos países europeos, el sector público es demasiado grande, aunque también esto es algo difícil de medir. En cambio, creo que hoy Estados Unidos necesita más gasto público. La Administración ha sido negligente y descuidada en todo lo referido a infraestructura pública. Nuestras autopistas están congestionadas y los puentes se están quebrando. Quizá Estados Unidos deba moverse en una dirección similar a la europea, y a la inversa. Lo importante es cómo se hacen las cosas.
Si un país necesita más autopistas, se deben hacer con criterios de efectividad y productividad, asegurando una inversión severa compensada por las economías que genera, y garantizando que están siendo realizadas por compañías desarrolladas en un entorno de competitividad. El favoritismo es un problema grave, un problema político. Se puede trabajar en diferentes procedimientos para limitarlo. Más aún en estos momentos en los que, ni en Estados Unidos ni en España, el consumo privado tiene suficiente dinero como para mantener la economía boyante. Este es un problema que –desde la perspectiva keynesiana– se podría solucionar de forma temporal con un mayor gasto público: que el Gobierno emprenda aquellas obras o acciones que quisieran ser emprendidas por la iniciativa privada, es decir, por empresas o individuos que ahora no disponen ni del valor ni de los recursos necesarios para hacerlo. Recalco el aspecto de ser deseado desde la iniciativa privada y con una visión de negocio. No solo hablo de construir autopistas en sitios donde esté congestionado el tráfico, sino de mejorar la educación contratando profesores para las escuelas –incluso un segundo profesor por clase, como ayuda al profesor titular– para ofrecer más atención a los niños. Este es el tipo de cosas que el Gobierno puede implementar fácilmente, sin que se genere un sector con derechos creados o corrupto.
F.F.S.: Quizás desconozca hechos como que en España se han construido aeropuertos que tienen un solo vuelo al día, autopistas de peaje con un tráfico ridículo o vías de alta velocidad por las cuales ya no circulan trenes, porque no había suficiente demanda de pasajeros, o universidades en cada Comunidad Autónoma… En cambio, en Estados Unidos, la inversión parece que siempre se realiza cuando no hay más remedio, cuando el uso de las estructuras está a punto de reventar, lo cual quizás sea un poco tarde, pero garantiza la productividad de la inversión.
R.J.S.: ¿Esto que me dice es cierto? Bueno, en primer lugar, yo soy profesor en la Universidad de Yale, que es una universidad privada. Creo que en España hay muy pocas universidades privadas. En Estados Unidos, además del sistema universitario de élite, existen muchas facultades denominadas “Liberal arts colleges”, que proveen de servicios de formación a un entorno menos estandarizado y que tienen gran demanda. Así se crea un sistema equilibrado donde hay grandes instituciones y otras medianas o pequeñas, de modo que se cubre una demanda real y se cumplen los requisitos del mercado, siempre de una forma eficiente y con diversidad.
La respuesta a cómo debería moverse un país en esta dirección en los diferentes entornos que me ha mencionado resulta fuera de mi alcance, pero en el ámbito de la formación universitaria, le diría que la clave es: eficiencia, excelencia y diversidad de opciones.
F.F.S.: Tenemos la tendencia a simplificar el universo de las finanzas, que incumbe a muchas profesiones y a un gran número de especialidades. ¿Podría hacernos una descripción, a vista de pájaro, de todo aquello que usted incluye en su libro respecto de los profesionales de las finanzas?
R.J.S.: Es cierto que tenemos tendencia a ver las finanzas de una manera borrosa e indiferenciada. Una de las razones por las que más ha crecido y se ha extendido el campo de las finanzas ha sido la creación de comunidades de profesionales que representan un sector específico, como pueden ser: contables, auditores, brokers, dealers, creadores de mercado, etc. Todas estas profesiones tienen sus propias organizaciones profesionales que, a su vez, imponen unos códigos éticos específicos. El progreso financiero es lento, porque se han de desarrollar estas comunidades.
En el caso de los auditores, hablamos de una profesión que suma ya varios cientos de años de existencia. Su trabajo es, básicamente, descubrir las fechorías del mundo financiero; son como los reguladores del sector privado. Últimamente han sido muy criticados –al menos en Estados Unidos– por no haber sido suficientemente diligentes, pues deberían haber observado lo que pasaba. El hecho de que los auditores hayan cometido errores no significa que hayan abandonado su trabajo, y quisiera extender mi aprecio hacia ellos. No se hacen películas sobre famosos auditores, no son héroes, aunque hacen su labor de forma discreta y silenciosa. Tienen un sentido ético que no es apreciado lo suficiente, cuando realmente constituyen la columna vertebral de nuestra civilización.

Finn Kydland: La consistencia de la política económica y el crecimiento de las naciones

Qué lecciones derivan de estos casos.....Que debemos focalizar las políticas hacia incentivos al crecimiento de la productividad (innovación) y acumulación de capital. Que el gobierno ha de ser creíble y mirar al futuro, y que las instituciones han de evitar la “enfermedad de la inconsistencia en el tiempo”....

.....Hoy en día tenemos mucho conocimiento disponible que, combinado con actividades innovadoras específicas para cada país, daría magníficos resultados.

Conclusiones:

Implementar políticas para el largo plazo es mucho más importante que para el corto plazo.

Aunque un gobierno esté comportándose adecuadamente, si no transmite credibilidad y compromiso, generará dudas e incertidumbre dando resultados negativos. Ya hay suficiente incertidumbre en el mundo como para que un gobierno venga a añadir más.
http://www.eexcellence.es/index.php/entrevistas/con-talento-entrevista/1791-executive-excellence


Finn Kydland nació en Bjerkreim en casa de sus abuelos maternos y creció en Søyland, al sur de Stavanger, una población de apenas 8 granjas, donde tenía a sus abuelos como vecinos más próximos. Su padre, el hijo mayor, como Finn, cambió la tradición granjera por el transporte de leche -y otros productos agrícolas- adquiriendo un camión, que luego serían dos.
Kydland cursó sus primeros 7 años de educación primaria en compañía de los hijos de otros granjeros. Para la secundaria hubo de desplazarse a Byrne donde recibió una educación que él calificó de excepcional: “Más de una vez he dicho que sabía más matemáticas (cuando acabé el bachillerato superior) que los estudiantes de master en economía o empresariales, incluso de escuelas tan bien posicionadas como la Carnegie Mellon. Como consecuencia de mi experiencia en los 12 años de escuela, siempre he pensado que durante la escuela elemental los niños deberían divertirse y, a partir de la superior, se debería enfatizar la educación”.
Pensó en ingresar en Ingeniería -donde le podría sacar rendimiento a su conocimiento en matemáticas- pero teniendo dudas, decidió dedicar un año a la enseñanza, que al final resultaría importante en su carrera.
De hecho, allí conoció a Harald Arrestad, compañero profesor, quien además le consiguió trabajo de contable (hizo el curso de contabilidad por correspondencia) iniciando sus primeros contactos con el mundo empresarial. Fue tras este contacto, cuando tomó la decisión de ingresar en la escuela de Empresariales NHH, de reciente creación.
Curiosamente, no fue admitido a la primera (por razones de valoración de currículo académico, no por conocimientos o capacidad) y aprovechó para dar un año más de clases a la vez que estudiaba para completar su currículo, con el objetivo de entrar en el NHH.
Además, continuó con su relación con Arrestad, ocupándose del negocio de importación de peces tropicales desde Holanda. Tan ocupado estuvo que no pudo terminar los cursos y decidió hacer el servicio militar obligatorio, a la vez que aprobó el ingreso en la NHH durante un permiso.
Terminó sus estudios y en el 69 viajó a los Estados Unidos para hacer su tesis doctoral en la Escuela de Administración Industrial para graduados en la Universidad Carnegie Mellon. Curiosamente, en su primer día, y entrando por la puerta de atrás acompañado de Sten Thore, éste le presentó a Herb Simon, quien sería premio Nobel en 1978.
A partir de aquí ya casi todo es historia, como los cursos de fluctuaciones económicas con Robert Lucas (Nobel de 1995) donde -y en clase- se desarrollaron y analizaron, delante de ellos, lo que sería la base de la publicación de Expectativas y neutralidad del dinero. 
En todas las carreras hay momentos importantes como la publicación de sus primeros papers: “Dualidad en la programación fraccional”, pero fue en agosto de 1971 cuando se topó con un profesor recién llegado, Ed Prescott, con quien recibiría el Nobel de Economía.
Kydland regresó a Finlandia, en 1973, con su mujer y su primer hijo. Tras una estancia de casi tres años, volvió a Estados Unidos –teóricamente de forma temporal- a la Universidad de Minnesota. Recibió entonces una oferta de la Carnegie Mellon para ser profesor asociado… y terminó quedándose para siempre. El resto ya es historia conocida.
Dentro del ciclo de conferencias “Enseñanzas de la crisis”, organizado por la Fundación Rafael del Pino, hemos tenido el placer de disfrutar del talento y la empatía del profesor Kydland. Aun siendo cada vez más frecuentes los eventos donde se discute sobre soluciones a la crisis que estamos viviendo, esta conferencia no ha sido una más. El profesor Finn Kydland nos enseña qué es lo que ha pasado en los últimos decenios, guiándonos hacia unas objetivas deducciones que nos han convencido.
Kydland es premio Nobel de Economía -junto con Prescott- de 2004 por sus investigaciones sobre la macroeconomía dinámica, sobre los tipos económicos y la política macroeconómica. Consiguió, en la conferencia que en parte reproducimos, hacernos comprender las fuerzas que impulsan los ciclos económicos y la importancia de la consistencia en el tiempo de la política económica. 
La teoría de Kydland y Prescott -que reinterpreta a Keynes- realizada en el periodo 1977-82 fue la plataforma sobre la que se sustentó este premio Nobel. Ambos consiguieron demostrar cómo las políticas económicas aplicadas por los gobiernos, y los cambios tecnológicos, inciden de forma significativa sobre el comportamiento económico a largo plazo. Dicho de otra manera, mientras que los economistas Keynesianos ortodoxos habían basado sus argumentaciones desde la perspectiva de la demanda, los profesores Prescott y Kydland demostraron que las políticas de oferta ofrecen mejores resultados a largo plazo. Con su aportación ofrecieron una explicación de las causas que habían conducido al fracaso de las políticas antiinflacionistas de los años 70. 
La academia sueca consideró que la mayor contribución de los profesores Kydland y Prescott fue sentar las bases de un amplio programa de investigación sobre la credibilidad y viabilidad de la política económica. Su investigación ha tenido una amplia influencia en las reformas de los bancos centrales y en la políticas monetarias de numerosos países. 
Conferencia del 7 de abril del 2010 en la Fundación Rafael del Pino por Finn E. Kydland, Nobel 2004 de Economía.
Este gráfico es una representación bastante ideosincrásica del PIB per cápita de una colección de países que se aproxima mucho a los ingresos per cápita. Nos da una idea orientativa de la evolución, en términos de ingresos y de producción, de los sectores que componen el mercado. Como se puede ver, los países elegidos son una representación de ejemplos de evolución diferentes. Por un lado, los Estados Unidos o Canadá, que (desde los años 50) mantienen un crecimiento sostenido. Otros comienzan en buenas posiciones, como Argentina que hace 120 años era un de los países más ricos del mundo, pero terminan derivando hacia una evolución más o menos plana. 
Viendo el gráfico europeo hay países, como Dinamarca, que siempre se han mantenido en el grupo de cabeza. Otros, como Irlanda, España y Grecia comenzaron a despegar a finales de los 80 pero Irlanda, en la segunda mitad de los 90, creció de forma asombrosa. (Gráfico en PIB per cápita donde las paridades de capacidad de compra han sido ajustadas). 
En el continente africano el entorno es mucho más deprimente. ¡El cuadro está en dólares valor año 2000 y sólo alcanza unos 3.500 dólares! Hay momentos donde algunas naciones tienen éxito en su actividad, como la República del Congo, pero luego todo se desploma. El único caso interesante es Bothswana, pero incluirlo habría roto las escalas. Es un ejemplo de país rico en recursos naturales y capaz de llevar una tendencia positiva debido a su estabilidad.
¿Cómo podemos comparar y qué lecciones podemos aprender de estos gráficos?
Al afrontar los análisis de datos, siempre se comparan las políticas de los países entre sí, enfrentando países con políticas adecuadas con otros cuyas políticas no lo sean tanto, con el objetivo de dar una visión comprehensiva, utilizando informaciones que permitan entender la relación entre la consistencia en el tiempo y el crecimiento de las naciones.
En el mundo actual, todos los gobiernos se enfrentan a poderosos incentivos que les llevan a actuaciones incorrectas en la planificación económica a largo plazo (demostrables matemáticamente) y conocemos los factores que estimulan y deprimen el crecimiento económico.
Las dinámicas de los fenómenos macroeconómicos se plantean siempre hacia futuro, aunque las decisiones suelan ser frustrantes, dadas las dificultades para plasmarlas. Actualmente se intentan desarrollar herramientas que nos permitan entender las dinámicas mejor, a través de la ayuda de los ordenadores. El hecho es que las decisiones que hoy tomemos dependerán en gran medida de nuestra percepción actual del futuro. 
Una fórmula para poder entender estas dinámicas es la función agregada de la producción: GDPt: Zt f(KtLt) -donde el factor situado a la izquierda representa el factor real (ajustado a la inflación) del PIB y t representa un momento elegido arbitrariamente. f es una descripción de la habilidad/capacidad productiva de la economía y dependerá de: habilidad productiva, número y calidad de factorías y maquinaria, edificios de oficinas, etc; todo ello influenciado la variable K (capital) y L (labour). Z es un factor inductor de la economía. Ante una determinada cantidad de K y L, creciendo Z crecerá el PIB. Z depende de muchos condicionantes: la actividad innovadora en la economía, la tecnología, etc. 
En términos generales (sobre todo a largo plazo), son las actividades innovadoras y cambios tecnológicos (Z) quienes generarán incrementos sustanciales en la capacidad productora si el capital y el trabajo permanecen constantes. 
Pero, para que Z crezca se requiere capital. Aunque se descubran nuevos productos, o formas nuevas de acometer proyectos, sin el capital necesario para invertir en ellos, estos avances no se aprovecharán adecuadamente. Es la tecnología y la innovación lo que permite convertir el capital y el trabajo en crecimiento de bienes y servicios.
Prescott y yo afirmábamos que la principal contribución de lo que llamábamos la Teoría de Ciclos de Negocios Reales era la inclusión de las personas en este modelo. Las descripciones específicas de los problemas a los que las personas se enfrentaban en la toma de decisiones complicaban el modelo; y dentro de esas descripciones están las actuaciones de los gobiernos.
¿Cuál es el papel del gobierno en este marco?
En el PIB influyen, además de la cantidad y calidad de las compras del Estado, muchos otros factores integrados en el modelo de la economía.
El producto es una función de tres partes: capital, trabajo y tecnología. El input trabajo es difícil de mejorar a corto plazo pues depende del crecimiento de la población. Las mejoras en la educación, que afectan a la cualificación, son muy importantes, pero de efecto lento.
En cambio, el factor tecnológico es extremadamente importante, pero está condicionado por el capital para poder aprovecharse de las mejoras en la tecnología. Es aquí donde el gobierno tiene gran importancia por su capacidad de influir en los incentivos sobre actividades innovadoras y el fomento de la acumulación de capital, al ser responsables de la política fiscal y la política monetaria.
La política fiscal está relacionada con la gestión del gasto. El gobierno influencia desde los paquetes de estímulos -un elemento de la política fiscal- hasta los impuestos (que representan su capacidad de “generar los fondos”). 
De ahí la importancia de la política fiscal de un gobierno, que se ve reflejada por la consistencia (o falta de ella) de algunos ejemplos que a continuación se exponen y que corroboran lo que la teoría sugiere y los datos apoyan:
Cuando las cosas comenzaron a ir mal en los Estados Unidos, a final del 2007, el gobierno consideró las devoluciones temporales de impuestos (a personas con ingresos hasta los 75.000 USD): una opción fiscal con el objetivo de incentivar el consumo privado; pero, ¿era acertada? Cualquier macroeconomista nos dirá que el efecto será bajo o negativo. Incluso dirigida exclusivamente a personas de ingresos medios o bajos, los efectos serían diferentes a los deseados, ya que la tendencia observada en estos casos es un incremento del ahorro. 
Japón lo probó repetidamente en los años 90: un ejemplo de cómo un gobierno puede equivocarse. Luego se intentó otra vía: el incremento del gasto público, con “paquetes de estímulos” en infraestructuras. Cuando hay mucho trabajo y recursos baratos, los proyectos adecuados harán que la economía sea, en el futuro, más productiva compensándose la deuda inicial de la realización de los mismos. 
En el caso japonés, hubo poca profundidad en la reflexión tras estas iniciativas. Parece ser que el objetivo principal de estos estímulos fue incrementar la actividad económica y frenar el creciente paro. Actuaciones de este tipo son un despilfarro de recursos. Si la preocupación fundamental fuese el paro, se deberían dirigir directamente estos recursos hacia la formación y capacitación de aquellos que pudieran verse afectados. La recapacitación de personas en sectores con posibles crisis a medio plazo es más productiva. 
La política monetaria recibe probablemente más atención de la que debería. Muchos parecen pensar que la política monetaria puede relanzar a economías que sufren. La realidad es que las políticas monetarias estándares hoy no tienen mucho poder. Es muy difícil encontrar mecanismos teóricos de propagación a través de los cuales los cambios monetarios puedan relanzar una economía. 
Algunas de las acciones recientemente emprendidas por la reserva federal americana, como comprar 1.3 trillones de hipotecas basura, no pueden considerarse como política monetaria. Ni siquiera como buena política, ya que pone el dinero de los contribuyentes en riesgo. Más razonable parece que los bancos centrales inyecten liquidez en el sistema para combatir los graves problemas a los que se enfrentaban invirtiendo la caída del flujo del dinero en los mercados. 
Si tenemos en cuenta que la tremenda cantidad de dinero -moneda más depósitos a corto (una forma habitual de cuantificar la cantidad de dinero)- existente, y que esta es muy superior a aquella sobre la cual el banco central tiene control (base monetaria = divisa + reservas) veremos la lógica tras estos razonamientos. El diferencial en que es superior la cantidad de dinero (en volumen) a la base monetaria es lo que llamamos multiplicador monetario: Cantidad de dinero= multiplicador monetario x base monetaria.
En este caso, el multiplicador monetario se vio afectado negativamente por el crecimiento de los ratios reserva/depósitos y moneda/depósitos. Al multiplicador monetario le afectan dos medidas esenciales; una de ellas es el porcentaje de depósitos bancarios como reservas. 
En Estados Unidos solía ser del 10%, pero declinó por debajo del 7%. En 2007, al detectarse problemas, ese porcentaje se subió (se necesitaban mayores reservas). Al mismo tiempo, y en cierta medida debido a la percepción de falta de seguridad de algunos bancos, suficientes personas cambiaron de depósitos a liquidez, haciendo subir ese ratio.
Si ambos factores suben a la vez, el multiplicador monetario cae; y eso es lo que pasó. Por eso, la inyección de liquidez en forma de base monetaria fue necesaria para mantener la cantidad de dinero estable, pudiendo así mantener el banco central los índices de inflación estables, evitándose la deflación; una acción razonable.
La inyección de liquidez (base monetaria) no es inflacionaria, salvo en el caso que compense la caída del multiplicador; pero, ¿qué pasará en los próximos años? ¿Qué pasará si ambos ratios regresan a niveles normales? El multiplicador monetario subirá, evitando que entremos en deflación.
Supongamos que un gobierno tiene como objetivo, estable y a largo plazo, el maximizar la medida del valor de bienestar nacional a lo largo del tiempo. Esta política “óptima” requerirá de mecanismos de compromiso para ser implementada, ya que sin ellos los resultados pueden ser muy negativos. 
Antes de entrar en la discusión sobre la consistencia de la política de un gobierno a lo largo del tiempo, es necesario desarrollar una pequeña teoría introductoria: Supongamos que tenemos una serie de gobiernos “benignos” (gobiernos que tratan de comportarse a favor del interés de la gente). Aunque sea difícil de definir cómo sería en la práctica este objetivo, imaginemos que se pudiese describir una función que explicase lo que debería hacer un gobierno para intentar imponer -de manera que redundase en el beneficio del país- políticas o medidas que mejorasen las condiciones de la población. Para ello (y simplificando), imaginemos que los objetivos del gobierno permanecen constantes a lo largo del tiempo, sin imposiciones de cambios en el mismo y eliminando la política del contexto; creemos una perspectiva teórica suponiendo que desarrollamos el mejor plan para el gobierno, en línea con los objetivos antes descritos: El Plan Óptimo. 
Una vez planteado, veremos entonces que este plan óptimo puede resultar inconsistente a lo largo del tiempo. ¿Por qué?: pues porque aparecerán importantes incentivos para que el gobierno cambie su política. 
Por eso, un factor esencial para poder implementar este “plan óptimo” -para que exista consistencia en la política económica y redunde en el crecimiento de las naciones- es encontrar una forma de comprometer al gobierno a cumplirlo. Pero, poder crear un compromiso así en la práctica no es fácil. En la mayoría de las instancias, sobre todo en la política fiscal, resulta difícil imaginar este compromiso proyectado en años. 
La intencionalidad, para que esto ocurra, esta íntimamente relacionada con la naturaleza a futuro en la toma de muchas decisiones importantes, como decisiones de inversión. Así, por ejemplo, si una compañía optase por construir una fábrica de un billón de euros, las razones de dicha inversión dependerían de los retornos esperados en términos de valor actual; en suma, de las expectativas. Esas expectativas se planificarían para un tiempo dado, pongamos por ejemplo una década, y los resultados, después de impuestos, habrían de ser, evidentemente, positivos. 
Es en estos casos donde los gobiernos tienen un rol esencial ya que, ¿qué seguridad tienen los inversores de que el gobierno no les subirá los impuestos sobre los beneficios una vez transcurridos 5 o 10 años? 
Este es un ejemplo evidente de cómo las inversiones dependen de la política a futuro de los gobiernos y de la importancia de ese plan óptimo que antes hemos mencionado. La parte esencial del planteamiento de la teoría de la inconsistencia se basa en que, si avanzados 5 años el gobierno decidiese cambiar dicho plan (por los incentivos que aparecen para cambiarlo), el nuevo escenario obligaría a ulteriores cambios con ulteriores consecuencias. El plan original tomaba en consideración decisiones de hace 5 años; pero esas decisiones, ya ejecutadas (la fábrica ya está funcionando y dando beneficios) hacen que el gobierno pueda preguntarse qué incentivos sigue teniendo para continuar con ellas.
Si el plan original ha incentivado las inversiones y el capital ha crecido, existirá la tentación, por parte del gobierno (especialmente si se convence de que existen necesidades de financiación) de aumentar los impuestos sobre esos ingresos respecto de lo que habían prometido en el plan original; pueden, con toda lógica, estar convencidos de que aun cambiando las reglas del juego -estas fábricas que ya están funcionando- continuarán produciendo. Ahora bien, actuar así tiene consecuencias ya que el impacto resultante caerá también sobre las inversiones nuevas a futuro. Pueden prometer que no lo volverán a hacer, pero ¿les seguirán creyendo? 
Este es un sencillo ejemplo de las tentaciones de la imposición sobre el capital físico. Pero también se puede incrementar la imposición sobre el capital humano, a través de las políticas de imposición progresivas, incrementando los porcentajes de ingresos al crecer los salarios. Hay incluso otros ejemplos extremos y más sangrantes como la ingeniería financiera, utilizados en más de un país latinoamericano, para generar la hiperinflación como método para reducir la deuda del Estado. 
Han existido formas a través de las cuales se pueden frenar estas intenciones como era el patrón oro, que permitía dar confianza a los inversores; o los bancos centrales independientes que, al menos en el caso de política monetaria, intentan separar sus decisiones de las presiones políticas, aunque esto depende de los países, pues en el caso de los Estados Unidos, no está fuera de lugar preocuparse por la independencia del Banco Central frente al Tesoro, creador de políticas fiscales. El Bundesbank, al contrario, siempre ha sido reconocido como sólido; una institución a la cual no se podía inducir a hacer algo que no hubiese anunciado con mucho tiempo. 
Podemos ilustrar este razonamiento comparando el ejemplo Argentina e Irlanda. El cuadro es en escala logarítmica (o proporcional), donde vemos grandes altibajos sin crecimiento real. 
Hasta los años 80, Argentina tenía un crecimiento medio, pero después las cosas se derrumbaron por las “enfermedades” de la inconsistencia en el tiempo: hiperinflaciones, devaluaciones, congelaciones de depósitos, impagos de obligaciones del Estado. El resultado: desconfianza entre los inversores.
Irlanda* hizo gratuita la educación secundaria a finales de los 60; en 30 años tenía una fuerza laboral educada, pero no tenían capital. En la década de los 90, la política fiscal, planificada para un largo recorrido, junto con las bajadas de impuestos para 20 años y la inversión en educación precedente hicieron despegar al país.
Aunque varios factores influyeron, uno resultó determinante: el compromiso de reducción impositiva sobre ingresos por 20 años. Fueron muy explícitos sobre la política fiscal, diseñada para el largo plazo y los resultados son evidentes. *Ver cuadro 2
Chile frente a México en la crisis de 1981
Este es un ejemplo de dos países golpeados por un shock similar. A principios de los 80, los intereses eran altos y los precios de sus principales recursos naturales (cobre y petróleo) cayeron a niveles muy bajos. En Chile los bancos, que representaban la mitad de los depósitos del país, no tenían liquidez. El Gobierno tomó su control. Decidió rápidamente cuáles eran solventes y eliminó el resto. En tres años los reprivatizó, estableció un marco regulatorio y liberalizó el mercado.
México, de forma similar, nacionalizó la totalidad del sistema bancario pero no lo volvió a privatizar. Como consecuencia, los burócratas decidían quiénes podían recibir préstamos. Aunque la reprivatización del sistema bancario mexicano no ocurrió hasta bien entrada la década de los 90, aún no han remontado de aquella crisis. En el gráfico, vemos que Chile sufrió una caída del 20% del PIB, pero a partir del 2º año, comenzó a crecer por un proceso de reorganización bancaria que dio créditos a proyectos viables y experimentó una recuperación excelente. En México, el daño inicial fue menor pero el hecho es que nunca se ha recuperado. Este es un claro ejemplo de que, aunque dolorosas, las decisiones tomadas a corto plazo son necesarias para el crecimiento a largo. 
Korea es otro caso similar. En el 97, muchos países del área fueron golpeados. Korea del Sur recibió un duro impacto. Otros países intentaron estimular la economía a corto plazo, como Tailandia u otros. Hoy Korea los supera ampliamente.
La comparación entre Finlandia y Japón también sigue esta tendencia. Ambos países sufrieron problemas al comienzo de los años 90. A Finlandia le golpeó la caída del muro de Berlín con la pérdida de sus exportaciones al bloque soviético; y a Japón, el crash del mercado inmobiliario. Finlandia se comportó de forma similar a Chile, recuperándose rápidamente y Japón, que imitó a México, aún no se ha recuperado.
La realidad demuestra que no es tan importante la naturaleza del golpe como la de las políticas aplicadas para la recuperación. 
Qué lecciones derivan de estos casos: 
Que debemos focalizar las políticas hacia incentivos al crecimiento de la productividad (innovación) y acumulación de capital. Que el gobierno ha de ser creíble y mirar al futuro, y que las instituciones han de evitar la “enfermedad de la inconsistencia en el tiempo”.
Al analizar la política económica de un gobierno es importante ver dónde radican los incentivos, para la innovación y la acumulación de capital, de dicha política. Toda política ha de ser creíble y ha de mirar al futuro si quiere tener éxito. Argentina nunca ha aprendido. Tras 15 años de observación vemos que algunas de sus medidas han carecido de lógica, estando enfocadas al muy corto plazo. 
Hay un libro de Parente y Prescott (Barriers to riches) cuyas conclusiones son similares a las aquí expuestas. Con las políticas adecuadas, los potenciales de crecimiento no son el 2 o 3% sino el 200 o 300%, evidentemente a lo largo de un tiempo. No es una exageración y espero que este concepto se transmita. 
El porqué de la disparidad de riqueza entre las naciones:
Los ingresos bajos son el resultado de políticas específicas, y locales, que de forma directa o indirecta restringen el uso de tecnologías y prácticas laborales disponibles. Además, la protección de intereses creados es tremendamente negativa. 
Hoy en día tenemos mucho conocimiento disponible que, combinado con actividades innovadoras específicas para cada país, daría magníficos resultados.
Conclusiones:   
Implementar políticas para el largo plazo es mucho más importante que para el corto plazo.
Aunque un gobierno esté comportándose adecuadamente, si no transmite credibilidad y compromiso, generará dudas e incertidumbre dando resultados negativos. Ya hay suficiente incertidumbre en el mundo como para que un gobierno venga a añadir más.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº70 may2010


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